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El Cuervo De Alas Rotas [Haikyuu, Omegaverse] por Asamijaki

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Notas del capitulo:

Hi! hace un tiempo que no me pasaba por AY, y pues... de paso pongo la actu? No se si habrá alguien que lo siga por aqui, pero bueno, no esta demas(?)

En esta historia Suga, Hinata y Tsukishima son los puntos suspensivos ;3;
Esas tres partes son lo principal y tarde o temprano se relacionan entre .
Intentaré que el otro explique y revele más cosasaunque vamoscreo que la mayoría sabrá o tendrá una idea(?) Déjenme sus teorías(?) v:
Buenoespero les guste y Gracias por leer uwu

 

Capítulo 3

"Aleteo"

 

« Ese día en el parque, Yamaguchi Tadashi solo había ido a buscar un cuaderno que sus compañeros de clase le habían escondido.

En su escuela les estaban empezando a inculcar información sobre su "raza", cual era el lugar de un Beta, Omega o Alfa, palabras que antes desconocía totalmente, como: supresores, lazos y celo.

Su padre era un Beta, y nunca le quiso hablar sobre su madre.

Aun tenía una esperanza, una mínima ilusión, de que las cosas en su vida no fueran tan difíciles.

Pero en la escuela, sí alguno de tus padres no era un alfa; Beta u Omega, eras inferior.

Tal vez las cosas en esa institución no era la mejor, Pero era lo que su padre podía pagar.

Tadashi se inclinó para tomar con cuidado su cuaderno verde limón, sacudiendo aquella tierra que corrompía los delicados detalles de la caratula; las hojas estaban arrugadas, algunos de sus dibujos y apuntes de habían arruinado.

 ¡Hey! —La voz de otro infante hizo que la atención del pecoso se disparase hacia donde éste, pero luego decidió girar inmediatamente de nuevo su mirar a aquel preciado objeto.

Ya conocía a aquel niño, era de su misma clase, había recursado y por lo tanto era mayor. Él, junto con otros dos se las había arreglado para que el aficionado al Voleibol tomara en cuenta su lugar.

Tal vez fue su error dar a conocer que su progenitor era un Beta, pero no se arrepentía; Él estaba orgulloso de su padre, jamás lo negaría.

— ¡Te estoy hablando, jodido cara de semillas! —y en ese entonces, Yamaguchi pudo sentir un fino dolor por detrás de su cabeza.

— ¿Q-Qué quieres de mi? —El pequeño de pecas voltea mientras en su nuca reposa su palma a causa del ardor que aquella piedra había dejado sobre su piel.

—Hoy te has ido antes, Guchi... —mientras lanzaba y volvía a cachar aquella pequeña roca en su mano.

—Han ocultando mis cosas, ¿qué se supone debía hacer? —Tadashi frunció los labios, mientras el otro arrugaba la nariz.

—Pero te has olvidado de tus deberes, el profesor me castigará si no haces bien la limpieza. —se cruza de brazos, al mismo tiempo que se escuchan los pasos de otros dos.

Otra vez, nuevamente sus compañeros le molestarían. El tan solo pensar que hasta hace unos meses, esos mismos chicos comían, corrían y reían junto a él, era doloroso; ¿Tan malo era ser un Beta u Omega? ¿Es qué el pidió nacer de esa forma? ¿Era una clase de enfermedad contagiosa?

Sin saber en que momento pasó, su cuerpo ya estaba en el suelo, mientras aquellas tres sombras le lanzaban veneno con sus palabras. No dejaría que las lágrimas salieran, no les daría el gusto de que le hagan mirarles desde abajo.

Pero no tenía la suficiente fuerza para ello.

Dos, tres, cuatro gotas habían desaparecido entre el árido suelo ya.

—Patético. —se escuchó una voz totalmente ajena.

Al momento de que Yamaguchi alzó la mirada, limpiandose las lágrimas para poder distinguir aquella figura, le miró a los ojos, y entendió.

A quien le decía "Patético" era a él.

