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A partir de escombros por CHKDSK

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Qué pereza. Me estiro levemente en mi nueva cama. ¿Ordenar todo de nuevo? Paso. Me levanto y me siento frente al monitor de mi portátil, buscando algo que hacer, pero falto de ideas, vuelvo a tumbarme y coger el móvil.

Veo la ventana por encima del marco de la pantalla y recuerdo cómo hace horas antes todo seguía en un cómodo estatus quo. Mi carnet de identificación universitario yace en mi escritorio. Álex, 19, primer curso. Bonito resumen de mi vida, supongo. Son las 2 de la madrugada y sigo nervioso.

Me he mudado a una ciudad al sur de mi país porque aquí está la mejor universidad para estudiar lo que me interesa. Llegué a mi nuevo piso dos semanas antes de comenzar las clases pero ayer una vivienda cercana se derrumbó y han clausurado el vecindario, así que nos han movilizado a unos apartamentos provisionales hasta que decidan si se puede volver al barrio o debe derribarse. Así que… aquí me encuentro… nuevo piso, todo desordenado de nuevo y mañana el primer día de clase… mátenme.

El despertador me obliga a abrir los ojos. Lunes. Dos horas para empezar las clases. ¿Cuándo me dormí? Bah, qué más da. Voy a ducharme. Como siempre el agua candente de la ducha me hace parame a pensar. ¿Haré amigos? ¿Serán amigables? ¿Dónde están las llaves, matarile, rile, rile? Vaya dilemas. Sinceramente… sé que voy a volver a estar solo, nunca he sido bueno en eso de hacer amigos, no soy ingenioso, carismático o guapo, nunca nadie se ha dignado a cruzar palabra conmigo, no va a cambiar nada.

Salgo de la ducha y me visto, aún falta una hora. Entro en mi cuarto y preparo la mochila. Casi mejor que me voy ya, me conozco, capaz que me pierdo y no llego a tiempo.

Salgo por la puerta del edificio y bajo la cuesta que lleva a los complejos universitarios. No hago más que ver grupos de amigos comentando lo divertido que se avecina el curso. Parecen agradables… en fin. Gente de lo más pintoresco van de aquí a allá comentando trivialidades o simplemente riendo, yo sigo a mi bola mirando el suelo mientras escucho música.

Llego a mi universidad y entro en la clase asignada, me siento en el asiento más alejado, junto a la ventana, nadie me verá y podré distraerme. La clase se llena rápidamente, ya se han formado  grupos de personas, la mayoría se conocen.

En mitad de la explicación de cómo orientarán el curso, se oyen unos gritos a lo lejos. Paran. La profesora nos mira, ignorándolo. La puerta se abre de par en par a una velocidad tan vertiginosa que golpea a un pobre inocente que estaba al lado. Una chica rubia, algo más alta que yo, con gafas y muy enfadada se encuentra bajo el umbral, sosteniendo su teléfono contra su oreja, roja de ira.

-¿Pero quién coño te crees para dejarme, so mierdecilla? YO soy todo tu mundo. TU MUSA, TU PUTA NOVIA, JODER. A MÍ NO ME DEJAS, ¡RENUNCIO! –Grita al teléfono y acto seguido cuelga, echando una fiera mirada a la clase- ¿Qué miráis?

Busca con la mirada y ve que el pupitre a mi lado está vacío y se aproxima. ¿Por qué a mí? Piradas a mí no, por favor…

Me mira por el rabillo del ojo, analizándome, por mi parte yo sigo mirando por la ventana, hay una linda vista de un patio interior con árboles y bancos donde los estudiantes se sient-

-No estoy loca, ¿Sabes? Ese cabronazo me ha dejado porque una guarra más guapa que yo, le ha estado intentando ligar durante un tiempo y ha cedido. –suelta interrumpiendo mis pensamientos. No me mira, en su lugar mantiene la mirada fija en la mesa. Parece que le afecta de verdad.

-L-lo siento. –Musito.

-¡No lo sientas, hombre! Eres buen tío, te lo veo, por eso me he venido a sentar aquí.

-… –¿Qué coño respondo yo a esta loca?

