Era un día bastante frio, se podía sentir la brisa helada en medio de los pasillos, los estudiantes iban en montones en diferentes direcciones. La campana había sonado haciendo que todos los estudiantes salieran apurados para ir al receso, Eric fue rápidamente para encontrarse con sus amigos en la cafetería, era el momento perfecto para una caliente taza de chocolate, además había otra razón por la cual necesitaba llegar rápido. Aligeró su paso hasta encontrarse en la mesa en donde estaban reunidos todos sus amigos, se acercó y los saludó a todos en general, algunos no estaban en el mismo salón así que era el único tiempo que podía verlos era en el receso.
Eric se quedó hablando unos minutos con sus amigos, a veces apartaba la mirada y buscaba a su alrededor disimuladamente sin que nadie notara esto, se preguntaba cuando iba a aparecerse. Se desanimo un poco y se levantó para ir a comprar su tan deseado chocolate caliente, pero había una enorme fila, frunció el ceño y con mala cara se unió a la cola. Duró aproximadamente diez minutos, eternos minutos hasta que alcanzo a ver en la vitrina el ultimo chocolate caliente, se sintió suertudo y rápidamente lo alcanzó con su mano, pero al hacerlo chocó su mano con otra desconocida, se giró rápidamente para mirar quien era el que se atrevía a tomar ese chocolate aun sabiendo que él estaba de primero, pero al hacerlo vio al que tanto estaba tratando de encontrar con su mirada.
Era un chico alto o por lo menos a comparación de Eric, sus cabellos eran castaño oscuro y su tez era ligeramente morena, este conjunto, aunqué eran rasgos ordinarios y nada fuera de lo común hacía de este chico alguien bastante atractivo, era ni más ni menos que Damián, el chico popular del campus.
Era bastante cliché, pensaba Eric, un chico como él, reservado, con calificaciones promedios y apariencia aún más promedio le gustara a uno de los chicos más populares de la universidad, pero ¿Como no hacerlo? Era bastante atractivo, inteligente ya que tenía también unas calificaciones bastantes sobresalientes y sobre todo su personalidad, era conocido por ser bastante amigable con todos los estudiantes y llevar una sonrisa como de comercial de dentífrico.
Eric se había enamorado perdidamente de él, aunque solo se habían hablado una vez, eso le bastó para flecharlo directo al corazón, se sentía patético, estar tan obsesionado por una persona que talvez ni siquiera sabía su nombre ni existencia, pero el sentimiento que le provocaba cada vez que lo miraba caminar por los pasillos, jugar baloncesto en los recesos o simplemente estar sentado hablando con sus amigos era irresistible. Su corazón empezaba a palpitar rápidamente, un frio recorría sus manos a la vez que sentía un calor intensificarse sobre sus hombros y nuca, sus manos empezaban a sudar y todo esto simplemente al verlo.
Ahora lo tenía al lado, tocando discretamente su mano sobre su chocolate caliente,la apartó rápidamente inconscientemente, Damián se le quedo mirando un tanto sorprendido y a la vez confuso por la reacción del chico. Eric se sintió estúpido por su acción quería disculparse, pero las palabras no salían de su boca.
-Lo siento ¿Lo ibas a agarrar? - Damián señaló el chocolate caliente de la vitrina- Con este clima se vendieron como pan caliente- rio ligeramente y le dedico su sonrisa a Eric, el cual estaba seguro que sus hombros y cuello estaban rojos de la vergüenza, sus mejillas también lo estaban, pero esto lo podía disimular diciendo que era por el clima helado. Al ver que Eric no decía nada siguió hablando- Es una lástima que solo quede uno, en verdad se me apetecía- Damián miro a Eric con una expresión más decaída, rápidamente Eric agarró el chocolate caliente y se lo extendió.
- ¡Toma! - le dije con una voz más fuerte de lo que pensaba, llamando la atención de algunas personas.
- ¿Enserio? -lo tomo entre sus mano- ¡Muchas gracias! -Damián le sonrió y se adelantó en la fila para pagar. Al final Eric no se había comprado nada, lo que quedaba era únicamente algunos de los productos menos deseados y decidió irse. Aunque no había conseguido su chocolate caliente estaba feliz en el fondo, había hablado con Damián, una sonrisa salió inconscientemente de sus labios, parecía una adolescente enamorada, caminando de un lado a otro con una sonrisa reflejada en el rostro y sus mejillas sonrojadas.
Recordó la primera vez que Damián le había hablado, había sido el primer año de universidad, Eric había entrado unos días después del inicio de clases así que no sabía dónde estaba su facultad. Vio unos chicos hablando animadamente así que se acercó y les preguntó dónde se encontraba el edificio A, los chicos riendo le dieron unas direcciones que después se dio cuenta era para ir al estacionamiento ¡Le habían jugado una broma!