— ¿Acaso es de Sexto? —escuchó a uno de ellos mientras retrocedía.

"Como sea, vamonos." Fue lo último que pudo distinguir, puesto su visión estaba ya ocupada por completo por aquel niño rubio, al que no podía de dejar de mirar anonadado.

El chico notó a la mirada aceitunada del pecoso sobre la suya, y sólo se dio la vuelta.

Casi por inercia, el más bajo se levantó del suelo, sacudió el polvo se sus ropas, y siguió los pasos del otro.

Fue lo que comenzó todo, algo tan preciado para Tadashi, algo que no le podrían arrebatar, ocultar o destruir...

Por lo menos eso pensó.

— ¿Tu hermano mayor juega en Karasuno? —con un brillo totalmente puro en su mirar. —¡Eso es genial, Tsukki!

— ¡Lo se! ¡Él es la estrella!

El rubio más alto estaba cruzado de brazos, intentando mantentener una buena postura, aguantando inutilmente las ganas de sonreír por autentico orgulloso de su hermano mayor. Por que era a quien más admiraba, Yamaguchi lo sabía, Kei comunmente parecía desinteresado al hablar de los demás, Pero cuando se trataba de Akiteru, sus palabras contenían fuertes emociones.

— ¿Ah? ¡Mi hermano está en Karasuno, y nunca ha visto a ningún Tsukishima! —argumentó otro totalmente ajeno a la platica. —El ya es de tercero y nunca pudo jugar en ni un partido.

—¡Mi hermano es titular! —alzó la voz totalmente seguro. —Es más, jugarán este fin de semana. —se cruzó de brazos. —Ahí lo verán. —sentencio.

Tadashi sólo pudo ser un espectador en todo aquello, no sabía que decir, y es que confiaba ciegamente en Tsukki, no obstante había algo que no encajaba, no le hacía sentir tranquilo, y le decía a gritos que no fueran a ese partido.

Ojalá hubiera escuchado a esa voz.

Después de ese día, el menor de los Tsukishima no pudo volver a ser igual, y sabía que aquellas imagenes no se irían nunca de su mente. Aquel día trágico, sólo marcaría el inicio de algo que acabará en un desastre. »

—¿Un tres contra tres? —algo inseguro de lo que había escuchado. —No creo tener problema, ¿qué piensas al respecto, Tsukki?

—Dice que es Kageyama Tobio, ¿no? —acomodándose los lentes de una forma inusualmente sombría. —Definitivamente quiero enfrentar al "Rey de la Cancha"

—¿Rey? —el pecoso alzó una ceja, al no recibir respuesta, suspiró y se dirigió al mayor. —Nos parece bien, Daichi-san.

"¿Daichi?" Tsukishima se percató del apellido ajeno, recordaba que aquel omega de tercero lo había mencionado.

—Vamos Yamaguchi, se hará tarde. —dándose media vuelta, el rubio colocó esos audífonos blancos por sobre sus orejas. Haciendo al más bajo dar un pequeño salto al verle marcharse.

El pecoso rápidamente se despidió del mayor, siguiendo los pasos del otro, como siempre.

— ¿Quién es Kageyama Tobio? ¿Lo conoces? —se asomó un poco hacia adelante, observando literalmente al otro que se encontraba seleccionando la música en su lista.

—El año pasado, fui a las finales, era tan egocéntrico y exigente que sus súbditos lo abandonaron. —suelta una pequeña risa en burla, sin detener su andar.

— ¿El año pasado? —repasó las palabras ajenas.

El año pasado, ¿no había rechazado su invitación para ver las finales? ¿Esto qué es lo que quiere decir?

Antes de poder si quiera intentar hacerle más preguntados, dos voces ruidosas se hicieron presentes cerca del lugar, unas sombras se asomaron a la distancia, y Yamaguchi sólo se limitó a seguir los pasos del rubio, como siempre lo había hecho.

