Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nothing's gonna hurt you. //KAISOO. por JoSaeng

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Advertencias: Oneshot. Algo de fantasía, lemon, mención ChanSoo.

Cerca de las dos de la madrugada, se encontraba Do Kyungsoo caminando a duras cuestas por las frías y húmedas calles de Seúl. Se había prometido a sí mismo que sería la última vez que usara su voz para ayudar a alguien. Las consecuencias son nefastas y le están llevando casi al extremo de no poder caminar.


Se recargó contra un muro, intentando recuperar el aliento, sin conseguirlo del todo. Tose, jadea por el dolor, y en busca de recuperar el aliento, pero el ardor solo se expande a lo largo de todo su cuerpo. Muchos dirían que aquello era un don, pero más bien, se asemejaba a una maldición. ¿Era un precio justo? En su momento, lo fue. Al menos a él no le importó pagar por ello. Chanyeol estaba muriendo. Y él no podía permitirlo.


Aquella anciana de la cual todos temían en su pueblo natal, le había ayudado. Aceptó un don que le fue brindado por ella, curar los más letales males sólo usando su melodiosa voz. No todo era bueno y había sido advertido. Cada vez que curara a alguien, su propia salud iba a deteriorarse, hasta morir. Kyungsoo era joven, estaba perdidamente enamorado. No lo dudó, ni siquiera un segundo.


Al cantar para ChanYeol, él encontró la cura del mal que lo estaba matando. Y para pagárselo, meses después encontró el amor en otra persona, dejando a Kyungsoo muy atrás, en el pasado. El pelinegro seguía sufriendo por ello, aún cuando habían transcurrido tres años desde entonces. De alguna manera, sentía que ayudando a otras personas, podía hacer algo bueno y a su vez, ponerle fin a su propia existencia. Ver la felicidad ajena le daba algo de paz, aún si luego de eso no podía siquiera mantenerse en pie. Cuando intentó devolver el don, se encontró con la noticia de que aquella temida mujer que le había ayudado, había muerto. No tenía ninguna salida más que seguir viviendo, sin fé, ni ganas.


Las luces parpadearon, al llegar a cercanías de un callejón, notó a dos hombres acercándose a él. Lo llevaron contra la pared, forzándole a entregar las pocas pertenencias que traía consigo. Al sentir el tacto de uno de ellos, con una intención más que asquerosa, cerró los ojos. No podía imaginar que algo como eso pudiera estar ocurriéndole. Pero desde la oscuridad, una sombra apareció. Alejó a ambos hombres, y le gritó.


Huye, huye.


Y no pudo hacer más que obedecer. Aún cuando no podía fijar la vista y sus piernas estaban entumecidas. Corrió tan fuerte como pudo, sin detenerse para dar las gracias. Cuando pudo sentir que estaba lo suficientemente lejos, sus pasos se fueron volviendo lentos, pausados. Al igual que su propia respiración. Llegó a su hogar, logrando entrar gracias a la llave que escondía bajo una maceta. Aquella casa que se estaba derrumando en pedazos, era el único sitio en donde podía sentirse a salvo.


Se quitó los zapatos, evitando mirarse al espejo. Dormir, eso necesitaba, dormir por horas, y ojalá no despertar nunca. Llevaba consigo el pasado sobre sus hombros, y su existencia en el presente se había llenado de un sinsentido avasallador. Suspiró y se tiró sobre la cama, cerrando sus ojos. Se había dormido en menos de diez segundos.


Al día siguiente, los golpes en su puerta lo despertaron. Era raro despertar con luz del sol, generalmente las noches eran de insomnio, al menos eso le dio el ánimo de comenzar el día. Rápidamente se levantó, algo extrañado. La gente solía buscarlo en el trabajo; luego de haber curado a ChanYeol, el rumor de sus poderes se había expandido por toda la ciudad, provocando que la gente siempre fuera detrás de él, para usarle.


Al abrir la puerta, no había nadie.


Con los ojos entrecerrados debido a la molestia de la luz, recorrió de un lado a otro, hasta bajar hacia el piso. Había una pequeña caja. Se inclinó de inmediato para recogerla, y abrirla. Estaban ahí sus pertenencias. Su billetera, sus llaves. ¿Qué era eso? Pensó. ¿Ladrones honestos?


No recordaba muy bien lo que había ocurrido la noche anterior, para ser sincero, estaba casi inconsciente. Sólo agradeció que sus cosas hubieran sido devueltas. Con ese ánimo, y la extrañeza también, se preparó rápidamente para ir a trabajar.


 


 


***


 


 


Acomodó un par de libros en las bodegas y subió hacia el primer piso de nuevo. Él era lo que se hacía llamar 'bibliotecario'. Era en simples palabras un trabajo de mala muerte, pero tenía la facilidad de llevarse libros a casa, y para Kyungsoo aquello era la mejor paga de todas. A pesar de ganar lo suficiente para sobrevivir, del horario, y del esfuerzo físico, él amaba ese lugar.


Se había sentido extrañamente vigilado toda la mañana, y culpaba al robo del día anterior. Estaba aún pensando en que era imposible que los ladrones le hubieran enviado sus cosas de vuelta. Tosió nuevamente, llamando la atención de la mayoría de sus compañeros.


 


—Hey, Soo. ¿Ya fuiste al médico?


