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Joker misery por Dakuraita

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Notas del capitulo:

Pues aquí traigo para ustedes más Ukemine, espero les guste

Un pensamiento cruzó por la cabeza de Aomine, y ese pensamiento era que ser él mismo era una maldición de la que no podía escapar. Y ese pensamiento surgió porque se percató de que no lograba romperse, por más humillación, dolor y tortura… no se rompía, no terminaba por quebrarse; y, debe admitir, que llegado al punto en el que se encontraba estaba casi deseoso de quebrarse. No es que quisiera darse por vencido ni darle la satisfacción a nadie en particular, pero, a todas luces parecía que romperse sería lo mejor.


Aomine observaba a sus compañeros que se habían «roto», ya no sufrían sin importar qué les hicieran e incluso parecían disfrutarlo… Por eso Aomine se preguntaba si no sería mejor que lo rompiesen de una vez, quizá así no sería tan terrible, tal vez dolería menos, tal vez aunque fuese humillante y asqueroso él ya no lograría percibirlo y así sería más fácil lidiar con su situación.


No  sonaba tan mal, a decir verdad, y era mejor recurso que el suicidio. Aomine pensaba que aunque lo rompieran algún día podría reponerse, poner las piezas rotas juntas y olvidar su pasado. El suicidio en cambio no tenía vuelta de página, además de que le parecía estúpido morir. Prefería sufrir y “vivir” esa horrenda vida a sabiendas de que ningún infierno en el mundo es eterno, a morir y dejar que el juego acabe. Y, aunque muchos pensasen que sería más sensato morir y ya no sufrir, porque es natural llegar a conclusiones así cuando se está en un constante estado depresivo, alterado o desesperado, Aomine por su parte quería seguir adelante. Una parte, en el fondo de su ser, siempre le ayudaba a mantenerse sano aunque eso representase más dolor. Tenía que aguantar, tenía que estar cuerdo, tenía que proteger a su mejor amiga, tenía que resistir y así un día escapar de ese tormento.


El juego no le perseguiría toda su vida, el juego era solo exclusivo en ese instituto y una vez que te gradúas es como si el lugar te diese permiso de irte. Era casi como si estudiar ahí fuese una prueba de supervivencia para el mundo real. Con mundo real hablamos del mundo de los adultos, un mundo que no está tan controlado como podría estarlo una institución escolar, donde como pueden pasar cosas muy buenas pueden pasar cosas que harían ver esa diabólica escuela y su juego como apenas un paraíso… ¡Ha! Es casi como si el juego estuviese probando a todos para que solo los mejores, más fuertes y dignos fuesen los únicos en graduarse, aunque no precisamente con su sanidad mental intacta, eso es cuestión individual.


Al final, Aomine no terminaba de quebrarse, y así como pensaba que era horrible ser él mismo y tener que soportar todo, así como pensaba que tenía que aguantar y ser él mismo hasta el final sin importar qué tan duro fuese.


—¿Hm? ¿Aomine-chii? No estás prestando mucha atención… voy a enojarme.


Daiki volvió en si para recordar qué estaba haciendo, estaba dándole una felación a Kise en un aula vacía, se había perdido en sus pensamientos ya que el dolor estaba nublando su cabeza. El rubio había colocado un par de pinzas plateadas unidas por una cadenita en las tetillas del moreno. Kise halaba de la cadena con tal fuerza que Aomine pensó que le arrancarían el hecho. Estaba seguro de que ya estaba inflamado o que le estaban cortando la circulación porque sentía una mezcla entre dolor y una sensación como de adormecimiento.


Con empeño Aomine movió un poco más la cabeza, intentando hacerlo más rápido, entre más rápido Kise se viniera más pronto le dejaría en paz, o al menos respirar, que no era sencillo de hacer cuando su garganta estaba casi ocupada.


—Aomine-chii… estás poniendo una cara magnifica… —suspiró Kise, su rostro reflejaba una malicia morbosa, y su voz derrochaba éxtasis puro, era evidente que gozaba más al humillar y torturar a Daiki que la felación en sí—. Ah… Aomine-chii… me vengo… me voy a venir… así que bébelo, bébelo todo y sé un buen chico, ¿Si?


Aomine cerró los ojos, huyendo de la mirada que Kise le estaba dando… Kise era alguien guapo, atractivo en serio, aun cuando recibía cartas bajas nadie solía molestarle mucho porque tenía un escuadrón de chicas rodeándolo y protegiéndolo. Corrían rumores de que había sido abusado un par de veces, pero Kise sonreía con tal normalidad y actuaba tan tranquilo que no podía ser cierto. Sin embargo, la sonrisa que Aomine estaba viendo no era la sonrisa tierna y entusiasta de Kise, tampoco era la sonrisa galante que usaba con las chicas, no había rastro del perfecto modelo, era en cambio una sonrisa horrible, torcida, la sonrisa de alguien que se ha entregado con brazos abiertos a la locura.


