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Inconsciente por BackAck

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Un hombre bajaba de su auto y admiraba aquella casa, era bonita, tenía unas lindas flores plantadas al frente y en el pórtico se podían ver rosales que exuberantes mostraban rojos capullos que recordaban la cercanía de la primavera. La casa, no tan moderna, parecía casi como si desprendiera un aura familiar. Suspiró y tomó aquel pedazo de papel que Caín le había dado hace tiempo para mirarlo de reojo y luego aplastarlo entre sus manos, se atrevió a pasar el jardín por sobre baldosas grises y llegar al pórtico en el cual dudó un par de veces antes de tocar aquel timbre ¿Estaba seguro de lo que haría? ¿Acaso no era tarde ya? Por allí dicen siempre que "es mejor tarde que nunca", pero eso era una gran farsa, si jamás llegaba no debería pasar por la vergüenza, pena y tristeza de llegar tarde y ver todo diferente a como hubiera sido si habría llegado a tiempo para hacer su vida junto a aquel hermoso pelirrojo.


Suspiró ¿Y si se había conseguido un alfa? Quien sabe, Naara era impredecible, no sabía si él estaba acompañado o solo, no sabría cómo reaccionar frente a su antiguo amor en aquel momento. Se sentía como un joven veinteañero de nuevo, con el corazón retumbando por llegar a aquella casa, fue a la puerta y la tocó, ¿Qué más podría perder? Ya ni siquiera le quedaban esperanzas. La puerta se abrió y frente a sus ojos una mata de rojizos cabellos se asomaba, el omega levantó la mirada y observó a aquel alfa, frunció su ceño y el del otro lado sonrió.


—Fue un largo tiempo sin vernos, Naara —el pelirrojo solo abrió los ojos como platos en medio de la sorpresa y parpadeó atónito.


—¿En serio eres tú, Aarón? —dijo susurrando, el nombrado se aventuraba a oler el aura del omega, no había ningún otro olor a alfa, eso solo lo ponía contento y lo hacía sonreír, asintió— ¿Y te atreves a venir? —eso fue seco.


—No es lo que crees, yo-


—No pongas excusas Johnson, me abandonaste con nuestro hijo y nos echaste a la calle ¿Acaso esperas que me lance a tus brazos penas te vea de nuevo? No estoy tan necesitado como piensas —y luego azotó la puerta contra la cara de Aarón. El alfa quedó impactado ante el golpe y miró confundido aquella vieja puerta de madera pintada. Suspiró, ya no estaba tan joven como para soportar una rabieta del omega, recordaba con cariño cuando ese niño se atrevía a regañarlo por cosas sin sentido hasta quedar dormido por el cansancio y otras veces esos regaños terminaban con otro de sus encuentros pasionales. Naara nunca fue fácil de manejar. Volvió a tocar y esta vez insistió mucho más pues el omega se negaba a abrir la puerta.


—¡Lárgate de aquí! —gritó del otro lado de la puerta. Sabía que actuaba como un niño, pero no dejaría que Aarón tenga la gracia de hacerle sentir mariposas nuevamente, vamos, que ya era un adulto y debía ser duro ante eso.


—Solo déjame explicarte lo que sucedió, por favor —fue sincero, la manera en que esas palabras fueron dichas llegó al corazón de Naara quizás porque su mente no recordaba a Aarón de esa manera, con los años había transformado su concepto en lo peor imaginable, tanto que al escucharlo tan calmado no pudo evitar sentirse un niño caprichoso quien gritaba a su madre porque no quería comer las verduras. Suspiró y abrió nuevamente la puerta—. Oh, no sabes cuánto te extrañé, Naara yo-


No pudo decir más pues el omega tomó a Aarón de la camisa y lo estiró dentro de la casa, azotando nuevamente la puerta con fuerza. El ambiente se puso pesado, el aroma del alfa intentaba luchar con el aroma del omega que estaba en todas partes, Naara silencioso solo se dediaba a mirar a Aarón quien confundido en una esquina fruncía el ceño ante la mirada suspicaz del menor. Parecía un gatito enojado.


