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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Apoco no se esperaban que en serio actualizara dos veces, ¿eh?

La verdad yo tampoco lo esperaba, pero se pudo gente xd

Espero que les guste<3

Al día siguiente las personas volvían a su rutina, muchos con pesadez y la usual flojera que se tiene al inicio de la semana la cual, a pesar de ser martes, seguía presente en la mayoría de personas.

Ese era el caso de Tatiana ni bien fue despertada por su alarma, siendo renuente a abrir los ojos y despegarse de sus sábanas. Aún medio adormilada logró apagar la primera de sus cinco alarmas, igual pasó con la segunda, pero para la tercera vez que su celular sonó su sueño ya había sido bastante interrumpido como para volver a él. Se levantó gruñendo y, a regañadientes, se comenzó a alistar para empezar su día escolar.

Su mal humor mañanero perduró hasta que, entrando a su cocina, se topó con una absurda cantidad de víveres sobre su mesa, entonces sonrió de manera automática. Luego de que Christina la dejara ayer en su casa, volvió al cabo al cabo de una hora con dos enormes bolsas de compras del supermercado.

— Me dijeron que estabas débil por no estar comiendo bien, así que toma todo esto y asegúrate de alimentarte, stupid girl.

Fue lo que dijo.

Intentó negarse alegando que era demasiado, pero la rubia la ignoró completamente, dejó las cosas en su cocina y volvió a irse sin más. Al recordarlo Tatiana no pudo evitar soltar una leve risa, la cantidad era absurda para una sola persona, pero, por suerte, la fecha de caducidad de la mayoría de productos no estaba cerca. No obstante, la sonrisa en su cara no era por lo que había sucedido, sino por la razón detrás de ese hecho.

Christina estaba preocupada por ella, se lo había dicho y se lo había demostrado, y eso la llenaba de calidez y alivio, aún tenía a su mejor amiga. Pero no solo era su mejor amiga, también estaba Emily. La ojiazul no solo se preocupó por ella y la ayudó, sino que estaba segura que había sido Emily quien le había dicho a Christina la razón del porqué colapsó; pues era la única que estuvo presente cuando Amelia mencionó su anemia y mala alimentación.

La sonrisa en su rostro se ensanchó y la calidez se desbordó de su pecho hasta llegar a la punta de sus pies. Sentía que un enorme peso se había caído de sus hombros, que un dilema había dejado de taladrar su agobiada mente. No tenía claro cómo ni cuándo, pero ahora sabía que ni Emily ni Christina la odiaban, y eso lograba tranquilizar su alma. Claro, aún tenían cosas que hablar y, sobre todo, tenía que disculparse con ellas, pero el saber que no las había perdido luego de todo lo sucedido sin duda era un alivio.

Luego de mucho no sintió miedo ni pesadez en sus pasos, se preparó un buen desayuno con algunas cosas que Christina le había traído y comió con gusto cada bocado. Estaba de buen humor, a pesar de que Ryan estaba mensajeándole con insistencia y sabía que en menos de una hora estaría siendo abrazada posesivamente por él, se sentía con fuerzas para sobrellevarlo.

Terminó de comer y de alistarse, y salió rumbo al colegio. Luego de su recorrido habitual llegó al centro educativo y, como estaba siendo costumbre últimamente, Ryan estaba esperándola en la puerta con la vista puesta en su celular. Había un par de chicos de su equipo a su alrededor, pero él seguía con la mayor parte de su atención en su móvil. Solo cuando la tuvo a unos cuantos pasos el subcapitán levantó la mirada le regaló una amplia sonrisa mientras la envolvía en un caluroso abrazo. Escuchó un par de “aw” de parte de algunos chicos, lo cual solo hizo que su estómago se revolviera más de lo que ya lo estaba haciendo.

Sin embargo, se tragó sus ganas de golpear al rubio e hizo la misma actuación de siempre: devolverle el abrazo, separarse para sonreírle de vuelta y recibir un beso en la mejilla, entonces Ryan la tomaría por los hombros y ambos entrarían al colegio. Le había costado, las primeras veces a penas y podía responder el saludo por enfocarse en no gritar ahí mismo, pero finalmente logró dominar sus acciones e interpretar el papel de enamorada que Ryan le exigía.

