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La fiesta por loveOver

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Notas del capitulo:

Espero que se diviertan con esta cochinada xD

La fiesta

Killua vio la seriedad de Illumi mientras este observaba a la nada, evitando encontrarse con su mirada, se ruborizó. Había ido a su cuarto, hasta esa ciudad, sin avisar y no estaba preparado para enfrentarlo. Eran demasiados recuerdos los que venían a su mente.

—Yo no quería que esto pasara, Kil, estoy molesto conmigo por no haberlo prevenido antes.

—¡No es eso!, además… ya me lo habías advertido. Yo no debí excederme con las bebidas sólo porque no sintiera nada tan rápido.

Se sentó sobre un buró, mirando tímidamente a su hermano mayor. Lo hecho, hecho estaba.

Llevaba rato intentado golpear la puerta pero no coordinaba bien su cuerpo, sus golpes apenas tocaban el marco y sentía como si todo se mezclara en su mente, casi podía visualizar los golpes como luces borrosas, creía tener alucinaciones.

—¡Abre la puerta, Illumi!

Al otro lado el morocho vigilaba que no escapara. La gente a su alrededor le observaba con curiosidad y él sólo fingía no darse cuenta. El problema era que Killua estaba ahí, y él, tarde o temprano comenzaría a sentir los efectos de las drogas. Ya no era tan intenso como antes, y probablemente llegaría el momento en que no le harían nada, así como con su padre y su abuelo, pero todavía podía sentir un poco de esos efectos, sólo que con su hermano presente, no podía asegurarse de que no ocurriría nada.

Las drogas en su mayoría eran para elevar la libido, por eso era que las orgías se prendían en su máximo apogeo. No era un secreto para los invitados que Illumi carecía de interés por estar en la cama con cualquiera de ellos, de todos modos nunca faltaban los que hacían el intento. Porque claro, ellos no sabían que todo en su vida giraba alrededor de Killua. Ese pequeño albino que le hacía vivir las fantasías eróticas más intensas en su vida. En la fiesta prefería esperar hasta que su libido estuviera al límite para encerrarse en algún cuarto imaginando al menor en toda clase de situaciones con él hasta desahogarse con la primer persona que llamara a la puerta mientras él estaba fuera de sí. Esta ocasión sería mala, muy mala para su salud mental, no sabía si podría resistir la tentación.

—Aniki… —la voz de Killua ya no sonaba histérica, eso lo alarmó más— ¿qué me ocurre?

Tragó saliva.

—Es la droga, tienes que esperar a que se pase el efecto.

—Mmm… Aniki… mi cuerpo se siente… caliente.

«No me digas eso, Kil, a mí no» se dijo luchando contener sus deseos.

—Quizá… quizá tienes fiebre —torpemente intentó dar una explicación menos interesante.

—Aniki, por favor… esto es raro.

Killua sentía un calor terrible, y se desabotonó la playera, no soportaba el ambiente y eso que la ventilación estaba helada, para evitar que el calor natural se volviera una carga para los invitados.

—Es normal.

Illumi comenzó a sentir los efectos de la droga, su cuerpo comenzó a reaccionar. Respiró hondo. No quería terminar masturbándose frente a todos, tampoco quería dejar la puerta y que Killua terminara en brazos de alguien más, que sacara ventaja de ver al menor ardiendo en deseo.

—Aniki… entra, entra por favor.

Illumi examinó los gestos del albino. Recordó cuánto se había esforzado por rechazar las peticiones del menor, no quería entrar, no quería hacerlo. Pero su cuerpo, sus fantasías y necesidades personales le habían impedido tomar la decisión correcta.

—En parte también fue mi culpa. Yo debí haberte escuchado.

—Yo soy el mayor, debí resistir más.

—No podías… lo sé, entiendo ahora mejor todo.

—Kil —desvió la mirada.

Killua había admitido que recordaba todo. Eso implicaba algo bastante fuerte y desafortunado para él.

«Soy un maldito enfermo»

Cuando al fin no pudo más, entró en el cuarto, puso el seguro detrás de él y miró a los ojos azules que le pedían en secreto que le hiciese todo lo que deseaba.

—Aniki —balbuceó mareado, dio un paso adelante y tropezó—. Esto es absurdo, no puedo moverme bien.

—Tomaste demasiado.

