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En el fin, a tu lado por Dark_Gaara

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Notas del capitulo:

¡Hola! Les traigo un nuevo capítulo de este fic. ¡Creo que es el capítulo más largo que he escrito en mi vida! Jajaja por eso demoré un poco en actualizar. Ya no creo que queden tan largos, pero decidí hacer un cap por "parte" del capítulo de la serie en la que Dean y Cas efectivamente se cruzan. 

 También quiero advertir que es la primera vez que escribo hard lemon, espero que no apeste mucho </3 Sé que me quedó bastante cursi, pero no puedo evitarlo xD También sé que Dean del pasado quedó medio morboso en este cap, pero como todo el fic venía siendo narrado desde su punto de vista, no quería romper el estilo dde narración. En fin, espero que les guste el cap n.n

Una vez que oyeron que se cerraba la puerta, ambos volvieron a mirarse. Se observaron unos instantes en un silencio absoluto, que ninguno de los dos parecía atrever a romper. Por fin, Dean habló.

-No nos queda mucho tiempo.-dijo seriamente.-A medianoche debemos salir.

-Lo sé. Pero no seas tan rígido, Dean. Dales un poco de tiempo a nuestros hombres.-le pidió amablemente Castiel.

-Es una misión importante. No quiero que lo echen a perder.-bufó.

-También lo sé. Y por eso tienen que estar preparados.-y tras un suspiro  cansado, agregó- Aun cuando uno sepa que el momento va a llegar, nunca se está listo. Siempre quieres tener un poco más de tiempo…-y dejó inconclusa su idea, pareciendo meditar sobre algo muy profundo.

Dean del futuro lo miraba con una molestia que su yo pasado, espiándolo desde afuera, no terminaba de comprender. ¿Por qué parecía tan enojado? Quizás era su manera de no demostrar lo que verdaderamente sentía. Aparentemente, era algo que su yo futuro hacía a menudo. Castiel parecía saberlo también.

-No pongas esa cara.-le pidió Castiel, quien nunca se había sentido amenazado por la expresión molesta de Dean.

Como para enfatizar su pedido, el ángel pasó una mano por la mejilla ajena. Al parecer ese gesto lograba hacer que Dean se calmase, porque suspiró bajito ante el tacto, y pareció relajarse un poco.

-Quiero terminar con todo esto cuanto antes.-explicó, y Dean del pasado lo comprendió por un momento. Su yo futuro estaba harto, cansado de sentirse culpable por haber llevado el mundo a un nivel de mierda sin retorno. Seguramente sólo podía pensar en matar a…al diablo. Aun si sabía que ni con eso acabaría con el dolor de todo lo que había perdido.

-Todos.-afirmó Castiel. Cerró los ojos un momento, con una expresión de angustia y dolor similar a la que había puesto ante la Colt.-Es sólo que aún me duele la idea de no estar más contigo.-se sinceró.

-Cas…-dijo Dean del futuro, abriendo mucho los ojos.

-No te hagas el desentendido.-le pidió Castiel. Suspiró, y pareció relajarse. Ya no había angustia en su tono o en su rostro, sólo una profunda…resignación.- Ambos lo sabíamos hace tiempo.

-¿De qué hablas?-le exigió sin mucha fuerza Dean del futuro. Castiel lo miró duramente, y el rubio no tuvo más opción que asentir con la cabeza en silencio. Evidentemente él también sabía de lo que el ángel hablaba.- Sé que estás  preparado, pero voy a tratar de que no te pas….

-No.-lo interrumpió el ángel, agarrando su rostro con ambas manos. Aún si no había gritado, en su voz había un nivel de autoridad que a Dean del pasado le recordó al ángel de su época. Lo dijo tranquilo, pero en verdad era casi una orden. Dean del futuro también parecía saberlo, porque no le replicó nada.- Tú vas a pelear con Lucifer. Sólo te vas a concentrar en eso.

-Cas…-fue lo único que pudo decir.

-Siempre tuvo que ser así, Dean.-explicó más relajado, soltando el rostro ajeno.- Tú y Sam. Los demás sólo somos peones de todo esto.

-¿En serio crees eso?-preguntó, casi dolido. El ángel afirmó en silencio.-¿Era el destino, toda esa basura?

-Eso ya no lo sé.-dijo sinceramente.-Sólo sé qué hace tiempo las cosas estaban escritas. Yo hace tiempo que sé cuál será mi destino mañana…

-Lo siento, Cas. Nunca quise que sea de esta forma.-y en la voz de Dean del futuro ya casi no había rastros de esa persona fría y autoritaria, sino que Dean percibió que realmente lo sentía, que le dolía, que se odiaba.

-Lo sé.-trató de calmarlo Castiel. Parecía tan relajado con todo aquello.

-Si hubiera una manera….-y dejó la idea al aire, no queriendo comenzar una nueva discusión.

Pero el ángel lo conocía demasiado bien, y no se le había escapado ese comentario. Su postura relajada cambió, y se puso más recto. Su rostro se volvió completamente serio, alejado de ese hombre resignado que era hasta sólo hacía unos instantes.

-Pero no la hay, ¿cierto?-dijo seriamente. Ante el silencio del otro, quiso cerciorarse-¿Cierto?-y sonó un poco desesperado.

Dean del futuro miró hacia otro lado, en silencio. No podía mentirle mirándolo a los ojos. Y tampoco tenía ganas de todo aquello. Así que se quedó así, mirando hacia el costado, sin hablar. Castiel lo miraba intensamente, esperando una respuesta que, sabía, no llegaría. Dean del pasado percibió el brillo furioso que comenzaba a poblar esos ojos azules.

-Dean.-llamó con su voz casi de ultratumba, la misma que usaba el ángel cuando se enojaba.- Hablaste con tu yo del pasado, ¿cierto? Por eso cuando llegué el aire estaba tan tenso.-Dean del futuro permaneció impasible. Castiel comenzaba a enojarse de verdad, o, más bien, a desesperarse.-¿Qué le dijiste?

Dean del futuro comenzó a caminar lentamente por la habitación, alejándose de Castiel. Se quedó parado cerca de la puerta de la cabaña, aún sin responder.

-¡Dean!-volvió a llamarlo Castiel, ya furioso.- ¡¿Qué mierda le dijiste?!-y a Dean del pasado se le hacía tan extraño oír a ese hombre decir una grosería.

