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Paro de emergencia por Shinjimasu

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Mi día empezaba a las siete de la mañana. Tomaba un baño y preparaba el desayuno. Me ocupaba de limpiar la cocina en silencio y salía de compras para conseguir la comida de la tarde y la mañana siguiente. Cuando volvía Yoshio ya estaba despierto, así que le daba los buenos días y lo alimentaba. Entraba a trabajar nueve treinta.

Debido a las faltas que había tenido, perdí la beca, así que reemplacé mis entrenamientos con un trabajo de medio tiempo en una pequeña florería cerca de la ciudad. Terminaba a las dos de la tarde.

Volvía a casa y preparaba la comida, alimentaba a Yoshio y salía tres treinta hacia mi segundo trabajo en el restaurante, mismo que había logrado mantener por la buena consideración del dueño.

Regresaba alrededor de las ocho treinta o nueve, procurando llevar algo bueno para cenar. Bañaba a Yoshio y después cenábamos. Él se quedaba dormido mientras yo me ocupaba de todos los platos, cubiertos, cacerolas y vasos sucios que se habían acumulado en el día y me iba a dormir entre las once o las doce.

Esa era mi rutina de lunes a sábado, dejando el domingo para limpiar el departamento y comprar demás cosas necesarias. Prácticamente toda mi semana estaba ocupada, así había sido desde que Yoshio volvió del hospital, hacía casi tres meses atrás.

Durante ese tiempo no tuve oportunidad ni para enfermarme. Toda mi vida giraba en torno a Yoshio; no podía quejarme, lo hacía con amor. Nunca fui una persona que confiara en tener esperanzas de que las cosas podían solucionarse si se tenía buena voluntad, pero por varios días en verdad la tuve. Quería que él y yo volviéramos a lo de antes, aunque sabía que a pesar de mis esfuerzos, si no hacía algo, las cosas seguirían exactamente igual. El problema era que ya no sabía qué hacer.

Había días cuando quería contar mi día, y no había alguien que me escuchara.

Había días cuando no quería hablar sobre mi día, y no había alguien que me escuchara quejar.

Había días cuando solo necesitaba un abrazo, y no había alguien que me lo diera.

Yoshio me había mal acostumbrado: antes de conocerlo solía vivir por mi cuenta y en silencio, limitándome a pensar más allá de lo necesario y guardándome todo para mí, pero ya no podía volver a eso. En verdad odiaba sentirme tan solo.

Transcurrieron algunos días más y nuestra condición empeoró.

La presión que caía sobre mí empezó a dominarme, me oprimía con fuerza a cada minuto, cada hora. Ya no tenía tiempo de hacer nada más fuera de mi rutina y ni aun así recibía una sola palabra de Yoshio, ni una expresión, ni un movimiento que me hiciera saber que él estaba ahí, nada.

Solía quedarme dormido con frecuencia, lo que a la larga me llevó a un justo despido. Ese día fue justo durante la temporada de lluvias, y como si se tratara de una mala broma, llovía desde temprano. Quería que un automóvil terminara con mi miseria de una buena vez, pero para mi fortuna no todo fue malo.

Regresé resignado a casa para secarme (sí, había olvidado tomar un paraguas) recoger un poco del desastre que había dejado y de paso buscar un nuevo empleo en el periódico. El camino era, aunque no quisiera, pasando frente a ese callejón con tan terribles recuerdos. Era parte de mi tortura diaria pasar por allí, pero ese día, ese día en especial fue diferente. Apenas pasé escuché un gimoteo proveniente del fondo e irremediablemente me detuve, prestando atención. Sí, en verdad era un gimoteo.

-¿Hola?- pregunté sin atreverme a entrar, siendo entonces cuando el gimoteo se transformó en un chillido. No necesité llamar de nuevo, pues un pequeño cachorro de pelaje negro salió hasta donde estaba: solo era un perro sucio y pulgoso.

“Y para esto me estoy mojando” pensé dispuesto a retomar mi camino. Apenas di un par de pasos cuando escuché al cachorro sin raza seguirme.

-Oh, no, no vendrás conmigo- dije volteándome para mirarlo –Vuelve allá, lejos de mí- agregué haciendo una seña. Claramente el perro no hizo caso y me siguió de nuevo.

Intenté de todo para alejarlo, nada funcionó. Al final, harto ya, pisé con fuerza un charco haciendo que se asustara y retrocediera, pero incluso con eso permaneció cerca de mí. Consecuentemente me sentí mal: era un cachorro después de todo, quizá su madre había muerto, fue abandonado o extraviado, no importaba realmente. Suspiré derrotado y lo llamé, pero no hizo caso. Al parecer sí lo había asustado.

