Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Bit me por gorgobina

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Siento mucho la espera, pero al fin aquí os dejo el segundo capítulo. Espero que lo disfrutéis :3.

-          Buenas noches, caballero. – me saludó un hombre bien trajeado que había junto a la puerta.

-          Buenas noches.

-          ¿Me permite ver su invitación?

-          Claro.

Le entregué la carta con la invitación que había recibido el día anterior.

-          Todo en orden. Pase. – me dijo, con una sonrisa, y, con un gesto elegante, me invitó a entrar.

Yo acepté encantado, y pasé al interior. Lo cierto era que no tenía pérdida. El vestíbulo era tremendamente enorme, pero podía ver cómo todas parejas desfilaban por un pasillo que se abría a mi derecha y entraban por una gran puerta, que, supuse, sería el gran salón donde se celebraba la mascarada.

Antes de dirigirme hacia allí, no pude evitar pararme a contemplar todo lo que veía a mi alrededor. Si el vestíbulo ya me parecía tan increíble, no quería ni imaginar lo majestuoso que sería el salón de baile. Me pregunté por qué no había atisbado la espectacular belleza de la pieza el día anterior, cuando vine para hacer la consulta de mi invitación, pero supuse que fue por los nervios y porque tenía la cabeza en otras cosas.

El suelo, era de un mármol muy refinado y elegante, de un color claro, casi transparente, y el mueble de recepción, también. Parte del suelo estaba cubierto con una delicada alfombra roja de terciopelo que dirigía hacia las puertas de las diferentes estancias. Repartidas por los rincones, habían varias plantas de diversos tipos, preciosas y muy bien cuidadas. Las paredes estaban recubiertas de un papel color blanco con adornos dorados, que le daban un toque de época, y, por último, no olvidaré mencionar las lámparas, que fue lo que más me fascinó.

Tal era su tamaño, que solo bastaban dos para iluminar toda la sala, trabajo que hacían majestuosamente, pues casi olvidaba que afuera era de noche con tanta luminosidad. Las dos eran exactamente idénticas, y eran del tipo araña, muy de época también. Estaban compuestas de un cristal hermoso y brillante, y el mango que las sujetaba parecía de oro macizo. Simplemente, me quedé maravillado observando su estructura.

-          Si me disculpa, caballero, ¿hay algo que desee?

Ni siquiera me había dado cuenta de que uno de los empleados del hotel se había acercado hacia mí, seguramente, preocupado y extrañado al verme allí parado y solo.

-          Oh, no. Perdóneme. Tan solo estaba admirando las lámparas. Me parecen realmente fascinantes, y no he podido evitar pararme a contemplarlas. – le dije.

-          ¿Son realmente preciosas, verdad? – me preguntó, con una sonrisa entrañable – Pertenecieron a la familia del dueño del hotel, quien las mandó colocar cuando construyeron el edificio. Son realmente auténticas, datan del siglo XVlll.

-          Vaya… - contesté, realmente impresionado.

-          Si me permite, le invito a que pase al gran salón, donde podrá contemplar muchas más maravillas. – me dijo, señalándome la puerta por donde antes había visto entrar a las parejas.

-          Oh, claro. Disculpe, debo estar molestando aquí en medio y todavía deben de entrar los demás invitados.

-          Ni mucho menos, caballero. Nos halaga que le fascine nuestro amueblamiento, pero el baile está a punto de empezar, y sería una lástima que se perdiera el comienzo.

-          Claro. Muchas gracias.

Se despidió de mi con una elegante reverencia, y yo me dirigí hacia la puerta que me había indicado. Al caminar, vi que se cruzaba hacia mí una hermosa dama, y la reconocí al instante. Era la misma mujer que había visto el día anterior en el vestíbulo, “la dama de rojo”. Llevaba de nuevo su cabello rubio recogido en un moño, pero esta vez, su largo vestido era verde jade.

Creo que no se percató de mi presencia, o quizá no me reconoció, pero al cruzarnos, sin querer nos rozamos las muñecas y sentí cómo algo me rasuraba.

