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Amor del bueno por VanniaDel

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Amor del Bueno

Despertó con la agradable sensación de haber descansado lo suficiente después de un día memorable. A su lado yacía sobrecogido el blanquecino  cuerpo desnudo y envuelto en sábanas, que de seguro no se movería hasta finalmente despertar en un par de horas más.

Las cosas se habían tornado más cálidas desde hacía unos meses, en los que las emociones y sentimientos salieran a flor de piel, el pensamiento inminente le puso el título de lo que sería su día: “Filosófico”.

Armando el valor de  salir de la tibia cama y exponerse ante el gélido ambiente, se vistió y fue directo a la cocina a preparar un desayuno contundente y digno de dioses. Sacando algunos menesteres del refrigerador preparó algunas tostadas

“Como cuchillo con la mantequilla”

Ver sus manos mientras untaba la mantequilla junto al crujiente pan, y como el cuchillo se deslizaba una y otra vez sobre la barra aceitosa, le hizo llegar a pensar en una agradable metáfora. Estar enamorado le hacía pensar todo el tiempo en cierta persona, y relacionar absolutamente todo con él.

…l era el cuchillo. Bill la mantequilla.

Siempre juntos y manteniendo una buena coordinación a la hora de trabajar a la par. Era así desde que se habían conocido.

“Entraste a mi vida cuando me moría”

Había sido un lluvioso día de otoño. Sus ánimos estaban por debajo del nivel del mar, no tenía ni fuerzas y ganas de continuar con su vida así. No tenía sentido alguno seguir tras aquella chica como perrito faldero. Era joven y no tenía nada que perder, en realidad si… para él haber estado en una relación por más de cinco años era una especie de milagro, y ¿haber terminado de la nada?, era algo aterrador a esa altura del partido donde no se habían compartido pocas experiencias.

Ahí fue cuando había detenido sus pensamientos al sentir el fuerte impacto de su cabeza contra el asiento debido a la inercia producida por un choque…

Chocar en una autopista no era algo común, y se dio cuenta que debió haber sido muy idiota y desatento cuando miró el capó de su auto tan o más recogido que un acordeón. El automóvil de adelante era una perfecta masa de hierro en la parte posterior. Suplicaba no haber matado a alguien, y al mismo tiempo agradeció el encontrarse vivo y sano.

Se quedó quieto recuperando la respiración habitual y cuando estuvo a punto de salir huyendo de la escena, alguien tocó su ventanilla dándole un gran susto. La sarta de palabrotas se las tenía bien merecidas, así como el pagar los costosos gastos de reparación al auto de Bill.

Fue en una de esas conversaciones acerca de sus coches que la idea de invitarlo a tomar algo había surgido. De primera mano obtuvo la respuesta afirmativa que tanto había estado esperando.

“Como la luna por la rendija”

Las salidas fueron esporádicas y entre una y otra una linda amistad se fue gestando. Así  se le hizo mucho más sencillo olvidar todo aquello que le aquejaba con su ruptura amorosa anterior. Fue el empujoncito que necesitaba, ese rayito de esperanza que todos conservamos.

“Así te metiste entre mis pupilas”

No había dejado de pensar en él, en su desplante, en sus gestos y mímicas aun infantiles a la hora de hablar.

Se había convertido en una persona a la que acudía cada vez que podía, era casi una necesidad estar en su compañía y pasar buenos momentos. Bill resaltaba por sobre toda la gente, era definitivamente uno en un millón… así como Marty lo era para Alex en Madagascar.

“Y así te fui queriendo a diario”

Cuando los meses fueron pasando sus sentimientos comenzaron a tomar forma y recobrar sentido. Uno no podía querer pasar el resto de la vida con un amigo, técnicamente sí, pero la diferencia radicaba cuando pensaba en vivir juntos y terminar su vida a su lado siendo completamente feliz. Cien por ciento utopía de literatura.

“Sin una ley, sin un horario”

En ese mismo momento al dejar el gran desayuno en una bandeja, pudo percibir ese calorcito en su pecho que sentía particularmente cuando Bill estaba en sus pensamientos.

Cuando se disponía a coger la bandeja y partir rumbo a la habitación, un murmullo apenas audible y entendible le distrajo.

—  Buenos días.

La voz pastosa por venir recién despertando repercutió en la sala.

Se veía tan ingenuo… una polera gigantona de las suyas, su propio pantalón del pijama y sus pies descalzos.

Tom soltó una risita entre divertida y consternada, se veía adorable con sus mejillas sonrosadas y el cabello revuelto.

—  No te rías — se pasó la mano por el ojo de una manera infantil mientras hacía un imperceptible puchero entre una sonrisita débil.

 

“Y nadie lo buscaba 
y nadie lo planeo así
en el destino estaba 
que fueras para mí. 
Y nadie le apostaba 
a que yo fuera tan feliz 
pero Cupido se apiado de mi”

 

 

—  …Se apiadó de mí —repitió en una especie de trance mientras Bill ladeaba la cabeza notablemente confundido.

 

Se sentía afortunado al sentir que podía tener para él aquella delgada figura, todo eso y mucho más… y él, ¿Qué le daría a cambio?

 

Cerró los ojos un momento y entre eso los largos brazos del menor le rodearon el cuello en un agarre ligero y suave.

Sus ojos reaccionaron de inmediato conectando con la mirada contraria, brillante y prometedora.

 

“Como la lluvia en pleno desierto”

 

Era lo que necesitaba, tenía que ser así. Lo sentía de esa manera.  Una lluvia de sentimientos se instaló en su corazón cuando un par de labios se acercaban trémulos a los suyos. La sequía había terminado justo cuando lo había conocido.

 

“Mojaste de fe mi corazón, ahogaste mis miedos”

 

No más temor frente a la sociedad, arriesgaría todo por ser feliz de una buena vez y ahí estaba dando su primer paso. Ahí se acercaba con un tacto a victoria, reconociendo su aliento, probando su dulce y acompasada respiración. De a poco y casi nada disfrutando el momento, al fin y al cabo tendrían el resto de sus vidas…

 

“Como una dulce voz en el silencio”

 

Sintiéndose renovado pensó en si todo aquello era verdad, su mente y su estómago lleno de mariposas como adolescente le hicieron sentir patético y embobado. Enamorado.

Separados un par de milímetros fue lo suficiente para hacer la declaración de aquellas palabras que asaltaban su boca.

 

—  Te amo.

“Así nos llegó el amor, amor del bueno”

Su cuerpo sintió como se estremecía en un placentero espasmo de felicidad. Bill soltó una risita de alegría y sin romper el encanto tocó un par de veces la nariz de Tom, maravillado.  Fuera lo que el destino les preparara para el mañana, lo compartirían.

Mientras lo besaba,  Tom seguía pensando que le debía un altar a Cupido.

 

 

 


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