Y era ahí justamente cuando se preguntaba el porqué las cosas en esa casa debían de estar tan innecesariamente fuera de su alcance. Obviamente una repisa insignificante no representaba problema para un fino guerrero tan entrenado como lo era. El problema era otro, uno que tenía nombre y apellido: Alfred Pennyworth.
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La primera ocasión la había consumado con astucia y maestría, su escapada fue tan perfecta que los rastros que lo vinculaban resultaba dudosos, sin embargo la segunda fue un desastre en potencia.
Esa tarde el joven Robin se había enfrascado en poseer una caja nueva de cereal, la razón: una promoción del producto donde se regalaban juguetes, no de cualquier tipo, eran figuras de colección de los guardianes de Gótica.
Damian ya tenía en su poder tres de Batman, tres de Nightwing, uno de Red Hood y uno y medio de Red Robin (sus menos favoritos), ahora necesitaba el más importante, el de Robin. Idea irónica.
El crocante desayuno se localizaba en la segunda repisa de la alacena que se acomodaba en la cocina de forma armoniosa con los demás muebles. Precipitado como de costumbre, abrió el segundo cajón de otra alacena inferior que guardaba únicamente cubiertos y alguno que otro recipiente de cocina. Ya con ayuda del cajón que le servía como escalón trepo para alcanzar la caja de “Kroca- Day”. Los dedos estaban por alcanzar el premio cuando su propio peso y la fuerza de gravedad trabajaron en conjunto para estropear la diversión. El cajón se safo de su lugar provocando un estrepitoso ruido sordo que advirtió al mayordomo, cuando este último entró vio la escena en cámara lenta imposible de poner pausa.
Los reflejos de Damian se activaron como si a un gato lo mojaran con agua helada; dio un brinco, con una mano se impuso al frente sujetándose de la manija del anaquel para dar un giro de espalda, con los pies se impuso sobre la pared aumentando el brío.
Un giro perfecto, el problema vino después.
Con la fuerza que usó para dar tremendo movimiento jalo el mueble colgante haciendo que la estantería que lo cargaba se venciera a causa del paso del tiempo y la brutalidad del meneo. Las latas, cajas, condimentos, y porcelana blanca que figuraba como pieza invaluable de alguna dinastía china impactaron con violencia sobre el frío piso de la mansión. No se escuchaba ni el corazón acelerado del más joven ni la respiración rauda del mayor.
No quería decir que tuviera miedo el joven Wayne pero los ojos suplicantes que le lanzó al mayordomo bastaron para que este no lo reportará con su padre. Eso no significó que saliera impune, tuvo que limpiar con esmero y ayudar a Alfred con más labores domésticas para que este último siguiera siendo su confidente.
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Ahora a varias semanas de lo ocurrido se encontraba de nuevo frente a la misma alacena (una nueva que estaba en el mismo lugar) analizando el contenido de esta. Galletas.
Frunció el ceño y examinó las posibilidades, no deseaba convertirse de nuevo en el mayordomo del mayordomo, asi que debia de tomar las cosas con calma. Se estiro lo mas que pudo intentando alcanzar los pequeños dulces pero su corta estatura lo limitaron rápidamente, un enojo comenzó a crecer el la boca del estómago y se negó a perder. Maldijo entre dientes a su padre por heredarle genes tan bajos. ¡Y él que lo creía más alto antes de conocerlo!
Tan concentrado estaba en su tarea que ignoro por completo la presencia de otra alma en la habitación. Fue hasta que sintió una respiración sobre su cuello que se percató de que no se hallaba solo. Un ligero rubor cubrió sus mejillas al notar y reconocer la manga de esa chaqueta café que pasaba enfrente para alcanzarle lo que buscaba con ahínco.
-No necesito de tu ayuda Todd!!- grito al momento de enfrentarlo de cara- no te des franquicias que nadie te dio!
El rostro de Jason fue de sorpresa genuina, sin decir nada miró la caja que ya estaba en su mano y la colocó sobre la estantería, dejándola aún más inaccesible al joven heredero Wayne. Al ver esta acción el enrojecimiento de su rostro se intensificó y de un grito freno al mayor quien ya se había alejado y se disponía a continuar con su recorrido.
-TODD!! Eres un…- no termino la frase- Regresa aquí y baja mis galletas!!
-Creí que no necesitabas mi ayuda- le respondió tan tranquilo como le era posible, ya que en esos momentos hubiera preferido partirse de risa por las expresiones que se le ofrecían.
-Te voy a romper las…
-Persuademe- dijo recargando la cadera sobre la mesa redonda del centro. Supo que el más joven se perturbó cuando el retrato de su rostro cambió por completo- usa los lindos moditos que ocupas con Dick y convénceme de bajarte la caja.
Sin duda aquella oración sonó demasiado comprometedora, si no mal interpretaba lo que significaba, el mayor quería...
->TT<- trono la lengua- que más da.
