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Re:birth por MikitsuLee

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Notas del fanfic:

No salió como esperaba, planeaba hacerles más vidas, pero en fin.

Aquí solo se mencionan cuatro, espero que sea de su agrado, y sí, en una Kise es mujer.

La historia solo se enfocará en el AoKise

Pertenece a la convocatoria del grupo AokiLovers de fb.

Día 27

Tema: Reencarnación

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen.

Espero sea de su agrado.

No lancen tomates (?)

“Han pasado 3 años, la sensación es parecida. No he tomado pastillas no he resbalado una navaja por mis palmas aunque  lo pensé, lo desee. Esta sensación de dolor apareció de la nada como bien se puede ir, quiero que se vaya y que sea pronto. No quero depender de nadie, hago mis planes aunque no llegue a cumplirlos si quiera, na pérdida de tiempo. No quiero ir con el doctor, me da miedo que diga que tengo que volver a la clínica, que tengo que internarme y peor aún, que mis padres accedan. Tampoco quiero las pastillas, la sensación es aún peor que la que siento ahora. Desesperación. Me siento herido por las personas que más quiero. Es horrible. Mi mente esta vez no está siendo empática, no trato de pensar en cómo se sienten, solo pienso en mí. Es tan egoísta. Odio ser egoísta.

Aominecchi, ¿Dónde estás?”

Lagrimas escurrían por las mejillas gélidas y pálidas del escritor tras plasmar la pregunta. Quiere saber, quiere estar con él. El hilo emocional del que cuelga parece estar a punto de romperse, siente que va a caer más hondo de lo que ha caído alguna vez. Se martiriza al sonreír  fingiendo un bienestar falso que parece convencer a quien le rodea, a solas se desmorona cual torre de naipes incapaz de poderse levantar por largo rato. Relee lo que ha escrito para dejar más lágrimas fluir  con libertad. Necesita expresarlo de alguna manera, decirlo, que algo o alguien sepa lo que le pasa.

Desea morir.

Nadie escucha, nadie ve, nadie presta atención, todos están ciegos y él está desesperado, incluso más que antes.

Es un día de enero cuando lo hace al fin. Tratando de olvidar la última vez que ingirió un gran número de pastillas toma dos cajas completas de algo llamado Pravastatina. El efecto comienza tras media hora, en la que ingiera café, calmantes y aspirina. Se marea, quiere vomitar y dormir. Opta por irse a su cama, a descansar.

Y descansar para siempre, esperando encontrarse con un moreno de hombros anchos que le llene la vida de razones para seguirla. Cuando él murió 3 años atrás entendió que lo único que le ataba a ese mundo ya no existía, que ya no tenía casi estar ahí.

Y se fue.

Se fue dejando pena y corazones rotos, dejando dolor, lágrimas, arrepentimientos. Se fue dejando un gran vacío. Sus padres se culpaban, su madre aún más afectada que su padre.

O quien sabe.

Quizás su padre se sentía peor. No se llevaban bien desde que el rubio les había confesado una verdad innegable. “Soy gay”, había dicho cuatro años atrás, con el temor de recibir una paliza, la recibió, por supuesto. Su padre lleno de cólera le soltó puñetazo tras puñetazo porque su único hijo entre tantas hijas resultaba ser un maricen. No tenía un hijo, sino una hija más.

Mientras su féretro era sepultado, rogaba que lo perdonara por tanta intolerancia. Sabía que tenía problemas, sabía que su estado emocional era tan delicado como la seda, y él lo había dañado muchas veces. Inclusive cuando le presento a su novio y peor aún, cuando este murió. Eso quizás fue la peor. Estaba arrepentido por hacerlo sufrir, al fin y al cabo, era su hijo. El único varón entre sus hijas.

Muchos muchos años atrás en el mismo país llamado de diferente manera la región vivía con la disputa entre do de los más importantes clanes. Estaba el clan Kurosawa y el clan Ryonan. Ambos sumamente diferentes entre sí.

El clan Kurosawa creía en la fuerza bruta, eran expertos en artes marciales y el manejo de las armas, su familia era la principal aportadora de soldados al servicio del rey.

Por otro lado, el clan Ryonan eran pacifistas y el arte de la meditación les pertenecía.

Ambos clanes chocaban constantemente en juntas organizadas por los clanes cada que se presentaba una dificultad, por ejemplo, las malas cosechas, los estragos provocados por las inclemencias del clima y el pago de impuestos, los tiempos de guerra y relaciones con las demás aldeas y regiones. Como era de suponerse, el clan Kurosawa siempre proponía arreglar todo por la fuerza bruta mientras el clan Ryonan prefería ahorrar la sangre y conversar tranquilamente para llegar a una solución.

Algunos de los jefes de los otros clanes llegaban a apoyar al clan Kurosawa siempre que se trataba de problemas con otras aldeas, pero en su mayoría, escuchaban al clan Ryonan por ser sabios.

Eso molestaba sobremanera al jefe del clan.

Kurosawa Douta era un hombre corpulento de tés morena, rasgos graves, nariz ancha, cabello y ojos azules tan oscuros como el mar en una tempestad. Era el líder del clan Kurosawa y había planeado destruir al clan Ryonan desde adentro.

El jefe tenía un hijo, Daiki, de hombros anchos y gran estatura, su especialidad era la espada, tenía instrucción samurái y gran habilidad de combate. También gran habilidad con las mujeres. Por ello, su padre había planeado  que su hijo único y heredero se casara con una de las bellezas de Ryonan Asagi, el jefe del clan enemigo. La hija elegida, cual sea, seria tomada prisionera, después obligaría a su padre a declararse traidor a la corona y ello conllevaría al último a una ejecución del traidor, convirtiendo a toda la familia en esclavos. Así, quedarían desterrados y la grandeza del clan Ryonan se vendría abajo, dejando al clan Kurosawa como los únicos con el mayor poder entre los clanes. Claro estaba convencer también a su hijo, Douta no le estaba dando opciones, sino lo instauro como su obligación en cuanto dio a conocer sus planes. Su hijo no estaba muy interesado, siempre tenía un semblante apático y algo hostil, despreocupado, enojado.

