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Una ramita más por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis de nuevo~

Dejaré esto por aquí y huiré XD

 

 

Amigos debido a la cercanía de sus hogares. Amigos porque el uno ayudó al otro en un momento de necesidad. Amigos porque el más pequeño era adorablemente insistente en jugar cada tarde con la poca nieve que quedaba. A Otabek no le molestaba seguirle el juego al menor de ellos, pues era divertido escuchar a Yuri pronunciar mal algunas palabras y tratar de adivinar qué era lo que quería. Así fue su primer año: lleno de confusiones y travesuras. En el segundo aprendieron a comunicarse mejor, maduraron en la medida que sus edades se los permitieron y continuaron con la amistad que forjaron.

Las risas eran parte de su vida, eso a pesar de que la sociedad los mirara de forma distinta.  

 

 

—Soy un alfa y por eso debes hacerme caso — era un niño el que lo estaba retando, empujándolo contra una pared, lejos de los adultos que deberían defenderlo

—No debo y no lo haré — dejó de mirar a ese compañero suyo que tanto le molestaba. Quiso irse para evitar problemas, pero el otro amigo del brabucón lo impidió

—Tienes que conocer tu lugar

—Eso debería decirlo yo — el azabache no se inmutó cuando el otro frunció el ceño debido a la furia

—¡¿Quién te crees?! ¿Eh? — un nuevo empujón se dio, pero esta vez, Otabek lo regresó

—No eres nadie para mandarme — enfureció. Pocas eran las veces en las que perdía la calmada expresión que lo definía, pero en esa ocasión su ceño se frunció notoriamente

—Eres un omega. Siempre estarás debajo de un alfa — tan pequeños y con pensamientos tan turbios

—¿Quién lo dice? — Otabek empujó al otro y apretó sus puños — ¡Nadie!

—Lo dicen todos — el primer golpe fue dado, el mismo que llegó a su destino y causó dolor en la mejilla de Otabek — y tú no tienes que contradecirlo

—¡Pero lo haré! — nunca en su vida peleó o fue agresivo, era calmado y hasta poco expresivo, pero en esa ocasión se hartó. Otabek se lanzó encima del más grande, con los puños apretados, con intenciones de callarle la boca con golpes si fuese necesario

—Te demostraremos que no — apoyó el segundo niño confundido por el simple hecho de ser alfa

 

 

Las peleas eran parte de la niñez, pero jamás llegaban a más, sin embargo, había ocasiones en donde eso no era lo que pasaba.

Otabek y los otros dos involucrados fueron detenidos por su maestra en medio de su pelea, reprendidos y finalmente llevados a la dirección para que sus padres fuesen informados. Heridas e indignación, eso fue lo que Otabek tenía consigo mientras escuchaba el regaño dado por los adultos. Él dio la explicación de sus actos, pero obviamente sus agresores lo contradijeron y siendo dos alfas contra un omega, el azabache se vio apuntado una vez más. Lo tacharon de culpable. Enfureció, siempre lo hacía cuando lo minimizaban. A su corta edad ya sabía cómo era odiar el sentirse menos que los demás sólo por su naturaleza, por eso decidió callarse y esperar. Las miradas de los otros lo molestaban, por eso giró su rostro hacia la ventana y los ignoró, aunque sabía que iba a tener problemas por esa razón al día siguiente

Su madre llegó poco después que los padres de los alfas que quisieron doblegarlo, fue informada con rapidez de lo sucedido y Otabek simplemente esperó lo que seguía. Las miradas recaían sobre él, pues era el “agresor”. Otabek no era débil, lo demostró en los golpes que se notaban en los otros niños, pero no por eso debía ser tachado del “problema”, cuando fue él quien fue agredido primero. Su madre lo sabía, lo conocía a la perfección, por eso lo defendió por sobre todo, incluso escuchando la expresión despectiva dada por los demás adultos y dando una oratoria sobre igualdad, pero al final fue lo mismo. Enviaron a todos a casa con una advertencia, los tacharon como el problema del salón y los mandaron a reflexionar sobre su comportamiento.  