-          Ay. – mascullé, en un murmullo, y me detuve. Ella pareció no darse cuenta de nada, ya que siguió su camino como si nada.

Cuando me miré la muñeca, vi que me había hecho un corte y comenzaba a salir sangre. Al mirar a la dama, observé que de su brazo prendía una pulsera.

-          Me lo habrá hecho con ella… - pensé.

Pero aquello no era lo más alarmante del asunto, sino que lo era la herida, pues no paraba de salir sangre de ella, y como no la detuviera terminaría por mancharme la manga del traje.

-          Demonios... ¿Qué voy a hacer?

-          Discúlpeme, joven.

Me sobresalté al ver a la bella dama rubia justo a mi lado, alta y esbelta en su imponente figura. Ni siquiera la había oído acercárseme, se había movido sigilosa como una serpiente.

-          ¿Jo…ven? – conseguí pronunciar, pues, con solo observarla, podría decir que ella tenía mi misma edad.

-          Iba absorta en mis pensamientos, pero al girarme hacia usted más tarde, me he dado cuenta de que le he herido la muñeca. Perdóneme.

-          No se preocupe… - contesté, ensimismado con su belleza y su dulce voz femenina – Tan solo…iré a buscar a un empleado del hotel y le pediré que me haga un vendaje.

-          Estoy completamente segura de que cualquier empleado del hotel estará capacitado para curarle. – me dijo, con una dulce sonrisa – Pero… Ya que he sido yo la causante, me siento responsable. Si me permite…

Extendió su pequeñita, delicada, y blanca mano hacia mí para que le entregara la mía. Al principio desconfié, ¿pero cómo iba a rechazar la propuesta de una dama?

Le di mi mano, sin más, queriendo confiar en ella aunque no pudiera hacerlo.

-          No se asuste por esto, se lo ruego… Solo será un momento.

Apartó con cuidado la manga de mi traje, de forma que no se manchara, y acto seguido acercó sus labios a la herida. Lamió mi sangre, de forma pausada, y seguidamente noté la comisura de sus labios, que me besaban la muñeca. Apreté fuertemente los ojos, sintiendo escalofríos, pero momentos después mi mano volvía a estar libre.

Cuando los abrí, no había ni una sola gota de sangre en mi muñeca, y la herida que minutos antes había estado abierta, ahora estaba cerrada y cicatrizada.

-          Yo… - traté de decir, ya que miles de pensamientos atravesaban mi mente como balas, y estaba bloqueado.

-          Disfrute del baile. – fue lo último que me dijo antes de irse con una gran sonrisa.

Me quedé observando su elegante caminar mientras se alejaba. Vampira. La hermosa “dama de rojo” era una vampiresa.

~~

 

Minutos después, me encontraba entrando por la gran puerta que daba al salón de baile. Decenas de parejas estaban ya congregadas dentro, charlando, riendo, y bebiendo una copa, mientras aguardaban a que comenzara la mascarada. Creo que estaba aterrado, y a la vez fascinado. El contenido de las copas de algunos era de un color rojo intenso, justo como la sangre.

Comenzaba a comprenderlo todo. Tal y como había esperado, era una trampa, pero había ido allí por mi propia voluntad aun sabiéndolo, movido por mi insaciable curiosidad. Estaba completamente loco, era algo que sabía con certeza, pero dicen que la curiosidad mató al gato.

Sin duda, aquella era una mascarada de vampiros, y le habían abierto las puertas de su fiesta a algunos humanos para utilizarlos como carnada, y yo había sido elegido para tal fin.

Estaba a punto de presenciar una gran masacre, y me encontraba ante un inmenso dilema. Mi corazón y mi curiosidad me incitaban a que me quedara, pero mi mente, a la que aún le quedaba algo de cordura, me decía que me marchara de allí lo más rápido y lejos posible que pudiera.

-          Camus, no seas idiota. Es tu vida lo que está en juego.