Siempre al lado de aquel que renegaba de su raza, aquel que odiaba con todo su ser lo que era, aquel que tenía el valor para enfrentar que a él le faltaba, aquel que siempre seguiría, a pesar de saber que a lo único a lo que le conduciría, era tristeza y desgracia, porque Tadashi no podía evitar que Kei caminara directamente hacía la profunda oscuridad, su mano, era totalmente inalcanzable aún, desde hace mucho tiempo era consciente de ello.

Tal vez, sí se esfuerza por encontrar una luz, podría guiarlo hacia ella, quiere creer que aún existe una.

(...)

— ¿Koushi? —la mujer de cabellos platas ladeó su cabeza al escuchar las pisadas subiendo con rapidez las escaleras.

—Tengo que estudiar, estaré en mi habitación. —dijo el menor, para que luego se escuchase la puerta cerrarse.

La beta se acomodó los lentes, y llegó hasta el pie de la escalera, subió con lentitud hasta la entrada del cuarto del más joven de los Sugawara, acercando un poco sus nudillos a la madera, en una intención de tocarla. Un sollozo, un sollozo ahogado entre la mullida almohada, lamentos de un espíritu destrozado desde hace mucho tiempo, y que sin embargo, insite en fingir que no pasaba nada.

Su madre lo sabía, y sin embargo, no sentía que pudiera hacer nada por él, había nacido de una manera diferente a la suya, debía aceptar que toda su vida sería diferente, debía aceptar y abrazar el dolor, debía ser fuerte, y para eso, no podía intervenir.

Koushi siempre fue mostró voluntad, él había aprendido a volar por sí mismo, solo, siempre solo.

Mientras tanto, el omega limpia aquella humedad de su rostro, y ríe levemente al ver las marcas en la tela de la almohada, era algo ya tan común...

Miró hacía su derecha, en aquella mesita al lado de su cama, estaban bien guardados en su cajón, un frasco de cristal: supresores.

Volteó sus castañas hacia la pared adyacente, sí en algo tenían razón aquellos idiotas, era que la fecha estaba cerca. Llevó una mano a su cuello, y mordió su labio inferior, nuevamente tenía miedo, a esas alturas debería estar acostumbrado ya, pero, ¿quién podría? Su celo, siempre era cada vez peor.

Un sonido sordo llamó su atención, era el vibrar de su celular contra las caratulas de los libros de su mochila.

De: Daichi (^-^)/
Asunto: ¿Te sientes bien?

Shimizu me ha dicho que te fuiste antes a casa, la fecha de tu celo ha de estar cerca, ¿no? Sí quieres quedarte en casa lo entiendo, Tanaka y yo jugaremos con los de primero, este año hay chicos muy interesantes, ¿no crees?≈

Sugawara cerró su móvil y se dejó caer sobre su espalda, el hecho de que su capitán hiciera como sí no supiera nada de su situación dolía, en verdad lo hacía. Pero aun así lo entendía perfectamente, ¿Quién quisiera encarar a su mejor amigo ante todos esos rumores que corren por los pasillos?

Dicen que a las personas con un lunar cerca del ojo tienen talento y sabiduría, pero carecen de Felicidad. Koushi nunca creyó nada de eso, y sin embargo, cada noche al cerrar los ojos, lleva una mano hacia aquel distintivo lunar, queriendo borrarlo, como sí algo tan absurdo le devolviera su brillo, su alegría, su vida.

≈Para: Daichi (^-^)/
Asunto: No, desde hace mucho no.
Daichi, lo sabes, ¿verdad? Desde hace ya dos años cada día en la escuela es un infierno, lo único que me ha hecho mantenerme cuerdo era el club, pero Asahi se fue, a Nishinoya lo han suspendido y tú no me ves a los ojos desde hace mucho tiempo, ¿crees que no lo he notado? Sinceramente sólo quiero ponerle fin a todo, pero tengo miedo de hacerlo, ahora que han llegado los de primero, y nosotros estamos en tercero, no puedo dejarles desprotegidos, no quiero que sufran lo mismo que yo. No quiero que todo acabe antes de poder decirte lo mucho que te amo, y lo mucho que me odio por no poder respetar esos sentimientos...
Daichi, la próxima vez, ¿puedo permanecer a tu lado?≈

« ¿Enviar?»