—Ani… mmmm

Illumi lo había detenido de caer, por tanto sus cuerpos se habían acercado más de lo adecuado para su salud. Killua tenía una erección, era evidente y al contacto con su cuerpo, pudo sentirla rozando en su pierna.

—Ani… ¿qué es esto?

Se excitó de inmediato. Sentía el flujo de su sangre corriendo fuertemente, el calor de su entrepierna se expandió por todo su cuerpo. Killua estaba ahí, listo para él, a solas, ¿qué más podía pedir?

—Kil, para por favor… no debo estar aquí, será mejor que salga.

Pero el menor se aferró a su chaqueta, no quiso dejarlo ir.

—Illu-nii, no me dejes así —rogó.

Esa forma de llamarlo, más que hacerle recordar que era su hermano mayor, le encendía más, sobre todo con esa voz tan seductora y torpe.

—Yo me siento peor, Kil, por favor…

—Illu-nii… mmm

Supo que Killua había dejado de razonar cuando sintió como el niño le restregaba su cuerpo, frotándose contra el suyo, y olvidó hasta su nombre. Se dio la vuelta y dejó que continuara con sus movimientos seductores.

—Tú también… —se percató de lo muy excitado que estaba Illumi, pero estaba más centrado en sus propios deseos que no le dio mucha importancia.

—Sí, yo también me siento así, Kil, por eso debo salir.

—Pero Illumi… necesito ayuda con esto.

Se abrazó a él, no iba a dejarlo ir cuando necesitaba desahogar su cuerpo. Nunca antes había experimentado una sensación como esta, jamás se había sentido tan excitado, lo suficiente como para querer estar con alguien, y no le importaba en lo más mínimo que se tratara de Illumi, no en esos momentos.

—¿Era cierto?, Illumi —le preguntó con un rubor extendiéndose por sus mejillas—, dime, lo que me dijiste ahí, ¿era cierto o algo para convencerme de… de hacerlo?

Ese era el principal problema de ir a la fiesta, su exceso de honestidad, cuando estaba bajo los efectos de las diversas sustancias, le había llevado a confesar frente a su madre que Killua le atraía. Y ahora vivía con temor a que ella delatara sus sentimientos frente a su padre y se ganara algún perturbador tratamiento que le hiciera desistir de sus fantasías. Ahora todo estaba peor, la persona que menos debía saberlo, estaba enterada de todo. Ya no había sorpresa ni secreto a mantener.

—Kil… no es necesario que te responda. Ya lo sabes. Yo… será mejor que mantenga mi distancia, no quiero que esto sea más complicado.

Lo había decidido, por una maldita vez sería el hermano mayor, el adulto que era. Aunque le doliera, tomaría la distancia adecuada hasta que sus fantasías pasaran a segundo plano.

Mientras volvía a restregarse sobre su hermano, Illumi lo apartó por los hombros.

—Kil, no puedo hacer esto, no.

—¿Por qué no?, tú también te sientes así.

—Porque yo… porque tú, tú realmente me gustas. Porque llevo todo este tiempo fantaseando contigo como para tenerlo así tan fácil, y que mañana te arrepientas y me lo eches en la cara. No, no me voy a arriesgar.

Se dio la vuelta y cuando estaba a punto de salir del cuarto, Killua lo jaló por la muñeca con mucha fuerza.

—No te reclamaré, lo prometo.

—Kil, no seas ridículo. Estás drogado, no sabes lo que dices.

—Si no lo haces, iré a buscar a alguien que me ayude.

—No. Nunca, no lo permitiré.

—Aniki… es mi primera vez, ¿no me vas a enseñar? —casi resbala con Killua sobre su regazo al escucharlo hablar de ese modo.

«Te quiero follar aquí y ahora», sólo pensaba en eso.

—Te gusto, ¿no?

—Sí —suspiró. Su cuerpo también ardía. Necesitaba desahogarse; lo necesitaba con urgencia.

—Entonces… ¿por qué no me has besado?, eso hacen cuando…

No terminó la frase, Illumi le robó un voraz beso. Sus labios se encontraron con furia, ansiosos por probar cada rincón de la boca del otro. Tocar sus pieles; provocarse todavía más.

—Una vez que empiece no podré parar —advirtió al oído— ¿estás seguro de…?

