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Hijo de la Luna por CieloCaido

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Capitulo 8: magnetismo

Matt sentía el filo del cuchillo acariciando la piel de su cuello, e incluso advirtió del hilo de sangre deslizándose por su piel como un símbolo de guerra. Un descuido y su vida peligraría. Por eso, alzó las manos, intentando de forma amistosa, llegar a un acuerdo. Aunque por dentro, ya había maquinado sus próximos diez movimientos. Eran jugadas arriesgadas las que pretendía tomar, pero no podía permitir que su vida fuera tomada de esa manera, y más por un extraño. Ahora se arrepentía de haber ayudado a ese desconocido, había bajado la guardia y estas eran las consecuencias; el sabor era amargo y difícil de pasar.

“La amabilidad se paga con sangre, Matt” Pensó con disgusto.

—Identifícate —apremió el sujeto.

—Soy Mail Jeevas —expuso, bajando lentamente sus manos al darse cuenta que el sujeto no iba a soltarlo por las buenas. La habitación aun estaba a oscuras y por eso la visibilidad no era grande—. Veinte años de existencia, huérfano y sin hermanos  —continuó diciendo, su mano ahora muy cerca de la cuchilla, sus dedos ya casi tocaban el filo. Respiraba lenta, muy lentamente, procurando no hacer ningún movimiento brusco—. Ex -policía, ahora miembro de Wammy's House —entonces se decidió y en un movimiento rápido la sujetó con su mano desnuda al tiempo en que acertaba un codazo en el estomago de su enemigo, no fue suficiente para aflojar el agarre del arma así que tuvo que seguir sujetando el cuchillo, cortándose la piel de la palma—, además de ser fumador activo y un mujeriego con mucha honra.

Hizo una llave y lanzó al sujeto al piso, tal como se lo habían enseñado. Se alejó unos pasos, dándose un segundo para respirar un poco tranquilo. Un calculo mal y su garganta hubiese sido rebanada. Se agarró el cuello con una mano, pensando con ansiedad en lo cerca que estuvo de la muerte. Además, no había podido quitarle el cuchillo por mucho que jaló, su piel se había abierto en grandes tajos y la sangre empañaba sus manos. Corrió hasta el interruptor y lo encendió. Sería una desventaja pelear con la bombilla apagada, sin embargo, pesé a su rapidez, el desconocido fue más rápido y acabó detrás de él en un segundo. Cuando Mail volvió la vista para ver si el sujeto estaba donde lo había dejado, se dio cuenta con ansiedad de que el experimento BB estaba detrás suyo.

—¡Mierda! —exclamó al esquivar el cuchillo que se deslizaba por el aire, apenas rozando su cabello. Y luego tuvo que esquivar otro cuchillazo y otro y otro. En cuanto vio la oportunidad, Matt hizo una especie de voltereta, apuntando con su pie derecho la mano del sujeto y cuando al fin impactó contra su muñeca, el cuchillo salió disparado al suelo.   

BB sólo sonrió, de alguna forma parecía complacido, sin embargo, continuó dando batalla, esta vez con sus palmas cerradas en puños acertó en la mandíbula del joven y luego con la izquierda continuó. Matt sintió el sabor metálico en su paladar y ni pudo escupir la sangre acumulada en la boca porque tuvo que esquivar el siguiente golpe. Y luego el siguiente, no tenía tiempo para nada más, ni siquiera para recuperar la sensibilidad de la mandíbula, así que atajó el puño del hombre y le dio un cabezazo, y aprovechando su momentánea desorientación lo sujetó con fuerza para asestar una rodilla en su estomago, sacándole el aire y haciéndolo dar varios pasos atrás sin querer. Matt sólo necesitaba un segundo para sacar la pistola que guardaba debajo de la chaqueta de cuero roja, solo un segundo, y BB al adivinar sus intenciones, y ver asomarse el color negro escalofriante por entre la chaqueta del joven, se agazapó como un animal en acecho, empujándose hacia abajo con ambas manos e impulsando a su vez su pie en dirección de la mano del chico. Su intención era patear el arma negra de sus manos y al conseguirlo, volvió los pies al suelo, enviando esta vez sus pies a las piernas del pelirrojo, deslizándolos con usual agresividad para hacerle perder el equilibrio.

El resultado fue un sonido estrepito, como el de un saco de papas al caer al piso.

Matt había caído al suelo en un ruido seco. Abrió los ojos para encontrarse la pistola justo enfrente. BB sostenía el arma en alto, apuntando su cara. Un movimiento más y una bala perforaría su frente.

La batalla había finalizado.

Matt esperaba el golpe final. El tiro de gracia. Apretaba los dientes y miraba con ferocidad a su enemigo, y si su mirada fuese una navaja sólida, el experimento BB tendría ya varios tajos profundos en su cuerpo. Pero por desgracia, no lo era. Y la pistola seguía allí, tentando su suerte. Sin embargo, BB no apretó el gatillo, en cambio lo observó con una expresión apática que parecía cincelada en mármol 

—Eres un oponente digo, Mail Jeevas.

—¿Qué…? —el tipo en cuestión dejó de ponerse a la defensiva y le ofreció el mango de la pistola para que lo tomara.

Sin estar muy seguro de cómo tomarse la situación, Mail tomó el arma. Entonces, BB se apartó de su lado. Se limpió la sangre de la nariz sin delicadeza alguna y se fue hasta la nevera. Matt se puso en pie, manteniéndose alerta de cualquier movimiento. No guardó la pistola, sino que la mantuvo en su mano y retiró el seguro; un movimiento en falso y no dudaría en apretar el gatillo. Aun así, lejos de un movimiento peligroso, el sujeto sólo continuaba revisando la nevera. Pareció remover algunos frascos hasta que sacó un tarro de vidrio con un contenido rosa oscuro. Matt lo identificó como Mermelada. Se extrañó aun más.

—Me disculpo por usurpar tu refrigerador, pero comprenderás que luego de un largo día de inconciencia mi estomago necesita alimentarse.

—¿Qué?

—Necesito alimentos y en tu refrigerador no hay nada más que esto —señaló el tarro, entonces Matt se dio cuenta de que no era el primer tarro y que de hecho en el suelo, a un lado de la nevera, había por lo menos cinco tarros.

—¡Mi mermelada! —se lamentó en tono triste mirando los frascos vacíos, olvidando por un momento que su vida había corrido peligro.  

BB ni se inmutó y, abriendo el frasco nuevo, sumergió sus largos dedos en el viscoso color rosa, jugueteó un momento con el dulce y luego se lo llevó a los labios. No recordaba cuando había sido la última vez que había ingerido algo dulce, en el laboratorio sólo lo alimentaban por intravenosa. Así que quizás por eso, en ese momento, se lamía los rastros de mermelada que habían quedado en sus dedos. Y Matt que lo veía, pensó que era un gesto infantil y asqueroso.

