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Me conocen como... StarLord (porque Llanero Solitario suena mal) por YamilSarqueloth

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Notas del fanfic:

Este fanfic está dedicado a todo/as quienes necesiten este ship.

P·A·R·T·E – 1


U·N··M·A·L··A·T·R·A·C·O


 


 


SaNgRe y TuBeRíAs.


 


¡Puta madre! No, no madre. Padre, puto padre, las madres son santas y a mi padre ni lo conozco, que el puto sea él. Siento suavemente el líquido cálido y vital emanar de una herida dolorosa, una herida recibida por mi culpa, el problema es que no está en mi cuerpo y si bien, yo también estoy sangrando, esta sangre que corre por mi costado no es mía.


 


— ¡Mierda! Perdón, perdón de verdad, no creí que la cagaría tanto, Yondu... Puta, perdón. No lo vi.


 


Intento que la voz no se me quiebre ni tiemble mientras trato de arrastrar al alien secuestrador de infantes al que ayudo a caminar mientras él se aprieta las costillas intentando parar la hemorragia. Creo que nunca la he cagado tanto.


 


— Hey, chico... cierra el pico y sácame de aquí. ¿Oka?


 


Lo conozco, intenta hablar como si no fuera la gran cosa, también está tratando de ocultar las ganas de partirme el culo a patadas y sacarme la madre a puñetazos. En el fondo soy su consentido, incluso en esta situación se hace el fuerte, pero está pálido, su sangre me baña el costado del cuerpo y la ropa ya está húmeda y tibia por culpa de mi error. Y aunque más tarde lo niegue, su voz se desvanece a pesar de que el muy hijo de puta crea que hacerse el fuerte y estoico me convence de que está bien. Lo conozco, sé que esta vez es grave.


 


La maldita nave parece ser del tamaño de un planeta, o quizás mi desesperación me hace creer que es más gigante de lo que esperaba, los mapas que consiguieron los de la tripulación son pura mierda, están desactualizados y en jeroglíficos alien que no entiendo... ¿Es tan difícil poner el pendejo mapa en un idioma leíble? Las tuberías parecen no estar tan modificadas, por allí estamos huyendo y siento a mi capitán cada vez más pesado, cada vez depende más de mí para avanzar. Si el mapa no está muy lejos de la realidad, solo nos quedan dos kilómetros para la salida más cercana a nuestra nave, digo, su nave, la nave de los Ravagers, mierda, ya me estoy enredando en pensamientos inútiles.


 


— Yondu. Oye.


 


Lo miro y noto que aún está consciente, suda en frío, pálido y notoriamente cansado. Me detengo y lo dejo apoyarse entre unas tuberías y una pared, la pared queda teñida de su sangre al deslizarse trabajosamente hasta el suelo y sentarse comiéndose los quejidos o reclamos. Yo aprovecho de tomar aire y recuperar el aliento, hace un par de kilómetros que no nos siguen, las alarmas de la nave a duras penas son notorias desde las callejuelas y pasillos entre desechos y tuberías en las que estos dos ladrones están ahora tirados.


 


— Yondu, yo...


— Gasta aire en sacarnos de aquí, chiquillo — dice a duras penas mirándome de reojo.


— Lo siento — la voz me tiembla, y él lo nota. Sonríe de medio lado y se aprieta con más fuerza el costado ensangrentado. Está a punto de decirme algo y su rostro se endurece y su boca suelta un silbido. Antes que me de media vuelta, el guardia de piel cobre cae muerto a mi lado y la flecha de Yondu vuelve a su sitio designado, en su funda a un lado de la cadera de su amo.


— Presta atención, chico. La idea es salir vivo de esta mierda.


 


Me quedo callado y humillado, Yondu está desangrándose malherido y aún así sigue salvándome el culo. Recuerdo amargamente por qué estamos allí.


 


 


 


Un PuTo HiLo.


 


El plan iba de maravilla, un trabajo simple pero temerario, asaltar la nave V-117 de los Aurapegg y robar doce de las veintemil doscientas treinta y seis celdas de energía de la jodida nave. Era simple, tres hombres, yo y Yondu, entraríamos con el mapa que Skrag había duplicado, llegaríamos a las celdas, sacaríamos doce, saldríamos y todos felices. Los Aurapegg son conocidos fracasados amantes de la pereza y el poco esfuerzo, lo único decente que han hecho fue hace doscientos años y fue fabricar estas malditas celdas de energía, luego de eso construyeron robots que hacen todo por ellos, lo hacía todo más fácil, era como entrar a un banco nacional y que solo hubiera un par de perros como guardias, solo perros. Pero claro, todo salió de maravillas, el mapa de Skrag estaba desactualizado, la mayoría de los Aurapegg estaban de carnaval en casi toda la puta nave, las celdas estaban medio kilómetro más a la derecha y diecisiete metros sobre un núcleo de metales al rojo vivo, había el doble de guardias, uno de los imbéciles que iban con nosotros decidió traicionarnos y yo, como cereza de la torta, corto un hilo de seguridad. De todos los cagazos que he cometido, este se gana el premio.