No quería llegar tarde a sus clases, decaído se sentó en una de las banquillas que se encontraban allí cerca y se quedó al por unos minutos, había caminado por todo el campus al seguir esas direcciones que al final lo llevaron a un estacionamiento. Cerró sus ojos hasta que unos golpecitos en su hombro lo hicieron sobresaltar y se giró rápidamente, esa fue la primera vez que vio Damián.
- ¿Estás perdido? - le pregunto con su característica sonrisa, Eric asintió- ¿Te dieron malas direcciones? - de nuevo asintió- ja ja no debes confiar mucho en los de ultimo año, les gusta hacerles bromas a los ingresados ¿A qué edificio necesitas ir? - Y esa fue la primera vez que hablaron, un chico bastante amable por el cual cayo rápidamente a sus pies ¿Acaso era un ángel enviado a ayudarlo? Se preguntó la primera vez que lo vio. Ya había pasado un año y sus sentimientos seguían a flor de piel.
Iba caminando por los pasillos, ya algunos estudiantes habían salido, solo necesitaba ir a recoger unos libros a la biblioteca para su tarea y se iría a su apartamento.
La biblioteca estaba en un total silencio, solo estaba la bibliotecaria a la cual acudió para preguntar en dónde estaban los libros que necesitaba, ella le indicó la parte al fondo de la biblioteca.
Caminó distraídamente buscando en los estantes hasta que unas voces lo distrajeron, la curiosidad lo atrajó, avanzó lentamente hasta esconderse en uno de los libreros y ver los causantes de estas. Era Damián y otra chica, pero lo que más le sorprendió y llamo su atención de esta escena era que la chica, una de cabello castaño oscuro, particularmente bonita, se le estaba confesando. Eric miraba la expresión de Damián, la cual era serena y relajada, supuso que no era la primera vez que se le confesaban, debe estar acostumbrado a esto.
-Lo siento, pero no puedo corresponder tus sentimientos- le dijo amablemente. La chica pareció a punto de llorar, pero su expresión cambio inesperadamente a una más colérica.
-P-pero yo creí que- dio una ligera pausa mientras cerraba fuertemente sus puños- Me coqueteabas ¿Porque lo hacías si solo querías jugar conmigo? - la expresión de Damián cambió por unos breves segundos, casi imperceptibles, pero Eric lo notó, una expresión completamente ajena para él, una fría y distante la cual cambió rápidamente a su sonrisa usual.
-No estaba coqueteando, solo estaba siendo amable como lo soy con las demás personas. Siento que lo hayas malinterpretado- la chica pareció enfurecer por un momento, pero después su ánimo cambió a uno de tristeza, finalmente se dio cuenta que no haría cambiar de arecer al chico. La chica lo miró una última vez, giro sobre si y se fue caminando. Eric seguía viendo todo esto desde detrás de la estantería preguntándose si sería así si alguna vez se le confesaba a Damián, su idea se deshizo rápidamente de su mente, jamás haría eso.
El teléfono de Damián empezó a sonar, él contesto rápidamente, Eric estaba a punto de irse cuando una voz le hizo quedarse, en parte porque no podía creer lo que estaba escuchando ¿Esa voz salía de Damián?
-Esa chica era realmente molesta ¡Demonios! ¿Enserio existe gente tan estúpida? - dijo Damián con desprecio sobre el teléfono, se quedó unos segundos escuchando atentamente a la voz del otro lado de la línea-Eres amable con una persona una puta vez en su vida y esto es lo que recibes, mierda.
Eric quedó perplejo y confuso ¿Esa era la misma persona que había hablado con la chica unos minutos antes, el que se encontró en la cafetería, el que siempre era amable con todo? Su ángel había desaparecido enfrente de sus ojos, su rostro había cambiado completamente, el antes Damián con dulce expresión era ahora un chico con ceño fruncido y ojos llenos de indiferencia. Eric no podía creer lo que estaba viendo, toda esa apariencia de la que se había enamorado desecha en unos cuantos segundos, todo era una fachada. Damián caminó unos cuantos pasos más lejos, Eric lo perdió de su vista así que se apoyó en la estantería para seguir observándolo, tenía que ver más de esa extraña faceta, se arrecostó demasiado a esta e hizo que unas enciclopedias se cayeran escandalosamente sobre el suelo, su mente se paralizo y se quedó quieto en su lugar, esperando que Damián se hubiera alejado lo suficiente y así no lo descubriera.
- ¿Acaso estabas espiando? - Eric se tensó, pero no veía de donde provenía la voz, pero era imperdible, se quedó en su lugar haciendo caso omiso a ese comentario, aunque él sabía que era para él, lentamente Damián se colocó en su espacio de visión, tenía una expresión fría, pero más que todo estaba molesto.
Eric no podía moverse ni hablar estaba avergonzado y hasta algo intimidado por el nuevo Damián que justamente acababa de conocer.