 

 

—¿Por qué nos tratan así? — Otabek apretó la mano de su madre mientras caminaban de retorno a su hogar

—Porque a veces la gente no entiende

—¿Siempre va a ser así, mamá? — apretó sus labios y recordó la última vez que tuvo un problema similar, pero en su antigua ciudad y hogar. La pelea, los regaños y las miradas acusadoras

—No siempre será así — Aida sonrió mirando a su pequeño retoño — la mayoría de personas son buenas, pero entre tantas personas siempre hay algunas que son… diferentes

—Ellos dijeron que yo debía obedecerlos

—Pues eso no es así, Otabek — le acarició los cabellos con ternura — ellos se creen superiores, pero no lo son

—Son alfas

—Eso no importa, mi niño. Mira a mamá, es omega y tiene un alto cargo en la empresa, incluso por sobre algunos alfas

—Estoy orgulloso de ti — sonrió sutilmente porque era verdad, su madre era increíble — y papá se enamoró de ti por eso, porque eres grandiosa y muy bonita

—También lo serás, Beka — rió suavemente mientras se agachaba para besar la mejilla de su hijo y para abrazarlo con un poco de fuerza — así que no escuches a los demás y vuélvete grande, grandioso, espectacular

—Está bien — se aferró al cuello de su madre, la cual siempre lograba animarlo

—Ser un omega no es un impedimento, mi pequeño. Eso recuérdalo siempre

 

 

Las palabras de su madre siempre lo reconfortaban, el apoyo de su padre ayudaba mucho también y por eso sonreía al final del día mientras curaban sus rasguños y moretones. Olvidó el problema con el pasar de las horas, entendió que no debía darle mucha importancia y que debía ser fuerte para enfrentar los retos en su vida. Como decía su padre: Nunca te dejes vencer por las palabras de otra persona, porque sólo tú puedes saber qué tan fuerte eres.

Con sus padres, Otabek era muy expresivo, con sus amigos cercanos también, con Yuri lo era más aún porque era divertido. Esa tarde, cuando Yura le preguntó por las tiritas en su mejilla derecha, Otabek le contó lo ocurrido con lujo de detalles, incluso presumiendo que logró dejar en el suelo a uno de los alfas. El azabache admiró a Yuri hacer diferentes gestos mientras escuchaba con atención, incluso enfadándose tal y como él lo hizo. Sin poder evitarlo, Otabek terminó riéndose debido a la gran indignación de ese pequeño rubio que amenazaba con sacarles la cabeza a los agresores malvados. En verdad era un gran amigo.  

 

 

—No seas así cuando crezcas, Yura — sonrió cuando lo vio aventar hojas en donde estaban dibujando debido al enfado

—¡No lo seré! — decía con un puchero mientras se sentaba en el césped donde se habían quedado esa tarde — lo prometo

—¿Ahora a qué quieres jugar? — cambió de tema, ya fue suficiente de divertirse a costillas de su amiguito — Yura

—No quiero jugar — cruzó sus pequeños brazos en una pose madura

—¿Por qué? — sonrió por lo gracioso que Yura se veía, pero intentó no reírse o lo haría enfadarse

—Porque estoy enojado — fruncía su ceño mientras se recostaba encima de la hierba cálida debido al sol que la regó — por eso no quiero jugar

—No importa lo que pasó — se acercó al menor y lo miró con ternura, Yura era adorable, aunque éste lo negara — no tiene por qué afectarte

—Lo hace porque Beka es mi amigo

—Vamos, Yura — sonrió porque Yuri le provocaba eso, querer expresar que estaba bien para que él sonriera también — juguemos a algo

 

 

Enfrentar el problema en su escuela no fue sencillo, tampoco divertido, al menos no tanto, sólo cuando él ganaba. Otabek no quiso ceder ante lo que ese par de niños querían imponerle, peleó por eso cuando debía, pero trataba de alejarse de ellos porque no quería causarle problemas a su madre. Se llevaba bien con los demás niños de su clase, entre ellos algunos alfas con padres amables que sí forjaron buenos valores en sus hijos, así que les enseñó a los demás a defenderse también. Finalmente, Otabek estaba orgulloso de ser el que detenía las peleas ocasionadas por el par de alfas problemáticos y por salir victorioso de las trifulcas que se daban porque nunca dejarían de ser niños y de pelearse por cualquier cosa

Yuri crecía también, de tal forma en que él y Otabek lograron verse en la escuela. Con nueve y siete años se encontraban en los descansos para comer algo o platicar, eran amigos cercanos y eso no cambió para nada. Se iban juntos a casa, comían algo por el camino o se ayudaban con las tareas, aunque siendo Beka el mayor, era él quien daba tutoría cuando Yuri se frustraba.