—Yo-


—Cállate —respondió el omega, bajó la mirada y cerró los ojos intentando procesar lo que haría, miró la mesa en la que ponían las llaves  sobre esta se encontraba un cenicero de porcelana que se había comprado cuando se volvió adicto a los cigarrillos y odiaba limpiar las manchas que las cenizas dejaban sobre el suelo. Juró sentir un gruñido en su garganta cuando tomó el cenicero y el alfa solo abrió los ojos como platos, levantó el objeto y apuntó a Aarón—, ¡No puedo creer que aparecieras aquí luego de tantos años! —y se lo lanzó, el alfa esquivó el objeto ágilmente y este hizo un ruido feo al romperse, pero el omega encontró otra cosa, una escultura de un gato que adornaba la estancia.


—No es lo que piensas, el viejo bastardo había evitado que te encontrara, juro que deseaba conocer a nuestro hijo, no sabes cuánta frustración he sentido —el gato casi le da, Aarón tuvo que moverse hacia la izquierda e ingresó a la sala de estar.


—¡Tú no sabes cuánta frustración YO sentí! ¡¿Sabes lo malditamente difícil que es criar a un niño?! —esta vez Naara cogió una guía telefónica, no dudó mucho en lanzarla y esta sí dio al pecho del alfa, pero sin graves resultados apesar de estar muy bien dotada de páginas.


—¡No, no lo sé! ¡Pero sé lo terrible que es tener una vida de mierda por no poder compartirla con quien deseas! —el alfa esquivó otro objeto, empezaba a odiar que a Naara le gustaran todas aquellas parafernalias que adornaban el lugar.


—¡Me alegra que eso haya sucedido! —claro, en Naara solo hablaba el calor del momento y no la razón—, ¡Estoy contento de que hayas sufrido con nuestra ausencia! —el alfa fue empujado por el omega quien le lanzaba cosas—. No sabes cuán feliz me hace que te hayas perdido la vida de tu hijo... te lo mereces, no nos quisiste desde un principio —su voz se calmó y fue acercándose al alfa despacio, Aarón tenía el ceño fruncido—, nunca nos quisiste, tú querías un hijo alfa pero luego nació Caín y... solo te deshiciste de nosotros, como si fuéramos basura.


Levantó su flemática mirada al alfa, Naara no quiso saber cuándo sus ojos se llenaron de lágrimas, Aarón solo sintió que algo en su interior se rompió al ver a su antiguo amor así de dolido, con tanto rencor en sus palabras que hacía a su corazón doler. Suspiró y se aventuró a levantar una mano para acariciar la tersa mejilla del menor, no dejaría que saladas lágrimas mojen la dulce piel de su omega.


—Te alejaron de mí, pero eso no significa que no quiera a nuestro hijo —su pulgar borró una lágrima de la mejilla de Naara—, no me importaba que él sea un omega, yo lo amé desde que lo vi por primera vez en tus brazos, tan pequeño y parecido a ti, era simplemente perfecto —el omega levantó la mirada, sorprendido, su mente recordó el rostro de curiosidad y emoción de Aarón cuando vio a su pequeño por primera vez, jamás había visto aquella expresión en un alfa.


—Pero... tu padre me había dicho que-


—Y tú solo le creíste —dijo casi con pena palpable, Naara frunció el ceño y bajó la mirada, dejando que más lágrimas escaparan de sus ojos, no soportaba eso, tantos años de rencor acumulado y no podían salir, necesitaba golpear a ese alfa hasta dejarlo inconsciente y malherido, necesitabas desquitarse con él, pero no podía, simplemente no podía hacerlo.


—Yo... lo siento tanto Aarón, siempre huía junto con Caín, creé un concepto horrible de ti y te maldije tantas veces... hasta ahora estaba feliz de no volverte a ver, pero... —Naara se aventuró a acariciar la mejilla de su alfa, no era un joven veinteañero como en el pasado podía ver unas canas que le daban un toque maduro y unas arrugas en las comisuras de los ojos justo cuando sonreía, como en ese momento, apesar de todo, continuaba teniendo la  sensación  de querer darle un golpe—, ahora que estás aquí me doy cuenta de cuánto realmente te extrañé... Lo siento tanto.