Sin pensarlo ni un solo minuto más, di media vuelta sobre mis talones y volví hacia la puerta. Iba muy determinado y dispuesto a largarme de allí, pero dos guardias que estaban junto a la puerta me detuvieron.

-          Por favor, déjenme salir. – les pedí.

-          Pero señor, el dueño del hotel está a punto de recibirles. – me dijo el que estaba situado la izquierda.

-          ¿El dueño…del hotel? – pregunté, confuso, pero ladeé la cabeza y no cedí en mi empeño – Solo será un momento, necesito ir al servicio.

Pero justo en ese momento, sentí como la iluminación aminoraba, y comenzó a retumbar por toda la sala la dulce melodía de unos violonchelos. Me quedé de piedra, casi sin observar cómo los dos guardias cerraban la puerta principal, y enseguida me giré.

El gran salón de baile presentaba la misma decoración que la recepción. El mismo suelo de mármol, las mismas lámparas, la alfombra de terciopelo rojo… Solo que era inmensamente más grande, y tenía una escalinata central, de mármol blanco también y con la barandilla de oro, que conducía a un segundo piso por donde se hallaban puertas a infinitas habitaciones más. El segundo piso estaba respaldado por columnas de mármol blanco que había en el salón de baile, es decir, donde yo me encontraba, y a los lados de la pista, habían repartido diversas mesas con comida y bebida, además de que una infinidad de camareros iban y venían portando bandejas con copas llenas de champán hasta arriba.

Pero en ese instante, todos, al igual que yo, miraban hacia el final de la escalinata, donde se alzaba un hombre de imponente figura, y con un esplendoroso y elegante traje victoriano completamente negro, al igual que el chaleco que llevaba por dentro, pero la camisa era blanca. Su antifaz era de un color carmesí.

La fiesta acababa de empezar, pero yo no lo sentía así. Había perdido mi última oportunidad de escapar, y mi vida, que yo mismo, de forma tan inconsciente les había entregado, estaba por terminar. De repente sentí el miedo, como un sudor frío que me recorrió toda la espalda, esa sensación que me decía que todo se acababa, que iba a morir.

-          ¡Bienvenidos a todos! – saludó el dueño del hotel – ¡Es un honor para mí recibiros en el Gran Palace, mi majestuoso hotel!

Todos aplaudieron y algunos hasta le vitorearon.

-          Mi nombre es Milo Antares, y espero que disfrutéis del baile de máscaras tanto como yo lo haré. Este es un baile que celebro en conmemoración del centenario de mi hotel, así que me honra poder compartirlo con todos vosotros. ¡Disfrutad, reíd, bailad, comed y bebed todo lo que queráis!

La gente aplaudió de nuevo, con mucho más fervor que antes, y cuando el discurso se terminó, comenzó a sonar un dulce vals, y las parejas empezaron a moverse por la pista de baile al son de la melodía.

Yo no podía parar de mirar hacia todos lados, aterrorizado, y pensando en la de montones de humanos que debía haber ahí, y que estaban bailando sin más, tan tranquilos y confiados, sin saber que estaban a punto de serles arrebatadas sus vidas.

Por mi mente solo vagaba una frase obsesiva: “Voy a morir aquí”. Me obsesioné tanto, que comenzó a entrarme ansiedad y algo de mareo. Aturdido, vi unos sillones junto a una columna y me arrastré hacia ellos como pude para sentarme.

-          Caballero, ¿desea una copa de champán?

Cuando alcé la vista, vi a un camarero que me tendía la bandeja llena de copas. ¿Realmente debía beber? Al diablo, si iba a morir aquella noche, entonces al menos podía darme el lujo de beber un buen champán y probar los exquisitos canapés.

-          Claro, muchas gracias.

Cogí la copa, y el empleado se retiró. La llevé a mis labios, pero antes de ingerir el delicioso néctar, inspiré su aroma. Sin duda, era un champán de muy buena calidad.

