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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

¡Hola! Lamento la demora, he estado con algunos problemas, pero finalmente pude terminar este capítulo. 

Gracias por su paciencia, espero que lo disfruten<3

En cuanto llegó a su casa no tardó en dirigirse a la sala y lanzarse en algún sillón, se encontraba exhausta. Lanzó un pesado suspiro y se pasó la mano por sus rubios cabellos, dejando su antebrazo descansar sobre sus ojos y rememorando la agitación de las últimas horas de clase.

Luego de que Emily no regresara al salón tanto ella Joseph como ella empezaron a preocuparse, por lo que salieron a buscarla al aula de profesores y luego a la enfermería, donde su profesor dijo que había mandado a Emily. Bajaron apresurados al primer piso y se dirigieron al lugar, encontrando a Emily llorando sentada en una camilla con Amanda a su lado intentando confortarla.

No sabían que había pasado, aunque Christina se hizo una idea, pero no tardaron en acercarse y abrazarla. Al principio Emily se mostró reacia al contacto, pero luego simplemente se dejó hacer por ambos permitiéndose apoyar su rostro en el pecho de Joseph y aferrase al brazo de Christina.

Pasaron alrededor de unos 10 minutos hasta que Emily finalmente logró calmarse y detener su sollozo, aunque seguía teniendo una expresión melancólica en su rostro. Amanda le sugirió quedarse en la enfermería para que descanse un poco, pero ella se negó rotundamente, no quería volver a ausentarse de clases. Por ello, luego de aceptar un vaso de agua de la doctora, abandonó la enfermería junto a Christina y Joseph justo cuando tocó la campana.

Estaba casi segura de que Emily se había encontrado con Tatiana, por eso había terminado en aquel estado. Ahora la pregunta era, ¿habían hablado? Y si lo hicieron, ¿qué le había dicho Tatiana? Tal vez a Emily fue capaz de decirle algo más de lo que le había dicho ella, o tal vez no, tampoco es como si pudiera preguntarlo. Sabía de sobra que Tatiana no le diría nada y que Emily no querría hablar del tema por obvias razones.

Dejó escapar otro suspiro, se sentía como en un maldito laberinto.

Miss Medran? –salió de sus pensamientos y dirigió su mirada a Laura, su ama de llaves– Le preguntaba si le gustaría que le sirviera ya la comida.

– Sí, por favor, muero de hambre –y era cierto, casi no había comido en la escuela por estar pendiente de Emily–. Solo deja que suba a cambiarme el uniforme y bajo.

– Entendido –sonrió dando una leve reverencia–. También le informo que su mochila ya está lavada, se encuentra secando ahora mismo, sus cuadernos y papeles que estaban dentro logramos secarlos también y están sobre el escritorio de su habitación, aunque tienen algunas manchas marrones debido al café.

– No importa, con tal que se pueda usar todo está bien –le levantó y cogió su mochila para dirigirse a su cuarto–. Thanks, bajo en un rato.

Caminó un largo rato hasta que finalmente llegó a su habitación. Una vez dentro dejó la mochila sobre su cama y procedió a reemplazar el uniforme que tenía puesto por una ropa más cómoda, decantándose por usar un buzo negro, una vieja playera del mismo color, una polera holgada color vino y unas cómodas zapatillas deportivas. Cuando estuvo cambiada comenzó a alisarse el cabello para atarlo en una coleta, pues odiaba que se le enredara; en medio de este proceso se acercó al escrito para ver sus cuadernos ya secos y con manchas que habían rescatado de su mochila. No era nada grave, podía seguir usándolos sin problemas.

Comenzó a revisar los tres cuadernos que estaban encima; sin embargo, al momento de levantar el último una hoja doblada por la mitad cayó repentinamente.