Daiki no estaba demasiado inmerso en los asuntos del clan como para ponerlas como su prioridad, solamente se quedaba siempre en el palacio donde serbia al rey, pensando en una chica de cabellos amarillos y piel blanca que se solo había visto una sola vez en compañía de la princesa.

Ni nombre, ni nada, había desaparecido con la misma facilidad con que le había visto aquella vez y consideraba demasiado irrespetuoso inclusive para él atreverse a cuestionarle a la princesa o al rey sobre la identidad de la rubia misteriosa.

— ¡Escucha bien, Daiki! – Había explotado su padre al notar la ausencia de su atención en algo tan importante para él – Tienes que llevar el plan al pie de la letra, sin error alguno. Es por el bien de nuestro clan.

—Está bien.

Contestaba siempre por demás desinteresado, no le importaba mucho el destino del clan, o mejormente dicho, acabar con otro para beneficio del suyo.

Si se trata de un país invasor, quizás sería diferente, estaría entusiasmado, lleno de vigor, las manos le harían cosquillas por tomar su espada y encajarla en el cuerpo de algunos de sus adversarios, sin embargo, se trataba de gente de su propia región a la que conocía  y a la que se suponía tenía que resguardar.

Y eso era algo que su padre no lograba comprender aun.

Kurosawa Daiki era alguien prodigioso con las armas y físicamente perfecto para la guardia real. Entre las mujeres causaba sensación, quizás por el aire arrogante y confiado con fundamentos  que al final les hacía ceder. Era un cliente frecuente en la casa de la vieja Chan. Como bien lo dice su nombre, era una inmigrante que pagaba su estadía con mujeres hermosas e impuestos. La mayoría de información que podía recolectar en cuanto a espías o razones de enemigos la conseguía de esos lugares, siendo su fuente de información más valiosa.

—Tengo una pregunta, Chan – había dicho, dejando su espada en la mesa frente a ella – ¿Tienes alguna rubia?

Chan era una anciana que cubría las arrugas con maquillaje, de estatura baja y vestidos chinos.

— ¿Rubia? Ninguna. La puedo conseguir.

—En ese caso, ¿has visto alguna por los alrededores?

Chan volvió a negar y algo decepcionado, acepto la compañía de una de sus más bellas chicas. Tras pensar un poco, llego a la conclusión de que la chica que había visto con la princesa no podía ser de ninguna manera alguna que perteneciera a los burdeles. No. Sería una locura.

La fuerza del destino siempre atrae y es casi imposible poner resistencia.

A Daiki y a Ryota le sucedió de esa manera.

Ryonan Ryota era el único hijo varón de Ryonan Asagi, sin embargo, era el menor de sus hijas y por ello, siendo su existencia casi un misterio sabiendo que tenía muchos enemigos, decidió que su único hijo fingiera ser una mujer como sus hermanas. No era demasiado complicado. Ryota tenía la belleza que sus hermanas envidiaban, rasgos delicados, un cabello largo sedoso y brillante. La única persona que sabía la verdad fuera de su propia familia, era la princesa, ¿por qué? Porque Ryota fingía ser su consejera. Ni siquiera sabía de qué uno de los soldados más aguerridos estaba tras su pista cuando se dio el primer encuentro formal.

Era una reunión entre clanes, eso era lo que Ryota sabía, y mientras escondía la mitad del rostro debajo de un abanico mientras servían el té, lo supo.

—Nunca hemos coincidido del todo – había comenzado el gran señor Douta, un hombre corpulento que llegaba a dar miedo por la fiereza de sus rasgos incluso al hablar. En ese entonces, solo estaba él, el líder del clan Ryonan y sus tres “hijas”. – Sin embargo, creo que debemos hacer una tregua. Remendar nuestra amistad.

— ¿Qué propones? – cuestiono el gran señor de Ryonan, especulando una respuesta.

Justo en ese momento, uno de los sirvientes anuncio una visita inesperada, el otro invitado que se había retrasado. El general Kurosawa Daiki. Las hijas de Asagi no pudieron despegar la vista del moreno que hacia una entrada arrogante, lo curioso fue que el único hijo tampoco pudo dejar de hacer tal cosa. La vista se clavó de inmediato en los brazos fuertes del hombre y en una cicatriz que afloraba de su mentón a su mejilla izquierda. Un hombre rudo.

—Este es mi hijo – comento orgulloso el líder del clan Kurosawa mientras el recién llegado brindaba sus respetos al líder y a “las damas” presentes – Era indispensable que él estuviera para que pudiéramos seguir hablando. Quisiera que nuestros lazos se hicieran más fuerte de la forma más poderosa, y creo que la sabes mejor que nadie. Los dioses deben ser testigos.

La sorpresa se esparció por los primogénitos del líder Asagi mientras este no parecía sorprenderse en lo más mínimo. En realidad, lo suponía y para ello, tenía un plan. Sonrió y rio al escuchar la propuesta, parecía estar lleno de felicidad.

—Estoy conforme, con una sola condición. Tu hijo se casara con mi hija menor, no con otra.

La sorpresa invadió a los tres hijos dado que sabían cual no era mujer. Después, Ryota intento calmarse, si se trataba de la hija menor, sin duda, sería su hermana mayor a él. Sin embargo, cuando su padre se puso de pie para ir por él y llevarlo con el clan contrario, entro en shock. La mirada del soldado de la cicatriz era penetrante, tanto que creyó que miraba por debajo de su ropa y no solo eso, los dos segundos en que sus ojos hicieron contacto sintió que le había desnudado también el alma. El sonrojo apareció. Por supuesto que en ese momento, ninguno de los dos sabía los maléficos planes de sus respectivos padres, pues aunque Daiki sabía lo importante, no sabía el plan B que su padre había estado manipulando también.

