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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:


Espero que disfruten la lectura <3

Tatiana estaba solo a unos pasos de la puerta de su salón preguntándose mentalmente si debía entrar o no. Por un lado, se moría de ganas por cruzar esa puerta, pues estaba segura de que Emily estaría del otro lado, y en serio tenía ganas de verla; pero, por otro lado, sentía miedo, miedo de que todo lo que había sucedido el día anterior solo formara parte de su imaginación.

Tomó un poco de aire, se dio un poco de ánimos mentalmente y, con el corazón presionándole el pecho, finalmente ingresó al aula. Levantó su miel mirada ansiosa, esperando encontrarse con esos ojos tan azules como la noche; sin embargo, lo único que vio fue un salón completamente vacío y desolado.

«¿No está? Eso es raro», pensó mientras recorría con sus ojos todo el lugar y comprobando que, efectivamente, no había nadie además de ella. «Supongo que soy la primera en llegar». Soltó un suspiro que sonaba a clara resignación. Caminó a paso lento hasta su carpeta, dejó su mochila en el piso a la par que ella tomaba asiento. Se quedó un rato así: mirando a la nada y pensando en quien sabe qué, parecía como si se hubiera dormido con los ojos abiertos. Al cabo de un minuto volvió a la realidad. Posó sus mieles ojos en la entrada expectante, pero la paciencia nunca fue uno de sus dones. Volvió a suspirar resignada, se cruzó de brazos sobre su carpeta y cerró los ojos. Tal vez fue porque se había levantado más temprano de lo usual, o porque el día anterior no pudo descansar bien a causa de su emoción, pero Tatiana no tardó en dormirse.

Si hubiera estado en su cómoda cama probablemente no lo hubiera sentido, pues suele tener el sueño pesado, pero ahora no pudo evitar abrir lentamente sus párpados al sentir unos mimos extrañamente suaves sobre su mejilla derecha. Lo primero que vio fue las carpetas, eso le hizo recordar que estaba en el colegio; luego acomodó su cabeza y miró al frente, topándose al instante con Emily, quien la mirada con ternura.

– Disculpa, no quise despertarte –Tatiana tardó unos segundos en procesar la oración, pues todavía estaba algo adormilada, pero en cuanto se percató de la situación no tardó en enderezarse.

– No, no, está bien –se apresuró a decir, tenía las mejillas ligeramente sonrojadas–, solo estaba descansando mis ojos por un momento.

– ¿En serio? –preguntó irónica con una sonrisa– Para mí te veías profundamente dormida, ni siquiera respondiste cuando te llamé.

– No te habré escuchado…tal vez –trató de excusarse tontamente. Emily no pudo evitar soltar una ligera risa.

– ¿No dormiste bien ayer?

– Sí, bueno no, bueno…–las palabras se le trababan en la boca, no sabía si era por el sueño o por sus nervios– Después de lo que pasó se me hizo algo difícil dormir. Estaba…simplemente muy feliz.

Apartó la mirada, pues sabía que en ese momento su rostro fácilmente podría confundirse con un tomate. Se sobó la nuca con su mano izquierda mientras que con la derecha desordenaba su castaña cabellera. Miró tímidamente a Emily de reojo, y entonces pudo notar que no era la única ruborizada.

– Ya somos dos entonces –contestó mientras apoyaba su codo derecho en la carpeta y, seguidamente, su mentón sobre la palma. Tenía una leve sonrisa que acompañaba como anillo al dedo el sonrojo de sus pálidas mejillas–. Yo tampoco pude conciliar fácilmente el sueño ayer, por eso esta mañana me levanté algo atrasada.

Se miraron a los ojos tímidamente por unos segundos, y entonces se soltaron a reír. Se sentían como un par de crías que habían cometido la misma travesura la noche anterior.

En cuanto pararon de reír, Tatiana se animó a empezar la conversación, pues los nervios de antes ya no estaban y el sueño se le había ido con su carcajada, pero en cuanto posó sus mieles ojos en el rostro de Emily no pudo evitar que toda su atención fuera captada por la pequeña herida que habitada en sus labios. Estaba en el mismo lugar que la herida de la primera vez, aunque ahora se notaba un poco más la costra de sangre con la que estaba cubierta.

