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Nadie en el país de las maravillas por Lizama24

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por las lecturas y los rws. 

Aquí está el último capítulo. 

Reita había comprobado que su palabra no valía ante la decisión de decapitar al rey rojo. Pues apenas había “sugerido” no cometer aquella desgracia y los guardias ya lo habían amenazado con meterlo a una jaula para que no se opusiera durante la maravillosa decapitación.

Había dicho que estaba de acuerdo sólo para no tener la situación fuera de las manos. Pero no tenía idea de qué hacer. Ya habían reunido a toda la gente del reino; sobre una gran tarima tenían una guillotina, a un lado estaba Ruki con los ojos vendados y amarrado de las manos, y él estaba en el otro extremo en una gran y cómoda silla.

Desde hace rato que los guardias satisfacian a la multitud dándole varios golpes en la espalda y el estómago a Ruki. Todos gritaban de júbilo e ira, nombrandolo de tantas formas que Reita no podía creer existieran tantos insultos. Era un espectáculo lamentable y por ello apartaba la mirada siempre que podía. Siempre que no tenía que fingir diversión frente a los guardias y la gente del pueblo.

Tienen buen corazón, pensó por un momento en aquello y se preguntó porqué había estado tan seguro de eso.

Sintió una nueva esperanza nacer al ver a lo lejos, luego de toda esa gente eufórica, a Aoi junto al conejo blanco. Aoi no lucía incómodo ni furioso de la otra presencia, así que supuso estaba bien. Fue un alivio el que lo dejaran levantarse para ir al baño en lo que todo iniciaba, aunque tuvo que alegar con que no necesitaba protección para ir él solo y que era imposible alguien lo atacara.

Aoi y Uruha iban escondidos entre los árboles. Reita cuidó que nadie lo viera antes de meterse detrás de uno y esperarlos.

—Esto no es normal —exclamó el conejo blanco, soltando el brazo de Aoi, asomándose para ver cómo golpeaban a Ruki.

—Lo sé. No sé qué hacer para detenerlo, no quisieron escucharme.

—¿Detenerlo? —Aoi alzó una ceja, incrédulo. Reita sintió rabia al verlo sonreír—. Vamos, Reita, ¿en serio crees que ellos iban a aceptarlos a ambos? O eras tú o era el rey rojo. Y ya vimos que te eligieron a ti muy, pero que muy por encima de Ruki.

—El rey blanco es benevolente, por supuesto que creyó eso. —Se adelantó Uruha, sin dejar de ver el terrible espectáculo.

—Aoi, yo no quiero esto. Estuvimos a punto de arreglar las cosas, pero Ruki tuvo miedo y todo se salió de control —explicó, ante la atenta mirada de incredulidad de Aoi—. Necesitamos salvarlo, no puedo dejar que lo maten.

—¿Vas a poner tu vida en riesgo por salvar la de alguien que no lo merece?

—Tú lo hiciste por mí —Uruha sonrió, girándose para poder verle.

Aoi sintió que su rabia crecía, pero ahora era dirigida hacia ese maldito conejo. Reita no quiso comentar nada, pero le fue imposible no notar el sonrojo en las mejillas de Aoi y una muestra de orgullo en el rostro de aquel conejo.

—De acuerdo, ¡muy bien! —Accedió, despeinandose a sí mismo —. ¿Qué vamos a hacer?

Luego de pensar en varias ideas habían optado por la del conejo blanco, aunque Reita primero se había negado al poner tanto en riesgo su vida luego de ver que había estado ayudando a Aoi. Pero accedió a regañadientes cuando Uruha —como le pidió que le llamara —le dijo que tenía que juntar bastantes ayudas para que ellos lo ayudaran a él.

Así que en ese momento, Uruha caminaba con paso sigiloso mientras sostenía entre sus patas delanteras una pequeña pieza de metal que antes fue del cinturón costoso de Reita. Reita y Aoi ya habían corrido hasta un árbol cercano a la tarima para poder estar cerca de Ruki.