—Fóllame…

Sus cerebros se desconectaron. Se dejaron llevar por la pasión, su libido y su atracción mutua.

—¿Por qué te alejas?, ¿no tengo derecho a decir algo?, yo también estuve ahí.

—Porque era verdad, porque cada una de mis palabras era cierta. Por eso —sentenció severo. Ya no dejaría más rodeos, no quería que Killua siguiera atormentándolo, quería olvidarlo y ser un hermano normal. Pese a lo que habían hecho esa noche, quería ser sólo un desliz en su vida.

—¿Y?, yo también estuve ahí. También dije cosas bochornosas —volvió a enrojecer, pero ya no iba a echarse para atrás. Si Illumi ya había dado el paso más difícil, él también demostraría que no era un cobarde.

Illumi le había desnudado, le había colocado sobre la cama y besaba su abdomen, Killua se retorcía de placer, su cuerpo desnudo, caliente, y esos labios frescos, húmedos le proporcionaban todo lo que necesitaba para desahogarse.

—Mmm… Illu-nii… ah…

Soltó un profundo gemido cuando sintió la lengua de su hermano recorriendo su miembro. Apenas tenía conciencia, estaba disfrutando demasiado lo que le hacía el mayor. No quería que parara, pero entonces recordó un detalle.

—Illu-nii… mmm… Illu…

—¿Qué ocurre?

—Tú… tú también. Quiero verte desnudo.

No sabía de donde venía tanto descaro de su parte cuando usualmente era pudoroso. En esos momentos no tenía ánimo de cuidar cada detalle. Aunque podía apostar que su expresión delataba lo complicado de sus sentimientos.

Illumi se levantó, hizo a un lado su playera, mostrando su abdomen perfecto.

—Maldición… Illumi… quítalo todo.

Sonrió coqueto, Killua estaba demasiado expresivo, no iba con él, pero no podía negar que le divertía ver su honestidad en todo su esplendor. Bajó su pantalón y ropa interior. Al fin concediendo la petición del albino, la mirada sorprendida del niño le dijo todo.

—¿En verdad te gusto? —le preguntó el albino incrédulo de tener semejante pretendiente detrás de él por tanto tiempo.

—Sí, Kil, me vuelves loco. Hago muchas estupideces por tu culpa.

—¿Y por qué te alejas?, ¿por qué no me lo dices?, ¿no te gustaría hacer esto conmigo más seguido en lugar de estar hostigándome y molestando a mis amigos?

Illumi se rio en voz baja.

—Eso dices porque estás drogado. Mañana te arrepentirás.

—No —Illumi acercó su miembro sobre el del menor, y comenzó a masturbarse con él—, ah… mmm… ah… no me arrepentiré.

—Sí… —suspiró— lo harás.

—Me arrepiento de no hacerlo antes contigo. Eres muy bueno en esto.

Illumi lo miró con un aire de enojo. Sí, quizá Killua había dicho un par de cosas comprometedoras, pero no era suficiente. No era como él y su confesión romántica.

—Lo tuyo es entendible, estabas drogado.

—Entonces por qué… dime… ¿cuánto dura el efecto?

—Una noche. Sólo eso.

—¿Entonces por qué me siento así? —cerró los ojos, ya no podía decir las cosas con la simpleza como lo pensaba.

—¿Así? —quedó extrañado, no recordaba haber sentido algo extraño la primera vez que estuvo en la fiesta— ¿así cómo?

Se puso más rojo que antes, pero era un rubor diferente, no era de vergüenza por pudor, era una expresión diferente. Se notaba que de verdad quería decir algo, pero no podía por otras causas inherentes a su personalidad.

Abrió sus piernas, lubricarlo le había tomado menos esfuerzo del que creyó, debido a que su excitación estaba al límite, y no le costaba trabajo relajarse. Killua respiraba con rapidez y creyó que no resistiría mucho antes de terminar. Era demasiado para su autocontrol, superaba toda su capacidad.

—Aniki… sí…

Illumi había esperado su aprobación para penetrarle. Aunque moría de ganas por hacerlo, se había contenido por temor a ir contra sus deseos sexuales. Apenas escuchó su respuesta, se acomodó y comenzó con su parte.

