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Bit me por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Aquí os dejo el tercer capitulín :3. Espero que lo disfruteis.

CAPÍTULO 3: En posesión de un vampiro.

-          Me prometí que te protegería… Oh, cielos, me lo prometí… Y no he podido cumplirlo…

Era extraño. Podía oír cómo alguien me decía todas estas cosas, con una voz lastimera. Pero me sentía terriblemente mareado y aturdido, y no comprendía qué estaba pasando.

Cuando conseguí entreabrir un poco los ojos, creí ver un matojo de cabellos verdes. Parpadeé dos veces, abriendo más los ojos, y distinguí a Shura. Estaba arrodillado junto a mí en el lecho, y no paraba de zarandearme los hombros, de forma suave, para que despertara. Tenía los ojos rojos e hinchados de haber estado llorando sin parar.

-          ¡Por Dios, al fin despiertas! – exclamó, y me estrechó entre sus brazos fuertemente.

Noté una extraña presión alrededor de mi cuello, y al tocarlo, sentí que llevaba una venda alrededor de él.

-          ¿Qué es esto? – pregunté, a duras penas.

-          Una venda. Te la acabo de poner para detener la hemorragia.

-          ¿Hemorragia? ¡¿Qué…qué ha pasado?!

-          ¿No lo recuerdas? – me preguntó, a la vez que más lágrimas brotaron de sus ojos. Todo aquello parecía muy difícil para él – Un vampiro, el cabecilla de todos ellos, te mordió. Milo Antares.

Fue un shock. Al decirme aquel nombre, todos los recuerdos se agolparon en mi cabeza, acribillando mi mente. Me llevé las manos a la cabeza, y apreté fuertemente los ojos.

El chófer abriéndome la puerta de la limusina, yo entrando al vestíbulo, Milo pidiéndome que bailara con él, el salón repleto de gente que bailaba sin parar, Shura atacando a Milo… Y, por último, la sensación de tener a Milo sobre mí, mordiendo mi cuello. Todo eran como pequeñas fotografías de momentos específicos que pasaban a toda velocidad a través de mi mente.

Al recordar aquello último, no sé muy bien por qué, pero me ruboricé, y me tapé las mejillas con las manos.

-          ¿Qué ocurre, Camie?

-          Nada… Tan solo… He recordado todo de golpe. ¿Pero qué ha pasado? Estaba convencido de que te habrían capturado o algo.

Shura sonrió, y me acarició el brazo de forma cariñosa.

-          No es tan fácil acabar con un cazavampiros de mi nivel.

-          ¡Esa es otra! ¡¿Por qué no me habías contado nunca que eras un cazavampiros?!

-          ¿Acaso me hubieras creído? Justo esta noche acabas de descubrir que realmente existen. Sabía que te fascinaban, pero intuía que al menos tenías la certeza de que eran solo fantasía.

-          No he descubierto hoy su existencia. El otro día, me crucé con Milo, y le descubrí, pero me dejó escapar.

-          Entonces… Si ya lo sabías… ¡¿Cómo has podido ser tan estúpido de venir a esta fiesta?! ¡Mira que te insistí en que no vinieras, que podía ser peligroso!

-          Ni yo mismo lo sé… - murmuré, apenado – Supongo que fue la curiosidad, no pude evitarlo.

-          Antepones tu curiosidad a tu vida. ¡Qué insensato, Camus! ¡No quiero saber lo que te hubiera podido ocurrir de no haber estado los demás cazadores y yo!

-          ¿Has venido a esta fiesta solo para salvarme?

-          Iba a venir de todas formas. Pertenezco a una organización de cazadores, Camus. Pero, al saber que estarías tú, he estado todo el rato vigilándote. Y he tenido que soportar ver cómo bailabas con ese maldito vampiro, teniendo que esperar hasta el momento oportuno para atacar.

-          De todas formas… Milo me ha dicho que no tenía planeado matarme. Dice…que mi sangre es especial, que es la única que le satisface. Así que querrá aprovecharse más veces de ella.

-          Es asqueroso, Camus. – masculló Shura – No quiero seguir oyendo esto, tengo que sacarte de aquí.

