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Por siempre por Naruu Uzumakii

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Notas del fanfic:

Después de muchos años he vuelto, es probable que suba más historias de tematica Yuri. 

 

Notas del capitulo:

Amé escribir esto. 

Lo que está entre comillas y en cursiva es parte del libro que Kaylin lee.

 

Sábado 26 de octubre de 2013

 

“En algún lugar del planeta existió una reina; Kayleigh de Arcadia. La soberana de Arcadia, fuerte, hábil, valiente y hermosa. Salvó a su pueblo de la destrucción a manos del regente de su reino. Desterrada de su reino, el pecado fue amar a una mujer.

 

… El dolor fue tan grande que ella…”

 

—¡Kaylin! —escuché mi nombre ser pronunciado con efusividad. Una vez más me quedé en la mejor parte de mi libro. Levanté la cabeza de aquel ejemplar rojo con letras doradas y frente a mi estaba Madison, una chica de cabellos castaños y ojos avellana. Su sonrisa resplandecía por el sol que daba de lleno en la plaza.

 

—Llegaste antes—. Susurré regalándole una pequeña sonrisa. Me levanté de la banca de metal del parque, el árbol me cubrió del sol. Madison usaba un vestido blanco hasta la rodilla, unos zapatos negros muy lindos, creo que tienen un panda. Sus pendientes son negros haciendo juego con la pequeña bolsa de mano. Una mujer tan hermosa.

 

—Lo sé, Miss Lucy dijo que he mejorado bastante, acabo de componer la melodía para la obra de la Srta. Candy, puedo estar tranquila… bueno, haré arreglos dramáticos, pero todo está arreglado—. La forma en que hablaba Madison reflejaba la emoción y el amor que le tenía a su trabajo, ella era una estudiante de música, su especialidad era el piano, este instrumento parecía una extremidad más de ella. Sus manos se movían sin piedad por el y eso era digno de alabar. —¿Qué tal el manuscrito, Kay? —. Preguntó con una sonrisa.

 

La verdad es que no iba tan bien como me gustaría, tenía la fecha límite encima.

Aquella tarde pasó sin nada relevante más que su sonrisa, aquella que me dedicaba cuando hablaba del futuro, ella estaba tan ilusionada con eso. Ella quería ir a Rusia. Yo quería ir con ella incluso al fin del mundo… el problema es que ella no quiere que sea yo quien vaya… quiere a Dylan.

 

 

 

Martes 29 de octubre de 2013

 

Una vez más estoy sola en este pequeño departamento, hay basura en la sala, la cocina esta hecha un lío, suelto un sonoro suspiro y me dejo caer lentamente, resbaló hasta quedar sentada en el suelo del pasillo que lleva a la salida. Ayer hubo gente aquí.

 

Madison no vino.

 

La extrañé.

 

Bebí hasta caer en la inconsciencia.

 

Me llevé a la cama a una chica, quien se levantó diciendo que había sido un error.

 

Fue el peor cumpleaños de todos, 26 años de vida, 15 de estar sola.

 

—¿Por qué no puedo tener felicidad? —pregunté a la nada, una lágrima resbaló por mi mejilla y abracé mis piernas. Y es que cada vez que estaba cerca de alcanzarla, algo o alguien la había arrebatado. Como si me dijeran: “No, Kaylin, no te lo mereces”

El día estaba soleado, tan azul que me deprimía.

 

—Kaylin, he venido por el manuscrito— mencionaron con suavidad tras la puerta, genial, Alice estaba aquí y yo estaba siendo un desastre viviente. Aún estaba en pijama, una holgada blusa blanca con un pequeño bóxer color rosa. Mi cabello rojo estaba enmarañado, mis ojos estaban hinchados de tanto llorar.

 

—Hola, Alice… entra— mi voz sonó tan vacía que la mujer de ojos grises levantó una ceja y negó con la cabeza. Se invitó  sola a mi departamento. Puedo jurar que su mirada se ensombreció al notar el lugar, ella era la persona que estaba para mi incondicionalmente; mi editora.