Dejó el cuaderno a un lado y se agachó para recoger la nota, se hallaba también con unas manchas de café, pero eso no fue impedimento para, en cuanto lo hubo desdoblado, notara la letra de Tatiana en él. Se extrañó por ello, no recordaba haber recibido una nota o algo por el estilo de la ojimiel en los últimos días, pero le restó importancia y pensó que solo sería un mensaje irrelevante o alguna tontería de parte de su amiga.

Sin demasiado entusiasmo empezó su lectura.

Primero se mostró algo desinteresada y escéptica, pues estaba molesta con Tatiana; pero conforme avanzaba su lectura sus ojos se abrían cada vez más a la par que sus puños ejercían más presión a causa de la ira. En cuanto terminó no pudo evitar volver a releer aquella nota, confirmando la información que acaba de obtener, repitiendo ese proceso otra dos veces hasta que su mente pudo procesar al 100% cada letra. Apretó la mandíbula y frunció el ceño, llenándose de impotencia y enojo, unos sentimientos que no irían hasta golpear al estúpido de Ryan.

Al día siguiente

Nuevamente había llegado temprano, no era de las que disfrutaba levantándose temprano, pero sabía que era el salón vacío de la mañana era la mejor oportunidad para tener una charla con Emily de manera más personal. Ni bien se asomó por la puerta la pudo ver, ahí estaba la ojiazul con la atención pegada en su libro y un rostro de pocos amigos, le hacía recordar a cuando la vio por primera vez.

Se adentro en el salón y se sentó en la carpeta vacía al costado de Emily, esperando en silencio el momento oportuno para empezar alguna conversación. La información que tenía ahora era importante, pero no solo para ella, sino también para la ojiazul, sabía que era Emily quien más necesitaba respuestas de lo que estaba pasando.

La cuestión era: sabiendo que estaba molesta con Tatiana, por obvias razones, ¿si quiera querría escucharla en cuanto mencionara su nombre? Lo más probable es que no, el enojo y la tristeza en que estaba sumida tratarían de alejarla de cualquier información que involucrara a la ojimiel. Y lo entendía, tenía sentido que fuera así.

Sin embargo, era un hecho que Emily era quien más necesitaba saber lo que decía aquella nota con manchas de café.

– Si tienes que decir algo, solo dilo –Emily rompió el silencio un tono de voz glaciar–, es molesto tener tu mirada tan fija en mí.

Sorry –susurró apenada–. ¿Cómo estás?

– Bien.

Seca, concisa y un mensaje claro entre líneas: no quiero hablar más.

Christina suspiró, entendiendo la indirecta y comprendió la razón de ella, obviamente Emily no tendría cabeza para nada en ese momento, pero ella seguía ansiosa, el movimiento rápido de sus pies entrecruzados la delataba. Observó a Emily, examinándola rápidamente, corroboró que nadie más que ellas se encontraran en el salón y tomó aire antes de entrar al campo minado.

Hey –susurró suavemente para llamar la atención de Emily, pero al ver que no le dirigió la mirada simplemente continuó–, sobre lo de Ta-

– No quiero hablar del tema –le clavó una dura mirada, pero en sus ojos azules se podía ver claramente melancolía y dolor.

Se congeló por un en su sitio ante la afilada mirada de Emily, sintiéndose acobardada por un segundo. Tal vez tantear terreno no fue la mejor idea, había pisado ya una mina antes de siquiera terminar de dar el paso. Volvió a tomar aire y se enfrentó a la dura mirada de Emily, poniéndose seria.

– Sé lo que pasó –murmuró con voz firme y clara.

– No me interesa –gruñó volviendo la atención a su libro con una expresión de clara molestia.

– Debería, estás involucrada –Emily la miró por el rabillo del ojo, aún estaba escéptica, pero esperaba expectante que prosiguiera–. Es mejor hablarlo en otro lugar, mañana quédate más tiempo en mi casa luego de que terminemos lo que acordemos con Joseph.