Le sonrió como nunca antes lo había hecho, esa simple acción pareció complacer a Jason quien de inmediato se acercó sin dejar de retarlo con la mirada. Cuando ambos se encontraron a una distancia bastante arriesgada Damian volvió a hablar, empleando un tono absolutamente distinto al primero.
-Mis galletas- le llegó sin ser una orden pero tampoco siendo un favor. Era una mezcla de ambas que se propagó por las ondas del sonido hasta sus oídos.
-¿Así le pides las cosas a Dick?
-Suelo ser más amable, ¿quieres que te dé un trato como a él?- Jason soltó una leve risa.
-No me interesa, yo no seré tan amable como lo es él- con dos movimientos precisos, que casi parecían ensayados lo cargó como si fuera un costal de cebollas y lo echó sobre su hombro, a esa altura Damian fue capaz de tomar lo que en realidad quería. Ahora podía deshacerse de Red Hood con facilidad pero estaba intrigado, para que negarlo, por tal motivo se dejó conducir hasta una de las tantas habitaciones de la mansión.
La habitación de Jason.
Los minutos pasaban tranquilos desde que aquella puerta se cerró con los dos adentro. Durante mucho tiempo una axfisiante paz gobernó por la morada del murciélago a causa de la ausencia de los dos más conflictivos hijos de Bruce. Sin embargo nadie había reparado en la falta de ninguno dándoles puerta abierta a la juerga.
Era una tarde agradable del mediodía de agosto, el aire a pesar de ser denso por la época del año no incomodaba y por el contrario hacía que la estancia sobre esa cama con solo una sábana fuera agradable.
Jason se encontraba recostado con las manos bajo la nuca y los ojos cerrados limitándose a solo escuchar el tronar de la bolsa cuando el más joven la abrió para comenzar a comer su postre. Cuando abrió un ojo para ver lo que hacía su joven compañero sonrió por lo que encontró; Damian comía tranquilo sin prestarle atención, tal vez por sentirse ignorado fue que se volvió a incorporar para arrebatarle los azucarados dulces.
-Hey!- fue lo que gruño cuando el jalón lo privó de lo que quería- regresalas!
-Te costará otra ronda- la mirada retadora no pasó desapercibida por el nieto del demonio, estaba más que comprobado que Damian jamás se acobardaba, esa ocasión no fue la excepción.
-Bien.
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La tarde pronto se transformó en la aliada del murciélago, la luna se abría paso entre las pequeñas nubes que se movían lentas en el cielo. Estar de guardia era aburrido cuando no había acción de por medio o cuando se estaba solo; esa ocasión fue una terrible mezcla de ambas. Dick miraba sin ver realmente hacia el precipicio de un alto rascacielo, su mente no estaba desconcentrada solo un poco dispersa por lo hechos recientes: las órdenes de Bruce, la actitud retadora de sus tres hermanos, su trabajo y todo lo que una vida de civil contrae.
Extraño la voz cargada de ego de Dami y se preguntaba qué estaría haciendo, el pie del chico aún estaba frágil como para salir a brincar de un techo a otro, razón por la que Nightwing salía sin Robin.
Al ver que la ciudad le obsequiaba una noche tranquila decidió regresar a la mansión. Tal vez vería una película mientras comía palomitas y abrazaba a Damian, después de todo, los héroes también tienen que descansar de vez en cuando.
Al llegar saludó alegremente a Alfred, después de intercambiar palabras donde le comentaba la parsimonia de la noche le preguntó por el paradero de Robin.
-Para serle honesto joven Dick, no lo he visto en varias horas- se cruzó de brazos- los radares no han mostrado la entrada o salida de nadie- agregó casi como si leyera la mente del héroe- esperemos solo este en su habitación descansando.
La idea fue divertida por si sola, recorrió el pasillo que separa la planta baja, la sala y el segundo piso que conducía hacia la zona de habitaciones; se dirigió a la del más joven y cuando estuvo al frente de esa gran puerta de caoba tocó dos veces antes de entrar sin esperar la respuesta.
Damian tenía la cara enterrada entre sus almohadas, se incorporó veloz al escuchar el rechinar de las bisagras moverse.
-¿Regresaste antes?- cuestionó innecesariamente.
-Todo está bastante tranquilo, así que preferí regresar, ¿te molesta si entro?
-Lo preguntas cuando ya prácticamente estas cerrando la puerta por dentro- se sentó con las piernas cruzadas esperando a que el mayor se acomodará a un lado suyo, cuando este lo hizo fue Damian quien lo sujetó del cuello en un abrazo fugaz.
-¿Vemos una película?- Dick sonreía como el buen hermano mayor que era. Las presiones de su vida podían espera cada vez que los tiernos ojos de jade lo analizaban sin preocupación.
Si, todo podía llegar a ser tranquilo si se lo proponían, incluso un mercenario y un demonio podían sentarse en la misma habitación y jugar ajedrez por cuatro horas seguidas sin matarse mutuamente.
Un par de ojos verdes siempre ayudan.