Por supuesto que Ryota había reclamado a su padre porque la repentina decisión de que fuera él quien se casara.

—Es obvio que algo trae entre manos. Por eso, cuando la ceremonia haya concluido y ustedes tengan que ir a sus aposentos, pasará. El mundo creerá que alguien los ataco y el único sobreviviente fuiste tú, claro, sin que descubran tu identidad, seguirás siendo una doncella. Sera un escarmiento.

El rubio no podía creer del todo las palabras que decía su padre, y por mucho tiempo, se negó a tratar si quiera al soldado. Este, por el contrario, parecía un bruto, un hombre tosco, no de embalde era un hombre de combate. Llegaba a hacerle desplantes y conforme pasaban los días, quien recibía los desplantes era el rubio, lo cual le hacía sentir muy molesto. Los meses pasaron, la furia se transformó en algo que ninguno creía posible: amor verdadero.

Pasados los años, el mismo sueño atormentaba a una chica de la clase baja que trabajaba como auxiliar de enfermería en los hospitales improvisados. La guerra entre Estados Unidos y Japón agrava cada día más. Heridos y muertos civiles, huérfanos. Un verdadero infierno. Kise Ryoko se apiada de todos ellos exponiendo su vida para ayudarlos y en las pocas horas de sueño, es que lo revive. Un sueño que no comprende del todo.

El ambiente es blanco y pétalos rojos se expanden por el aire, el adorno anuncia una boda y en efecto, hay una novia y un novio, sus familias, soldados. Muchos soldados con enormes espadas. Tras tener ese mismo sueño todas las noches, asume que el novio es un soldado y que los demás hombres armados han ido a escoltarlo. Todo parece estar bien, la boda se celebra, los novios parecen estar felizmente casados, hasta que algo ocurre. Cuando está por hacerse el brindis, más hombres aparecen por todos lados con flechas apuntadores a los novios, retiran al velo a la desposada y la sorpresa se lleva al descubrir que debajo de este hay un chico, en realidad. Sin embargo, el esposo pelea con los nuevos hombres, toma al chico y ambos huyen. Una idea retorcida. Sin embargo, no es el fin. Este llega cuando ambos son atravesados por espadas y tras una mirada llena de amor, mueren desangrados, el uno junto al otro.

Ryoko no entiende el sueño por más que trate de descifrarlo, llega a pensar que está loca cuando en uno de sus turnos un chico parecido al de ese sueño llega al hospital mal provisionado con una herida profunda en la pierna producto de una granada de palo. Pequeños fragmentos del detonador se incrustan en todo su lado izquierdo y la herida en su rostro le recuerda de manera difusa a la vista en su sueño, cuando los amantes mueren de forma trágica. Niega, pensando que está loca para apresurarse a detener la hemorragia y poder iniciar la sutura. El sujeto esta inconsciente, pero una placa en el cuello le hace poner triste y saber su nombre. Aomine Dai.

—Muchos cadetes fueron heridos – le dice un sargento al ir a preguntar sobre su estado.

— ¿No es un soldado?

—No. Apenas se está instruyendo, pero con esta guerra, pronto le darán un arma para que vaya a defender al país.

Ryoko revisa nuevamente sus heridas entristeciendo su expresión al escuchar al sargento. Ese chico, era uno de los nuevos. Su situación le entristece más que la de cualquier otro y no sabe porque. Esa noche, sueña algo diferente.

Los novios que sueña siempre dedicándose sus votos. Votos de amor. No escucha ni una sola palabra de lo que dicen, pero solo ve que ambos mueven los labios, después se consumen en un beso que deja detrás de si destrucción, muerte, tragedia. Un montón de casas aparecen destruidas, muchos muertos por doquier e incendios recién controlándose hacen su presencia en cuanto la imagen de los novios desaparece nuevamente.

Tras dos semanas, el cadete Dai está mejor. Las heridas han sanado casi por completo y pronto lo trasladaran a un mejor hospital. Una cicatriz aflora desde su mentón hasta su mejilla izquierda y Ryoko piensa en su sueño nuevamente. Dai se parece al tipo que siempre sueña.

Dai, por el contrario, no parece muy platicador. Es lo que finge con ayuda de los calmantes que rara vez se toma, finge estar adormilado solo para mirar detenidamente a la bonita enfermera que lo cura. Una rubia que es raro de ver en ese país con bonita figura y por qué no decirlo, pechos redondos. Observa como sonríe como si todo en la maldita guerra fuera felicidad, después se da cuenta de que no es por eso que están tan feliz, lo descifro cuando un niño que había sido lastimado por escombros que habían salido disparados tras una bomba, había sido dado de alta. La enfermera rubia poseía una enorme sonrisa. Fue cuando se dio cuenta de que en realidad, estaba feliz por ayudar.

—Bien, Sr. Dai, es fuerte. Pronto saldrá de aquí – le había dicho un día, aun sonriéndole, aunque quizás no le respondería como usualmente pasaba.

—Me pregunto si pueda lograr a hacer algo allá afuera.

La enfermera le mira, Dai se siente satisfecho.

—Representara a la nación con gallardía.

Dai no ríe aunque lo desea, lo dice antes de que la enfermera se vaya.

—No me refería a eso.

La enfermera lo mira, sus ojos se hinchan de curiosidad como toda ella.

—Entonces, ¿a qué?

—Me preguntaba si mi guapa enfermera aceptaría tomar el té conmigo.

Los colores suben sin aviso al rostro de la rubia, ríe por el nerviosismo y después por el cumplido, entonces, lo observa, una sonrisa ladina picara en el rostro del moreno, una sonrisa que afirma victoria.

—Solo si el cadete asume todo el gasto.

La sonrisa en el moreno se ensancha.

