Cuatro lágrimas las que derramé, me atreví a contarlas porque no tenía nada mejor en que pensar, en que emplear ese tiempo donde sólo veía aquella caja de fina madera.
A tu alrededor había más gente de la que pudiera recordar en las visitas del hospital. En su mayoría eran familiares, amigos y personas cercanas; luego estaba yo sintiéndome tan extraño al evento, tan ajeno a los reunidos que incluso me atreví a mirar el cielo; tan despejado y luminoso como jamás lo había visto, el sol tan brillante e inmenso como hasta el fin de los tiempos, a tu familia llorando desconsoladamente.
Posé mi mano sobre el hombro de tu padre, miré hacia arriba una vez más escuchando los lamentos y sollozos que no me hacían sentir ni bien, ni mal, ni humano como los presentes, ni invisible como realmente era; sólo vacío como ninguno de ellos que rodeaban el ataúd.
Una mariposa volaba por encima de nosotros. Era negra con franjas amarillas, y aunque esos bichos no eran de mi agrado, la observé todo el tiempo. Volaba sin descanso, siendo tan libre que incluso pensé que estaba feliz, replanteando que simplemente esa su destino, así como nuestra alma cuando nos abandona. Recordé la leyenda que cuando alguien muere su alma se convierte en una bella mariposa. ¿Acaso eras tú diciendo que eras feliz?
Un sentimiento de tristeza combinado con angustia se instaló en mi pecho, se me antojó añadirle un toque de culpabilidad por no llorarte adecuadamente; pero no pude porque no fue tu culpa abandonarnos. Te alcanzó el ciclo de la vida, si es que a eso se le podía llamar vivir; quizá los que lloraban pensaban que te faltaron misiones por cumplir, y yo creo firmemente que no dejaste nada pendiente. Creo que lo que hiciste en la vida fue grandioso y me enseñaste más cosas de las que puedo recordar.
Cuatro lágrimas fueron las que lloré, y no fue necesario derramar ninguna más a pesar de las miradas lastimeras y de repudio que bailaban entre los tuyos. Por mi parte no te lloraré más porque no hay rencor, dolor, coraje o remordimiento, tan solo me dejaste buenos recuerdos que quizá pueda escribir y contar en otra vida, quizá no…
De nuevo miré al cielo; ahora estaba tan solo como antes de conocerte; tan sólo un montón de manchas blancas que cubrían el manto oscuro; y recordé otra leyenda donde nuestros difuntos se van al cielo y se vuelven estrellas. ¿Acaso eras tú la que brillaba más que el resto?
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A una semana de tu partida me encuentro en una crisis de identidad. Ya no sé lo que soy y lo que no, ya no sé si estoy entre tus estantes o entre los que sí existen. Quizá si estuvieras a mi lado las cosas serían diferentes, quizá no, porque nunca fuimos cercanos por voluntad.
Cuatro lágrimas te lloré y limpié casi al mismo tiempo que escurrían por mis mejillas, porque salieron sin mi permiso y mi orgullo y ser si iban con ellas.
Cuatro lágrimas y ni una más, porque a pesar de que Aoi me dio todo, yo nunca le pude dar nada. Y al final de tantos borradores le pusiste un punto final.