—Así que… ¿Ya te sientes mejor no? —comenzó a decir el pelirrojo, observando como prácticamente se acababa la mermelada en un santiamén. Le había costado tanto conseguir esa mermelada, era un lujo tener algo así. Por eso se la había robado antes de dejar el centro policiaco—. Supongo que ahora tendrás la amabilidad de largarte.

—Reconozco que me siento mucho mejor, aun así Mail Jeevas debe abandonar la idea de que dejaré este lugar. Por ahora necesito un sitio donde poder recargar mis energías y descansar antes de volver a mi plan inicial.

—Es decir que…

—Que no tengo intenciones de irme.

—¡¿Qué diablos?! ¡Esta es mi casa! ¡Y no puedes quedarte!

—Considéralo un intercambio por tu vida. Pude matarte de haberlo querido. Pero te permití vivir. Ahora me perteneces, considero que podrás ser una herramienta útil.

Matt parecía muy indignado. Levantó el arma y lo apuntó. Luego recordó que, aunque ese sujeto lo había atacado primero, al final no lo había matado y le había devuelto su pistola. Sería deshonorable disparar a quemarropa. Guardó el arma bastante malhumorado, indispuesto a perder esta guerra.

—Llamaré a la policía.

—Adelante —BB continuo comiendo su mermelada.

Y no, Matt no podía llamar a la policía. ¿Cómo iba a explicar esto? Peor aun, ¿Cómo le explicaba esto a Yotsuba? ¿Y a Wammy's House? No, no. Este secreto debía quedarse con él. Suspiró irritado y se dejó caer al mueble con resignación. Todo era una gran mierda. Pensativo como estaba, se tocó con la punta de los dedos el labio partido, ¿Qué mentira iba a decir ahora frente a sus jefes? Matt era un gran mentiroso así que supuso que algo creíble se inventaría. A fin de tontas cuentas, el experimento BB también podría tan útil como él lo sería para BB. Sólo tendría que buscar los puntos exactos para hacerle soltar la lengua. Viró su vista hasta su nuevo compañero de cuarto y lo observó con apatía.

—De acuerdo. Puedes quedarte, ¿Cómo sabré que no vas a dispararme después?

—Si quisiera dispararte ya lo hubiese hecho.

—Buen punto. ¿Cuál es tu nombre?

—BB

—Ese no es un nombre —se quejó.

—Es el mío.

Matt pensó en eso; en el nombre de BB y en el parecido que tenía con el nombre que había visto en el uniforme: experimento BB. Se preguntó qué querría decir eso de experimento y por qué la insignia de BB, ¿Qué significaba? Matt sólo suspiró con fuerza y dejando de lado sus dudas, observó tristemente la carne desgajada de su mano.

»«

 

Temprano en la mañana, Mello salió en su motocicleta rumbo al edificio viejo de piedra gris que no era nada mas y nada menos que Wammy's House, ya tenía fijo su horario de trabajo, pero en vista de las nuevas vísperas su horario había sido modificado; era martes para entonces y tenía practicas de tiro. Las clases de la tarde habían sido reemplazadas para estar a disposición de Nate.

La verdad es que le causaba un poco de disgusto estar únicamente a la disposición de ese niño, pero no se podía hacer nada.

Entró al cuartel y al ver la población humana que eran sus compañeros, rondando de aquí allá para acomodarse en grupos y asistir a las clases asignadas. Mello no tardó en ubicarse junto con Matt en un grupo que estaba integrado por quince personas, Linda iba con ellos como uno de sus superiores, y por dentro Mello recordó a L y supuso que Linda estaba asignada junto con Matt y él para ser vigilados de cerca. Debían andarse con cuidado. Sin embargo, Matt era ajeno a esto; no había tenido tiempo para hablar con su compañero y ponerlo al día sobre las cosas que ocurrían.

—¿Qué te pasó en la mano? —cuestionó alzando una ceja al ver la venda en la mano de su amigo.

—Me corté —respondió con un suspiro triste. El pelirrojo recordaba con mucha turbación lo acontecido anoche y de cómo su nuevo compañero había estelarizado una ajuga para tomar algunos puntos en su palma. Su incredulidad había sido demasiada—. No preguntes cómo.

—Vale, estás de mal humor. Lo entiendo —y lo entendía porque él también estaba de muy mala leche.

Primero los pusieron a hacer ejercicios para despertar su cuerpo y calentar los músculos, inclusos los pusieron a trotar y sudar como cerdos. A las 8 AM los llevaron a uno de los edificios donde practicarían tiro libre con pistolas de alto calibre; dieron largas charlas e instrucciones sobre algunas armas. A Mello le pareció una estupidez teniendo en cuenta que ya tenía conocimientos en ellos, sin embargo, al final resultó un desafió al tener que disparar una y otra vez al mismo punto a criaturas que se asemejaban a los dioses; su piel tan dura y su resistencia, lo mismo que su agilidad para moverse. La mañana pasó en un santiamén y, un poco ansioso por ir al cuarto pabellón, se vio llamado por alguien a quien apenas recordaba.

—Mello, ¿Qué vas a hacer? —preguntó Mail cuando vio que Mello tenía pretensiones de abandonar el comedor.

—Después te explico, Matt —dijo en un susurro, notando que los ojos de Linda estaban fijos en su silueta.

Quien le iba a dar instrucciones sobre lo próximo que haría era un rubio alto, lo identificó de inmediato como aquel que los recogió en el helicóptero la vez que fueron atacados por el shinigami. El hombre en si hizo una reverencia a la cual Mello respondió y luego caminaron al pabellón cuatro. El pulso de Mello estaba acelerado, se encontraba bastante ansioso y descubrió que tenía la garganta bastante seca. Iba a entrar a la habitación de Near, iba a entrar en contacto con ese fenómeno de circo. 

—La habitación de Nate es de las últimas. Como esto es zona restringida y tu aun eres cadete, seré yo quien te guie cada día, hasta que te autoricen para entrar por ti mismo. Sólo debes quedarte en el cuarto con él y vigilar que no haga sobreesfuerzos —“¿Sobreesfuerzos?” pensó contrariado—, si le toca ir a consulta debes acompañarlo, quedarte cerca de él por si tiene alguna recaída, procurar que tome su medicina y que camine de vez en cuando —mientras enumeraba sus tareas, el entrecejo de Mihael se contraía más y más, odiaba hacer el papel de niñera—. Y lo más importante: procura que ingiera sus alimentos.

Esto último era el colmo.

