Aoi y Uruha siempre habían tenido esa clase de relación, indefinida, parecía que nunca se decidían si se amaban o no, por lo menos Aoi lo sentía, pero cada vez que se acercaba a Uruha, Ruki aparecía para acaparar su atención.
Ese día todos se dieron el lujo de dormir hasta tarde, era un día libre, el primero en mucho tiempo, y nadie quería desperdiciar las horas de sueño. Aoi se levantó temprano, contra su voluntad, pero no podía seguir durmiendo, la cabeza se le llenaba de preguntas, cuestiones, razones, posibilidades… Se levantó y se dio una ducha rápida, cambiándose sin preocuparse si la combinación era correcta o desastrosa y salió de su habitación. La casa estaba en total silencio, ni un solo murmullo se escuchaba, recorrió el pasillo en puntas de pie y se detuvo frente a la puerta que era de su interés. Un cartel color violeta y plateado le anunciaba lo que adentro descansaba, lo pensó por un largo rato, finalmente se decidió a golpear, una, dos, tres veces; hasta que una dormida voz le respondió.
- Soy Aoi, yo sólo…. Yo sólo quería hablar contigo… - algo de miedo se reflejaba en su tono de voz, pero trató de disimularlo
Se escucharon unos ruidos de movimiento dentro de la habitación y después de unos momentos la puerta se abrió levemente y la cabeza despeinada de Uruha asomó con los ojos entrecerrados.
- ¿Qué ocurre?
- Lamento haberte despertado, creí que ya… tú siempre dices que te levantas temprano…
Uruha rió nerviosamente – sí, eso hago, pero… bueno… yo… ayer terminé acostándome tarde y no he dormido lo suficiente aún…
Aoi iba a hablar cuando una voz conocida lo detuvo.
- Dile a Aoi que se vaya, quiero dormir Uruha
La mirada de Uruha se cristalizó, como a punto de llorar. Como si nunca Aoi hubiera sospechado de la relación entre Ruki y él. Sí, lo había sospechado, pero nunca creyó que le dolería tanto al verlo con sus propios ojos. Aoi dio media vuelta y volvió sin decir nada a su habitación. Uruha se quedó en la puerta, llorando en silencio, cubriendo su boca con dolor.