– ¿Qué te pasó? –preguntó preocupada inclinándose hacia adelante y tomando el rostro de Emily entre sus manos, acarició suavemente y de manera superficial la pequeña herida con su pulgar.

– No es nada, solo una pequeña herida –contestó restándole importancia al asunto. Cogió la mano que Tatiana tenía sobre su mejilla y la apartó gentilmente–. No duele, estoy bien.

– ¿Cómo te la hiciste?

– Son tonterías, no tiene importancia.

– Pero es la segunda vez –la miró fijamente, sus ojos delataban toda su seriedad y preocupación–. ¿Qué sucedió?

– Nada importante, en serio, no pasa nada.

– ¿No quieres contarme?

–…No es eso –suspiró cansada–, solo no me apetece hablar de eso en este momento.

– Vale, esperaré entonces– dijo luego de examinarla por unos segundos–, pero quiero que sepas que cuentas conmigo para todo, siempre voy a estar para apoyarte y ayudarte en lo que necesites.

– Lo sé –le regaló una cálida sonrisa–, gracias Tatiana.

Se quedaron mirando por un par de segundos hasta que Tatiana, luego de haberle dado un par de vueltas en su cabeza, tomó el rostro de Emily entre sus manos para luego depositar un suave beso en su frente.

– Para el dolor –susurró una vez hubo vuelto a sentarse recta en su carpeta.

– Ah, claro, g-gracias –aquello la había tomado desprevenida, sus mejillas pintadas en carmín eran una clara prueba de ello–. Esto, Tatiana…

– Dime.

– Si, bueno, sobre nosotras…

–  Ah, disculpa –dijo palideciendo y apartando la mirada con temor pensando que tal vez había malinterpretado las cosas– Yo no quise-

–  No, no. No me malentiendas –se apresuró a decir para calmarla, pues notó la voz de Tatiana temblorosa–. Solo quería pedirte mantener esto entre nosotras. Me siento algo culpable pidiéndote esto, pero-

–  Ah, era eso –sintió que le volvía el alma–. Entiendo, no te preocupes.

– ¿Eh? ¿En serio?

– Sí –sonrió comprensiva–. De hecho, era algo que veía venir si te soy sincera.

– No… ¿No te molesta?

– No es que me moleste exactamente, solo…–rascó ligeramente su mejilla mientras buscaba las mejores palabras para expresarse– Bueno, me pone algo triste no poder demostrar abiertamente lo mucho que me gustas, pero entiendo porque me lo pides –la miró directamente a los ojos y le regaló una leve sonrisa–. Eres la hija de una prestigiosa familia, y las relaciones entre mujeres es algo que la mayoría de la sociedad no ve bien ni correcto. Si se formaran rumores sobre nosotras sé que sería algo problemático para ti. Así que no te preocupes, mantendré esto en secreto.

Al ver que Tatiana entendía su situación le llenó de un gran alivio, pero también le hizo sentir culpable, pues ahora estaba haciendo que la ojimiel tuviera una responsabilidad de más. A ella tampoco le gustaba la idea de esconderse y vivir en las sombras con sus sentimientos, quería poder tomar de la mano a Tatiana al caminar y besar sus mejillas sin culpa ni miedo en todo momento. Pero, ¿qué podía hacer? Sabía de sobra que su padre nunca la aceptaría, incluso sin haber hablado con él acerca de este tipo de temas. Si se llegaba a enterar, ¿quién sabe de qué sería capaz? En el peor de los casos, hasta Tatiana podría salir afectada, y eso si que no lo iba a permitir.

– ¿Emily? ¿Estás bien?

– ¿Eh? ¿Qué? –volvió en sí de sus pensamientos, topándose con Tatiana mirándola curiosa– ¿Qué pasa?

– Te quedaste callada un buen rato, ¿todo bien?