Al entrar ambos obtenían algunas miradas de los demás estudiantes, si bien al inicio eran más, la cantidad que se giraba para darles una segunda mirada cuando pasaban abrazados era todavía considerable. Llamaban la atención, y no era para menos: Tatiana, la titulada “princesa de miel”, era bien conocida por ser alguien linda, optimista y amable; y Ryan, el guapo y talentoso subcapitán del equipo de básquet, tenía una reputación bien formada. ¿Cómo no iban a ser una pareja que destacara? Si solos llamaban la atención, entonces juntos era imposible que pasen desapercibidos.

Esas miradas irritaban a Tatiana de sobremanera, no entendía como las personas podían tragarse esa fachada de “chico bueno y enamorado modelo” del rubio, ella lo único que pensaba al verlo era la cantidad de cinismo que tenía su sonrisa. Quería gritarles a todos que abrieran los ojos, que no se dejen engañar por un patán como él; sin embargo, al igual que con todo lo demás, se tragó esas ganas y continuó con su lamentable papel.

El recorrido al salón le parecía dolorosamente largo, en especial cuando no estaban sus amigos para apaciguar un poco su tensión son sus típicas bromas. Y, para empeorarlo, Ryan tenía la costumbre de detenerse a hablar con varias personas, en especial otros chicos de su equipo; pero el problema en sí no era ese, sino que ella solía terminar involucrada en esas charlas casuales dado que el subcapitán no dejaba pasar la oportunidad para hablar de su “linda relación”.

Cuando llegaron finalmente a su piso hicieron primero una parada en el salón del rubio para que éste dejara sus cosas, luego ambos se dirigieron al salón de la ojimiel. Cuando finalmente estuvo en su salón Tatiana no tardó en dirigirse a su asiento, siendo ese momento cuando Ryan finalmente la soltó para acercarse a saludar a David, algo que la ojimiel agradeció internamente.

Todo su grupo, a excepción de Antonio, ya se encontraba presente, por lo que una charla casual no tardó en emerger entre ellos, la cual giró los primeros momentos acerca del estado de salud de Tatiana y si ya se encontraba bien. La ojimiel tranquilizó las preocupaciones de sus amigos con una sonrisa y restándole importancia al asunto; pues, si bien aún era agobiante la agobiante presencia de Ryan e irritante todo el contacto que buscaba tener, el estar rodeada de sus amigos lograba brindarle un poco de tranquilidad.

No obstante, decir que el grupo estaba completo tal vez no sea del todo correcto: ahí no estaba ni Joseph, ni Christina, ni Emily.

Desde que había empezado el asunto con Ryan los tres se desligaron completamente, ya no se acercaban a las charlas casuales de la mañana ni iban con ellos a la cafetería. Entendía la razón de Emily y de Christina, y hasta cierto punto también entendía a Joseph. Estando ambas chicas molestas no podía esperar otra cosa más que pasaran de ella, y el pelirrojo claro que se pondría del lado de Emily. Pero, si bien lo entendía, eso no significaba que la brecha doliera menos. Añoraba las tontas bromas y muestras de cariño de Christina, los relatos de la vida en España de Joseph, y las cálidas miradas y sonrisas que Emily le regalaba disimuladamente.

Trataba siempre de no mirar hacia la esquina donde estaban esos tres, pero a menudo solía luchar con las ganas de admirar la imagen de Emily. Si bien evitaba esto por no querer que Ryan la notara viendo hacia donde se encontraba la ojiazul y que su grupo preguntara sobre su distracción, otra razón por la cual no giraba la cabeza era porque sentía que, luego de hacerla llorar, ya no tenía el derecho de siquiera mirar a Emily, se sentía culpable haciéndolo y le entraban ganas de llorar. Por ello, salvo unas fugaces y discretas miradas que le daba cuando le ganaba el corazón, mantenía toda su atención en su grupo, a pesar de que no participaba en la charla que tenían, al menos no si su nombre no era mencionado.

Si sus amigos habían notado que su mente divagaba en cada charla que tenían, entonces simplemente no lo habían expresado en voz alta. Alguna que otra vez le preguntaron si estaba bien, sobre todo cuando Chris, Emily y Joseph dejaron de juntarse con ellos, la duda de si existió una discusión apareció en ellos, y con justa razón pues, de un día para otro, simplemente se alejaron. Pero Tatiana negó todo y trató de restarle importancia al asunto. “Tendrán sus propios asuntos y razones, ya luego nos dirán supongo”, fue lo que ella dijo. Claro que hubo un poco más de insistencia, pero su respuesta nunca cambió, por lo que sus amigos dejaron de tocar el tema.