Me colocó la camisa y la chaqueta que Milo me había quitado antes, y me ayudó a levantarme de la cama.

-          ¿Cómo es que me has encontrado? – le pregunté.

-          He conseguido escabullirme del maldito vampiro ese, y he subido hasta aquí. Te he buscado por todas partes, hasta que he dado contigo en esta habitación. Estabas solo, tumbado sobre la cama e inconsciente. Y un reguero de sangre corría por tu pecho. Has estado como media hora inconsciente. Estaba muy preocupado.

-          ¿Y los demás?

-          La operación ha sido un fracaso. Eran muchos más vampiros de los que nosotros habíamos planeado. Algunos de mis compañeros han tenido que escapar, otros han sido acribillados por los vampiros. Y de los civiles que había en la fiesta… Bueno, todos han muerto también. Por eso debemos salir de aquí cuanto antes. No vaya a ser que vuelva el maldito ese.

Shura se dirigió a la puerta, y traté de seguirle, aunque me detuve al descubrir algo familiar.

-          Oh… Sin duda se está burlando de mí. – murmuré.

-          ¿Qué ocurre? – me preguntó Shura, girándose hacia mí.

Me dirigí a la mesilla de noche, encima de la cual descansaba el tomo de Drácula que tanto había ansiado recuperar. Lo cogí.

-          No lo cojas, Camus. Podría ser una trampa.

-          No te preocupes, no lo es. Tan solo me lo ha devuelto porque era mío. – le tranquilicé – Venga, vayámonos de inmediato.

Salimos de la habitación con mucha precaución, y tratando de ser lo más sigilosos que pudiéramos. Yo todavía me sentía algo débil, y es por eso que necesitaba aferrarme al hombro de mi amigo para caminar.

Observé, abajo, que el salón de baile estaba completamente desierto. Al menos, de gente viva, pues todo el suelo estaba cubierto de un gran reguero de sangre, y había múltiples cadáveres tirados por él. Había sido una auténtica masacre.

-          Esto no me gusta. – dijo Shura.

-          ¿El qué?

-          Demasiado silencio, demasiada soledad. Sin duda nos están esperando, será mejor que salgamos de aquí cuanto antes.

-          ¿No hay otra forma de escapar?

-          Yo mismo hubiera escapado por la ventana de la habitación, pero dado el estado en el que te encuentras no hubieras podido bajar por ahí. Venga, démonos prisa… Y que sea lo que Dios quiera.

Nos apresuramos, y enseguida nos encontrábamos bajando la escalinata hacia el salón de baile. Corriendo como mi estado nos permitía hacia la puerta, tuvimos que esquivar varios cadáveres con tal de no tropezar con ellos, y tener precaución para no resbalar con la sangre.

-          No te preocupes, Camus. Ya casi estamos. – me dijo Shura.

-          Oh… ¿Pero qué es esto? ¿Tan pronto os vais de mi fiesta?

Shura se giró a una velocidad vertiginosa, llevando a su vez una mano a su cinturón, de donde prendía una estaca. La aferró con fuerza en su mano y la lanzó directa hacia el centro de la escalinata. Milo, que se hallaba ahí, la esquivó con mucha facilidad.

-          Fallaste. – dijo, con una sonrisa burlona, que dejó entrever sus colmillos.

-          Corre, Camus. – me ordenó Shura.

Sin embargo, mis piernas no consiguieron moverse. Me había quedado estático, mirando fijamente a los ojos turquesa de Milo. Era como si me hubieran hipnotizado completamente, y no podía desprenderme de ellos.

-          ¿No quieres quedarte un rato más conmigo, Camus? – me preguntó Milo, ofreciéndome su mano en la distancia.

No podía entender mis propios sentimientos. Realmente sentía deseos de coger esa mano, de dejarme llevar, de explorar un nuevo mundo…

-          No dejes que te engatuse. – siguió Shura, que me cogió del brazo y tiró de mí en contra de mi voluntad para sacarme de allí.

Mientras corríamos hacia la puerta, yo llevado por Shura, no quité mis ojos de los de Milo, viendo cómo su figura se alejaba cada vez más y más.

