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En un lugar remoto, entre Florida, Puerto Rico y la isla Bermuda. Las olas fuertes arrasaban con todo en el mar. Y no era la excepción el barco de los hermanos Stan.
- ¡Con un demonio! Ford, todo se esta inundando – era el grito alarmado que salía del interior del bote – ya no podemos avanzar.
Ford mientras tanto se encontraba parado en el exterior y viendo un mapa extraño con una brújula, muy pensativo. Algo no andaba bien respecto a sus planes.
- ¡Ford! – salió su hermano molesto – tenemos que retroceder o nos hundiremos.
- ¡No podemos! – le contesto gritando, no por molestia, sino por que la intensa lluvia callaba su voz – ¡tenemos que adentrarnos hacia el triangulo de las bermudas!
- ¡Estas loco! Yo daré vuelta al barco.
- ¡no lo aras!
- ¡oblígame!
Y ahí en medio del mar comenzó una discusión entre ellos. Cada uno con ideales importantes.
Para Stan sus vidas y para Ford acabar con las anomalías. Pero era un mal momento para discutir ya que ambos estaban afuera del bote y una gran ola, los derrumbo junto a su barco que quedo hecho trizas.
Dentro el Mar eran espejismos borrosos. Ford intento buscar a su hermano con su mirada pero le era imposible. Así que tomó la decisión mas certera para sus pulmones y salir a la superficie. Aunque sin tomar en cuenta su edad, un estirón en el pie lo dejo inmovilizado y ahogado en el mar gigantesco, mientras lamentaba el haber envejecido y el no encontrar a Stan.
Bajo de el, aparecieron seres marinos, y tomando a Ford sobre ellos lo llevaron con rapidez a una superficie segura. Cuando Ford abrió sus ojos, noto que ya amanecía y Stan estaba a lado suyo.
- ¡Stan! – reacciono feliz sacudiéndolo – vamos hermano respira.
Pero Stan no reaccionaba y Ford se preocupo. Acababan de ahogarse, y la mejor solución era darle respiración de boca a boca. Era muy extraño para él hacer eso, pero no era momento de titubear, su hermano podría morir si no lo hacia.
Así que tomando su nuca abrió sus labios y lo hizo. Unos segundos despues abrió sus ojos y retrocedió de un susto cuando noto que los ojos de Stan estaban más abiertos que la luna llena.
- ¡Stan eres un cretino! – se enojo Ford – casi me matas de un susto
- Tuve un sueño muy raro – fue lo único que pudo decir mientras se levantaba.
- Quisiera que fuera un sueño – dijo Ford, sentándose a lado suyo, dejando de lado lo que paso segundos antes – pero no, nuestro barco se destruyo y estamos flotanso en un pedazo de lo que quedo y posiblemente sera tragado por el mar cuando anochezca.
- Entonces esto es el final
- Tal vez, necesitariamos un milagro, para salvarnos de esta.
Y como si sus palabras cabalísticas fueran creadoras de magia, del mar salieron tres personas que los miraban con curiosidad, ambos se asustaron y se pusieron a la defensiva, notando que no solo eran tres. Si no que eran más de cincuenta.
- Ford que esta pasando
- No lo se… ¿los humanos ya pueden vivir en el agua?
- Claro que no.
- Entonces – dejo su posición defensiva - deben ser tritones.
Todos los seres marinos se arrinconaron y del medio apareció un tritón joven de piel morena y cabellos largos.
- Soy Marmando – hablo – y soy Rey de todo el mar, quienes sois ustedes humanos.
- Somos…
- Ehhh – interrumpió Stan a su hermano - ¿no eres muy joven para ser Rey?
- ¡Un humano no puede dirigirse así al Rey¡ - grito otro tritón que parecía ser soldado
- ¿Pero por que? – siguió preguntando Stan, mientras Ford trataba de callarlo, ya que el conocía la nobleza de los tritones y como odiaban no acatar sus ordenes.