-Le pedí que se entregara a Michael cuando regrese a su época.-explicó pacientemente Dean del futuro, volteando a verlo. Estaba tranquilo, como si supiese que ya no tenía más opción que decir la verdad, y no le importase. Lo miró casi soberbiamente, dando a entender que no iba a discutir, y que no se avergonzaba de lo que estaba diciendo.

A Castiel se le cayó el mundo. Era fácil decirlo, sólo había que mirar esa boca semiabierta, esos ojos abriéndose hasta un punto que Dean no creía humano (¿sería por qué era un ángel?) así como lo pálida que se tornaba su piel. Su cuerpo había comenzado a temblar, y parecía estar juntando aire para poder continuar hablando.

-¿Qué tú qué?-fue todo lo que pudo pronunciar, con uso de todas sus fuerzas, en un tono casi inaudible.

-Le pedí que se entregara a Michael cuando regrese a su época.-repitió tranquilamente. Y agregó, con cierta sorna.- Le supliqué que lo hiciera.

Algo pareció romperse, si es que realmente quedaba algo que no estuviese ya roto. Castiel seguía mirándolo, ya no de manera autoritaria, sino sorprendido y dolido. Con la boca aún abierta, desvió la mirada, tratando de encontrar algo en qué ampararse, algo que sostuviera lo poco que aún quedaba de él. Pero allí sólo había una persona que acababa de arrebatarle lo único que todavía quería.

-Tú no…no puedes…no puedes…-murmuró ido, sin poder hablar más.

-Sí puedo.-lo cortó fríamente Dean del futuro. Otra vez retomó esa postura de líder que a Dean del pasado tanto le chocaba.

Ante ese tono, Castiel pareció reaccionar. Su mirada  perdida volvió a intensificare, y miró fijamente a Dean.

-No, no puedes.-trató de sentenciar. Pero era difícil pelear contra Dean.

-Ya lo hice.-afirmó, simplemente.

Castiel bufó, visiblemente enojado. Sin hablar más, comenzó a caminar a paso rápido y seguro hacia la puerta. Pasó al lado de Dean sin siquiera mirarlo ni detenerse. Él seguía sus movimientos sin alterarse.

-¿Qué haces, Cas?-preguntó sonando casual.

-Voy a buscar a tu yo pasado.-explicó sin detenerse.-Le diré que eres un imbécil y que no te haga caso.

-No, no lo harás, Cas.-dijo tranquilamente.

-Mírame hacerlo.-lo desafió, a unos pocos centímetros de la puerta.

A Dean del pasado la situación le recordó a su propia relación con Castiel. Los dos orgullosos, tercos, siempre dispuestos a darlo todo por lo que creían correcto. Muchas veces chocaban entre ellos, no podía no reconocerlo. Y en parte eso le gustaba. Porque le gustaba cuando el ángel estaba decidido, cuando tenía esa fuerza de voluntad arrolladora que lo hacía hablarle de esa manera que indirectamente decía “soy un jodido ángel del Señor, no te obedeceré”. Le gustaba que tuviese carácter, que no se dejase mandonear, que se rebelase por aquello que creía que era lo mejor para todos.

Pero había una enorme diferencia entre su relación con Castiel y la que tenía su yo futuro con él. Ya que él, Dean, jamás hubiese hecho lo que Dean del futuro acababa de hacer, no de esa manera al menos. Porque cuando Castiel estaba por abrir la puerta de la cabaña y marcharse a hablar con el Dean del pasado, el Dean del futuro, sin inmutarse, lo agarró por el hombro y lo echó hacia atrás brutalmente. Castiel trastabilló sin llegar a caerse, sorprendido por el repentino tirón hacia atrás que había sentido. Dean del futuro se posicionó delante de la puerta, y sin esperar que Castiel recuperara del todo el equilibrio, lo empujó un poco para atrás, para que quedase más alejado aún de la puerta. Castiel se sostuvo de le mesa, evitando caerse, pero mirando entre sorprendido y furioso al hombre delante de él. Dean, por su parte, estaba tranquilo, como si no le afectase tratar de esa manera a una persona tan preciada para él.

-Te dije que no lo harás.-explicó pacientemente, pero en su tono de voz había una amenaza casi explícita.

-No me asustas, Dean. Nunca lo has hecho.-lo desafió Castiel, parándose rectamente.

 Comenzó a caminar otra vez hacia la puerta, pero Dean también se acercó a él. Se detuvo justo delante de él, impidiéndole el paso.

-Déjame pasar, Dean.-le pidió no muy amablemente Castiel.

-No. No dejaré que lo eches a perder.

-¿Echar a perder qué?-preguntó. En su voz comenzaba a adivinarse un dejo de desesperación por debajo de la furia.-Tú serás quien pierda si…

-Exacto.-lo interrumpió.-Yo pierdo, pero todos ganan. Y con eso gano yo también.-y un poco más dulcemente, agregó.- Todos ganamos, Cas.

-Eso no es cierto, y lo sabes. ¿Por qué siempre tienes que auto sacrificarte?-preguntó exasperado- ¿En serio crees que sin ti…?

-No lo creo, lo sé. Vamos, Cas, no seas terco. Tú sabes mejor que nadie lo mierda que es este mundo, y que todo esto es culpa mía. Si yo me hubiese entregado a Michael…-Castiel abrió la boca para interrumpirlo, pero Dean lo detuvo, colocando un dedo sobre su boca abierta.- Y ahora tengo la oportunidad, Cas. La oportunidad de arreglar mi mayor error, el que llevó al mundo a la miseria misma. No puedo desaprovecharlo.

Castiel sacó el dedo de su boca en un movimiento brusco. Tenía el ceño fruncido, y estaba visiblemente molesto. Visiblemente dolido.

-¡¿Cómo puedes decir toda esa mierda?!-le increpó, gritándole en la cara.- Tú nos mantuviste unidos a todos. Peleaste con todas tus fuerzas para protegernos. No has hecho más que tratar de arreglar todo este embrollo. Incluso vas a matar a Lucifer…

-Todo lo que he hecho es porque las cosas están de esta manera por mi culpa.-dijo tranquilamente.-Si el otro Dean puede arreglarlo…

-¿Cómo? ¿Entregándose a Michael? ¿En serio, Dean?-preguntó sin poder creerlo.- ¡Ya lo discutimos tantas veces! Eso sólo hará que…

-No voy a discutirlo contigo, Castiel.-y cuando decía su nombre entero, quería mostrar que hablaba demasiado en serio.-Tú mismo lo dijiste, lo discutimos muchas veces. Ya sé lo que piensas, pero aquí importa lo que yo pienso.

