El moreno podía sentir el calor ir desapareciendo lentamente hasta que casi podía sentir el ambiente helado de la habitación alcanzarle. Justo cuando parecía que por fin le daría frío, empezó a sentir el débil calor que emanaba del cuerpo de Draco, equilibrando su propia temperatura. Podía sentir la respiración del rubio, el eco de los latidos de su corazón. Harry se sintió tranquilo y aliviado por primera vez en meses.
Cerró sus ojos lentamente, “Entonces duerme.”
Mantente en movimiento.
Mientras Draco estuviera en movimiento estaba bien, completamente normal, justo como antes de todo. Era cuando se quedaba quieto, sentado en clases, comiendo, en su cama con la mirada perdida en los doseles pretendiendo que se dormiría pronto, que el frío se arrastraba hasta el interior de su ser. Comenzaba en sus pies y manos, esparciéndose por sus brazos y piernas. Un frío que le calaba los huesos y ahogaba todo su ser.
Pansy le había sugerido que viera a un Sanador, Blaise había asentido de acuerdo con ella. Pero Draco no necesitaba ver un Sanador, él sabía que era lo que le sucedía. La exposición continua al Crucio dejaba secuelas. El rubio se sentía aliviado de haber terminado sólo con mala circulación de la sangre en lugar de algún daño más severo o perdiendo su mente.
Aunque Draco muchas veces juraba que la línea que lo separaba de la locura era bastante difusa.
El rubio abandono la idea de dormir pocas horas después de acostarse, el tiempo exacto que tardaba en desprenderse el calor de su montaña de sábanas. Tiró una de las mantas alrededor de sí mismo en lugar de colocarse una chaqueta, dirigiéndose a la sala común. Avivó las llamas con un pase de varita, dirigiendo unos troncos a las brazas de forma pausada y calma. Acercó una esquina del sofá al fuego, sentándose y estirando sus manos lo más cerca del fuego que se atrevía, hasta que sus manos pincharon dolorosamente con las agujas de calor que trataban de calentar algo mas allá de la piel, fallando estrepitosamente. Ese era su pequeño ritual personal.
Miró por encima de su hombro al sentir a alguien acercándose, “Llegas tarde,” dijo Draco.
Harry pasó una mano por su cabello con una sonrisa avergonzada, “Ron quería hablar un rato.”
Draco se encogió de hombros, mientras veía a Harry sentarse en el medio del sofá, tirando la almohada que trajo consigo y acostándose con un bostezo.
El rubio se volteo para quedar de cara a Harry, con su espalda apoyada en el posa-brazos del sofá. Los ojos de Harry se abrieron y lo observaron fijamente para luego mover sus pies hasta que estos cubrieron los de Draco.
El calor penetró en Draco, directo a sus huesos. El rubio se estremeció, no se suponía que las personas fueran tan cálidas. Pero el moreno lo era. Como si se estuviera incendiando por dentro.
El rubio se inclinó y colocó uno de los pies de Harry entre sus manos, presionándolas. “¿Por qué eres tan cálido?” Repitió de manera ausenta la misma frase que escapaba de sus labios cada vez que tocaba al moreno.
“¿Por qué eres tan frío?” Preguntó Harry de vuelta, como siempre hacía, con sus ojos cerrados y su voz somnolienta.
Normalmente, Draco respondería algo como que es invierno, que la asquerosa y vieja torre era demasiado fría o de cómo Harry era el anormalmente cálido. Tantas excusas.
“Por los Crucios,” Murmuró suavemente, no pensó que Harry le tendría lástima, pero aún así no se atrevió a verlo. “A Voldemort le gustaba torturar a alguien siempre que sus planes salían mal… Y a la tía Bella, bueno y yo estuve ahí. Siempre estuve ahí.”
El sofá emitió un pequeño crujido mientras Harry se movía, sentándose y agarrando flojamente las muñecas de Draco hasta llegar a sus manos. Cuando el rubio alzó la vista, Harry sonrió y se dejó caer en el sofá, arrastrando a Draco con él.
El rubio soltó un gritito sorprendido, medio extendido en el pello de Harry. El moreno se echó a reír mientras y Draco lo fulminó con la mirada y lo pellizcó con fuerza en el brazo.
Harry le dio un puñetazo en la mano, “Imbécil!”
“Tienes suerte que no te patee en las pelotas,” Gruñó Draco mientras se entregaba al calor persistente de Harry y se relajaba sobre él. Podía sentir la risa del moreno. Con un pase de varita, la manta del rubio fue convocada a las manos de Harry y cubrió a ambos con esta, para unir sus manos sobre la espalda de Draco, justo entre sus omoplatos. El rubio se estremeció ligeramente por la manta que se calentó sobre su espalda y comenzó a coger el calor de Harry.
“Yo morí,” dijo Harry en voz baja.
Draco lo miró sorprendido, pero Harry había fijado su mirada en el techo.
“En la batalla de Hogwarts, realmente morí cuando Riddle me golpeó con la maldición asesina, y entonces-” él apretó sus manos y Draco sintió la presión alrededor de su cuerpo como un abrazo, “-volví…”
Draco bajó las manos, sus dedos se curvaron alrededor de los hombros de Harry a través de su camiseta descolorida, suave como la lana por tantas veces que había sido lavada.
Harry suspiró y miró hacia abajo con una sonrisa ladeada, “Desde entonces he sido demasiado cálido.”
“Hmm” Draco dijo distraídamente, sus mejillas sintiéndose inexplicablemente enrojecidas. Volvió la cabeza y dejó que su mejilla descansara contra el pecho de Harry. Podía sentir el latido del corazón ajeno, pesado, lento y fuerte.
“Estupendo, ¿de qué diablos se supone que hablaremos ahora?” Dijo el rubio con una irritabilidad poco convincente.
“Tu comenzaste.” Bromeó Harry.
Draco gruñó a la camisa del moreno.
“Además,” Prosiguió Harry en voz baja, “Estoy seguro de que se nos ocurrirá algo.”