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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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– No sé de qué hablas, pero –apartó bruscamente su mano– no vuelvas a tocarme.

– Vaya, eres más tímida de lo que me imaginé, esto será divertido.

– ¡CHRISTINA!

Aquel grito hizo que ambas posaran sus azules ojos con diferentes tonalidades en la castaña que las miraba a un par de pasos de ellas.

What happened darling?

– La estas molestando, ya déjala –la reprochó con la mirada–. Solo vamos a comer algo.

Ok! –exclamó sonriente lanzándose a sus brazos– Nunca rechazaría una invitación tuya, my love.

– Te recuerdo que iremos varios, y ya te dije que no te me pegues tanto –le dio un ligero golpe en la cabeza. Levantó la mirada y miró fijamente aquellos ojos azules que la observaban en silencio –. Lamento que te haya molestado.

Emily no respondió, pero no porque no haya querido, sino porque después de decirle aquello Tatiana dio media vuelta junto con Cristina y se marchó. Quedó viendo la entrada del salón esperando que volviera a aparecer en cualquier momento, pero al darse cuenta de que no sería así solo se limitó a suspirar y volver la vista a su libro resignada.

– Bueno…–se animó a hablar finalmente David luego de un extraño silencio – ¿Vamos yendo al comedor?

– Claro –se apresuró a responder Fernanda–, mejor vamos.

– Hablamos después –Joseph se despidió de ellos con un gesto de mano y se dirigió a su sitio, se sentó y clavó su vista en Emily–. ¿Y bien? ¿Qué fue eso?

– ¿Qué fue qué?

– Lo de ahora –dejó su mentón reposando sobre sus manos–. ¿Qué pasó con Christina?

– No ha pasado nada.

– ¿Segura?

– Segura.

– Bueno, entonces solo me lo habré imaginado.

Aunque no le creía, sabía mejor que nadie lo terca que Emily podía llegar a ser, así que solo la dejaría en paz hasta que ella sola tenga la iniciativa de contarle acerca de su actitud.

Mientras tanto, Tatiana y Christina bajaban las escaleras con dirección al comedor, solo ellas dos dado que los demás habían salido del salón unos minutos después.

– ¿Sabes? Es difícil bajar las escaleras si estas abrazándome así que, a menos que quieras caer y morir, agradecería que me sueltes.

Aunque no quería separarse sabía que Tatiana tenía razón, con un adorable puchero dejó libre el cuello de la ojimiel y, en su lugar, cruzó su brazo izquierdo con el derecho de ella.

– Antes me dejabas abrazarte todo lo que quisiera.

– Tú misma lo dijiste, antes, tiempo pasado. Ya las cosas cambiaron.

– Te has vuelto una enojona en todo este tiempo que no te he visto.

– Y tú te has vuelto más habladora.

Well, si mantenía mi personalidad callada no iba a sobrevivir en América –comentó riendo.

– Hubiera sido bueno que también maduraras y no solo aprendieras a socializar en inglés.

What do you say, my sweet love? –se adelantó un par de par de pasos y se paró frente a ella para luego poner una pose provocativa– ¿No crees que he madurado en más de un aspecto?

No supo si fue por lo repentino del acto, el sensual tono con singular acento, por la sugestiva pose o por aquellos ojos azules que la miraban con picardía, pero Tatiana no pudo evitar que sus mejillas se ruborizaran.

– ¿Oh, en serio? –trató de sonar lo más tranquila posible– No lo he notado.

– Men-ti-ro-sa –se acercó y, sin dejar de ver sus mieles ojos, tocó la punta de su nariz con su dedo–. Vi cómo me miraste de reojo en clase.

– No sé de qué hablas –se hizo la desentendida desviando la mirada.

– Eres una per-ver-ti-da –susurró en su oído.

Rápidamente dio un paso atrás sobresaltada rogando por que su rubia amiga no haya notado que aquello había logrado erizar la piel de su cuello.

– ¡Cl-claro que no! –exclamó notablemente avergonzada

Sin poder evitarlo más la rubia se soltó a reír con ganas.

– Al menos esta parte de ti no ha cambiado –comenzó a decir entre risas–, sigue siendo fácil molestarte y hacerte sonrojar.

– Idiota –la miró con el ceño fruncido por unos segundos, pero luego le devolvió la sonrisa–, sigues siendo la misma, al fin y al cabo.

– Es mejor así, ¿no?

– Sí –respondió sincera–. Vamos, si no nos apuramos tocará la campana.

Comenzaron a caminar en silencio y con sus brazos entrelazados.

– Tatiana…

– Dime.