-¿Cómo puedes hacer esto?-preguntó, completamente destrozado. A Dean del pasado nunca le había generado dolor una voz tan quebrada como la que tenía el ángel en aquellos momentos.-¿Cómo puedes hacerme esto?

-No te lo hago a ti.-fue lo único que pudo decir.

Castiel le dedicó una mirada llena de resentimiento, que al mismo Dean del pasado le dolió. Pero su yo futuro hacía tiempo que había perdido la sensibilidad, así que siguió mirándolo, sin atinar a nada. Por fin, Castiel pareció alejar su dolor para dar rienda suelta a una fuerza de voluntad apoyada en su propia desesperación. Trató de pasar por el costado de Dean, pero éste lo detuvo.

-Déjame.-murmuró, con ira contenida, Castiel.

-No.-respondió sin moverse.

-¡Déjame!-y esta vez fue un grito entre autoritario y desesperado.

Castiel comenzó a tratar de abrirse paso frente a Dean. Cuando vio que no le bastaría con caminar, movió sus brazos e hizo fuerza con su pecho, forcejeando con el rubio, quien parecía ser un muro que no se movería por nada del mundo del lugar donde estaba.

-Basta, Cas.-le pidió sin dejar de contener al ángel.

-¡Déjame ir, Dean! ¡Tengo que  hablar con él! No puedo, no puedo permitírtelo, no puedo permitírselo. ¡Tengo que…! ¡Déjame! ¡Dean! ¡Dean! ¡Tengo que detenerlo!-gritaba desesperado mientras luchaba como podía con aquel sujeto que era prácticamente un soldado de élite.

Sin decir nada, Dean abandonó el forcejeo para prácticamente darle un puñetazo a Castiel. El golpe fue directo y certero, y Castiel, quien y ya no era el soldado del cielo con cuerpo de hierro, cayó pesadamente al suelo. El rubio lo miró desde arriba, sin pretensiones de pedir perdón o de siquiera ayudarlo a levantarse. El castaño quedó tendido en el suelo, quejándose bajito del dolor, mientras se cubría el rostro. Dean del pasado estaba atónito. Toda la escena lo estaba trastornando; su yo futuro tan decidido a corregir sus culpas, Castiel tan desesperado porque él no diese el sí a Michael, su yo futuro golpeando a Cas sin ningún tipo de remordimiento….y ahora allí, mirándolo sin hacer nada, sin parecer arrepentido. Sólo con esa mirada un poco vacía, como si  estuviese acostumbrado  ello, como si hubiese tenido que hacerlo y nada más.

Castiel lo miró desde el suelo. No parecía sorprendido tampoco. ¿Sería que no era raro en ellos tener ese tipo de enfrentamientos? Dean del pasado ya no sabía que pensar. Sólo podía ver a Castiel allí, en el suelo, sosteniéndose la cabeza, mirando a su yo futuro con casi desprecio.

-Ni lo intentes, Cas.-dijo tranquilamente  Dean del futuro, aun mirándolo desde su posición.

-¿Por qué, Dean?-preguntó, y además de furia, había tristeza en su voz.-No me hagas esto…

-¿Qué más da, Cas? Todo acabará para ti de todas formas, ¿verdad?-respondió con calma.

A Dean del pasado le dio un escalofrío en la espalda cuando entendió a qué se refería su yo del futuro. No podía creer que hablase de ello tan calmadamente. Por su parte, Castiel suspiró.

-Eso no importa. Aún si sé que voy a morir mañana, trataré de detenerte.-dijo seguro de sí mismo, sin dudar.

Sin pretenderlo, le arrancó a Dean del futuro una leve sonrisa. El castaño le preguntó con la mirada qué era lo que lo hacía sonreír en una situación como esa.

-Es sólo que hacía muchísimo no te veía tan decidido.-explicó, y Dean del pasado se acordó de la primera vez que había visto al Castiel de esa época, tan relajado, tan resignado.

-Es por ti.-le explicó casi con dulzura. Aún en el suelo, Castiel lo miraba, comenzando a desesperarse. Era evidente que si Dean no quería dejarlo salir de la cabaña, él no podría hacerlo: el rubio era muchísimo más fuerte que él.- Dean, déjame ir. No puedo permitir que tu yo pasado le diga que sí a Michael. Si lo hace, no sé qué pasará contigo.

-Lo mío acaba mañana.-dijo Dean sin inmutarse.- No quedará nada para mí aún si la misión tiene éxito.-y no lo dijo, pero Dean del pasado sospechó que en parte lo decía porque si Castiel moría, realmente no tendría nada.

-Va más allá de eso.-y ambos Dean se sorprendieron. Castiel habló con un nivel de angustia que apretujó ambos corazones.- Aún si a ti te pasa algo mañana, si el Dean que vino a esta época le dice que sí a Michael, ese Dean estará perdido.-y antes de que Dean del futuro pudiese objetar que eso a él no le afectaría, agregó, desesperado- Y yo no soportaría que eso ocurriese. No soportaría perderte en ninguna línea de tiempo, en  ningún universo.

Durante un segundo, todo pareció detenerse. Los dos Dean se sorprendieron del inmenso amor que Castiel les tenía, que iba más allá del espacio, del tiempo, de todo. Allí estaba, tirado en el suelo, abriendo su corazón como ningún humano lo había hecho por ellos, demostrando una lealtad digna de una criatura sobrenatural, porque sólo un ángel podía entregarse a alguien de esa manera tan profunda, tan pura, tan universal. Los dos se sintieron profundamente amados,  y ese sentimiento despertaba una felicidad que parecía poder  vencer a todo.

Pero Dean del futuro sabía que eso no era posible. Que no importase cuánto o cuán profundo Castiel lo amase, ni cuánto o cuán profundo él amase al ángel, su amor no podía combatir contra Lucifer. No podían cambiar ese mundo de mierda si seguían siendo ellos y si seguían amándose de esa manera. Había que cambiar las cosas, aún si ambos saliesen perdiendo. Lo miró tiernamente, pero de una manera nostálgica que no escapó a la mirada atenta del ángel.

-No puedo.-fue lo único que murmuró el rubio, condensando en esas dos palabras todo lo que estaba pensando.