El hombre llamado Rester se detuvo frente a una compuerta y pasó una tarjeta por el identificador. La compuerta se abrió enseguida y dentro era la habitación de Near. Mello nunca pensó en concreto que cosas hubiese dentro del cuarto, y si alguien le hubiera dicho que allí sólo había un montón de juguetes probablemente se habría reído. Por eso, al estar dentro de las inmaculadas paredes, tan inmaculadas como podría serlo un asqueroso hospital, quedó anonado al vislumbrar tal cantidad de legos  y dados. No era lo que esperaba, obviamente.

—Near —llamó el hombre—. Traje a alguien conmigo —dijo como si hablara con un animal particularmente domesticado. El muchacho ni le prestó atención; de espaldas como estaba se dedicó a seguir armando un castillo con cartas de naipe.

Mello entró al cuarto, notando lo inmenso que era sólo para ser la habitación de una sola persona. ¿Y qué eran todos esos juguetes? No era algo que se conseguía a la vuelta de la esquina. El plástico se usaba en otras cosas, no en ridiculeces como esa. Supuso entonces, que los juguetes venían del extranjero en donde la corrosión de la lluvia no era tan intensa como en Japón.

—Near…

—Lo he escuchado perfectamente, Agente Rester. —musitó, y su voz no contenía ni la más leve aspereza, era pura finura.

El agente Rester soltó un suspiró imperceptible y volviéndose hacia Mello, le invitó a interactuar.

—Mihael Keehl —dijo únicamente como saludo.

El muchachito siguió sin inmutarse, eligiendo entre una carta y otra. Rester hizo una inclinación de cabeza y se marchó. La compuerta se selló con un suave sonido y Mello se quedó allí sin saber qué hacer o qué decir porque ya era de por si bastante desagradable respirar el mismo aire que Near. Observó atentamente la habitación, intentado retener en sus pupilas algo que no fuera juguetes, algo que pudiera decir frente al comité de Yotsuba, algo que le dijera por igual que la silueta blanca, blanquísima, frente a él era más tangible que un fantasma y que su existencia significa algo fuera de este mundo. Pero no encontró nada más que nada, sólo dados, juegos de lego y muñecos. ¿Se suponía que encontraría información en la habitación del fenómeno?

Sin darse cuenta estaba paseando por la habitación, deteniéndose cuando encontraba algo particularmente estúpido como pistolas de juguetes o patitos de hule, hasta que sintió unos ojos sobre sí, una mirada tan insistente que si seguía persistiendo probablemente le perforaría el cráneo. Se volvió hacia el enano y allí lo encontró, en medio de su torre de naipes a medio construir con su vista fija en él. Esos ojos que parecían un espejo cubierto de vaho, volvían a mirarle.

—¿Qué? —espetó groseramente.

Había algo en él que le causaba franca repulsión, como un bicho que encuentras en el piso y que por asco evitas pisarlo. Demasiado blanco, demasiado endeble. Parecía tan efímero que lo enfermaba.

El chico no respondió y volvió su vista a las cartas, ignorándole olímpicamente. Mello frunció el entrecejo y se acercó a él con la clara intención de echar abajo su castillo de naipes, destruirlo bajo el peso de su bota, pero no lo hizo. En vez de eso, se puso de cuclillas al frente, del otro lado del castillo, y observó premeditadamente por entre los espacios vacíos de las cartas a su, a partir de ahora, protegido. Su pupila manchada de azul estudiaba a un espécimen raro y el otro no tardó en consentirle la mirada, entreteniéndose al acariciar uno de sus bucles blancos, pasándolo entre los dedos una y otra vez. Una, y otra, y otra, y otra.

—Te pongo nervioso, eh —dijo con evidente burla, deleitándose al verlo enrularse el mismo mechón con insistencia, aunque quizás sólo era un tic, un comportamiento compulsivo, aun así Mello decidió atribuírselo a él mismo. Un segundo después su expresión cambió a una malhumorada y echó abajo el castillo—. Será mejor que dejes de jugar y comiences a comer, niño.

Se puso en pie, pisando a propósito las cartas caídas y de mala gana acarreó una pequeña mesa que le serbia a las cocineras para depositar los platillos llenos de jugosa comida. El chico no había tocado nada.

—No tengo hambre —musitó

—Come.

—No.

—¡Que te lo tragues! —bramó. Esperaba no tener que recurrir al avioncito porque si eso llegase a pasar sólo estamparía la cara del muchacho en el plato de comida—. O te lo comes por las buenas o te haré tragártelo por las malas, y ambos sabemos como va a terminar eso.

—Te dije que no tengo hambre.

—Si me importara lo recordaría —rodó los ojos

Near, al ver echado en el piso todas las cartas, se levantó y miró la comida. Se veía apetitosa, pero Near nunca encontraba sabor en su paladar. Cada comida que probaba sabía a nada. Insípida, como arena en sus labios que se desgastaba. Por eso evitaba comer, de nada valía llevarse a la boca algo que no tenía sabor porque era lo mismo que no comer nada. La diferencia radicaba en que si bien su paladar no encontraba sabor alguno, su estomago pedía algo que digerir.

Removió su puré de patatas de un lado a otro sin dar señales de escuchar a nadie a su alrededor. Sin pretensiones de llevarse eso a la boca. Levantó la vista y vio a Mihael allí, esperando impacientemente que empezara a comer. En silencio, musitó una palabra: “Trá-ga-te-lo” se leía en sus labios. Así que Near tomó la cuchara y dio un único bocado. Tragó y eso fue todo. Dejó la cuchara en su sitió y volvió a su sitio junto con las cartas.

»«

Tocaba el turno de la tarde y mucho de los novatos debían ir a los invernaderos y prestar su ayuda. Los agentes del caos conocidos como Shinigamis destruían su mundo y ellos debían preservar lo poco que quedaba. Entre ellos estaba la vegetación. A Matt ese día le tocó ir a colaborar en el invernadero de plantas medicinales.

Ya que era muy difícil conseguir medicinas, además de ser muy cara, se las ingeniaban con plantas medicinales para distribuirla a los distritos más pobres, a aquellos que no estaban en condiciones de acceder a la medicina general, lo que era casi toda la población. Por supuesto había expertos entre ellos y calculaban muy bien las medidas higiénicas y preventivas que debían utilizar. Matt, con su tapaboca y guantes de látex, desgajaba meticulosamente una hoja de hierbabuena con suma tranquilidad. En el invernadero no había música ni ruido, todo allí estaba en calma mientras los demás compañeros hacían tareas similares, otros en cambio se encargaban de controlar el crecimiento de las plantas y la debida acidez de la tierra. Hacían estudios y comparaban.