El conejo blanco se paró a buena distancia de toda la multitud, alzó sus brazos lo más alto que pudo mientras escondía de alguna forma aquel cuadro de metal para que no vieran lo que era. Todos continuaban concentrados en cómo se divertían con el rey rojo. Infló su pecho y gritó lo más alto que pudo:

—¡Hey, idiotas! ¡No importa quién esté de nuevo aquí, todos ustedes no van a poder disfrutarlo! —Había causado que todos voltearan a verlo—. ¡Todo el jardín está sobre minas terrestres! ¿¡Creyeron que Ruki no se esperaba su traición!?

—¡¡Atrapenlo!! —exclamó el jefe de los guardias, corriendo con su espada en alto en dirección a él.

Todos los guardias abandonaron la tarima para seguir al otro y todos los habitantes del reino corrieron lejos de los jardines para protegerse a ellos y a sus familiares, aunque unos quisieron ayudar a atrapar al conejo blanco. Uruha había empezado a correr y saltar con toda su energía, esperando que ninguno de ellos fuera a alcanzarlo pronto.

Reita y Aoi ya se habían subido a la tarima, sujetando con firmeza a Ruki para sacarlo de ahí. Se detuvieron luego de llegar hasta los pinos enormes y frondosos cubiertos de rosas rojas, quitándole la venda de los ojos al menos. Aoi se ocupó de cortar con sus garras la cuerda que sujetaba sus manos.

Reita lo abrazó con fuerza sin poder evitarlo, sintiéndose tan dichoso de poder volver sentir su pulso, aunque pronto lo soltó pues Ruki no pudo evitar quejarse del dolor.

—Aoi, llévatelo. Escóndelo en alguna parte del castillo para que no lo encuentren.

—Reita, pero Uruha…

—Yo me encargo de que esté bien, ¿de acuerdo? Necesito enfrentar esto: soy el rey. Aoi había notado tanta seguridad en esas tres últimas palabras que asintió sin dudar más y cargó a Ruki para poder llevárselo lejos. Dentro del castillo no había ni un alma, aparte de los presos, por lo que sería fácil poder entrar sin ser visto y esconder a Ruki.

Reita había prometido proteger a Uruha, pero mientras iba corriendo y veía por el cielo a los fenixs extender sus grandes alas, supo que no iba a ser fácil. ¿Era realmente necesario perseguirlo con fuego?

La gente del pueblo ya se había escondido en sus casas, y había una considerable cantidad de guardias yendo de un lado a otro mientras buscaban a Uruha.

—Su majestad, lo sentimos tanto. Atraparemos a ese desgraciado y se lo daremos de comer al Morbetfang.

—¡No! —Intentó que su voz no sonara horrorizada —. Atrapenlo y traiganmelo, es una orden. Necesito hablar con él.

El guardia ni siquiera dudó antes de asentir y correr para comunicar el mensaje a todos sus compañeros. Reita vio al cielo, los fenixs empezaban a lanzar fuego sobre sus cabezas. Colocó una palma contra su boca y gritó:

—¡No quiero ningún pajarraco volando sobre mi reino! —los guardias más cercanos voltearon a verlo y asintieron, y uno regresó hacia el castillo para comunicar el mensaje de traer de vuelta a las aves a quien era el que las controlaba.

Avanzó muchos metros más hasta que por fin vio a Uruha, pero eso no le causó alivio. El Morbetfang estaba siendo controlado por varios guardias, aunque no del todo. Uruha se encontraba en el suelo, intentando cubrirse de las poderosas garras y colmillos que ya lo habían estado atacando al menos un par de minutos antes. Sus brazos tenían cortadas por todas partes y ya no quedaba nada de la tela de su camisa en esa parte. Tenía el rostro manchado de sangre y varias heridas en las orejas. También la tela de su pecho se había dañado, y había una profunda mordida en su hombro.