Se sentía increíble, caliente, húmedo, apretado, y Killua no parecía incomodarse por la intrusión. Cerraba los ojos y se dejaba llevar. Duraron así unos minutos, rozando con su erección, ese punto en su interior que le provocaba espasmos de placer al menor. Los movimientos de caderas, el sudor corriendo por sus espaldas, sus respiraciones, todo comenzó a llegar a su clímax. Killua fue el primero en terminar, y él no pudo detenerse hasta que terminó en su interior.

Casi sin aliento, hizo el esfuerzo por incorporarse y darle espacio al menor para que respirara. No podía dejar de verlo, era fascinante. Su expresión agotada, desnudo y cubierto de semen, una imagen erótica que conservaría toda su vida en la mente como su tesoro más especial.

—¿Kil? —el silencio y la duda le estaba quitando la paciencia, pero el niño insistía en no decir nada. Inclusive notó ese arrepentimiento en su mirada.

—Yo… ¿qué fue lo que pasó?, y no hablo de nosotros —tragó saliva—, me refiero a… ¿qué hacían todas esas drogas?

—No entiendo, ¿qué es lo que sientes?

—Sólo responde, maldita sea…

Bueno, si él quería respuestas, se las daría, después de todo, ya le había hecho demasiado a ese adolescente iracundo. Cerró los ojos, ya no quería verlo y extrañarlo, sólo quería dejarlo ir y continuar con su vida como antes.

—Drogas para acelerar tu pulso, para excitarte, provocarte alucinaciones, para relajarte…, no lo sé Kil, no estaba revisando todo lo que tomaste, sólo te vi cuando estabas con las drogas para elevar tu libido.

Pero eso no respondía su duda. Comenzó a temblar de nervios. Agradecía que hiciera suficiente frío como para culparlo, volteó a ver la calefacción que estaba apagada, como para decirle a su hermano con la mirada que no era un temblor emocional, sino algo natural. Casi de inmediato Illumi se puso de pie y lo encendió.

No iba a decir que se arrepentía de haberlo hecho con él, de hecho estaba demasiado feliz como para pensar en culpas y consecuencias. Killua lucía mejor, más relajado, aunque era obvio que no podía levantarse de la cama por culpa de la cantidad de cosas toxicas que había consumido. Así que se apresuró a limpiarlo y vestirlo. Por lo menos aguantaría así un rato hasta que los efectos disminuyeran, mientras tanto, él se acostó a su lado, observando su mirada perdida, sus pupilas todavía dilatadas y el tiritar de sus labios.

—Tengo nauseas —murmuró el albino.

Illumi se inclinó para besar su frente.

—¿Quieres vomitar?, te ayudaré a levantarte.

Colocó un bote de basura a un lado de la cama, y tal como dijo, le ayudó a acomodarse hasta que Killua al fin pudo deshacerse del malestar intenso. Pero estaba tan mareado y débil, que en cuanto terminó casi colapsa.

—¿Qué tiene de divertido esto? —se quejó.

Ya no quería abrir los ojos porque sentía que las náuseas regresarían y tendría que vomitar otra vez. Por suerte Illumi estaba ahí, cuidándole, al pensar en esto sentía que todo estaba bien, que podía descansar, levantó una mano para buscarlo y asegurarse de no estar en otra alucinación.

—Aquí estoy —tomó su mano y la besó.

Era una oportunidad única para ser y hacer todo lo que quisiera y culpar a las drogas. Incluso si sus padres se enteraban de lo sucedido, no les recriminarían nada puesto que tendrían una excusa y esto era lo más valioso para él, la mejor oportunidad de su vida. Así que sin ningún pudor atrajo a Killua a su cuerpo, abrazándolo y repartiéndole besos en las mejillas, frente, cuello, manos, y por supuesto, los labios. No podía parar, no quería hacerlo.

Cada gesto dulce de Illumi le parecía tan natural, como si todo este tiempo hubiese sido obvio que Illumi le amaba y no le incomodaba, no sólo porque su mente no podía hacer conexión adecuada con su cuerpo, sino porque no era capaz de encontrar lo extraño, aquello que debía estar mal. Llegó un punto en que su pensamiento pasó verlo como algo agradable y cómodo.

«Me gusta esto» pensó, y el mareó pasó a ser segundo plano.

