Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Perdona si digo que te amo por Parepi_

[Reviews - 196]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento la demora, últimamente ando más cansada de lo normal, y luego el internet comienza a fallar. Lo siento mucho uu 

– ¿Joseph? ¿En serio eres tú?

– El mismo –respondió mientras sonreía mostrando–. ¿Me extrañaste?

Emily no contestó, estaba simplemente tan atónita que las palabras no salían de su boca. Esto hizo que el chico comenzara a reírse divertido.

– ¿Tanto te he sorprendido que te has quedado sin palabras?

– Bueno, sí, es solo que –las palabras seguían trabándose en su mente–, yo no me esperaba que tú, es decir, ¡han pasado tres años desde la última vez que te vi!

– Lo sé, me fui un largo tiempo, perdón por eso –en sus palabras se notaba una pizca de arrepentimiento–. ¡Pero ahora ya volví!

– Ya me di cuenta de eso, pero –su rostro dibujó un fingido enfado– ¿por qué no me dijiste que regresarías?

– Era una sorpresa. Mi objetivo era sorprenderte y dejarte sin palabras, y creo que lo logré.

– Tonto, no has cambiando nada –negó para sí misma con una sonrisa–. Por cierto…

– ¿Qué pasa?

– ¿Cuánto más planeas estar encima de mí?

– Mmh –pensó por un par de segundos–… Ni idea, eres realmente cómoda –dijo acurrucándose en su pecho y abrazando con más fuerza su cuerpo.

– ¡No! ¡No! ¡Me aprietas! –se quejó– ¿¡Cuándo te hiciste tan fuerte?!

– Cuando me obligaron a practicar básquet e ir al gimnasio en Europa al verme todo el día metido en mi cuarto –contestó divertido –. Aunque ahora creo que tomaron la decisión correcta.

– ¡Ya! ¡Joseph! ¡Suéltame! –aunque se estaba quejando, podía notarse que en realidad aquella situación la divertía.

Siguieron hablando y peleando entre ellos, ignorando por completo que tan solo a poco más de un paso de distancia se encontraba alguien más.

Tatiana veía la escena con incredulidad y recelo, observando con atención todos los gestos y palabras de Emily, ésta estaba hablando con tanta soltura y sonriendo tan naturalmente que no parecía aquella misma chica que mantenía un rostro serio la mayor parte del tiempo. Sin embargo, lejos de compartir la felicidad de la ojiazul; Tatiana solo podía sentir desconcierto. ¿Por qué? No lo sabía, y tampoco quería saberlo. Lo único que tenía claro era que quería deshacerse de aquella opresión en su pecho que la hacía sentirse extrañamente abatida.

Decidió ponerle fin a aquel momento haciéndose notar.

– Ahm… ¿Emily?

Cuando dirigió sus azules ojos a la castaña sus mejillas se ruborizaron. Había olvidado totalmente que Tatiana también se encontraba allí presente.

– Ah, Tatiana, lo siento –se disculpó apenada–. Ya, Joseph, déjame, en serio.

El chico hizo un puchero, pero al ver la mirada seria de Emily no tardó en acatar la orden. Se levantó y, seguidamente, ayudó a la ojiazul en ponerse de pie también.

– Siento eso –dijo Emily dirigiéndose a Tatiana–, esto me tomó tan de sorpresa que olvidé que te encontrabas aquí también.

– No te preocupes, ya pasó –respondió disimulando el pinchón que sintió en su pecho ante aquellas palabras. Dirigió su miel mirada hacia el chico quien también la miraba curioso– ¿Él es…?

– Oh, disculpa, no los he presentado. Verás, él es Joseph Weyler, un amigo de mi infancia.

Joseph Weyler era un chico de cabello corto, crespo y algo alborotado de un color rojo oscuro chocolate; era alto, de aproximadamente 1.70 de estatura; poseedor de unos curiosos ojos verdes esmeralda. Y, al igual que Tatiana y Emily, tenía 17 años.

– ¡Hola! –dijo el chico sonriendo amable– ¡Mucho gusto!

– Joseph, ella es Tatiana Vernacci, mi –hizo una breve pausa para pensar sus palabras–…compañera de clases.

– Hola –lo saludó Tatiana disimulando nuevamente un pinchón en su pecho.

– Espero que nos llevemos bien a partir de ahora.

Ambas chicas quedaron algo extrañadas ante las palabras de Joseph, mas no dijeron nada al respecto.