—¡¿Qué están haciendo?!

—Su majestad —exclamó uno de los guardias e indicó que detuvieran al Morbetfang —. No podemos dejarlo vivo. Él estuvo en los castillos, junto a su amigo el gato de Cheshire. Él nos dijo que había traicionado al rey rojo, pero claramente eso es falso —le dio a Reita la hebilla de su cinturón —. Era una distracción, mi señor. Para retrasar lo inevitable.

—Aun así, no voy a permitir una tortura como esta. ¿Les agrada ver cómo esa abominación desgarra a un ser vivo, indefenso?

Algunos de los guardias negaron y otros tan sólo se mantuvieron en silencio. Reita se aproximó a Uruha cuando el monstruo fue retirado, dándole una mano para que pudiera ponerse de pie. Le hubiera gustado poder inclinarse para ayudarlo más a levantarse, pero no quería que vieran lo preocupado que estaba y sólo quería que pensaran que estaba siendo tan benevolente como siempre. Con esfuerzo Uruha se puso de pie, apretando su hombro herido mientras empezaba a caminar.

—¿Está usted bien?

—Sí, puedo caminar, si es a lo que se refiere.

—Volvamos al castillo —declaró Reita, empezando a caminar a lado de Uruha, quien inevitablemente tenía que arrastrarse para avanzar.

Todos los guardias les siguieron, permaneciendo a sus espaldas. Reita pudo notar algunos seres asomándose por las ventanas de sus casas, curiosos de ver lo que estaba pasando. No saludó, ni hizo ningún gesto a nadie de los que aún veían su regreso, anhelantes. Les llevó bastante tiempo llegar a los jardines del castillo, donde ordenó que aseguraran al Morbetfang lo mejor posible; no quería verlo nunca más. Varios soldados se quedaron en los límites que separaban al castillo con el pueblo, y unos cuantos continuaron escoltando a Reita para “protegerlo”.

No tardaron en darse cuenta de que Ruki ya no estaba ahí y claro que hicieron un disturbio mientras pasaban frente a la tarima.

—Ordené que lo llevaran a las mazmorras —mintió y se negó a responder a cualquier otra pregunta que le hicieron.

Entraron al castillo, siendo recibidos por varios de los sirvientes quienes no tardaron de ver con mala cara al conejo blanco.

—Llevenlo a la habitación que pertenecía al rey rojo, con cuidado. —No le interesó la mala manera en que los sirvientes aceptaron su indicación. Se giró hacia los guardias y les pidió que abandonaran el castillo y se quedaran afuera.

—Mi señor, insisto, no debería ir por ahí usted sin ninguna protección.

—Viví muchos años sin nadie que me protegiera, es más: con muchas personas siguiéndome. No sucedió nada, y les pido que respeten mi espacio.

No muy convencidos, los guardias abandonaron el castillo por la puerta de entrada. Reita se dio cuenta de que recorrer todo el castillo hasta la habitación de Ruki sería más fácil en su tamaño normal, aun cuando el estar vestido con ropas caras y nuevas le hiciera sentirse más pesado.

Si les había pedido que llevaran a Uruha hasta una de las torres más altas, no había sido por capricho, sino para tener privacidad. Se encontró a varios sirvientes en el camino, a los que estuvo obligado a saludar de forma cordial pero no tardó mucho tiempo en seguir con su camino.

Afuera de la habitación de Ruki se encontraban los sirvientes que habían cargado a Uruha. Le explicaron que estaba descansando en la cama y Reita les pidió que se retiraran a sus lugares.

Antes de entrar, fijó su mirada a los lados y al final del pasillo pudo ver cómo Aoi se materializaba. Abrió la puerta y le hizo una seña para que lo siguiera. Dentro de la habitación Uruha se encontraba boca arriba sobre las colchas de color rojo, viéndolos acercarse.

