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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

¡Hola! Sé que he demorado más de lo normal en actualizar, lo siento, no pensé que retomar viejos animes resultara tan atrapante para mi cerebro :( Este capítulo es largo, muy largo para lo que suelo escribir, así que espero que compense en algo la larga espera<3

En fin, no los aburro más, gracias por la paciencia y el apoyo<3

El lunes por la mañana Christina y Emily acordaron llegar temprano al colegio para probar las grabadoras que habían comprado. Si bien cada una las había probado ya en sus respectivas casas, querían aún ver la calidad de la grabación a través de la tela del uniforme y en lugares más concurridos. La grabadora cabía sin problemas tanto en el bolsillo de la falda como en el de la chompa, y Christina confirmó que ese también era el caso de los bolsillos del buzo escolar. Se grabaron así mismas mientras tenían conversaciones triviales de prueba, tanto en el salón como en el pasillo, aunque para escuchar y verificar las grabaciones tendrían que esperar hasta llegar a sus casas.

– Es inusual verlas fuera del salón –tanto Emily como Christina se sobresaltaron ante la inesperada intromisión, pero en cuanto reconocieron la pelirroja cabellera de Joseph se permitieron dejar la tensión–. ¿Ha pasado algo? ¿Estáis celebrando algo?

– Le estoy enseñando a Emily a sobrevivir en lugares transitados.

– Me sorprende que hayas sido capaz de sacarla del salón –murmuró con absurda sorpresa–. Mis respetos, miss Medran.

Thanks, pero más ayuda sería bienvenida, ya sabes, por si se pone salvaje en pisos inferiores.

– Deja pongo mis cosas en mi sitio y las ayudo en esta travesía.

En cuanto Joseph entró al salón y las dejó solas, Emily propinó un fuerte golpe en el brazo de la rubia, haciéndola soltar un grito adolorido.

– ¿Por qué dijiste eso? –preguntó molesta y con el ceño fruncido.

– Fue lo primero que se me ocurrió –contestó con un tono desinteresado y sobándose el lugar del golpe–, pero está bien, I mean, Joseph ahora nos va a acompañar y podremos probar grabar con más voces.

– Me haces quedar como una completa asocial que no sale del salón.

– … ¿Y no lo eres?

– … Ese no es el punto aquí.

Christina no pudo evitar el soltarse a reír a pesar de que Emily seguía viéndola con el ceño fruncido. La pelinegra estuvo a punto de replicar otra vez, pero se vio interrumpida por el regreso de un sonriente Joseph. Una vez estuvieron los tres juntos empezaron una conversación trivial acerca de como había sido el fin de semana de cada uno, aunque las dos chicas prefirieron guardarse el hecho de haber salido el sábado.

Se mantuvieron en el pasillo a pocos pasos de la puerta de su salón, Emily no quiso alejarse e ir a caminar por la escuela y arriesgarse a llegar tarde a clase. A pesar de que Christina y Joseph trataron de convencerla alegando que aún faltaban como veinte minutos, no pudieron hacer que la pelinegra avanzara más de dos metros de la entrada, pero sí la convencieron de pasar esa expedición para el siguiente receso.

Mientras mantenían su charla varios se acercaron a saludar tanto a Christina como Joseph, quienes respondieron a cada persona con una amigable sonrisa. Uno que otro también se animaba a saludar a Emily, pero ella se limitaba a regresar el saludo secamente o a dar un leve asentimiento con la cabeza. Sin embargo, considerando que hace unos meses ni siquiera hubiera volteado la mirada, se podría decir que era un avance.

– Vaya, es inesperado encontrarlos afuera.

Los tres voltearon su mirada y se toparon con David y Antonio, ambos tenían una sonrisa en su rostro, aunque cierta sorpresa también se reflejaba en sus miradas.

– De vez en cuando está bien salir a tomar un poco de aire antes de la clase –contestó Joseph chocando su puño con el de David y, seguidamente, con el de Antonio.

– Necesitamos recargar energía antes de sentarnos durante dos horas seguidas –agregó Christina regalándole una amplia sonrisa a ambos chicos.

– Te entiendo perfectamente –concordó Antonio sonriendo, pero luego un bostezo salió de sus labios–, pero prefiero recargarlas durmiendo.

– ¿Cómo puedes tener tan poca energía? –preguntó David tomándolo de los hombros– ¡Estas semanas debemos estar entusiasmados con las prácticas!

– ¡Es justamente por las prácticas que estoy cansado! Yo no entiendo como tú tienes tanta energía –se quejó dándole un suave codazo en el abdomen.

– Cierto, ambos tenéis prácticas luego de clases –recordó Joseph riendo.

– Por desgracia, sí –confirmó Antonio con un resignado suspiro–. Hiciste bien en no unirte a ningún equipo, Joseph, te libras de un verdadero martirio físico –pasó su atención hacia Emily y Christina, quienes le miraban atentas–. Ustedes también, no saben cómo envidio su libertad.

– No hables como si fueras un prisionero, espantarás a posibles aspirantes –David apretó su agarre, y mientras ignoraba los reclamos de Antonio, fijó su mirada en los otros tres–. Pero bueno, es cierto que se extraña nuestras salidas luego de clases.

– Ya podremos ir en algún momento –aseguró Christina sonriendo.

Pinky promise? –David levantó su mano derecha y extendió su meñique.

Pinky promise –contestó Christina riendo y entrelazando su meñique con el del chico.

– ¿Alguien está haciendo una pinky promise sin mí? –preguntó Marcelo apareciendo repentinamente al lado de David– Me parece una falta de respeto.