-          ¡Adieu Camus! – me gritó Milo, de forma muy teatral y dramática - ¡Volveremos a vernos! – siguió, haciendo una elegante reverencia.

Cuando salimos del hotel, nos dirigimos apresuradamente hacia un coche que estaba aparcado a poca distancia. Shura se subió en el sitio del conductor y yo en el del copiloto. Arrancó el vehículo de forma frenética y salimos pitando de allí.

-          ¿Estas mejor, Camus?

-          Creo…Creo que sí.

-          ¡¿Por qué has vuelto a dejarte engatusar por ese vampiro?! ¡Casi parecía que estuvieras enamorado de él!

-          No, no… No es eso, pero… No sabría cómo explicarlo.

Mi acompañante suspiró, y centró la vista en la carretera. No volvió a decir nada más en todo el camino, y en pocos minutos ya estacionaba frente al portal de mi piso.

Cuando bajamos del coche, Shura abrió el maletero para coger una pequeña mochila que tenía allí guardada, y me acompañó hasta mi apartamento. Una vez allí, tardé muy poco en dejarme caer sobre mi querido sillón.

-          Estás en serio peligro, Camus.

-          No me digas… - le contesté, algo burlón.

-          No te rías de algo así, esto es serio. – me dijo, y se acercó a mí, arrodillándose junto a mi sillón – Ese vampiro ha bebido tu sangre, lo que le proporciona una estrecha conexión contigo. Ahora puede saber todos tus movimientos, y encontrarte allá donde vas. Es inútil huir.

-          Ya entiendo… Como en Drácula, cuando bebe la sangre de Mina y ella la de él. Luego los dos se sumergen en una íntima conexión y pueden entrar en la mente de otro.

-          Exacto, salvo que, en este caso, tú no has bebido la sangre de Milo, así que no puedes entrar en su mente. No me gusta la idea, pero al menos eso nos hubiera dado un poco de ventaja. Estás completamente expuesto al enemigo, Camus.

-          ¿Y qué sugieres que hagamos? – le pregunté, suspirando.

-          No nos queda mucha alternativa, debemos acabar con él. El problema es que todavía no estamos preparados. Llevamos meses siguiendo el rastro de Milo Antares y sus compinches, pues están causando serios estragos en la ciudad. Esta noche íbamos a intentar acabar con ellos, pero lamentablemente, la operación ha sido un fracaso y hemos sufrido muchas bajas. Pasará un tiempo hasta que logremos resarcirnos y atacar de nuevo.

-          ¿Entonces…?

-          Te protegeré lo máximo que pueda hasta entonces, Camus. – me dijo Shura, cogiéndome las manos entre las suyas y mirándome fijamente a los ojos. Pude sentir la tristeza y la preocupación en su rostro – Pero ni siquiera yo, un simple mortal, puede hacer milagros contra lo fantasioso. Por eso, voy a darte unas instrucciones y necesito que las cumplas al pie de la letra.

-          Está bien…

Se dirigió a su mochila, que había dejado sobre la mesita de café, y comenzó a sacar cosas de ella.

-          Primera regla: Nunca, bajo ningún concepto, te quites esto.

Se acercó hasta mí, y envolvió mi cuello con un rosario de plata.

-          Creo que no hará falta que te explique que los vampiros son vulnerables ante la plata y cualquier sortija religiosa.

-          No.

-          Segunda regla: Lleva siempre a mano una estaca. – prosiguió, colocando unas cuantas sobre la mesilla - Si un vampiro te ataca, no dudes en tratar de hundirla en su corazón. Eso le inmovilizará durante unos minutos y te dará tiempo para degollarle.

-          Lo sé.

-          Bueno, al menos es una suerte que ya conozcas tanto sobre esos malditos demonios. Tercera regla: Nunca salgas de noche. Por el día…

-          Sí, los vampiros no pueden salir a la luz del sol, así que ninguno me atacará durante el día.

-          Excepto si está nublado. Si lo está, tampoco salgas de casa.

-          Vale…

-          Cuarta regla. – pronunció, mientras colocaba por toda la casa montones de manojos de ajo – No quites ninguno de los ajos que estoy poniendo.

-          ¡Pero Shura…! ¡Olerá toda la casa a ajo, es asqueroso! – protesté.