El problema de estar en ese cuarto era que estaba muy cerca de la fiesta y los gases, el ruido, así como la gente golpeando constantemente a su puerta, le incomodaban, además, estar cerca del ambiente sólo prolongaría el efecto, cosa que seguramente Killua no podría resistir y terminaría colapsando justo como a él le había sucedido la primera vez que estuvo en la fiesta. No deseaba eso para él, así que se armó de valor para sacar al niño de ese lugar y llevarlo a las habitaciones de los pisos más alejados, donde nadie les molestaría. De pronto la privacidad le pareció más atractiva.

—Kil, te sacaré de aquí. No te asustes —susurró, pero Killua estaba demasiado ido, que no pudo comprender bien sus palabras.

Lo tomó en sus brazos, observó su rostro adormilado y se sonrió, recordaba esos viejos tiempos en los que solía cargarlo para llevarlo a su cuarto después de un pesado día de entrenamiento. Salió del cuarto. El ruido de la música, la gente gritando, cantando y haciendo cuánto escándalo podían le hizo sentir los efectos químicos en su cuerpo. Todavía no era tan inmune como sus padres o su abuelo. Apenas caminó unos pasos por el gran salón, cuando se encontró con su abuelo que lo miró no con buenos ojos.

—¿A dónde vas? —le preguntó.

—Killua está… —lo acomodó entre sus brazos puesto que el chiquillo comenzó a mover sus piernas sin saber lo que hacía—, no puede ni caminar.

—Oh… ya veo, es muy fuerte el efecto, sí.

—Lo llevaré a las recámaras de arriba, lejos de los efectos.

Por un momento pensó que su abuelo no le había entendido por el ruido que no permitía que su voz sobresaliera tanto. Aunque más bien su abuelo estaba más preocupado por otros motivos.

—Illumi, tú también estás muy drogado, tus ojos están muy rojos —le llamó la atención—, no vaya a ser que…

Pero no quiso imaginar nada. Sabía que el deseo sexual de ambos estaría fuera de control, lo cual hacía probable que ambos terminaran teniendo relaciones sexuales, la idea le perturbaba, pero también le molestaba la idea de que el albino terminara siendo abusado bajo las condiciones en las que se encontraba. Había apostado que Killua tendría más precaución con las cosas que consumiría, pero se había equivocado.

—Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo?

Al final, él sabía que Illumi le tenía un especial cariño al albino. Era preferente que cayera en manos de alguien que le respetaría hasta cierto punto, que con un desconocido que no tendría misericordia.

Illumi sabía los temores de su abuelo, y sabía que bajo condiciones reales, habría hecho un escándalo por sus intenciones, pero al estar en una situación justificable, podía apostar que nadie se quejaría si decía abiertamente que habían tenido sexo.

—Claro, haré lo que pueda.

Tampoco dejaría que vieran su cinismo. Así que se despidió de su abuelo y siguió su camino, evadiendo a toda la gente que se le acercaba, y a los grupos de delincuentes que estaban por todos lados. Casi llegando a la salida, justo donde necesitaban las escaleras para ir a los cuartos de arriba, distinguió la larga melena de su padre entre la multitud.

«Mala suerte», pensó.

Sus padres eran más exhibicionistas de lo que nadie creería, además eran partidarios de las orgias y prácticas sexuales que cualquier persona común aceptaría, resultaba obvio al pensar que habían permitido a Killua asistir a un evento tan peligroso cuando el muchacho todavía no tenía experiencia sexual. Así como había sido con él, que incluso hacían bromas al respecto al saber que había caído en manos de otros tantos durante las fiestas. Le molestaba en sobremanera, pero prefería disimular y aprender a resistir a los efectos.

Tenía miedo que sus padres vieran a Killua en ese estado y lo tomaran a broma, para forzar a Illumi a dejarlo a expensas de que alguien más en la fiesta le hiciera algo que pasara como "el chiste de la semana".

Miró a todos lados buscando una opción distinta para escapar de sus padres, pero el efecto estaba comenzando a hacerle perder su orientación, así que decidió usar su velocidad para correr hasta la escalera. Cerró los ojos, y se concentró en su meta. Al llegar al otro lado, descubrió con gran asombro que las dimensiones eran diferentes, y que en realidad sus padres estaban un poco más lejos de lo que al inicio creyó, así que no se dieron cuenta que él había pasado con Killua en brazos.

Notas finales:

Pues quizá el que siga sea el final, todo depende de mi humor... Gracias por leer!!


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