-¿Cómo te llamas? -Me dedica una sonrisa cálida.

-Á-Álex…

-Encantada, ¡soy Miriam! Yo a ti te he visto… ¿Estás en el bloque de pisos Díredo?

-Pues sí.

-¡Oh! Así que eras de la Calle Milenio… ¿Vivías allí?

-Alquilé un piso allí, pero supongo que ya sabes que nos movilizaron por el derrumbe…

-Y tanto que lo sé… la casa que se derrumbó era la de mi abuela. Por suerte solo se murieron los de la primera planta, ella no estaba en casa. Ahora ella está en tu bloque de pisos, en el noveno C, ¿Y tú?

-Noveno B. – ¿Acaba de decir que menos mal que solo han muerto los de la primera planta?

-¡Por eso te reconocí! Debí verte cargar con la maleta y las bolsas al visitar a mi abuela.

-¡Ejem! –Grita la profesora- Quien no quiera atender, puede no hacerlo, pero mejor que se callen o no vengan.

-CALLA, ¡MALEDUCADA! ¿NO VES QUE NOS ESTAMOS CONOCIENDO? –Grita Miriam.

 

-¿…cómo hemos acabado en el pasillo? –Me pregunto en voz alta sentado en un banco del hall, esperando a que Miriam saque un café de la máquina a mi lado.

-Esa zorra es tonta, pasa de ella.

-¿Pero el primer día? ¿Por qué a mí…?

-Bueh, tenemos que esperar a que acabe la clase, demos un paseo, ¿Te parece?

-Claro.

Salimos al patio que se veía desde la ventana del aula, y empezamos a andar relajadamente junto a los muros.

-¿Dónde has dejado a tus amigos? –Pregunta.

-…no tengo.

-Uy... Estooo… ¿Eres nuevo en la ciudad? Tu acento te delata.

-La verdad es que sí.

-¡Entonces no te preocupes! Yo tampoco conozco a nadie, nací aquí pero mi familia se mudó a un pueblo donde, obviamente, no hay universidades.

-Comprendo.

-¡No seas tan tímido! Venga, que hoy no hay clase real, son solo las planificaciones del curso, ¡Vámonos!

Me coge de la muñeca y sale corriendo a un ritmo moderado. La sigo el ritmo mientras ella sube unas escaleras que llevan a lo alto de la montañita cercana a la facultad. Cuando llegamos a lo alto me suelta y se tira en el suelo, entre unas flores ubicadas en la colina que da al otro lado de las facultades. La imito y me tumbo a su lado. Se aprecia una bella meseta verde y un río que se pierde en el horizonte.

-Detrás de esas montañas de allá, está mi pueblo. –Dice señalando la lejanía.

-Vayamos algún día. –Digo casi sin pensar.

-¡¿Sí?! ¡Es la primera vez que te veo sugerir algo!

-Je, je… perdón, es que me cuesta perder la timidez.

-Es normal. ¡Yo te enseñaré a ser más sociable!

Me río y ella responde con otra carcajada, es agradable conocer a alguien que me habla sin intereses de fondo, para variar.

 

Es hora de despedirse, llevamos un rato aquí y es hora de comer, nos despedimos, nos intercambiamos los números de teléfono y ella baja unas escaleras que van por el camino opuesto al que yo tomo.

Repaso mentalmente la mañana. Resulta que vive al otro lado de las universidades… es una lástima, me habría encantado ir juntos por las mañanas a la facultad. Es una chica agradable, juega hockey los viernes y suele visitar a su abuela. Suele tener prontos cuando algo la parece injusto, pero no lo hace con mala intención, me ha caído realmente bien.

Sin previo aviso un niño gira la esquina y choca de frente contra mí, tirándome de espaldas. Alguien me sujeta envolviéndome el pecho con sus brazos.

-¡A ver si miras por dónde vas, estúpido! –Grita el niño antes de seguir su camino a toda velocidad.

-Putos niños… cómo odio los críos. –Susurro.

-¿Estás bien? –Dice quien me tiene sujeto.

Me incorporo y me giro, viendo a un chico bastante más alto que yo, de pelo corto castaño, que me mira preocupado.