—No es necesario disculparse, cariño —Aarón por fin pudo tocar aquel loco cabello pelirrojo de nuevo y acariciarlo, parecía que en el omega no había pasado ningún año, estaba más alto y un poco más desarrollado, no era el muchachito enquencle que había rescatado de ese prostíbulo, ese era el poder de los omegas: belleza—, lo importante es que estamos juntos de nuevo ¿No? ¿Podremos recuperar el tiempo perdido?


—Claro —el omega sonrió con dificultad, aún no sabía muy buen qué tipo de trato debía tener con Aarón, pero algo sí sabía bien—. Te encantará conocer a Caín, es un buen chico.


—¿Caín? Ya lo conocí, es quien me dio tu dirección —recordó el papel de hace unos minutos.


—¿Qué? —Naara se descolocó.


—¿Qué?


—E-entonces e-ese aroma —el omega se separó de Aarón, asustado y apuntándolo, parecía que había visto un cadáver—, creí que era coincidencia pero... pe-pero...


—¿Naara? ¿Estás bien? —el alfa lo tomó por los brazos para sacudirlo ligeramente, pero al chico parecía que se le habían fundido unos cuantos fusibles, solo luego reaccionó alejándose de Aarón y mostrando una mueca de odio.


—¡Te acostaste con Caín! ¡Con tu propio hijo! —soltó casi convirtiéndose en un demonio, cuando se hizo la idea se  abalanzó hacia Aarón— ¡Juro que si hiciste daño a mi bebé, yo-!


—¡Espera! ¿Qué demonios estás diciendo? —Aarón tuvo que sujetar a Naara de las mejillas para mirarlo directo a los ojos y tranquilizarlo, el omega forcejeó y se soltó del agarre ajeno. Ahora ese hombre le daba asco, pensaba que quizás se había acostado con Caín por su parecido con su madre, bueno, no podía culparlo por buscar a alguien quien se parezca a él, de hecho eso alimentaba un poquito su vanidad, pero... ¡Ese no era el momento para hablar de su vanidad!


—Es obvio que eso pasó, Caín tiene tu aroma en todo su cuerpo, es sutil porque hace poco empezó a salir con otro chico, pero... es muy obvio —Naara miró a la nada algo avergonzado—, sé cómo es mi hijo, tiene algunos problemas para diferenciar entre el juego y el peligro, creo que sería mejor si-


—Yo no toqué a Caín —dijo tajante, su mirada se oscureció al pensar en sus tres idiotas hijos, alguno de ellos habrá sido pues sabía que esos alfas tenían un aroma parecido al suyo, era de familia—, tengo tres hijos alfas, seguro uno de ellos...


—¿Tres? Oh vaya, tú que no pierdes el tiempo, eh —dijo en medio de una sonrisa, solo después notó la mierda que dijo y cambió su expresión a una más seria, carraspeó la garganta—, ¿En serio piensas que...?


—Sí, es lo que pienso —la pareja quedó callada y mirando a la nada mientras sus rostros se oscurecían por la idea de que Caín en algún momento se había acostado con uno de los hijos de Aarón, se ¿consideraba incesto si no lo sabían? Por ahí dicen que la ignorancia es felicidad. Aunque había algo que Naara no podía olvidar, él había dicho a su hijo sobre quién era su padre, justo días antes de que el chico saliera de su casa y desapareciera por meses, un par de veces volvió a casa, diciendo que había estado con amigos suyos. Todos omegas, por supuesto.


Naara sintió unas ganas tremendas de dar unas buenas nalgadas a Caín.


En la entrada de la casa se encontraba un pelirrojo parándose de puntillas para llegar a los labios de su rubio novio, estaba contento al despedirse de su pareja luego de aquella cita pues hace casi un mes empezaron a salir y parecía que los sentimientos de Caín se exteriorizaban cada día más. Ahora esos ojos de pez muerto eran el mundo de Han y esa sonrisa y esas bromas tontas el día a día de Caín, cualquiera dirían  que estaban terriblemente enamorados. Caín ingresó a la casa y vio el cenicero y el gato rotos en el suelo, además de otras cosas regadas por el suelo.