 


Cuestionó uno de ellos, haciendo que Kyungsoo asintiera con la cabeza de manera frenética.


 


—Si, solo es un resfriado.


 


Y sonrió para ocultar aquella mentira, nadie volvió a preguntar nada. Aún cuando Kyungsoo había pasado aproximadamente tres años tosiendo y desmayándose. ¿Alguien le creería si les dijera que tenía un don sobrenatural y que estaba muriendo debido a eso? No, probablemente terminaría dentro de un manicomio. Ya no le servía la medicina, nada apaciguaba el dolor y la constante sensación de ahogo, la tos.


Había tenido que mudarse de su pueblo natal luego de que el rumor del milagro se supiera. Aún seguía llegando gente a la tienda, se corría la voz rápidamente y por más que quisiera, jamás logró negarse a una petición.


De pronto y cuando se dirigió a la entrada, notó a un chico de pie. De alguna forma su rostro le parecía extrañamente familiar. Por un momento, la tos había desaparecido, dándole alivio por aquellos segundos, hasta que el silencio fue quebrantado por dicho joven.


 


—Disculpa, estoy buscando a una persona.


 


Desde ahí hubo un mal comienzo, pensó Kyungsoo. Porque en la biblioteca, la gente usualmente iba a buscar libros. Supuso que era alguien que vendría a pedirle un nuevo favor.


 


—Oh... ya te encontré. —entonces murmuró el más alto, con una alegre sonrisa esbozada en sus labios. —Eres Do Kyungsoo, ¿Verdad?


—Si... soy yo.


—Mi nombre es Kim JongIn. Te he estado buscando por mucho tiempo. —el más alto se había inclinado al menos 90 grados frente a Kyungsoo. Este último no esperó ese gesto en lo absoluto. —Usted salvó a mi madre. No pude agradecérselo en persona. Y lo busco para eso. Estoy en deuda con usted.


 


 


***


 


 


Al volver a casa, sintió esa extraña sensación nuevamente. ¿Qué le estaba pasando? Ahora sentía que todo el mundo le miraba, o peor, que era constantemente acechado por alguien. Cuando llegó a casa, encontró un sobre frente a la puerta. Con algo de extrañeza, se inclinó para recogerlo, sin tardar las ansias de abrirlo.


'Puedo ver el dolor en tus ojos, ha estado ahí por un largo rato. ¿Dejarías que te ayudara? Tu sonrisa de seguro es bellísima.'


Pensó en que ya tenía suficientes cosas en la cabeza y en su vida, como para tener que lidiar con un acosador. El sonido de los arbustos le alertó, y fue entonces cuando vio esa misma sombra.


 


—¡Hey tú!


 


Gritó, provocando que la persona comenzara a huir. Pero Kyungsoo no iba a quedarse solo así, en poco tiempo corriendo detrás de él, logró quedar a una distancia prudente. Ya no tenía miedo, en lo absoluto. Sólo quería verle la cara, que le explicara por qué le estaba siguiendo.


 


—¡Te vi! ¡Ven aquí o llamo a la policía!


—Lo lamento... yo... —comentó entonces, volteando. Kyungsoo le reconoció inmediatamente.


—¿Tú? —aquel hombre que le había buscado en la biblioteca. JongIn. —¿Por qué me estás siguiendo? ¿Qué es lo que quieres?


—Lo siento, no quise asustarte... —alzó sus manos, como si aquello demostrara que iba con sus mejores intenciones. —Solo quería protegerte...


—¿Protegerme de qué?


—Ayer te robaron, yo... peleé con esos tipos, fui quien trajo tus cosas de vuelta. Solo me aseguro de que no vuelvan y te hagan daño.


—Yo puedo cuidarme solo, muchas gracias. —inclinó ligeramente su cabeza, dispuesto a dar media vuelta directo a su casa.


—De todas formas quisiera asegurarme.


—¿Qué clase de stalker eres tú? —le dedica aquella mirada fulminante, haciendo que JongIn permaneciera más que quieto, con cero intención de ir tras él para explicarle. —Tú no sabes nada de mí, por favor, mantén tu distancia.


 


En el momento que menos esperaba, un ataque de tos le invadió, provocando que se diera la vuelta y cubriera su boca con su pañuelo. Sintió el calor de una mano sobre su hombro, y otra frotando lentamente su espalda. Cerró sus ojos, sintiendo el metálico sabor de su propia sangre en su boca. Cuando se detuvo, luego de dos minutos, se separó de inmediato.


 


—¿Estás enfermo? —cuestionó JongIn entonces, Kyungsoo ya caminaba rápidamente lejos de él. 


—No es tu problema.


 


Le dejó ahí entonces, con la preocupación y las ganas de ayudarle a flor de piel.


 


 


***


 


Había tenido que encerrarse dentro de la bodega, una de las más pequeñas. Aún miraba la invitación entre sus manos, sintiendo las lágrimas deslizándose lentamente por sus mejillas. Sus sollozos habían sido igual de silenciosos, pues no quería que nadie nunca lo supiera, que seguía doliendo y que seguía llorando por esa persona que lo abandonó.


Le dolía ver sus sonrisas en aquella fotografía. Y no podía evitar preguntarse cosas que hacían doler aún más su corazón. ¿Estaría sufriendo menos si hubiera permitido que ChanYeol muriera? 