«Esta escuela te pudrirá de una u de otra manera» pensó Aomine antes de sentir el caliente liquido deslizarse sin permiso por su garganta.


Tosió un poco por la falta de aire, pero no pasó a más, ya estaba, tristemente, acostumbrado a que se vinieran en él y tragarlo.


—Hm… Ah… Eso fue fantástico, Aomine-chii… —jadeó Kise, gozando de los restos del orgasmo que lentamente se desvanecían. Luego sacó su miembro ya flácido de la boca de Aomine, y con un pañuelo se limpió tranquilamente, sonriendo con gusto, casi calmado, como si hubiese recibido un sedante—. Has hecho un buen trabajo —añadió suavemente—, te voy a quitar esto…


Con cuidado, removió ambas pinzas y Aomine exhaló, turbado por el dolor, su pecho ardía terriblemente y no estaba seguro de si quería llorar o gritar así que guardó silencio.


—¿Puedo irme? —se aventuró a preguntar.


—Oh claro que no —respondió Kise, melosamente—. Recuéstate, te voy a dar un premio porque has sido un chico muy bueno.


—Kise… por favor…


—Vamos Aomine-chii, no vas a empezar a ser un chico malo, ¿cierto? No hay necesidad de castigos, ¿no es así?


Aomine, asustado por la intrínseca amenaza escondida en esas palabras pronunciadas con suavidad y cariño, no tuvo más opción que ir y acostarse sobre el escritorio del maestro. Aún tenía sus pantalones puestos, y su camisa permanecía, desabotonada.


Kise se acercó y observó a Aomine con ojos perdidos que destilaban un amor enfermo, una obsesión podrida y una locura que no podía ser otra cosa más que aterradora.


El rubio se acercó más y observó el pecho de Aomine, sonrió divertido y acercó su dedo, Aomine por instinto se movió un poco, el terror estaba tatuado en su expresión, ya no quería que lo tocaran ahí, dolía a montones.


—Oh, cierto, cierto… —Kise retiró su mano, sonriendo a manera de disculpa—. Es que… están tan erectos y tienen un bonito color… seguro duele mucho… —en sus palabras «seguro duele mucho» se denotó una vibrante excitación. Aomine se preguntó desde cuando Kise era un sádico, no encontró respuesta, admitía que no se había preocupado demasiado por él, llegando incluso a ser hostil.


Otro pensamiento golpeó a Aomine: ¿Y si era su culpa? ¿Y si Kise estaba haciendo esas cosas por algo que Aomine hizo o dijo? O peor aún ¿Por algo que no hizo o no dijo? Intentó pensar en las veces en que le dio la espalda, intentó bajar por sus recuerdos, pero no pudo porque un punzante dolor recorrió su pecho y le arrancó un grito de sorpresa.


Kise estaba lamiendo su pezón izquierdo, recorriendo suavemente de arriba abajo al irritado botón. Aomine estaba hipersensible gracias al dolor, por lo que su rozada piel no percibía la dulzura del acto, aunque la caliente saliva y la suave lengua hacían un gran trabajo, por lo que pronto el horrible dolor se mezcló con un sentimiento dulce, que se transformó en calor y prontamente envió cual pulso presión a sus genitales, empezando así a experimentar placer.


Jadeó desesperado, y, aunque no podía creer lo que dijo, soltó:


—Kise… el otro también… por favor…


Kise alzó la mirada sorprendido, y una sonrisa llena de felicidad le dio a su rostro una belleza extraña.


—Claro que si Aomine-chii, haré lo que tú quieras —respondió amoroso para entonces darle las mismas atenciones al otro lado.


Al rubio no se le escapó el desvergonzado movimiento pélvico que Aomine estaba furiosamente intentando detener, así que procedió a acariciarlo encima del pantalón; ya estaba mojado y darse cuenta de eso solo provocó más pasión en él. Aomine jadeaba cada vez más desesperado.


—¡Ah! —gimió  Aomine por la poderosa sensación que lo atravesó cuando Kise clavó, suavemente, sus dientes en la aureola de su tetilla, experimentando algo así como un aguijonazo que no logró ser decodificado por su cerebro. ¿Se había sentido bien o no? ¿Fue placentero o doloroso? ¿Ambas? No estaba seguro y aquello le asustó tanto como pudo gustarle, aunque tenía miedo de sentir algo así de nuevo…¿y si le hacía perder la cabeza?


