Yo lo supe antes que tú por umikurumi

Zoro estaba en alguna parte del castillo de Mihawk, cubierto de vendas, durmiendo, después de un arduo entrenamiento.

Hoy vamos a entrar en su sexy sueño:

Estaba en el acuario del Sunny. Él nunca iba ahí, pero ahí estaba, sólo iluminado por la luz azul en la pecera.

De la nada, Sanji iluminado apenas por el cigarrillo estaba ofreciéndole sake, de un modo poco usual en el cocinero: bebiendo un trago, mientras se derramaba una gota por su cuello, con una mano en la cintura sosteniendo su cigarro.

Dejó de beber y lo miró, de arriba hacia abajo lo miró, con una lujuria tal en su rostro que, el frígido Zoro reaccionó a ella sin ser tocado -maldición- dijo mirando hacia abajo, donde su miembro estaba erguido y poniéndose más colorado que el cártamo -No te preocupes Marimo- dijo el otro arrodillándose entre sus piernas -tómalo como un favor entre almas necesitadas- dijo abriéndose paso entre la ropa de Zoro -¡Oí! ¿Qué haces?-dijo completamente fuera de su terreno de batalla.

Sanji le dio una calada al cigarrillo, y luego lo apagó en su zapato. Mantuvo el humo dentro de sus pulmones y luego lo sacó sobre los testículos de Zoro, el cual se limitó a gemir. Cuando el humo se acabó, Sanji comenzó a acariciarlo con delicadeza en la parte de los testículos, mientras lamía un poco el frenillo en la punta.

El ambiente del sueño cambió, cuando volvió a mirar, estaban en algún hotel, Zoro acostado y entre sus piernas el rubio. Sanji ya estaba desvestido y se estaba preparando para él, con tres dedos, mientras besaba sus muslos y succionaba en la punta -Zoro... Aquí- dijo posicionándose encima de él y colocándolo entre sus piernas. Tomó con los dedos el glande y lo puso en su entrada -Rápido... Zoro... Por favor- decía entre gemidos -Pero Sanji...- y el mencionado lo miró, con la misma mirada que al inicio -no me hago responsable si pierdo el control- Sanji desesperado lo introdujo en él - no espero nada menos... Marimo~ -dijo gimiendo en su oreja, con una voz que Zoro no esperaba.

Empezó con fuerza, violento y rápido. El rubio se aferraba con sus piernas a la cintura de Zoro, que cuando se cansaba, besaba al otro con pasión, en la boca, en el cuello, en las tetillas. Era una bestia y revolvía al otro entre gemidos y sudor.

Sanji no dejaba de dar gritos y gemidos. Estaba perdido en el éxtasis-Zoro.... Te quiero... Zoro...- decía entre gemidos. Cuando por fin iban a correrse juntos, despertó. Sudando, jadeando, con sed... Y aunque se había venido ya dos veces al parecer, hecho un palo.

Se masturbó, con los gemidos del rubio, que vibraban aún en sus oídos. Se acarició como lo hizo Sanji en su sueño y se vino de nuevo. Se cambió la ropa y luego le entró sueño, y volvió a dormir.

A la mañana, sólo seguían en su memoria, los increíbles gemidos en su sueño, y nada más.