—¿Dónde demonios está Mello? —se preguntó al ver la ausencia de su compañero—, se supone que también debería estar machacando hojas.

—Tranquilo, Matty. Parece ser que Mello tiene otras cosas que hacer.

—¿Otras cosas? —miró a Linda.

—Sí —y se encogió de hombros, dándole a entender que no tenía ni idea de qué eran esas cosas.

Tendría que interrogar a la rubia loca.

Sin embargo, cuando cayó la tarde no lo vio por ninguna parte. Ya era el segundo día que no le veía al atardecer. ¿Estaría investigando algo? ¿Habría encontrado algo alarmante o algo sospechoso? Mail observó las paredes del edificio de piedra gris. Parecía que ese lugar se había tragado a su amigo. Bueno, de cualquier forma Mello se tomaba las cosas muy en serio, a diferencia suya que la vagancia era su segundo nombre. Si pusiera más empeño seguro que conseguiría algo, a este paso hasta los de Yotsuba se iban a cansar de él.    

Siguió buscando por el primer pabellón para ver si tenía suerte y daba con él, pero en el transcurso, sin pensarlo siquiera, chocó contra alguien. Los dos cayeron al suelo victimas de la fuerte colisión.

—Lo siento mucho —dijo sin sentirlo realmente, recogiendo las cosas que se habían caído al piso.

—Está bien —dijo otra voz. Era una voz femenina y ya se había puesto en pie. 

Matt por pura curiosidad miró a la victima desde donde estaba, parando un momento de recoger los objetos caídos y en cambio deslizando su mirada desde los pies de la chica enfundados en unos elegantes tacones, después  por las piernas descubiertas, advirtiendo rápidamente los muslos cubiertos por una falda de tubo negra, luego estaba la blusa blanca que revelaba un escote discreto y finalmente el rostro de la chica; era ovalado y aniñado, enmarcado por unos preciosos ojos azules, más notorios aun por su tez blanca como la porcelana y por su cabello negro de un corte lo suficientemente corto como para dejar ver unas delicadas orejas. La chica sonrió y Matt desde el suelo, también lo hizo. Terminó de recoger y se puso en pie, notando que era mucho más alto que ella. A su parecer era una chica joven, casi una niña, y lo era aun más con ese corte tan pronunciado de niña bonita. Sin embargo, la ropa que usaba junto con su bata blanca, dejaba entrever la elegancia de una mujer. Matt supuso que era una científica

—Aquí tienes —dijo, entregándole lo que había hecho él caer a la fuerza al atropellarse con ella—. No te había visto por aquí. ¿Eres nueva?

—Bueno, podría decirse que soy nueva —la chica volvió a sonreír. En su mirada azul, Matt notó algo fuera de lugar, cuando iba a preguntar sobre eso, ella continuó hablando—.  ¿Tu también eres nuevo, verdad?

—¿Eh? Sí, soy nuevo.

—¡Maravilloso! He querido preguntar a los otros, pero no quería que creyesen que era estúpida. Además, podría parecer sospechosa.

—¿Sospechosa?

—Sí. Pero como tú también eres nuevo sabrás comprenderme —se llevó las manos al pecho, juntando los dedos entre sí y sonriendo con una sonrisa demasiado inocente como para ser real—. Es que estoy buscando algo. Algo muy importante —lo miró, seguía habiendo algo extraño en la forma cómo brillaban sus pupilas—. Estoy segura de que esta por aquí. ¿No podrías tu guiarme por este lugar? Llevo varios días buscando pero me he perdido. Es muy grande y tiene demasiados pasillos. Si me ayudas y encontramos eso que busco, te prometo que te ayudaré a vivir mejor, no sufrirás por este clima árido ni habrá dolor al finalizar. ¿Qué me dices?

Matt se rascó la nuca. Era una chica encantadora y Matt tuvo intenciones de ayudarla y así coquetear un poco. Sin embargo, no podía quedarse. La búsqueda podría durar toda la noche y él no podía dejar solo al experimento BB. Temía que hiciese algo que no debía, y aunque no era su problema, ya estaba involucrado indirectamente.

—Lo siento. Ahora mismo tengo cosas que hacer.

—Ya veo —se desanimó un poco—. Bueno, gracias de todos modos.

Y se fue tan rápido que Matt no tuvo tiempo ni de pedir su numero telefónico.

Matt podría haberla ayudado. Aunque sea un poco. Pero… había algo en ella que le hacia querer alejarse de sus intenciones, ¿Vivir mejor? ¿Sufrir por el clima? ¿Sin dolor al finalizar? ¿Acaso quería decir que ella lo iba a matar luego de buscar lo que sea que buscase? Matt negó con la cabeza. Ella no tenía porqué matarlo. Su mente estaba un poco caótica y veía fantasmas donde no los había debido a su experiencia de ayer con BB. Así que atribuyó sus ideas a la paranoia.

Salió de Wammys House y sacó un cigarrillo, apreciando en su paladar su amado vicio. Montó el auto y se fue antes de que empezara a llover. En el camino pensó en BB

Ese muchacho era inquietante. Su imagen de por si era desaliñada y esos ojos borgoña le inspiraban un poco de terror, quizás era porque lucían demasiados caóticos para su gusto; todo un desastre detrás de sus pupilas. Y esa forma de sentarse le crispaba los nervios. Matt respiró hondo, no debía dejar que ese sujeto supiese que le ponía la piel de gallina, en un mal sentido. Había dejado comida preparaba y esperaba que BB no se hubiese tragado la poca mermelada que quedaba, suficientes tarros había consumido ayer.

Recordó también que durante la noche le había costado mucho pegar el ojo. No confiaba en BB obviamente y su presencia lo perturbaba, no sólo porque era extraño de por si, sino porque al acostarse, y compartir la única cama, BB no se había acostado laxo sobre el colchón, más bien se había sentado con esa extraña posición suya, observándolo quietamente, argumentando que para él el sueño era infructífero. Matt, juguetón pese a todo, le había preguntado si pretendía observarlo toda la noche, y para su sorpresa, BB había dicho que sí. Eso le había producido una inquietante sensación en el pecho, como si algo se astillara entre sus costillas para producirle nauseas. Y fiel a su palabra, BB no durmió, y Matt tampoco, aun cuando tuviese los ojos cerrados y en alerta a todo. El escrutinio de su nuevo compañero lo tenía en vela, era incomodo percibir su mirada roja sobre si, estudiando cada aspecto de su cara, incluso lo sintió acercarse para contar las pecas de su nariz. Definitivamente ese sujeto no sabía lo que era respetar el espacio personal.

Matt suspiró al saber que tenía que enfrentarse a eso nuevamente.