 


“Chico, vigila el sistema de seguridad” y yo de estúpido voy y corto un hilo con el pie al entrar a la cabina de seguridad, saltaron las alarmas, nos cayeron encima docenas de guardias, nuestro querido topo cogió doce celdas de energía y huyó por un pasillo a más no poder, no sin antes intentar matar a Yondu a balazos, pero como buen “trooper”, no dio ningún tiro. Juro que no vi el hilo, pero mentiría si no admitiera que no lo estaba buscando, pase por completo por alto su presencia, se supone que los Aurapegg son tan tecnología-lovers que no me esperaba un estúpido hilo de seguridad, esperaba escanners biométricos o cosas así, no un arcaico y primitivo hilo.


 


En un par de segundos solo quedábamos Yondu y yo. Yondu disparando y dirigiendo su flecha con silbidos mientras yo cogía doce celdas más disparando y evitando balas. Únicamente se escuchaban silbidos, balas y la odiosa alarma... hasta que uno de los guardias alcanzó a acertar un tiro en mis propulsores. Me desestabilizó, perdí por completo el control del otro propulsor, el equilibrio murió y en un abrir y cerrar de ojos estaba en el suelo, el golpe me dejó aturdido un par de segundos, escuché a Yondu gritar algo y luego dolor, tanto dolor. Los guardias Aurapeggnianos estaban disparándome una especie de frecuencia que salía de unos bastones, podía sentir mi cabeza resonar y cómo me sangraban los oídos y la nariz, el dolor en cada hueso se intensificó hasta que cesó de golpe. No podía abrir los ojos aún. “Mueve el culo, Quill. Párate” Fue lo único que oí antes de escuchar un disparo y sentir la sangre de Yondu salpicar mi cara. Abrí los ojos de golpe, allí estaba el cabrón azul cubriéndose la herida con una mano, encabronado por mil y silbando como loco mientras caían los soldados por decenas reventados. Podría jurar que sus ojos estaban más rojos que nunca.


 


La había cagado por dos, primero no había visto el puto hilo. Y segundo y peor, había logrado que Yondu recibiera un balazo por mí. Si el cabrón no me molía a golpes, lo harían el resto de los Ravagers. Al menos aún tenía las dieciséis celdas de energía, porque no podía robarlas justas, si una se arruinaba llevaba de repuesto, me parece lógico, ¿no? Me levanté mareado y con nauseas, me sangraba la nariz y los oídos, no podía escuchar bien la verdad, o enfocar la vista. El gran capitán pirata me cogió de un brazo y me obligó a salir corriendo del lugar. Cuando por fin pude reaccionar a media capacidad, revisé los planos y sugerí las tuberías, Yondu me sonrió de mala gana y seguimos corriendo evitando a guardias o disparos. En una de las tantas curvas cerradas estaba nuestro traidor, con las celdas reventadas junto a él, desangrado. Por fin pude detenerme a pensar en que ese habría sido mi destino si mi secuestrador no hubiera intercedido... y más encima recibió un disparo por mí. Soy su favorito en toda la nave aunque jamás lo quiera admitir. Entramos a duras penas a las tuberías y entonces siento que debo recuperar el aliento, quizás así mi vista deje de estar tan borrosa. Antes de dar la primera bocanada de aire siento su mano limpiarme la sangre de la cara de manera tosca, me toma por sorpresa, hace muchos años que no hacía eso. Enfoco la vista y allí está, el infeliz me mira divertido. Al menos ya no está tan molesto.