-Ya no me amas.-fue la respuesta rota del ángel, que lo dijo de manera quebrada. E increíblemente relajada. No era un  reproche, ni un  descubrimiento. Era un tono de resignación, como quien comprueba algo que hace mucho tiempo sospecha, y que de pronto tiene una prueba irrefutable de que su teoría era cierta.

Otra vez hubo un pequeño silencio entre ellos. Dean del futuro desvió la mirada. El ángel, en cambio, seguía mirándolo desde el suelo, esperando una respuesta, quizás una negación, tal vez una explicación. Mientras tanto, Dean del pasado se desesperaba. Tenía ganas de gritarle a su yo del futuro que dijera algo rápido, que negase la afirmación del ángel, ¡que gritase que aún lo amaba, porque siempre lo haría! De golpe, se quedó estático en su lugar. Por un momento se dio cuenta de que quien había pensado esas cosas había sido su inconsciente, su propio corazón. Quizás ver toda esa relación entre su yo futuro y Castiel lo estaba trastornando demasiado. O, tal vez, le estaba haciendo descubrir sus propios sentimientos hacia el ángel.

-Está bien, lo entiendo.-el ángel rompió el silencio, con voz calmada y cansada. Se puso de pie lentamente, y ya no miraba a Dean, si no a algún punto lejano, donde pudiese refugiarse del dolor que estaba sintiendo. No, no despreciaba a  Dean por dejar de amarlo. Se despreciaba a sí mismo por permitir que eso ocurriese.- Es mi culpa.

Dean sólo lo miró en silencio. Por fin, Castiel volteó a verlo. No había enojo en su mirada, y  eso sorprendió al rubio, quien se esperaba otra reacción por parte del castaño. Algún grito, alguna lágrima, algún reproche. Pero nada de eso llegó. Sólo una mirada azul agotada y quebrada, que lo miraba…con lástima. Y tampoco se esperaba las palabras que salieron de la boca ajena.

-Tú ya no puedes amar a nadie. ¿Cómo ibas a seguir amándome a mí?

-Cas…-fue lo único que pudo decir, atravesado por las palabras de su ser amado.

Castiel negó con la cabeza en  silencio, lentamente, resignado. Seguía mirándolo así, como si se compadeciera de él. Sólo Castiel se  atrevía a mirar de esa manera a Dean. Y era la única persona a la cual Dean no le rompía la cara si lo miraba con esa expresión. Era la única persona que realmente hacía que su corazón doliese de esa manera.

-¿Recuerdas hace mucho, mucho tiempo, cuando te enteraste que eras quien había roto el primer sello que liberaría a Lucifer? Y yo me di cuenta que para ti, no merecías haber sido salvado del infierno.-Dean no dijo nada, pero Castiel supo que lo recordaba.- Hace muchísimo que no te quieres a ti mismo, Dean. Siempre te echas la culpa de todo, aún si sigues adelante. Y yo realmente pensé que podía demostrarte la gran persona que eres, el humano más maravilloso que conocí en mi larga existencia…-sonrió dulcemente.-Y pensé que lo había logrado. Quizás, un poco. Pero luego de lo de Sam…-su mirada se ensombreció.- No te culpo. Yo sé más que nadie cuánto sufriste, y ni siquiera puedo imaginarlo realmente.-el ángel suspiró, adolorido.- Dejaste de quererte, Dean. Y cuando dejas de amarte a ti mismo, el amor de los demás no te llega. Creaste una barrera para aislarte del dolor, y yo quedé del lado de afuera.-Castiel sonrió con tristeza, y sus ojos estaban más brillosos de lo normal.- Pensé que en algún momento podría franquearla, pero no lo logré. Lo siento, Dean. Yo debería haber logrado romper esa barrera, que tú vuelvas a querer a los demás, que vuelvas a quererte a ti mismo.-bajó la mirada, apenado.- Pero no es así. Sigues sin quererte a ti mismo, auto sacrificándote en todos los tiempos posibles. No te amas. Y así nunca vas a poder amarme de verdad.

Ambos Dean miraron al ángel, congelados. Incluso al Dean del futuro le habían llegado esas palabras. Sintió un dolor que hacía mucho, mucho tiempo no sentía. Porque sabía que el ángel, hasta cierto punto, tenía razón. Pero si le dolía de aquella manera, algo debía sentir todavía, ¿no? Y Dean del pasado, desde afuera, sentía el dolor y la angustia del ángel como suyos propios. No podía creer en la persona en quien se había convertido. Pero lo peor de todo es que en el fondo sabía que probablemente Castiel tuviese razón, y que en esa situación, en ese mundo de mierda, él realmente se cerraría para no herir a nadie más. Aunque al parecer eso sólo hería más profundamente. Miró al ángel, y tuvo ganas de irrumpir en la cabaña y abrazarlo, y pedirle perdón. Más aún, deseó volver a ver a su propio Castiel, para asegurarse de hacer las cosas bien esta vez. Quizás aún no sabía qué decisión debería tomar respecto al apocalipsis, pero tenía en claro que hacer las cosas como las había hecho su versión de esa época no era opción. No lo era si Sam decía que sí a Lucifer y si Castiel terminaba siendo tan miserable. Si las dos personas que más amaba en el mundo terminaban tan mal, evidentemente se había equivocado. Y sabía que su yo futuro pensaba igual: por eso le había rogado que dijera que sí a Michael.

-Lo entiendes ahora, ¿Cas?-habló por fin Dean. Su voz ya no era autoritaria, y podía adivinarse una tristeza en ella que hasta ahora Castiel no había escuchado desde que comenzaran aquella conversación. Movido por la curiosidad, lo miró.- No puedo permitir que esto ocurra de nuevo. Por eso tuve que hablar con mi yo del pasado.

Castiel suspiró, cansado. Iba a hablar, pero Dean no le dio tiempo.

-No puedo permitir otra vez que Sam le diga que sí a Lucifer, y que él prácticamente destruya el planeta. Y no puedo permitir que tú estés así, a mi lado. Diste todo por mí desde que me rescataste del infierno, Cas. Estuviste a mi lado todo el tiempo, incluso ahora, que ya todo se fue al carajo. Y yo…yo no he podido hacer ni la mitad de lo tú has hecho por mí.