Dos semanas después, ambos toman el té, conversan acerca de su vida y se dan cuenta de lo opuestos que son. Sin embargo, se dan cuenta de lo parecidos que también pueden llegar a hacer y poco después, deciden ser pareja.

La guerra agrava y Dai decide casarse cuanto antes con la rubia que acepta apenas con un velo improvisado porque su hombre se va a la guerra esa misma tarde. La despedida es más corta de lo esperado, Dai es un tipo alto que sobresale, Ryoko se queda con las demás mujeres. Preocupadas, afligidas. Ryoko no llora hasta que no ve más a su moreno, entonces llora, porque no sabe cuándo volverá a verlo.

Es a finales de año cuando Dai regresa donde su rubia, esta se ha puesto más bonita de lo que recuerda y le recibe con más afecto del que esperaba recibir. Al verlo, se lanza sobre él, pues no esperaba verlo en una pieza en su lugar de trabajo, llega con su uniforme y su mochila enorme a la espalda, parece que se ha hecho más alto y ha ensanchado los hombros. Su sonrisa sigue siendo tan hermosa, como siempre.

—Volviste – le dice sin soltarlo con lágrimas de emoción, él enreda los brazos en su cintura sin intensión de soltarla porque no quiere, le parece tan irreal que la pueda tener entre sus brazos.

—En una camilla o de pie, iba a regresar – comenta a forma de broma, ella le pega, él la vuelve a abrazar.

Se toman la libertad de compartir una semana, juntos, de amarse locamente, de desvelarse, comer, pasear, tomar el té, de hablar. De hacer el amor. A Ryoko le cuesta soltarlo cuando los soldados que había recibido permiso de ir a casa tienen que marcharse, le vuelve a besar, a abrazar, a contemplar, no desea perder su imagen jamás. Le deja ir.

Las cartas son recibidas en tiempo y forma, se escriben, se rectifican su amor. Cinco meses después, las cartas cesan y el vientre abultado de Ryoko es notorio. Es en un día de marzo mientras acaricia su vientre que le hacen llegar una caja de madera. Ella llora incluso antes de abrirla. Sabe que lo que hay dentro le pertenece a Dai, que es su cadena y por consiguiente, no regresará. Sabe que está muerto. Se aferra a su vientre mientras llora  y le hacen descansar. Un par de días más tarde, regresa al trabajo.

Es el miedo a los niños el que no deja descansar a Danno, y las pesadillas que ha tenido en la última semana le hacen temer que su novia pueda estar embarazada. Se recrimina lo idiota que es por no usar un preservativo y se sacude la modorra antes de ir a orinar. Se lava la cara en el lavabo del baño y se mira en el espejo. No sabe que significan esos sueños, pero los niños le dan un miedo del que no tiene idea por qué surgió.

Esa mañana, desayuna en casa arroz y algo de pescado frito que encontró en el desorden de su casa, piensa una vez más en las imágenes que todas las noches inundan sus sueños. Tras estarla soñando bastante tiempo, saca sus propias deducciones. A veces, anota en un cuaderno los sueños que le han gustado solo porque sí, se toma el tiempo para anotar ese.

“Parece que es una guerra, el uniforme del chico me recuerda a los uniformes de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Está vendado en diferentes partes, pero sobresale una venda grande en su cabeza y en el mentón una gasa. Llega a una casa. Dentro, hay una mujer que carga a un niño. La mujer es rubia. A ninguno de los dos se le ve bien el rostro aunque pude distinguir los vendajes del soldado. El hombre entra dejando en shock a la mujer, lo deduje porque deja de arrullar al bebé, le deja en su canasta y sin más se lanza a abrazarlo. Se oye llanto. El soldado corresponde, ella lo lleva donde el bebé, deduzco que es su hijo y como soldado no había tenido la oportunidad de conocerlo antes, así que hace que se conozcan al fin, el soldado lo toma, algunas lágrimas escurren por los vendajes, moja la cobija del bebé. Parecen estar felices hasta que se oye una alerta. El ataque enemigo, eso parece ser porque el soldado saca a su familia rápido de ahí para llevarlos al refugio para civiles. No llegan. Balas salen disparadas de las avionetas norteamericanas, la mujer cae primero. Cuando el soldado regresa por ella, hacen estallar una bomba y los tres quedan tirados. Ahí acaba”.

Danno entiende que quizás tenga miedo a los niños porque tiene miedo a perderlos, se da cuenta cuando en el parque donde hacia sus demostraciones, un rubio corría como loco gritando un nombre. Se le había perdido alguien.

—Es un niño pequeño, tiene 5 años… es… tiene el cabello negro y usa un uniforme de baloncesto.

Es lo que dice a todo el que encuentra. El grupo de Danno está preparándose para un espectáculo de break dance, hacen sus estiramientos y calientan mientras la chica de uno de sus amigos comienza a llamar a la gente, son tipos con carisma. El rubio se va en dirección contrario cuando comienza el espectáculo, algunos giros, saltos, muestras de equilibrio, es cuando lo ve, un niño con las características dadas por el asustado chico entre el público. Al pedir una moneda, el niño en el primero, y asombrosamente da un billete de 100 yenes. Claro, no es mucho, pero se pregunta, ¿qué hace un niño con dinero? La pregunta se agrava cuando ve que el niño tiene más de esos, así que una vez el espectáculo terminado, hacen que el niño se quede, a ver si el rubio aparece de nuevo.

— ¿Dónde vives? – cuestiona la novia de Danno.

A ella le encantan los niños, tiene la ilusión de estar esperando uno mientras Danno muere de pánico.

—En una casa. ¡Muy grande! Ahí puedo nadar, esconderme en el jardín y jugar baloncesto.

— ¿Tienes una cancha para ti solo? – cuestiona de manera burlona el moreno

— ¡Sí! Mi papá la mando a hacer para mí.