-          ¡Me da igual que sea asqueroso! – gritó, tremendamente serio – Por las noches, solo podrás recluirte en casa, así que este deberá ser como tu santuario y el sitio más seguro sobre la tierra. Y el ajo ahuyentará a los vampiros.

-          Está bien…

-          Y, por último, quinta regla. – dijo, acercándose de nuevo hacia mí – Si estás en problemas, llámame lo más rápido que puedas.

-          Lo haré. Gracias por todo, Shura.

Intercambiamos una sonrisa, y después de charlar un rato más, se despidió de mí y me dejó descansar. No tardé mucho en dirigirme a mi habitación y ponerme el pijama para acostarme ya en la cama, pues había sido una noche larga y debía admitir que estaba tremendamente cansado.

Cogí el volumen de Drácula que por fin había logrado recuperar, y me dispuse a leer el principio, aquel párrafo que tantas y tantas veces había releído:

DIARIO DE JONATHAN HARKER.

Bistritz, 3 de mayo. – Eran las 8,35 de la tarde del día uno de mayo cuando partía de Munich, y llegaba a Viena a primera hora de la siguiente mañana. La llegada estaba prevista para las 6,45; pero el tren llevaba una hora de retraso. Budapest era precioso, al menos por lo que pude ver a través de los cristales del convoy y después, al pasear por sus calles. No podía alejarme de la estación, pues habíamos llegado tarde y marcharíamos enseguida. El más occidental de los espléndidos puentes que cruzan el Danubio, de gran anchura y profundidad, se adentraba en una región, para mí desconocida, que recordaba mucho a la antigua época de dominación turca. Tuve la impresión de salir del mundo occidental para entrar en el oriental.”

Suspiré, y dejé el libro de nuevo en la mesilla. En mi interior, sentía dos divisiones. Por un lado, tenía el sentimiento de que todo mi mundo se estaba haciendo pedazos, de que todo aquello que había amado siempre, ahora se estaba volviendo contra mí. Pero, sin embargo, por otro lado, también sentía que, si sabía cómo redirigir la situación, podía descubrir una gran oportunidad de conocer todo lo que siempre había soñado. Dos sentimientos opuestos que no tenía ni idea de cómo afrontar.

Finalmente, cerré los ojos, dejándome vencer por el sueño y dejando a un lado mi mente inquieta. Creo que no tardé demasiado en dormirme, dado mi cansancio, pero a la mañana siguiente, me desperté con una sensación muy extraña.

Soñé con él. Con el vampiro. Venía a por mí, acercándose de forma sigilosa, y por más que yo trataba de escapar acababa encontrándome. Me susurraba cosas tentadoras al oído, y trataba de embaucarme para que fuera con él.

“No podrás escapar por más que lo desees. Ahora eres mío”. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza al recordar lo soñado, sentado en mi cama. El pitido del móvil me devolvió a la realidad y lo cogí con mucha efusividad, tratando de distraerme con otra cosa.

Era Shaka, que me proponía ir a desayunar con él y charlar un rato. Supuse que me iría bien, así que acepté. En pocos minutos me cambié, y me dirigí al sitio que habíamos acordado. Cuando llegué, mi amigo ya se encontraba sentado en una de las mesas de la terraza.

-          Buenos días, Shaka. – le saludé, mientras me sentaba en la silla de enfrente.

-          Buenos días. ¿Tan pronto has sacado la ropa de invierno? Apenas estamos a comienzos de octubre, Camus.

Creo que ya he repetido bastante lo mucho que odio a veces que Shaka sea tan analítico y observador. Se había fijado en mi jersey de cuello alto, cuando apenas estábamos a principios de otoño. Evidentemente, me lo había puesto para tapar la venda que envolvía mi cuello, pues no quería alarmarle, y tampoco sabría qué excusa inventar para una herida en un lugar tan extraño.

-          Ya sabes lo friolero que soy, y tampoco es una mañana especialmente calurosa.

-          ¿Has estado enfermo? Tienes un aspecto un tanto extraño. – me comentó, mientras que a su vez miraba al camarero que acababa de llegar junto a nosotros – Para mí un café con leche y una ensaimada, por favor.

