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Mischief Managed. por Onny

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Son el resultado de la maravillosa mente de J.K. Rowling, así como un par de frases referentes al libro.

Tu mano acaricia un lado de mi cara, acaricias mi cicatriz con ternura y me sonríes. Es una sonrisa dulce, pero a la vez traviesa. Oh, Freddie, te encantan las travesuras. Tu cara se esconde en el hueco de mi cuello y tus labios se encuentran con mi piel, tan blanca como la tuya.

 

Tus dientes salen a jugar, muerden mi carne y la marcan, arrancan suspiros de mis labios, mis manos se mueven solas hacia tu pelo, ¿Por qué es más sedoso que el mío? No lo entiendo, usamos los mismos productos, no debería ser así, te envidio. Aún así sabes que yo soy el más guapo de los dos.

 

Tiro de las hebras cobrizas y tus labios quedan separados de los míos a la distancia de un suspiro. Nuestros ojos, espejos gemelos, se vuelven un reflejo infinito y ya no necesitamos las palabras.

 

Nuestras bocas se funden en un beso lento y profundo. Sabes a promesas, a sueños pecaminosos y a deseos cumplidos y ya soy adicto a ese sabor. Mi corazón late con el mismo ritmo que el tuyo y mis manos corren desesperadas sobre toda esa ropa que cubre la perfección que eres, aunque eso solo sea porque eres igual que yo.

 

Las palabras siguen sin hacer falta y, cuando nos separamos respirando de manera pesada, las prendas vuelan por la habitación en todas direcciones y sin rumbo fijo. En la cama rodamos, nos peleamos, luchamos por lograr estar al mando y finalmente cedo.

 

Me entrego a ti de manera voluntaria, sabes que soy tuyo, tal y como tú eres mío y una parte de mí. Tus ojos se quedan clavados en los míos con fijeza mientras tus manos descienden por la extensión de mi cuerpo, acariciando cada valle y hendidura, rozando mi piel pero intentando alcanzar mi alma.

 

Tus ojos desbordan posesividad, lujuria, amor y desenfreno, y mi cuerpo tiembla en reacción a las sensaciones. Besas mi frente, mis ojos, mis mejillas, mi barbilla y finalmente mis labios, pero no te detienes ahí y el ligero contacto continúa en un sendero desde mi cuello hasta mi vientre y de ahí a mi miembro.

 

El aire se queda atrapado en mi garganta cuando te tragas toda mi extensión sin titubear. Mis manos se apresuran a llegar de nuevo a tu cabello y lo revuelvo como si se hubiese convertido en mi profesión. Sigues mirándome, no apartas la mirada en ningún segundo, tu lengua juguetea, hundes las mejillas y succionas y tu cabeza se mueve de arriba a abajo en un vaivén continuo.

 

Me excita tanto verte ahí.

 

Sueltas mi miembro con un sonido húmedo y me miras con un brillo en tu mirada que nunca trae nada bueno. Aunque ese es el brillo que siempre tienes en tus ojos, ¿Verdad, Freddie? Tu cara desaparece entre mis piernas y entonces el primer contacto entre mi entrada y tu lengua me hace gemir y arquear la espalda.

 

Mi miembro, erecto, húmedo, golpea contra mi vientre a causa de mi movimiento. Mis piernas se abren más sin pedir permiso, parece ser que ahora es tu mente la que controla mi cuerpo, yo mismo no lo reconozco.

 

Cada golpe de tu lengua es recompensado con un gemido o un suspiro, mis dedos acarician tu casco con insistencia y tu pelo es un revoltijo de hebras de color cobre. Mi propia entrada se retuerce ante tu tratamiento, se contrae y se dilata por la sensación y la humedad hace que tiemble.

 

Decides que es momento de seguir adelante. Tu dedo empieza a rondar mi entrada, esparciendo la saliva y acompañando a tu lengua, la cual pronto sube de nuevo hasta mi escroto y se entretiene jugando con ambas esferas en su interior.

 

El primer dedo entra de manera furtiva y acaricia mis paredes internas. Se mueve descontrolado y en todas direcciones. Da golpecitos a los músculos que lo rodea y los dilata. Gracias a eso el segundo dedo se desliza con facilidad, igual que el tercero e incluso un cuarto.

 

Separas tu cara de mi miembro y te dejo ir a regañadientes, mis manos quedan desocupadas y no sé que hacer con ellas, me miras, te relames los labios y sonríes. Tu barbilla brilla por tu propia saliva y bajas la mirada a dónde tus dedos se hunden en mí.

 

Eres un pervertido, Freddie.

 

Introduces tus dedos en mí con golpes secos. Tu saliva empapando mi agujero provoca ruidos obscenos y mojados y disfrutas de ello. Siempre te han gustado esos ruidos obscenos. Lo he comprobado cada una de las veces que nos tocamos de esta manera. He comprobado como te enciendes cuando te hago una mamada y dejo salir los sonidos húmedos y gemidos ahogados, he comprobado como de duro te pones cuando te follo con fuerza sobre el colchón y meto mis dedos en tu boca para obligarte a dejar salir tus gemidos o cuando gruño en tu oído y te dejo saber como me haces sentir.