 

—Vaya… podemos limpiar un poco y después revisamos el manuscrito ¿está bien? —mencionó con la voz más calmada que poseía ni siquiera le importó si yo respondía. Sé que levantar los vasos rojos desechables, vaciar botellas de vodka y vino en el excusado y sacudir los muebles no es de su agrado; la arruga que se hace en su frente es lo que la delata.

 

Huele a ambientador, limpiador y jabón. Mi departamento ya no es solo basura, Alice volvió a dejarlo habitable.

 

—Gracias, ojos grises— agradecí regalándole una sonrisa. Alice negó con la cabeza. Me gustaba decirle así, poseía esos ojos tan misteriosos y hermosos. Su cabello era negro, tenía el cuerpo de estrella porno. Sé que le gusto y me aprovecho de ello. Sé que soy una basura al solo llevarla a la cama, besarle hasta la sombra pero no poder… no poder ofrecerle lo mejor. Sé que cuando se canse no le importará ni su trabajo y me dejará.

 

 

 

Jueves 7 de noviembre de 2013

 

Alice está acurrucada entre las sábanas azules, volví a poseerla.

 

Ayer Madison se enteró que la quiero y… terminó por mandarme lejos, que no me acercara, que no me quería. Debo dejarla en paz.

 

Alice no lo sabe, cuando llegó yo seguía en el pasillo empapada, llorando como una adolescente, fue patético. Preparó café, hizo la cena, llevó a la habitación y no supe como cambió mi ropa, ni siquiera cuando me secó el cabello. Solo recuerdo cuando la tomé entre mis brazos y la hice gritar mi nombre tantas veces que cuando se durmió terminé llorando. Voy a ofrecerle una relación. Me esforzaré por darle lo mejor de mi.

 

—Estuve pensando…

 

—¿Te dolió mucho? —Alice me interrumpió, ambas estábamos en la terraza de mi restaurante favorito, desayunando.

 

—Por favor, Alice— regañé, me exasperaba lentamente.

 

—Perdona, lo siento.

 

—Quizá no sea la mejor persona que vas a encontrar, pero tú eres la mejor para mi… ¿te gustaría..? —lancé lo que había practicado y ella me interrumpió.

 

—Comenzabas a tardarte, Williams pecosa— mencionó con una pequeña sonrisa, tomó mis manos y entrecerró los ojos, con ella no hacían falta palabras, sabía todo lo que yo pensaba. Lo que yo quería. ¿Sabría de Madison?

 

Cuando llegamos al departamento le hice el amor hasta cansarme, hasta que quedamos vagando en la inconsciencia. 

 

 

 

Lunes 24 de diciembre de 2013

 

Alice está viajando por asunto de negocios, Madison y yo tuvimos una charla y decidimos no echar por la borda nuestros años de amistad. Hoy, ella y Dylan pasarán la noche aquí, prepararemos pavo y todo lo que se nos ocurra. Maddie será la única ayudante que tenga hoy.

 

—Ouh, Kay… me quemé— protestó ni bien entré a la cocina con la bandeja llena de verduras cortadas.

 

—Oh, pobrecilla—susurré siguiendo su juego, sabía cuanto le gustaba ser mimada. Toda la atención para Madison. Dejé la charola en la encimera junto al refrigerador. Caminé hasta llegar a la estufa y tomé su mano para examinarla. No se notaba, deposité un pequeño beso en el dedo índice de la diestra contraria y le sonreí.

 

Los ojos de Madison estaban enrojecidos, parecía que iba a… una mueca extraña surcó sus facciones y las lagrimas brotaron. Quizá mi expresión fue divertida, total sorpresa, no lo esperaba. Moví ambas manos frente a ella tratando de que no siguiera, pero ese gesto hizo que llorara aún más.

 

Torpemente la abracé, ella seguía siendo lo que más quería. En unos días se iría a Rusia con Dylan. Creí que enterraría su rostro en mi pecho, que me abrazaría y en cambio… me besó. Un beso tan necesitado. Me dejé llevar, al diablo el retraso que teníamos, al diablo la cena. Ella me necesitaba más que nadie.