– No te pongas celoso, mi vida, obviamente estabas incluido en mi mente.

– ¿Y yo qué? ¿Estoy pintada o qué carajos? –preguntó ahora Fernanda, apareciendo al lado de Antonio–. Si Chris hizo una pinky promise con David, entonces también debe hacerlo conmigo –levantó su mano derecha hacia la rubia y extendió su meñique.

Of course, tengo pinky promises para todos –dijo riendo y entrelazando ahora su meñique con el de Fernanda.

– ¿Qué están haciendo? –Camila apareció justo al lado de Fernanda y fijó su atención en los meñiques entrelazados de sus amigas–. Vaya, ¿qué clase de pacto han hecho?

– No tengo idea, pero si David lo hizo, entonces yo también tengo el derecho de hacerlo –contestó Fernanda con fingida superioridad mientras soltaba la mano de la rubia–. A todo esto, ¿de qué estaban hablando?

– De una próxima salida, aunque sería para cuando acaben los entrenamientos –David es encogió de hombros.

– ¡Sí! –exclamó emocionada– Hace mucho que no salimos juntos, definitivamente una salida es justa y necesaria.

– Pero sería a fin de mes, más o menos –dijo Marcelo tratando de recordar la fecha exacta en que los entrenamientos terminarán.

– Entonces todos desde ya deben reservar ese día, porque no permitiré que nadie ponga alguna excusa para no ir –advirtió Fernanda cruzándose de brazos.

– Yo hice la pinky promise primero, así que obviamente estoy dentro –aseguró David.

– También yo, nunca se rechaza una salida con mis fans –bromeó Marcelo con fingida soberbia.

– Yo también, vendrá bien relajarse antes de que empiece la competencia –dijo Antonio.

– Supongo que puedo hacer espacio en mi agenda para ustedes –Camila se encogió de hombros con una sonrisa.

– Claro que voy también –dijo Joseph emocionado.

Obviously, me too! –exclamó Christina también entusiasmada.

Todos dirigieron su atención hacia la única persona que faltaba confirmar su asistencia y quien había permanecido en silencio durante toda la conversación. Emily intercaló sus azules ojos entre cada una de las expectantes miradas que estaban sobre ella sin saber qué decir o qué hacer exactamente. Hace unas semanas no hubiera dudado en salir con el grupo, pero ahora no estaba tan segura sobre ello, sobre todo porque había sido ella quien se había distanciado de ellos.

 – Come on, Emily! –Chris le codeó ligeramente y le regaló una sonrisa– No es como si tuvieras algo mejor que hacer.

Dudó por un par de segundos más, pero pudo ver en los azules ojos de la rubia confidencialidad, y la sonrisa que le daba parecía querer transmitirle seguridad y confianza para responder, indicándole que no tenía que darle tantas vueltas al asunto. Sintiéndose un poco más relajada y reconfortada, volvió su mirada hacia el resto y, con cierta timidez, les regaló una leve sonrisa.

– Claro, vamos.

La alegría no tardó en apoderarse del resto del grupo ante la confirmación de la pelinegra, hablando con más emoción acerca de la salida y dando ideas acerca de los lugares a los cuales podrían ir. Y aunque Emily volvió a permanecer callada el resto de la conversación, la sonrisa perduró en su rostro junto a un cálido sentimiento nostálgico de su pecho, una mezcla de alivio y alegría la embargaron y le hicieron darse cuenta de que realmente había extrañado a ese grupo más de lo que pensaba.

– ¿Qué pasa que todos están tan animados?

Al escuchar esa voz, esa detestable e inconfundible voz, la sonrisa desapareció instantáneamente del rostro de Emily. Dirigió, junto al resto del grupo, su atención en el recién llegado rubio quien asomaba su cabeza por el hombro de David. Emily no se molestó en disimular su disgusto por Ryan, reflejando en su mirada todo el odio y molestia que sentía hacia su persona. Sabía que tenía que disimular sus expresiones, pero como nadie parecía estar enfocándose en ella fulminó otros segundos al subcapitán antes de obligarse a desviar la mirada. No podía relajar su ceño ni disimular su irritación, así que al menos trataría de que nadie se percatara de ello.

– Hablábamos de una salida antes de que empiecen los partidos –contestó David saludando a Ryan con un choque de puños.

– Relajarse antes de la competencia suena bien, ¿a dónde iremos?

– ¿Y quién dice que tú estás invitado? –preguntó Camila cruzándose de brazos con su característico tono bromista y sarcástico, pero aún así logró ganarse una cara de desconcierto del subcapitán y atraer la mirada de sorpresa de todos los demás. Christina no pudo que una discreta sonrisa se formara en sus labios.

– ¿Me excluyes después de todo el tiempo de calidad que estamos pasando juntos? –se llevó una mano al pecho y dramatizó un dolor en el corazón– Me duele tu frialdad.

– Ajá, bastante –giró los ojos y negó con la cabeza–. Es justamente por todo ese tiempo de calidad que nos merecemos un poco de tiempo con Tatiana –miró a Fernanda y sonrió–. No es como si ella nos pudiera contar chismes de su relación cuando estás presente, ¿cierto?

Aunque Fernanda no tenía idea de las verdaderas intenciones de Camila, sin duda aquello que dijo le había hecho sonreír con complicidad.

– Cierto, es demasiado buena persona para rajar de ti en tu cara –dijo apoyando la idea de la ojicafé–. Necesitamos su valoración sincera acerca de tu calidad como pareja.

– Es verdad, tengo que escuchar testimonios de mi hija y determinar si eres adecuado para ella –concordó David con una pensativa expresión.

