“Estupendo, ¿de qué diablos se supone que hablaremos ahora?” Dijo el rubio con una irritabilidad poco convincente.
“Tu comenzaste.” Bromeó Harry.
Draco gruñó a la camisa del moreno.
“Además,” Prosiguió Harry en voz baja, “Estoy seguro de que se nos ocurrirá algo.”
Ellos dormían.
Sucedía una y otra vez. Cuando se encontraban en la sala común y se acurrucaban juntos, ambos dormían mejor de lo que lo habían hecho en meses y es demasiado bueno para dejar de hacerlo. Habían desarrollado una rutina, ambos encontraban confort en el contrario. Eventualmente las barreras empezaron a desaparecer entre sí, se dan cuenta que no serán juzgados, no habrán miradas de lástima. Así que hablan del pasado, presente y sus planes del futuro sin restricciones. Draco descubre que Harry sí quería salvar vidas, mas no combatir contra el mal. Quiere ser medimago.
El moreno escucha como Draco le narra sus aventuras de la niñez por las calles iluminadas de Francia donde él jura que la magia se encontraba incluso en el lado muggle. El rubio le revela que tiene planes de convertirse en un profesionales de la haute cuisine, que desea obtener estrellas michelin y promete cocinarle el platillo más exquisito que Harry alguna vez llegue a probar.
Ellos se vuelven sinceros.
Harry acariciaba distraídamente el cabello de Draco siempre que hablaban, con el tiempo se volvió una costumbre. Al moreno le encantaba escuchar a Draco hablar. Algo en su voz era hipnotizante. El rubio siempre tenía algo elocuente que decir, algo mordazmente honesto.
A Draco le gustaba apoyar su cabeza en el pecho de Harry y escuchar sus latidos, se sentía seguro. El compás del corazón ajeno lo reconfortaba, le abordaba una calidad distinta a la física, una que no podía explicar.
Nadie sabía que ellos están haciendo esto.
Entonces, un día de invierno, un frío tan terrible que la nieve caía sin parar y el viento soplaba enfriando el castillo y especialmente las habitaciones de los integrantes de aquel octavo año. Todos estaban reunidos en la sala común en un esfuerzo de unir sus hechizos de calefacción. Harry se encontraba leyendo, tendido en un sofá largo que está contra la pared, sólo a él le gusta ese sofá. Está en contacto con las heladas piedras del castillo y él sencillamente ansía ese frío, más cuando está tan solo. El rubio seguramente no bajará con tantas personas en la sala común, Harry sabía que odiaba sentirse rodeado.
Pero el ambiente estaba helado, insoportablemente helado. Y Draco sencillamente odiaba eso más que el hecho de estar rodeado de personas. Con un suspiro decidió salir de su habitación envuelto en un suéter, una capa de invierno y una manta sobre sus hombros y aún así todavía lucía miserablemente frío. Apenas ve a Harry en el sofá se acerca a él, empuja el libro que éste leía y se acurruca en su pecho, tirando la manta sobre su cabeza mientras el moreno apoya su libro en la espalda de Draco.
Todo parecía tan natural entre ellos.
La sala común se queda en completo silencio, la mayoría abandona lo que estaba haciendo y mira la escena impactado, sin creer lo que está frente a sus ojos. Finalmente alguien se atreve a romper el silencio. Hermione le pregunta a Harry, “Estás… Saliendo con Malfoy?”
Harry frunce las cejas y jala uno de los bordes de la manta. “¿Estamos saliendo?”
Draco lo piensa unos segundos, se inclina, besa a Harry y dice “Supongo que sí”, luego tira la manta sobre su cabeza de nuevo.
Harry mira a Hermione, “Eso parece.” Y continúa con su lectura.