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El circo de las sombras por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

Recordar el pasado y sufrir por el dolor que aún late en el presente.

Cuando pudo distinguir algo solo veía colores y colores. Algunos ni los conocía. Parecía estar flotando en un mar de color cuando estos empezaron a adoptar formas que a él le resultaban familiares.

      —No tengas miedo —susurró la voz de Hyoga detrás de sí.

      Intentó darse la vuelta para mirarlo y el rubio se situó a su lado.

      —¿Qué está pasando? —Preguntó Shun.

      —No dejarás nunca de hacer preguntas. — Ladeó la cabeza hacia los lados—. Estás en La carpa de los recuerdos. Aquí verás pasar ante tus ojos los momentos más significativos de tu vida.

      —¿Tú también los vas a ver?

      —¿A cuáles te refieres? —Preguntó intrigado, mirándolo intensamente con los ojos de hielo.

      —A los tuyos. —Respondió Shun como si fuera evidente.

      En los labios de Hyoga se formó una sonrisa burlona.

      —Yo no tengo recuerdos —Dijo simplemente, mientras le pasaba una mano enguantada por la mejilla.

      Shun se estremeció, pero no se apartó. Le gustaba ese contacto. Cerró los ojos y se dejó llevar.

    

Cuando los volvió a abrir el rubio ya no estaba con él, y debajo de sus pies se encontraba una habitación de hospital. En la cama y cubierta con sábanas hasta la cintura estaba una mujer con su hijo en brazos. Pudo reconocerla: era su madre. A un lado de la cama había un niño de unos dos años, y su padre le sonreía mientras ambos contemplaban el bebé que la mujer tenía en brazos.

      ''Soy yo'', pensó, asombrado.

      —¿Ves, Ikki? Este será tu nuevo hermanito.

      —Shun —Decía la mujer—. Lo llamaré Shun.

      De pronto la imagen empezó a nublarse y se fundieron todos los colores hasta quedarse otra vez flotando en el extraño mar.

      —Muy conmovedor. —Oyó la voz de Hyoga, que parecía proceder de todas direcciones.

      No le dio tiempo a investigar, pues comenzaba a formarse otra escena bajo él.

      Esta vez se encontraba en su habitación. Su madre le acariciaba el cabello verde mientras él jugaba en la cuna. 

      —Eres tan hermoso —Le susurraba su madre.

      —¡Mami! —La llamó Ikki desde otra parte de la casa.

      —Ahora voy, cielo. —Lo acostó, apagó la luz y salió de la habitación.

Otra vez el mar.

      —¿Hyoga? —Lo llamó, temblando.

      —Aquí estoy. —Apareció de la nada ante sus ojos.

      —¿Cómo...? —Empezó, pero el rubio le puso un dedo en los labios.

      —Deja ya de preguntar. Solo disfruta del espectáculo. —Se esfumó otra vez.

      Volvió a cambiar todo y ahora se dibujaba un parque bajo él. El pequeño Shun, de apenas tres años, jugaba con su hermano en los columpios mientras sus padres les observaban desde un banco.

      —¡Mira lo que hago, hermanito! —Le decía Ikki mientras saltaba desde el columpio hasta la arena.

      El pequeño Shun lo intentó imitar, pero al caer se hizo daño en la rodilla. Su hermano fue corriendo hacia él para ver cómo se encontraba, mientras se le saltaban las lágrimas al menor.

      La imagen se dispersó de nuevo.

      No se percató de la presencia de Hyoga a su derecha, y este lo sobresaltó.

      —Muy bonitos recuerdos, pero me estoy aburriendo un poco. ¿Qué te parece si avanzamos más en el tiempo? —Le preguntó.

      Shun no sabía qué contestar a aquello, y tampoco le dio tiempo. El rubio se volvió a esfumar a saber dónde y ya se formaba una nueva imagen ante sus ojos.

      Ahora lo que se representaba era el colegio, y el pequeño Shun, de unos ocho años, estaba sentado lejos de todos sus compañeros.

      ''De niño no tenía ningún amigo'', pensó, y se puso triste. No quería recordar aquello.

      —Shun, ¿la respuesta? —Le preguntaba la profesora.

      —Ehm... —pensó antes de responder—. ¿Tres?

      Todos los alumnos empezaron a reírse y la profesora ladeó la cabeza suspirando. Shun se puso muy rojo, y sus compañeros se burlaban de él mientras se escondía el rostro entre las manos.

      Otra vez el mar de colores.

      —Interesante —susurró Hyoga, que había vuelto a aparecer—. Pero no lo suficiente.

      —¡¡Basta!! —Gritó Shun. El rubio lo miró, frunciendo el ceño—. No quiero recordar nada más.