– ¿Hasta tú me das la espalda, David? –cuestionó Ryan con fingida indignación.

– Por un día que no estén pegados no se van a morir.

– Esto lo sabrá Tat, ya veremos si ella está de acuerdo con ustedes en dejarme fuera –refunfuñó con molestia y se cruzó de brazos. David y Marcelo lo tomaron a juego y empezaron a molestarlo, pero tanto Christina como Emily encontraron en esas palabras un mensaje subliminal con cierto trasfondo amenazante.

El sonido de la campana que anunciaba el inicio de las clases interrumpió la conversación que tenían. Intercambiaron un par de palabras antes de que el subcapitán se despidiera y fuera en dirección contraria a la del resto del grupo. Una vez estuvo de espaldas al resto su rostro se tornó serio, apaciguó su andar y buscó, disimuladamente, una cabellera castaña aparecerse en el pasillo. Chasqueó la lengua con fastidio al no encontrar a su objetivo, pensó en quedarse esperando fuera de su salón, pero al ver a su tutor a pocos pasos de él no le quedó de otra más que entrar.

La ausencia de Tatiana tampoco fue pasada por alto por el resto, preguntándose entre ellos mismos si alguien había recibido algún mensaje o aviso por parte de la ojimiel acerca de la razón de su tardanza; sin embargo, nadie tenía información sobre el tema. Al entrar al aula cada uno se fue a sentar a sus respectivos lugares, poco después llegó su tutor y empezó la usual charla matutina de todos los días; ésta acabó al cabo de 15 minutos, pero seguía sin haber rastro de Tatiana.

La clase comenzó y los alumnos sacaron sus libros y cuadernos para empezar a tomar los apuntes necesarios. El maestro explicaba el nuevo tema y escribía en el pizarrón los datos más importantes que debían ser recordados, lanzaba ideas al aire para que los jóvenes opinen y llamaba a alumnos en específico para que contesten preguntas si los encontraba distraídos. Una de las desafortunadas en ser llamada fue Fernanda, quien fue pillada justo cuando veía su celular en busca de algún mensaje de Tatiana.

Luego de poco más de una hora, Tatiana finalmente apareció en la puerta del salón junto a su tutor. Su cabello estaba ligeramente despeinado y su uniforme un poco arrugado, tenía una expresión de cansancio y unas leves, pero perceptibles, ojeras. A simple vista parecía que había tenido una mala noche y que le había costado despegarse de las sábanas esa mañana. Se quedó parada en la entrada mientras esperaba que ambos docentes terminaran una corta charla, se disculpó por la tardanza con el profesor y se dirigió, al fin, a su carpeta.

Sus amigos no tardaron en preguntarle el porqué de su demora, pero Tatiana se limitó a dar respuestas breves y sonreír débilmente. Se veía exhausta, de cerca su cansancio y ojeras eran mucho más notables, así como la palidez de su rostro. Sus amigos intercambiaron miradas preocupadas entre ellos, era evidente que la ojimiel no estaba bien, aquel aspecto frágil y apagado no era común en su amiga. No obstante, decidieron no hacer comentarios por el momento, pues estaban en medio de la clase, ya cuando llegara el receso podrían hablar con mayor tranquilidad.

Una hora más pasó y la campana sonó indicando el inicio del receso, el profesor se despidió de la clase y, en cuanto abandonó el aula, los alumnos no tardaron en estirarse y levantarse de sus carpetas. Tatiana se estiró en su asiento y, seguidamente, se echó sobre su carpeta con los brazos cruzados y los ojos cerrados, buscando un descanso de la realidad.

– ¿Tat? –Camila se inclinó hacia adelante y posó su mano en el hombro de la ojimiel, buscando brindar apoyo aún sin saber del todo si era realmente necesario– ¿Estás bien?

Tatiana no respondió, al menos no verbalmente, hizo un vago asentimiento con la cabeza y un flojo sonido de confirmación, pero no cambió su posición.

– ¿De nuevo te amaneciste y te quedaste sin dormir? –preguntó ahora Fernanda. Tatiana giró su cabeza lo suficiente para verla.

– Sí, algo así –respondió con una leve sonrisa–, solo estoy cansada.

– Nos dimos cuenta de eso, te pasaste toda la clase bostezando.

– ¿No vas a comer nada? –intervino ahora Camila– Te servirá para reponer energías.

– No tengo mucho apetito, solo quiero dormir.

Camila y Fernanda intercambiaron una larga mirada, ambas con una preocupación escrita en sus rostros. Voltearon a ver a sus demás amigos, quienes también habían prestado atención a su conversación, buscando alguna idea acerca de lo que podían hacer. Sin embargo, solo hubo un encogimiento de hombros por parte de ellos.

– Supongo que nos quedaremos en el salón entonces –dijo Camila con un suspiro–, dudo mucho que puedas dormir algo en la cafetería.

– Ustedes solo vayan, yo me quedaré aquí durmiendo.

– Quedarnos en el salón no está mal de vez en cuando –agregó Fernanda, obteniendo una leve sonrisa de Tatiana.

– Solo déjenme dormir.

Luego de dar su palabra de no hacer alboroto, el grupo movió algunas carpetas para quedar sentados más cerca. Antonio comenzó una charla trivial con Camila y Fernanda mientras que David y Marcelo se dirigieron a la cafetería a comprar unas cosas, claro que terminaron haciendo mandados para los demás también.