Arrugó aquella invitación de boda, y la rompió. Su mandíbula tembló por unos minutos, y al escuchar que golpeaban la puerta, tuvo que obligarse a volver a ser como siempre, fuerte. Nadie podría adivinar nunca que él estaba tan roto como esa invitación que él mismo destrozó. Nadie lo sabría. Secó sus lágrimas y respiró profundo, saliendo de inmediato. Botó los trozos de papel a la basura, e intentó seguir con normalidad.


 


—Disculpe, busco libros de hechizos de amor, esoterismo, quizás algo satánico. Quizás así usted dejaría de ignorarme y huir de mí.


 


Alzó la vista hacia un apuesto y sonriente JongIn. De alguna forma, ya se había acostumbrado a verle donde quiera que fijaba los ojos, aquello le hizo bajar la guardia. Aún así, quiso rodar los ojos por aquello que había dicho, pero sin más, señaló:


 


—Pasillo 3, rituales satánicos y magia negra.


—Muchas gracias. —murmuró entonces el moreno, sacando de pronto un pañuelo de su bolsillo y ofreciéndolo al pelinegro. —Te vi entrar llorando a esa bodega. Aún quedan lágrimas ahí.


 


 


***


 


La jornada había acabado, afuera había una lluvia torrencial y como siempre, había olvidado su paraguas. Más no le importaba, disfrutaba de la lluvia aunque el frío fuera insoportable luego. ¿Qué más podía enfermar?


No duró mucho caminando bajo las efusivas gotas de agua, cuando sintió esa misma presencia a su lado, sosteniendo un paraguas que no dudó en compartir.


 


—Comenzaré a pensarme seriamente el demandarte por hostigamiento.


—Qué rudo, eh. Estoy esperando un 'gracias JongIn-ah por no dejar que me moje bajo la lluvia'.


—¿Vas a seguirme a todos lados?


—Vi que no llevabas sombrilla aún cuando dijeron en todos los noticieros que hoy habría un temporal. No quisiera que te enfermaras más.


—No estoy enfermo.


 


Mintió de nuevo, aún sospechando que JongIn no le creería. Era curioso, había pasado mintiendo casi tres años, y nadie nunca se detuvo a preguntar nada. Más esa mirada que el más alto le dedicó, le hizo estremecer. Como si pudiera ver su alma y saber que mentía.


 


—¿Tienes planes, hyung? —cuestionó entonces JongIn, rompiendo aquel silencio.


—¿Por qué la pregunta?


—Quisiera invitarte un café, hace algo de frío y te noto temblar.


 


Kyungsoo dirige la mirada hacia adelante, ¿cómo ese sujeto podía descubrir sin más cada acción de su cuerpo? Debía leer el lenguaje corporal o algo. Intentó pensar en esos breves segundos en alguna excusa para negarse rotundamente, pero no encontró nada que sonara lo suficiente creíble para que JongIn dejara de insistir.


Así que ahí estaba, finalmente. Dentro de una cálida cafetería, con JongIn frente a él. Pidió un frío jugo de frambuesa para aliviar el ardor en su garganta, mientras que JongIn disfrutaba de un dulce chocolate caliente. Se mantuvieron algo apartados del resto, para conseguir más silencio, tranquilidad.


 


—Eres precioso.


 


De inmediato sus ojos se habían abierto aún más de lo común al escuchar a JongIn decir eso. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que escuchó algo así? Mucho. Pero, a pesar de lo bien que se sintió, no se permitió caer tan fácilmente.


 


—Basuras dices.


—¿Qué?


—Mentiras, JongIn. No soy precioso.


—¿Qué te rompió tanto para que hoy pienses eso de ti?


 


Aquella pregunta, por un momento retumbó en sus oídos. A pesar de que intentó contenerse, como siempre lo hacía, ahí estaban esas lágrimas traicioneras, acumulándose en sus ojos, ese dolor que no le dejaba hablar. Por un momento sintió que alguien se estaba preocupando verdaderamente por él sin esperar nada a cambio. Y ese calor de afecto, derrumbó uno de sus fuertes muros.


JongIn había estirado su mano, hasta alcanzar la fría opuesta y darle un pequeño apretón, murmurando ese puedes confiar en mí, que provocó que KyungSoo llorara.


 


—¿Por qué me dejó? Yo... no lo sé, él no me dijo... no me dio una sola razón. —y ese nudo se volvió todavía más opresor, asfixiante. — El amor parecía tan fácil, y yo estaba feliz de haberle salvado... pero su amor no existía. Él no me salvó a mí...


 


Bajó la mirada cuando las lágrimas empaparon sus mejillas. Él jamás había llorado en presencia de alguien y se sintió avergonzado. Expuesto. Como si él pudiera hacerle el daño más grande ahora que sabía su secreto.


 


—No puedo decirte nada para que deje de doler. Pero solo sé, que si él no pudo amarte, es porque quizás tú necesitabas a otra persona, tal vez tu destino era conocer a alguien más y ser feliz. —y sus palabras fueron tomando el rumbo que esperaba. —Esa persona podría ser yo.


 


La sorpresa se dibujó en el rostro de KyungSoo. Había entendido todo el significado de sus palabras, y a pesar de que le hacía ilusión el volver a confiar en alguien, el miedo no le permitía avanzar más de lo que ya había hecho. JongIn lo notó, su expresión. Así que no indagó, pues le bastaba con que él supiera que estaba dispuesto a esperar. Y por sobre todo, ganarse esa confianza, su cariño.