-          Muy bien. – respondió, mientras apuntaba la comanda en una libretita - ¿Y para el otro caballero?

-          Un zumo de naranja y un croissant.

El camarero se retiró, y Shaka continuó mirándome de forma fija. Le conocía bien. Que el camarero me hubiera librado de responder su pregunta antes no iba a hacerlo ahora, y esperaba una respuesta.

-          Bueno, sí… Ayer tuve un poco de fiebre y he pasado una mala noche.

-          Ya decía yo… Estás un poco más pálido que de costumbre.

El camarero nos trajo increíblemente rápido lo que habíamos pedido, así que decidimos dejarlo ya todo pagado y le dimos algo de propina por un servicio tan eficiente.

-          Si no te encontrabas bien deberías habérmelo dicho, Camus. – me dijo Shaka, mientras echaba en su café los dos sobres de azúcar que le habían traído – No creo que sea bueno que hayas salido de casa. ¿Aún tienes fiebre?

-          No, tranquilo. Cuando me he levantado estaba mucho mejor, sino te lo hubiera dicho.

-          Bien.

Tragué un sorbo de mi zumo de naranja mientras que mi acompañante le pegaba un bocado a su ensaimada. Shaka siempre me había resultado muy curioso. Tan refinado en sus costumbres, tan analítico, tan perfeccionista… Ni siquiera había rastro de un poco de azúcar glas en sus labios después de haber comido. A veces me preguntaba cómo lograba tanta perfección.

-          ¿Has comenzado a estudiar para el examen de Literatura Medieval Comparada?

-          Lo cierto es que todavía no… - respondí, apenado. ¿Cómo iba a haber estudiado después de la de cosas que me habían pasado el día anterior? Imposible con tantas cosas revoloteando por mi mente.

-          Es cierto… Seguro que pasaste toda la tarde con Shura. – me dijo, observándome con una sonrisa picarona.

-          Shaka…

-          A mí no me engañas, bribón. Os conocéis de toda la vida y siempre que puede permanece cerca de ti. ¿Él te gusta, verdad?

-          ¿Qué clase de pregunta es esa? – pregunté, sintiendo mis mejillas sonrojadas – Shura es mi amigo, nunca he pensado en él de esa forma.

-          ¿De verdad? – cuestionó. Sentí su decepción en el rostro – Yo creía que sí…

-          Pues te equivocas. – respondí algo indignado, y masqué un poco de mi croissant. Y realmente era cierto. Shura era mi mejor amigo, pero nunca se me había pasado por la cabeza pensar así en él.

-          Bueno chico, tampoco hace falta que te pongas así… - siguió mi acompañante, mientras jugueteaba removiendo su café con la cucharilla – Al fin y al cabo, tú a él sí que le gustas.

-          ¿De qué estás hablando?

-          Cielos Camus, nunca creí que estuvieras tan ciego. Hasta yo, que no le he tratado mucho, he podido darme cuenta las pocas veces que le he visto.

-          Quizá porque eres demasiado analítico con todo.

-          Puede, pero mi intuición no suele fallarme. Le he observado, y sé por la forma en la que te mira y por cómo te trata que le gustas. Y mucho. Hasta es probable que esté enamorado de ti. Deberías hacer un pensamiento al respecto, Camus.

¿Shura…enamorado de mí? No podía creerlo. Aunque…pensándolo mejor, no podía ser tan raro, pues nos conocíamos desde siempre, pero… ¿De verdad había estado tan ciego?

-          No te empieces a comer la cabeza desesperadamente con eso.

-          Pues lo estoy haciendo. – le reproché.

-          Lo sé, pero no es nada fuera de lo común. Solo tienes que meditar si a ti te gusta. Quizá sí y tampoco te hayas dado cuenta.

Me dolía pensarlo por Shura, pero realmente, por más que lo meditaba, él no dejaba de ser mi mejor amigo de la infancia, como si fuera un hermano. Ojalá Shaka se equivocara y Shura se sintiera de la misma forma que yo, porque los únicos sentimientos que encontraba de ese tipo eran cuando vislumbraba aquellas turquesas en mi mente. Me estremecí en el sitio, y comencé a ponerme nervioso. No podía parar de imaginarme a Milo encima de mí, a punto de morderme el cuello. Debía de estar majara, ¿por qué me sentía así ante alguien que solo me utilizaba como comida?