Si
▶No

≈Para: Daichi (^-^)/
Asunto: Claro.
No te preocupes por eso, estaré bien uwu
Sólo me dolía el estomago, nada fuera de lo común. 
Y si, los de primero prometen mucho este año ^u^≈

A veces, ni él mismo se entendía, había ya llenado sus borradores con mensajes que nunca enviaría. Tal vez sólo era un aleteo inútil, un intento para volar más allá, lejos de todo y todos.

(...)

Ya era bastante tarde, y aquel dúo que no terminaba por soportarse el uno al otro, se le fue el tiempo entre las manos, Hinata no vivía muy cerca, y el manto de oscuridad de la noche abrigaba cada rincón de la prefectura de Miyagi, tras su primer encuentro con los otros de primer año, Shouyou tenía su espíritu en llamas, estaba totalmente impaciente para ya poder enfrentarles, y sin embargo, no conseguía que su posible futuro setter le diera una oportunidad.

El silencio iba y venía de entre los dos, mientras se dirigían a la salida de la escuela, hasta que una duda salió a flote de entre la mente del pelirrojo.

—Hey, Kageyama. —Le llamó, recibiendo un gruñido en respuesta, por lo que decidió Continuar. —Tú eres un alfa, ¿no?

Aquella pregunta hizo que Tobio se desubicara en su totalidad, tal vez era algo muy evidente, y le hacía recordar a cuando uso por primera vez aquella voz en el otro, estaba avergonzado por ello, pero no lo diría aún.

—Sí. —se limitó a responder cortante.

— ¿No te han dicho nada sobre esas gargantillas negras? —Dijo mientras se llevaba sus dedos al cuello, sosteniendo con su mano libre su bici. —He visto que muchos de los sempais lo tienen, y mayormente sólo alfas, como Daichi-san o Tanaka-san.

—No sé nada. —respondió. Ciertamente igual era algo que lo intrigaba, peri al preguntarles a los docentes simplemente se iban por las ramas para evitar el tema y sus compañeros de clase no rumoreaban mucha información, aunque Kageyama no era del tipo que anduviera indagando en cosas ajenas al Voleibol. —Pero supongo que pronto lo sabré. —se encoge de hombros.

—Que injusto. —Hinata aprieta los labios y suspira por la nariz. —Se ven geniales.

Tobio a veces se preguntaba sí el más bajo se olvidaba de su rivalidad, ya que, de un momento a otro ya se encontraba hablando de cosas triviales, como si fueran amigos de toda la vida.

Antes de poder opinar algo al respecto, había llegado el momento de separase, el camino a casa de Hinata era un poco más largo, y Kageyama ya había doblado sin si quiera decir un "Hasta mañana". Shouyou aún se cuestionaba sí serían capaces de ser compañeros. El pelirrojo siguió su camino sin darse cuenta de qué había hecho un puchero, subió a su bici, y condujo en dirección a su hogar, tal vez su madre estaba preocupada, nunca le gustó la idea de que uno de sus hijos estuviera solo, en las calles y a esas horas.

Y no era la primera vez que tomaba el camino equivocado.

— ¿Mnh? —se detuvo por un momento, analizando la calle que no conocía. Tal vez había doblado donde no era, o se había adelantado. Sea lo que sea, estaba perdido.

Miyagi no era una ciudad muy grande, pero no se le consideraba muy pequeña. A esas horas no podía leer o visualizar bien las señales y esa noche el alumbrado público fallaba.
Un maullido agudo hizo erizar su piel, se había detenido de repente, puesto un gato negro estaba en medio del camino, sus orbes verdes le miraron fijamente, como sí pudiera ver a través de él. Era como en esas películas de Terror que a Natsu tanto le gustaban y le obligaba a ver con ella, sólo que, en medio de un lugar desconocido, había escuchado lo peligroso que las cosas podían ser.