 


—¿Cómo es que un don tan bello, te trae tanto dolor?


 


Porque JongIn no era tonto, por mucho que Kyungsoo intentara ocultarlo, le vio caminando a duras cuestas en cuanto sanó a alguien. Y por la expresión que colocó el pelinegro, JongIn supo que sus suposiciones eran correctas.


 


—Era parte del trato. Salvar vidas a cambio de la mía. El amor, iba a mantenerme vivo, pero él nunca me amó.


—¿Hay alguna manera de que te deshagas de esto?


—No lo sé, la señora que me ayudó... murió hace tres años. Quizás dejando de sanar, de cantar.


—Ya no lo hagas más, entonces. —inquirió JongIn de inmediato.


—Sería egoísta de mi parte.


—Ya es egoísta que la gente solo te busque por ese don, esa maldición que te está matando. ¿Acaso tu vida no es importante también?


 


Antes de pensar en contestarle lo que en verdad sentía con respecto a su vida, decidió callar. Tomó una servilleta para secar las lágrimas.


 


—Sanaste a mi madre, y estoy agradecido contigo. Entiendo por qué lo haces, eres una maravillosa persona y siento que no lo sabes... Pero, si yo hubiera sabido lo que salvar vidas te hacía a ti... Jamás hubiera permitido que lo hicieras.


 


No quería seguir viéndose tan débil frente a él, sabía que si JongIn seguía hablando, era muy probable que cayera hecho pedazos otra vez. Y no quería, no podía hacerlo. Se levantó de la mesa, muy lentamente.


 


—Muchas gracias por esta invitación, yo... ya debo irme.


—Puedo acompañarte.


—No es necesario, JongIn.


 


Como sabía que él seguiría insistiendo, se apresuró en salir de la cafetería, encontrándose nuevamente con la lluvia. Intentó verle a través del ventanal, pero no pudo, los vidrios estaban empañados. JongIn había aprovechado aquello para dibujar una carita sonriente, haciendo que KyungSoo riera por aquel gesto. Para JongIn aquello fue solo una probada, pues quería lograr que más sonrisas fueran dedicadas para él.


Kyungsoo agitó su mano en despedida, y JongIn hizo lo mismo.


 


 


***


 


 


¿Cuánto había pasado ya? Perdió la cuenta de las veces en que JongIn lo escoltó a su casa, y le siguió a cada rincón de la ciudad. Ahora mismo, y en su día libre, se encontraba cocinando, mientras JongIn colocaba algo de música en el estereo que tenía. Gracias a él, su humor e inclusive su salud habían mejorado y no podía explicarse por qué.


 


—¿Irás a la boda?


 


JongIn había pensado seriamente sobre si preguntar o no, al final se atrevió. KyungSoo se había dado la vuelta, sonriendo por lo bajo mientras negaba.


 


—No creo que deba ir, ¿Crees que me mencionen en el brindis?


—Si no fuera por ti, no se estarían casando en primer lugar. —murmuró JongIn, encontrando por fin una canción que le agradaba. Kyungsoo tenía mucha música, también creyó haber visto un viejo tocadistos. A JongIn también le gustaba la música, él era bailarín. Se complementaba perfectamente con el pelinegro, pensaba.


 


Lentamente se había acercado hacia el menudito, para rodear sus brazos alrededor de la cintura ajena y apoyar su mentón en el hombro del mayor. Aquel acercamiento hizo estremecer a Kyungsoo, pero no le alejó.


 


—¿Aún te afecta? —murmuró muy cerca de su oído.


—Para ser sincero, pensé que iba a doler más. —entonces Soo comenzó a freír las verduras, el tiempo suficiente. Era el último paso para que la comida estuviera lista. Apagó la cocina entonces, y JongIn le soltó.


—¿Bailas conmigo? Me gusta esta canción.


—¿Bailar?


 


Kyungsoo atónito, no alcanzó a responder. JongIn le había jalado del brazo, hasta atrapar su cintura nuevamente, quedando frente a frente. Comenzó entonces a mecerse muy lentamente, rió un poco al notar que KyungSoo se había puesto algo rígido. A medida que la canción fue avanzando, el más pequeño fue relajándose, siguiendo el lento ritmo y apoyando además su mejilla contra el pecho ajeno. Sus brazos rodearon los hombros de JongIn.


Descubrió que todo lo que le hacía falta este tiempo, era el calor de su cuerpo.


 


—Nothing's gonna hurt you baby, nothing's gonna take you from my side. —JongIn fue tarareando apenas aquella parte de la canción, susurrándola muy cerca de Kyungsoo. Este último había sonreído, dejando de lado sus barreras por un momento. ¿Cómo podía negarse a alguien como él?


 


De pronto la canción comenzó a hacerse más lenta, y su visión había distorsionado todo su alrededor. ¿Qué le ocurría? Cuando todo oscureció, no pudo seguir manteniéndose de pie. Por suerte JongIn le había atrapado entre sus brazos. Había pasado al menos dos veces esa semana, que Soo se desvanecía sin razón aparente.


JongIn le llevó hasta su cama, y al tomar su temperatura, notó la fiebre. El pequeño cuerpo de Kyungsoo estremecía y temblaba con fuerza sobre la cama, provocando que el menor de ambos no supiera qué hacer. Tanta fue su desesperación, que incluso llamó a su madre para preguntarle. Pero en vista de que los remedios y la medicina no hacían nada por Kyungsoo, decidió tan solo acomodar un par de toallas húmedas en su frente, cambiándolas constantemente, hasta que la temperatura fue descendiendo.