Christina observó por unos segundos el rostro de perfil de la ojimiel, examinando cada mínimo detalle y comparando cuanto había cambiado con el paso de los años, y de paso, meditando si debía o no decir lo que tenía en su mente en ese momento.

– No, nada –sonrió negando para sí misma–. Después te digo.

Tatiana la miró confundida, pero no preguntó y simplemente siguió caminando. Cuando llegaron al comedor compraron algo ligero para comer, luego se reunieron con los demás y se sentaron en una mesa. Hablaron de trivialidades, más que nada sobre las anécdotas de Christina en su estancia en Estados Unidos hasta que sonó la campana y, con pesadez, volvieron al salón.

Las clases comenzaron y transcurrieron con normalidad, obviando el desorden causado por la presencia de le rubia. La hora del almuerzo también pasó sin ningún contratiempo, y las últimas de clases también pasaron sin nada fuera de lo normal.

A la hora de salida Tatiana y sus amigos platicaban fuera del colegio, querían hacer algo y darle un tipo de bienvenida a la rubia.

– ¿Vamos a comer algo? –propuso Marcelo.

– Podríamos ir a la plaza entonces –sugirió Fernanda–, ahí hay un patio de comidas.

Sounds Good!

– Bueno, no tengo nada mejor que hacer –dijo Tatiana encogiéndose de hombros– ¡Vamos!

– ¡Bien! – gritó David entusiasmado– ¡Vamos todos!

– ¿A dónde van?

– ¡Joseph! –David le sonrió y pasó su mano por sus hombros– Íbamos a comer algo celebrando la llegada de Cristina. ¿Vienes? Los celebraremos a los dos.

– ¿En serio? ¡Claro tío! –respondió emocionado– Ah, espera, le preguntaré a Emily si quiere venir.

– ¿Si quiero ir a dónde? – Emily se apareció de la nada a espaldas de Joseph, asustándolo.

– A comer, ¿vienes?

– Lo siento –contestó al instante–, pero preferiría no ir.

Why not? –Christina se acercó a ella y, con una socarrona sonrisa, la tomó por el hombro impidiendo que se vaya– Come on, será divertido.

Emily no se molestó en disimular la mirada de odio que le estaba dedicando a aquella rubia, todos, hasta el más despistado, hubiera podido notarlo.

– Dije que no me volvieras a tocar –apartó la mano de la rubia en un brusco movimiento–. No iré, punto final.

– Buuu, amargada –volvió donde Tatiana y se volvió a colgar de su cuello– ¿Verdad, darling?

– Es tu culpa, tú empezaste –la reprendió pellizcándole una mejilla–. Disculpa de nuevo, Emily, está bien, no tienes que venir si no quieres.

Hubo un silencio incómodo y tenso donde hubo varios intercambios de miradas buscando que alguien le ponga fin a aquel momento.

–Bueno, será para la otra –habló David luego de unos segundos–. ¿Vamos?

Todos asintieron y comenzaron a caminar, agradecidos de alejarse de aquel ambiente tan desagradable. El último en emprender el paso fue Joseph, se quedó unos segundos viendo a Emily esperando que le dijera algo, pero luego de unos segundos suspiró resignado al darse cuenta que su amiga no pesaba soltar palabra alguna. Se despidió de ella y sin esperar respuesta se dispuso a alcanzar al resto, pero justo cuando iba a comenzar a caminar sintió como la ojiazul le jalaba la parte baja de su camisa.

– ¿Emily? –preguntó extrañado– ¿Qué pasa?

– No vayas –susurró, el pelirrojo no pudo evitar sonrojarse.

– ¿Qué? Pero-

– ¡JOSEPH! –lo llamó Marcelo quien ya se encontraba al otro lado de la calle– ¡Ven, te dejaré atrás! ¡Los demás ya se adelantaron!

Joseph miró a Marcelo, luego a Emily, luego de nuevo a Marcelo, y después nuevamente a Emily; y luego de darle un par de vueltas al asunto soltó un suspiro resignado.

– ¡Lo siento! ¡No podré ir con ustedes!

– ¿¡Qué!? ¿¡Por qué?!

– ¡Disculpa! ¡Surgió algo! –sonrió apenado– ¡Avísale a los demás que no iré!

– ¡De acuerdo! ¡Nos vemos mañana! –exclamó antes de ir a paso rápido a alcanzar a los demás.

– ¡Claro! ¡Adiós! –se despidió con un gesto de la mano a pesar de que Marcelo ya no lo veía, entonces volvió sus verdes ojos hacia Emily– Ahora, ¿me contarás qué pasa?