Los integrantes del grupo se quedan mirando un poco incrédulos, pero al parecer, el niño dice la verdad. Le compran un helado mientras esperan que el rubio vuelve a pasar, pero no pasa por ahí. Danno logra verlo tallando sus ojos porque de seguro está lloriqueando mientras toma el camino de regreso al subterráneo. El moreno se apresura a alcanzarlo, asuntándolo. De no ser por el cabello corto, pensaría que era chica.

—E y… buscas a un niño, ¿no es cierto?

Cuestiona, los ojos del rubio se iluminan y deja de lloriquear.

— ¡Sí! ¡¿Has visto a Kaede?! ¡¿Dónde está?!

El moreno lo lleva donde el niño y lo abraza fuertemente, Kaede no parece darse cuenta lo de angustiando que tenía al rubio. Este da las gracias de manera exagerada y después se van. La curiosidad comienza a aparecer.

En las próximas presentaciones, se dan cuenta de que hay gente conocida. El mismo rubio con el mismo niño. El de los orbes dorados ese día repara en algo que considera, no debería de llamarle la atención. Mientras Danno se sostenía con una mano en el suelo y todo su cuerpo en el aire, su playera se levantó, dejando ver un abdomen definido, con cuadros y todo, un cuerpo fuerte y atlético que se ocultaba bajo la ropa. Tuvo que morderse el labio y desviar la mirada.

Y se repitió, sábado tras sábado.

Un día, Danno no fue a dar la presentación y se dio cuenta de que su novia tampoco. Cuando el rubio se enteró de que ella era su novia, pensó que era bastante normal. Él era demasiado guapo para no tener. No entendía porque eso le causaba tristeza y dolor de alguna forma.

Mientras regresaba a casa con Kaede, lo encontraron. Estaba cabizbajo, una sudadera con capucha les impedía descifrar de primera, quien era. Kaede lo reconoció.

— ¡Ni-san! Vamos a casa, vamos a casa.

Había dicho el niño mientras lo jalaba de la ropa, el moreno intento sonreír poniendo una mano sobre su cabeza.

— ¿Me invitas? Porque yo no tengo.

— ¡Claro que sí!

El rubio intento descifrar las palabras del moreno. ¿Ya no tenía casa? Lo llevaron, entonces a la mansión de Kaede, Danno pensó que bromeaba al decir que tenía una cancha para él solo. Hijo único. Padres todo el día fuera. El rubio se hacía cargo de él, era como su niñera u algo similar, dormía en unos aposentos cruzando el gran patio, cuando Kaede hubiera dormido, el rubio lo llevo a ese lugar.

— ¿Todo está bien?

—Y esa pregunta es por…

—Dijiste que no tenías casa.

El moreno resopla y se rasca la nuca, toma asiento con vacilación antes de hacerlo.

—Pues… ya no tengo novia, y ya no tengo donde quedarme. Tenía un lugar donde estar porque mi novia era la hija de un comerciante, pero como ya no somos nada… pues entonces ya no tengo nada.

—Oh. Que des fortuna – dijo el rubio, dándole un poco de té – ¿Quieres trabajar? Este es un  buen lugar. Tienes techo, comida,  y todo esto. Solo tienes que cuidar al pequeño Kaede o cumplir la tarea que te den los señores. Si te preocupa lo de tu grupo, los sábados son el día libre, así que podrás ir sin contratiempos.

Danno sopeso la idea y acepto  un segundo después. El rubio parecía feliz. Al día siguiente, hablaron con los señores. Danno no se había dado cuenta hasta ese entonces que el rubio siempre vestía de camisa y pantalón de vestir, sería un fastidio si él tenía que vestir de esa manera. Observo su ropa con horror en cuanto le dieron lo mismo.

Poco a poco se fue acostumbrando, como bien lo había dicho el rubio, cuyo nombre era Raiko. Solo tenían que soportar las travesuras del niño y hacer una que otra tarea que los señores mandaban a hacer, consistían todas en mantener la casa en un buen orden y también, en mantener la seguridad. Tenían varias sirvientas, tres choferes y varios guardias de seguridad. Poco a poco él se fue acostumbrando a esa vida, no parecía tan mala y sin darse cuenta, poco a poco le fue tomando cariño a ese niño. Descubrió que en realidad le gustaba el baloncesto, así que siempre, todos los sábados antes de ir a sus presentaciones con el grupo de break dance, jugaba con el niño y sus instrucciones parecían mejor que las del propio entrenador de Kaede.

Raiko no podía quitar la vista de encima del moreno y se preguntaba por qué. Estaba mal. Lo que sentía estaba mal y lo sabía. Todas las noches se pasaba pensando en eso que de ninguna manera podría ser, pero terminaba imaginando justo lo opuesto y terminaba doliendo de cualquier forma.

Un sábado, su grupo decidió ir a beber. Temeroso, Raiko dejo que Kaede fuera llevado solo por el chofer a casa, y se quedó para asegurarse de que Danno regresara a la mansión estúpidamente. Termino embriagándose como todos en el bar. Tanto que al día siguiente no sabía si había pasado o había sido imaginación suya el hecho de haber sentido besos y caricias en lugares indecentes por parte del moreno.

Descubrió que fue verdad.

Sin embargo, su pequeña felicidad termino en cuanto contesto su móvil. Era la señora de la casa, no se le podía entender nada porque estaba ahogada en llanto, y al saber lo que pasaba, él también comenzó a llorar. Kaede no había llegado a casa, y el chofer tampoco. Se presumía que era un secuestro. Raiko se vistió rápidamente que no reparo que el moreno estaba a lado suyo, salió disparado en cuanto supo la noticia. La familia estaba destrozada y le culpaban sobre manera por lo sucedido. Sabía que tenían razón, él había preferido quedarse con el moreno a ir con el niño para segura que regresará con bien, se sentía terrible.

El moreno supo lo que sucedía hasta que regreso a la casa. Raiko se sintió idiota por no despertarlo por la mañana, pero lo había olvidado por completo. Danno tenía miedo. De alguna forma, sentía que sus pesadillas estaban ligados a ese justo momento, donde perdían al niño. Era una pesadilla.