Un confundido Kyungsoo fue despertando horas después, notando la presencia de JongIn a su lado. Él estaba dormido. Se sentó sobre la cama, notando entonces un paño húmedo en su frente.


Suspiró al darse cuenta que cada vez todo iba empeorando, primero había sido el dolor, luego la fiebre. Ahora los desmayos. Pronto quizás no volvería a despertar. Se quitó el paño húmedo de la frente, secando ésta con la manga de su suéter. Volvió a recostarse, mirando al muchacho frente a él. ¿Cómo iba a alejarlo cuando ambos se habían acostumbrado a estar juntos? No había una excusa lo suficientemente buena para alejar a JongIn. Era insistente, y preocupado, jamás podría explicarle el por qué no quería que estuviera cerca. No quería que él sufriera una vez que muriera, porque eso pasaría. Estiró su mano para acariciar la mejilla del muchacho, sonriendo. Al cabo de segundos, JongIn abrió los ojos, Soo intentó alejar su mano, pero el moreno volvió a acomodarla en donde estaba.


 


—Sigue, me relaja. —murmuró.


—¿Qué hacías?


—Intenté bajar la fiebre, y cuando lo logré, me quedé dormido.


—¿Por qué lo haces? Solo debiste irte.


 


JongIn volvió a abrir los ojos, pero su expresión era algo diferente. Acercó la anatomía ajena a la propia, descendiendo para poder abrazarse a él y esconder su rostro en el cuello de Kyungsoo.


 


—Ya te dije que me importas.


—Porque salvé a tu madre, te sientes en deuda.


—¿Cuántas personas aparte de mí, vinieron a tu casa, a cuidarte, a saber de ti, a invitarte a bailar, Kyungsoo?


 


Su tono de voz reflejó cierta molestia, y el pelinegro lo sabía. Pero era momento de decir una verdad a la cual ambos se habían estado negando.


 


—Voy a morir, ¿Lo sabes? —entonces sintió el agarre de JongIn apretándose todavía más. —Quizás en poco tiempo, la siguiente vez que cure a alguien, no volveré a recuperarme. Y yo... No quiero que estés aquí para ver eso.


—Ya no puedes negar que sientes algo por mí. —JongIn alzó su rostro, dejando que su mano acariciara la helada mejilla del mayor. — Y por eso que sientes, te pido... por favor. Ya no salves a nadie más. O no podré salvarte a ti.


 


Kyungsoo no supo qué responder. Porque JongIn había dicho tanta verdad en una corta cantidad de palabras, le había pedido tanto. No sabía por dónde comenzar a responder. Y JongIn lo sabía. Por eso, se acercó sin medir más consecuencias, sus labios aprisionaron los de Kyungsoo, y de manera envolvente, suave, húmeda, fue besándole, callando entonces todas las dudas. Kyungsoo no lo dijo, pero JongIn sintió que lo amaba, por la forma en la que se estaba aferrando a él, por la manera en que su boca iba correspondiendo a aquel beso e intensificándolo.


Se separó, volviendo a reiterar lo que había pedido, porque era importante para JongIn que Kyungsoo lo prometiera.


 


—Por favor...


—Está bien... No curaré a nadie más.


Y eso para JongIn, fue más que suficiente. Al menos para poder respirar con tranquilidad.


 


 


***


 


 


Al menos no lo había prometido, pensó mientras iba en el taxi. Habían pasado a lo más cuatro días desde que se había propuesto no curar a nadie, pero una madre había recurrido a él con desesperación, porque su pequeña hija estaba muriendo de leucemia. ¿Qué podía hacer? No pudo negarse.


Apoyó su cabeza contra la ventana, presionando su nariz con un pañuelo, para que dejara de sangrar. Su cabeza daba vueltas, tomó un taxi porque no se sentía capaz de caminar. Había agradecido no haberse encontrado con JongIn, de lo contrario le habría descubierto.


Bajó del auto una vez que llegó a casa, caminando apenas. Notó entonces al moreno, sentado sobre los escalones de la entrada. Su expresión cambió cuando vio andar así a Kyungsoo.


 


—Vine a verte y no estabas.


—Tuve que salir. —su voz se escuchó desgastada. Intentó guardar el pañuelo. Aquello hizo que JongIn se levantara, ofreciéndole ayuda sin tardar.


—Sanaste a alguien, ¿Verdad? —no iba a discutir con él, pero cierta decepción se escuchaba en su voz. —Dijiste que ya no lo harías.


—No pude negarme, JongIn. Tú no entiendes.


—Lo entiendo, sé que tienes un corazón noble. Pero te estás matando...


—Mi vida no es importante, la vida de esa niña si lo era.


—Tu vida es importante. Tú eres importante para mí. —tomó las mejillas del muchacho con ambas manos. —Por favor, piensa en ti, alguna vez en tu vida. Piensa en ti.


 


JongIn no mencionó más, pues sabía cómo Kyungsoo reaccionaba con ciertos temas, ya no quería hacer que se sintiera incómodo. Por aquello, volvió hacia la entrada para recoger el regalo que había traído para él, motivo por el cual le había estado esperando.