—Estoy bien. —Se apresuró a decir al ver la horrorizada expresión del rostro de Aoi —. Sólo fue un rasguño, sí.

—Voy a curarte esa mordida.

Reita partió al baño de la habitación, de donde trajo un cubo con agua. Del armario de Ruki sacó una camisa y la rasgó para poder quedarse con un pedazo. Se sentó en la cama, junto al hombro herido del conejo blanco y se dio a la tarea de desinfectar la mordedura.

—¿Dónde está Ruki? —habló por lo bajo, temiendo que cualquier ser pensante pudiera escucharlos.

—En su armario —señaló el enorme cuarto con puertas de madera en el cual Reita había estado apenas hace unos segundos.

—¿Lo escondiste en su propia habitación?

—No te desquites conmigo —jadeó Uruha, pues Reita había presionado más fuerte su hombro al haberse molestado.

—¡Reita! ¡Nadie iba a buscarlo en un lugar tan obvio! Iré por él.

Aoi se levantó de la cama y fue directo al armario. Dentro, bajo varias prendas que estaban amontonadas, y que le parecía raro Reita no había notado, se encontraba escondido el miserable rey rojo. Lo tomó en sus brazos para sacarle de ahí y fue a colocarlo sobre la cama. Corrió a la puerta para asegurarse de que no hubiera nadie cerca.

—Hay una llave en el buró de allá, cierra la puerta —señaló Reita —. Se ha quedado dormido. —Ajustó otro pedazo de la camisa al hombro de Uruha, para protegerlo.

Ruki se había hecho ovillo apenas estuvo en la cama. No podía decirse que estaba en mejores condiciones que Uruha: tenía un labio partido y quizá varias costillas rotas. Uruha intentó incorporarse para poder colocar una pata sobre su cabeza, viéndolo con pesar.

—Pobre chico.

—¿Pobre? —gruñó Aoi, volviendo a preguntarse si Uruha apoyaba a Ruki o no —. No le ha pasado nada que no se mereciera, al igual que a ti —murmuró con frialdad la última frase, a lo que Uruha asintió y sonrió.

—Tienes razón, sólo es muy lamentable verlo así. Ver que incluso cuando era el más poderoso de todos, acabaron con él en un instante. Debe sentirse tan avergonzado. Reita no pudo evitar estar de acuerdo con el castaño. En algún momento, Ruki se había sentido poderoso y protegido, y resultaba que no había tenido ninguna lealtad en realidad.

—¿Qué vamos a hacer? —Se atrevió a preguntar Aoi —. No va a ser nada fácil que todos entiendan por qué perdonaste a Ruki, y por qué lo quieres también como rey.

—Hablaré con ellos.

—Hablar no te resultó.

—Estoy muy decepcionado de todo lo que hicieron, ¿sabes? Necesito recordarles lo que es el honor, la humildad y el amor por el resto. Con todo lo que ha pasado hasta yo podría ser matado por todos ellos.

—Imposible —interrumpió el conejo blanco, que ya se había sentado contra el cabecero —. Dentro y fuera del reino hay gente que lo venera, que le ama y respeta. Si un loco se fuera contra usted, no duraría ni un minuto con vida.

Eso era lo que le hacía sentirse seguro, pero no podía evitar sentir terror y dolor al ver qué tan malvados podían llegar a ser los seres que ahí habitaban por todo el odio que tenían dentro.

—Gracias por cuidar de mi hermano, y a ti por acompañarme en esta locura. —Se giró a ver a Aoi, quien frunció el entrecejo.

Reita se puso de pie tras pedir que cuidaran a Ruki, y se encaminó a la salida tras tomar la llave del buró. Abrió y volvió a cerrar por fuera, guardando la llave en el bolsillo de su chaleco. Bajó con toda la calma de la torre, y a cualquier ser que se encontraba en el camino le pidió que lo siguiera. Cuando llegó al salón principal venían detrás suyo bastantes sirvientes.