En su lugar, las preguntas se centraron en su “relación” con Ryan: cómo surgió, cuándo se dio, en qué momento se confesaron y demás dudas por el estilo. Mal que bien, Ryan era quien solía contestar todo aquello contando una historia que parecía haber pensado hace un tiempo, Tatiana solo se limitaba a asegurar algunos hechos y agregar pequeños comentarios cada que el subcapitán le preguntaba. Y, como era de esperarse, tenía que contestar todo con una sonrisa, o un intento de. Pues, aunque trataba de disimular y aparentar lo mejor que podía, sentía sus propias expresiones y palabras huecas, carentes de calidez y afecto; ella misma consideraba que su sonrisa era rígida y apagada. Supo que sus amigos lo habían notado, pues más de una vez le preguntaron si se encontraba bien; pero, al igual que con el tema anterior, aquellas preguntas cesaron luego de restarles importancia cada vez que eran hechas.

— Hey, mujer, reacciona.

Sobresaltada, volvió de sus pensamientos y alzó la mirada, topándose con los cafés ojos de Camila quien, al hacer contacto visual, le regaló una sonrisa, devolviéndole el gesto de manera inconsciente. Por alguna razón, había sentido a Camila siendo más íntima esos días, como si estuviera un poco más al pendiente de ella.

— Pregunté si habías hecho las tareas luego de lo de ayer.

— Ah, sí, sí las hice.

— ¿De verdad? Entonces no es necesario que te preste mis apuntes.

— ¿Me los prestas a mí? —preguntó David.

— No, la oferta era solo para Tat.

David comenzó a protestar ante el trato frío de Camila, pero esta no hacía más que ignorar sus reclamos mientras guardaba uno de sus cuadernos en su mochila. Tatiana, al igual que el resto del grupo, no pudo evitar soltar una leve risa ante ello. Eran esos pequeños y breves momentos en que sus amigos hacían alguna de sus típicas tonterías en que la sonrisa volvía a ella, aunque era inusual que sucediera, sobre todo a primera hora. Pero ese día se sentía bien, con más predisposición para soportar toda esa situación de mierda gracias a lo sucedido el día anterior. El tan solo recordarlo hacía que su corazón volviera a sentir una consoladora calidez, una que necesitaba y quería sentir hacía días.

El timbre sonó indicando el inicio de las clases, por lo que los alumnos comenzaron a ir a sus respectivos lugares y a sacar los materiales para su primera clase. Ryan, por su parte, se despidió del grupo y le dio un beso en la mejilla a Tatiana antes de abandonar el aula y dirigirse a la propia. La ojimiel ignoró la incomodidad de su estómago y, de manera disimulada, se limpió el pequeño rastro de saliva que había quedado en su mejilla una vez el rubio hubo cruzado la puerta. Se sentó en su sitio dejando salir un largo suspiro casi inconscientemente, liberando un poco de la tensión que tenía.

— Ese fue un largo suspiro, darling. Are you okay?

No pudo evitar dar un pequeño salto del susto, no esperaba que alguien le hablara en ese momento, menos que ese alguien fuera su rubia amiga. Dirigió su mirada hacia la derecha y se topó con los azules ojos de Christina, quien tenía una leve sonrisa en su rostro.

— Estoy bien —contestó sonriendo con timidez—, solo es la típica flojera matutina.

Are you sure?

Sí, todo bien Chris.

La rubia le dio una última y rápida mirada de pies a cabeza, queriendo confirmar por sí misma que Tatiana realmente se encontraba bien. Sonrió satisfecha cuando comprobó que así fue, su aspecto definitivamente era mejor que el del día anterior. Volvió a posar su azul mirada en los mieles ojos de Tatiana y le regaló una suave sonrisa y un asentimiento aprobatorio, luego tomó su mochila para comenzar a sacar su cuaderno y lapiceros.

Tatiana tampoco dijo nada más, no era necesario que lo hiciera tampoco, sabía que esa corta conversación había bastado para expresar lo que ambas querían hacerle llegar a la otra: Christina su preocupación y Tatiana el hecho de que ya se encontraba mejor.