 


—Es la canción del otro día, noté que te gusta el vinilo, así que aquí la tengo.


—No debiste... —Kyungsoo no tardó en recibir aquel regalo, acariciando los bordes con bastante emoción. —¿Quieres entrar a escucharlo conmigo?


 


No era necesario que JongIn respondiera esa pregunta.


Lo primero que hizo Kyungsoo una vez que entraron, fue ir directo hacia su viejo tocadiscos. Muchos podrían decir que era totalmente anticuado, pero Soo amaba el sonido del vinilo, le hacía recordar a su abuela y por consiguiente, le hacía sentir seguro entre sus recuerdos.


La canción comenzó y no tardó en sonreír. Poco a poco el malestar que le había inundado hace un rato, iba desapareciendo y sospechaba que todo era gracias a JongIn. La señora que le dio el don, jamás especificó que debía ser ChanYeol quién le amara para curarlo. Todos estos años, había vivido con ese recuerdo, evitando que alguien entrara en su corazón.


Hasta que él apareció.


Cierto rastro de timidez apareció en él al momento de querer sentirle todavía más cerca, y no tardó en pedírselo, haciendo apenas un gesto con su mano. JongIn había dado pasos agigantados, y su acercamiento había sido algo desesperado, pues temió que Kyungsoo pudiera cambiar de opinión.


Juntó sus frentes una vez frente al menudito, cerrando sus ojos. JongIn aún acariciaba la mejilla de Kyungsoo con extrema ternura. La situación había dado un vuelco inesperado, pero para nada incómodo. El más bajo sintió cosas que creía haber olvidado. Cosas nuevas que ningunas manos le hicieron sentir antes. Una simple caricia de JongIn estaba borrando todo el dolor que sentía. JongIn estaba sanándole.


Recordó las palabras de aquella mujer, ese día. Cuando predijo que sería tan amado, que su don podría salvar a muchas personas, durante mucho tiempo, sin llegar a ser consumido por ese poder. Él pensó que ella hablaba de ChanYeol, pero recién en ese momento, descubrió que la señora hablaba de JongIn.


Comprendió el dolor.


En ese entonces, comprendió el por qué pasaron todas esas cosas.


Todos los caminos se habían unido para encontrarse con JongIn.


Cuando aceptó por fin todo lo que sentía, sus muros cayeron; dejó que JongIn entrara, y permaneciera. Y esta vez fue él quien tomó la iniciativa, alzándose un poco, atrapó los labios del más alto en un rápido beso. Cualquiera podría llamarle ladrón por haber asaltado a JongIn así, pero al moreno no le molestó en lo absoluto; sus brazos le rodearon sin demora, tomándole de inmediato. El más bajo había rodeado sus piernas ágilmente a las caderas ajenas, aferrándose a aquella persona. Porque ahora que por fin lo sabía, el cómo le quería, no le iba a dejar escapar tan fácilmente.


JongIn le dejó contra su cama, sin aguantar las ansias de meter su mano bajo la camiseta del mayor, deleitándose con la textura de su piel. Estaba frío, pero él podía arreglar eso, pensó, esbozando aquella sonrisa ladina.


Le estaba recorriendo con tanto cariño, que Kyungsoo podía escuchar esos "te amo" aunque JongIn no estuviera hablando. También se esmeraba en hacérselo saber, de la misma forma no pudo evitar que su cuerpo fuera reaccionando ante cada roce. El calor se había acumulado entre sus piernas, expandiéndose por todo su cuerpo, la ropa entonces comenzó a estorbarle.


Lentamente fue separando sus piernas y JongIn no perdió oportunidad de acomodarse en aquel espacio, descendiendo con besos hasta el cuello de Kyungsoo, en donde se entretuvo; besando, dejando que su lengua jugara entre húmedas caricias y finalmente, mordiendo. El más pequeño gime, aferrando sus piernas a las caderas del menor, sus propias manos también habían comenzado a recorrer aquella ancha y definida espalda, acariciando suavemente con la yema de sus dedos, enterrando sus uñas cuando le hacía sentir cosas que no podía expresar con palabras. Sensaciones que le obligaban a jadear de dolor. Y no precisamente de un dolor que no quisiera tener.


El moreno se separó para quitarse toda prenda superior, permitiendo que el más pequeño pudiera observar aquella artística anatomía. Las frías manos de Kyungsoo se habían alzado para poder tocarle, provocando que JongIn jadeara. Soo le recorre lentamente, descendiendo por su cuerpo. Hizo el esfuerzo de mirarle siempre a los ojos. JongIn era tan hermoso, y Kyungsoo lo deseaba tanto. Llegó hasta el inicio de su pantalón, no tardó en luchar contra la cremallera, bajando ésta. El moreno había sonreído ante ese entusiasmo. Supuso que el pequeño estaba tan ansioso como él. Pero la situación era desigual y a JongIn no le gustaba eso; así que desnudó a su mayor, con parsimonia y delicadeza, pues quería darse el tiempo de disfrutar de él. Cada mirada, jadeo, e incluso la forma en la que temblaba bajo su cuerpo.