Castiel lo miró, y los dos Dean se dieron cuenta que no creía ni una palabra de lo que estaba escuchando. Entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, como cuando no entendía algo. Dean del pasado sintió su corazón dar un pequeño vuelco al recordar cómo el Castiel de su época hacía seguido ese gesto tan suyo. Pero su corazón se encogió cuando al Castiel de esa época se le escapó una sonrisa vacía, burlesca, dolorida. El propio Dean del futuro pareció golpeado por ese nuevo gesto tan característico de ese angustiado Castiel.

-No digas tonterías, Dean.-suspiró aún con esa sonrisa desagradable.- ¿Sabes? Creo que quizás tengas razón. Tal vez no tendría que haber permanecido a tu lado. Debería, no sé, ¿haberme ido con los demás?-rió sin gracia alguna- A fin de cuentas, hace tiempo que soy un inútil. No puedo ayudarte ni física ni emocionalmente. Sólo te he hecho perder el tiempo.-suspiró, evidentemente cansado. En su  rostro se notaba la resignación que lo abrumaba, y Dean del pasado recordó que esa expresión tenía cuando estaban en su cabaña.- De todas formas probablemente no pase de mañana, así que para qué me preocupo, ¿no?

-¿Realmente piensas toda esa mierda o sólo lo dices para autocompadecerte?-preguntó bruscamente Dean del futuro. Era su manera de evidenciar su frustración, el ángel lo sabía muy bien. El rubio suspiró, tratando de tranquilizarse.- Mira, haré esto. En un rato, cuando nos dirijamos al lugar de la misión, haré que mi yo pasado viaje contigo. Podrás decirle todo lo que quieras, convencerle de lo que desees, no intervendré.

Castiel quiso hacerse el indiferente, pero una pequeña sonrisa se escapó de sus labios.

-Gracias, supongo.-murmuró.

-¿Sabes que esta discusión es innecesaria, verdad? A fin de cuentas, el único que tiene la decisión de qué hacer cuando regrese allá es él. Y sabemos mejor que nadie que no escuchará nuestras razones.-comentó resignado.

-Así es.-y Castiel sonrió un poco al recordar a ese Dean rebelde que tanto lo había enamorado.-Aún tenemos un poco de tiempo antes de la misión. Me voy a descansar.-informó el castaño.

Atinó a avanzar, pero Dean lo detuvo. Iba a preguntarle qué ocurría, sin embargo, se le fue la voz cuando sintió que aquellos brazos fuertes lo envolvían. No dijo nada, ni se movió tampoco. Aunque su corazón se calentó un poco ante el contacto.

-Siempre he sido malo con las palabras, Cas.-confesó. Su tono era tranquilo y profundo, y el castaño le dio tiempo a que pensara qué decir, porque sabía que Dean lo necesitaba.- Si soy un imbécil ahora, imagínate si no hubieses estado conmigo. Lo siento, Cas.-y hacía tanto, tanto tiempo que no le pedía perdón a alguien.- Realmente quisiera poder amarte de la manera en que mereces. Sé que podría hacerlo, pero no con toda la culpa que cargo encima. Tienes razón, me aborrezco. Y siento que el mundo estaría mejor si yo simplemente no estuviese, porque lo único que hago es cagarla. Y sin embargo soy un egoísta, porque quiero estar aquí, a tu lado. Aún si el mundo se está cayendo a pedazos, todavía encuentro algo parecido a la felicidad cuando te veo. Y si quiero cambiar la historia, es porque tú te mereces algo mucho mejor que yo. Te  mereces la felicidad que en esta vida no pude darte.

-Dean…-murmuró Castiel, conmovido. Abrazó a Dean. Desde hacía años que Dean no se abría así con nadie, lo sabía. Por eso no podía evitar que su corazón bailase de felicidad ante aquellas palabras. El propio Dean del pasado, quien tampoco era de decir ese tipo de cosas (y no quería imaginarse cuánto había empeorado en ese aspecto en el futuro, siendo un hombre tan frío), sintió el profundo amor que su yo futuro le tenía al ángel.-Estar a tu lado es mi felicidad. Aún si no te soy muy útil…

-Cas, haces que mi corazón siga latiendo. No eres un inútil.-lo interrumpió.

-Me gustaría poder haber hecho más por ti.-dijo, sin estar convencido.

-Amarme, y dejarme amarte, ha sido más que suficiente.-respondió con ternura.

Se quedaron allí, en silencio, disfrutando el abrazo unos minutos. La atmósfera ahora estaba tranquila, la tensión que se había instalado hacía rato en el ambiente se había esfumado. La angustia y la tristeza seguían presentes, sí, porque en ese mundo nunca podían quedar afuera. Pero había algo más ahora: había amor, tan profundo como para hacer que aun en el apocalipsis, dos almas se sintieran agradecidas de vivir.

-¿Crees que en algún Universo podremos estar juntos, sin tanta mierda alrededor?-preguntó con curiosidad Dean.

-Sólo sé que en cualquier Universo voy a amarte, y voy a elegir estar a tu lado.-respondió con seguridad  Castiel.

Dean sonrió ante las palabras del ángel. Siempre tan fiel, tan cariñoso, tan perfecto.

-Yo sólo sé que trataré de que seas feliz.-respondió.

Castiel lo alejó un poco, lo suficiente para mirarlo a los ojos. Los orbes azules  se clavaron intensamente en las joyas verdes. Y aunque sólo los separaban unos pocos centímetros, ninguno parecía nervioso o avergonzado.

-Entonces quédate conmigo.-le indicó.

-Siempre.-le respondió sin dudar.

Ambos rompieron la poca distancia que los separaba y se besaron dulcemente, sintiendo el contacto ajeno calentar sus corazones. Sin embargo a los pocos minutos el beso se tornó más pasional, porque la necesidad que tenían de sentir al otro era demasiado grande como para ser saciada con movimientos lentos. Movían sus labios sobre los ajenos con rapidez y precisión, las lenguas exploraban la cavidad ajena con curiosidad como si fuese nueva aún si ya la conocían a la perfección, y jugaban entre ellas sin ningún reparo. Se besaban con desesperación, como si en ese beso quisieran plasmar todo lo que sentían; amor, deseo, angustia, tristeza…casi desesperanza. Cuando se les acabó el aire y tuvieron que separase de mala gana, Dean besó la mejilla ajena. Comenzó a repartir besos por las mejillas, el mentón, la frente, la oreja, el cuello, en el cual se detuvo. Como si quisiera dejar su marca, asegurarse de que siempre habría un beso sellado en esa piel que hacía tiempo le pertenecía, pero que nunca terminaba de saciarlo.

