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Una ramita más por 1827kratSN

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Los recuerdos le llegaron apenas dos noches después, como si fuera una brisa veraniega que te alivia el malestar de la temporada. Cada aventura infantil, cada risa y travesura, Yuri incluso recordó cuando hicieron un desastre en la cocina de Otabek porque intentaron hacer un pastel de cumpleaños para el abuelo Nikolai. Una semana llena de recuerdos saltados que le llegaban cuando veía a la nada y tenía la mente relajada. Era increíble que se olvidara de todo eso que lo hizo tan feliz en su niñez. Sus preciados recuerdos estaban colocándose en su lugar, la venda de sus ojos cayó y al fin sentía que ese “algo” que le faltaba estaba desapareciendo poco a poco.

Esa mañana en donde escuchaba a la maestra de inglés, recordó algo más, algo bastante especial: una promesa. Algunas palabras que eran dichas con una voz algo aniñada, cosas de niños, y que lo hicieron sonreír sin poder evitarlo. Yuri curvó sus labios suavemente e incluso arrugó su nariz un poco, cosa que no fue buena porque un par de amigos suyos se dieron cuenta. Aquel par de melosos empezaron a interrogarlo apenas y tuvieron un receso. Eran muy molestos cuando se lo proponían

 

 

—No es nada — suspiraba pesadamente por décima vez

—¿Cómo que nada? Desde que nos gritaste aquello en tu casa, has estado muy raro — seguía Viktor mientras lo perseguía por el pasillo que Yuri tomó en un intento de escapar

—Viejo, ve a ver en dónde está Yuuri y quédate con él — frunció su ceño, pero ni así logró espantar a ese idiota

—Quiero saber — berrinche, lo usaba cuando quería obtener lo que deseaba a como dé lugar

—Pareces una vieja chismosa

—Quiero saber si no es mala persona — sonrió con picardía mientras intentaba pararse frente al rubio para detenerlo — pues creo que pensabas en ella cuando sonreías esta mañana

—Se llamaba Otabek, y no te diré más. ¡Ya déjame ir al baño en paz!

—Quiero detalles — claro, con eso no se conformaría nunca

—¡Ya cállate! ¡Aléjate de mí!

 

 

No diría nada, no quería, porque Beka era su pequeño secreto. Esas memorias dulces que llegaron a su vida para hacerle sonreír, eran suyas y de nadie más. Al fin sentía sincera felicidad, cosa que por años le fue difícil sentir. Yura quería ser egoísta y guardarse todo para sí. Quería acurrucarse con potya y tratar de recordar algo más. Quería creer que en verdad la promesa que Otabek le hizo fuera verdadera y él regresaría a su vida, pero eso era imposible, porque dejó el vecindario después del accidente. Estaba lejos de su residencia anterior y no había forma de ubicarlo porque no dejaron huellas cuando se fueron.

Por curiosidad, Yuri incluso buscó a Otabek en redes sociales, pero no tuvo suerte, nadie coincidía con los borrosos recuerdos que tenía, o con las descripciones de su abuelo, así que al final se resignó… era sólo un sueño

 

 

—Yuratchka, ya llegué. ¿Estás en casa?

—¡Ya bajo, abuelo! — Yuri sonreía mientras dejaba a Potya de lado y se quitaba esa boba sonrisa de la cara dada por un nuevo descubrimiento. Recordó a ese niño, esta vez en una escena en donde él era cargado hasta lograr alcanzar la rama de un árbol para trepar

—Hay visitas, ponte presentable — Nikolai gritó desde la sala, sonriendo divertido al escuchar un bufido en la parte superior de esa acogedora casa

—Rayos — murmuraba mientras se acomodaba más o menos el cabello y se colocaba un suéter holgado que ocultara parcialmente su fina figurilla de “bailarina”, porque sí, la pubertad parecía no querer visitarlo y hasta se estaba pasando del tiempo correcto — ¿quién es, abuelo? — aun no terminaba de bajar todas las escaleras y ya preguntaba aquello

—Alguien a quien me encontré en medio de las calles — sonreía mientras aparecía en la sala con una bandeja con galletas — ¿verdad?