– Igualmente –respondió devolviéndole la sonrisa.

– Por cierto, ¿qué haces aquí? –preguntó Emily dirigiendo su vista hacia el chico– Digo, no era necesario venir hasta aquí para sorprenderme, pudiste haberlo hecho a la hora de salida, o más tarde en mi casa.

– Esa es la segunda sorpresa que tenía preparada.

– ¿De qué hablas?

– A partir de ahora estudiaré aquí –contestó con una sonrisa de oreja a oreja – ¡Sorpresa!

Las reacciones de ambas chicas ante aquella revelación fueron diferentes: Emily, por su parte, se emocionó y sonrió ampliamente ante la noticia. Tatiana, sin embargo, solo sintió su desconcierto crecer a la par que una intranquilidad comenzaba a nacer.

– ¿Hablas enserio? –cuestionó Emily.

– ¿Alguna vez te he mentido?

– Pues no, pero, ¿Cómo? Las clases empezaron la semana pasada.

– No hay nada imposible para Joseph Weyler.

– Tan modesto como siempre.

Joseph soltó una risa.

– Pues como sabrás, la idea era terminar mis estudios en Europa, pero hablé con mis padres y logré convencerlos de volver. Sin embargo, resulta que los papeleos y trámites para el cambio de escuela se atrasaron. Recién hace unos días llamaron a mis padres diciendo que ya todo estaba listo para el cambio, así que alisté mis maletas y viajé. Hoy vine para recoger unos papeles y los materiales de estudio, y claro, también para verte.

– ¿Y por qué no terminaste tus estudios en Europa? Pienso que allá tenías mejores oportunidades que acá.

– Puede que sea cierto que allá tenía mejores oportunidades, pero…

Joseph desvió la mirada. Colocó la mano derecha sobre su nuca mientras que la izquierda la guardaba en un bolsillo de su pantalón.

– ¿Pero…? –inquirió Emily.

– Pues –posó su verde mirada sobre ella. Una sonrisa acompañada de un leve rubor adornó su rostro –, tengo mis razones, eso es todo.

Emily no entendió a qué se refería Joseph, pero la que sí captó el mensaje fue Tatiana.

– Emily –la llamó, en su tono de voz se reflejaba una ligera molestia–, ya falta poco para que terminé el almuerzo.

– ¿En serio? –dirigió su atención a aquellos ojos color miel– Creo que aún queda algo de tiempo.

– Estoy segura, será mejor que vayamos yendo al salón.

– Pero-

No pudo terminar de hablar pues en ese momento Tatiana la tomó de la mano y la jaló hacia dentro del edificio. Trató de resistirse y soltarse, pero nuevamente fue superada en fuerza. Ya resignada a no poder hacer nada para liberarse del agarre, volteó su mirada a donde se encontraba Joseph.

– ¡Nos vemos! –gritó mientras se despedía agitando la mano.

– ¡Eso es un hecho! –respondió agitando también su mano en el aire – ¡Vendré más tarde para recogerte!

Emily iba a responder, pero Tatiana aceleró el pasó y en menos de cinco segundos ambas ya se encontraban dentro de la cafetería. Sin deshacer la unión de sus manos, ambas atravesaron el lugar y subieron las escaleras hasta llegar a su respectiva aula, la cual aún se hallaba vacía. Cuando cruzaron la puerta, Emily finalmente pudo librarse del agarre de Tatiana.

– Sabes que no me gusta ser jalada de esa forma.

Tatiana no respondió nada, ni siguiera se volteó, solo siguió dándole la espalda a Emily.

– Él –comenzó a susurrar luego de un par de segundos en silencio–… ¿Él que es para ti?

– ¿Disculpa? –no comprendió del todo la pregunta – No entiendo, ¿a qué te refieres?

– Joseph, Joseph Weyler –se dio media vuelta y la miró directamente a los ojos –. ¿Qué significa él para ti?

– ¿Qué significa Joseph para mí? –repitió confundida– ¿Por qué lo preguntas?

– Solo…solo quiero saberlo…

Emily no entendía el actuar de Tatiana; es más, ni siquiera la propia Tatiana entendía el porqué de sus acciones. Se quedó unos segundos en silencio meditando su respuesta.

– Él es un amigo muy cercano, es alguien realmente importante para mí.

El ya típico pinchón en su pecho volvió a hacerse presente. Luego de un par de segundos finalmente se atrevió a hacer otra pregunta.