Emily la miró con duda, intriga y molestia. Se mostraba reacia a escucharla, no quería involucrarse más en el tema de Tatiana, aquello solo lastimaba su corazón; pero tenía curiosidad, a pesar de que saber la razón del desenlace que tuvieron podría solo ocasionarle otra noche sumida en llanto, una parte de ella no se sentiría tranquila hasta saberlo.

¿Por qué Tatiana la había dejado? ¿Por qué nunca le dijo nada de Ryan? Claro que quería saberlo, se había hecho la misma pregunta demasiadas veces, pero cuando trataba de darle respuesta se llenaba de ira y tristeza, por lo que prefirió dejar de pensar en el tema lo más que pudiera, no quería seguir atormentando ni su mente ni su corazón. Al fin y al cabo, no le traía nada bueno, no tenía que conocer la razón, solo aceptar lo que sucedió.

Sin embargo, si tenía la posibilidad de saberlo…entonces tal vez le tome la palabra y así dejaba de atormentarse con la duda.

Christina no mencionó más el tema y Emily no se molestó el preguntar por él, los alumnos comenzaban a llegar y a caminar por los pasillos y ambas sabían no era el lugar ni el momento para hablar de aquello. Se mantuvieron en silencio hasta que Joseph se unió a ellas, empezando una animada conversación con la rubia.

Las clases empezaron y se desarrollaron con total normalidad, al momento del receso Christina y Joseph repitieron lo de ayer y decidieron quedarse en el aula junto a Emily. La rubia pensó en tratar de hablar con Tatiana sobre la nota, pero descartó la idea al ver a Ryan tan pegado a ella y recordar la petición de la ojimiel sobre no hablarle del tema. Le molestaba, pero comprendía el porqué, Ryan tenía grabada cada interacción de Tatiana, se le revolvió el estómago de solo pensarlo. Mandar mensajes también lo había descartado, era sencillo descargar algún programa para monitorear el celular de alguien.

En pocas palabras, estaba incomunicada con Tatiana.

Estaba la opción de mandarle una nota así como había hecho la ojimiel, pero no quería apresurarse y exponer que estaba al tanto de lo que pasaba. Estaba ansiosa y quería golpear a Ryan, sí, pero sabía que debía andar con cuidado, pues no conocía hasta qué punto llegaban los recursos de aquel rubio idiota. Esperaría, hablaría con Emily y trataría de encontrar la manera de terminar aquel asqueroso chantaje por el que estaba pasando su mejor amiga.

El resto del día pasó con normalidad, las clases terminaron sin contratiempos y cada quien marchó para su hogar.

Al día siguiente, siguiendo la monotonía, se repitió también la misma rutina. Christina, Joseph y Emily por un lado quedándose en el salón; y Tatiana, Ryan, Camila y los demás yendo a la cafetería. Seguían teniendo charlas momentáneas al inicio de los recesos, pero era claro que poco a poco se estaba sintiendo un distanciamiento entre ambos grupos.

La hora de salida también transcurrió sin contratiempos, las palabras finales del día de parte del tutor y todos marchando hacía su hogar o a pasar un rato entre amigos.

Era jueves; es decir, el día en que Christina, Joseph y Emily habían acordado para reunirse en la casa de la primera. Los tres se dirigieron a la camioneta negra perteneciente a la familia Medran y lo abordaron, sabían que tenían encima de ellos las miradas del resto del grupo, pero no se molestaron en dar explicaciones, simplemente partieron y, sin querer, agrandaron un poco más aquel sentimiento de distanciamiento.

Era de esperarse que en el transcurso sean Christina y Joseph quienes hablaban animadamente, trataban de integrar a Emily a su charla, pero esta solo daba respuestas secas y cortas, sin esforzase ni interesarse en la conversación de los otros dos. Emily ni siquiera tenía ánimos de estar ahí; de no ser porque se interpusieron en su camino y la arrastraron, literalmente, al vehículo ella no estaría ahí, sino en su propio auto y siendo llevada a su casa. No pudo evitar suspirar resignada, sintiéndose ya cansada del solo pensar la agotadora tarde que le deparaba.