Fueron años divertidos, no había duda. Mucho más porque a pesar de sus diferencias ellos jamás dejaron de llevarse bien

 

 

—¿Qué haces, Yura? — era sábado y Otabek ingresaba al patio ajeno — Yura — insistió cuando éste no le respondió

—Beka — sonrió cuando giró hacia el recién llegado — ven a ver

—¿Qué tienes ahí? — se sentó junto al mencionado y escudriñó la nueva posesión del rubio

—Es un nido — decía mostrado aquella maraña de ramitas en sus manos — bueno, lo que queda de él

—¿Qué sucedió con los huevos?

—Creo que los pájaros ya saben volar. Busqué en los alrededores, pero no había nada — el rubio miraba al árbol de su patio, elevado, mucho, pero igual lo trepó para averiguar si es que no quedaba alguna avecilla indefensa sin su nido

—Ya veo — miró en la misma dirección que Yura y suspiró — ¿qué harás entonces?

—Haré otro igual

—¿Por qué?

—Porque si hay un nido, pueda que alguna de esas aves ponga huevos en él — su emoción se reflejaba en el brillo de sus ojos

—Y los quieres ver — dijo tomando aquel objeto, el cual se veía complicado de fabricar — entiendo

—Tú me ayudarás, Beka — dictaminó con una amplia sonrisa

—¿Y dónde lo pondrás luego?

—En mi ventana, claro

 

 

Una nueva actividad, un nuevo pasatiempo que les tomó tres semanas completar. Imitar un nido no fue sencillo, más si ni siquiera tenían habilidad para hacer una casa con palitos de helado, pero al final les salió algo decente y firme. Dejaron el nido posado en una de las esquinas de la ventana del rubio, sostenido por un pequeño arreglo que le diera estabilidad y no cediera ante nada. No tuvieron que esperar muchos días porque algo sucediera, y eso los hizo inmensamente felices. Una semana después de su arte manual terminada, ambos veían a aves volar cerca del nido, posarse, inspeccionar e irse, pero una de ellas volvió en un día cualquiera. Un par de ramas más eran traídas en el pico del pequeño pájaro grisáceo y que parecía tener un copete gracioso en la cabeza. Hojas, hilillos, el nido fue adornado de mejor manera y poco tiempo después, ahí estaba, un hogar siendo ocupado por un ave pequeña que custodiaba dos huevecillos moteados

 

 

—¿Por qué hacemos otro nido? — preguntaba Otabek cuando en el cuarto de Yuri reunían ramitas nuevamente

—Porque dejaré éste en el árbol del patio — mostraba seriedad y determinación, características heredadas por el abuelo Nikolai

—¿Y eso qué tiene que ver? — observó los objetos que tenían en la mesa y ladeó un poco su cabeza  

—Este será un nuevo proyecto que haremos juntos, Beka

—Yuri, ¿me estás ocultando algo?

 

 

Pero en esa ocasión no hubo respuesta por parte del enérgico rubio, por el contrario, reinó sólo el silencio. Entonces Otabek suspiró y empezó a ayudar, colocando la base y uniéndola con pegamento. Se mantuvieron así durante un par de horas, en un trabajo dedicado y coordinado. Con todos los fallos que tuvieron la primera vez que fabricaron un nido, o algo parecido a eso, aprendieron a cómo hacerlo mejor, y aunque no eran expertos, en esas dos horas lograron algo bastante aceptable. Un nuevo nido reposaba en el escritorio del rubio, quien apretaba los labios levemente, como si reuniera el valor para hablar… era extraño y Otabek creó haber adivinado la razón de ese comportamiento

 

 

—¿Por qué tienes que irte, Beka? — de pronto esa voz infantil rompió la incomodidad del silencio forjado

—Quería decírtelo yo mismo — suspiró cuando colocaba las últimas ramitas en el nido