—¿Sucede algo? —Han se atrevía a ingresar al ver a Caín quieto frente a ese desastre atónito y viendo a la nada—, esto se ve feo... ¿Habrán atacado la casa? —el corazón de Caín se aceleró ante esa idea y a paso rápido fue hacia la sala, quería ver a su madre.


—¡¿Mamá?! ¿Estás en casa? —dijo sin la valentía para ir hacia la cocina, hacia donde se extendía el desastre. Detrás de esa puerta ambos padres solo entrecerraron los ojos con determinación al escuchar la voz de su hijo. Han se aseguró de hacer sentir bien a su omega tomándolo de la cintura justo cuando la puerta se abrió y dejó pasar a ambos adultos a la habitación, Aaron sintió que un gran peso se le quitó de encima al ver a ese rubio al lado de su hijo, esperaba encontrar a Enos o a Ivan, incluso a Owen quien supuestamente tenía pareja y un hijo en camino.


—¿Mamá? ¿Pa-papá? —el rostro de Caín palideció al ver a la pareja junta y más al ver a su madre con aquel rostro frío y oscuro, parecía que lo cortaría por la mitad con una mirada fugaz, pero la tensión fue cortada por Han.


—Yo lo conozco —dijo mirando a Aarón, el alfa mayor solo frunció el ceño, Caín dio un golpecito en el estómago a Han con su codo.


—Cariño... ahora no —dijo entre dientes y mostrando una sonrisa incómoda, el rostro de su madre cambio a uno de curiosidad y ahora estaba esperando a que ese alfa rubio termine lo que dijo.


—Me presento, soy Han, amigo de su hijo Enos, él me presentó a Caín —el joven alfa parecía orgulloso con su novio a un lado, pero el rostro de Caín estaba tan blanco como talco.


Y en ese momento el omega dio otro golpe, uno real que hizo al alfa soltar el aire que tenía en sus pulmones y agacharse en medio de dolor. Caín era más fuerte de lo que muchos pensaban, pocos sabían que había tomado clases de autodefensa desde que era adolescente.


—Bueno... ya entendí —dijo el alfa recuperando aire y yendo hacia la salida con una mueca de dolor—, nos vemos mañana, Caín, un gusto verlo Señor Johnson.


Y luego se fue sobando su estómago, el omega miró a sus padres y ambos se encontraban con esa expresión de superioridad mientras cruzaban los brazos y Naara golpeaba el suelo con su zapato.


Definitivamente iba a morir.


—Y-yo... realmente... ¿Lo siento? —dijo encogiendo los hombros.


—¡Estás castigado! —dijo la pareja al unísono, Caín quiso replicar, pero vio aquel rostro que odiaba en su madre, le iría mal si continuaba jodiendo. Así que solo suspiró y fue escaleras arriba a su habitación, la pareja se miró a los ojos nuevamente y rió, luego de esa risa Naara se sintió incómodo y solo apartó la mirada del alfa, sentía vergüenza por su hijo y tenía miedo de que Aarón lo regañe por no educarlo mejor, además, aún no sabía muy bien si perdonaba o no a ese alfa.


—Con un hijo como ese creo que sí podremos recuperar el tiempo perdido —dijo Aarón y se atrevió a tomar la mano ajena.



—Estoy seguro de eso —susurró algo dudoso.



 



•§•



 



Jeremy veía atento a sus hijos, eran pequeños, se retorcían y su rosácea piel los hacía ver tan delicados que deseó tenerlos nuevamente dentro suyo. Con un cuidado que recién descubrió que podía tener, los arropó y quedaron nuevamente dormidos luego de otra comida, estaban bastante hambrientos y somnolientos, suponía que eso era algo normal para un bebé. Los dejó bien cubiertos sobre las sábanas y salió de la tina sintiendo un terrible dolor, su cuerpo le decía que debía descansar, pero su mente estaba concentrada en el otro lado de la puerta y en el aroma de ese alfa que se filtraba por las ranuras. Se miró al espejo, su cabello estaba hecho un desastre y sus bellos ojos eran adornados por ojeras provocadas por pasar en vela toda la noche, su mente se hacía un millón de escenarios posibles en cuanto a Owen quien se encontraba afuera, ya lo imaginó entrando a esa habitación, rabiando, golpeándolo y quitándole sus hijos, ya lo imaginó separándolo de sus hermosos cachorros solo porque él no quería obedecer al alfa, ya se imaginó siendo tratado como basura por Owen. Para esto último no debio esforzarse demasiado.