– Sí, sí, solo pensaba en la suerte que tengo al estar contigo –Tatiana no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran, y Emily se rio por bajo al notarlo.

– No vale decir cosas así tan repentinamente –murmuró Tatiana con el ceño fruncido, pero Emily no le contestó, solo atinó a seguir riéndose.

De repente, el sonido de un golpe contra la puerta hizo que ambas pegaran un pequeño brinco del susto. Dirigieron su atención hacia la entrada del aula y no tardaron en ver entrar a dos chicos hablando y riendo animadamente entre ellos.

– ¡Tatiana! –la llamó uno en cuanto notó la presencia de la ojimiel– ¿Llegaste temprano? Eso es raro.

– Calla Brad –contestó mirándolo con el ceño fruncido, pero sonriendo–, hasta yo puedo llegar temprano de vez en cuando.

– ¿Te caíste de la cama o algo? –preguntó el otro chico riendo.

– No, esta vez no –aseguró divertida haciendo que ambos chicos rieran. Intercambió un par de palabras más con ellos antes de volver su atención a Emily. Se sonrieron de manera cómplice y discreta por un par de segundos, y entonces comenzaron a hablar de trivialidades.

MY SWEET LOVE! – se escuchó repentinamente en todo el salón y, aún sin que los alumnos presentes levantaran la mirada, ya todos sabían de quién se trataba. Tatiana pegó un ligero brinco del susto, y ni bien levantó la vista sintió como su cara era apretada con fuerza en el pecho de Christina.

– ¡HO FUEDO FESPURAR! –exclamaba Tatiana mientras trataba a alejar a Christina, pero no fue hasta el tercer intento en que lo logró– ¿¡Cuántas veces debo decirte que no te me pegues así?! ¡Casi muero ahí adentro!

– No es mi culpa que mi amor por ti sea tan gran que asfixie –dijo riendo mientras seguía abrazando a Tatiana, pero en medio de sus carcajadas sintió una penetrante mirada sobre ella. Giró la cabeza y no tardó en encontrarse con la fría mirada de Emily. Sonrió ladina–. Good morning, Emily.

–  Suéltala –ordenó tajante e ignorando su saludo.

– ¿Por qué debería? –preguntó desafiante, pero antes de que Emily respondiera Tatiana dio un golpe en el estómago de Christina haciendo que perdiera algo de aire y, por ende, la soltara.

– Porque me estás ahogando tarada –contestó Tatiana mirando a su amiga con el ceño fruncido.

N-Nice hit, my sweet love –dijo Christina con el aire que le quedaba–. Me tomaste desprevenida.

– Si no entiendes por las buenas tendrás que hacerlo por las malas.

Okay, I understand now – aseguró volviéndose a parar recta–. Supongo que por ahora me ahorraré los abrazos.

– Gracias.

Emily observó fijamente a Christina, quien también la estaba mirando directamente a los ojos. Sus azules de diferentes tonalidades se enfrentaron por un par de segundos, pero su pelea de miradas se vio interrumpida al hacer acto de presencia una voz masculina.

– Buenos días Emily –la saludó Joseph con su habitual sonrisa, luego dirigió su atención hacia Christina y Taiana–. Buenos días a ustedes dos también.

Good morning!

– Hola Joseph –lo saludó Tatiana, aunque sin tanto entusiasmo como la rubia.

– Buenos días Joseph –dijo Emily mirando al pelirrojo con una sonrisa.

–  Oh, hoy te ves más feliz que de costumbre. Bien tía –posó su mano derecha en el negro cabello de Emily y lo revolvió–, siempre te he dicho que sonriendo te ves mejor.

Emily apartó la mano de Joseph con un ligero sonrojo en las mejillas y el ceño fruncido, a veces odiaba que el pelirrojo la conozca tanto, pues siempre podía notar cualquier cambio en ella. Y es que, ¿cómo no iba a estar feliz considerando todo lo que pasó el día anterior? Era imposible.

Como Joseph estaba entretenido mirando la reacción de Emily y bromeando con ella sobre eso, no notó que los mieles ojos de Tatiana se clavaron en él. Fue Christina quien si se percató de este detalle y, sonriendo divertida, se apoyó sobre la espalda de Tatiana.