Llegó al complejo de apartamento y volvió a respirar hondo, pensando que todo esto seguía siendo una mierda. Se bajó del auto y se preparó mentalmente para entrar a su apartamento. No sabía qué esperar. Ayer lo había recibido con un cuchillo, ¿Hoy qué pasaría? ¿Olvidaría su pacto y se le lanzaría encima como las fieras? Matt no estaba seguro y no confiaba en él. Palpó el arma bajo su chaqueta, esperando no tener que usarla contra aquel individuo.

—Bien, aquí voy —se dijo para darse ánimos.

Su pulso estaba acelerado, le sudaban las axilas y las manos. Temía que al entrar un disparo le impactara en la frente. Por eso, ingresó con sigilo, como lo haría un policía al ingresar en una vivienda desconocida, buscando con la mirada periférica a los presuntos delincuentes. Pero no encontró nada extraño. Adentro todo estaba claro, la bombilla encendida y BB estaba de cuclillas en el único mueble. Su cara no podía verla porque el libro que leía tan afanosamente, ocultaba sus rasgos faciales. A su parecer tenía el libro demasiado cerca de la cara.

—¿BB? —llamó con cautela, pues parecía demasiado interesado en la lectura.

El chico bajó el libro, notando su presencia. Matt volvió a ver esos ojos borgoñas y se inquietó de sobremanera, ¿Qué hacer cuando esa mirada lo escrutaba gravemente, sin pestañar siquiera? Era algo terrorífico si debía ponerlo en palabras.

—Bienvenido a casa, Mail Jeevas —dijo, y volvió a la lectura.

—Odio ese nombre, sólo dime Matt —replicó, notando la cantidad de libros que había en el piso. ¿Habría estado leyendo todo el día?—. ¿Qué lees? —preguntó sin poder ocultar su curiosidad.

—Azukin chacha —Matt parpadeó sin comprender—. Amo este manga. ¡Shiine es tan adorable! —dijo con los ojos abiertos en su máxima expresión, dilatados por la excitación que sentía—. Amor, coraje y esperanza, ¡Holy up!

La verdad Matt no sabía de qué hablaba. Había tenido esos mangas allí sólo porque estaban con el apartamento. Él no había tenido nada que ver con su adquisición; eran viejos y estaban gastados de tanto leerlo. Suponía que el dueño anterior debió dejarlos y Matt nunca se había interesado en leerlos, eran 13 libros, por Dios. No tenía tiempo para eso si podía pasar sus ratos libres con su amada consola. Y no podía creer que aquel sujeto lo hubiese leído todo. Se sentó en el suelo por pura curiosidad, ojeando por encima el primer libro. ¿De verdad era tan interesante?

—No sabía que era tan bueno —BB levantó la vista y lo observó con una expresión que si bien delataba incredulidad, también era acusadora, como si fuese inadmisible que él, teniendo esos libros, nunca los hubiese leído.

—¿Cómo es posible eso? ¿Alguien que no aprecie a Shiine? ¡Deberías ser castigado!

Matt se rascó la mejilla un poco avergonzado.

—Leíste muy rápido, ya casi acabas el último.

—En realidad Matt, es la segunda vez que leo todo el manga en el día.

—¡¿La segunda vez?! Vaya, si que lees rápido.

Se puso de pie y fue a la cocina por algo de comer, moría de hambre.

—¿Se acabó la comida que te dejé? —preguntó casualmente, con intención de revisar las ollas.

—Sólo se acabó la mermelada.

Es que lo sabía. ¡Lo sabía! Debió haber escondido las que quedaban, ahora no había ninguna para comer. Y tal como pensó, la comida en las ollas estaba intacta, prueba ineludible de que BB no había ingerido alimentos salados. Pensó seriamente en arreglar ese asunto con su compañero, y pretendía girarse para decirle que por lo menos debió haberle dejado un tarro, aunque fuese sólo una cucharadita. Pero al voltear sólo escuchó un golpe seco.

BB había caído rendido al suelo.

Matt ni se preocupó. Seguro que eso le pasaba por no dormir ni ingerir comida alta en sales.

—Eso te pasa por goloso —murmuró, cargándolo hasta la cama y depositándolo como el saco de papas que era, sin pensar siquiera que eso no tenía nada que ver con su falta de sueño sino que se trataba de la enfermedad que crecía bajo su piel, despertando de un largo letargo tanto como había despertado él de su sueño.

»«

Habían pasado dos días desde que había comenzado a vigilar a Near y la verdad es que estaba súper aburrido. El chico no hacía nada más que jugar y enrularse su cabello, como si no le importara el resto del mundo, como si él no estuviese en la habitación diluyendo su imagen entre sus pupilas azules. Se cansaba de esperar, a él le gustaba la acción, el ruido y el negro, y en el cuarto de Near todo era blanco, silencioso y aburrido.

Miró el programa que el agente Rester le había pasado y allí tenía programado una cita en medicina especial. ¿Qué era eso de todos modos? Observó al niño; seguía con el brazo enyesado, y el parche cubría aun su ojo. Quizás era una revisión médica.

—Andando enano, te toca revisión médica.

Esta vez, sin ignorarlo, el muchacho se puso de pie y fue hasta la puerta. A Mello le asombró su capacidad de obediencia cuando se trataba de medicina. Incluso el muchacho fue solícito y lo guió a través de los pasillos hasta el consultorio medico. Mello creyó que iría a medicina general, como todos los demás, pero no. Al parecer tenía un doctor especial.

Típico” pensó con hastío, ingresando dentro del cuarto blanco y aséptico.

—Bienvenido Near —dijo el doctor. Mello notó que era el mismo que había visto la otra vez, ese sujeto extraño.

—Estoy autorizado para estar aquí —espetó antes de que a ese sujeto se le ocurriera sacarlo de allí.

—Veo que volvemos a encontrarnos —su vista se fijó en el carnet que colgaba en su pecho, leyendo su identificación—, Sr. Keehl. Generalmente era el agente Rester quien acompañaba a Near durante sus sesiones médicas. Y generalmente esperaba afuera.

—Pues yo voy a esperar aquí. Mi deber es vigilar que esté bien —señaló a Near con un movimiento displicente de cabeza, quien permanecía a su lado, bastante ajeno a lo que discutían—. Espero que comprenda eso —y haciendo lo mismo, casi como una mofa, dirigió su vista al carnet de identificación del doctor—, Dr. Mikami Teru.

—No puede quedarse aquí. No esta autorizado para ello.

—Estoy autorizado a cuidarlo.

—Eso es de la puerta hacia afuera. Aquí dentro de mi consultorio Nate no requiere de sus cuidados. Puedo hacerlo yo solo.

Mello frunció el entrecejo. Esto comenzaba a exasperarlo.