 



—Estarán bien —dijo viendo de reojo a sus pequeños quienes dormían ajenos a lo que sucediera fuera. Jeremy se lavó el rostro y ordenó su cabello, su ropa era otro gran problema pues tenía la misma que el día de ayer cuando tuvo que dar a luz. Tampoco es como si le interesara verse bien, pero debía cuidar su higiene por sus hijos. Escuchó ruidos tras la puerta y un par de golpes secos que el omega identificó como unos nudillos. Era Owen.



 



—Jeremy, te he traído comida —y allí estaba aquella voz suave, parecía que no quería asustar al ya asustado chico. El rubio miró a sus pequeños removerse al escuchar a Owen y algo dentro de su estómago lo golpeó, era cierto, no había comido absolutamente nada desde ayer, su cuerpo le exigía comer para continuar alimentando a sus hijos.



 



—Lárgate, estoy bien —el chico fue tajante, no se atrevería a abrir aquella puerta. Claro que también se había imaginado ese escenario, Jeremy en medio de su ingenuidad abriendo la puerta para que Owen le de comida y este atacándolo con sus feromonas alfas para luego llevarse a sus hijos. No, no se atrevería a abrir aquella puerta.



 



—Sé que tienes hambre, no me mientas —un sonido seco viajó a través de las ranuras de la puerta—, dejaré aquí la comida, no te preocupes, me iré de la habitación.



 



Y luego de unos segundos se escuchó la puerta ser cerrada, Jeremy esperó unos minutos hasta que se aseguró de que Owen se haya marchado realmente. Con rapidez digna de un felino quitó el seguro y abrió la puerta para encontrar frente a sus ojos una bandeja con comida, deliciosa comida que hizo a su boca salivar al instante. La iba a tomar, pero miró la habitación con detalle y notó que Owen realmente se había ido de allí, quizás también de la casa, solo había un aroma sutil del alfa. Se aventuró a buscar prendas nuevas y se cambió de ropa para luego quitar a sus hijos de aquella bañera y llevarlos sobre la cómoda cama a descansar.



 



—Ahora este será nuestro lugar —dijo acariciando con delicadeza la cabeza del niño omega y sonriendo al sentir la suavidad de aquellos primeros cabellos. Fue a cerrar con seguro la habitación y suspiró cansado para tomar la bandeja con comida y devorarla con rapidez, su estómago recibió el alimento feliz y Jeremy no evitó sonreír un par de veces al sentirlo lleno. Luego de su comida el sueño lo ganó y terminó tendido al lado de sus pequeños, claro que se había asegurado de hacer una barricada de almohadas para evitar accidentes y dormir tranquilo. Había sido un día y una noche larga, se merecía descansar un poco.



 



Horas más tarde un beta bajaba de una camioneta frente a aquella gran casa, usaba su usual guardapolvos blanco y llevaba consigo un maletín que contenía todo lo necesario para hacer su trabajo. En la puerta de la casa observó a un alfa intranquilo, lo sabía porque tenía las manos en los bolsillos y una mueca en el rostro. No era la primera vez que veía a ese hombre y le sorprendía que lo llamara de nuevo, creía que luego de suponer que el rubio a quien atendió hace meses era un omega puro no volvería a contactarlo, pero allí estaba de nuevo y admitía que se sentía algo ansioso por ver a ese chico de nuevo, como médico de omegas era algo asombroso encontrar a puros como él.



 



—Se ha encerrado arriba, no sé qué hacer —Owen estaba preocupado por sus hijos, Jeremy parecía un animal salvaje que no dejaba que se metan en su territorio, aunque en las últimas horas se había adueñado de la habitación principal.