Shaka sonrió, seguramente malentendiendo mi estremecimiento y mis mejillas sonrojadas en ese momento. Debía de pensar que eran a causa de pensar en Shura, pero aun así no hizo ningún comentario más al respecto.

Continuamos charlando sobre otros temas, y después de un rato nos despedimos y cada uno volvió a su casa. No puedo decir que mi día fuera muy provechoso, pues traté de estudiar para el examen de Literatura Medieval, pero por más que lo intenté no hubo manera. El recuerdo de la noche anterior aún era muy reciente, y no conseguía sacármelo de la cabeza, así que tampoco podía concentrarme.

Me fui a dormir con la insatisfacción de no haber hecho nada provechoso en todo el día, y con la esperanza de encontrarme con nuevos ánimos a la mañana siguiente. Sin embargo, volví a tener esos extraños sueños aquella noche.

Sentía que Milo venía a por mí, nuevamente, y deseaba que yo acudiera a su llamada. Sentía en mi interior, en mis sueños, cómo él se acercaba cada vez más.

-          No puedes escapar a tu destino, Camus… - me susurraba su tentadora voz, proveniente de alguna parte.

-          Claro que puedo si yo quiero. – gemí, en sueños.

-          Pero la cuestión es… ¿quieres?

Era muy extraño. Me sentía como si estuviera inmerso en un sueño, pero, sin embargo, en él seguía estando en mi habitación y era consciente de todo lo que pasaba. Incluso podía moverme a voluntad.

-          Levántate, Camus, y quita esos horribles manojos de ajo de tus paredes.

De repente, perdí toda mi capacidad de moverme a mi antojo y mi cuerpo comenzó a levantarse solo. Me vi dirigiéndome hacia los montones de ajos que Shura había esparcido por toda mi habitación, y los fui quitando uno a uno de en medio. Cuando terminé mi tarea, volví a tumbarme en la cama.

-          Bien. Ahora puedes despertar… - escuché, milagrosamente cerca.

Cuando abrí los ojos, despertando de mi extraño sueño, me di cuenta de que, efectivamente, todo el ajo había desaparecido, y encima del alféizar de mi ventana se alzaba una imponente figura en cuclillas.

Ahora lo comprendía. Milo me había hechizado en sueños y yo, sonámbulamente, me había movido actuando a su voluntad. Ahora se encontraba frente a mí, en la ventana, y con total vía libre para entrar.

-          Qué ridiculez, Camus. Apuesto a que toda esta protección contra mí ha sido cosa de tu amigo el cazavampiros.

-          No debe ser tan ridícula si te has visto forzado a que yo la quitara para poder entrar.

-          ¿Bromeas? Ese olor no debilitaría mis poderes. Tan solo encuentro nauseabundo su aroma y por eso he preferido que lo retiraras.

Saltó desde la ventana a mi cama, y se subió encima de mí.

-          Volvemos a encontrarnos. Te prometí que sería pronto. – me dijo, con una pérfida sonrisa.

Sentía terror y excitación al mismo tiempo. ¿Pero qué me pasaba? No podía negarlo por más que lo intentaba, los vampiros habían significado gran parte de mi vida y me fascinaban. Mi fascinación por ellos me vencía.

-          Vaya, otro regalito. – prosiguió Milo, arrancándome de un tirón el rosario de plata que llevaba en mi cuello. Sentí cómo se le chamuscaban las manos, pero en cuanto lo lanzó lejos volvió a recuperarse – Tu amigo es muy ingenuo si cree que puede detenerme con minucias como estas.

Apreté mis dientes con rabia. Era posible que me encantaran los vampiros, y también que estuviera emocionado por el hecho de conocer a uno al fin, pero se trataba de mi vida, y no podía dejarla ir tan fácilmente. Y aun menos cuando Shura estaba haciendo tanto por salvarla.

-          Vamos, ahora sé bueno y estate quietecito, o te dolerá más.