La clase empezó luego de la usual charla del tutor y transcurrió sin contratiempo hasta que la campana nuevamente sonara, esta vez indicando el inicio del primer receso. Algunos alumnos se tomaron su tiempo en estirarse y guardar sus cosas, mientras que otros se apresuraron en ir a la cafetería para comprar algo que llenara sus estómagos. Tatiana, por su parte, se encontraba en el primer grupo, guardando sin prisa su cuaderno y su cartuchera en su mochila antes de levantarse y dirigirse a la cafetería junto a sus amigos.

Como estaba siendo costumbre también, Ryan ya la estaba esperando en la puerta de su salón. Al verlo, la ojimiel inspiró hondamente dándose así fuerzas para sobrellevar los 20 minutos de receso que se venían. Cuando estuvieron cerca el subcapitán besó su mejilla y pasó un brazo por sus hombros, empezando a caminar hacia las escaleras.

Antes de abandonar por completo el salón Tatiana pudo sentir un par de miradas en su nuca, pero los atentos ojos oliva de Ryan en ella evitó que se fijara de manera disimulada si aquella sensación era cierta o solo eran imaginaciones suyas. De igual manera, escuchó a Camila hablando con Christina, tal vez haciendo la típica invitación para que vayan con ellos a la cafetería; pero, como en días anteriores, la rubia se negó; siendo este el mismo caso de David tratando de invitar a Joseph y Emily. No pudo evitar sentir un pinchazo de culpa ante esto.

El transcurso hasta la cafetería estuvo rodeado de charlas triviales y alguna que otra broma, sobre todo por parte de David y Marcelo, quienes no dejaron pasar la oportunidad de molestar a Antonio cuando apareció justo cuando sonó el timbre de inicio de clases con el polo deportivo del colegio al revés. De vez en cuando Tatiana reaccionaba a las tonterías de sus amigos con una leve sonrisa, pero se mantuvo callada todo el camino.

Una vez en la cafetería se sentaron en alguna mesa libre y, mientras que Camila, Antonio y Marcelo comenzaban a comer lo que habían llevado, el resto del grupo deliberada que cosas comprar y a quién mandarían a comprar, siendo el desafortunado David luego de perder en piedra papel y tijeras. Los demás se quedaron hablando entretenidamente entre ellos, Antonio explicó que casi llega tarde porque el entrenador de su equipo quería que jueguen un pequeño partido con los de penúltimo año y que, en su prisa por cambiarse y llegar a tiempo, no se dio cuenta que se había puesto el polo al revés. Todos se soltaron a reír, incluso Tatiana no pudo evitar sonreír por lo bajo.

— ¿No vas a comer nada? —le preguntó Camila, sentada a su derecha. El tono de voz era justo para que solo ella, y quizás Ryan, lo escuchara, por lo que el resto siguió charlando acerca de trivialidades.

— No tengo mucha hambre —contestó sonriendo lado. Sin embargo, aquello lejos de tranquilizar a su amiga, solo hizo que la mirara con desconfianza y una ceja levantada.

— Escuché esas mismas palabras ayer y no terminó bien —llevó una mano a su bolsillo y sacó una mandarina, poniéndola frente a Tatiana—. Toma, yo tengo otras más en mi mochila.

— ¿Eh? Pero…

— Sin peros, va por la casa —fue lo último que dijo antes de volver a unirse a la conversación que tenían los demás, dejándola sin oportunidad de reclamo.

Tatiana miró a Camila y luego la mandarina frente a ella, un poco desconcertada con lo que acababa de pasar, pero sonriendo ligeramente enternecida luego de unos segundos. Sabía que, a su manera, Camila estaba diciéndole que estaba preocupada por ella, algo que la hizo sentir una agradable calidez en el pecho. A pesar de que realmente no tenía apetito, tomó la mandarina y la peló lentamente, dándose su tiempo para llevar cada rodaja a su boca y comerla.

Al cabo de cinco minutos llegó David con los recados de cada uno, tomó asiento entre Fernanda y Ryan, y se unió a la charla que tenían los demás. El ambiente en su mesa era animado, cada tanto soltaban risas ante alguna tontería o broma, o tenían pequeñas competencias tales como hacer pulso o terminar la botella de agua más rápido. Los de las mesas aledañas a veces se sentían contagiados y atraídos por aquel ambiente, mirando de vez en cuando o comentado algo acerca de las personas de aquella mesa. Y es que, como era de esperarse, las personas sentadas ahí destacaban, ya sea por pertenecer a un club deportivo o simplemente ser bien parecidos, pero cada uno tenía su propia reputación.

