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Inconsciente por BackAck

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El chico viajaba en el cómodo asiento de cuero de un auto, jamás en su vida estuvo dentro de uno y sentir el arrastre del mismo lo hizo temer, casi protegiendo su vida se sostuvo de los sillones cuando sintió ese impulso. Cerró los ojos con miedo, pero al instante se sintió seguro. El hombre quien debía llevarlo llegó en uno de esos autos de los que Jeremy creía jamás llegar a ver de cerca, lo recogió y recogió unos documentos a pedido de su jefe. Jeremy notaba que era un beta y quizás podría preguntarle ciertas cosas.


—Ugh... disculpe —dijo aún con la voz pesada, el collar ya se lo habían quitado y llevaba ese molesto yeso en el brazo y unas cuantas vendas más en el cuerpo, el chofer de aquel rodado mantenía una mirada fija sobre el camino, ignorando al omega. A pesar de todo este continuó—. ¿Me podría decir a dónde vamos?—no llegó respuesta al chico y suspiró, aún así lo volvió a intentar—. ¿Cómo te llamas? —ni siquiera un pequeño acto de amistad hizo a ese hombre hablar, parecía un jodido títere y Jeremy supuso quién era el que guiaba sus cuerdas. Al instante dejó esos pensamientos de lado, no quería pensar mal de su alfa porque según lo que le habían contado el alfa puede sentir sus emociones a través del lazo. Jeremy se llevó la mano al cuello del lado izquierdo y frotó con delicadeza sobre la venda, seguía ardiendo, pero no era el infierno, aunque luego le encantaría ver aquella marca en un espejo ¿sería realmente temporal? Esperaba que no, porque jamás se había sentido mejor que en toda su vida a pesar de los golpes.


El auto ingresó a lo que parecía un gran jardín, atravesando portones oscuros y murallas de piedra llegó a una gran mansión que se alzaba frente a una fuente adornada con tallados de dragones bastante feos para la vista del omega. Se concentró más bien en la casa y en aquel porte que le daba una seguridad tremenda. Los pilares altos de un blanco nacarado y las altas puertas de madera marrón hicieron sentir pequeño al omega por milésima vez en el día ¿en manos de quién había caído realmente? ¿Esto se podría considerar como algo bueno o jodidamente malo?


El auto se detuvo y llegó casi corriendo una mujer que lucía un vestido negro con cuello y mangas cortas blancas, llevaba un delantal sobre una falda ligeramente acampanada, totalmente al estilo francés, era la primera vez que Jeremy lo veía de cerca, pero sabía que se trataba de una empleada de la casa y jamás creyó que se vería así de rígida. Quizás él sea menos que un empleado en aquella casa.


Un estorbo, las palabras de su alfa llegaron a su mente. Solo ignoró eso como lo ha estado haciendo desde hace tiempo y siguió a la muchacha luego de que le dijera con voz impasible que lo haga. Aunque las articulaciones le dolieran bastante durante su trayecto con aquella mujer, no dijo nada ni se quejó.


—El señor Johnson me ha comentado que un omega vendría a vivir temporalmente a la mansión, así que he preparado una habitación —Jeremy la seguía a través de los pasillos, hace rato ya había perdido el camino de vuelta—. Hay cosas que debes saber antes de vivir en esta casa, número uno —empezó a enumerar mientras movía las caderas y caminaba—. El matrimonio Johnson tiene tres hijos alfas, no te acerques o hables a ellos ni a los señores si es que no te lo piden antes.


Jeremy frunció el ceño, ¿su alfa estaba casado y tenía hijos? ¿en serio? Por un momento deseó que fuera mentira, pero el tono de seriedad de la mujer lo decía todo. Era verdad. Se sintió menos que una ramera en ese lugar, estaba sobrando y deseaba largarse de ahí al enterarse de ello, estaba avergonzado y bastante decepcionado.


—El señor Joh- —fue cortado por las palabras de la mujer.


—Número dos —continuó—. No preguntes sobre la vida personal de los señores o sobre la de sus hijos los empleados de esa casa lo tenemos estrictamente prohibido —Jeremy se confundió aún más, él no era un empleado...—. Número tres, el tercer piso de la casa queda prohibido excepto para ciertas personas de la limpieza que yo decido. —llegaron hasta una habitación que era recibida con dos puertas de caoba. La mujer abrió ambas de par en par, dejando ver una habitación bastante espaciosa pero ciertamente modesta en comparación al resto de la casa—. Y por último y no por ello menos importante, número cuatro, tienes prohibido salir de este lugar si no eres llamado por los señores o alguno de sus hijos.


Y sin más que decir esa mujer salió como entró, con la barbilla alta y los ojos entrecerrados, caminó por el pasillo y Jeremy la siguió con la mirada para que luego desaparezca en una esquina.


—Qué extraña mujer —se dijo mientras cerraba la puerta tras él, no había comprendido demasiado todo lo que había dicho aquella mujer, pero se dejó claro lo que debía y no debía hacer. Observó la habitación con admiración, la cama le pareció cómoda y las cortinas marrones algo bonitas, no se imaginaba cómo estaría si es que aquel alfa no lo habría atropellado aquella noche, había sido una suerte. Pero luego recordaba que ese alfa tenía familia y se sentía enfermo.


Y los recuerdos mismos llegaban a él y lo golpeaban, había olvidado algo importante, por eso su cabeza estaba luchando contra recuerdos creando un dolor estridente dentro del cráneo del omega. Su mente estaba bastante cansada a pesar de haber estado dormido en aquel hospital por días. A los pocos minutos de haberse sentado sobre las cómodas sábanas de aquella costosa cama, ingresó a la habitación una muchacha que vestía un vestido igual al de la mujer extraña, pero esta se veía un poco más amigable.


—Disculpe, debe tomar su medicina —dijo con la voz delicada, Jeremy se sintió un poco más tranquilo al escucharla, ella ingresó con una bandeja que la dejó sobre una pequeña mesa que se encontraba a un lado de la habitación con un par de sillones, con delicadeza sirvió un vaso de agua desde la jarra de cristal sin levantar la mirada un segundo y se acercó al omega con un platillo de porcelana, en donde se veían dos pastillas, una amarilla y la otra blanca.


Hasta ese momento Jeremy no había si quiera hablado y solo observaba cómo la muchacha hacía su trabajo, casi amando lo que hacía. Tomó ambas pastillas en su mano izquierda y el vaso en la derecha para luego consumirlas, recordaba cuando le regalaban pastillas inhibidoras del celo. La mujer recibió el vaso nuevamente, en ningún momento levantó la cabeza hacia la vista del omega, Jeremy la vio ir nuevamente hacia la mesa y la bandeja de plata, cuando ella salió por la puerta, el chico se permitió una sonrisa de lado.


—Gracias —le dijo mostrando una gran sonrisa, la mujer levantó la cabeza con rapidez y su sonrojado rostro mostró una mueca de asombro. Luego se retiró de aquella habitación.


Definitivamente la gente de esta casa es extraña, pensó y solo se recostó sobre las sábanas pensado en todo lo que había sucedido hasta el momento.


¿Qué olvidaba?


 

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