Bajó entonces con húmedos besos, por su cuello, sus clavículas. Hasta rodear su pezón derecho con la lengua y succionar. Kyungsoo se arqueó, y aunque quiso gemir, de alguna manera la voz se le había ido; estaba algo estupefacto aún por todo lo que estaba sintiendo. Cuando JongIn tiró apenas del pequeño botoncito con sus dientes, entonces Soo sacó la voz con un fuerte gemido. El más alto sacó los pantalones ajenos casi a tirones, pues la paciencia se le había terminado. Tenía un duro problema dentro de su bóxer, y necesitaba calmarlo ya. Sus manos recorrieron los muslos de Kyungsoo, ahogó un par de gruñidos. Y es que jamás había visto algo tan hermoso, a alguien tan jodidamente bello como él.


Cierto pudor había invadido al pelinegro, provocando que sus mejillas se pintaran de carmesí, le gustaba sin duda lo que estaba sintiendo, y tuvo la seguridad de querer continuar, en ningún momento la idea de detenerse pasó por su mente. Así de seguro estaba. JongIn volvió a sus labios y tocó esa parte del paraíso. Al tener nuevamente esa cercanía, sus cuerpos crearon ciertos roces, que pasaron de ser inocentes a transformarse en algo más explícito. La forma en la que JongIn estaba moviendo sus caderas contra Kyungsoo, podría haberse considerado un pecado.


Las últimas prendas fueron retiradas y lanzadas, haciendo que la habitación del mayor quedara todavía más desaliñada. Kyungsoo no se había atrevido a mirarlo todavía, aún cuando sabía que el moreno no se había perdido un solo detalle de su desnudez. Le sentía, duro y caliente, rozándose contra él. La diestra de JongIn le había rodeado, brindándole placer mientras devoraba sus labios. Tantos habían sido sus besos, que comenzaba a sentir sus labios hinchados, pero ni eso le detuvo. A veces se separaba para gemir, la necesidad le obligó a pedir por más y debido a que JongIn estaba disfrutando el torturarle, tuvo que ir a por ello él mismo. Un pequeño impulso y gracias al aferro que tenía sobre el cuerpo ajeno, le hizo quedar a él arriba. Un sorprendido JongIn le miraba, de espaldas contra la cama; Kyungsoo apoyó sus manos en el pecho del moreno, manteniéndole en aquella posición. Había alzado sus caderas lo suficiente para poder frotar el miembro del menor entre sus glúteos. Aquello hizo gemir roncamente a JongIn, quien sin perder tiempo, había atrapado dicho culo con la palma de sus manos, apretándolo, dándole la seguridad para que siguiera.


Llegado el momento, Kyungsoo quiso ir todavía más allá, atreviéndose entonces a tomar el miembro de menor con su mano. Le sintió y aquello le dio tanto morbo, que su propia erección comenzaba a doler de lo excitado que estaba. No tenía nada para lubricarle, ni siquiera la presencia de un condón. JongIn, a modo de improvisación, había mojado sus propios dedos con algo de saliva. Atrajo al más pequeño contra su cuerpo, al menos un momento. Quería darse el tiempo de prepararlo aunque fuera un poco.


Su diestra fue perdiéndose entre los glúteos ajenos, hasta que pudo tantear sin mucha dificultad aquella rosácea entrada. Frotó con cuidado, insistentemente, provocando que el pequeño sobre su cuerpo, se removiera y jadeara. Besó su mejilla mientras introducía apenas su índice al apretado interior de su mayor, aquellas estrechas y palpitantes paredes que se negaban a su intromisión; movió nuevamente sus caderas contra Kyungsoo, el roce de sus miembros, iba estimulando al mayor y aquello lo llevaba a relajarse. Unió entonces un dedo más, penetrándole hasta los nudillos y manteniéndolos dentro, sin movimiento, mientras disfrutaba de aquella fricción contra el pelinegro. Comenzó entonces un ligero vaivén con sus dígitos, deleitándose con la sensación. Kyungsoo volvió a la posición anterior, tomando la mano ajena para alejarla, pues ya no deseaba esperar más.


Tomó la erección del mayor y la guió hacia sus glúteos, separando sus piernas para poder acomodarle justo en su entrada. El moreno le había sostenido de las caderas, a la espera. No iba a forzarlo, pero Kyungsoo simplemente se dejó caer, provocando aquel sonido seco de sus pieles y aquellos fuertes gemidos. JongIn jamás agradeció tanto la ausencia de un lubricante, porque lo que sintió, si bien fue doloroso, el recibimiento cálido y apretado de Kyungsoo, fue hilarante. Le llenó de un regocijo que jamás pudo haber imaginado, provocó que sus dedos se enterraran en las caderas ajenas, en donde probablemente dejaría una huella.


Soo por otro lado, se llevó la peor parte. Sabía que dolería de todas maneras, mientras más rápido, más pronto podría ser capaz de disfrutarlo. Recibió la ayuda de JongIn, quien no tardó en masturbarle una vez que permaneció quieto, intentando acostumbrarse a su tamaño, su presencia. Fue desgarrador, sin duda alguna, pero la unión en sí, tenía un significado que para él atravesaba más que lo sexual. Estaba entregándose a él, por fin y JongIn lo supo. La estimulación brindada le fue suficiente para contonear suavemente las caderas, sin permitir que el miembro ajeno saliera de su interior. Sentirle palpitando lleno de necesidad dentro de él, fue sin duda lo más excitante que había experimentado. De pronto todo rastro de timidez se había ido, y en cuanto el menor apretó uno de sus glúteos con fuerza, no tardó en alzarse, lo suficiente para que la erección del muchacho saliera (no del todo) y así dejarse caer otra vez sobre él. Se tomaba su tiempo, lento, hasta que las punzadas de dolor iban disipándose hasta olvidarlo. Por supuesto siempre estaba presente, pero su erección seguía igual de dura que al inicio.