- Stan ya cállate – murmuro codeándole mientras sonreía al Rey
- Solo son sardinas, a que le tienes miedo Ford – dijo Stan con burla haciendo molestar a todos los que estaban en el mar – además no notaste que su Rey es solo un niño
- ¡Ya basta! – grito Marmando – nosotros por amabilidad los salvamos de morir ahogados y planeaba llevarlos a una costa por su seguridad, pero viendo lo groseros que son… ¡agárrenlos guardias!
Y atrás de ellos salieron dos tritones y los tomaron de las manos, poniéndolos de rodillas.
- ¡Te dije que dejaras de hablar Stan! – le regañaba su gemelo
- pensé que nos engañaban, no pueden tener un Rey tan joven, es de la edad de Dipper o Mabel.
- ¡Mabel! – reacciono Marmando – conocéis a Mabel
- Es nuestra sobrina, como no conocerla.
- Suéltenlos – cambio su orden – discúlpenme. No sabía que ustedes eran los parientes de Mabel.
- ¿La conoces?– pregunto Ford extrañado de la relación de su sobrina con todos, ahora podría repetir que hace amigos con facilidad.
- Ella me libero y le debo la vida. Tanto como a su hermano ¿Direr?, ¿Diquer?
- Dipper – lo corrigió Stan
- Si, ese mismo. Me salvo de un modo… extraño, pero no importa. Déjenme llevarlos a la isla más cercana como disculpa.
- Por mi esta bien – contesto Stan
- Opino igual
- Entonces en marcha.
Y entre dos Tritones musculosos agarraron a Stan y Ford para llevarlos a un lugar seguro. Ninguno sabía la relación que pudo haber tenido Mabel con seres como ellos. Pero ya se lo preguntarían.
- Listo llegamos – dijo Marmando – pueden estar avanzando – le ordeno a su poblado, que obedeció haciendo una reverencia.
- Gracias, por todo – le contesto Ford , pero al querer dar un paso este callo de rodillas por el cansancio muscular – ya no es como en mis tiempos
- Lo mismo digo – dijo su hermano y ambos se sentaron en la arena de la isla donde les habían dejado.
- Antes de irme – hablo el Rey marino – díganme ¿Qué hacían en ese lugar tan peligroso?
- Mi hermano y yo estamos buscando momias –dijo Stan con entusiasmo
- ¿¡Que!? – se sorprendió Marmando
- Anomalías – corrigió Ford – estamos buscando anomalías en esta zona para tratar de eliminarlas, y la que hay entre el triangulo de las bermudas es la mas grande que encontré por eso vinimos.
- Ahí - hablo asombrado Marmando – Ahí es donde estaba mi reino.
Déjenme contarles. Hace poco, yo tenia que casarme con la princesa de otro lugar, pero el día de la boda todo el mar se oscureció y aparecieron manchas negras, casi todo el reino fue destruido, mis padres fueron vueltos en piedras y me sacaron con los sobrevivientes.
- La anomalía, pudo haber creado eso – murmuro Ford.
- Si es así, les deseo suerte – empezó a retroceder Marmando – por que lo que mas desearía es volver con mi familia.
- Ojala aguantemos – hablo Stan, los otros dos lo voltearon a ver – ni siquiera pudimos soportar nadar un poco…
- Necesitaremos más que suerte.
- Entonces tengan esto – Marmando les entrego un pequeño saco que agarro Ford
- ¿Qué es eso? – pregunto Stan
- Son los corales más valiosos del mar. Saque unos cuantos para mi reino. Pero ustedes lo necesitaran.
- Acaso tu…
- Si, les dejo mi deseo de su triunfo para sacar esa oscuridad de mi reino. Adiós y saluden a Mabel y su hermano.
Dicho eso hizo un sonido similar al de un delfín. Dejándolos con ese pequeño saco y uniéndose con los suyos. Ambos abrieron la bolsa y vieron cuatro corales. Stan tomo con rapidez uno y se lo comió.
