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El Palacio Carmesí [SEUNGCHUCHU] por DaftGray

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Un fuerte estruendo resonó por toda la casa, sus dos hermanas yacían en la habitación, cuidando de su madre, la que estaba gravemente enferma de tuberculosis.

— ¡Abran la puerta, mierda! — exclamó violentamente, un hombre, mientras intentaba tirar la puerta.

Phichit solo observaba toda aquella situación, totalmente nervioso, junto a su padre, quien, yacía arrodillado en el piso, acabado.

— ¡Somos guardias del palacio real! — exclamó un hombre, mientras golpeaba fuertemente aquella puerta de madera — ¡si no nos abren ahora mismo, tiraremos la puerta! — advirtió.

Aquel padre de familia, solo yacía en el piso, destruido. Ya no había más que hacer, ya no había escapatoria... nadie podía huir de la poca compasión de la familia real.

— Padre... — susurró el moreno, intentando calmar la situación — por favor, cálmate, habrá alguna forma de arreglarlo, nuestros ahorros, nuestro ganado, nuestra artesaní...

— ¡Ya no hay nada Phichit, no hay nada de eso! — exclamó el señor, totalmente fuera de sí, sollozando.

Un fuerte nudo en la garganta se aferró en el menor, sentía como toda la desesperación se apoderaba de su psíquis.

De pronto, de un movimiento violento, la endeble puerta de la casa, cae al piso, dejando entrar a cuatro guardias del palacio real, quienes, venían acompañados de mortales espadas.

— ¡No, padre! — exclamaron las hermanas, observando desde la habitación, como los guardias reales forcejeaban con el señor

— ¡Suéltenlo! — exclamó Phichit, intentando forcejear contra los cuatro guardias.

— ¡Déjate de estorbar, basura! — exclamó uno de los guardias, golpeando fuertemente el estómago del menor.

El moreno, se arquea ante el golpe, y un flujo de saliva sale sorpresivamente de su boca, ante tal violenta acción.

— Cuida de tus hermanas, Phichit... — susurra su padre, mientras era llevado por los guardias.

Y es que, esa era la forma en que, la familia real, cobraba sus deudas.

En aquel reino, los pobladores de la aldea, podían optar a solicitar préstamos a la realeza, a costo de altísimos intereses, por lo que, muchos aldeanos no lograban pagar sus deudas en el tiempo pactado.

Esto, era un mal presagio para aquellas familias de humildes ingresos, pues, la familia real, tenía una forma especial de cobrar sus deudas con quienes no cumpliesen; se cobraban la deuda, haciendo parte de la servidumbre a un miembro de la familia, preferentemente, al jefe de la morada.

Y eso, es lo que había ocurrido con la familia de Phichit. Una familia forastera, proveniente del sureste asiático, cuyo rubro del que vivían era solo la artesanía, lo que no dejaba muchos ingresos. Sus hermanas, eran menores de edad, y solo se dedicaban al cuidado intensivo de su madre enferma. Por otro lado, Phichit y su padre, se dedicaban a la artesanía y la pintura, siendo los dos, el sostén de la familia.

— ¡Les estoy diciendo que suelten a mi padre, hijos de puta! — exclamó emputecido el moreno, alzándose por detrás de los guardias, y tomando a uno por el cuello.

— ¡Phichit, ya basta! — exclamó su padre, siendo retenido inmediatamente por los guardias.

— ¡Ya basta, niño! — ordenó un guardia real, golpeando en la cara al moreno — ¡un poco de respeto por tu autoridad!

Más Phichit, no hizo caso. No permitiría que se llevaran a su padre.

— ¡Si quieren a alguien realmente eficiente, aquí lo tienen! — exclamó, poniéndose de pie — ¡mi padre es un anciano, yo podré servir sin problemas a su majestad! — exclamó.

— Phichit... — susurró su padre, atónito.

El guardia real, a cargo de aquella patrulla, le mira fijo, analizando lo dicho anteriormente.

— A ver, continúa... — exigió.

Phichit sonrió.

— Mi padre es un anciano, él ya no tiene energía para los trabajos que requiere la ilustrísima realeza. Yo soy un joven de tan solo veinte años, podré rendir eficientemente, podré servir a su realeza cuántas horas sea necesario, sin tener agotamiento. Mi padre será para ustedes solo un estorbo. — explicó convincentemente — por favor, llévenme a mí, se los suplico. — concluyó.

Los guardias se miraron entre todos, al parecer, Phichit había logrado convencerlos, después de todo... lo que decía era verdad.

— Bien — dijo el guardia a cargo de la patrulla. — irás con nosotros.

— ¡Phichit, no! — exclamó su padre, siendo liberado por los guardias.

— Váyase anciano, su hijo tiene razón, en realidad usted sería un estorbo para la familia real. — concluyó un guardia.

El padre de Phichit abrió los ojos de la impresión, miro con desconcierto a su hijo, quien, era amarrado de las manos, por uno de los guardias.

— Phichit, no...

— Padre — interrumpió el moreno — todo estará bien... — susurró

— P-pero...

— Mi madre y mis hermanas estarán bien contigo, padre — susurró — por favor, a mis hermanas dales un abrazo, y a mi madre... dale un beso de mi parte. — concluyó, con sus ojos cristalizados.

— ¡PHICHIT! — gritó de forma desgarradora su padre, mientras que, observaba como su hijo era alejado por los cuatro guardias, rápidamente.



 

Rápidamente, Phichit fue llevado hasta el palacio de la familia real, el que, se encontraba casi al final de la aldea.