—Así es — una voz gruesa, serena, desconocida. Un muchacho apareció detrás de su abuelo, era alto, azabache, de ojos marrones, expresión neutral y aire relajado — es un gusto volver a verte… Yura — el desconocido emitió una sonrisa amable mientras dejaba la bandeja con las tasas de té junto a las que Nikolai colocó

—Hum — el rubio se quedó mirando como idiota a la persona parada en medio de su sala. Debía reconocerle que se veía bien con esa chompa de cuero, jeans, botas y… sí, se le hacía conocido — No. No recuerdo — se rascó la nuca con desinterés y desvió su mirada al anciano de la casa — ¿Quién es, abuelo?

—No puede ser — reía divertido mientras palmeaba la espalda del muchacho a su lado — ¿No recuerdas, Yura? Bueno… no te culpo. Él fue quien me reconoció a mí, yo también dudé al verlo — el anciano no dejaba de sonreír, porque sabía que ayudó a hallar el “algo” que su nieto buscaba desesperadamente

—Ha pasado mucho tiempo, es normal, abuelo Nikolai — el azabache miró al mencionado y éste le sonrió

—¿Por qué le llamas abuelo a mi… abuelo? — frunció levemente su ceño, pero el desconocido no parió afectado por su actitud osca

—Yuratchka… — Nikolai no dejaba de ver a su nieto porque quería grabarse la reacción que tendría — él es Otabek — hizo una pausa y sonrió — me llama abuelo desde que nos conocimos… cuando te trajo a casa después de que te escaparas, y aun no sé cómo lo hiciste

—¿Qué? — miró al muchacho y ladeó su cabeza analizándolo — tú… — de pronto un zíper se cerró en su cabeza y unió recuerdos — ¿Beka?

—Tú no has cambiado casi nada, Yura — sonrió levemente al verlo. El niño que vivía en su memoria estaba a pocos pasos… estaba emocionado

—Eres más alto que yo — fue lo primero que se le ocurrió decir para pasar su impresión, porque recordó que hasta hace poco estaba fantaseando con aquel niño que… ¡oh rayos! ¡Era él! ¡Esa sonrisa diminuta era igual! — ¡oh por dios! Sí eres Beka — de pronto su cuerpo vibró lleno de emoción

—Te prometí volver… me tardé un poco, pero lo hice, Yura — lo dijo con seriedad, porque era un asunto de vital importancia para ambos

—¡Eres Beka! — podía jurar que su boca no podía cerrarse

—Di algo más inteligente, Yura — reía Nikolai al ver ese brillo, que pensó perdido, en los ojos de su nieto — dale un abrazo al menos — incitó moviendo su mano para señalar a Otabek y alejándose unos pasos para darles espacio

—Oh dios — susurró mientras agarraba sus cabellos

—Entonces abrázalo tú — Nikolai empujó al azabache y sonrió — como cuando eran niños

—No creo que sea prudente. Creo que está en shock — dijo Otabek al ver como el rubio fruncía su ceño, lo señalaba y boqueaba en repetidas ocasiones  

—¡BEKA! — ese grito repentino asustó a los otros dos, justo antes de que el rubio se lanzara encima del azabache recién llegado y éste cayera al suelo debido a su mala posición al recibir la casi tacleada — Beka

—Yura… — soltó un pequeño quejido, pero torció sus labios en una sutil sonrisa — estás más pesado de lo que creí

—Ah, ¡lo siento! — dijo avergonzado por su actitud infantil mientras se levantaba de un salto — es que yo… apenas me acuerdo de… ¿cómo llegaste? — incluso él mismo se confundía con todos sus pensamientos enredados