Cuando la campana sonó los alumnos, muchos a regañadientes, volvieron a sus aulas para seguir con las clases. Y el grupo de “populares” tampoco fue la excepción. Al igual que el transcurso de ida, el de vuelta también estuvo envuelta en una animada charla. Dejaron a Ryan en su salón y, luego de que este se despidiera con otro beso en la mejilla de Tatiana, el resto se dirigió a su propio salón.

Las clases empezaron y transcurrieron sin contratiempos, aunque dado que se trataba de una clase de números, a Tatiana le pareció una eternidad. Pequeños bostezos comenzaron a hacer acto de presencia en ella, pero trataba de que no pasaran de eso copiando la pizarra y jugueteando con su lapicero. Intentaba resolver también los ejercicios, teniendo suerte en algunos y en otros, no tanto. Su mente divagó, entonces, en que Emily no tendría problemas con aquel tema y que sería capaz de explicárselo fácilmente, así como lo hacía antes. Tentada por su pensamiento y aprovechando que no estaba aquel irritante rubio, dejó que su miel mirada vagara más allá del pizarrón y se posara en el negro y liso cabello de Emily.

A pesar de que solía resistir las ganas de mirarla, siempre había un momento en el día en que su voluntad se quebraba y, como abeja que es atraída hacia el polen, su mirada era atraída hacia Emily, sus mieles ojos terminaban admirando su silueta y el perfil de su rostro. No sabía cuánto tiempo quedaba embelesada, pero siempre le parecía poco para admirar la belleza de la ojiazul.

Entonces, justo cuando estaba por volver la atención a su cuaderno, sus mieles ojos fueron captados por la azul mirada de Emily, quien apenas había girado ligeramente la cabeza. Sintió su corazón detenerse y sus mejillas ruborizarse, aquel azul mar la miraba con tanta intensidad que estaba drenando sus pensamientos.

El contacto visual duró apenas unos segundos, por desgracia para ambas. Al final, Emily le regaló una genuina sonrisa antes de volver a girarse para mirar nuevamente el pizarrón, dejando a Tatiana aún más aturdida de lo que ya estaba. Podía escuchar claramente sus latidos en ambos oídos y el calor en sus mejillas, y aunque se sentía algo desconcertada e incrédula por lo sucedido, aquello no impidió que una tonta sonrisa se formara en su rostro. Se recostó sobre un brazo en su carpeta para tratar de disimularlo, y no pudo evitar sentirse como hace unos meses cuando se había enamorado de Emily y recién habían empezado a salir.

La nostalgia no vino solo a ella, sino que Christina, quien había presenciado toda la escena, sonrió divertida mientras negaba levemente para sí misma. «Hace mucho que no veía esto y, sin embargo, sigue siendo igual que la primera vez», pensó.

Cuando la clase concluyó con el timbre que indicaba el inició del almuerzo, el docente de despidió y, luego de unas últimas indicaciones, dejó salir libremente a los alumnos para que disfruten de su descanso.

Al igual que con el primer receso, Tatiana repitió la rutina de tomarse su tiempo en guardar sus cosas y dirigirse a la puerta donde, obviamente, ya estaba Ryan esperándola; aunque esta vez aguantó de mejor manera la cercanía del subcapitán puesto que la sonrisa de antes de Emily aún la tenía medio atontada. Quiso mirar por encima de su hombro antes de abandonar el aula para ver a Emily una última vez, pero pudo resistir aquel impulso contentándose simplemente con la imagen de antes aún fresca en su memoria.

El grupo nuevamente se dirigió a la cafetería e hicieron lo mismo de antes: algunos fueron a comprar algo que comer mientras que los otros tenían ya comida consigo. Camila, así como en el primer receso, no dudó en compartir parte de lo que llevaba con la ojimiel, convenciéndola de comer por lo menos un pan y una mandarina más. Mantuvieron una animada charla la cual ahora estaba enfocada en la práctica de aquellos que estaban en equipos deportivos, algo que Fernanda aprovechó para desahogarse del martirio de entrenamiento que le esperaba luego de clases. David, Marcelo y Antonio se compadecieron de ella y le dieron sus condolencias, entendiendo la tortura que se le venía.

