“Cuando estuviste aquí antes”
La noche comenzaba a ser solitaria y embriagante para cada uno de los habitantes que habitaban aquel lugar, pero para Viktor aquella noche tan solo representaba mas trabajo, una vez listo para salir de su departamento lanzó un suspiro cansino antes de emprender su camino hacia la dirección en donde indicaba la tarjeta de invitación que se le fue otorgada.
- Odio esto… - refunfuñó mientras su adorable caniche se encontraba sobre uno los sofás de su sala destrozando aquellos zapatos carísimos que Jean le obsequió el día de su cumpleaños.
Volvió a ver la escena de su perro con gracia para después cerrar la puerta con sumo cuidado y evitar darle un susto, él odiaba esta clase de reuniones, realmente asistir a una de ellas resultaba ser de lo mas tortuoso a su parecer, por su parte nunca asistiría a esta clase de eventos, sino fuera porque eran parte de su trabajo, simplemente lo hacía por pura formalidad, además de que así podría seguir manteniendo la agradable imagen que todos poseían de él, pues no solo era el soltero mas codiciado, sino que esa imagen de caballerosidad que daba a conocer le daba muchos mas puntos a sumar a todo el repertorio de halagos y elogios que obtenía hacia su persona.
Ingresó con la mirada gacha y al notar las miradas de todos sobre él, sabía que era momento de revelar su falsa careta, era la misma rutina de siempre, saludar a todos mientras iba mostrando una de las sonrisas mas radiantes como el sol y si eso no lograba hacer efecto, bastaba con tan solo hacer un guiño para que cada una de las damas presentes se sintieran a un paso de colapsar.
Continuó con lo mismo de siempre, hasta que un agradable olor llego a inundar sus fosas nasales a tope, no tenía palabras para poder describirlo, era algo tan dulce… similar a la fragancia que desprendían las rosas por las mañanas cuando amanecía y el rocío continuaba posado sobre aquellos frágiles pétalos, como si se tratara de una dama hermosa que lo único que hacía era brillar mientras sus pretendientes caían rendidos ante su belleza, siguió con su mirada la dirección de donde provenía aquel aroma tan sutil e hiptonizante culpable de abrumar su cordura, hasta que a lo lejos entre todo el tumulto de personas vio a aquel pelinegro de ojos color ámbar, para cada uno de los invitados él tan solo significaba un mesero mas en medio de la fiesta, alguien insignificante de aspecto muy aburrido, pero para el ruso aquel joven no le hubiera llamado la atención si es que aquel rostro tan finamente tallado no le hubiera resultado ser familiar, habían pasado seis años desde la última vez que lo vió, sin embargo ahora muy en el fondo le alegraba que aquellos labios mantuvieran una sonrisa, continuó posando su mirada sobre aquel chico hasta que notó que había comenzado a tomar de aquel líquido fermentado de las mas fina calidad, empezó con tan solo unas copas, luego siguieron dos… tres… cuatro… hasta que perdió el conteo, no quizo interrumpir, pues supuso que aquel omega a pesar de los años debía de estar cargando aún con todo el dolor que sentía al ser lastimado en zonas que nunca imaginó que tanto dolerían, no podía comprender su dolor, pues nunca había pasado por una situación similar a la del omega, de repente escucho el estruendoso ruído del vidrio de la copa estrellarse contra el piso, logrando que volviera a posar su mirada hacia el pelinegro, nunca se imaginó que aquel joven reaccionara de forma tan diferente a la que había conocido.
Eran seis años que habían pasado como si tan solo fueran un simple soplido del viento, aun podía recordar la felicidad que sintió cuando por fin le hicieron entrega de su uniforme de policía, recordaba esa sensación del frío de la nieve mientras corría alrededor de las calles, sosteniendo entre sus manos con el mayor cuidado aquella prenda, protegiendo de que no tuviera la mayor arruga posible en la tela, era uno de los días mas felices de toda su existencia y quería compartir este pequeño fragmento de su alegría con aquel mayor que lo había dado todo por cuidarlo desde el fallecimiento de sus padres, decidido a apresurarse en su andar tomó la opción por recortar camino empleando un atajo que lo llevaba a un callejón.
El fuerte sonido del vidrio romperse hizo que captara su atención en una casona que se encontraba abandonada ya hace años, de pronto escuchó el sonido de la piel golpeada contra el piso y un fuerte quejido de dolor, los gritos de súplica empezaron a hacerse cada mas intensos, logrando que el peliplateado se estremeciera y sintiera como una electricidad recorriera por toda su columna vertebral, sintió sus piernas flaquear, pero era su deber como policía el proteger al ciudadano, tomó una fuerte bocanada de aire dejando su uniforme a un costado de la puerta de aquella casona y en un fuerte impulso la abrió de una patada mientras sostenía su arma con ambas manos.
- ¡Alto ahí, policía!