Me quitó el vendaje de mi cuello, e inclinó su cabeza hacia él, a la vez que sus colmillos comenzaban a aparecer. Como pude, alargué mi brazo hacia mi mesilla, donde descansaban las estacas, y agarré una firmemente en mi mano.

-          Te lo advierto. Si te acercas un solo centímetro más hundiré esto en tu corazón. – le amenacé, muy serio.

-          Ya veo que ahora juegas a ser cazador. – continuó burlándose de mí – Inténtalo si quieres, no opondré resistencia.

Apreté aún más mis dientes, y pegué la punta de la estaca a su pecho, justo a la altura del corazón. La sostuve fuertemente mientras tomaba la decisión de darle la estocada o no. Eso me salvaría, pero tampoco estaba seguro de poder hacerlo. No me veía con el valor suficiente.

Milo le dio un manotazo a la estaca y la envió muy lejos.

-          Sabía que no podrías. Te niegas a admitirlo, pero en el fondo eres un masoquista, Camus. Todo esto te encanta, y disfrutas con ello.

Me cogió las dos muñecas y las pasó por encima de mi cabeza para inmovilizarme. No opuse ninguna otra resistencia cuando volvió a acercar sus labios a mi cuello. Tan solo cerré los ojos, esperando el dolor puntiagudo de sus colmillos.

-          Buena decisión. Ya te dije que nuestro pacto podía ser eficaz si no te oponías. Sabes que tu sangre es la única que me satisface, así que no pretendo matarte porque me arrebataría algo muy preciado. Tan solo dámela sin rechistar y yo no te haré más daño. – me susurró al oído.

Sentí de nuevo sus colmillos en mi cuello, y mi sangre salir una vez más de mi cuerpo. Milo parecía extasiado, pues apretaba con fuerza mis muñecas, devorado por el placer.

-          Lo siento Shura… Te he fallado, no he sabido protegerme… - me lamenté en mis pensamientos – Shura…

Un golpe en la ventana nos alertó a los dos, y cuando nos giramos hacia ella, vimos a Shura apoyado en el marco.

-          ¡Shura! – grité, contento y aliviado.

-          Quítale las manos de encima maldito ser inmundo. – pronunció Shura, con voz de ultratumba.

No atisbé ni una pizca de la picardía o burlonería que caracterizaban a Milo en su rostro. Normalmente, se hubiera reído y hasta hubiera intentado divertirse con la situación, pero esta vez estaba muy serio.

-          Ya me estoy cansando de tus intervenciones, cazador. – dijo, extremadamente serio y mirándole de forma muy fija – No permitiré que sigas interponiéndote entre Camus y yo.

-          Eso ya lo veremos.

Con un ágil movimiento, Milo se abalanzó contra Shura, pero este último ya estaba prevenido y le apuntó con una pistola. Creí que sería un arma de fuego, pero en cuanto tiró del gatillo, vi que un chorro de agua mojaba al vampiro. Este cayó al suelo y retrocedió, tocándose su rostro quemado.

-          ¿Te gusta el agua bendita? – preguntó Shura, con una sonrisa burlona.

-          Me las pagarás…

Esta vez, Shura no pudo seguir la velocidad de Milo y el vampiro se abalanzó contra él. Los dos se golpearon contra la ventana abierta y cayeron por ella.

-          ¡Dios mío, no! – exclamé.

Me aventuré rápidamente a la ventana, y cuando miré por ella vi que ya se habían vuelto a poner en pie y seguían forcejeando. Cogí la estaca que Milo me había lanzado por los suelos y salí de casa lo más rápido que pude para seguirles, a pesar de que goteara sangre de mi cuello.

Cuando llegué a la calle, escuché un disparo y me aterroricé. Esta vez sí que había habido un arma de fuego de por medio, pero… ¿El herido había sido Shura o Milo? Sinceramente, sentía que cualquiera de las dos opciones podía ser terrible.

Vi a Milo tirado en el suelo, tocándose su abdomen de donde salía sangre, y a Shura con un arma en alto.

-          ¿Te siguen pareciendo ridículas mis armas? Te advierto, no tendré reparos en dispararte otra bala de plata, y esta vez no fallaré el blanco.