Christina seguía en su carpeta, había declinado la invitación para sentarse con el resto, aunque no estaba segura si había hecho bien en su decisión. Estaba preocupada por Tatiana, su semblante pálido y exhausto le había alarmado, pero era difícil acercarse e iniciar una conversación dadas las circunstancias. Meditó por unos segundos antes de girarse hacia la ojimiel, quien seguía acostada, pero en cuanto iba a llamarla escuchó una voz en la puerta que la detuvo y enervó sus ánimos al instante.

Ryan se acercó al grupo y se sentó en la carpeta que estaba frente a Tatiana, llamándola por un rato, pero sin obtener respuesta alguna.

– Déjala dormir, está cansada –dijo Camila al ver la insistencia del subcapitán.

– Eso parece, ahora entiendo porque no salían.

– Quedarse de vez en cuando no está mal.

Iniciaron una trivial conversación entre ellos, pero manteniendo el tono de voz justo para no molestar a la ojimiel. Christina, al ver la presencia del subcapitán, suspiró resignada por perder su oportunidad, se levantó luego de coger unas galletas de su maleta y se dirigió hacia donde estaban Emily y Joseph. Mientras se alejaba le dio una última mirada a Tatiana, todavía con esa preocupación en el pecho, pero esta se apaciguó en cuanto sus azules ojos se toparon con los cafés de Camila, quien le regaló una sonrisa tranquilizadora, como queriéndole decir que ella se encargaría de que todo estuviera bien. La rubia le devolvió la sonrisa y un agradecimiento mental antes de volver su vista al frente.

En cuanto llegó a los asientos de Joseph y Emily notó que ambos también se veían preocupados, y no fue difícil adivinar la razón cuando los encontró mirando a Tatiana, aunque el pelirrojo era quien más mantenía su mirada en el grupo, Emily solo miró brevemente por encima de su hombro antes de volver su atención a su sándwich.

– ¿Está bien Tatiana? –preguntó Joseph.

– Dijo que solo estaba cansada, se quedó despierta hasta tarde –contestó Chris.

– Debería comer algo, le daría energías.

– También dijo que no tenía apetito.

– ¿No vamos a ir con ellos? –cuestionó intercalando su mirada entre las dos chicas.

Emily y Christina intercambiaron miradas, sin decir nada ambas sabían que la respuesta estaba fuera de cuestión. Además de que era arriesgado acercarse a Ryan, ninguna tenía la seguridad de poder escucharlo hablar por más de dos minutos sin atinarle un golpe en la cara. Era frustrante, ambas estaban preocupadas por Tatiana, pero el acercarse así de golpe podría parecer fuera de lugar.

– Nosotros teníamos otro pendiente, ¿recuerdas? –sonrió buscando los verdes ojos del pelirrojo, queriendo redirigir su atención a otro tema– Ayudar a Emily con su asocialidad.

– Ostia, cierto, lo había olvidado. Pero… ¿Estáis seguras? Tat…

It’s okay, it’s okay –aseguró restándole importancia al asunto–. Quiere dormir y si vamos, probablemente hagamos más ruido y no descansará nada.

Joseph dudó otro par de segundos, pero luego accedió. Se levantó y, con los ánimos renovados, sacó junto a Christina a Emily del salón, quien no paró de quejarse y resistirse a salir, pero poco o nada pudo hacer para evitar ser arrastrada por los otros dos. Antes de abandonar el salón dirigió una última mirada hacia Tatiana, quien seguía acostada, y deseó que esa siesta que estaba tomando realmente la ayudara. Lo que restaba del receso se la pasó yendo y viniendo por los pasillos junto a Christina y Joseph y, aunque el objetivo era simplemente probar las grabadoras, pasó un buen rato estirando las piernas y escuchando las tonterías de los otros dos.

Cuando la campana volvió a sonar los alumnos regresaron a sus respectivos salones, Ryan hizo lo mismo luego de despedirse del grupo. Acomodaron las carpetas nuevamente en su sitio y se sentó cada uno en su lugar, pero ni todo ese alboroto ni las voces de los alumnos entrando al aula hizo que Tatiana levantara la cabeza.

– Tat, hey –Camila sacudió el hombro de la ojimiel–, ya va a empezar la clase.

Obtuvo un perezoso quejido como respuesta, pero ni un ápice o indicador que mostrara a Tatiana dispuesta a levantarse.

– Oye, te van a gritar por verte durmiendo –advirtió aumentando la fuerza de su sacudida, y esta vez obtuvo el resultado que quería: Tatiana finalmente levantó la mirada–. Hasta que al fin.

No respondió, se limitó a estirarse en su sitio y soltar un largo y pesado suspiro, volviendo a recostarse sobre la carpeta, pero ahora manteniendo la mirada al frente.

– ¿Renovaste energías? –preguntó Fernanda.

– Eso espero –ocultó un bostezo con el envés de su mano–, pero siento que no.

El grupo volvió a intercambiar miradas preocupadas entre ellos, pues el rostro exhausto de Tatiana no había cambiado en lo absoluto. Preguntaron sobre ello, pero la ojimiel le restó importancia al tema mientras sacaba el los materiales correspondiente al curso que tocaba. Abrió su cuaderno dispuesta a poner la fecha de ese día, pero le costaba enfocar su vista la hoja, seguía sintiendo sus párpados pesados. Trató de concentrarse en escribir decentemente, pero un inesperado mimo en su cabeza la sobresaltó provocando un rayón en su hoja.

How are you, darling?

A pesar de que el tono y acento era inconfundible para ella, no pudo evitar que la sorpresa se reflejara en su rostro cuando, al levantar la mirada, se topó con los preocupados ojos azules de Christina, quien, además, seguía regalándole suaves mimos en su castaña cabellera.

– Ah…Yo…solo estoy cansada.

– ¿Segura?