Al llegar a la casa de la rubia lo primero que hicieron fue comer. Compartieron los tres un almuerzo, pues lo padres de Christina seguían en el trabajo, entre charlas y risas, incluso había veces que Emily no podía evitar sonreír ligeramente antes las tonterías de los otros dos. Al cabo de media hora ya habían terminado y, después de agradecer, fueron hacia la sala.

Se sentaron en el gran sillón blanco, Emily estando en medio, y tanto Christina como Joseph pusieron en la mesa de centro una gran variedad de chocolates. Desde barras hasta bombones, con formas ovaladas hasta triangulares; sobre la pequeña mesa de madera se extendía una gran variedad. Emily quedó mirando las golosinas con una incrédula expresión en el rostro.

– Ustedes no esperan que coma todo esto, ¿cierto?

Why not?

– ¡Es demasiado! –trató de contar mentalmente la cantidad de chocolate que había, pero luego del número 20 se perdió.

– La idea no es que lo comas todo, solo que pruebes –aclaró Joseph.

– Sigue siendo mucho, terminaré con una diabetes.

It’s okay! Por una vez no pasa nada, somos jóvenes y tenemos que vivir al límite.

– ¡Eso, eso! –apoyó Joseph– Tenemos que vivir la vida.

Emily siguió exclamando que era un exceso, pero todas sus quejas fueron obviadas e ignoradas, por lo que no le quedó otra mas que seguir el juego de los otros dos. La siguiente hora y media se la pasó probando chocolates europeos y americanos, debía admitir que estaban deliciosos, pero luego del décimo chocolate comenzó a sentirse hostigada de tanto dulce. No hace falta decir que no terminó de probar todos, a pesar de los reclamos de Christina y Joseph no pensaba dar una mordida más a otro chocolate por los siguientes cinco meses.

Sin importarle realmente el asunto dio como veredicto un empate, y aunque pensó que aquel resultado evitaría discusiones innecesarias, Joseph y Christina comenzaron un debate defendiendo los dulces de sus respectivos países. Quiso ignorarlos, pero estando en medio de ambos era algo difícil de realizar, por lo que solo hizo de oídos sordos cuando mencionaban su nombre.

Luego de media hora tanto la rubia como el pelirrojo aceptaron a regañadientes el empate con un receloso apretón de manos. Comenzaron a hablar entonces de otras irrelevancias, bromeando y riendo tratando de integrar a Emily a su charla, aunque esta no cooperaba mucho a su causa, pero sí que se le escapaba alguna que otra sonrisa.

Cuando el cielo comenzó a oscurecer Joseph se levantó dispuesto a irse, pues tenía que llegar a su casa a hacer tareas y a cenar con sus padres. Se ofreció en llevar a Emily a su casa, pero antes de que la ojiazul pudiera aceptar su propuesta la rubia se adelantó.

– Ella se queda un rato más conmigo –entrelazó sus brazos de forma amistosa–, tendremos una charla de chicas mientras me ayuda con la tarea de geografía.

– Eso no es justo –se quejó cruzándose de brazos–, yo también quiero una charla de chicas y ayuda en la tarea.

– Tal vez en otra vida, pero esta noche solo seremos Emily y yo –hizo un ademán con su mano para que el pelirrojo se vaya ya. Joseph rio y, luego de despedirse, finalmente se marchó.

En cuanto quedaron solo las dos chicas, el ambiente animado prontamente se vio extinto y suplantado por uno lleno de tensión. Tanto Christina como Emily se mantenían silencio. La primera había borrado la amplia sonrisa que minutos atrás reinaba en ella, ahora mantenía una seria expresión y buscaba el momento exacto para hablar. La segunda, por su parte, debatía internamente si debía irse o quedarse; se sentía escéptica y apática frente al tema de Tatiana, pero también tenía curiosidad y ansiedad por saber de ello.