– ¿Celosa? –preguntó en un susurro en su oído. Tatiana se sobresaltó, mas no respondió la pregunta hecha por la rubia, solo atinó a desviar la mirada con un leve puchero. Christina no pudo evitar reírse ante esto.

– ¡Tatiana! –exclamaron desde la puerta del salón. La susodicha, junto a los tres que la acompañaban y varias miradas de los presentes, posó su mirada sobre la entrada del aula donde se encontraba su amiga Fernanda acompañada de Marcelo y Camila.

–  Hola –los saludó con una sonrisa y un gesto de mano.

–  Sí, sí, hola, buenos días y todo eso –respondió Fernanda acercándose y restándole importancia al saludo–. Después las formalidades, ahora hay otro asunto más importante–le indicó con su mirada la puerta, pero Tatiana solo la miró con duda–. Solo ven un rato.

Aún confusa, Tatiana se levantó y siguió a Fernanda hasta la entrada del salón. Ahí saludó una vez más a Camila y Marcelo, quienes le devolvieron el saludo.

– ¿Entonces? –preguntó intercalando su mirada entre ellos– ¿Qué pasó?

– Pues lo de siempre –contestó Fernanda encogiéndose de hombros e indicándole que se asomara hacia la izquierda. Tatiana dio un par de pasos más hasta que salió del aula y giró su mirada hacia donde le habían indicado, topándose con un chico alto de cabellos negros–. Quiere hablar contigo.

–¿Conmigo? ¿De qué?

– Ya lo sabes de sobra –aseguró dándole un par de palmadas en su hombro–. Anda, no lo hagas esperar.

– No seas tan dura con él, rompecorazones, –aconsejó Marcelo–, es un buen chico.

Tatiana miró a sus amigos con el ceño fruncido, pues en serio no le gustaba ese apodo que le habían puesto de broma. Caminó hasta donde estaba el chico mientras intentaba recordar su nombre, estaba segura de que era de la clase de al lado y que un par de veces tuvieron cortas conversaciones. Al llegar a su lado esperó que el chico hablara, pero en vista de que no decía palabra alguna ella inició la conversación.

– Hola…Bryan, ¿verdad?

– Ah, sí. Lamento haber hecho que te llamen tan repentinamente.

La conversación comenzó a surgir, pero para entonces los amigos de Tatiana ya habían entrado al aula puesto que sabían que aquella charla ameritaba privacidad, además de que todos ya sabían como iba a ser el desenlace de aquella.

– ¿Y Tatiana? –preguntó Cristina.

– Rompiendo otro corazón –contestó Camila mientras dejaba su mochila sobre la carpeta.

– ¿Cómo es eso? –cuestionó Joseph notoriamente confundido.

– Es como oyes hombre –dijo Marcelo–, Tatiana está recibiendo una confesión, pero ella nunca las acepta.

– ¿Es algo muy común? –preguntó Christina al ver la calma con la que lo decían.

– Sí –aseguró Fernanda encogiéndose de hombros–, más o menos.

Christina y Joseph siguieron preguntado sobre el tema, pues les había despertado su curiosidad; sin embargo, Emily permanecía en silencio y solo se limitaba a escuchar. Ella si estaba al tanto de esa reputación de “rompecorazones” de Tatiana; es decir, habiendo compartido salón con ella más de dos años era imposible no enterarse de eso teniendo en cuenta la cantidad de chicos que venían a buscarla. Frunció el ceño y bufó fastidiada. Ella confiaba en Tatiana, claro que lo hacía, pero aun así le era inevitable no sentir al menos una pizca de celos.

La campana de inicio de clases sonó, varios alumnos entraron corriendo al salón, entre ellos David y Antonio, tratando de no llegar tarde. Emily y Joseph regresaron a sus asientos. Tatiana fue la última en ingresar al salón. Se dirigió rápidamente a su carpeta y, mientras evadía las insistentes preguntas de sus amigos, sacó su libro de matemáticas.