Había tenido un incidente así antes, pero cuando estaba en primaria, antes de todo, del Voleibol o del Pequeño Gigante, si quiera antes de definir su raza. Un pequeño polluelo había escapado de su nido, era un berrinche, un berrinche infantil que había ido muy lejos, había salido corriendo a todo lo que sus pies daban de su casa, y el pequeño Shouyou era rápido. Su madre ni siquiera tuvo oportunidad de seguirle. Había terminado en un lugar muy lejano a casa, y tenía miedo, tal y como ahora lo sentía; sus lágrimas salieron sin su consentimiento, tal y como ahora lo hacían, y una mirada le observaba con cautela desde las sombras, tal y como ahora le miraba.

Malos recuerdos. En la vida de un Omega no hay nada sencillo o tranquilo, pero a pesar de todo, tenían que seguir adelante. Su madre fue un apoyo enorme: su cariño, su calidez, su comprensión, su cuidado y su amor, le daba todo lo que necesitaba. Pero hay veces en que no podía evitar sentirse débil, y es por eso, que debía demostrar todo lo contrario, tenía que demostrárselo a todos, y a él mismo, porque inspiraba a muy alto, su mirada estaba fijo a algo más allá que el cielo, más allá de aquellas esponjosas y níveas nubes.

Pero hay cosas tras ese cielo azul, que te pueden hacer caer, caer hacía una realidad tan gris, una realidad que puede romper tus alas, para que todo quede en un aleteo, aleteo desesperado e inutil, anhelando, lo que un día pudiste ver entre ahí arriba, y jamas podrás volver a ver.

Aquella vez, cuando se había perdido, su madre había llegado a su rescate. ¿Ahora quién? No era una situación muy compleja, pero pequeñas gotas se fueron acumulando al pasar el tiempo y ahora están desbordando, ahora que nadie puede verlo.

—Tú, idiota, ¿Qué haces aquí? —una voz masculina le hizo dar un pequeño salto, y rápidamente, secó toda la humedad que se encontrara en su rostro.

—Kageyama. —Musito el nombre del tirano que se encontraba a sus espaldas, girando sobre sus tenis para encararlo. Prefería ignorar el 'idiota', no tenía caso pelear cuando estaban esperándole en casa. —¿Por Qué estas aquí? —cuestionó, y escuchó un resoplido como respuesta.

—Yo pregunté primero. —frunciendo el ceño, el azabache había comenzado a irritarse.

—Me perdí... —Musitó por lo bajo, con pena y miedo a que el otro se burlara.

—¿Qué? —hizo una mueca y miró de reojo al otro. —¿Cómo puedes perderte camino a tu propia casa? —exclamó, mientras el otro retrocedía unos pasos buscando su bici a unos centímetros.

—Sólo dime donde está la calle Z y déjame en paz. —frunció los labios mientras tomaba con una mano el manubrio del transporte a dos ruedas.

El de mirada azulada rodó los ojos y refunfuño un poco, para luego simplemente apartarse un poco, y señalar la calle por atrás de él, calle, que tenía una placa donde se podía ver claramente, cual era. 
Hinata se sintió ya muy tonto, y sólo dijo un "hasta mañana" y pedaleo retomando su camino.

Tobio se limitó a verle irse, iba muy rápido, tal vez esas eran de las razones por las que se perdía. Suspiró y miró de reojo las bolsas que llevaba, no sabía cuando rato ese pequeño pelirrojo andaba divagando entre las nubes, pero fue lo suficiente para que fuera a comprar algo, antes de ir a su casa. Pudo notar como las calles, esa noche en particular, eran más oscuras que antes, la luz de luna no llegaba, ya que las nubes espesaron tanto, que el tenue brillo de las estrellas, era lo que ayudaba a iluminar.