-Dean…-murmuró el ángel con gozo.

Dean del pasado sintió un tirón en la entrepierna ante el tono y la expresión de placer del ángel. Una mezcla de sentimientos lo inundaron, abrumándolo: curiosidad, miedo, culpa por estar espiando, pero sobre todo…deseo. Dios, eso no debía ser para nada correcto. Pero si lo excitaba tan sólo un murmullo, no quería imaginarse lo que despertaría en él algo más. Quizás puede seguir espiando, para descubrirlo.

Dean del futuro desabrochó la camisa del ángel con rapidez, y comenzó a lamerle la clavícula. Castiel sostuvo los cabellos ajenos, mientras echaba la cabeza hacia atrás para disfrutar de la caricia. La boca ajena siempre sabía sacarle sus gemidos más intensos, y calentaba su piel en cuestión de segundos. Y más en aquella situación, cuando lo invadía la nostalgia y la desesperanza. Quería disfrutar lo más que pudiese de esa boca, de esas caricias, de ese hombre a quien le pertenecía hacia tantos años, y de lo cual no se arrepentía. Dean del futuro, por su parte, siguió avanzando por el pecho, deteniéndose en los pezones. Los besó con cierta delicadeza, no sólo estaba disfrutando, sino que realmente quería demostrar su amor en esos besos, más allá de la pasión que los carcomía a ambos. Dean del pasado no pudo evitar notar eso: su yo futuro no besaba a Castiel con lujuria carnal. Hasta ese entonces casi todas las veces que se había acostado (y no eran pocas) sólo le interesaba pasarla bien, excitarse, tener un orgasmo, sentir placer para alejarse de todos los problemas que lo rodeaban. Pero su yo del futuro era diferente en este aspecto: no parecía estar besando el pecho de Castiel para su propio gozo, aún si era obvio que también lo estaba disfrutando. Se notaba que lo besaba para hacerlo sentirlo bien, para demostrarle su cariño, su amor. Era extraño, pero de alguna manera Dean podía entenderlo. Quizás, si en vez de ser mujeres desconocidas  quien estuviese bajo sus brazos en la cama hubiera sido Castiel, él también hubiese buscado otras cosas  además del placer carnal.

-Dean….-gemía el ángel roncamente, con esa voz rasposa que volvía locos a los rubios.

Aún sobre su pecho, Dean se alejó un poco, lo suficiente para ser oído.

-Te amo.-y aclaró, para despejar las dudas que su ángel aún pudiese tener.-Y nunca dejé de hacerlo.

Castiel suspiró como si aquellas palabras fuesen más candentes aún que las  caricias que estaba recibiendo. El azul de sus ojos se oscureció. Miró hacia la ventana, y al comprobar más o menos que hora sería, sonrió. La mano que sostenía los cabellos rubios tironeó de ellos obligando al dueño a levantar la cabeza. Dean del futuro lo miró esperando una explicación de porqué había interrumpido su hermosa sesión de lamidas y chupetones. Aunque enseguida descubrió la mirada de Castiel, pues la conocía demasiado bien. Un escalofrío de ansiedad le recorrió la espalda.

-Aún tenemos algo de tiempo antes de la misión.-explicó Castiel, mirándolo intensamente.- Hazme el amor, Dean.-le pidió con una voz llena de lujuria.

Dean del pasado dio un respingo. Se sentía un poco mal mirando todo aquello, pero la maldita actitud de Castiel lo tenía hipnotizado. ¿¡Acababa de pedirle a su yo futuro que le hiciera el amor!? Ya sabía que, al parecer, y aún si le costaba hacerse la idea, ambos follaban…pero decirlo de esa manera tan abierta, ¡pedírselo! Era demasiado. Y ni siquiera era eso todo…era esa maldita expresión, que era a la vez una mezcla de sexo pasional y cariño profundo…Él nunca había considerado que hacía el amor, siempre follaba o tenía sexo, simplemente. Y ahí estaba ese maldito ángel, pidiéndole que le hiciera aquello, con esa voz…no era sólo su corazón lo que estaba caliente ahora.

-¿Crees que nos dé el tiempo?-preguntó con una sonrisa  traviesa Dean del futuro.

Sin aviso, Castiel comenzó a besuquearle el cuello. Dean del futuro comenzó a gemir bajito, y su yo pasado no pudo evitar sorprenderse, porque aunque muchas chicas le habían hecho aquello, nunca se había atrevido a gemir, por toda esa cosa de que los machos no gimen, hacen gemir.

-Quizás sea nuestra última vez, Dean.-insistió el ángel, sin despegarse mucho del cuello ajeno.-Aunque sea rápido. Quiero sentirte. Necesito sentirte adentro una vez más.-siguió pidiéndole, al tiempo que mordisqueaba su cuello.

 Dean del futuro gemía, ahora ya más alto, excitado no sólo por las caricias sobre su cuello sino por las palabras del castaño. No es que no tuviese ganas de acceder al pedido, pero evidentemente le gustaba que el ángel se lo pidiese una y otra vez. Al propio Dean del pasado lo estaba excitando lo necesitado que se veía el castaño, quien ni siquiera parecía avergonzarse por ello. Pero incluso Dean tenía su límite. Castiel abandonó su cuello, y fue directo a lamer el lóbulo de su oreja derecha. El gemido que dio Dean fue mucho más fuerte que los anteriores. Dean del pasado se sorprendió de que el ángel supiese con tanta exactitud uno de sus puntos débiles que jamás revelaba. De golpe se dio cuenta que acostarse con alguien que lo conociese tan bien debía ser sumamente excitante y placentero, y por un instante, deseó que su propio Castiel supiese de sus lugares más sensibles. Bueno, ya se encargaría de mostrárselos una vez que regresase a su época.

-Eres un tramposo.-comentó riendo Dean del futuro, con su voz cargada de placer.

-En tiempos desesperados hay que tomar medidas desesperadas.-contestó con voz traviesa el ángel.

Una de las manos del castaño se dirigió al trasero de su pareja, colándose por adentro de los pantalones. Comenzó a masajearle las nalgas con precisión, arrancando más gemidos del rubio. Dean del pasado no pudo evitar sorprenderse ante la expresión de placer que adoptaba su yo futuro ante esas  caricias, ¿tan placentero sería que alguien te masajeé el trasero? Definitivamente lo poco que aún quedaba de su heterosexualidad amenazaba con irse al tacho.