Les pidió tomaran asiento en los sillones que había, aunque no eran suficientes para todos; por lo que los hombres se los cedieron a las mujeres, y algunas mujeres a las personas más ancianas.

Fue a la entrada principal para pedir a los guardias que entraran y se acomodaran en el salón junto a los demás. Aun cuando había tanta gente en el lugar, el silencio era completo. Algunos ojos mostraban alegría y esperanza, y otros estaban expectantes a lo que pudiera decir el rey que había regresado.

Muchas de las caras ahí presentes eran conocidas para él: viejos amigos y sirvientes de sus padres, guardias que le habían sido fieles a él mismo. Otras cuantas, las que denotaban juventud, debían ser los hijos de antiguos trabajadores del castillo.

Se sentía en casa, rodeado de un aura calmada y cálida. Sentía que todos estaban felices de tenerlo de vuelta, porque quizá él les recordaba a su padre y los viejos —y muy buenos — tiempos. Por un momento tuvo la idea de que entraría por la puerta su padre, con sus ropas de gala, mientras sujetaba el brazo de su madre con orgullo al tener una hermosa mujer a su lado. Que todos los presentes se levantarían de sus asientos y se inclinarían para recibirlos. También imaginó a Ruki, a su lado e inflando su pecho para que todos notaran que pertenecía a la familia real. Quiso tener a Ruki a su lado en ese momento, poder rodear sus hombros y sonreírle, como cuando eran jóvenes.

Pero no. Reita estaba él solo frente a toda esa multitud, que esperaban que les dijera que iban a matar a Ruki, que tendrían su cabeza como trofeo en el salón principal. Todos esos ojos querían un discurso sobre el honor, la gloria y la valentía; como los de su padre. Pero ninguno de ellos conocía el honor, y eso le pesaba en el interior.

—Antes que todo, debo pedirles disculpas por todo lo que han sufrido en estos años. —Unas y otras personas se sonrieron con tristeza y amargura —. Mi hermano no supo hacer caso a su conciencia para poder llevar este reino hacia el progreso y la mejora. Siento muchísimo que trajera a estos terrenos cosas tan asquerosas como dragones, perros de tres cabezas, y otros monstruos desagradables que no he visto y espero no tener que ver.

Caminó hacia la pared donde reposaba un gran cuadro. En él se mostraba a toda su familia: su madre cargaba a Ruki que apenas era un bebé, y su padre lo sostenía a él que no era mucho más grande.

—Me parece gracioso que Ruki decidiera conservar este cuadro. —Sonrió—. Donde es claro quién es el mayor. Pero creo que lo hizo porque dentro de él aún existe amor hacia lo que fuimos en un pasado.

—El rey rojo no siente amor por nadie, mi señor. Podemos asegurarlo. —Varias personas asintieron ante ese comentario de un guardia.

—Otro punto que quiero tratar —continuó—, es que estoy muy decepcionado de que ustedes mostraran su amor este día a través del odio. Entiendo que extrañen tanto la tranquilidad que un día reinó, pero el hecho de buscarla como lo hicieron… ¿en qué estaban pensando?

Pudo ver la pena en algunos de ellos, e incluso asentían a su regaño. Pero otros murmuraron entre ellos antes de querer exponer sus puntos. Reita les pidió que guardaran silencio, al menos por ese momento.

 —Lo avisaré de una vez: no voy a dar el consentimiento de matar a mi hermano.

En ese momento uno de los guardias se puso de pie e intentó llegar hasta el rey blanco, mostrando su ira en cada uno de sus poros. Por suerte, y con sorpresa, Reita presenció cómo varios guardias lo detenían y regresaban a su sitio.

—¡Usted no tiene ni idea! —se quejó, intentando zafarse de todas las formas de sus compañeros —. ¡Ese desgraciado mató a mi familia! ¡A toda! ¡Nos quitó nuestra libertad!, ¡no pude sentirme humano desde que tomó la corona!