– Segura –sonrió apenada evitando el contacto visual, la intensa mirada de Christina la cohibía y le hacía sentir un nudo en la garganta, la culpa y tristeza sobre lo que pasaba y la discusión que tuvieron se mezclaban en su pecho y amenazaban con escaparse por sus ojos. No obstante, era innegable la preocupación innata en las palabras de la rubia y la calidez que emanaba la caricia en su cabeza, haciéndole sonreír aliviada porque, a pesar de todo, Christina aún estaba dispuesta a estar ahí con ella.

Sintió la persistente mirada de la rubia unos segundos más sobre ella, luego escuchó un suspiro y sintió un último mimo en su cabello antes de que Christina se alejara de ella.

Okay –susurró la rubia y se giró para sentarse en su carpeta y comenzar a sacar sus propios materiales para la clase.

Tatiana la miró discretamente por el rabillo del ojo, queriendo averiguar que era lo que pasaba por la cabeza de Christina, si seguía molesta o no con ella, pero la cara de su amiga tenía su habitual expresión de siempre, sin darle pista de algo en particular.

La clase dio inicio y durante las siguientes tres horas los alumnos se la pasaron resolviendo problemas de razonamiento matemático. No era un curso especialmente difícil, pero cada ejercicio si conllevaba un debido tiempo de análisis y resolución, por lo cual no era raro ver a más de uno cabeceando luego de darle varias vueltas a un mismo problema. Tatiana se encontraba en ese grupo, si bien había dormido todo el receso, seguía sintiéndose cansada; la ojimiel se imaginaba la razón de su baja energía y solo esperaba que las cosas no se le complicaran en lo que quedaba del día escolar.

Justo cuando el profesor indicaba los deberes para la siguiente semana el timbre que anunciaba la hora del almuerzo sonó, terminó de dar unas últimas observaciones y se retiró del salón, dejando finalmente libres a los alumnos.

– ¿Nos quedamos de nuevo? –preguntó David girándose en su asiento para poder ver a los demás.

– Pues yo creo que sí –contestó Fernanda y dirigió su mirada a la ojimiel–, parece que Tat necesita seguir recobrando energías.

– Estoy bien –dijo Tatiana dibujando una leve sonrisa en su rostro, sintiéndose apenada de la atención y preocupación que estaba recibiendo de parte de sus amigos–, siento que dormir solo me dará más sueño, vayamos a la cafetería.

– Creo que es mejor quedarnos, acá estamos más tranquilos –sugirió Camila y los demás no tardaron en estar de acuerdo con ella.

A pesar de la negativa de Tatiana, los demás dieron más razones para quedarse, no necesariamente razonables, vale agregar; pero la insistencia fue suficiente para que la ojimiel desistiera de ponerse de pie. En su lugar, volvió a acomodarse en su carpeta con los brazos cruzados, aunque esta vez no escondió su cabeza para dormir, sino que se quedó se acomodó de tal manera que pueda ver y charlar con sus amigos. Le costaba seguir el tema de conversación, su concentración seguía baja y sus párpados, pesados; pero hacía lo que podía para mostrar que se encontraba mejor, aunque no fuera realmente así.

En la esquina opuesta del salón Christina ya se encontraba sentada junto a Emily y Joseph, pero tanto la rubia como la azabache no podían evitar lanzar disimuladas miradas hacia el grupo reunido, centrando su atención en Tatiana, ambas todavía preocupadas por ella y estando alerta ante cualquier reacción.

– ¿Por qué no nos juntamos con ellos?

Ambas volvieron su atención al pelirrojo, viéndolo con desconcierto. Estaba claro que Joseph lo había sugerido de buena fe, sin querer incomodar o presionar a ninguna, pero eso era debido a que no sabía lo que realmente pasada. Christina y Emily intercambiaron una silenciosa mirada, queriendo saber si la otra estaba de acuerdo con la idea. Claro que querían ir y estar con el resto, habían considerado la idea en sus mentes, pero la situación en la que estaban era complicada. La respuesta de ambas estaba clara, pero solo la expresaron en voz alta cuando notaron al subcapitán entrando de nuevo al salón.

– Estamos bien aquí –respondieron al unísono.

– ¿Seguras? –ambas asintieron. Joseph intercaló su verde mirada entre ambas, no convencido con la respuesta que había obtenido, y aunque pensó en volver a insistir, prefirió desistir y encogerse de hombros– Bueno.

– ¿Vamos a la cafetería? –preguntó Christina llamando la atención de los otros dos– Quiero comprar algo, y servirá para que Emily siga acostumbrándose a las personas.

– Vale, con eso último me convenciste.

– Prefiero quedarme, gracias.

Come on –insistió buscando los azules ojos de Emily, regalándole una sonrisa en cuanto los encontró–. Vendrá bien para estirar las piernas.

«Y distraernos del rubio idiota que está aquí», dijo mentalmente. Si bien no lo había dicho en voz alta, no fue necesario para que Emily entendiera el mensaje. La azabache soltó un leve suspiro antes de acceder; aunque prefería estar en el salón, sabía que con Ryan sentado a tan solo unas carpetas no iba a poder estar tranquila.

Los tres salieron y caminaron sin apuro a la cafetería, tomándose su tiempo y entreteniéndose con una trivial, pero amena, charla acerca de teorías conspirativas. A pesar de que solo era un viaje para comprar algo y volver, se demoraron lo que restaba del almuerzo en volver al salón, pues en el camino las bromas casuales y las personas que se acercaban a saludar habían hecho que se tomaran más tiempo del necesario, aunque a ninguno de los tres les importó. Es más, a Christina y a Emily les venía de maravilla para seguir probando la pequeña grabadora de su bolsillo.