Cuando ya llevaba media copa, la dejé reposar en mi regazo a la vez que la sujetaba, y miré pensativo hacia el suelo. Estaba tan aturdido todavía que no conseguía pensar con claridad, pero muchas incógnitas cruzaban mi mente.

Si aquella era una mascarada vampírica, sin duda el dueño del hotel debía ser un vampiro. No sabía si debería ser alarmante que un vampiro tuviera tanto poder e influencia en la ciudad, pues el Gran Palace era el mejor hotel que había por los alrededores.

-          El dueño del hotel… - pensé - ¿Cómo ha dicho que se llamaba…? ¿Milo…Antares?

En ese instante, sentí cómo la copa resbalaba de mi mano y se hacía añicos en el suelo, derramando todo su contenido. Empecé a enlazarlo todo. Recordé la noche en la que me encontré con los dos vampiros, y las claras palabras de uno de ellos que pronunciaba el nombre de Milo, y seguidamente, vislumbré mi carta de invitación a esa fiesta, que llevaba escritas las iniciales “M.A”. “A”, de Antares.

Casi no reaccioné a tiempo, cuando un camarero se me acercó y comenzó a limpiar todo el estropicio que yo acababa de provocar.

-          De veras que lo siento. – me disculpé, terriblemente avergonzado. Sentía mis mejillas más sonrojadas que nunca – Se me ha resbalado, y…

-          No se preocupe, caballero. – me dijo, con una amplia sonrisa y acabando de limpiar en un santiamén todo – Los accidentes ocurren, es algo natural. ¿Desea que le traiga otra copa?

-          No, mejor que no.

Enseguida se retiró, y me llevé las manos a la cara, avergonzado. Qué más daba, si hiciera el ridículo o no, iba a morir de todas formas.

-          ¿Qué hace un joven tan atractivo aquí sentado, solo y deprimido, cuando habría miles que matarían por bailar con él?

Me sobresalté, muy asustado al reconocer aquella voz, ahora tan cercana a mí. Alcé la vista, atemorizado, pero sin tener más alternativa. Ante mí, se hallaba el dueño del hotel, Milo Antares.

No supe qué decir, me había quedado completamente en blanco. Él tan solo sonrió, hincó una rodilla en el suelo, haciéndome una reverencia, y alcanzó mi mano para besarla con delicadeza.

-          ¿Bailaría conmigo?

Fue entonces cuando me di cuenta de que todos nos observaban, muy asombrados, y era obvio, pues el dueño del hotel había levantado todas las miradas con su numerito, y todos estaban impacientes por ver qué pasaba.

-          Y-Yo… - titubeé, ruborizado.

-          Vamos, vamos, acepte la oferta del señor Antares. – me dijo alguien, que se había colocado a mi lado. Me asusté al mirarle, y pegué un bote en mi sillón, pues vi que era el hombre que acompañaba a Milo aquella noche. De repente, se acercó a mí con un aire de complicidad y me susurró – Ey, no todo el mundo tiene este privilegio. En mi vida he visto a Milo hacerle tal reverencia a alguien. Es una oferta que no puedes rechazar.

Miré de nuevo a Milo, muy asombrado y con el corazón latiéndome a mil por hora. No tenía otra opción que aceptar, dada la influencia de él, y la presión de las miradas inquisidoras de la gente.

-          Está bien… Acepto. – dije, sorprendiéndome al oír mi voz tan firme y clara, dada la situación.

-          Bueno, pues parece que el señor Antares ya ha encontrado a su pareja para bailar esta noche. – dijo de nuevo el hombre junto a mí, y todos aplaudieron y vitorearon muy complacidos.

Milo, que aún sostenía mi mano entre la suya, me incitó a levantarme con un leve apretón, y me condujo hacia el centro de la pista. Le hizo una seña a los músicos, y éstos comenzaron a tocar otra melodía mientras que nosotros dos comenzábamos a bailar.

Recuerdo que mis manos temblaban, algo que no podía evitar, por lo que Milo me las sujetaba fuertemente, al igual que su mano que tenía posada en mi cintura, pareciendo que no quería dejarme ir, ni dejar que yo cayera. Me sentía algo aturdido por el comportamiento tan fresco y despreocupado de Milo, pero aquello no podía seguir así. Debíamos dejar las cosas claras de una vez por todas.