Kise, impaciente, le quitó la ropa a Aomine casi a tirones, Aomine incluso tuvo que sujetarse del escritorio para no ser arrastrado por los jalones.


—Aomine-chii… abre las piernas… —ordenó Kise, tiernamente.


Aomine, avergonzado y asqueado de sí mismo, obedeció dócilmente. Pensó que Kise iba a tener sexo con él, pero se equivocó.


La instrucción que recibió en su cuerpo fue de tres dedos bruscamente insertados, que primeramente se sintieron desagradables hasta que comenzaron a moverse buscando generar presión en la próstata.


—Aomine-chii… cuando fuiste rey yo una vez tuve una carta baja, un dos… te llamé Aomine-chii… una y otra vez te pedí salir juntos, hacer algo… porque si estaba ocupado con el rey entonces me dejarían en paz… pero nunca me escuchaste, y entonces me hicieron algo… algo que no puedo mencionar —el rostro de Kise se ensombreció por no por ello dejó de mover sus dedos.


Daiki escuchó atento aunque le costaba concentrarse por el abrumador placer que golpeaba sus caderas.


—Kise… yo… —Aomine sintió escozor en los ojos, casi como si quisiera llorar.


¿Es esto a lo que llamaban karma?


Kise alzó la vista, una hermosa sonrisa estaba en su rostro, pero ahí fue cuando Aomine se dio cuenta de que Kise estaba roto… estaba quebrado y su sanidad no volvería en mucho tiempo. Y todo, todo porque Aomine no escuchó, porque no se dio cuenta de que tras cada invitación inocente y tras cada risa amigable había una persona, un ser humano pidiendo a gritos ayuda, una salvación… le había dado la espalda a su amigo por no ver más allá de su propio ego y necesidad, y por ello, alguien que tal vez podría protegerle ahora, era quien deseaba destrozarlo también, porque una verdad de la vida es que la gente rota muy rara vez quiere que otros permanezcan bien, la mayoría buscará romperte hasta dejarte en el mismo terrible estado, así no se sentirán solos o alienados.


—Todo está bien Aomine-chii… ahora podremos estar juntos… porque ya no eres el rey, ya no hay nada que nos separe —Kise se inclinó sobre Aomine, sin quitar sus dedos de su interior, moviendo su brazo con más fuerza simulando penetraciones. Aomine jadeó asustado, negando interiormente, sabiendo que nada… nada estaba bien.


—Kise… ¡Esp-…!


Quería decir tantas cosas, quería disculparse, pero el rubio no le dejó, incluso parecía que no quería escuchar disculpas, en cambio lo besó lujurioso, gozoso de tenerle así, de poder devorarle cuanto quisiera, entrelazando sus lenguas, dejando rienda suelta a todo lo que alguna vez pudo ser bueno y bien intencionado pero que ahora era sucio, torcido y malo… pero se sentía tan bien que era imposible pensar que era así de terrible.


Aomine no tardó en venirse, quedando exhausto por el tornado de sensaciones y sentimientos chocando en su cuerpo.


—Nos vemos luego Aomine-chii —Kise dejó un beso en su frente y le dejó ahí recostado.


Daiki cerró los ojos, casando permaneció un rato así, dormitó un poco incluso pero pronto se levantó, y una vez que recuperó la fuerza en sus piernas se puso de piel y se acomodó la ropa. Ponerse la camisa fue difícil, su pecho le dolía tanto que incluso el roce con la tela era algo difícil de soportar. Necesitaba algo que ponerse para aliviar el dolor… y sabía que nada bueno podría salir de ir a la enfermería, no es que fueran a negarle lo que pidiera, pero como ahora era el bufón… tendría que pagar a cambio.


Aomine salió del aula y se encontró con Momoi.


—¡Dai! —lucía preocupada— ¿Cómo estás?


—Podría estar mejor —admitió con tono despreocupado y bien disimulado.


—¿Te hicieron algo…? —Satsuki desvió la mirada, ya sabía la respuesta—. Quiero hacer algo pero ya no puedo…


—¿A qué te refieres?


—Imayoshi… —Satsuki se mordió el labio pero respiró profundo para poder hablar bien—. Imayoshi me ha prohibido ayudarte, y le ha dicho a todos que si yo doy alguna orden de ayudarte se lo digan y… bueno yo…


Estaba temblando.


—Oye —tajó Aomine— tú no tienes que ayudarme, ni protegerme, tienes que cuidar de ti misma… yo no podría lidiar con la idea de que te pasó algo por mi culpa, ¿entiendes?