 

La tomé de las caderas para cargarla, enredó sus piernas en mi cintura. Terminamos haciendo aquel acto en la cocina, sin tiempo que perder allí la poseí, la deposité en una encimera, tirando todo a nuestro paso, la hice gemir, aunque jamás dijo mi nombre. No tenía el cuerpo de una estrella porno, sus mejillas no se encendían cuando la tocaba, sus labios no pronunciaban mi nombre… ella no era…

 

—Alice— susurró Maddie entre gemidos, por un instante creí que me tomaba el pelo, ¿qué hacía pensando en mi novia ahora? Y después lo entendí. A mi espalda estaba ella, observando la obscena escena, Madison tenía ambas manos cubriendo sus pechos, yo estaba entre sus piernas. Escuché como cayeron bolsas, un sollozo y un portazo.

 

—Mierda ¡Alice! —grité, me acomodé la ropa, corrí tras ella, alcanzándola en el pasillo antes de llegar a las escaleras, quinto piso. La tomé del brazo con fuerza, podía jurar que la estaba lastimando.

 

—Alice… yo…— balbuceé.

 

—¿Tú qué? ¿Vas a decirme que no lo querías? Sabes que era lo que más anhelabas ¿qué? ¿te sorprende? —su voz no era un reproche, estaba tranquila, el sollozo no había sido de ella.

 

—Perdóname, Alice— atiné a decir. No lo merecía, ella no debía perdonarme.

 

—Está bien, amor mío…—aceptó, se inclinó y besó mis temblorosos labios. Arregló un mechón que escapaba de mi cola de caballo. Las lagrimas corrieron por mis mejillas.

 

No, no, no, no.

 

¡No!

 

Al separarse me regaló una sonrisa. Besó mi mejilla derecha y se fue. Observe como descendía, el vestido color ciruela se ajustaba a su cuerpo, las zapatillas hacían ruido al bajar, su cabello negro estaba liso, cayendo libremente por la espalda. La bolsa que colgaba en su hombro derecho hacía juego con el conjunto. Manicura perfecta.

 

No, no, no.

 

¡Detente!

 

¡No me dejes!

 

¡Detente!

 

No, no.

 

No te vayas… ¡Alice!

 

No...

 

No podía contener las lagrimas, los espasmos azotaron mi cuerpo. Me sentí débil, sentí el mundo derrumbarse, sentí tanto y nada. ¿Cómo pude haber lanzado a la basura tanto amor? ¿Cómo no pude darme cuenta antes que ella me amaba tal como era?

 

 

 

“… El dolor fue tan grande que ella… se suicidó”

 

Abrí mis labios con sorpresa. Que continuación tan barata, Kayleigh no era así. El libro mentía, no pudo haber salvado a su reino para luego suicidarse. Eran patrañas.

 

Dejé el libro de lado, dejándolo en la mesa de madera del café en donde me encontraba. El cappuccino estaba frío. Genial. Mire mis manos enguantadas, unos guantes color ciruela, como su vestido antes de marcharse. La nieve comenzaba a caer. El frío azotaba el pequeño pueblo y parecía que mi abrigo negro no iba a protegerme por mucho. Comencé a meter mi portátil en mi bolso, cuando algo me obstruyó la vista.

 

Levanté la cabeza y la belleza de esa dama me golpeó.

 

Los ojos grises que me miraban con intensidad sonrieron…

 

Sí, sí, sí.

 

Me tomó de la barbilla y me besó. Abrí los ojos tan sorprendida como todos.

 

—Bienvenida a casa, pecosa— me susurró antes de volver a besarme… y como siempre, lo único que hice fue llorar.

 

Gracias, gracias.

 

A quien sea, gracias por dejar que esta mujer me encontrara tres años más tarde. Gracias Madison por irte. Gracias Alice por volver por mi.

 

25 de diciembre de 2016.

 

Notas finales:

¿Qué tal? 

Kayleigh de Arcadia sí existe. Es una historia que estoy escribiendo xD

Es Yuri, tiene romance, drama. Pronto verá la luz. 

Sin más que decir me despido.

¡Que tengan un buen día!


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