- ¡Que crees que haces Stan!
- Marmando dijo que nos ayudaría y a mi me esta matando la espalda, ¿Por qué no tomarla?
- Pero no es seguro…
- Déjate de titubeos y cómela.
Ford vio con duda la coral pero el también tenia adolorido el cuerpo, por lo que agarro el coral y se lo tomo.
Ambos después de tragárselo, se vieron entre ellos, miraron sus manos y no había ningún cambio. Incluso sus dolores parecían multiplicarse. Y luego pasó lo que ninguno habría deseado, cayeron desmallados.
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Ford abrió sus ojos y reconoció que estaba en un hospital, por el letrero un hospital de Miami, a lado suyo había otra camilla por lo que supuso que era su hermano. Quiso levantarse, pero su mano estaba esposada.
- Stan… Stan… Stan!
- Que, ¿ya esta dando pato-dective?
- No. Hay que irnos – contesto mientras intentaba liberarse - nos ataron a estas camas y tengo un mal presentimiento… ¿Por qué no contestas?
- Ford… - murmuro asustado – te hicieron una cirugía o por que te vez tan joven...
- ¿Que?
Ford giro la cabeza y se sorprendió de ver a Stan como cuando tenían vente años.
- Tu también. – luego de un corto silencio Stan soltó un suspiro y se puso a reír – cuando Marmando dijo que nos daría fuerzas. No me imaginaba esto.
- Marmando… - puso la mano en su quijada - planeaba volver a su especie eterna con estos corales. Mientras buscaban un nuevo lugar.
- Pero no los dio a nosotros.
- Bueno es una suposición…
- Tus suposiciones nunca fallan y sabes lo que significa.
- Si – suspiro derrotado - Marmando espera que recuperemos su reino. Tenemos que irno…
- Listo – le contesto Stan liberado de su cama y terminando de liberar a Ford – este cuerpo me devolvió mi agilidad con los grilletes.
Su hermano deslumbrado por la capacidad de Stan, se levanto de la cama y vio su ropa junto a su mochila en un estante. Lo agarro y saco un mapa.
- Ahora donde iremos Ford – dijo mas entusiasmado por su renovada edad y cambiándose de ropa
- No podemos volver al mar.
- ¿Por que? Marmando y los suyos confían en nosotros
- Cuando llegamos al limite y nos atravesó la tormenta. Pude divisar en el mar una especie de escudo protector, que era la razón por la que no podíamos avanzar y el creador de la tormenta cada vez que nos acercábamos– le mostro el mapa y diviso un punto – pero también distinguí una cerradura.
- Entonces… ¿hay que buscar la llave? – dijo con vacilación
- Así es Stan, lo mas posible es que este en el segundo lugar donde las anomalías son igual de fuertes.
- Que sea las vegas, que sea las vegas – murmuraba Stan cruzando los dedos, esperando apostar nuevamente y estafar algo de dinero.
- Iremos a California.
- Rayos. Un momento – recién se dio cuenta – ¡ahí están Dipper y Mabel!
- Será divertido visitar a nuestros sobrinos.
Cuando Ford volteo, noto que Stan ya estaba cambiado y listo. Incluso estirando su cuerpo y mirándose en un espejo
- He vuelto a mi época dorada. Realmente era tan apuesto jajaja
Ford que no quería escuchar del narcicismo de su hermano así que agarro su ropa y entro al baño que había en esa habitación.
Cuando Stan vio que Ford se fue tomo un gran suspiro y se echo en la cama, mirando el techo y recordando su corto momento solos en el mar. Murmuro.
- No debí haber abierto los ojos… tal vez lo habría disfrutado mas.
- Vámonos – apareció su hermano cabiado e igual de contento que Stan, aunque no lo demostrara.
- Si, vámonos – dijo levantándose y acercándose a la ventana para escaparse - ya quiero ver a ese cerdito de Pato, con nuestros sobrinos.