– Si no hablaremos nada, entonces me voy –dijo hastiada del silencioso ambiente, pero su muñeca fue tomada antes de que pudiera ponerse de pie.

– Vamos a mi cuarto –soltó Christina de manera imperativa–, ahí te lo explicaré mejor.

Aún desconfiada, Emily siguió a Christina todo el camino hasta la habitación. Se adentró en el cuarto y se quedó parada en el centro con los brazos cruzados a pesar de que la rubia dijo que podía sentarse en el cuarto o en uno de los puff.

– Me está exasperando tu comportamiento, siendo tan misteriosa y cautelosa. Si tienes algo que decir, dilo.

– Es mejor que tú misma lo leas –se dirigió a su escritorio y tomo la hoja manchada que estaba encima, caminó hasta Emily y se la tendió–, luego entenderás porque estoy como estoy.

Miró el pedazo de papel con recelo, no se creía que en aquella hoja estuviera algo que disipara sus dudas, incluso creyó que era una broma de mal gusto por parte de la rubia. Sin embargo, al encontrarse con la seria mirada de Christina entendió que no era así. Con duda tomó el papel que le ofrecía y, luego de desdoblarlo, comenzó a leer.

Notó al instante la letra de Tatiana, se notaba que había escrito con apuro y ejerciendo bastante presión. Sus ojos iban de oración en oración con rapidez, una habilidad que había adquirido luego de pasarse tardes enteras leyendo, y pronto su rostro, que en principio reflejaba indiferencia, comenzó a delatar lo irritada que se estaba sintiendo. Tal como Christina, Emily tuvo que releer la nota solo para confirmar lo que estaba escrito en ella, frunciendo su ceño y temblando de la impotencia.

– ¿Desde cuando tienes esto?

– Recién la encontré el martes, pero debe haber estado en mi mochila desde el lunes. Tatiana la debe haber puesto cuando fui a su casa sin que me diera cuenta.

– Esto… ¿Esto es verdad? –preguntó más para sí misma que para la otra viendo la nota mientras sentía su corazón estrujarse.

– Me hice la misma pregunta, pero dudo mucho que Tatiana mienta sobre algo así. Además, tiene sentido.

– ¿Por qué lo dices?

– Solo hace basta mirarla cuando está con Ryan, se nota que está incómoda con él –escupió con odio. Emily la miró tratando de hacer memoria y notar las mismas señales, pero en su mente no aparecía nada. Christina lo notó–. Tal vez tú no lo notaste porque has estado ignorándola todo el rato, pero yo sí lo vi, se le ve tensa a su alrededor.

Emily sintió un pinchazo en el pecho, pero ya no por el hecho de la “relación” de Tatiana y Ryan, sino por la razón que había detrás de ella. Miró de nuevo la nota y su azul mirada se tornó afligida, sintiendo un nudo en su garganta al imaginar cómo ha de estar sintiéndose Tatiana. Y todo por protegerla a ella, porque le había pedido mantener su relación en secreto, porque tenía miedo de que su padre se entere; y ahora por todo eso, la persona que amaba estaba sufriendo.

– Es mi culpa –susurró apenada–, es por mí que ella…

– Claro que no –la cortó Christina–. No es culpa tuya ni de Tatiana, aquí el único culpable es ese rubio imbécil.

– Pero si yo no hubiera…

– Sin peros –volvió a interrumpirla–. Ustedes no hicieron nada malo, punto final. Y si vuelves a decir otro “pero” te voy a golpear –amenazó al ver que Emily tenía la intención de seguir protestando, logrando hacerla callar.

En lugar de otro “pero”, Emily se limitó a soltar un pesado suspiro. Se dirigió a la cama para sentarse, se estaba empezando a sentir agobiada e irritada, quería tranquilizarse y pensar, pero no podía controlar el temblor que tenía en sus manos por la impotencia y miedo que sentía; además que el sentimiento de culpa tampoco se iba.