-S-sí…

-Los niños de por aquí suelen ir sin mirar porque como todo son calles peatonales… en fin, me alegro de que estés bien.

Asiento silenciosamente, vuelvo a ponerme mis auriculares y continúo andando. Vaya mala pata, lo siento por ese pobre chico, ese niñato casi nos tira a los dos, maleducados… Me giro buscando con la mirada al pobre chico que me tuvo que sujetar, pero ya no está, debió haber cambiado de vía o a saber. Vuelvo a mirar al frente.

-¡Buh! –El chico está ahora frente a mí y con un movimiento de manos ante mi cara, me sobresalta haciéndome caer de espaldas, pero me sujeta del antebrazo evitándome una segunda caída.- Je, lo siento, no esperaba que te fueras a asustar tanto.

-…soy de susto fácil, la verdad. –Río tímidamente.

-Ya veo, ya. Disculpa. ¿Estudias por aquí?

-Sí, en esa facultad. –Señalo con el índice al edificio gris brillante en la lejanía.

-¡Haala! Yo en la de al lado. Tercer curso de odontología, ¿Y tú?

-Primer curso de filología inglesa.

-Pareces mucho más pequeño de lo que realmente eres, peque. –Dice sacando la lengua.

Me quedo mirándole sin saber reaccionar.

-¡No te lo tomes a mal! ¡Es broma! Venga, vámonos juntos, ¿Te parece?

-Eh… vale, gracias. –Intento sonreírle pero la timidez me impide acabar de esbozar la sonrisa.

Comenzamos a movernos, con algo de suerte tendrá que desviarse pronto. Oye, ¿En estos casos no se supone que hay que desconfiar? ¿Y si me secuestra o algo? Levanto la cabeza para mirarle y analizarlo todo un poco, pero me devuelve la mirada sonriendo. La aparto rápidamente, detesto el contacto visual con las personas, me pone muy nervioso, siempre lo evito.

-No te voy a comer. –Dice en tono burlesco.

-Perdón…

-¿Por?

-N-no sé. –Este tío me pone incómodo.

-¡Ja, ja, ja! Anda, tranquilo. No eres de aquí, ¿Cierto? Tienes un acento muy… no sé, parece que estés cantando cuando hablas.

-Soy del norte del país.

-Halaa… ¿Y qué haces tan lejos del nido? ¿Viniste con tu familia?

-No… estoy solo en un piso de alquiler.

-Si te sientes solo puedo acompañarte, seguro que seguimos el mismo camino por las mañanas. –Dice sonriendo. Es un secuestrador, seguro. Demasiada amabilidad desinteresada.

-Gracias. –Sonrío de vuelta.

-Mira, yo estoy solo también, mi familia es de un pueblo cercano y para mantenerme tengo que trabajar en un bar de allí los fines de semana. ¿Quieres que pillemos algo de comida rápida y comamos en mi piso? –Alerta roja, este seguro que ya se está pensando el mensaje que mandar a mi familia cuando me secuestre.

-Tengo que comprar esta tarde, así que no puedo. Perdón. –A ver si cuela.

-¡Claro! Lo siento, no te preocupes, sé que debe ser incómodo, solo quería ser amable, aquí solo conozco a mi novia así que…

Vale, soy un hijo de puta magistral.

-La verdad… no tengo nada que hacer esta tarde… me daba vergüenza.

-No te preocupes, peque. Lo entiendo. Entonces… ¿Nos vemos mañana y vamos juntos a la uni?

-Claro, me encantaría. –Sonrío.

-Pues en este mismo cruce a las 8 de la mañana.

-¡Vale, monseñor!

Se ríe, no me paré a pensar en lo que decía, me gusta decir tonterías, pero solo cuando cojo confianza. Quizás he metido la pata.

-Pues, ¡Hasta mañana! –Dice cruzando la carretera con el brazo alzado.

Devuelvo la despedida agitando la mano levemente. Ando unos metros y vuelvo a girarme, le veo dando un besito en los labios a una chica un poco más alta que yo, pero menos que él, pelinegra y con un piercing en la nariz. Se les ve felices, qué adorables. Me doy la vuelta y continúo la caminata hasta llegar al piso.


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