—Por mi imprudencia, Raiko termino cometiendo un error que es mío – Danno se había arrodillado frente a los señores con la frente al piso – No lo castiguen, por favor, él ha cuidado a Kaede con su vida. Asumiré las consecuencias de todo, está bien si pierdo el trabajo. Permítanme remendar los errores. Traeré a Kaede.

Siendo esa la última palabra, Danno se puso de pie para salir del lugar y tratar de pensar. El chofer. Recordó quien era. Danno había vivido en las partes bajas de ese lugar así que sin duda podría conseguir información. No se dio cuenta de que el rubio también le seguía hasta haber llegado con uno de los informantes, pues estuvieron a punto de abrirle la garganta.

—Viene conmigo – había dicho el moreno tomando la muñeca de quien empuñaba la navaja.

Tras una mirada con fiereza, el otro accedió, dejando al rubio a la mala gana. Le tomo de la muñeca para salir cuanto antes de ese lugar y comenzar la búsqueda.

—No debiste venir, son lugares peligrosos.

— ¿Cómo sabes todo eso?

Cuestiono el rubio acongojado, Danno resopla. Detiene el paso y tras pasarse la mano por el rostro, le dice.

—Soy huérfano. Me la he pasado siempre en estos lugares. Contrabandeando, vendiendo, robando. Sé el moviente de esto. Sé quién nos puede llevar a Kaede.

Raiko se sorprende pero no dice otra cosa, le sigue el paso. Es en una de esas callecitas escondidas donde Raiko reconoce el auto. Danno no quiere ir aun, primero va con algunos conocidos para conseguir como defenderse, sabe que nadie le ayudaría porque esos son peces gordos y no quieren problemas.

—Danno…

—Quédate detrás, siempre detrás.

Le dice en un susurro, le mirada detenidamente y por impulso, junta sus labios con los del rubio antes de avanzar. Raiko se consterna, pero entiende que ese no es el momento para cosas de ese estilo. Danno se encarga de los guardias principales, los sorprende con una navaja y poco a poco se internan en el lugar. Tienen a Kaede, el niño llora, el chofer está muerto. Debió haber sido solo una herramienta.

Danno suelta el primer disparo para llamar la atención y dejar al niño libre, entonces Raiko se apresura a alcanzarlo y poder desamarrarlo.

—No llores, Kaede… tranquilo, soy Raiko, nos vamos a ir, no hagas ruido.

Le dice en susurros, el niño asiente pavorido por los disparos, salen victoriosos de la balacera y hace que Kaede entre al auto, nos encuentras las jodidas llaves y piensa en que el chofer muerto las pueda tener aún, le dice al niño que se esconda para que no puedan verlo y regresa donde el cadáver para poder esculcarlo. Danno se ha encargado casi de todos, y cuando cree que no hay nadie, da la espalda para ir con los otros dos. Se equivoca. Raiko le da las llaves y después lo hace a un lado para que varios impactos sean amortiguados con su cuerpo. Danno lo ve todo en cámara lenta.

Mira al sujeto que ha acribillado el rubio para vaciarle el último cargador. Llora sin saber porque, o mejor dicho, llora porque no cree que sea verdad. Nuevamente ve el desastre frente a si y vuelve a llorar. Mira las llaves en su mano así que se apresura a salir antes de que más refuerzos se hagan presentes, enciende el auto y van de regreso a casa del niño. Kaede no deja de preguntar en todo momento por el rubio, él no sabe que contestar. Los señores están tan felices de ver a su hijo de nuevo que no quiere mencionar lo que ha pasado con Raiko, sin embargo, lo deducen.

—No planeamos quitarte el empleo después de esto, por dos razones – comenzó el señor, mientras el moreno trataba de no llorar de nuevo como un niño pequeño – Raiko fue quien te trajo a esta casa y te recomendó, aunque no te tuviéramos confianza. Hoy te la tenemos más que nunca porque has arriesgado tu vida, y porque consideramos que es lo mínimo que podemos hacer a la memoria de Raiko.

Sin querer, las lágrimas escurren de los ojos del moreno, solo asiente.

—Sigue trabajando con nosotros mucho tiempo más.

El moreno vuelve a asentir. Recupera el cuerpo de su amante de una noche y los señores le dan una digna sepultura en su cripta familiar. Kaede llora, el moreno no se presenta hasta que todos se han ido y a los pies de la tumba del rubio  se emborracha, llora, patalea y delira.

40 años después, la tumba del rubio es donde muere, porque bebió mucho, porque durmió ahí, y era invierno.

Son paredes blancas el adorno más significativo del lugar en donde está. Lo sabe y lo odia, quiere salir. No se siente mejor, solo llora. Todo ahí es peor. Los sueños siguen, siempre disparos, siempre sangre, siempre llanto y dolor. No puede dejar de pensar en que algo está mal con él, que fue un error, que todo sería mejor sin él.

Cambia de opinión en cuanto sale del lugar y tras unas semanas sale con unos amigos a jugar baloncesto. Él  no sabe jugar pero ciertamente no hay nada que no pueda hacer. Es una habilidad. Es cuando lo conoce. Un moreno alabado en la cancha con una sonrisa traviesa siempre. Disfruta tanto jugar que él siente que lo contagia.

Kise Ryota comienza a ser su principal admirador. Seijuro lo nota. Él siempre lo nota todo. Juegan contra él una vez, Kise pierde por un punto. Se enciende con la idea de superarlo a la próxima, pero el moreno ríe.

—Soy Aomine Daiki, y nadie es lo suficiente bueno para vencerme. El único que puede vencerme, soy yo.