-          ¿A qué ha venido todo este numerito? – le pregunté, con los ojos entrecerrados, a pesar de que quizá mi antifaz no pudiera dejarlo notar.

-          ¿Perdona?

-          No se haga el tonto. – le espeté, fríamente – Le recuerdo, al igual que usted a mí. No comprendo por qué me dejó escapar aquella noche, y ahora en cambio ha hecho lo imposible para atraerme hacia aquí.

-          Ya debería saberlo, ¿no es así? – me preguntó, con una encantadora sonrisa que dejó entrever sus colmillos.

-          ¿Cómo?

Chasqueó los dedos, y enseguida apareció uno de sus esbirros para entregarle algo.

-          Es lo que se podría decir… Un fanático acerca de los de mi especie. – me contestó, a la vez que me entregaba un libro.

Pude darme cuenta enseguida de que era el ejemplar de Drácula, que yo había adquirido de la biblioteca el día que le vi, y que tan fervorosamente le había lanzado a la cara antes de huir, no volviendo a saber nada de él. Pensaba que nunca más lo volvería a ver.

Se lo arrebaté enseguida de las manos, furioso, y estrujé el libro contra mi pecho.

-          Vaya, ¿así es cómo me agradece que guardara su libro? Podría haberlo dejado perfectamente tirado en aquel callejón.

-          Yo no tengo que agradecerle nada. – le respondí, fríamente.

-          ¿No? ¿Como tampoco debe ofrecerme sus disculpas por lanzarme ese libro a la cara?

-          Se lo tenía bien merecido, y volvería a hacerlo sin dudarlo. – mascullé, y traté de zafarme de él con un movimiento brusco, pero me cogió del brazo y me aferró con fuerza.

El mismo hombre que antes le había traído el libro regresó, me lo volvió a arrebatar de las manos, y Milo me cogió nuevamente de la cintura para continuar bailando.

-          No tan deprisa, todavía no he acabado con usted.

Le miré con rabia y odio, pero no tenía otra opción que continuar bailando con él y seguir su juego.

-          Si quiere hacer algo, hágalo de una vez y déjese de rodeos y tonterías. – gruñí – Sé perfectamente que nos han reunido a todos aquí para utilizarnos como carnada. Probablemente, quizá haya decidido esperar hasta ahora porque pensó que sería más divertido. Por eso no me mató en aquel callejón.

-          Su conclusión no es del todo errónea. – me dijo, a la vez que atraía mi cintura más hacia él – Todos los humanos que están hoy aquí servirán de cena a mis camaradas. Pero usted no. Considérese más especial. No morirá aquí y esta noche.

-          ¿Entonces puedo saber qué es lo que quiere de mí?

-          Si le dejé con vida aquella noche, fue por un motivo muy especial. ¿Sabe? Soy un vampiro fuera de lo común y no cualquier sangre me satisface. De hecho, aún no he encontrado ninguna que lo haga. Pero la suya… Desprende un aroma muy peculiar que nunca antes había conocido.

Mientras bailábamos, cogió mi mano que tenía posada en su hombro, escurrió la manga de mi traje, y dejó ver mi muñeca, donde se apreciaba la cicatriz del corte.

-          Hmm… Veo que Mina ha cumplido bien mis órdenes. – dijo, complacido.

-          ¿Mi…na? – conseguí preguntar, muy desconcertado y confuso.

-          Sí. Es la bella dama que nos contempla desde el piso de arriba, y que antes se ha cruzado con usted para infringirle esta herida.

Miré hacia arriba, y contemplé a “la dama de rojo”. Nos observaba con una sonrisa encantadora, apoyada en la barandilla de oro. Desde mi posición, pude darme cuenta de que su vestido verde jade tenía una obertura en la parte baja que dejaba ver su pierna hasta el muslo. Me ruboricé. En cambio, Milo, siguió contándome sus planes.