—¿Por qué tardaron tanto tiempo en revelarse? —susurró, no comprendiendo porqué habían tardado tantos años en derrocarlo si tan fácil les había sido.

—Nos deshicimos de sus aliados —comentó otro de los guardias, sonriendo por lo bajo —. Poco a poco los desaparecimos; cuando trajo al dragón fue mucho más fácil. El rey rojo no lo notó porque todos estábamos a sus órdenes. Pero en poco tiempo, ya no había nadie que estuviera dispuesto a dar su vida por él, a excepción del conejo blanco. Ahora sólo lo esperábamos a usted, su majestad.

—Ruki en verdad es lento, me sorprende durara tanto en el poder.

—Él creía que se estaban suicidando —murmuró una joven que jugaba nerviosa con sus cabellos trenzados —. Al igual que las parejas no tenían hijos, él pensó que mucha gente ya no quería vivir aquí. Por eso no sospechó cuando sus allegados empezaron a desaparecer sin decirle nada.

Había tanta seguridad en esas palabras que Reita no las puso en duda, aunque no sabía ni quién era esa mujer.

—No lo mataré —insistió —. Volveré al reino, junto a todos los demás seres del bosque. Se reunirán con sus familias y viviremos en paz. —Señaló el retrato de su padre —. Viviremos como el respetuoso rey que fue mi padre, sin buscar hacer daño. Debemos superar las faltas que todos tenemos, para poder curar el odio que nos llena. Si no lo hacemos, estaremos tan perdidos como lo está Ruki en este momento.

Hubo un silencio sepulcral, pero pudo notar algunas miradas de inconformidad, de rabia. —Mi hermano tuvo muchos errores, que no serán perdonados. Derramó mucha sangre, que no será recogida ni devuelta con la suya —aclaró —. ¿Quieren ser un reino que se recuperó de las cenizas, siendo valientes, orgullosos? ¿O una multitud que cobró venganza y siguió hueca y destrozada por dentro?

Reita no lo notó, pero muchos de los presentes sintieron que el difunto rey Suzuki estaba ahí, hablándoles. Pudieron ver en los ojos del joven rey la necesidad de justicia y paz. Por eso, y porque no podían negar que su odio sólo les hacía más daño, decidieron unirse. Decidieron volver fielmente a sus brazos.

—¿El rey rojo se quedará?

—Lo hará. Pero no tomará decisiones que no sean autorizadas por mí antes.

Muchos estaban excitados por el momento, otros enrabiados, y otros se sumergían en una tristeza y confusión tan grande que no sabían qué pensar.

—Pedirles  que perdonen al asesino de sus hijos, padres, abuelos, amigos, y otras personas, es demasiado para sus corazones. Pero otra parte de ustedes sé que les dice que nadie va a regresar el tiempo si es que cobran venganza, y que sólo se volverían asesinos. Ni siquiera yo puedo regresarles lo perdido… pero sí la esperanza. Espero sea suficiente para todos.

Tras lo dicho, varias mujeres se abrazaron, sollozando. Y en los hombres más fuertes se pudo ver el dolor que albergaban todos ellos. La cruda verdad era más difícil si la escuchaban. Reita se dispuso a retirarse, no había por qué amenazar con castigo si es que alguien decidía atacar a Ruki: todos sabían de lo que era capaz por defender a los suyos, y de igual forma sabían que ellos también eran de los suyos.

Cuando Reita volvió a la recámara de Ruki lo encontró despierto junto a los otros dos. Aoi le reclamó por haberlos encerrado, alegando de que alguien pudo haberlo atacado.

—Creo que muchos aún tienen dudas, y otros están muy heridos para poder aceptar lo que pasará. Pero todo está bien: Ruki y Uruha están a salvo.

—Debiste dejar que me mataran, yo quise entregarte —Ruki estaba a lado del conejo blanco, viendo sus propias manos llenas de rasguños y heridas, apoyado en el hombro de su tal vez único amigo.