Dice con orgullo. Kise se da cuenta de que Seijuro no ha jugado del todo bien, así que lo deja pasar. Al día siguiente, hay otro tipo, un pelirrojo alto. Le dicen tigre, se llama Kagami Taiga. Son buenos rivales, pero el moreno sigue ganando. Hay otra presencia que no había percibido, un peli celeste que también los mira como si fueran lo más maravilloso que pudiera haber visto. Kuroko Tetsuya.

Sin darse cuenta, todos comienzan a juntarse, después llegan otros dos, que más que amigos, parecen rivales. Los dos son altos, pero el de cabello morado parece un monstro. Uno parece niño bueno, el otro todo un rebelde. Midorima Shintaro y Murasakibara Atsushi. Por primera vez, el rubio siente que pertenece a algo.

Su padre se encarga siempre de destruir todo, le dice que es un vago por salir todas las tardes a jugar cuando su psicóloga y psiquiatra han dicho que es perfecto que se distraiga con cualquier cosa. Su padre dice que solo se hace el idiota.

Ryota siempre sale corriendo de casa cuando sus papás pelean, siempre es por él. Su mamá le dice que deje que él se divierta, que juegue con los chicos de su edad, que él por fin sonríe. Su padre dice que solo pierde el tiempo. Ryota no va a la escuela, no quiere. Cuando juega con los chicos, se siente muy bien, y cuando la escuela comienza, dicen que tienen tarea.

—Tráiganla para hacerla entre todos.

Se le ocurre al rubio, pero al día siguiente todos están en gradas haciendo deberes. Ryota ríe al verlos, tenía ganas de llorar. Siente que les importa. Daiki le recrimina porque no lleva la tarea.

—Yo no voy a la escuela.

Todos se ven, al día siguiente, todos le empiezan a enseñar los deberes de la escuela, y sin querer, todos comienzan a ser los maestros del rubio. Ryota esta tan feliz con eso que no soporta los gritos de su padre. Una de las tantas veces que sale, se da cuenta de que Daiki también está en la cancha donde siempre juegan, practica tiros, luce furioso. Ryota se acerca dudoso.

— ¿Qué haces aquí?

Cuestiona el rubio en voz baja, el moreno le mira y luego resopla.

—Estoy molesto.

— ¿Por qué? – El moreno le mira interrumpiendo su tiro – ¡Claro, solo si quieres decirme!

Daiki comienza a botar el balón como un principiante, se coloca en la línea de tres y hace otro enceste.

—Mi papá es un idiota.

Murmura. Algo con Ryota parece encajar.

Se pasan toda la noche conversando de lo idiotas que son los adultos, ríen a veces, Daiki le platica de los problemas en casa, de las ausencias de su papá, de los desplantes de su mamá, de sus lágrimas. Ryota platica las mismas cosas de sus papás, y siente que vuelven a encajar.

Un día cuando Ryota va a las canchas, descubre a Daiki llorando, le cuesta preguntar que pasa pero este se abraza a él hasta que se calma. Le dice que ha pensado muchas cosas y que ya no quiere vivir. Ryota se pone tan triste que empieza a llorar. Daiki es parecido a una estrella y quiere verla brillar siempre por las noches, es cuando le confiesa que ha estado en un hospital psiquiátrico. El moreno se sorprender, pero al verlo llorar entiende muchas cosas. Termina por haciéndole cosquillas para que ría y vuelven a jugar

Los años pasaron, siguieron frecuentándose. Con ninguno de sus amigos hubo mayor apego que con Daiki. Le enseño a ser fuerte, a no dejarse doblegar antes las feas palabras de su padre. Fue cuando se dio cuenta. Le gustaba el moreno, de verdad le atraía. Se lo dice directamente porque siempre se ha hablado de esa forma. Daiki se ríe y Ryota siente vergüenza, quiere salir corriendo, pero los fuertes brazos del moreno se lo impiden.

— ¿Sabes lo que es el amor? – le cuestiona, Ryota niega – Yo tampoco, pero creo que te amo.

El rubio se pone colorado, Daiki vuelve a reír antes de atreverse a dejarle un beso en la mejilla. Es en su cumpleaños número 19 cuando se lo dice abiertamente a sus padres.

—Soy gay.

Sus hermanas le sonríen, su madre también, y su padre es el único que está molesto. Se pone de pie tan rápido de la mesa que no lo ve y los golpes comienzan. Sus hermanas tratan de detenerlo, y él se va como un perro a su habitación. El ultimo regalo de su padre, no habría otro cumpleaños que celebrar.

Por la noche, Daiki se escabulle a su cuarto por la ventana, porque siempre lo ha hecho. Observa las feas marcas en el cuerpo del rubio sintiendo furia. Se acuesta junto a él y le apapacha con cuidado.

—Hay que irnos.

Le dice el moreno, el rubio niega sollozando mientras se acurruca contra su cuerpo.

—Tengo trabajo, Kise. Puedo comprar un departamento chico e irnos. No vamos a descuidar la escuela, Midorima, Akashi y todos nos van a ayudar. Vámonos, Kise.

El rubio solloza más fuerte aferrándose a él. Sabe que no es buena idea decir otra cosa así que le deja descansar mejor. Antes de que amanezca se va dejándole un beso en la comisura de los labios, donde no ve un golpe, después, se va.

Kise no sabe la urgencia del moreno por que se vayan a vivir juntos. Kise no sabe que ya no juega aunque lo desea con toda su alma. Kise no sabe que Daiki está enfermo. Se entera mucho después, cuando ha dejado de ir una semana a su cuarto, Akashi se lo dice y al día siguiente va al hospital a verlo.

Daiki luce casi transparente y está conectado a muchas cosas que no sabe para qué son. Está durmiendo. Las enfermeras dicen que esta sedado la mayor parte del tiempo, de otra forma, todo le duele. Kise quiere saber qué es lo que pasa. Se lo dicen después. Un tumor. Un jodido tumor.

Los siguientes días, Kise se la pasa en el hospital, yendo a hacerle compañía a su moreno.

—Perdón por no avisarte antes.