Aomine comprendió bien las intenciones de su mejor amiga, y temió por ella, era notorio que estaba aterrada y que había recibido más de un castigo de Imayoshi como para que este la amenazara y pusiese a todos enterados de la situación.


—Haz lo que tengas que hacer, en especial si es para salvar tu pellejo —sentenció Aomine—. Ese bastardo me las va a pagar —añadió, casi en un murmuro.


—Lo siento Dai…


—Está bien, ve a clases, y no estés sola, júntate con Mibuchi, ¿entiendes?


Reo Mibuchi era alguien con quien nadie se metería, era un año mayor que Daiki y Momoi, era, se rumora, uno de los fundadores del juego y encima pareja oficinal de Himuro Tatsuya. Pareja oficinal quiere decir que los dos se amaban locamente, pero eso no les impedía ir y tirarse a quien les diera la gana. Eran una pareja extrañamente perfecta, pero Aomine sabía que ni Himuro ni Mibuchi eran personas que fuesen hostiles con mujeres, por el contrario, eran aún más malditos con los hombres.


En efecto, un par de días más tarde funcionó, Momoi se juntaba con Reo y ambos parecían felices hablando, Reo parecía a gusto con Momoi, incluso le hacía las uñas y peinados lindos, parecía que se había hecho con una hermosa muñeca y una amiga, pero eso estaba bien, porque al menos aquello no representaba daños físicos o emocionales, y Satsuki no tenía inconveniente en que este hiciera lo que le diera la gana, porque además lo hacía con buenas intenciones, era increíble que alguien que fuese tan amable con ella fuese uno de los fundadores de aquel horrible juego.


Pero tenía que ser cierto, porque si alguien como Himuro era su pareja, significaba que tenía un lado torcido.


Himuro era una bestia en la escuela, aunque tenía una apariencia tranquila y apacible, y un rostro apuesto que daba la impresión de que era alguien calmado, suave y gentil… no era más que la tapadura de alguien impasible que no era; Himuro era alguien que mantenía la cabeza fría, pero tenía la sangre terriblemente caliente, era impulsivo y con muy poca tolerancia a la frustración. Por más tranquilo que fuese, no era alguien realmente amable, solo quería que las cosas fuesen a su manera. Pero, si le hacías enojar, sería prudente salir corriendo. Nunca se medía en los golpes.


—Ah~ ¡Tatsu! Te encontré mi amor~ —canturreó la voz de Mibuchi—. ¿Hm? ¿Qué sucedió esta vez?


Se encontraban en el patio trasero, Himuro se estaba limpiando sus nudillos en la camisa.


—Nada importante —respondió Himuro, y Reo sencillamente le rodeó amorosamente, ambos se besaron a gusto.


—Sabes lo mucho que me enciende verte así de agitado —susurró Reo sobre sus labios y Himuro lo premió con besos en el cuello.


—¿Qué tal tu día? —preguntó Tatsuya, como si ambos estuviesen en un día de campo en lugar de parados al lado de cuatro estudiantes golpeados sangrando.


—Muy bien, tengo una amiga nueva, Momo-chan, es una chica linda~ Sin embargo, Ima-chan no está de buen humor porque le dije que ya no puede hacerle daño, esas marcas en el cuello que le hizo se ven horribles en una mujer tan hermosa —se quejó Reo, haciendo un pequeño puchero; Himuro lo miraba con adoración—. Así que me dijo que te pidiera un favorcito a cambio~


—¿De qué se trata?


—Solo tienes que portarte mal un rato con Aomine.


—¿Golpearlo o…?


Mibuchi sonrió.


—Tienes que hacerle algo un poco más divertido —respondió Mibuchi— pero puede esperar a mañana. Ahora… ¿Qué tal unos besos más?


—De acuerdo, lo haré por ti, todo lo que tú quieras —Himuro sonrió ladino y sujetó fieramente a Reo por las caderas, este sonrió emocionado, derritiéndose en los brazos de su amante—. Hoy voy a hacerte mío una y otra vez.


Mibuchi suspiró emocionado.


—Yo ya soy tuyo.


La pareja compartió un largo beso, uno sensual, era increíble como la llama jamás se apagaba entre ambos considerando que llevaban así desde hace dos años.


(…)

Notas finales:

Creo que se dan una muy buena idea de lo que se viene ;v

u//w//u no pude resistirme a poner HimuMibu porque es mi otp pero no se preocupen no me centraré en ellos. 

Puede que otras parejas hagan cameos, puede(?) 

Nos leemos pronto. 


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