—No hizo falta. Escuché a mamá hablar con el abuelo hoy en la mañana

—Sabes que escuchar detrás de la puerta es de mala educación — Otabek no miró al rubio, pero sabía que éste aguantaba las lágrimas y fingía estar enfadado para lograrlo

—Cállate Beka y dime por qué tienes que irte

—Porque no es decisión mía — apretó los labios y miró al frente, sentía sus ojos aguarse y no le importó, porque era un niño, y como tal podía dejarse llevar por las emociones — mamá tuvo un ascenso, papá la apoya y yo me iré con ellos porque son mis padres

—No quiero que te vayas, Beka — susurró mientras disimuladamente limpiaba sus lágrimas — le diré a mamá que te adopte y así te quedarás conmigo — sin poder evitarlo formó un leve puchero

—Tengo casi diez años y tu siete y un poco más — rió bajito mientras con sus mangas limpiaba sus mejillas húmedas — no podemos decidir cosas así

—Pues qué rayos — masculló mientras arrojaba la última ramita al escritorio — esto es injusto

—¿Quieres que ponga la última ramita? — sorbió su nariz y tomó aquel pedacito de madera. Estaba tratando de ser fuerte y parar de lagrimear — ¿o quieres hacerlo tú?

—¿Volverás? — flexionó sus piernas para pegarlas a su pecho y en sus rodillas posar su quijada

—No lo sé

—Quiero que prometas que volverás — con su manga limpió sus ojos y de refilón veía a su compañero

—Lo haré — sonrió divertido por el berrinche de Yurio, mientras él colocaba el último pedazo de ese nido — prometo que vendré a visitarte cuando pueda

—Consigue trabajo y ven a verme

—¿Por qué no consigues uno tú y me visitas?

—Porque no me darán trabajo hasta que tenga quince al menos — hizo un puchero y rodó los ojos — tardaré más en reunir el dinero para el pasaje 

—¿Conoces el internet, Yura? — bromeó

—¡Claro que sí! ¡Tonto!

—Entonces hablaremos — sonrió mientras secaba sus lágrimas

—No busques pelea, Beka, pero no dejes que te vuelvan menos sólo porque eres omega — de su bolsillo, Yuri sacó una ramita que miraba con interés

—Yo debería decirte algo igual, Yura. No pelees y respeta a los omegas, porque no por ser alfa debes creerte mejor o superior a nosotros

—Beka… los omegas hacen nidos también, ¿verdad? — dijo mirando al mayor

—Sí — desvió la mirada con incomodidad, no le gustaban esos temas — lo hacen cuando están listos para formar una familia. Tus padres debieron contártelo o hasta tu abuelo

—Entonces deja que yo ponga la última ramita en tu nido — mencionó mientras miraba lo que reposaba entre sus dedos

—Estás diciendo cosas raras, Yura — jugó con sus dedos mientras sentía un nudo en su estómago, tal vez era la tristeza por la despedida anticipada

—Estoy hablando en serio, Beka — colocó el verdadero último elemento del nido de aves que construyeron

—Creo que no sabes lo que significa en realidad — las mejillas de Otabek se tornaron levemente rojas y trató de disimular, aunque agradecía que el rubio mirara con interés el objeto en su escritorio y no le pusiese atención

—Claro que sé — refunfuñó mientras tomaba el nido en sus manos — el abuelo me dijo que el alfa les brinda protección y cuidado, por eso ayudan a terminar el nido de un omega

—Así que intentas protegerme — Otabek rió por aquello — no reo que puedas si sigues siendo pequeño — se ganó una mirada de reproche, pero eso sólo lo hizo sonreír

—Creceré y ya verás — apuntó a su amigo azabache mientras apretaba los labios un poco — te voy a proteger y te ayudaré a terminar el nido que hagas

—Está bien — darle contra era mala idea, no quería que se enfadara, además Yura aún no entendía la importancia de un nido. Era mejor así

—Por eso… no te olvides de mí — hizo un mohín para esconder su tristeza

—Lo prometo, Yura… nunca me olvidaré de ti

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Chiquito, pero bonito. Hecho con cariño en esta historia sencilla.

Muchas gracias a las personas que se han dado el tiempo de continuar con la lectura.

Muchos besos~

Krat ama a sus lectores~


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