Al llegar al salón se despidieron un gesto de mano y cada uno fue a sus respectivos asientos. Cuando Christina llegó a su carpeta se topó con una Tatiana nuevamente acostada y no pudo evitar mirarla entre curiosa y preocupada.

– Sigue respirando, tranquila –soltó Camila en cuanto notó la mirada fija de la rubia en la ojimiel. Se inclinó para adelante y sacudió suavemente el hombro de Tatiana–. Hey, ya va a empezar la clase, despierta.

Por respuesta se escuchó un perezoso gruñido, Camila volvió a zarandearla y esta vez logró su cometido. Tatiana estiró los brazos y levantó la cabeza, tratando de quitarse el sueño de los ojos frotándoselos y volver a orientarse en la realidad. Christina, por su parte, ya se había sentado, pero seguía con la mirada puesta en Tatiana, examinando el pálido rostro de su amiga.

– ¿Realmente estás bien? –preguntó con notable preocupación en su voz. Tatiana cubrió un bostezo y se giró para ver los azules ojos de la rubia, nuevamente ligeramente sorprendida ante la repentina interacción.

– Sí, solo cansada –aseguró con una débil sonrisa.

Christina no se tragó aquella respuesta, era evidente que Tatiana no solamente estaba cansada, el semblante que tenía era suficiente para saberlo. Quiso seguir preguntando, insistir y llevar a Tatiana a la enfermería para que la atiendan y tome algo que realmente le haga mejorar, pues solo con breves siestas no iba a llegar a ninguna parte. Y estaba más que segura que, una vez acabe el colegio, Tatiana iría directo a casa sin consultar a nadie o preocuparse en comprar alguna medicina. Sin embargo, justo cuando estaba por decir algo Alejandro entró al salón junto a la profesora para dar inicio a la última clase del día. Miró a Tatiana una última vez y, aunque pensó en decirle directamente a su tutor sobre la condición de la ojimiel, prefirió desistir de ello y guardarse su preocupación hasta el final de la clase.

En la esquina opuesta del salón había alguien que compartía la preocupación de Christina, y no era nadie más que Emily. Ella también había estado viendo a Tatiana de manera discreta, observando sus movimientos y gestos, estando alerta y lista para ir a ayudarla ante cualquier inestabilidad que se presentara. Pero poco o nada podía hacer estando tan lejos y en la situación en que se encontraban, tan solo cuidarla en la distancia y velar porque mejore, al menos un poco, en lo que restaba de día.

La clase transcurrió sin contratiempos, pasados los primeros cuarenta minutos, en donde la profesora se concentró en explicar la teoría y la forma de llevarla a la práctica, comenzó a anotar en la pizarra problemas para que los alumnos salieran al frente a resolverlos, llamando sobre todo a aquellos que notaba distraídos. Para mala suerte de Tatiana, ella se encontraba dentro de ese grupo, aunque no porque quisiera.

Obviando el hecho de su cansancio corporal y la pesadez de sus párpados, Tatiana estaba teniendo problemas para enfocar la vista en los problemas que estaban anotados en el pizarrón, los números y letras parecían desenfocarse y dar vueltas. Pronto los problemas de la pizarra no eran los únicos que giraban, Tatiana comenzó a sentir que todo a su alrededor se distorsionaba y se tornaba de un color oscuro.

«Mierda, no esto otra vez, no aquí». Se cubrió los ojos con la mano izquierda y respiró con fuerza, tratando de calmarse y enfocarse en el aire que entraba y salía de sus pulmones. Inhaló y exhaló repetidas veces antes de volver a destapar su vista, y aunque estaba un poco más claro que antes, la sensación de mareo no la había abandonado.

– Señorita Vernacci, pase a resolver el siguiente ejercicio –definitivamente no pudo haber peor sincronización para Tatiana que ese momento, maldijo por lo bajo antes de levantar la cabeza, tratando de enfocar su mirada, pero todo le seguía pareciendo difuso–. Señorita Vernacci, ¿puede venir? Esto tiene nota de participación.

– Sí, ahorita –logró decir luego de unos segundos. Sentía que sus amigos le hablaban, pero apenas y pudo concentrarse lo suficiente para levantarse sin tambalearse. Tomó una última respiración antes de dejar de apoyarse en su carpeta y caminar hacia el frente a paso lento. No supo cómo, pero logró llegar al pizarrón sin caerse, un logro dado que todo estaba girando y oscureciéndose a ratos.

Tomó el trozo de tiza y la apoyó en la pizarra, sin saber si era realmente el espacio donde debía escribir. Tampoco había visto el problema, solo había tanteado el dónde posicionarse. Se quedó quieta un largo rato, respiraba con pesadez y tenía la mirada fija en el suelo, sentía que en cualquier momento se caería. Podía sentir las miradas clavadas en su espalda y un par de murmullos, en otra situación se hubiera avergonzado, pero ahora apenas y tenía la fuerza para mantenerse de pie.

– Señorita Vernacci, ¿está bien? –la profesora se acercó a ella, Tatiana lo notó por el rabillo del ojo, pero fue incapaz de girarse a verla.

– Yo… –sentía su boca seca, tomó dos grandes respiraciones y se apoyó en el pizarrón, sosteniendo su cuerpo con la pared para evitar caer–. Yo no me siento muy bien, lo siento.

– Eso puedo verlo querida –la profesora tomó el hombro de la ojimiel y le hizo girarse para examinarla–. Será mejor que vayas a la enfermería.