Había jurado que ese chico tan energético se encontraba llorando en medio de las calles, por lo que había visto en el poco tiempo de conocerse, era que era obstinado y ruidoso, pero valiente y determinado.

Kageyama sintió algo rozar su pierna izquierda, al voltear, Sólo pudo visualizar a un gato negro irse, tal cosa le había hecho erizar la piel, y tener un leve rasguño en el borde de su pantalón.

No era una buena señal, tal vez, como decía su madre, era un mal presagio, aunque no era supersticioso, Ciertamente podía ser espeluznante. Y no quería pensar mucho en ello, con los rumores que habían llegado hasta él ese mismo día, no quería saber nada, había terminado en Karasuno por no poder entrar a otra escuela y por el entrenador, pero estaba empezando a dudar de sí fue lo correcto. Realmente su "papel" nunca fue de importancia para él, pero ahora, ¿Qué tan cierto son los rumores que deambulan por los pasillos?

No quería que fuera verdad.

(...)

—Estoy en casa. —Anunció el rubio sin ganas, mientras dejaba su mochila en la entrada y se sentaba para quitarse los zapatos.

—¡Oh! ¡Kei! —Y al deshacerse del ultimo nudo, sus oídos se vieron interrumpidos por una voz familiar. Desde la puerta de la cocina, otro rubio se asomó con una radiante sonrisa. —Bienvenido.

Más, el menor ni siquiera le miró.

—¿No deberías estar en la universidad? —preguntó cortante, mientras le pasaba, yendo hacia las escaleras.

—Tengo libre unos días, ya que... —mencionó, antes de que el sonido de la puerta se escuchara para interrumpirle.

Akiteru borró aquella sonrisa, y la transformó en pesar. Había sido así desde hace unos años atrás, sabía que recuperar su imagen como hermano Mayor le costaría tiempo, pero no tanto. Era un martirio que su pequeño hermano no le mirara, no le hablara o si quiera se haya despedido cuando se fue de casa.

Dolía, siempre lo hacia, el adoraba a su pequeño hermano, y ahora lo trataba como a un completo desconocido. Daría todo lo que fuera, con tal de que las cosas fueran como antes, pasar esas noches de pijamadas donde veían documentales sobre los dinosaurios, cuando salían a comprar hamburguesas y papas con Tadashi, o miraban las lluvias de estrellas en el balcón de su recamara.

Pero no podía volver el tiempo atrás.

—Akiteru, ¿Kei va a cenar? —le preguntó la omega, mientras se acercaba a su hijo mayor.

—No, creo que deberías llevarle la cena más tarde. Estará estudiando, se veía muy apurado. —le comentó suspirando, embozando una sonrisa derrotada. —Má, ¿dices que Kei fue a Karasuno? —un tanto más serio al respecto.

—Si, esta en el mismo salón que Tadashi. Me sorprende que sigan con esa suerte. —sonrió mientras volvía hacia adentro de la cocina.

—Si... —asintió algo pensativo el joven, llevando su dedo pulgar a la comisura de sus labios, encerrando su uña entre sus dientes. Tendría que hablar con Yamaguchi de nuevo.

Sabía que le había dado una carga realmente grande al pecoso, pero no tenía opción, debía cuidar de su hermano menor, aunque no le dejara acercarse. Tal vez en el proceso, había puesto en riesgo al otro.

El mayor de los hermanos Tsukishima sacó su celular y marcó, debía saber que tenía planeado el menor. De otro modo, ¿Por qué Karasuno Si odiaba esa escuela?

Sólo rogaba para que este no andara en malos pasos, palpando un terreno tan frágil, como el borde de un acantilado.

—¿Si, Akiteru-niisan? —Se escuchó al otro lado de la línea.

—Tadashi, ¿Puedo ir a verte después de la escuela?

Realmente no quería volver a ese lugar, ese lugar que le dejó una marca permanente, que le separó de su hermano, que lo rebajó hasta el punto de sentirse una completa basura, que le había hecho caer duramente, antes de siquiera aprender a volar. No dejaría que pasara de nuevo.


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