-Ven aquí, perro estúpido- llamé de nuevo logrando que se moviera casi arrastrando y moviendo su cola. Cuando estuvo cerca acaricié su cabeza y se irguió para apoyarse en mi pierna –Ganaste esta vez- sonreí antes de tomarlo y llevarlo a la tienda de mascotas más cercana.

Tenía poco dinero conmigo en ese momento, así que muy amablemente el veterinario aceptó que yo limpiara su mostrador y ordenara unas cajas a cambio de darle un baño al perro. El dinero me alcanzó para las vacunas y cuando menos me di cuenta, terminé con un cachorro limpio y presentable con un dueño mojado y despeinado.

El clima mejoró solo un poco y regresé a casa con un ánimo muy diferente. Estaba ansioso por mostrarle el perro a Yoshio. Abrí la puerta y lo vi sentado sobre la cama en la misma posición en la que lo dejé, mirando sin expresión alguna hacia la ventana. Dejé al cachorro en el suelo e inmediatamente comenzó a oler todo el departamento, yendo de un lado a otro sin parar. Se metió debajo de la mesa, tropezó con el escalón que cruzaba la mitad del cuarto, mordió el cable del teléfono y terminó por intentar subir a la cama, lográndolo para mi gran sorpresa.

Se movía graciosamente sobre la colcha llena de baches, pues sus patitas apenas y podían apoyarse bien sobre lo que era colchón y los bultos de cobijas abajo. Cruzó a lo largo de las piernas de Yoshio y se detuvo justo en sus manos colocadas juntas frente a él. Apenas sintió el roce de su nariz húmeda, giró su cabeza hacia donde estaba el cachorro.

Por fin, después de mucho tiempo, Yoshio había reaccionado. Me sentí tan aliviado que no pude evitar el deseo de sentarme a su lado mientras él seguía viendo al cachorro que intentaba morder sus dedos. Probablemente Yoshio se preguntaba si era real o solo lo imaginaba.

-Es lindo ¿Cierto?- le dije acariciando su cabecilla –Lo encontré en la mañana y no pude dejarlo. Ya está limpio y vacunado, así que no debes preocuparte-

Su rostro había cambiado tan repentinamente que no le quitaba la vista de encima. Parecía como si ese pequeño impulso fuera todo lo que necesitaba.

-Aún no tiene nombre, así que debemos elegir uno que sea apropiado. Nunca fui un experto para ello, entonces puedes elegirlo tú-

Yoshio no me respondió. En cambio, movió lentamente su índice izquierdo para que el cachorro pudiera morderlo. Estaba tan feliz que ignoré que ese perro pulgoso hubiera logrado lo que yo, ya en cuatro meses, no.

-Debemos comprarle lo que necesita, un par de platos y algunos juguetes para que muerda- dije sintiendo floja mi voz, imaginando lo grandioso que sería poder hacerlo todo juntos –También debemos sacarlo a pasear… es necesario que haga ejercicio, quizá el fin de semana salir y llevarlo al parque…- continué sin darme cuenta de que ya había empezado a llorar –Es solo un cachorro… y necesita cariño…entonces será muy, muy feliz…-

Vergonzosamente mi rostro se llenó de lágrimas y pude desahogarme por fin. Lo que más deseaba era ver a Yoshio de pie, sonriendo de esa forma tan dulce, mirándome con pena, dándome un tierno beso al despertar en la mañana, ir al parque juntos, ir de compras, pelear cuando el cachorro rompiera algo bajo el cuidado de cualquier de los dos… no pedía más ¿O incluso eso era egoísta de mi parte? solo lo quería de vuelta conmigo.

-Es lo único que quiero…- dije en voz baja cubriéndome los ojos para no ser visto más, pero todo valió cuando me giré rápidamente al escucharlo hablar por fin.

-Shingo…- dijo mi nombre con sus ojos a punto de desbordarse.

Fue cuando ya no pude más –Te dije que no me dejarás, idiota- me precipité a él  y lo abracé con fuerza, besando su rostro por todas partes. Él correspondió el abrazo y lloró, disculpándose cada vez que tomaba aire. Me sentí tan aliviado que ignoré todo y me invadí de ese hermoso momento. Le dije que lo amaba con toda mi alma una y otra vez, y le pedí que no volviera a dejarme solo.

Finalmente, presionar mi propio botón de emergencia había funcionado.

 

 ~FIN

Notas finales:

¡Hey, hola!

Antes que nada quiero agrader sinceramente a todas aquellas personas que se tomaron el tiempo de seguir esta historia. Tardé mucho tiempo en terminarla, en algunos momentos me quedaba sin ideas, pero al final logré terminarla como debió ser para finalmetne empezar a subirla.

Sé que la narración es diferente a la de mis fics anteriores, pues intercalo a los dos protagonistas, pero considero da un toque positivo y diferente.

De nuevo muchas gracias por seguirla y espero puedan disfrutar alguna de mis demás historias.

¡Nos leemos luego!


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