-Es nuestra última noche juntos, Dean.- susurró desesperado.

Dean pareció reaccionar ante aquellas palabras. Tomó bruscamente el rostro ajeno entre sus manos, y lo miró intensamente.

-No lo digas más.-fue una mezcla de orden y ruego, porque las palabras del ángel habían calado hondo en el más joven.

Castiel iba a reprocharle que sabía que tenía razón, pero los labios desesperados de Dean lo acallaron antes de que pudiese hablar. El rubio lo besó con fiereza, con sus manos aun sosteniendo  su rostro. Incluso le mordió el labio inferior, arrancándole un gemido en el cual se mezclaban el dolor y el placer. En esa realidad donde la violencia estaba a la orden del día, era casi lógico que formase parte también de ese tipo de situaciones. El dolor siempre presente no era un impedimento para el goce.

Una de las manos de Dean se dirigió sin dudar hacia la entrepierna de Castiel. Sin perder ni un segundo, deslizó la cremallera e introdujo su mano por dentro de la ropa interior. Dejó de besar los labios ajenos un momento, para poder oír el tremendo gemido que el castaño lanzó cuando su endurecida hombría fue capturada con precisión y fuerza por la mano del rubio. Éste sonrió ante el sonido arrancado de la boca ajena, y comenzó a masajearlo con fiereza. Dean del pasado se sorprendió de los jadeos que lanzaba el castaño, creyendo que sería más delicado a la hora de ser complacido. Pero en esa realidad, en ese momento, en ese último encuentro de cuerpos, parecía ganar más la desesperación. Castiel gemía sin ningún reparo ante el movimiento constante y rápido de la mano de Dean sobre su miembro. Dejó de gemir sólo cuando la mano libre del rubio lo tomó violentamente de la nuca, obligándolo a que lo besara. Castiel correspondió el beso sin dejar de gemir en los labios ajenos. La mano que no se encontraba masajeando el trasero del rubio se dirigió directamente a su miembro. En un rápido movimiento desabrochó el pantalón y bajó la cremallera, acariciando la hombría del rubio con la misma fiereza con la cual él lo estaba masturbando. Esta vez Dean cortó el beso para dejar escapar un largo y fuerte gemido, que sorprendió a su versión del pasado. Estaba seguro de que nunca en  su vida había gemido de esa manera, tan fuerte, tan abiertamente, sin un atisbo de vergüenza o represión. Maldición, debía ser genial poder gemir de esa manera sin sentir que era menos hombre por ello. Porque definitivamente a Castiel no le molestó para nada oír ese ruido de la boca ajena: todo lo contrario. Miró directamente a los ojos verdes, y cuando se aseguró que éstos lo miraban, sonrió con lujuria.

-Dean…-murmuró lentamente.

Se mordió el labio inferior con parsimonia, sin despegar su mirada de los ojos ajenos. Dean del pasado sintió que cierta parte de su anatomía le exigía más atención aún ante aquello. Podía jurar que en toda su vida, no importaba de qué mujer se tratase, había visto un gesto más sensual que ese. Aunque pronto tuvo que replantear que ese gesto fuese el más sensual que hubiese visto. Por su parte, Dean del futuro llevó la mano que masturbaba al ángel hacia la boca de éste. Sin mediar palabra, porque ya ambos se conocían demasiado, Castiel comenzó a lamer los dedos ajenos. No parecía importarle que esa mano había estado en su propio miembro, mojándose con su pre semen. Eso, combinando, con  la mirada intensa que el ángel tenía mientras lamía esos dedos con lujuria y hambre, le hicieron poner a Dean del pasado ese gesto como primero en su lista de las cosas más sensuales que había visto.

-Ay, Cas…-murmuró el propio Dean del futuro, respirando con dificultad.

Miraba a su amante fijamente. Se pegó un poco más al cuerpo ajeno, haciendo que ambas erecciones se tocasen. Castiel gimió sin dejar de lamer los dedos de Dean, y éste no resistió el impulso de morderle el cuello. Unos instantes después, el rubio sacó los dedos de la boca de Castiel y los llevó directamente a su entrada. Bajó el bóxer ajeno y metió uno de sus dedos rápidamente. El castaño soltó un pequeño quejido, pero no tan intenso como Dean del pasado creyó que sería. Quizás el dolor que debía haber sufrido en ese mundo era bastante incomparable a eso. O tal vez ya estaba un tanto acostumbrado. Esa última idea hizo que se calentara aún más. ¿Cuántas veces habrían tenido ese tipo de acercamiento  él y el ángel? Cuando habían hablado en su cabaña, Castiel le había dicho que incluso intercambiaban roles. Dean sintió cómo se endurecía más ante la idea, y sin reparar en lo que estaba deseando, realmente anheló tener allí a su propio Castiel, el de su época, y hacer exactamente lo que sus versiones futuras estaban haciendo.

Dean del futuro introdujo otro dedo, y Castiel comenzó a gemir más fuerte que antes. Apoyó su cabeza en el hombre ajeno, llenándolo de su aliento. El rubio introdujo un tercer dedo. El ángel lanzó un quejido, pero sonreía de una manera que no parecía dolorosa. Con una expresión traviesa, se acercó al oído de Dean. Pegó su boca a la oreja, mientras gemía más apasionadamente que antes, y pronunciaba extasiado el nombre del cazador. Los sonidos llegaban directo al cerebro de Dean, o, más bien, a su entrepierna, que ya no podía estar más erecta.

Sin previo aviso, tomó con fuerza la cadera ajena y volteó violentamente el cuerpo ajeno, chocándolo contra la mesa. Castiel, lejos de enojarse por el repentino y feroz movimiento, se acomodó tirando el peso de su cuerpo  contra la mesa, dejando completamente expuesto su trasero. Ante aquella visión, Dean del pasado sintió que podría correrse. Por su parte, Dean del futuro tomó su miembro y lo introdujo sin ningún reparo ni consideración en el trasero del ángel. Los dos gimieron largamente ante ese primer contacto, sintiendo por fin la carne ajena. Al instante Dean comenzó a embestirlo con cierta fiereza. A Castiel no parecía dolerle, o al menos no lo suficiente como para detenerse, o como para dejar de gemir. Dean del pasado se sentía un poco extraño, y hasta inmoral, de seguir viendo y oyendo toda la escena. Pero no podía detenerse, estaba demasiado excitado e intrigado para  hacerlo. Además, era él mismo, así que no era tan malo, ¿cierto? Era casi como ver un video porno de él. Y Cas. ¿Qué mejor que eso?