– ¿Y yo? ¿Qué significo yo para ti?

– ¿Qué? –la había tomado desprevenida– ¿Tú?

Tatiana la miró fijamente, reflejando en sus pupilas la ansiedad de la cual era víctima en ese momento. Emily la observaba también sin saber muy bien qué decir o hacer.

– Pues –comenzó a decir con un tono de voz bajo tratando de poner en palabras lo que tenía en la cabeza– supongo que eres… No sé muy bien cómo decirlo, lo siento.

– Tú para mí eres alguien importante –confesó con las mejillas ligeramente ruborizadas–. Sé que no ha pasado mucho desde que empezamos a hablar y eso, pero…en serio te has vuelo importante para mí.

Ante aquella revelación Emily no pudo evitar que sus pálidas mejillas se tiñeran de carmín. Desvió la mirada avergonzada y, luego de unos segundos meditándolo, habló.

– Yo siempre te he considerado un dolor de cabeza –al escuchar eso Tatiana sintió su corazón encogerse y agachó la mirada–, pero luego del poco tiempo que hemos pasado juntas… Te sigo considerando un dolor de cabeza, mas no me molesta para nada que seas mi dolor de cabeza ahora, es incluso…agradable, supongo.

Tatiana volvió a posar sus mieles ojos en Emily, ésta estaba con la mirada puesta en algún lugar del pizarrón y las mejillas bañadas en carmín. Sus mieles ojos se iluminaron.

– Entonces… ¿Eso significa que también soy importante para ti? –preguntó.

– Sí –contestó aún sin mirarla –, imagino que eso es lo que significa.

Sin poder disimular para nada la felicidad que esas palabras le causaron, una tonta sonrisa de oreja a oreja no tardó en aparecer en el rostro de Tatiana. Se regocijó un poco más en aquella agradable sensación que la inundaba antes de volver a hablar, esta vez sin que su rostro delate tan claramente su alegría.

– Entonces no vuelvas a decir que somos solo compañeras de clases.

– ¿Qué? –extrañada, finalmente posó sus azules en ella.

«¿Entonces era eso lo que la había molestado?», pensó. Sin poder evitarlo, una sonrisa divertida adornó su rostro. «Ella es más simple de lo que pensé».

– Entonces –sonrió ladina–, ¿debería haber dicho que somos extrañas?

– ¿Qué? ¡No! –exclamó– ¡Amigas! ¡Nosotras somos amigas!

Emily no pudo evitar soltar una ligera risa.

– Entiendo, entiendo, somos amigas –respondió todavía riendo con delicadeza.

Al verla Tatiana no pudo evitar sonrojarse, desvió la mirada tratando de que el rubor en sus mejillas no sea tan notable.

– No te rías –susurró haciendo un puchero con sus labios–, esto es algo importante.

– Lo siento –respondió finalmente dejando de reír–, no era mi intención.

La miró con fingido enfado y aún manteniendo su puchero, pero cuando se percató del rastro de algunas pequeñas porciones de césped del patio en su negra cabellera volvió su rostro a su expresión de siempre. Se acercó sin avisar hacia Emily y, con cierta delicadeza, comenzó a quitar lo verde. Estaba tan concentrada en eso que no se percató que sus rostros quedaron a menos de 10 centímetros de distancia.

Emily, por su parte, sí estaba consciente aquello. Sin saber muy bien porque, tuvo que aguantar la respiración por unos segundos cuando Tatiana se acercó tan repentinamente a ella. Ésta estaba tan concentrada quitando las pequeñas ramas que se colaron en sus negros cabellos que no notó como Emily la miraba con dulzura.

Cuando terminó de quitar la última ramita sonrió satisfecha por su trabajo, alzó la mirada y entonces sus mieles ojos se toparon con aquel profundo mar azul observándola fijamente. Se congeló en su lugar contiendo sin querer la respiración por un segundo. Podía sentir como su corazón comenzaba a latir cada vez más rápido, y rogaba porque aquel golpeteo no fuera escuchado.

– Gracias –susurró Emily.

Involuntariamente Tatiana tragó grueso, sus labios se entreabrieron y su mente comenzaba a nublarse. Quería decir algo, pero las palabras se atoraban en su garganta y morían en su boca. Sin quererlo realmente, sus mieles ojos se posaron en aquellos rosados labios por una milésima de segundo, luego estos volvieron a mantener el contacto visual.