-          Le pedí a Mina, una de mis más fieles camaradas, que probara si realmente su sangre merecía tanto la pena, como yo había intuido. Me confirmó que sí, así que puede sentirse afortunado de que vaya a protegerle de esta masacre.

-          ¿Afortunado? – pregunté, incrédulo - ¡Tan solo me protege para devorarme después! ¡Aun deberé dar las gracias porque la duración de mi vida se alargue a una hora más! ¡¿Y qué será de toda esta gente?! ¡¿Cree que puedo quedarme de brazos cruzados sin más, viendo cómo los devoran usted y sus amiguitos?! No, señor. Antes prefiero morir aquí y ahora, que tapar mis ojos y darme la vuelta ante tal masacre.

-          No se ponga tan melodrámatico, señor Courtois, aunque me gusta su carácter. Tiene genio, eso lo admito. Pero, sin embargo, lo quiera o no, por muchas pataletas, por muchos reproches que haga, no va a poder detener el curso de esta fiesta.

Continuamos dando vueltas al son de la música. Me sentía indignado, impotente. Muy, muy frustrado. ¿Iba a tener que resignarme a cumplir los deseos de este tirano? ¿Cómo iba a dejar a toda esa gente desamparada?

Momentos después, ocurrió algo inesperado. Me sentí muy confundido. Un hombre alto y de complexión fuerte, embistió contra nosotros y se abalanzó sobre Milo, blandiendo una estaca en su mano. El vampiro, con una sonrisilla en los labios, le frenó a tiempo, antes de que se la clavara en el corazón.

En cuestión de segundos, una gran horda de vampiros ya se había congregado alrededor de nosotros, dispuestos a proteger a su señor Antares.

-          Cazavampiros en mi fiesta… - dijo Milo, sin borrar la sonrisa de su boca – Era algo que ya había previsto. Así será mucho más divertido.

-          ¡No cuando te ha llegado la hora!

Por un momento, mi corazón se detuvo. Los dos comenzaron a forcejear, mientras que otros cazadores de vampiros empezaron a atacar a los demás camaradas de Milo. La fiesta entera se convirtió en un caos. Todos luchaban contra todos, menos los civiles, que, aterrorizados y sin comprender nada, buscaban la salida lo más rápido que sus piernas les permitían a la vez que iban soltando gritos. Algunos lograron escapar, pero otros fueron interceptados por algún vampiro sediento de sangre.

Yo, sin embargo, me había quedado estático en el sitio. Reconocía esa voz que acababa de hablar. Y mi mente estaba tan confusa que no acababa de digerirlo.

-          ¿Shura…? – musité, asustado.

El cazavampiros me escudriñó a través de sus ojos verdes, que eran lo único que dejaba al descubierto su máscara completa. Acto seguido, empujó a Milo y trató de volver a clavarle la estaca, pero un segundo vampiro le inmovilizó por detrás.

-          ¿Necesitas ayuda con el cazador, Milo?

-          Claro que no, Saga. – respondió, mosqueado – Pero me gustaría poder disfrutar de lo que queda de fiesta.

-          Tus deseos son órdenes.

Saga se ocupó del cazador, mientras que Milo me cogía del brazo y me arrastraba escaleras arriba.

-          ¡Camus!

Me giré, extasiado al comprobar que realmente no me había equivocado y que era Shura. Alcé mi mano libre hacia él, y él hizo lo mismo, por lo que nuestras manos llegaron a rozarse un instante, pero después los dos respectivos vampiros nos separaron.

Milo me condujo hasta una de las estancias del segundo piso, y cerró la puerta con llave. Me lanzó a la cama bruscamente, y luego se desató el pañuelo que llevaba prendido del cuello, suspirando.

-          Uf, por fin un poco de paz.

Yo no creía que “paz” fuera exactamente la palabra adecuada, pues se seguían oyendo sin parar los gritos de la gente corriendo y los gruñidos de los vampiros.