El rubio le sonríe, esa sonrisa le hace creer al moreno que todo estará bien.

—Siempre te voy a encontrar. Aunque te escondas.

El moreno ríe un poco, tose, luego se calma. Tener la compañía del rubio es mejor que otro calmante, desea que sea así.

—Oye, Kise. Nos vamos a casar.

El rubio enarca una ceja.

— ¿Me estas proponiendo matrimonio?

Daiki vuelve a asentir, alcanza uno de los plásticos que rodean las bolsas de suero, hace que le dé su mano para ponerlo en forma de anillo en su anular izquierdo. Kise ríe, aunque en realidad quiere llorar.

— ¿Te quieres casar conmigo, Kise?

— ¿Pero qué propuesta es esta? Yo me esperaba algo más romántico

—Sabes que no lo soy, así que cualquier cosa que te dé, debe ser bien recibida.

Kise ríe con más fuerza, una de las enfermeras dice que guarde silencio y ambos ríen bajito. El rubio se inclina a dejarle un par de besos suaves.

—Aunque no tengamos donde vivir, ni nada, donde estés tu es más que suficiente. Donde seamos felices.

Daiki pasa un brazo por su espalda y le acaricia los cabellos de la nuca. Aprieta los ojos para reprimir sus sollozos. Espera que no sea la última vez que lo pueda ver al momento en que se despide. Cuando el rubio se va, los doctores entran. El quirófano está listo.

Ryota no puede escaparse al día siguiente, no puede ir al hospital. Al día siguiente, de camino al hospital, se encuentra primero a todos en las canchas. No sabe porque tiene cara larga hasta que Akashi hablar. El rubio ríe con fuerza antes de comenzar a correr, después llorar, después gritar, después desquiciarse. Culpa a su padre por no haberlo dejado ir a ver a su moreno, por no haber dejado que lo viera una vez más. Busca su tumba entre todas y la localiza porque hay un montón de flores. Ryota se desploma y patalea cual niño pequeño, pierde el control de si y comienza a retirar la tierra que cubre el ataúd del moreno. Los demás, sabiendo a donde iría, le sostienen, Murasakibara basta para detener al rubio, todos lloran, Ryota se priva. Tienen que llevarlo a casa.

— ¿Qué ha pasado?

Cuestiona su madre al ver a su hijo lleno de lodo y al gigantón también, su padre está en casa, luce furioso.

—No fue una pelea. Ocurrió algo inesperado y Ryota se puso muy mal… lo entendemos. Uno de nuestros amigos falleció.

El rubio mira a su padre, lo está esperando, espera a que le diga algo hiriente como siempre lo hace, solo que en esa ocasión sobre pasa los límites de su tolerancia.

—Ah, fue el otro maricen – dice, todos le miran sorprendidos, Akashi comienza a enojarse también – Ellos no merecen vivir.

Ryota no lo soporta y sin darse cuenta se suelta del gigantón para comenzar a golpear a su propio padre. Este, por primera vez no es capaz de poder controlarlo, rompe uno de los cuadros de su mamá para amenazarlo con el vidrio, Midorima y Murasakibara vuelven a detenerlo, se zafa y sube a su habitación para encerrarse y seguir llorando.  Es cuando le dicen que sería mejor volver al hospital, Ryota se niega  y comienza a inventarse una realidad, una donde Daiki regresara todas las noches, una donde pudiera seguir viéndolo.

Las cartas comienzan. El diario parece un libro. El dolor aumenta y la cortina de humo también. A Akashi no se le escapa nada, un día cuando Ryota estaba curiosamente feliz y animado con todos, lo nota, algo extraño, una fea determinación. Ryota no vive más con sus padres, y ese día escribe la última carta.

“Han pasado 3 años, la sensación es parecida. No he tomado pastillas no he resbalado una navaja por mis palmas aunque  lo pensé, lo desee. Esta sensación de dolor apareció de la nada como bien se puede ir, quiero que se vaya y que sea pronto. No quero depender de nadie, hago mis planes aunque no llegue a cumplirlos si quiera, na pérdida de tiempo. No quiero ir con el doctor, me da miedo que diga que tengo que volver a la clínica, que tengo que internarme y peor aún, que mis padres accedan. Tampoco quiero las pastillas, la sensación es aún peor que la que siento ahora. Desesperación. Me siento herido por las personas que más quiero. Es horrible. Mi mente esta vez no está siendo empática, no trato de pensar en cómo se sienten, solo pienso en mí. Es tan egoísta. Odio ser egoísta.

Aominecchi, ¿Dónde estás?”

Eso lo encuentra Midorima mientras el forense se lleva el cuerpo. Resopla tratando de no llorar. Las lágrimas las deja salir el día del funeral donde ve la desdicha del padre del rubio que todos detestaron siempre. Su madre está completamente destrozada. Después se enterarían que ella le pediría el divorcio. Todos están tristes en su primer aniversario luctuoso. Sus tumbas están juntas, la de Ryota y Daiki.

—Estamos felices de verlos – dice Akashi haciendo sus saludos – Lucen bien juntos – todos ríen un poco.

Colocan flores, prenden incienso y también una foto en medio de ambas tumbas. La foto de ellos a los 17, de todos juntos, felices.

—Sean felices juntos.

Todos se despiden.

Desde algún lugar, se escucha una risa chillona y una voz irritada. Son ellos. Están felices de volverse a encontrar e impacientes por saber qué pasará en su siguiente vida.

Daiki y Ryota esperan volver a encontrarlos a todos ellos. En esa última vida les toco gente maravillosa y esperaban que en la siguiente, pudieran encontrarlos y que las memorias, al menos las partes que los hicieran reconocerse, siguieran intactas.

Para volverse a encontrar.

Para volverse a amar.

Una y otra vez. Infinidad de veces. En todas las vidas siguientes. 

Notas finales:

Gracias por su tiempo!

Agradecería un RW


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