-          No es mi culpa que tengas tan mala puntería… - se burló Milo, mientras se levantaba.

Al parecer, la bala solo le había rozado, por lo que Milo tan solo presentaba una herida superficial causada por el roce.

-          Dime una cosa. ¿Él te gusta, verdad? – le preguntó a Shura, refiriéndose a mí.

El corazón me dio vuelco, y me detuve de repente para escuchar su conversación.

-          ¿A qué viene esto ahora? – cuestionó mi amigo, muy malhumorado.

-          Yo ya le he prometido a Camus que no le haría daño, tan solo quiero su sangre. Entonces, si no voy a herirle, ¿por qué insistes tanto?

-          ¡Me parece ridícula esa pregunta! ¡No deja de ser un humano que corre un riesgo, y sería cruel dejarle en manos de un vampiro!

-          No, aquí hay algo más… - rio – Sería muy fácil hacer un simple pacto. ¿No te serviría si yo te prometo que a cambio de que me dejes a Camus, no morderé a nadie más?

Shura apretó sus puños con fuerza. Parecía muy indignado.

-          ¡Pues claro que no! ¡No dejaré que le hagas eso a Camus!

-          Ya sabía yo… Claro, claro que te gusta… Estás enamorado de él y por eso te reconcome por dentro saber que tu peor enemigo le ha echado las manos encima.

-          ¡Sí! ¡¿Y qué?! ¡Estoy locamente enamorado de él, y por eso no dejaré que le hagas ningún daño!

Me llevé las manos a la boca, sorprendido, mientras veía cómo Shura alzaba de nuevo el arma. Shaka tenía razón…estaba enamorado de mí, y yo no había sabido verlo.

Shura comenzó a disparar el arma, mientras que Milo esquivaba todas las balas de plata con bastante facilidad. Finalmente, se le acabaron las balas, por lo que el vampiro, sonriendo de forma victoriosa, se acercó hasta él, cogió la pistola y comenzó a doblarla con una fuerza increíble.

-          Parece que se te han acabado las balas, estas en un aprieto. – le susurró a Shura.

Cuando creí que Milo estaba por acabar con mi amigo, corrí hacia ellos para impedirlo.

-          ¡No! ¡No lo hagas!

Milo frenó de golpe en su ataque, y me miró algo burlón.

-          ¿Por qué tendría que hacerte caso?

-          Porque…si no lo haces… - mis manos y mi voz temblaban, mientras que sostenía fuertemente la estaca que había cogido y llevaba su punta afilada a mis muñecas – Si no lo haces me cortaré las venas y me suicidaré.

Eso pareció causar efecto, pues quedó muy sorprendido y se retiró rápidamente de Shura.

-          No hagas eso, Camus…

-          Si no quieres quedarte sin comida… Tendrás que escucharme a mí esta vez. Te propongo un trato.

-          Te escucho atentamente.

-          Aceptaré quedarme contigo, pero a cambio de que no le hagas ningún daño a mi amigo.

-          ¡Camus, no hagas eso, es una locura!

-          ¿Aceptas? – le pregunté a Milo, arqueando una ceja.

-          Hmm… Me parece un trato razonable. Al fin y al cabo, me da igual si un humano muere o no – acto seguido se giró hacia Shura – Esta vez te has librado, cazador. Deberías darle las gracias a tu amigo.

Milo se acercó hacia mí y me cogió entre sus brazos, sobresaltándome. Para cuando me di cuenta, ya nos estábamos alejando rápidamente de allí, y solo pude escuchar a Shura gritar:

-          ¡Te prometo que en cuanto pueda te rescataré, Camie!

Notas finales:

¡Espero que os haya gustado y nos vemos pronto! ^^

Por cierto, he de aclarar que el relato entre comillas del Diario de Jonathan Harker forma parte de la primera página del libro Drácula de Bram Stoker, por lo que no me pertenece a mí sino a él. He querido poneros un trocito del libro para que vieráis como comenzaba y, quizá si os gusta este tema de los vampiros y no lo habéis leído, que os animéis a hacerlo porque es un gran libro :).

¡Muchas gracias! ¡Besos!


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