A pesar de que esperó no obtuvo respuesta, Emily se mantenía sujetando la parte baja de su camisa y mirando fijamente al piso. Suspiró nuevamente y decidió indagar el mismo en el asunto.

– ¿No te cae bien Christina?

Emily negó suavemente con su cabeza.

– ¿Por qué? ¿Te dijo algo malo?

Hizo un poco de memoria y, al cabo de unos segundos, volvió a negar.

– ¿Entonces? ¿Por qué no te llevas bien con ella?

La respuesta vino a su cabeza no con palabras, sino con la imagen de Tatiana. No entendía porque, pero el solo ver a aquella rubia tan pegada a Tatiana la hacía molestar, y el hecho de que incluso la provocara intencionalmente solo lograba que sacara lo peor de ella.

Tenía la respuesta, pero no sabía como ponerla en palabras puesto que, sea lo que sea que dijera, podría ser fácilmente malinterpretado.

– Solo…solo no me agrada –contestó finalmente.

Sabía que aquella respuesta vaga no iba a convencer a su amigo de la infancia, por eso cuando Joseph decidió dejar el tema ahí y no presionarla se lo agradeció inmensamente.

En ese momento, pero unas calles más adelante, Tatiana y sus amigos caminaban con dirección a la plaza y hablando animadamente entre ellos. Oh bueno, casi todos hablaban: Tatiana estaba algo callada, con la mirada perdida entre el suelo y sus pasos, de vez en cuando levantaba la mirada y participaba en la trivial conversación que se estaba dando, pero solo por unos momentos y luego volvía a perderse en sus pensamientos.

– ¿Pasa algo? –le preguntó Christina luego de que la ojimiel suspirara.

– Solo estoy algo cansada.

Sus azules claros la examinaron por unos segundos antes de regresar su vista y atención a la conversación.

Cuando ya hubieron llegado a la plaza, se sentaron en una mesa del patio de comidas y cada uno ordenó lo que se le antojaba. El tiempo se les pasó volando pues, en un abrir y cerrar de ojos, dos horas ya habían transcurrido.

– ¡Ahh! Estoy lleno –dijo David estirándose.

– Has tragado como un cerdo –lo acusó Antonio riendo–, es normal que estés lleno.

– Todos los hombres han tragado como cerdos –dijo Camila.

– No le den importancia a los pequeños detalles –Marcelo también se estiraba en su asiento– ¿Ahora? ¿Vamos a otro lado?

– Yo quiero un helado, ¿vamos por uno? –sugirió Antonio.

– ¡Claro! –respondió Fernanda– Siempre hay espacio para el postre.

– A mí no se me antoja –confesó Camila–, pero los puedo acompañar.

– Yo también quiero uno –se agregó Marcelo.

– Lo siento, yo paso –dijo Tatiana apenada–. Será para otra.

– Aburrida –Fernanda hizo un puchero– ¿Por qué no? ¿Tus padres se van a molestar?

Tatiana sintió un pinchón en el corazón y aunque logró disimularlo bastante bien como para que sus amigos no lo notaran, su rubia amiga de la infancia sí lo notó.

– Algo así.

– Ni modo –respondió suspirando– ¿Y tú Christina?

Sorry, yo tampoco puedo.

– Bueno, que se le va a hacer –David se encogió de hombros–. Será otro día.

Ambas se despidieron para luego dar media vuelta y marcharse. Caminaron en silencio hasta la parada del autobús, esperaron un par de minutos hasta que finalmente llegó el carro. Subieron, pagaron y se sentaron en unos asientos en la parte de atrás.

– Oye –Tatiana rompió el silencio entre ambas–, ¿se puede saber a dónde estás yendo?

– A tu casa, ¿a dónde más?

– ¿Y en qué momento dije que podías venir?

– Cuando teníamos siete dijiste que podía ir siempre que quiera.

– ¡Eso fue hace nueve años!

– ¡Eso no quita el hecho de que lo dijiste! ¡Así que iré aunque tu yo actual no quiera!

– Eres imposible –negó para sí misma resignada.

– Gracias.

Volvieron a quedarse en silencio. Tatiana tenía la mirada puesta en el paisaje fuera de la ventana, pero aun así podía sentir los azules ojos de la rubia encima suyo.

– ¿Qué? –preguntó sin girarse– ¿Tengo algo en la cara?

– No, nada, solo me gusta verte.

Inútilmente trató de disimular su sonrojo apoyando su mentón en su mano y tapando con su palma parte de su boca.

– ¿Por qué…? –comenzó a decir la rubia– ¿Por qué no le has dicho a tus amigos sobre lo de tus padres?

– Porque no es necesario que lo sepan –contestó tajante y sin emoción alguna–, no es algo que tengan que saber.