—Llegué aquí hace unos días, pero fue a la anterior casa. Un viejo vecino me contó todo lo que pasó hace algunos años — su mirada se entristeció mientras aceptaba la delgada mano ofrecida para ayudarlo a levantarse — yo… lo siento mucho, Yura, abuelo Nikolai — hizo un ligero movimiento con su cabeza para demostrar respeto por el pesar ajeno

—No te preocupes hijo — el anciano sonrió con tristeza — duele, pero lo hemos sabido sobrellevar

—Fue un shock muy grande enterarme de eso — Otabek lanzó un corto suspiro — nuestras familias eran unidas, pero después perdimos contacto de forma abrupta. Nunca pensé que sería por esas razones

—Hay que dejar el tema de lado — el mayor de todos sonrió con amabilidad — comamos algo y nos cuentas como nos encontraste

—Tenía que cumplir una promesa — el azabache miró al rubio que aun parecía atorarse con su propia lengua y no formulaba ni una sola palabra — No podía decepcionar a Yura

 

 

Palabras tan amables y dulces, dichas con una expresión serena; sin duda era él. El rubio del lugar sonreía ampliamente mientras escuchaba la explicación de aquel azabache recién llegado, el que al fin lograda darle el rostro que completara todos los recuerdos de infancia que tenía borrosos, porque conocerlo, mirarlo, saber que seguía siendo el mismo Beka que conoció, logró desbloquear cada pequeño tramo trizado de su pasado

Otabek había estado residiendo en el país de origen de su madre y padre, por ende, el lugar donde nació, Kazajistán. Su madre había tenido un traslado hace poco, como desde hace años correspondía a una mujer emprendedora, por eso, seguía consiguiendo más logros y llegó el tiempo en donde dejó que su hijo hiciese lo mismo. Otabek cumplía lo que prometió, ese fue su objetivo desde que alcanzó con la edad adecuada. En cuanto pudo, consiguió un trabajo de medio tiempo, reunió dinero, ahorró cuanto le fue posible y cuando logró obtener lo suficiente para un pasaje y un extra para gastos personales, compró el pasaje respectivo. Otabek había llegado hace una semana y tras enterarse de la desgracia en su anterior vecindario, intentó ubicar a los Plisetsky. Preguntó a todo el que se le hacía conocido, buscó en internet, llamó a algunas personas, pero no halló nada, sin embargo, rendirse no era una característica suya, así que terminó viajando a aquella ciudad en el centro de Rusia, San Petersburgo. Después de todo, pensaba al menos empezar una búsqueda en la nada, llevado solamente por su necesidad de cumplir una promesa. Lo demás era simple casualidad. El azabache vio al abuelo Nikolai caminando por las calles y lo alcanzó para preguntarle si es que de verdad era él

 

 

—Estás loco, niño. Tal vez pudiste perderte — regañaba Nikolai, mas, estaba feliz por la terquedad de aquel muchacho

—No creo, después de todo visité la ciudad cuando niño — respondió con calma y madurez correspondiente a su personalidad y edad

—Pero todo cambia, seguramente te diste cuenta al arribar — seguía un poco angustiado, pensando en los miles peligros que Otabek pudo haber corrido

—Era un riesgo que quise tomar

—Como sea… Yura y yo estamos feliz de que vinieras a vernos. ¿No es así, Yuratschka? — dejó que su nieto se quedara callado, pero ya era hora de empujarlo un poco para que interactuara con el recién llegado

—Yo al fin recuerdo algunas cosas — sonreía mientras cruzaba sus piernas en el asiento del sillón individual donde reposaba — todo está claro y mi infancia ya no es borrosa

—¿Qué olvidaste? — entendía la fragilidad de la memoria humana, no se sorprendió al enterarse de que el rubio pasó por un letargo o algo así

—Mi nieto sufrió un shock, por eso nos mudamos — Nikolai decidió explicar eso para que su nieto no borrara esa sonrisa espléndida de su rostro — Perdió sus recuerdos de la infancia, tal vez por eso la comunicación entre ustedes se cortó abruptamente, pero hace poco empezó a recordar cosas. Así que puede ser a lo que llaman casualidad

—Sea como sea, ¡Ya estás aquí! — Yura no podía estar más feliz — ¡Haremos muchas cosas!