—Escúcheme bien, doctor —comenzó diciendo en tono lúgubre—. Me voy a quedar aquí y usted no va a sacarme. No podrá hacerlo. No se lo permitiré. Me importa una mierda qué piense usted. Este es mi trabajo, así sólo encárguese de hacer el suyo. ¿Comprende?

Mikami Teru no puso objeción, sin embargo, Mello fue capaz de ver el disgusto que se dibujaba en su cara. Obviamente no estaba acostumbrado a que sus ordenes fueran contrariadas, incluso sus lentes se empañaron misteriosamente. No le gustaba ese sujeto, había algo en él que le hacia desconfiar. Ya era bastante desconfiado, aun así ese sujeto le inspiraba la misma confianza que podría tenerle a una serpiente. Tenía la impresión que en su forma de hablar sólo escupía ponzoña, y no sólo era su forma de hablar, incluso sus actos.

—De acuerdo, pero se quedará a una distancia prudente. Este lugar sigue siendo mi consultorio y yo controlo lo que aquí sucede.

Mello asintió despacio. No era su deber dificultar el trabajo del hombre, pero si L le había pedido que cuidase de Near, lo iba a hacer por mucho que eso le fastidiase. El hombre de gafas le dio la espalda y se alejó un poco, Near le siguió y Mello se quedó cerca de la puerta, vigilando que todo fuese como la seda.

La habitación era espaciosa y blanca, con suficientes instrumentos para un personal grande, sin embargo allí solo estaba el Dr. Teru.

—Súbete —ordenó, y Near subió a la camilla especial que tenía allí. El aire olía a medicamentos.

Le quitó el parché y con una linterna proyectó una luz contra sus ojos. Era una luz blanca. A Near no le molestó, aunque le hizo parpadear al principio, luego comprobó los reflejos, el espectro visual, la actividad neuronal. Nada parecía fuera de lo común.

—Ahora te quitaré ese yeso —dijo el médico, en un tono más frío y medido.

Mello desde su sitio se inquietó. No es que le molestara el ruido de la sierra al impactar contra la textura dura del yeso, sino que le causaba turbación saber que iba a remover el yeso cuando apenas habían pasado menos de quince días desde el ataque del shinigami. ¿No era muy poco tiempo para que un hueso soldara? Lo normal sería durar un mes, o quizás dos. A lo mejor iba a quitarle el yeso con la única intención de estudiar si el hueso estaba tomando su sitio, y luego volvería a enyesarlo. Pero grande fue su sorpresa al ver que removía el yeso ya destrozado y el muchacho movía su brazo libremente, comprobando su movilidad y el encaje de los huesos.

—Maravilloso. Haré una radiografía para cerciorarme que todo este bien.

Y fiel a su palabra, se llevó al muchacho a un cuarto oscuro donde procedió a hacer las placas. Duró apenas quince minutos cuando ya tenía la placa en su mano. Near volvía a estar sentado en la camilla con su rostro insoportablemente inexpresivo y el medico observaba minuciosamente la placa.

—El hueso ha soldado con absoluta certeza.

Mello se mantuvo fijo en su sitio, notando que algo parecido al desconcierto crecía dentro de él. ¿Cómo era posible…? Dirigió su mirada al engendro. Definitivamente había algo raro en él. No era normal sanar con tanta rapidez, incluso él seguía lesionado, la herida de la flecha que L había asestado en su pierna aun dolía si apretaba, y Nate ya estaba como nuevo luego de haber sido atacado por un shinigami. Las cosas no funcionaban así.

—Aunque todo parece estar en su sitio te recomiendo que no aprietes los puños —comenzó a decir, haciendo movimientos en torno a la muñeca, palpando luego con los dedos en torno a algunos huesos—, no hagas movimientos demasiado bruscos, ni cojas peso.

Aunque Mikami Teru hablaba con tono de medico eficaz, Mello notó que Nate ni le prestaba atención, no lo oía aunque él moviese los labios y un sonido molesto saliese de su boca. Con la mirada enfocada en otro sitio se enrulaba el mismo mechón de cabello. Mello miró su punto de mira y advirtió que se trataba de un reloj digital que además decía la fecha.

Era dos de noviembre.

—Aprovecharé este encuentro para tomar algunas muestras de sangre. Las de la vez anterior acabaron demasiado pronto y aun no he terminado mis análisis  

Mikami se alejó para buscar una jeringuilla y luego regresó y procedió a extraer la sangre. Mello ya había notado que los movimientos del medico eran fríos y mecánicos, como si lo que estuviesen tocando sus manos fuese un objeto movible que respiraba. No lo trataba como un humano. Entendía porqué. Near inspiraba eso; una manifestación extraña que hacia pensar en primera instancia que él no era humano sino algo sobrenatural. Algo que definitivamente no querías tocar con las manos. Aun así, las acciones de Mikami Teru estaban tan falta de tacto que incluso Mello se sintió denigrado. Entonces pasó el error. El doctor, en su falta de delicadeza, había procedido con menos gentileza de la debida y había acabado abriéndole la vena al chico con la aguja. El resultado fue un montón de sangre.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —expresó Mello muy malhumorado, buscando una gasa para limpiar el desastre de sangre.

Near sangraba, le resbalaba tibia, roja, por la inmaculada piel. Sin embargo, su rostro insoportablemente frio, no sufrió ningún cambio, no hubo llantos ni maldiciones, ni siquiera una mirada de rabia.

—Este no es tu lugar, cadete. —musitó con desprecio Mikami, intentando alejar a Mello de Near.

Esa fue una frase lo suficientemente despectiva como para levantar la cólera del rubio, quien lo tomó bruscamente de las solapas de la bata blanca, atrayéndolo a su cuerpo en un acto puramente agresivo e intimidante con la intención de mostrarle la furia de sus palabras

 —Escucha lo que voy a decirte, doctorcito —siseó—. Mi deber es vigilarlo. Una orden que viene de un superior, de alguien con mucho más rango que tu. Él podría pisotearte si reporto lo que aquí ha pasado. Tengo el suficiente poder como para aplastarte, eso me hace más que un cadete. Por eso si yo digo que no puedes hacerle daño es porque no puedes. No te permitiré hacérselo nunca. ¿Entiendes? —mientras hablaba su voz se volvía feroz—. Si vuelves a perjudicarlo juro que convertiré tu vida en una orquesta de desgracias—inclinó más al doctor a su rostro y Mikami, helado por la situación, advirtió del brillo desquiciado en sus azules ojos—, te golpearé sin cesar, arrancaré tus entrañas una por una, te tiraré de un peñasco y dejaré que la lluvia te derrita hasta los huesos y me aseguraré de que aun respires cuando eso pase. 