Emily al percatarse de esto, le fue inevitable no ver también de reojo aquellos labios que el día anterior habían robado su primer beso.

Se quedaron viendo en completo silencio esperando algún gesto o señal de parte de la otra que les indicara que era lo que tenían y lo que no tenían que hacer. No querían dar un paso en falso, caminar a ciegas simplemente era algo que no se atrevían a hacer, al menos no en ese momento. Lo único que se aventuraban a hacer era intercalar las miradas de sus ojos a sus labios y de sus labios a sus ojos.

De no ser por la campana que indicaba la finalización del almuerzo aquel momento hubiera durado mucho más. Aquello fue como una alarma que las despertó de su pasajero trance. Ambas desviaron la mirada y la fijaron en algún punto aleatorio del salón.

– Yo…yo iré a sentarme ya a mi sitio –dijo Tatiana–, acabo de recordar que me faltan completar algunas cosas de la tarea.

– Vale –contestó aún sin mirarla–, hablamos luego.

Comenzaron a caminar cada una a su respectiva carpeta, intentando en el transcurso que sus pensamientos dejen de estar tan alborotados.

Cuando la clase comenzó ninguna de las dos pudo estar plenamente concentrada en las explicaciones del profesor. Aquellas extrañas sensaciones en sus estómagos, sus corazones agitados y sus pensamientos alborotados simplemente no las dejaban centrarse en algo más que no fuera aquel raro sentimiento al cual no le querían poner nombre.

Discretamente se miraron a escondidas, cuidando que tanto el docente como sus compañeros de clase se percaten. Y cuando sus ojos chocaban solo atinaban a desviar rápidamente la mirada. Sonrojadas, avergonzadas, confundidas: esa era una buena manera de describir como se sentían cada vez que sus ojos coincidan.

Al sonar la campana de salida sonó los alumnos comenzaron a abandonar sus respectivas aulas luego de la típica charla de cierre de sus tutores. Sin embargo, Tatiana se encontraba en un dilema: ¿Iba con sus amigos o iba con Emily? Luego de lo que había pasado con la ojiazul simplemente no sabía cómo debía mirarla ahora.

«Esto es una mierda», se quejó en su cabeza. «¿Por qué tuve que hacer eso? Simplemente le hubiera dicho que tenía césped en el cabello en vez de quitárselo yo misma».

– Emily –el llamado del tutor hizo que varios alumnos le prestaran atención–, ¿podrías acompañarme un momento, por favor? Quiero hablarte de algo.

– Claro –respondió la ojiazul levantándose de su asiento–, no hay problema.

– Los demás sí ya pueden retirarse, nos vemos mañana.

Luego de eso ambos, Alejandro y Emily, abandonaron el aula con dirección a la oficina de tutores.

Tatiana lanzó un suspiro al aire que mezclaba resignación y alivio: Ahora su dilema estaba fuera de contexto.

– Oye Tati –la llamó Camila–, ¿vienes?

– Ah, sí, sí –rápidamente se puso su mochila al hombro y se apresuró a llegar donde sus amigos–. Lo siento, estaba divagando.

– Eso no es novedad –dijo David, recibiendo luego un ligero golpe en el brazo de parte de la ojimiel–. Auch, lo siento.

Caminaron hablando amenamente acerca de temas triviales, bromeando y riendo entre ellos.
Cuando cruzaron el gran portón notaron que había una cierta de cantidad de alumnos que atrasaban su paso para mirar con curiosidad a un chico pelirrojo que se hallaba apoyado en un automóvil deportivo bastante elegante de color blanco. A pesar de tener miradas sobre él, el pelirrojo estaba concentrado en su celular, solo alzaba la mirada de vez en cuando para fijar sus verdes ojos en el portón.

– ¿Estará esperando a alguien? –preguntó Marcelo.

– Eso creo –contestó Antonio–. Nunca lo he visto antes, ¿es alguien del colegio?

– Lo dudo –dijo Camila–, alguien así no podría pasar desapercibido.

– Exacto –la apoyó Fernanda–, yo recordaría a alguien así de sexy.

Observaron un par de segundos más al chico, luego siguieron su caminando. Sus pasos solo llegaron hasta la esquina puesto que se habían detenido a discutir en si ir o no a comer algo. Todos intervenían dando alguna que otra sugerencia, pero Tatiana solo decía un par de palabras antes de quedarse callada y desviar la mirada hacia la entrada de la escuela.