      —Cuando el espectáculo empieza, debe terminar —se limitó a decir mientras todo cambiaba de nuevo.

      El pequeño Shun tenía ahora unos nueve años y volvía a estar en la habitación de un hospital, pero esta vez era su madre la que se encontraba sola en una cama. Los dos hermanos la miraban con lágrimas en los ojos. Había dos ancianos con ellos.

      ''Mis abuelos'', pensó. Ya recordaba aquello: su madre había enfermado hacía unos años, y aquel día fueron a verla al hospital con sus abuelos, ya que su padre no podía faltar al trabajo.

      Sus ojos se llenaron de lágrimas. Lo había pasado muy mal en ese tiempo, pero al final todo había salido bien. Sonrió.

      Hyoga apareció a su lado y contempló la escena con él.

      —Lo siento —dijo.

      Shun asintió levemente con la cabeza, y Hyoga lo estrechó fuertemente entre sus brazos mientras sollozaba.

      —Vayamos a otro —le dijo sin deshacer el abrazo.

      Hyoga volvió a desaparecer y Shun se encontró consigo mismo en su habitación. Estaba escribiendo un diario cuando lo llamaron a cenar. Se fue a la cocina y había ensalada, una de sus comidas favoritas.

      ''Pero si esto fue hace unos días'', pensó al mismo tiempo en que se formaba una extraña sonrisa en sus labios.

      —Vaya, creo que me he adelantado demasiado —dijo Hyoga a sus espaldas—. Qué pena, se acabó el espectáculo y no he podido ver nada realmente interesante. No tuve que haber intervenido. — Se quejó.

      Shun no entendía muy bien lo que decía, pero se alegró de no tener que recordar más cosas de esa manera, sobre todo cuando lo único que aparecía en aquel extraño lugar eran recuerdos que le oprimían el corazón.

      Todo volvió a desaparecer, pero esta vez no se fundió en un mar de colores.

 

Sus pies tocaban el suelo por fin. Aún estaba en el interior de la carpa y parecía no haberse movido en todo aquel tiempo. Se preguntó qué hora sería, pero no llevaba reloj y no había nada allí que pudiera orientarle, tan solo la luna que parecía imperturbable en el cielo.

      Hyoga salió de entre la oscuridad y se dirigió hasta él. Le volvió a acariciar las mejillas.

      —Te estoy empezando a coger cariño —le dijo mientras sonreía de una forma un tanto siniestra—. Salgamos de aquí.

      Cogió al menor de la mano y salieron de la carpa.

 

      Las calles continuaban grises y vacías, y una pequeña ráfaga de viento los envolvió durante unos instantes.

      —¿A cuál quieres ir ahora? —Le preguntó el rubio.

      —No lo sé —contestó.

      —Caminemos, pues.

      Y así hicieron. Fueron entre las carpas grises y sin vida, y Shun se preguntó qué habría dentro de ellas. Como si le hubiera leído los pensamientos, Hyoga le respondió a la pregunta.

      —Nunca entres en ellas. En unas hay cosas muy desagradables; en otras, cosas que acabarían con tu vida; en el resto, sombras.

      —¿A qué te refieres con cosas siniestras o… que acabarían con mi vida? —Preguntó, más curioso que asustado.

      Hyoga lo miró a los ojos y Shun sintió que le fallaban las piernas. El rubio lo agarró y lo atrajo hacia sí. Pasó sus labios fríos como el hielo por los cálidos del joven y después los llevó hasta su oído.

      —No lo quieres saber —dijo en un susurro.

      Shun se apartó de él despacio, con el corazón latiéndole demasiado rápido para soportarlo y desvió la mirada hacia sus manos, que temblaban. Hyoga rio para sus adentros y le hizo continuar caminando por las desoladas calles cuando, de pronto, se oyó un ruido. Instintivamente, el rubio empujó a Shun detrás de una carreta y se posicionó con el bastón por delante de sí.

      Algo que parecía una ráfaga de aire negro se abalanzó sobre Hyoga y este, con un movimiento del bastón, lo absorbió. Después, cayó al suelo de rodillas.

      Shun fue corriendo hasta él para ver cómo se encontraba.

      —¿Qué era eso? ¿Estás bien?

      Hyoga no respondió. Se puso en pie y cogió a Shun por el brazo, con fuerza, llevándolo hacia una carpa de color blanco.

      —Toque de queda —dijo Hyoga cuando entraron.

      —¿Qué es eso? —Preguntó el menor asustado.

      —Tampoco quieres saberlo.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! Espero que les haya gustado tanto como a mí -re-escribirlo <3.


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