Lo soltó y el medico cayó de bruces al suelo.

—Tú no tienes idea de lo que seria capaz de hacer. Te aconsejo que no me provoques —resopló molesto, mirando el desastre de sangre—. Maldición, no me importa qué coño hagas mientras lo hagas bien

Mikami Teru tragó saliva y se apresuró a cubrir los márgenes de su error.

—De acuerdo —dijo,  arrebatándole la gasa—. Me aseguraré de no volver a cometer el mismo error. Ahora apártese. Está demasiado cerca. Podría exponerse a contaminación.

¿Contaminación? Mello no entendió eso. Sólo era sangre, pero Mikami con premura limpió todo. Primero limpió la herida de Near e inclusive frotó algo en su piel para evitar posible verdugones. Luego limpió la sangre del piso y procuró guardar bien los paños entintados de sangre, incluso guardó bien los guantes de látex que se quitó. Buscó unos nuevos y volvió a hacer el mismo procedimiento de extraer sangre en el otro brazo de Naer. Insertó la aguja que mordió sin piedad la piel del muchacho, extrayendo consigo un líquido rojo. Y el proceso se repitió un par de veces porque al parecer el maldito doctor no tenía suficiente con sólo una muestra.

—Ya puedes marcharte, pero antes tómate las pastillas —puso frente a él un vaso de plástico con varias pastillas de diferentes colores. Era su medicación del día. Near tomó el vaso y de un solo trago las pastillas pasaron por su garganta—. Muy bien. Puedes retirarte.

Se retiraron, claro que si. Mello odiaba el olor a medicina y si esto venía sumado con el olor de sangre era aun más exasperante. Hubiese querido salir un poco afuera, tal vez pasear un poco alrededor del árbol de cerezos, pero no sabía si Near podría. Acababan de extraerle sangre, imaginaba que el chico se sentiría mareado y querría recostarse para cobrar fuerzas. Lo miró de reojo, no parecía que estuviese mal de todos modos. Se mostraban tan indiferente que era difícil deducir qué pensaba.

Nate River era como esos textos encriptados de difícil comprensión.

Sumado a eso, el muchacho no había expresado nada, no había soltado ni una silaba, no es que fuese muy conversador. Mello había comprobado que incluso había que sacarle las palabras con una cuchara, razón por la cual se aburría y se aburría en esa habitación blanca. ¿Pero no hablar ni siquiera cuando estuviese herido? Una persona común se hubiese ofendido de aquel trato. No eran como manos humanas las que lo trataban, sino como garras de cuervo que se aferraban a su piel con la intención de desgarrarlo. Había sido tan denigrante que sólo había reaccionado cuando las garras de ese tipo le sacaron sangre.

Mello odiaba ese tipo de trato. Lo había vivido un centenar de veces cuando era un pequeño huérfano desamparado, sin padres cerca que lo protegieran de la inmundicia de la gente. Tuvo que aprender a defenderse solo y a alzar la voz por él mismo cuando nadie más iba a hacerlo. Por eso, había reaccionado así ante un trato tan cruel lleno de repudio. ¿Desde cuando pasaba eso en las paredes de ese cuartel?

—Así que no te tratan como una princesa, después de todo —musitó.

Near lo oyó, mirándolo de soslayó dijo:

—Así que Mihael no es un simple cadete, después de todo.

—¿Qué?

—Robaste una de las gasas con sangre —dijo.

Mello paró en seco en medio del largo pasillo. Near lo hizo un poco más adelante. Se enrulaba su cabello y pensaba.

—¿Por qué estás aquí, Mihael Keehl?

—¿Por qué estás tu aquí, Nate? —replicó mordazmente.

Siendo honesto no le sorprendía que la agudeza del chico hubiese visto tras su mascara. Había intentado ser precavido a la hora de robar esa gasa. Mikami había puesto tanto empeño en asegurarse de todo que le causó intriga. Sabía que la sangre era valiosa, pero no sabía hasta que punto.

El muchacho se dio la vuelta, encarándolo. Tenía unos ojos fríos, serios y completamente cuerdos.

—Imagino que Mihael está aquí por órdenes de L. Ningún cadete podría acercarse tanto. E imagino que las intenciones de L al ponerte a mi servicio son para deslucir quién eres y cuales son tus objetivos. Al ser nuevo no estás bajo el poder de Yagami, estás bajo el poder de otras personas. Pero la pregunta es ¿Qué quiere Mihael? —Mello apretó los puños—. No pareces ser el tipo de persona que sea más leal a otros que a si mismo.

—Mocoso, te crees muy sabiondo, ¿no? Crees que me conoces —escupió el piso en muestra clara de incordio—. Tú no tienes idea de las intenciones que me mueven.

—En ese caso, ¿Has contado a tus superiores acerca del shinigami? ¿Acerca de lo que dijo aquella vez?

El rubio quedó estático, con intenciones homicidas creciendo como flores debajo de su pie

—Sí, me lo imaginé —Near sonrió.

Era la primera vez que Mello lo veía sonreír y no era nada grato. Sus labios estaban curvados en una mueca de divertida sátira. Deseó acercarse y romperle la boca para desaparecer aquel gesto tan grotesco en ese pálido rostro.

—¿Cuál es tu punto? —interpeló—. Adivino que por tu expresión que tampoco se lo has dicho a nadie.

—No. No se lo he dicho a nadie —la sonrisa seguía allí, perturbándolo—. Mi punto es que Mihael Keehl esta buscando una verdad distinta a la que buscan sus superiores. Y es una verdad que se entrelaza con otras. Por eso esta atado. Por eso estás aquí. Por eso te llevas la sangre. Es parte del contrato, ¿no?

Mello se quedó de pie, mirándolo largamente. Sus ojos azules habían perdido ferocidad, no revelaban nada más que una intensidad pura e infinita. Un azul tan profundo como lo serian las aguas del océano. Near los sintió con tanta claridad como si fueran agujas clavándose en su mente.

—¿Vas a contárselo a L? —dijo al fin luego de tanto silencio.

—No.

—¿Guardarás silencio?

—Sí.

—¿A qué costo?

Near se dio la vuelta y volvió a caminar. Sus piececitos caminando rumbo a su habitación con un sigilo admirable. No se escuchaba el cliclear de sus pies. Se enruló su cabello en el dedo y dijo:

—Quiero los análisis de esa muestra de sangre.

—¡¿Qué?! —Mello se alteró—. ¡No soy tu títere!

—Quizás… pero es divertido jugar.

Siguió caminando, y Mello fue tras de él y lo alcanzó en una zanjada, asiéndolo bruscamente del brazo para que lo mirara, ignorando que el brazo era el mismo donde había sido lastimado. Poco importó eso cuando su ira se incrementaba. ¿Quién se creía ese mocoso para darle órdenes? ¿Acaso creía que iba a ser su títere fuera de las paredes de Wammy's House? ¡Ni que estuviera loco!