– Pero–

– Christina –la cortó–. Por favor, no quiero hablar de eso.

La rubia sintió como su corazón se encogía al no poder ayudar a la persona que más quería, sintiéndose completamente impotente. Decidió hacer caso a los deseos de su amiga así que dejó de tocar el tema, al menos por el momento.

Luego de un viaje de 10 minutos en completo silencio finalmente llegaron al departamento de la ojimiel. Dejaron sus mochilas en el gran sillón de la sala y, mientras Tatiana traía algo de refresco para ambas, Christina tomó asiento y exploró el lugar con su mirada, sintiendo nostalgia en cada rincón por el que sus ojos pasaban.

– Este lugar no ha cambiado nada.

– No he movido nada de su sitio después de todo –contestó Tatiana apareciendo repentinamente con dos vasos con jugo de manzana–, solo cambié algunos adornos que se rompieron.

Se sentó a su lado y le dio uno de los vasos. No tenían nada planeado así que optaron por la vieja confiable: ver televisión hasta que aparezca algún programa interesante. O al menos ese era el plan hasta que la rubia notó la funda de guitarra apoyada, sin poder creérselo dejó su bebida en la mesa de centro y caminó hasta quedar al costado del instrumento, rozando con cuidado el forro con la yema de sus dedos.

– ¿Es…la guitarra de tu hermana? –preguntó incrédula, giró su mirada y sonrió con ligera emoción– Pensé que tú ya no-

– Solo la saqué para lavar el forro –aclaró interrumpiéndola–, no es que haya vuelto a tocar.

– No eres buena mintiendo, al menos no conmigo –se acercó nuevamente a la ojimiel y se sentó a su costado–. Has vuelto a tocar, ¿verdad? Me alegra, a ti realmente te gustaba cuando eras pequeña-

– ¡Ya te dije que no es así! –exclamó asustando a la rubia y colocando su bebida en la mesita de centro– Yo no volveré a tocar.

– Tatiana… –la miró afligida y con ese sentimiento de impotencia nuevamente en el pecho– Ya ha pasado bastante tiempo desde aquello, ¿no crees que es hora de avanzar?

– ¿Qué puedes saber tú? –desvió la mirada fastidiada– Te fuiste a Estados Unidos, no estuviste todo este tiempo.

– Lo sé, lo sé y en serio lo siento –en su azul mirada se notaba verdadero arrepentimiento–. Tanto mis padres como yo queríamos quedarnos y hacer más por ti, pero la situación nos superó, todo fue tan repentino y el contrato que mi padre había firmado… –suspiró frustrada y negó para sí misma al sentir que todo lo que decía no eran más que excusas baratas– Lo siento.

– No, no te disculpes –regresó sus mieles ojos a su amiga y le regaló una ligera sonrisa, apenada por su actitud de hace unos segundos–. No fue tu culpa, ni fue culpa de tus padres, ustedes ya tenían todo planeado antes de que, bueno, eso pasara.

– Pero aún así debí quedarme contigo –pasó su mano por sus rubios cabellos con notable frustración–, debí quedarme a tu lado, debí-

– Christina, basta –la cortó tomándola por los hombros–, deja de culparte por eso, escapaba de tus manos.

Sus azules ojos se encontraban vidriosos, pero no solo eran sus ojos lo que contenían las lágrimas pues los mieles ojos de Tatiana también estaban haciendo esfuerzo para que alguna rebelde lágrima no se escapara. Sin pensarlo dos veces rodeó con sus brazos el cuello de la ojimiel quien no tardó en corresponder el gesto envolviendo la cintura de la rubia. Se notaba que aquel abrazo y esa sensación de cercanía era algo que necesitaban y añoraban hace tiempo de la otra.

– Lo sé, debería dejar de hacerlo –susurró con voz ahogada–, pero eso también va para ti. ¿Cuándo dejarás de echarte la culpa por todo lo que pasó?

– Estoy bien –esquivó la pregunta escondiendo su rostro en el cuello de su amiga–, ha sido difícil, pero he sabido manejarlo.

Stupid girl –Tatiana no pudo evitar reír–, deja de hacerte la fuerte conmigo.

– No lo hago –aseguró deshaciendo el abrazo para mirarla de frente–, estoy siendo sincera.

– Dices eso, pero sigues contiendo el llanto –acarició suavemente su mejilla–, justo como en aquel entonces. ¿Por qué no te permites llorar en los brazos de alguien?

Tatiana no respondió, solo posó su mano sobre la de su amiga que estaba en su mejilla y negó con la cabeza, luego apartó delicadamente su mano de su rostro con una melancólica sonrisa.