Las primeras tres horas se pasaron volando, en un abrir y cerrar de ojos el timbre de inicio del recreo ya había sonado. Los amigos de Tatiana le dijeron para ir al comedor, pero ella rechazó la oferta diciendo que ese día se quedaría en el salón. Ellos siguieron insistieron un poco más, pero al final se rindieron al ver que Tatiana no cedía. Cuando sus amigos se hubieron ido, Tatiana se sentó junto a Emily. Solo estaban ellas dos puesto que Joseph de nuevo iría con unos amigos por ahí.

– Ha pasado tiempo desde la última vez que estuvimos juntas en el recreo –comentó Emily sin apartar la vista de su libro. Terminó de leer una última oración y posó finalmente su atención en Tatiana–. ¿No es así?

– Sí, han pasado muchas cosas –una sonrisa se dibujó en su rostro mientras rememoraba todo lo que había sucedido–. Demasiadas, a decir verdad.

– Pero ahora todo está bien, todo es como debería ser.

– Ahora estoy contigo, no puedo pedir nada más –Emily no pudo evitar ruborizarse ligeramente, y ahora fue el turno de Tatiana para reír–. Siempre traes el mismo sándwich todos los días –comentó en cuanto vio que la ojiazul sacaba el pan de su mochila.

– No es el mismo, le cambian siempre los ingredientes. ¿Quieres probar un poco?

– ¡Sí! –exclamó feliz. Se inclinó un poco más y abrió la boca, expectante y paciente. Al principio Emily no entendió el porqué de su accionar, pero luego de un par de segundos lo comprendió. Acercó lentamente su sándwich a la boca de Tatiana hasta que ésta pudo darle una pequeña mordida– ¡Está muy bueno!

– Lo sé –concordó con una amplia sonrisa.

Los pocos minutos que duraba el recreo se pasaron volando, y tal vez esa sensación de que todo pasó rápido se debía a que ambas la estaban pasando genial en compañía de la otra.

Las clases procedieron con total normalidad y calma hasta que sonó la campana del almuerzo. Nuevamente Tatiana se quedó con Emily en el salón y, una vez todos se hubieron ido, ambas compartieron una cómplice mirada. Cogieron un par de alimentos de sus mochilas y emprendieron camino a su lugar secreto.

– Hace mucho que no venimos aquí–comentó Tatiana con cierta nostalgia–. Espera un rato Emily, voy a colgar las hamacas –sacó del agujero en el árbol las telas, las quedó mirando un rato y, luego de un par de segundos, guardó la que era de un naranja brillante, quedándose solamente con la verde limón. «Una sola basta para las dos». La agitó un poco para quitarle el polvo, entonces amarró los extremos de la hamaca en los árboles y, luego de asegurarse de que estaba bien sujeta, finalmente subió en ella–. Listo, ya está. Ven.

Emily se acercó a la hamaca. Primero, le tendió los alimentos que llevaba a Tatiana; luego, con cuidado, subió a la hamaca. Ambas se echaron sobre la vieja tela. Emily se apoyó en el hombro de Tatiana, y no exactamente por que la hamaca sea muy pequeña para las dos. La ojimiel cogió su celular e, igual que la primera vez, puso algo de música para acompañar el tranquilo ambiente de la naturaleza. Dejó su celular en reproducción aleatoria y entonces acomodó su rostro sobre la negra cabellera de Emily, dejándose llenar por el dulce aroma de su shampoo.

 – Es raro –susurró Emily luego de un largo, pero para nada incómodo, silencio.

– ¿Qué cosa?

– Esto –contestó. Tatiana la miró con duda–. A principio de año te odiaba y ahora…el solo estar así contigo me agrada tanto que me gustaría congelar este momento.

– Si pudiera detener el tiempo, lo haría en este preciso momento –cogió su mano y comenzó a jugar con sus delgados dedos–. Pero el tiempo no espera a nadie, así que en vez de congelarlo aprovechemos cada momento.