—No te he perdonado.

—Pero no es un asesino —terminó Aoi.

Ruki apretó su propia camisa que estaba cubierta de lodo y tierra. Reita se sentó frente a él y sujetó sus manos. Fijó su mirada en aquellos ojos azules que poco a poco se inundaron de lágrimas. Reita comprendió cuánto quería disculparse, así que negó con una suave sonrisa y lo atrajo con cuidado para abrazarlo. Sintió el palpitar del corazón ajeno mezclarse con el suyo, haciéndole sonreír. Era demasiado dichoso de poder sentirlo con vida, una vez más.

Se separó con suavidad de él y antes de que pudiera apartarse más, Ruki lo sujetó por el cuello con esfuerzo. Sintió sus suaves y delgados labios sobre los suyos, y que las lágrimas corrían por sus mejillas y manchaba las propias. No tardó en corresponder a su beso, compartiendo el dolor y sufrimiento que se mezclaban con la felicidad de tener un nuevo camino, ahora juntos. Ninguno de los dos podía negar los claros sentimientos que tenían el uno por el otro.

Lo apretó contra su cuerpo, buscando no hacerle daño porque era lo último que quería. Iba a tener que cuidarlo de ahora en adelante, tendría que repararlo con todo su amor para que ambos pudieran seguir y evitar nuevos y fatales errores.

Tenían un nuevo plan para el país de las maravillas.

~~~

—¿Y bien? ¿Qué les pareció?

Akira y Takanori tenían la boca abierta, viéndose entre ellos para luego seguir viendo a su líder. ¿Es que acaso Yutaka notaba algo que ni siquiera ellos notaban? Por su parte, Kouyou tenía una expresión de duda y Yuu parecía querer quejarse de muchas cosas.

—¿Por qué ha sido una historia de homosexuales? —gritó como primera queja. —Se me antojó —murmuró simplemente, hundiéndose de hombros.

—¿Y mi hijo? —Kouyou se vio sorprendido, recordando ese detalle.

—Es verdad… bueno, después de todo eso los seres del bosque volvieron a integrarse. No fue difícil que lo encontraras —Kouyou asintió, satisfecho por la respuesta y Yuu se indignó porque no tuviera ninguna queja más.

—Mi personaje era un gilipollas.

—Como en la vida real, Taka-chan.

Todos rieron ante el comentario de Akira, menos el agredido.

—¿No tuvieron problemas después de eso? Luego de que resultaran incestuosos esos hermanos que llevan el apodo de Taka y el mío, no creo todos lo vieran bien.

Yutaka se hundió en hombros —. Supongo que tuvieron que esconderse ante la sociedad, pero como pudieron estar juntos de nuevo y sus sirvientes eran muy discretos, no tuvieron problemas. Ah, y si te lo preguntas, más de uno sí quiso matar a Ruki. Pero son detalles.

Takanori seguía ofendido de ser un personaje tan poco grandioso en la historia. Y Yuu aún se hacía el desentendido de por qué él tenía que fijarse en alguien como Kouyou, aun cuando Yutaka insistió que no estaba hablando de ellos dos en realidad.

No tardaron en darse cuenta de lo tarde que se les había hecho, y que la luz había vuelto hace bastante tiempo. Kouyou les sugirió ir a cenar a algún sitio, y nadie se negó por lo hambrientos que estaban.

—Así debieron sentirse Aoi y Reita tras todo ese escándalo, y yo no escuché que ninguno de ellos comieran.

—Ya te dije que son detalles, Akira.

—¿Cuándo nos contarás otra historia, sombrerero loco?

 

 

 

Notas finales:

Sí, sí, yo sé que no hubo un Reituki que digan ¡Wow! pero siendo honesta, creo que su amor debe surgir más adelante con más fuerza. (?)

En fin, espero les haya gustado. Gracias por leer y espero se les antoje dejarme un rw. 

Hasta luego. 


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