-          ¡Déjame ir! ¡Tengo que ir a buscar a Shura! – exclamé fervientemente, y traté de levantarme, pero él volvió a empujarme a la cama.

-          No vas a ir a ninguna parte. – me dijo, a la vez que se colocaba de rodillas en la cama y se subía encima de mí. Me tumbó, y me inmovilizó las muñecas por encima de la cabeza. – Bueno, supongo que ahora que ya nos conocemos más, podemos dejar a un lado las absurdas formalidades.

-          ¡¿Qué haces?! – pregunté, al observar cómo me quitaba la chaqueta, y acto seguido la corbata.

-          ¿Quieres manchar tu elegante traje de sangre? Porque aviso, la sangre no se va fácilmente de la ropa… - me respondió en un tono burlón.

-          Tengo que ir a ver si Shura está bien. – le dije muy fríamente.

-          Así que ese es el nombre de tu amiguito el cazavampiros… Por cierto, curioso que tengas un amigo de esa clase cuando te gusta tanto leer sobre vampiros.

-          Yo no sabía que él lo era. Lo acabo de descubrir hace justo un momento.

-          Vaya, muy emotivo. – dijo, aun burlándose de mí, y terminando de desabrochar mi camisa blanca para quitármela, y dejarme con el torso desnudo – Bueno Camus, a partir de ahora tienes dos opciones. Así que espero que seas un chico inteligente y elijas la más acertada. Tu primera opción es que aceptes que ahora pasas a formar parte de mi propiedad y me complazcas cuando yo quiera. De esa forma, no sufrirás demasiados daños. La segunda, es que trates de rebelarte absurdamente. Acabarás igual que en la primera opción, pero con muchos más daños.

-          Eres odioso.

-          Soy un vampiro, ¿qué esperabas? – me dijo, con una gran sonrisa, y echó mi largo cabello hacia atrás, de forma que se extendía por el lecho formando un abanico - ¿Acaso creías que conocer a un vampiro sería tal y como en las novelas? ¿Qué podrías vivir una aventura romántica, y seríais felices viviendo juntos y bla, bla, bla? Despierta, Camus. Esto es la realidad. Los vampiros somos como animales, bestias que toman forma humana, y actuamos por instinto. Así que, lógicamente, de ti no voy a querer más que comida.

No dije nada más, no quería malgastar más palabras con aquella horrible bestia. Tan solo me dediqué a mirarle con la mirada más repulsiva y más contenida de odio que pude hacer nunca.

-          No me provoques con esa mirada. – murmuró, con otra de sus sonrisillas.

Acto seguido, se inclinó hacia mí. Me ladeó la cabeza, y tanteó varios sitios de mi cuello. Cuando encontró el que más le gustaba, acercó sus labios, y lo que sentí después no fue más que dolor.

Creo que traté de gritar, pero mis cuerdas vocales no funcionaron. Sentí sus colmillos penetrar en mi piel como si me hubieran clavado dos cuchillos. Me aferré a sus brazos, tratando de apartarle, pero no conseguí moverle ni un milímetro. Era como si tuviera una pesada roca encima.

Sentí cómo mi sangre era succionada. Salía de mi cuerpo sin parar, y cada vez me iba sintiendo más y más débil. Vi un reguero de sangre que corría por mi pecho, y traté de limpiármelo con la mano, pero no fui capaz de levantarla. Me abandonaban las fuerzas.

Después de unos minutos, que para mí parecieron más bien una eternidad, Milo se apartó de mí y relamió sus labios, degustando los últimos restos de mi sangre que quedaba en ellos. Le miré, pero sentía mi vista cada vez más borrosa.

-          Cielos. Mina no se equivocaba, al fin una sangre que me satisface. – dijo, con una emoción incalculable.

No sabía si reír o llorar, pero ya qué más daba. Total, creo que unos segundos después me desmayé, pues ya no recuerdo nada más.

Notas finales:

¡Espero que os haya gustado y nos vemos en el próximo capítulo!

¡Muchos besos y abrazos <3!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).