Emily, por su parte, se estaba dirigiendo ya al gran portón para abandonar la institución. Su mirada estaba puesta al frente, pero su mente se encontraba divagando. Y dado que no estaba prestando atención a su alrededor no pudo notar cuando, al cruzar el gran portón y dar unos cuantos pasos, alguien se le acercó.

– Emily.

Al levantar un poco sus azules ojos se encontró con su pelirrojo amigo viéndola con una gran sonrisa.

– Hola Joseph –lo saludó devolviéndole la sonrisa.

– Te demoraste, ¿pasó algo?

– Mi tutor quería hablarme de algo.

– ¿De qué? –preguntó curioso.

– Solo quería que ayudara al nuevo estudiante que se integrará la próxima semana –lo examinó con la mirada–, ¿has hecho algo en específico para que te asignaran a mi aula?

– Esa será una duda con la que tendrás que vivir –contestó llevándose ambas manos detrás de la nuca.

– ¿Por qué siento que serías capaz de algo así?

El chico comenzó a reír, y luego Emily le siguió. Mientras reía, sintió una mirada sobre ella, entonces volvió su semblante serio y dirigió su azul mirada hacia su derecha, posando sus ojos en la esquina de la calle. Ahí se topó con unos mieles ojos que la observaban.

Al ser descubierta, Tatiana desvió la mirada y fingió interés en la conversación que estaban teniendo sus amigos, pero no contó que uno de ellos se haya dado cuenta que su atención estaba puesta en otro lugar desde hace ya un buen rato.

– ¿Qué es lo que tanto miras desde hace rato? –preguntó Antonio fijando su vista hacia mismo punto en que Tatiana estaba mirando– Ah, el chico pelirrojo, ¿te llama la atención?

– ¿Celos? –lo molestó Fernanda.

– Claro que no tarada –fulminó a su amiga con la mirada y luego volvió la vista hacia Joseph–. Oh, parece que es amigo de Emily, ¿eso era lo que te interesaba?

– ¿Qué? ¿El chico sexy es amigo de Emily? –Fernanda dirigió su mirada hacia los dos susodichos– Vaya, eso no me lo esperaba.

– ¿Entonces tú lo conoces, Tatiana? –inquirió Marcelo.

– No…–respondió evitando mirar hacia donde se encontraba– Realmente no he escuchado nunca de él.

– Vaya, pues parece que incluso la princesa de hielo tiene sus caballeros escondidos también –bromeó Camila.

– Oigan, ¿podemos dejar de espiar al sexy pelirrojo? –intervino David– La promoción de 2x1 en la pizzería solo es hasta las cinco.

Luego de intercambiar algunos comentarios más, cruzaron la calle para dirigirse a la pizzería. Tatiana miró por última vez a Emily de reojo antes de seguir a sus amigos.

Cuando vio aquella castaña cabellera alejarse, Emily no pudo evitar soltar un ligero suspiro.

– ¿Pasa algo? –preguntó Joseph.

– ¿Qué? –la había tomado desprevenida– Oh, no, no. Solo estaba un poco distraída.

– Mmm… –la examinó momentáneamente con la mirada– ¿Segura?

– Segura.

– Bueno, vale entonces –miró el reloj que llevaba en su muñeca izquierda–. Se está haciendo algo tarde, ¿quieres que te lleve a tu casa?

– ¿Estás seguro? Me imagino que como acabas de volver tienes que hacer todavía bastantes cosas.

– Pues sí, tengo que hacer bastantes cosas como desempacar y hacer algunas compras, pero la tarde es larga y todavía tengo algunos días antes de empezar el colegio. Entonces, ¿te llevo? –la miró sonriente– Aún hay muchas cosas que quiero contarte.

– Vale, pero antes déjame avisarle a Michael que…

– Eso ya está hecho –la interrumpió–, le dije antes de que salieras que yo te llevaría.

– Así que ya tenías planeado llevarme.

– Sabía que no te resistirías a mis encantos.

Emily solo rio por respuesta, luego siguió a Joseph hasta su automóvil. En cuanto ambos se sentaron en la parte trasera; Sebastián, el chofer, comenzó a conducir.

Notas finales:

Ya saben que cualquier duda, sugerencia y/u opinión es bien recibida en los comentarios, me encanta leerlos a ustedes también

Por cierto, ¡Feliz día del amor y la amistad! Espero que la pasen genial al lado de las personas que quieren

Saludos, ¡nos leemos pronto!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).