 


 


 


LíMpIaTe EsAs LáGrImAs


 


Tener doce años en una nave espacial pirata suena divertido cuando eres un niño pequeño y tonto que cree que la galaxia es todo aventuras sin peligro real. Pero no, es terrible. Yo a mis doce estaba hasta la coronilla de limpiar esa pocilga mugrienta de nave, tener que recibir golpes y amenazas constantes. Sin mencionar que por ser flaco y más pequeño me obligaban a meterme entre circuitos remendados sobre los remiendos para “repararlos” o reconectarlos, o dentro de los cañones para ajustarlos. Cada vez que no hacía algo bien volvían las amenazas y los empujones, si me defendía era peor, era entonces cuando llegaban los golpes. Una vez hice enojar a uno de los idiotas y me dio una paliza, luego le partí una botella en la cabeza, y antes de que todo fuera violencia pura aparecía él, el violento capitán de los Ravagers, Yondu Udonta. La pelea paraba y Yondu me cogía de una oreja o del brazo y me alejaba del problema reclamándome y sermoneándome, gritaba a los cuatro vientos que me iba a corregir a golpes y me arrastraba de mala gana. Cuando llegábamos a su “camarote de capitán” cerraba la puerta y me miraba con reproche, yo miraba al suelo taimado como cualquier crío de mi edad, tragándome las lágrimas y secándome la sangre que emanaba de mi nariz con la mano. El alien secuestrador suspiraba profundamente y traía una caja llena de cosas que hacía normalmente de botiquín de mano. Hurgaba en la miserable caja y comenzaba a curar cada magulladura con algún ungüento y con un poco de tela me limpiaba la sangre de la cara.


 


La verdad, lo odiaba. Odiaba a todos, extrañaba mi planeta, mi vida, pero sobretodo a mi mamá. Pero ella ya no existía en este mundo, sin importar al lugar que fuera de la galaxia ella no estaría allí, así que bien poco me importaba estar en Terra o en la nave de Yondu. El mundo había perdido su color.


 


Sin darme cuenta siempre pasaba lo mismo, me metía en peleas, Yondu me salvaba fingiendo reprenderme a golpes en privado, me llevaba a su camarote y me curaba mientras me amenazaba con golpearme de verdad o darme como comida a la tripulación si comentaba que realmente nunca me reprendía de verdad. Tristemente los gestos de cariño a veces duelen mucho más. Siempre era lo mismo, pensaba en mamá y no podía controlar las lágrimas, y aunque no sentía una mano cálida y suave, la mano áspera de Yondu limpiándome la cara era suficiente para comenzar a tranquilizarme.


 


— Límpiate esas lágrimas, chico — decía.


 


 


 


Al MeNoS eL cOmUnIcAdOr FuNcIoNa.


 


— Vaya, chiquillo. Eres más resistente de lo que creía. Esas mierdas por poco te matan — comenta a duras penas el infeliz mirándome desde el suelo y sonriendo.


 


Sonrío como un estúpido al notar que no está molesto, pero no puedo mantenerla, mi líder se retuerce por un momento a causa del dolor, no lo demuestro, pero me destruye verle sangrar por mi irresponsabilidad e incompetencia. Aún me molestan los oídos y la nariz aún me sangra un poco, lo había olvidado.


 


Obligo al famoso Yondu Udonta a pararse y lo cargo medio kilómetro hasta que una explosión resuena en toda la nave.


 


— ¿Pero qué mierda?


— Las celdas, chiquillo. Algunos circuitos de esta nave están colapsando.


— ¿Hasta cuando con lo de chiquillo? Hace bastante ya que no soy un niño, Yon-du — silabeo molesto intentando sonar realmente cabreado.


— La cagaste con la alarma de seguridad, te expusiste y lograste que me dispararan, y te distrajiste hace unos minutos y yo semimuerto tuve que salvarte el culo por vez número mil. No, Quill, te has ganado el chiquillo hasta que la cagues menos.


 


Es una muy dolorosa verdad, como un agudo dolor de golpe entre los testículos, la cagué y ahora pago.


 


El interruptor suena y logro escuchar a Kraglin preguntándome qué ha pasado. Si lo escucho quiere decir que la nave de los Aurapegg está sin escudos, esa explosión de hace unos momentos fue probablemente el generador.


 


No alcanzo a terminar las explicaciones y los términos “un traidor” y “Yondu está herido” bastan para que me lluevan las amenazas, insultos y la locura estalle. Me culpan de todo (incluso del traidor) y no paran de discutir. Parecen un montón de groupies encabronadas. Yondu hace un esfuerzo y los manda a todos a “sus puestos” y a “mover el culo para sacarnos de aquí”, y antes que la transmisión se corte les dice.


 


— Quill no viene al asunto, él no tiene nada que ver, imbéciles. Me está ayudando, algo en lo que ustedes están fallando considerablemente. ¡Muevan el culo!


 


Bastardo azul. Tiene sus momentos.


 


 


·.·.·.·C·O·N·T·I·N·U·A·R·Á·.·.·.·

Notas finales:

Mil gracias por leerlo, espero te haya gustado. Si es así, hazmelo saber, me hace el día saber que leen y disfrutan mis fanfic.

Muchas gracias!


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