– Yo solo…debo sentarme y…

– No –la cortó abruptamente–, con ese semblante al único lugar que puedes ir es a la enfermería.

Tatiana quiso objetar, negarse y volver a su sitio para desplomarse, pero apenas y podía mantener los ojos abiertos.

– Y está más que claro que sola no puedes ir –la profesora dio un rápido vistazo al salón y fijó su atención en Emily, quien también mantenía sus ojos fijos en la ojimiel–. Emily, tú ya acabaste de resolver los ejercicios, acompáñala.

– ¿Qué? –Tatiana levantó la cabeza, cosa que le costó caro pues el mareo aumentó– No, puedo ir…

– Claro, yo la llevo –se apresuró a responder antes de que Tatiana expresara su negativa. Cerró su cuaderno y se apresuró al lado de Tatiana quien, a pesar de su debilidad, le dedicó una mirada de sorpresa, la cual pasó pronto a ser tímida en el momento que Emily la sujetó firmemente de la cintura y tomó su brazo para pasárselo por los hombros. El corazón de la ojimiel comenzó a palpitar con fuerza, aunque no tenía idea si era por su condición o por la repentina cercanía de la azabache.

– Que la doctora la examine y que ponga un breve informe aquí –le extendió una pequeña hoja, la cual Emily tomó y guardó en el bolsillo de su uniforme, luego volvió a sujetar la mano de Tatiana que colgaba sobre su hombro–. Le avisaré yo a Alejandro lo que pasó, aunque estoy segura que Amanda también lo hará.

– De acuerdo, nos vamos entonces.

Asintió por última vez y se dio media vuelta para encaminarse fuera del salón. Todas las miradas estaban puestas sobre ellas, de fondo se podían escuchar varios murmullos curiosos y preocupados, pero en cuanto Emily y Tatiana atravesaron la puerta la profesora se encargó de callarlos y volver la atención a los ejercicios.

Caminaron a paso lento, pues a Tatiana le costaba el tan solo mantenerse de pie, si no caía al suelo era debido a que Emily tenía su cintura firmemente agarrada. Aún con la misma timidez de antes, Tatiana fue incapaz de levantar su mirada del suelo, aunque en parte era debido a que se estaba concentrado para no tropezar con sus propios pies, pero también se debía a que no estaba segura de como actuar ante la cercanía de la ojiazul. Había pasado tanto desde la última vez que fue envuelta por la calidez y el aroma de Emily que, ahora que lo tenía justo al lado, le parecía irreal, tan solo una alucinación de su deplorable estado.

– Cuidado, vamos a bajar las escaleras –sintió el agarre de Emily apretarse–, ¿crees que puedas sujetarte de la barandilla?

Quiso responder, dejar salir su voz, pero su respiración agitada y su boca seca se lo impidieron, atinando a asentir levemente con la cabeza. Emily la dirigió hasta la pared y esperó que Tatiana tomara con firmeza la baranda antes de bajar cada escalón con sumo cuidado. No sabía si era lo mejor tomarse su tiempo, podía ser contraproducente el alargar el camino siendo tan cuidadosa, pues su fuerza no era mucha y, mucho menos, ilimitada. Sin embargo, por nada del mundo iba a soltar a Tatiana, prefería terminar con un calambre en el brazo que dejarla caer.

No se apuraron en bajar, algo que Tatiana agradeció de sobremanera, Emily dejó que ojimiel hiciera leves pausas para recuperar cierta firmeza en sus piernas. Se mantuvieron en completo silencio, aunque más que un silencio incómodo, era uno necesario: Emily estaba demasiado concentrada sujetando a Tatiana, y Tatiana estaba demasiado concentrada en no tropezarse con todo dando vueltas a su alrededor. No obstante, cuando estaban descendiendo el último tramo de escaleras para seguir luego el camino recto a la enfermería, Tatiana rompió el silencio luego de haber acumulado suficiente saliva en su reseca boca.

– Lo siento –susurró, aún tenía la mirada fija en el suelo–, solo te causo problemas.

– Cállate. A penas puedes mantenerte de pie, solo concéntrate en no caer.

– Pero…–tomó una larga respiración y tragó saliva– quiero decírtelo al menos, yo…

– Basta –le interrumpió–. Te dije que estaba bien con que seas mi dolor de cabeza, así que deja de culparte y solo camina, ya casi llegamos.

Pudo sentir su corazón dar un vuelco, sentirlo palpitar aceleradamente luego de varios días en el que apenas sentía su pulso. Y estaba segura que no era por su padecimiento. O eso creía al menos. Miró de reojo a Emily, quien tenía toda su atención puesta al frente, y no pudo evitar embelesarse con su perfil, ¿hace cuánto que no había admirado la belleza de la ojiazul tan de cerca? Bastante. Y lo había extrañado y añorado como el infierno. Pudo sentir un nudo en su garganta, causado por la culpa de haber hecho que ese rostro se contrajera de dolor.

– Mirada al frente, Vernacci –soltó Emily aún sin voltear la mirada. Tatiana se avergonzó de haber sido pillada mientras la observaba, giró rápidamente su cara y volvió su atención al camino luego de darle un último vistazo al perfil de Emily. No estaba segura si en realidad lo había visto o solo era su menta cansada delirando, pero le pareció que una media sonrisa se dibujo en el rostro de la ojiazul.

Una vez terminaron de bajar las escaleras el resto del camino fue mucho más sencillo, aunque a Tatiana cada vez le costaba más dar un paso, todo seguía distorsionándose y tornándose oscuro de a ratos. Para cuando finalmente llegaron a la enfermería Emily prácticamente tenía a Tatiana totalmente apoyada sobre ella, respiraba con pesadez y su temperatura había aumentado.