Al entrar en el lugar, el menor, pudo percatarse de inmediato de lo lujoso y resguardado que estaba el sitio.

— Es hermoso... — susurró, admirando el patio exterior del palacio.

— ¡Sólo mira hacia adelante! — le exclama uno de los guardias, tomándole de la cabeza y agachándosela.

Por el rabillo del ojo, Phichit pudo observar la gran concurrencia de servidores que estaban a disposición de la familia real. Especial atención tomó Phichit, al verificar que, se trataba de hombres jóvenes, en su mayoría, los que, seguramente al igual que él, se habían arriesgado por sus propias familias, decidiendo someterse a la servidumbre del rey.

— Ya hemos llegado, esclavo. — rio uno de los guardias que llevaba a Phichit, mientras que, le hacían subir unas escaleras.

Y fue cuando entonces, Phichit subió la vista, y pudo observar...

— ¿Quién es él? — resonó una autoritaria voz, con un fuerte timbre, por toda aquella lujosa sala central del palacio.

— Es hijo del señor Chulanont, su majestad. — respondió un guardia, con cierto temor en su voz. 

Phichit, subió la mirada hacia la persona sentada en un trono, en la altura, quien, estaba rodeado de varias servidumbres, que le atendían, con la cabeza agachada.

— ¿Por qué no ha venido su padre? — preguntó, con molestia.

— Él ha decidido venir por su cuenta, majestad. — contesta el mismo guardia.

El rey, hace una mueca de desagrado en su rostro.

— Tu nombre — pidió.

— E-eh, bueno... — balbuceó el moreno, torpemente, invadido por el susto y nerviosismo.

— ¡Te han preguntado por tu nombre, bruto! — susurró un guardia, en el oído de Phichit.

— ¡Ah! — exclamó Phichit, nervioso — Phichit Chulanont, majestad — replicó.

El rey, sonrió triunfante.

— Bien, Phichit... — susurró — desde ahora, eres uno de mis servidores, hasta que, saldes la deuda de tu familia, la que es estratosférica. — le recordó.

— Lo sé, señor. — contestó el menor.

— Pero no vas a servirme a mí, Phichit — dijo el rey.

El moreno, subió la vista, confuso, sin entender a qué se refería el rey.

— Servirás a mi hijo, el príncipe Seung — dijo determinantemente.

— El príncipe Seung... — pensó Phichit, conmocionado.

— Yo ya tengo demasiados servidores bajo mi mando, es a mi hijo Seung, a quien se le hace necesario servidores, por lo que, serás el servidor personal de Seung. — determinó.

— ¿Servidor... personal? — susurró Phichit, sin entender la diferencia entre servidor, y servidor personal.

— Phichit, la deuda de tu familia es tan alta, que siendo solo un servidor, no alcanzaras a pagarla — se detuvo — por lo que, serás su servidor personal; eso conlleva, a que debas atender personalmente al príncipe, desde que amanezca, hasta que anochezca, ¿lo entiendes?

— Sí, su majestad — replicó Phichit, sin objeciones.

— Bien — sonrió el rey — entonces llamen a mi hijo Seung, díganle que le he conseguido un servidor personal.

Uno de los guardias reales, fue el encargado de llamar al príncipe, el que no tardó en hacerse presente en la sala principal del palacio.

— Padre, ¿me has llamado? — preguntó Seung, haciendo una pequeña reverencia.

— Tu servidor personal, Phichit Chulanont — le explicó, alzando su mano hacia Phichit, quien, aún se encontraba amarrado.

Seung le dirigió la vista a Phichit, ambos se miraron a los ojos, y ese... fue el primer cruce de vistas que tuvieron.

El príncipe Seung, llevaba ropas elegantes, y su presencia era majestuosa. Muchas de las servidoras allí presentes, susurraban a sus espaldas, cada vez que le veían.

— Suéltenlo — ordenó Seung

— S-sí, su majestad — dijo uno de los guardias, mientras que desamarraba a Phichit.

El moreno, se sobó ambas muñecas tímidamente, su vestimenta y su presencia, irradiaban cierta ternura.

— Vamos — exigió el príncipe Seung, haciendo un ademán con su mano a Phichit.

— S-sí, su majestad — contestó el moreno, corriendo al lado de Seung.

— Su majestad, le acompaño... — se entrometió uno de los guardias, intentando seguir a Seung.

— ¿Qué estás haciendo? — preguntó, con molestia el príncipe

— B-bueno, usted entenderá... este pueblerino es nuevo en el palacio, y usted podría estar en peligr...

— Déjame en paz, él es ahora mi servidor personal, déjenos solos. — ordenó, con una mirada fulminante.

— S-sí, señor...

— Vamos, Phichit — ordenó el azabache.

— S-sí... — susurró el moreno, siguiendo por detrás al príncipe, alejándose ambos por las inmensidades de los pasillos del palacio.

Phichit sintió miedo. Realmente, el príncipe Seung tenía una voz intimidante y autoritaria, lo mismo ocurría con su majestuosa presencia.

¿Qué es todo lo que el destino depararía a Phichit?, aquello solo había sido el comienzo de un sueño bastante incierto, con distintos matices, demasiados impredecibles.

Phichit, jamás imaginaría que, en las inmensidades del palacio, encontraría tantas experiencias, tanto gratificantes, como traumatizantes, y, en especial... que en las inmensidades del palacio, y en lo temerario del príncipe... hallaría a quien fuese su alma gemela.


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