Aquel lento ritmo del inicio, se había tornado frenético con el pasar de los segundos, llenando la habitación de jadeos, el sonido de sus pieles constantemente chocando y por supuesto, el rechinido de la cama. JongIn estaba fascinado, su adorable hyung tomando el control en una situación como aquella, cabalgándole y siendo tan erótico, que cualquier película pornográfica se quedaba en la nada si comparaba. Todo había sido una grata y maravillosa sorpresa. Kyungsoo descendió para poder atrapar los labios del moreno, en un frenesí incontrolable. JongIn aprovechaba para marcar su propio ritmo, amarrando su brazo alrededor de la cintura y sosteniéndole de los glúteos con el otro, movió sus caderas contra él, embistiéndole con aquella misma adicción, profundamente, provocando que los armoniosos gemidos de su hyung fueran alzándose todavía más. La constante fricción entre sus cuerpos, más aquella precisión en cada embestida, llevó a Kyungsoo a correrse antes de siquiera poder decirle a JongIn, quien por supuesto, no se había detenido. Ver el rostro de su pequeño tocando el clímax, fue demasiado excitante, la forma en la que los espasmos le invadieron, sentir la cálida esencia manchando su abdomen y cómo el interior del pelinegro se volvió todavía más estrecho, le llevó a tocar su propio éxtasis, liberándolo dentro de su amante.


Las respiraciones erráticas, y los jadeos que quedaron, fueron el único sonido que se escuchó luego en la habitación. Había sido casi increíble que algo como aquello sucediera, casi para ambos. JongIn había tomado aquello como un 'si' al estar junto a él. Luego de que se entregaran ambos de esa forma, el mayor de ambos no podía seguir negando la existencia de esos sentimientos. Quiso preguntarlo, aún cuando se encontraba todavía dentro del pelinegro, y su respiración no se había calmado del todo. Acarició la pequeña espalda, notando que la piel ajena ahora estaba cálida. Casi tanto como su propia piel.


JongIn se había retirado lentamente, provocando que Kyungsoo gimiera. Alcanzó un par de pañuelos desechables, de modo que podía limpiar los restos de ambos orgasmos. Al intentar levantarse, Kyungsoo le tomó del inmediato del brazo, con una clara expresión de duda.


 


—¿Qué sucede, dónde vas? —cuestionó entonces el pelinegro. La sola idea de que él se iría luego de lo que acaba de suceder, hizo que su corazón palpitara más lento.


—Voy a buscar otra manta, empezó a llover. ¿No tienes frío?


 


Entonces Soo se preguntó cómo había sido capaz de pensar aquello de JongIn. Le miró desde la cama, caminando desnudo hacia el armario, de donde sacó una manta más y se devolvió a la cama. Kyungsoo se había cubierto la cara con la sábana.


 


—Oh vamos, no tienes ni tengo nada que no hayamos visto hace menos de diez minutos.


—Sigue siendo vergonzoso. —murmuró entonces Kyungsoo, quitándose la sábana y acercándose al más alto una vez que volvió a la cama. Apoyó su mejilla en el pecho ajeno, sintiéndose por fin bien, luego de tanto tiempo, a pesar del considerable dolor en su parte baja. Cerró sus ojos, siendo invadido de pronto el cansancio del sueño, antes de que aquello sucediera, tan sólo susurró:—¿Te quedas conmigo?


 


El silencio se volvió armonioso, pero antes de que pudiera realmente dormirse, escuchó a JongIn murmurar.


 


—Toda la vida.


 


 


***


 


 


Miró su reloj de inmediato al salir de la biblioteca, iba tarde, como siempre. Corrió lo más rápido que pudo (si, él corrió), debido a que su salud estaba mejor que nunca. Claro, a veces la gente solía buscarlo y pedirle que usara su don, pero ya no tenía de qué preocuparse, porque el amor de cierto chico jamás iba permitir que su salud se marchitara.


Le ve al final de calle, y no puede evitar sonreír. Sabe que su sonrisa hace que JongIn jamás pueda enojarse realmente con él. Una vez que llega frente al muchacho, lo primero que hace es envolverle en un gran abrazo.


 


—Tardaste... —murmuró entonces JongIn, frunciendo apenas el ceño mientras robaba un beso de los labios de su actual novio.


—Perdón, tuve que archivar muchas cosas, pero... aquí estoy. ¿Vamos a casa?


 


Entonces JongIn asintió, tomándole de la mano para ir de camino a su hogar.


En el poco tiempo que habían compartido, JongIn le había dado grandes enseñanzas a Kyungsoo. No estaba seguro de que una persona como él mereciera tanto amor y tanta devoción de alguien como JongIn. Tampoco supo si se trataba realmente del destino que los hizo juntarse.


 


Fuera lo que fuera, Kyungsoo le estaría eternamente agradecido. 


 


 


 


Fin<3


 

Notas finales:

Mucho tiempo sin subir Kaisoo. Estaré de vuelta con un Kaisoo y ChanBaek +18¿? Muchas gracias a quienes lean. 


Estoy en wattpad como: Outuum


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).