En cuanto Amanda las vio no tardó en acercarse para ayudar, llevando a Tatiana a una camilla para recostarla. Recibió una rápida explicación de Emily acerca de la situación, sobre como desde temprano la ojimiel había estado cansada y pálida hasta la situación actual en la que apenas podía estar de pie. El reporte le había dado una idea más clara de lo acontecido, pero tan solo viendo el aspecto de Tatiana y conociendo su historial clínico, ya tenía claro el diagnóstico.

– ¿Has estado comiendo bien? ¿Tus tres comidas al día? –su mirada era acusadora, aunque Tatiana no podía verla puesto que tenía los ojos cerrados y su antebrazo puesto sobre estos. La ojimiel negó suavemente– ¿Tu jarabe?

Hubo un silencio por unos largos segundos, Tatiana hizo una mueca y volvió a negar con la cabeza. Dada la situación, entendía el que Amanda preguntara sobre su medicina, pero el hecho de que estuviera Emily presente le incomodaba, no le gustaba que la gente se enterara sobre ese tema.

– Me lo imaginaba –suspiró y negó con desaprobación. Se acercó a un estante y buscó dentro de él durante unos minutos, cerrándolo sin sacar ninguno de los frascos que estaban dentro–. Parece que se acabó, tengo que ir al almacén por otro par –levantó su vista y miró a Emily, quien también la observaba con curiosidad–. ¿Crees que puedas quedarte y verla un rato? Me gustaría ir ahorita a por los jarabes y luego quedarme aquí vigilándola sin contratiempos.

– Claro, no hay problema. Pero ella… –miró fugazmente a Tatiana, la preocupación reflejada en su mirada era evidente.

– Tranquila, no es nada grave –sonrió amable–. Está por desfallecer, se quedará dormida hasta que su cuerpo vuelva a tener un poco más de energías, pero me siento mejor dejando a alguien viéndola… Y creo tú te sientes igual, ¿cierto?

– Ah, sí –desvió la mirada, ligeramente avergonzada y con las mejillas ruborizadas.

– Bien, no tardo.

Amanda tomó un par de llaves de su escritorio y luego abandonó la enfermería, dejando a Emily y Tatiana solas. La ojimiel seguía con la respiración agitada y había comenzado a sudar, su mareo también estaba igual, pero el estar echada le ayudaba de sobremanera. Bajo su antebrazo tenía los ojos cerrados, de esa manera no veía todo girar a su alrededor, aunque la sensación perduraba en el resto de sus sentidos. Trató de concentrarse en su respiración, buscando calmarla y volverla acompasada e intentar dormir, pero su mente estaba hecha un caos, no tenía la energía ni disposición suficiente para enfocarse en una sola cosa.

Sintió, entonces, una repentina calidez en su mano derecha, pensó que era de su propia temperatura, pero la suave caricia que sintió a continuación le hizo darse cuenta que aquel calor no provenía de ella. Se quedó estática esperando algún otro movimiento que confirmara que no se lo había imaginado, sintiendo luego de unos segundos otro suave mimo en su mano y, además, un agarre firme, pero a la vez delicado. Su corazón volvió a saltar y, aunque sabía que la única persona a su lado era Emily, no pudo evitar levantar su antebrazo y fijar sus cansados ojos en ella.

– ¿Emily? –su voz salió en un susurro lleno de desconcierto y anhelo, cargado de inseguridad y esperanza a la vez. Tantas veces había soñado con ese toque, lo había añorado desde el primer día que lo había perdido, y ahora que lo tenía, no quería que se esfumara.

Emily la miró a los ojos, haciendo contacto visual por primera vez en todo el día, y por primera vez en bastante tiempo. En su azul mirada no había odio, recelo, ni siquiera tristeza, tan solo auténtica preocupación y un profundo cariño. Una sonrisa afloró en sus labios, levantó su mano libre e hizo un gesto para que Tatiana guardara silencio.

– Tú solo trata de dormir –afianzo el agarre de sus manos y dio otra suave caricia. Tatiana, aún en todo su malestar, no pudo evitar sentirse feliz, feliz de volver a ver esa sonrisa y sentir ese toque, feliz de volver a entrelazar sus dedos con los de Emily.

Dio un leve asentimiento mientras una sonrisa se apoderaba de su rostro, volvió a posar su antebrazo sobre sus ojos e intentó dormir, teniendo éxito esta vez. Ya sea que por tener cerca la calidez de Emily le hizo sentir segura y tranquila, o porque los mimos sobre su mano que habían logrado relajarla, pero era un hecho que la presencia de la ojiazul había influenciado para que el sueño de Tatiana haya llegado de manera tan pacífica. Solo esperaba que, cuando despertara, ella siguiera ahí, que su sonrisa siguiera ahí, que la calidez de sus manos entrelazadas siguiera ahí.

Solo quería que, al abrir los ojos, Emily siguiera ahí.

 

 

Notas finales:

Pensaba dividir este capítulo en dos partes y subir un día uno, y otro al día siguiente, pero preferí dejarlo como tal porque siento que, si lo cortaba en alguna parte, no llegaría a expresar todo el sentimentalismo que quería c: además que ya los hice esperar bastante, así que no quería alargar más eso xd

En fin, gracias por leer, apoyar y comentar la historia, significa mucho de verdad<3 Recuerden que estoy subiendo el perfil de los personajes a mi twitter, hoy subiré otro más tardex, por si quieren pasarse me encuentrar también como Parepi_ <3

Cuidense y quedense en casita, saludos, nos leemos pronto<3 


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