Christina se hacía una idea de lo que podía estar pasando en la cabeza de Emily, tenía mucho que asimilar. Caminó hasta la silla se su escritorio y se sentó en ella, girando hasta que quedar frente a la otra ojiazul. Esperó unos minutos antes de continuar la conversación, dándole tiempo a Emily para ordenar un poco sus ideas.

– Tenemos que hablar con Tatiana –soltó Emily–, ayudarla y alejarla de Ryan.

– Está claro que la ayudaremos, pero no podemos hablar con ella, al menos no por ahora. ¿Lo leíste, cierto? Ryan la tiene vigilada, si damos un paso en falso entonces publicarán la foto.

Emily no pudo evitar sentir otro pinchazo de culpa, ella era la causa de todo ese problema.

– No importa –susurró. Christina la miró con sorpresa–. Ya no importa si la relación sale a la luz, solo hay que ayudar a Tatiana.

Y era cierto. Si bien aún le asustaba que su padre se enterara, en ese momento poco le importaba los gritos y posibles golpes que recibiría, solo quería ayudar a Tatiana. Ella estaba pasándolo mal por su causa, por haberle pedido mantener su relación en secreto, no iba a dejar que siguiera aguantado todo eso. Si expone la relación de ambas, entonces Ryan ya no tendría con qué extorsionarla.

– Hey, sé cómo te sientes, pero…

– ¿¡Pero qué!? –la interrumpió exaltada– ¡Tenemos que ayudarla! Si digo que tenemos una relación entonces no importa si la foto se hace pública o…

– ¡No seas impulsiva! –cortó ahora ella– Cálmate y piensa bien las cosas. Dices que ambas tienen una relación y Ryan ya no tendrá con que chantajearla, entonces Tatiana se librará de él. Bien, Ryan se va y se zanja ese asunto. ¿Y solo lo dejamos así?

– ¿A qué te refieres?

– Si hacemos eso entonces podemos resolver esto rápido, es cierto; pero Ryan saldrá impune como si nada, borra la foto y limpia todo su rastro, y es como si nada hubiera pasado.

– Es decir… ¿Llevar esto a la policía? –Christina asintió.

– Si lo está haciendo ahora, lo hará más adelante. Tenemos que detenerlo.

– Tatiana podría dar un testimonio.

– Cualquiera puede dar un testimonio, y él fácilmente puede contar una historia completamente diferente –se cruzó de brazos y se enderezó en la silla–. Podemos presentar la hoja y el micrófono que tiene Tatiana, pero sin una prueba contundente podrían tomarlo solo como una broma de un par de niñas.

Quiso protestar, pero lo que decía Christina tenía sentido.

– ¿Entonces qué hacemos? –preguntó desanimada, necesitaba una solución, pero no se le ocurría nada. La mezcla de sentimientos que tenía le dificultaba pensar.

– Por el momento, nada –recibió una dura mirada de Emily–. Necesitamos más información, recolectar pruebas, saber los puntos débiles de Ryan para invertir la situación.

– ¿Y cómo haremos eso? Ninguna de las dos es cercana a él.

– Y es mejor seguir guardando distancias, así no sospechará que sabemos algo.

– ¿Entonces?

– Estaba pensando...que necesitamos a alguien más que nos pueda ayudar.

Involucrar a alguien era peligroso, mientras más persona saben un secreto, más difícil es mantenerlo. Además, no solo implicaba contarle lo del chantaje, sino la relación de Tatiana y Emily. Christina tenía a alguien en mente, pero no podía dar ese paso si es que no tenía el consentimiento de Emily para compartir parte de su vida privada con alguien más.

– No sé si debamos contarle esto a más personas, podría ser riesgoso exponerlo más.

– Lo sé –concordó Christina–, por eso deben ser personas confiables. Por ejemplo, podrías hablar con Joseph, es tu mejor amigo.