—Me alegra verte tan feliz, Yuratchka — el anciano ya podía estar tranquilo  

—¿Cuánto tiempo te quedarás? — el rubio miraba con ilusión al azabache que bebía el té con calma

—Cuatro semanas más

 

 

El proceso de adaptación fue sencillo, después de todo, el abuelo Nikolai insistió tanto en que Beka ocupara una de las habitaciones libres de su casa, que incluso acompañó al muchacho hasta el hotel y lo ayudó a empacar las pocas cosas que había usado en los tres días en que se quedó en ese dichoso lugar. Fue un cambio rápido, una disculpa por las molestias ocasionadas y un sonriente rubio que volvió a brillar como en tiempos de antaño. Nikolai no podía estar más feliz. Ver juntos a esos dos era como volver al pasado en donde dos niños inocentes jugaban sin pensar en nada más que en la travesura del día. Sin prejuicios, sin dolor, sin problemas, sin malas experiencias

Esa noche, ambos chicos se quedaron en la sala platicando de todas las memorias pasadas, de los planes para ese tiempo, sus planes de vida y expectativas. La seriedad de aquel muchacho se reflejaba claramente, siendo menos expresivo que cuando era niño, pero mostrando pequeñas expresiones que denotaban su emoción y alegría al compartir su comida con el que fue su mejor amigo de infancia. Yura volvió a ser ese niño consentido que gustaba de exigir su voluntad, de expresar sus sueños y cumplir caprichos. Su relación era tan estrecha a pesar de la falta de contacto y años de lejanía, después de todo, en esencia nunca dejaron de ser ellos mismos. Era tanto lo que tenían que recuperar que el rubio incluso se negó a ir al instituto, cosa que logró el primer día, pero al segundo debía hacerlo sin falta… sin embargo alguien lo acompañaba

 

 

—No puedo creer que tengas ese estilo y ayudes a un abuelito a cruzar la calle — Yurio aún se reía por la escena que su acompañante ocasionó. Ese día Beka vestía totalmente de negro y fue gracioso ver al asustado anciano que después simplemente accedió a aceptar la ayuda

—No es mi culpa que la gente me juzgue solamente con una mirada — estaba tan acostumbrado que ya ni le afectaba

—Pero eso fue demasiado — soltaba una carcajada más y suspiraba — Lo espantaste, pero al menos se dejó ayudar al final

—Seguro que tú no causas la misma impresión en las personas — sonrió con sutileza  

—Ni que lo digas… — rodó los ojos e hizo una mueca — ¡Mírame! Tengo el cuerpo de mi madre

—Tu madre era una mujer muy bella

—Lo sé… pero en mí no se ve bien. ¡Soy un alfa, por dios! — siempre se quejaba por ese detalle y no dejaría de hacerlo hasta que la naturaleza le diera porte y robustez

—¿Y eso qué? — su rostro no reflejaba nada más que diversión, porque curvaba los labios levemente — mírame a mí — Otabek se señaló y elevó una ceja

—¿Eso que tiene? — no entendió a lo que se refería. Otabek se veía genial

—No me dejo llevar por estereotipos

—Eres un beta, ¿no? Para ti no hay estereotipos — Yuri elevó sus hombros para restarle importancia al asunto, sin embargo, el otro no lo tomó de la misma forma

—Yura — miró al rubio y entrecerró los ojos — no recuerdas que yo…

—¡Yurio! — claro, algo tenía que interrumpirlo, pero no de la forma normal

 

 