 



Ambos fueron por las escaleras a la segunda planta, el aire de la casa se sentía pesado, quizás por la ansiedad de ese alfa y el beta lo notó. Al llegar a la puerta de la habitación Owen la golpeó un par de veces y se escucharon un par de ruidos dentro.



 



—Jeremy, ha venido-



 



—Te dije que te largaras —el omega era firme en eso—, no quiero verte, Owen.



 



El galeno miró al alfa arqueando una ceja, se atrevió a suponer lo que había sucedido con Jeremy por eso sonaba así de enfadado. El alfa solo frunció el ceño y los labios con furia, hizo un puño, estaba cansado de ser tratado así por Jeremy ¡Como omega, Jeremy debía obedecerlo! Carraspeó dispuesto a utilizar su voz de alfa y corregir al omega de una buena vez por todas, pero el médico solo posó una mano sobre el hombro del alfa.



 



—Déjeme hablar a mí, por favor —dijo susurrando—, él ahora mismo debe estar muy sensible y es muy común que los omegas rechacen a sus parejas cuando recién dan a luz.



 



La voz del médico se encontraba tranquila, quizás solo por eso Owen suspiró y asintió, bajó las escaleras para llegar a la cocina y tomar algo de café, juraba que sus manos aún ardían por dar una tunda a ese niño. El médico se acomodó las gafas y se aseguró que Owen baje totalmente las escaleras. Jeremy del otro lado de la puerta prestó atención a lo que sucedía.



 



—¿Jeremy? ¿Me recuerdas? Soy quien te atendió cuando habías perdido la marca ¿Recuerdas? —claro que lo recordaba, no había olvidado aquella calva y aquellos toques en su vientre, pero no dijo nada de eso—, Owen ya está abajo, solo quiero asegurarme de que los bebés estén sanos y revisarte.



 



—No quiero que lo haga, por favor váyase —al parecer Jeremy sí podía ser educado, solo que con Owen eso desaparecía. El beta suspiró cansado, buscando una manera de convencer al chico de abrir la puerta, sabía qué debía hacer en estos casos.



 



—Debes pensar en tus hijos, Jeremy ¿Cómo reaccionarías si algo está mal con ellos? Debo revisarlos —Jeremy sabía que ese hombre tenía razón, no debía arriesgarse a que sus cachorros se enfermen. Pero los vio y estaban descansando tranquilos, no tenían nada malo, no dudaba de ello.



 



—Déjeme solo —casi rogaba, el médico se descolocó, ningún omega antes había pasado más allá de esas palabras, siempre cedían ante la preocupación de la salud de sus hijos. Definitivamente Jeremy no era un omega común, era más... decidido. El beta pensó un poco más.



 



—Bueno, entonces me voy —quizás la psicología a la inversa funcione, y así lo hizo. Cuando Jeremy escuchó aquellas palabras y esos pasos alejándose, rápidamente se levantó de la cama y fue a abrir la puerta.



 



—¡Quédese, por favor! —dijo, el galeno lo observó y este solo suspiró haciéndose a un lado, abriendo la puerta—, vea que mis cachorros estén sanos, se lo pido —Jeremy se quedó en una esquina, mirando al galeno acercarse a sus pequeños. El médico observó a ambos niños, parecían sanos, los revisó, mientras les quitaba las sábanas Jeremy no evitó acercarse a ellos y verlos detenidamente, midiendo los toques del médico sobre sus bebés. El galeno giró a ver a Jeremy, estaba atento a sus hijos casi sin parpadear ni moverse.



 



—Son unos niños muy lindos —el médico quería que Jeremy confiara más en él, el omega sonrió, lo sabía, eran lo más lindo que vio nunca. Luego de ver a los bebés, el médico revisó a Jeremy y eso lo hizo sentir incómodo, pero resignado accedió a ello. El galeno controló sus signos y se aseguró de que todo esté bien. Cuando terminó sonrió a Jeremy y le dijo que todo estaba correcto, el omega sintió que un gran peso se alejó de él y dejó al médico marcharse, pero justo cuando iba a volver a cerrar la puerta, una mano la sostuvo con fuerza.



 



—Necesitamos hablar —era Owen.



 


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