 

Pero no más, por favor, no más ahora. No puedo más, me rindo, me derrito en tus brazos, me retuerzo por las sensaciones. Tus dedos se adentran en más profundidad con cada empuje, y en uno de ellos golpeas mi próstata. Arqueo la espalda, me empujo hacia tus dedos y entonces me quejo cuando los sacas de golpe.

 

Abro los ojos, los había cerrado sin darme cuenta, y me encuentro con tu cara de necesidad. Jadeas, me taladras con la mirada, vibras de placer y tu cuerpo se cierne sobre el mío. Tu miembro se desliza contra mi entrada, presionas lo suficiente como para deslizarte unos milímetros en mi interior y te apartas.

 

Frotas tu carne contra la mía, tú saliva hace de lubricante y gimo por la placentera tortura.

 

— Fóllame, Fred.

 

Dos son palabras suficientes para volverte loco, lo sé, y te introduces en mi interior de un golpe. Me quedo sin aliento, arqueo la espalda, miro al techo. Mis latidos se aceleran, tú sudor se desliza desde tu frente hasta tu nariz y desde ahí gotea hasta mi pecho. Te mantienes en el sitio, me permites acostumbrarme a ti, pero realmente ya no aguanto más y muevo mis caderas.

 

Tu respuesta es instantanea.

 

Colocas mis pantorrillas en tus hombros y te inclinas sobre mí, me retuerces hasta que llegas a rozar mi nariz con la tuya. Nos miramos y jadeamos el uno en la boca del otro. Tus caderas se mueven en un desenfreno, los golpes entre tu piel y la mía resuenan en la habitación y nuestros gemidos hacen los coros.

 

Y en un segundo todo cambia.

 

Sales de mí y estoy dispuesto a quejarme pero entonces me pones en mis manos y rodillas y vuelves a hundirte en mí. Ahora llegas más profundo, y tus manos se aferran a mi como a una tabla de salvación. Tus embestidas se suavizan, y te mueves en mi interior como si estuvieras bailando en uno de esos club muggles.

 

Me haces el amor como un hombre condenado.

 

Son movimientos lentos y profundos. Jadeas palabras de amor en mi oído, tus labios se cierran sobre mi nuca, tus manos recorren mi pecho. Tu diestra baja a mi miembro y le da un ligero apretón. Me estremezco. Me muevo contigo en busca de tus empujes, pero no acelero el movimiento.

 

Mis paredes se estrechan cuando me acerco al final. Mis gemidos incrementan su volumen, mi espalda se arquea con más frecuencia, mis ojos revolotean cerrados y, cuando en un golpe tu pene encuentra mi próstata, necesitas cuatro embestidas más para hacer que me corra.

 

Grito mi placer, tiemblo y me dan espasmos. Te atrapo en mi interior, tus movimientos se vuelven erráticos, tu respiración un continuo gruñido y corres. Siento el semen caliente golpear en mis paredes.

 

Caes al colchón y me llevas contigo. No quiero que tu cuerpo abandone el mío, tu tampoco pareces quererlo. Te miro a los ojos un instante y me sonríes. Tu cara refleja lo saciado que estás.

 

El brillo travieso en tus ojos sigue ahí, pero ahora también relucen el amor y el cansancio. Oh Freddie, te ves tan vulnerable, nadie más a parte de mí puede verte así.

 

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Realmente es una batalla. La cúpula que los profesores, mamá y papá han hecho no resistirá mucho más tiempo. Los mortífagos embisten con agresividad. Estoy asustado.

 

¿Y tú, Freddie, estás asustado?

 

Te miro. Lo estás. Lo sé. Puedo sentirlo.

 

— ¿Estás bien, Freddie?

 

Ni siquiera me miras cuando respondes.

 

— Sí.

 

...

 

— Yo también.

 

Es todo una mentira.

 

No sé bien como se ha desatado todo. No sé dónde está Ronald, tampoco dónde están mamá, papá o Ginny. Pero Fred, oh, Freddie, estás con Percy, ¿Verdad? Tienes que estar a salvo.

 

Hay sangre. Hay mucha sangre. Hay cuerpos. Hay demasiados cuerpos. Lupin. Tonks. Lavender.

 

¿Qué está pasando? ¿Por qué lloran mamá, Percy y Ginny? ¿Por qué papá parece perdido?

 

— ¡No! ¡Fred! ¡No!

 

Y Percy me estaba sacudiendo. Y ron estaba de rodillas a su lado y los ojos de Fred, oh Freddie, miraban sin ver, el fantasma de su última sonrisa aún grabado sobre su cara.

 

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La cama ahora está fría, pero aún huele a ti, Fred. Oh, Freddie, me gustaría haberlo dicho una vez más contigo.

 

— Travesura realizada.

 

Las palabras se pierden en la oscuridad de la habitación. Mis lágrimas empapan la almohada.

Notas finales:

¡Espero que lo hayáis disfrutado!

¡Espero vuestros reviews!


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