– Estoy bien –repitió, casi queriendo convencerse a sí misma de ello–, así que no voy a llorar.

Sabía que no era cierto, sabía que se estaba conteniendo desde hace años, pero también sabía lo terca y obstinada que era Tatiana, sobre todo cuando aquel tema era tocado. No iba a obligarla a llorar o a hablar del tema, sabía que forzar las cosas no traería nada bueno, así que simplemente la dejó ser.

– Sí tú lo dices.

Y con eso dicho el asunto quedó cerrado, al menos por el momento: No querían amargarse la tarde hablando de cosas que las ponía melancólicas.

Volvieron a sentarse derechas en el sillón y cogieron sus bebidas que habían dejado en la mesita de centro, prendieron la tele y comenzaron a ver un concurso de pastelería que estaban sintonizando y que logró captar toda su atención.

Christina apoyada en el hombro de Tatiana y ésta mirando y alentando internamente a la concursante del programa que tenía cabello negro y ojos azules oscuros, su rostro no era tan fino como el de Emily, pero había cierto parecido, al menos el suficiente para que la apoyara inconscientemente.

– Esa chica se parece a Emily –comentó Christina repentinamente.

– ¿Tú crees? –preguntó fingiendo desinterés.

– Sí, tienen el mismo color de ojos.

– Oh, tienes razón.

«Aunque Emily sigue siendo mucho más linda».

– Aunque Emily sigue siendo mucho más linda.

Tardó un par de segundos en reconocer si su boca había dicho sin querer lo que estaba pensando.

– ¿No lo crees? –preguntó Christina levantando ligeramente la mirada para poder observarla, entonces cayó en cuenta que no fue su boca la que había hablado, sino la de su amiga.

– Bueno, no lo sé.

– ¿No te parece linda?

– O sea, claro que sí, es linda.

– ¿Y te gusta?

– ¿¡Ah?! –miró a su amiga descolocada por la tan repentina pregunta, pero a la par podía sentir los nervios apoderándose de su garganta– ¿Por qué me preguntas eso? ¿Crees que Emily me gusta?

Christina la observó detenidamente por un par de segundos antes de echarse a reír, se alejó del hombro de Tatiana para volver a sentarse recta en el sillón.

– Estaba hablando de la concursante del programa.

– …Oh –supo que la había cagado–, la concursante, claro.

– ¿Te gusta Emily?

– ¿¡Ah?! –su rostro no tardó en ruborizarse.

– Bueno, parece que estabas pensando en ella.

– Claro que no lo hacía.

– ¿Y por qué te has sonrojado?

– ¡No lo he hecho!

Oh come on. Ya he notado como la miras en clase.

– Yo no la miró en clase –refutó, pero sus mejillas sonrojadas no la ayudaban a tener credibilidad–, te debes haber confundido.

Seriusly? –preguntó alzando una ceja– ¿Y me vas a decir también que esos suspiros que soltabas no eran de enamorada resignada? ¿Y el hecho de que te incomodes con aquel pelirrojo no tiene nada que ver tampoco con Emily Klett?

Le estaba dando al clavo, no sabía como lo estaba haciendo, pero su rubia amiga estaba acertando con cada una de sus palabras.

– No sé-

Daaaaarling –la interrumpió mirándola fijamente a los ojos con una sonrisa confiada–, puede que puedas engañar a los demás, pero yo te conozco desde que tienes dientes de leche. ¿Crees que no me voy a percatar cuando alguien te gusta o te llama la atención?

A veces odiaba el hecho de ser tan trasparente ante Christina, como aquella vez en el jardín de niños que la rubia había notado que aquel pequeño que siempre le prestaba sus figuras de acción le gustaba, o la vez en que le dijo a la profesora en su lugar que estaba mal del estómago porque aquella galleta que había comido estaba vencida. Podía nombrar miles de situaciones más, y todas y cada una de ellas le dirían lo mismo: no podía ocultarle nada a Christina.

Suspiró resignada y desvió la mirada, sabía que no tenía caso mentir en aquella situación, pero ella recién había aceptado su enamoramiento el día anterior, ¿cómo era que aquella rubia había podido notarlo en tan solo un día? No lo entendía, pero sea cual sea la respuesta, lo había notado.

– A veces odio que me conozcas tanto.

– ¿Estás admitiendo que tengo razón?

– Sí –contestó rendida levantando la mirada y viendo fijamente los ojos de su amiga–, me gusta Emily.

Notas finales:

Lamento la demora, pero la universidad y demás cosas de la vida me tienen matada uu espero que hayan disfrutado el cap, trataré actualizar un poco más rápido.
Saludos, nos leemos pronto<3


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