Bastaron cinco segundos de distracción, pocos momentos para reaccionar y un tirón. Al parecer las rarezas eran parte de sus vidas

A lo lejos Yurio había sido divisado por dos personas, pero lo que les llamó la atención y alertó todos los sentidos de ese par, fue el chico que acompañaba al rubio «Un matón quiere influenciar a Yurio». Viktor no lo pensó dos veces antes de correr en esa dirección, tomar al rubio por la polera, tirarlo fuerte hasta alejarlo de aquel chico. Yuuri, detrás de él, había corrido de la misma forma y tomando la muñeca del rubio, empezó a correr como si no hubiera mañana. Yurio no pudo reaccionar en un principio, casi trastabillando con sus pies trató de seguirles el paso, pero cuando se dio cuenta de esa estupidez, gritó insultando a esos dos idiotas. Otabek, por su parte, sólo suspiró. Empezaba a entender aquella rara actuación de los jovencitos que corrían junto a Yura, pero él decidió seguir con calma hasta llegar a ese instituto. Sabía la dirección y no faltaban más de cuatro cuadras, seguramente ahí estaría Yura

Otabek vio que, en la puerta de aquel instituto, un rubio gritaba apuntándoles a los otros dos quienes intentaban discutir, pero callaban porque la ferocidad de Yuri era superior. Escuchó palabras que no había escuchado en ese idioma, pero identificó como groserías; también escuchó su nombre en esa discusión y al final estaba mirando a los dos muchachos que, avergonzados, se disculpaban con él por aquella rara primera impresión. El azabache estaba acostumbrado a que los demás se alejaran cuando su aura “amenazante” los espantaba, pero en parte le gustaba, de esa forma sólo atraía a buenas personas que intentaban conocerlo… aunque a veces también atraía fanáticos que lo tenían como un estereotipo de novio problema, especialmente omegas, y verlos decepcionarse era desalentador en ocasiones 

 

 

—Adiós Beka, y disculpa a estos idiotas — agitaba su mano mientras caminaba de espaldas para ingresar a su instituto, o eso intentó, pero sus amigos lo detuvieron

—Te veo en casa, Yura — correspondió al gesto con uno similar, sin cambiar su estoica expresión

—¿Cómo que lo verás en casa? — Viktor miraba escrutadoramente al azabache mayor — ¡Están viviendo juntos! — claro, discreción no era parte de su vocabulario

—¡Que te calles! — Yura odiaba cuando Viktor gritaba las cosas, pero lo peor era que todas las miradas ahora se posaban en él y en el mayor

—Disculpe — pero había alguien más discreto que se acercaba a Otabek con cuidado extremo de no parecer entrometido y dejaba brotar su voz — espero que cuide mucho de Yurio. Es un buen chico, aunque tiene un carácter difícil

—Ha sido así siempre — Otabek sonrió ante el pequeño omega — así es Yura

—¿Puedo preguntarle algo personal? — jugó con sus dedos, pero mostró decisión en su mirada

—¡Ya basta, cerdo! ¡Vamos! Se nos hará tarde — no quería que esos dos interactuaran más con Beka

—Puedes — alentó Otabek

—Eres un omega, ¿verdad? — Yuuri sonrió con amabilidad — ¿Eres novio de Yurio?

—Cerdo estás equivocado — bufó —Beka no…

—Lo soy — respondió con calma, mirando de refilón el como el rubio se quedaba quieto y callado — soy un omega al igual que tú… pero creo que se les hará tarde. Deben entrar ahora

—¡¿Cómo que omega?! — expresó el de cabellos platas, siendo el que exteriorizó la duda del rubio amigo que estaba en shock

—¡Viktor! — regañó Yuuri

—Buen día — Otabek elevó su mano para hacer un gesto de despedida — nos veremos en la tarde

 

 

Y sin más, esa fue la despedida que ambos se dieron en ese primer día fuera de casa.

 

 

Continuará…

 

 


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