-Cas….Maldición, eres tan perfecto…-comentó Dean del futuro entre jadeos, con una voz cargada de placer.

Dean del pasado se sorprendió. Aún si su yo futuro embestía con precisión y fuerza el cuerpo ajeno, era obvio que aquello no era sexo. De alguna manera, era obvio que realmente amaba aquél cuerpo, aquél alma, y que más allá del placer carnal, hacer el amor era la manera en la cual podían conectarse completamente el uno con el otro. Él nunca había sentido nada parecido, y ahora era plenamente consciente de ello. No pudo evitar, aún si era completamente irracional, sentir un poco de envidia. Su yo futuro estaba apasionadamente enamorado, y era correspondido.

Pero pronto recordó que en ese futuro no había nada envidiable, ni siquiera el amor profundo entre dos personas. Porque incluso eso causaba dolor.

Se dio cuenta cuando vio las lágrimas que caían por las mejillas de Castiel. Supo enseguida que no eran de placer, así como tampoco de dolor físico. Y los propios ojos de su yo futuro estaban más brillosos que lo normal, sin lujuria en ellos. Porque ambos sabían que era la última vez que podrían conectarse así, disfrutarse así, tenerse así, entregarse así. Amarse así.

-Dean…no te detengas…-le rogó el ángel.

-No lo haré.-le aseguró entre jadeos.

-Nunca.- y ambos sabían que esas palabras valían para más que aquella situación.

-Nunca.-repitió él, como si sellaran un pacto secreto.

Otra vez sin avisar, esta vez más sobrepasado por el amor que por la lujuria, Dean tomó el cuerpo de Castiel y lo volteó. En un movimiento rápido y preciso lo sentó sobre la mesa, sin sacar su miembro del trasero ajeno. Con una sincronía de no creer, Castiel enredó sus piernas en la cadera de Dean, al tiempo que sus abrazos se abrazaban a su cuello. El rubio seguía penetrándolo, entrando y saliendo del cuerpo de su amante. Se miraron fijamente, sin  dejar de jadear. De nuevo se comunicaban de esa manera silenciosa, tan sólo visual. Y en las miradas de ambos se adivinaban los mismos sentimientos: la mezcla de amor y angustia que el otro les generaba. Dean rompió el contacto, cuando acercó su lengua a la mejilla ajena, lamiendo las lágrimas que habían derramado los ojos azules. De alguna manera aquello sólo empeoró las cosas, porque Castiel gimoteó ante la dulzura que aún le demostraba ese líder frío y feroz. Sus sonidos eran una mezcla de llanto contenido y placer expresado, y los dos Dean sintieron que se les rompía un poco más el corazón.

Dean del futuro sabía que el ángel tenía razón en llorar. Él mismo tenía los ojos brillantes y rojos, pero hacía tiempo que se le habían acabado las lágrimas, y todas ellas estaban guardadas en esos hombros que ahora temblaban por el llanto y el goce. Lo único que podía hacer por ese hombre que se deshacía en sus brazos era limpiar sus lágrimas, y reemplazarlas por besos, así como sustituir sus gimoteos por gemidos. Podía parecer pura lujuria, puro deseo carnal, pero no lo era; es que en esa situación, no encontraba otra manera de hacerle sentir a Castiel cuánto lo amaba, y cuánto lo lastimaba esa situación, como a él. Y el castaño lo conocía, sabía todos sus secretos, todas sus penas, todo su dolor, todo su amor. Por ello, por más que lo penetrase con violencia, sabía que aquello no era sólo sexo. Cuando Dean alejó su rostro, porque había bebido todas las lágrimas de su amante, Castiel deslizó una de  sus manos hasta la marca que había dejado en el pecho del rubio cuando lo salvó del infierno. Con su mano allí miró fijamente a Dean, y ambos entendieron todo sin decirse nada.

No importaba si era en el infierno, o en el cielo, en donde sea que ambos fuesen cuando muriesen, volverían a encontrarse.

Extasiado por todas aquellas sensaciones, Dean penetró con más fuerza, dando en la próstata de Castiel. El castaño abrió sus ojos con violencia, y lanzó un gemido ronco que provocó que los propios Dean gimieran ferozmente. El rubio apoyó su cabeza en el hombro ajeno, mordiéndolo con fuerza, a la vez que seguía penetrando en ese punto con ganas. Castiel gritaba su nombre descontroladamente, mientras se aferraba con tal fuerza a la espalda ajena que le dejaba varias marcas, algunas incluso sangraban, aunque eso no parecía molestarle o detener al rubio.

-Dean, Dean….oh, Dean…-y hubo un ligero cambio en la voz del ángel, un poco más aguda, que Dean del futuro ya conocía: indicaba que estaba a punto de llegar al orgasmo.

Dejó de morder el  hombro de su amante para comerle la  boca con desesperación, pues él también estaba a punto de alcanzar su límite. Un poco antes de que aquello ocurriese, se separó de los hinchados labios ajenos, lo suficiente para ser oído.

-Cas…Te amo, Cas….-pronunció entre jadeos y gemidos, con una voz cargada de placer, de desesperación, y sobre todo, de amor.

-Yo…yo también te amo…Dean…-respondió con un gran esfuerzo, con un tono igual al de su amante.

Ambos se corrieron a la vez, pronunciando el nombre del otro, y mirándose fijamente. Se quedaron así unos instantes, recuperando el aire, con sus frentes apoyadas en el otro. Y no dijeron nada, porque no había nada más que decirse. Ya habían dicho y demostrado todo. 

Notas finales:

¿Y? ¿Qué tal? En serio que agradecería muchísimo un comentario acerca de si les gustó el capítulo, ya que me incitan a  seguir escribiendo esta pequeña historia. También querría saber si mi lemon fue muy malo xD Tenía pensado, quizás, incluir lemon en una especie de capítulo bonus al final, esta vez entre Dean y Cas del "pasado". Por cierto, a este fic le quedan 2 o 3 capítulos más.

Espero que les haya gustado <3 Trataré de actualizar pronto. ¡¡Y mil gracias a las personas que me dejaron reviews en los  capítulos anteriores!! Me alegran nwn

Nos leemos~!


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