Emily no contestó, se limitó a sonreír satisfecha con la respuesta de Tatiana. Entrelazó su mano derecha con la de la ojimiel y cerró los ojos. Respiró hondo, aspirando el dulce aroma que desprendía el cuerpo de Tatiana y que lograba relajarla. Con el ambiente tranquilo, la música suave, el delicado ir y venir de la hamaca y la calidez del cuerpo próximo a ella no dudaba que en cualquier momento caería dormida por sentirse extremadamente cómoda.

– Emily…¿puedo preguntarte algo?

– ¿Qué cosa? –respondió somnolienta, el sueño comenzaba a ganarle.

– ¿Has…has salido con alguien antes? –preguntó tímida, casi dudando debía o no lanzar aquella interrogante fuera de su cabeza. Emily abrió los ojos y posó su azul mirada en ella, aquella pregunta la había despertado.

– No, nunca.

– Ah, ¿en serio? –aunque trató de disimularlo, sabía que una sonrisa se asomaba en sus labios. Emily asintió– ¿Y tu primer beso?

– Fuiste tú –contestó ligeramente sonrojada. Tatiana llevó su mano libre hasta su rostro en un vano intento de ocultar el rubor en sus mejillas.

– Oh.

Emily la observó por un par de segundos. Separó lentamente la cabeza del hombro de Tatiana y, en un suave movimiento para cuidar de no voltear la hamaca, se colocó de lado y apoyó su cabeza sobre su mano libre. La miró fijamente, examinándola con sus ojos azules, notando al instante que Tatiana se había tensado, probablemente porque se había puesto nerviosa.

– ¿Por qué la repentina curiosidad? –preguntó sonriendo.

– S-solo, bueno, n-no sé –contestó como pudo en medio de su lío de emociones–. Simplemente me dio por preguntar…creo.

– ¿Y tú? ¿Qué hay de ti?

– Ah…–desvió la mirada, ligeramente incómoda– Yo no…bueno, antes yo…

– No te pongas así –dijo riendo–. Tranquila, sé has salido con chicos antes. No me molesta, no es nada de otro mundo. Pero… –la miró y, con sus pálidas mejillas ruborizadas, le sonrió– Me gustaría ser la última, ¿puedo? –Tatiana la miró completamente embobada y, sin pensarlo realmente, solo asintió con su cabeza– ¡Que bien! La rompecorazones me ha aceptado, que afortunada que soy.

– ¡No soy una rompecorazones! –gritó al instante volviendo de sus ensoñaciones. Se acomodó de en la hamaca hasta quedar en la misma posición que Emily– ¿Conocías ese apodo?

– Compartimos salón desde hace más de dos años, es imposible no conocerlo.

– Realmente lo odio –confesó con el ceño ligeramente fruncido–. No es mi culpa el haberlos rechazado.

– Lo sé –susurró separando momentáneamente sus manos entrelazadas para poder acariciar suavemente el castaño cabello de Tatiana en forma de consuelo–. Aunque me alegra que lo hayas hecho.

– ¿Por qué lo dices?

– Si hubieras aceptado a alguno entonces nosotras no estaríamos así ahora.

– Entonces me alegra de no haber aceptado a ninguno –aseguró riendo por lo bajo. Cogió la mano que Emily tenía sobre su cabello y la llevó hasta su mejilla–, porque no me imaginó estando con alguien más en este momento que no seas tú.

– Te quiero –susurró Emily con las mejillas encendidas. Tatiana la miró fijamente con los ojos iluminados.

– Yo también te quiero –correspondió con una sonrisa.

Mantuvieron la mirada por un par de segundos más hasta que ambas cerraron los ojos y, sin pensarlo tanto, acercaron sus rostros hasta que los labios de ambas chocaron en un tierno beso. Un beso donde las dos por fin tenían claros sus sentimientos y los expresaban con total libertad, un beso cargado de ese cálido sentimiento que ambas compartían.

Notas finales:

Disculpen el haberme demorado, simplemente no tenía tiempo para nada u-u pero ahora tengo un par de semanas libres, así que procuraré actualizar más seguido<3 

Agradezco su paciencia, nos leemos pronto<3


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