– Confío en Joseph y todo, pero suele ser alguien impulsivo, presiento que iría a golpear a Ryan o algo –suspiró negando–. No sé si sea buena idea decirle.

– ¿En serio crees que haga eso?

– Lo veo muy posible.

– Si crees que puede ser tan obvio entonces mejor no –murmuró pensativa tratando de idear algún otro movimiento.

– Pienso que es mejor mantenerlo en nosotras, por el momento al menos. Tenemos que ser cautelosas.

– Sí…–susurró posando su puño sobre sus labios, algo que solía hacer cuando pensaba. Era cierto que contarle a otra persona era riesgoso, pero era un hecho que necesitaban información, información que ellas no podían conseguir por no ser parte del círculo del rubio. Sin embargo, ambas tenían que estar de acuerdo en lo que harían.

Se quedaron en silencio, cada una pensando en una posible solución, pero nada se les venía a la mente. No supieron cuando tiempo hubo transcurrido hasta que unos toques en la puerta distrajeron sus pensamientos e hizo que su atención se posara en la ama de llaves que se paró bajo el umbral.

– ¿Qué pasa Laura? –preguntó Christina ante la repentina interrupción.

– Llegaron sus padres hace unos momentos, le vengo a informar que en unos diez minutos la cena estará lista.

– ¿Ya es tan tarde? –miró el reloj de su mesa de noche, ya eran pasada las siete de la noche– No me di cuenta, gracias por avisarme, luego bajo.

– Claro. ¿Su amiga se quedará a comer también?

– No…

– Sí, se queda –se adelantó Christina levantándose con una sonrisa y estirando sus brazos–, cenará con nosotros.

– Entendido, entonces las esperamos abajo.

El ama de llaves se despidió y cerró la puerta, dejando a ambas chicas nuevamente solas. Christina encendió la luz y se dirigió a su armario para cambiarse el uniforme por ropa más cómoda, ignorando la mirada de una molesta Emily a sus espaldas.

– Yo no dije que me quedaría a comer.

– Pues ahora lo harás, tu plato ya se debe estar sirviendo.

– ¡Pero…! –se calló cuando una camisa blanca se estampó contra su cara, se la quitó fastidiada dispuesta a insultar a la rubia, pero se tragó sus palabras y se dio media vuelta con las mejillas sonrojadas–. ¡Si te vas a cambiar avísame!

– Ah, sorry, es la costumbre –le restó importancia riendo con ganas. Se puso una polera gris y un buzo negro, agradeciendo en un suspiro la comodidad de su ropa–. Ya puedes voltear.

Christina lanzó otra risa en cuando vio el ceño fruncido de Emily acompañado de un sonrojo en sus mejillas. Con ganas de molestarla más, propuso que Emily también se cambiara la ropa, pero solo recibió maldiciones e insultos.

– Por el momento solo observemos, si vemos una brecha entonces la usaremos –soltó Christina mientras se peinaba, Emily la miró confundida–. Me refiero a que consigamos la información nosotras dos, y si se presenta la oportunidad de encontrar algo importante tomar alguna evidencia como una foto o un vídeo con el celular.

– Entiendo…–no se le veía convencida con aquella estrategia, pues no sabía cuánto les tomaría reunir toda la información que necesitaban. Ella quería hacer algo ya.

– No te pongas ansiosa, resolveremos esto rápido y Tatiana volverá contigo, así que tranquila –dijo Christina como si supiera exactamente lo que pensaba Emily–. Por el momento, solo vayamos a comer.

Emily asintió con una débil sonrisa y siguió a Christina fuera de la habitación.

Notas finales:

Espero que les haya gustado el capítulo, gracias por tomarse el tiempo de leer esta historia :)

Espero que se encuentren bien y que este escrito logre distraerlos un poco al menos<3

Saludos, nos leemos pronto.


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