—¡No voy a cooperar contigo! ¿Entiendes? —incluso lo zarandeó un poco, lo miró duramente pero Near no se rompía. Sólo se mantenía allí callado, indiferente a su ira. Se dio cuenta de que esto era un experimento para el chiquillo para conseguir quién sabe qué resultados. Y ese pensamiento hacia que su ira se expandiera por cada poro; le nacía desde lo más hondo de su ser darle la paliza de su vida

De repente, ajeno a sus pensamientos de muchacho enredado, Near alzó la mirada, como si hubiera oído algo, y giró la cabeza hacia su espalda. Parecía que escuchaba. Al cabo de unos segundos se volvió hacia él y le miró a los ojos con ese vacío acaparando sus pupilas dilatadas.

—Alguien ha llegado.

»«

Una mujer avanzaba tranquilamente con el alto de sus tacones repicando rítmicamente el suelo. Su cabello era negro y corto, tan corto como para llegarle a la altura de las orejas. Además, sus ojos azules eran decorados por unas gafas de pasta gruesa, aun así no se veía desarreglada. Se veía intelectual, coqueta y segura de si misma. Su porte era refinado tanto como se lo brindaba la bata blanca, dejando ver sus piernas cubiertas apenas por una falda de tubo negra. Parecía una doctora, o lo que era mejor, una científica.

Abrió la puerta y se sumergió en el interior. Adentro era espacioso y la poca luz no dejaba ver mucho, pero ella no necesitaba ver demasiado para comprender que finalmente había llegado al punto que deseaba. De repente, sus ojos azulados brillaron en un matiz rojo antinatural, permitiéndole una visión de lo que había allí; era un sitio amplio, cubierto por grandes y gruesas paredes. El aire era denso y olía a agua fresca, era natural eso porque el sitio donde estaba era subterráneo y solitario.

—La hemos encontrado —susurró caminando despacio hasta que el camino acabó. Delante de ella sólo se extendía un manto de agua clara. Entornó los ojos y notó que en lo profundo había un destello de luz blanca—. Realmente es ella.

La chica pasó las manos por su cabello, quitándose la peluca y tirándola a un lado, dejando caer su cabello natural que era dorado como el sol, largo y liso. En un gesto suave y femenino puso algunos mechones detrás de su oreja. Su expresión era dulce y astuta. Tomó entre sus manos el carnet que había utilizado para entrar a ese lugar; pertenecía a una mujer llamada Yukiko Amane, a quien había asesinado hacia dos días y se había valido de su apariencia para ingresar sin ser detectada. No entendía cómo era que a sus hermanos les había costado tanto dar con el sitio si a ella le había resultado tan fácil ubicar su presencia.

Volvió su vista al agua, en lo que en el fondo había.

—¿Por qué estás aquí? ¿Por qué estás durmiendo? —preguntó

Nadie respondió. Las solitarias paredes encerraban todo y almenaban el agua de manera eficaz. Todo estaba un poco oscuro, no había bombilla allí. La estructura solida era agradable y el sonido del agua al tocar las frías paredes era tenue y relajante.

—Misa, no te confíes demasiado —musitó un monstruo alado a su espalda. Su aspecto era cadavérico y sus ojos mantenían una apacibilidad inexplicable pese a que sentía algo tirando en su pecho para ir debajo del agua.

—Tranquila, Rem —dijo alegremente la chica, ladeando su rostro—. Hemos hallado a la Luna. ¡Hay que celebrar!

—Pero Misa, está incompleta.

La expresión de la chica era puro horror.

—¡¿Cómo?! ¡No hay manera!

—¿Acaso no lo sientes? En el fondo del agua hay una fuente de poder que agoniza.

La chica miró el agua bastante estupefacta. Sus ojos azules parecían angustiados.  Se llevó las manos al pecho, como si sintiera algo profundo en su corazón, la tristeza abriendo zanjas en su pecho.  

—Es cierto, está incompleta. ¿Por qué? Eso no tiene sentido.

—No lo tiene. Nunca nada ha tenido sentido en realidad; se suponía que ella no debería haber bajado a la tierra y los humanos nunca deberían haber sido capaces de interactuar con nosotros —el monstruo miró atentamente a la muchacha—. ¿Qué harás con ella ahora que la has encontrado?

—¿Qué haré? —se cuestionó a si misma, pareciendo de pronto muy taciturna en sus cavilaciones—. Primero hay que encontrar sus partes y unirlas. Es la única forma de sacarla de aquí… y luego…—junto sus manos nuevamente, esta vez su expresión era traviesa—. Luego hay que buscar a Kira. Quiero saber quién es. Quiero conocer a la persona que ha matado a mis hermanos.

—Ten cuidado Misa. No debes subestimar a Kira. Recuerda que es el asesino de Shinigamis

La chica sólo rió en respuesta. Una risa delicada y juvenil

—¡No te preocupes Rem!—volvió a reír, sólo que esta vez su risa estaba cubierta de fascinación, sus pupilas dilatadas en la más profunda felicidad—. Estaré bien. Si algo llegase a sucederme mi padre actuaría enseguida, seria imposible para él quedarse de brazos cruzados —sus ojos brillaron con ese matiz rojo, tan intensos como aterradores, tanto como lo era la sonrisa que bailoteaba en sus labios—. Después de todo, soy la hija amada por los dioses… La hija del rey shinigami.

 

 

 

Notas finales:

¡Hola! Lamento mucho la demora, ¡Fue un año! Diablos, no pensé que tardaría tanto, pero al parecer así fue. Me disculpo ante quienes han estado esperándome. Y espero que todavía haya alguien por aquí… -suspiro- En fin, si hay alguien aquí espero que te haya gustado y si puedes, déjame tu linda opinión. Ya nuestro querido Mello esta interactuando con Near, y el mocoso ya le dio problemas, vamos a ver cómo acaba esto. ¡Y ya he incluido a Misa! Tenía muchas ganas de que apareciera, y si, ella es un shinigami con forma humana. Quise darle el aspecto que tenía la primera vez que ve a Light en el manga, e incluso le di una identidad a ese disfraz, es necesario para que así Misa pudiese infiltrarse dentro del cuartel sin ningún problema. Pronto la veremos interactuando con Light, los dolores de cabeza que le dará a ese “pobre” hombre xD Y Beyond… bueno, quizás empiece a sufrir las consecuencias de no estar siendo atendidos por los científicos. Pero confiemos en que su inteligencia le proveerá mucho. Esto es todo por hoy, hasta la próxima!!


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