Luego de casi media hora la campana sonó y los alumnos volvieron a sus respectivos salones. El grupo dejó a Ryan en su salón y, luego de que este le diera en beso en la cabeza a Tatiana, se dirigieron al propio para seguir con su respectiva clase. Tatiana recordaba que los primeros días en que Ryan se despedía así de ella sus amigos no dejaban pasar la oportunidad para hacer bromas al respecto, pero ahora no había más que uno que otro comentario casual o sarcástico. No sabía si era porque habían notado que le incomodaba o, simplemente, se aburrieron de ello, pero agradecía de sobremanera que hayan parado.

La última clase, por suerte, era con una profesora dinámica y que explicaba con historias interesantes cada tema, por lo que las últimas dos horas del martes solían pasar en un abrir y cerrar de ojos, a veces demasiado rápido para los alumnos que disfrutaban aquella clase. Cuando ésta terminó, despidieron a la profesora de manera efusiva para luego volver a quedar callados y dejar que Alejandro, su tutor, diera las indicaciones finales del día antes de finalmente dejarlos salir.

Con un ligero bostezo, Tatiana guardó su cuaderno y cerró su mochila, dando un largo suspiro antes de levantarse y ponerse su maleta al hombro. Era otro día terminado, otro día soportado, otro día aparentando. ¿Cuánto más seguiría de esa manera? No lo sabía, esperaba que no mucho; pero, en el peor de los casos, sería hasta fin de año.

Junto a sus amigos se dirigió a la puerta de su salón donde, oh sorpresa, estaba Ryan. No comenzaron a caminar a la salida inmediatamente, sino que se quedaron ahí un rato conversando un poco; aunque Fernanda sí se despidió rápidamente de todos para llegar a su entrenamiento. Aburrida por la típica situación y el brazo de Ryan sujetándola firmemente por los hombros, Tatiana no pudo evitar soltar un pesado suspiro. Miró de reojo al subcapitán y a David, quienes hablaban algún tema sobre el equipo de básquet, y, aprovechando lo sumidos que se veían ambos hablando, miró discretamente hacía dentro del aula, más específicamente al asiento de la esquina derecha junto a la ventana.

Solo quería observar esa silueta unos segundos más antes de que acabe el día, pues hasta mañana no tendría oportunidad de hacerlo otra vez. Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando notó a Emily también mirándola, sus azules reflejaban seriedad y una increíble determinación mientras su ceño permanecía fruncido. Cuando hubo contacto visual, este solo fue mantenido durante dos segundos, pues ambas apartaron a la vez la mirada. Tatiana estuvo tentada en volver a mirar, pero su grupo ya había comenzado a caminar con dirección a la salida.

Una vez abandonaron el colegio todos caminaron juntos hasta cierto tramo, surgió la idea de ir a algún lado a pasar el rato, pero la mayoría tenía cosas que hacer, así que solo siguieron con su rumbo usual. El primero en separarse fue Antonio, seguido de Marcelo; Camila y David últimamente los estaban acompañando todo el recorrido hasta donde ella tomaba el bus. No sabía la razón, pero su compañía era más que bienvenida, no soportaba estar a solas con el subcapitán.

Cuando avistó su bus acercarse se despidió de sus amigos con una sonrisa y gesto de manos, luego de acercó a Ryan y, conteniendo sus náuseas, le dio un beso en la mejilla. El subcapitán se despidió con palabras cariñosas de ella, pero ella solo devolvió la despedida con una seca sonrisa. Una vez en el carro se permitió relajarse y soltar todo el aire que venía conteniendo en sus pulmones, algo que sus tensos músculos agradecieron. Se puso los auriculares y, con la lista de reproducción en aleatorio, se perdió en su propio mundo los veinte minutos que demoraba en llegar a su casa.

Al llegar a su hogar dejó su mochila en el sillón, desplomándose ella también en el mueble un segundo después. Pensó en echarse una siesta o ver un programa aleatorio que llamara su atención, pero el rugir de su estómago y el recuerdo de los sermones y consejos de sus amigos hizo que se levantara del sillón y se encaminara a la cocina. Realmente no tenía mucho apetito, pero no quería preocupar más a sus amigos ni que todo lo que había comprado Christina se echara a perder. Revisó su despensa y, luego de sacar todo lo que necesitaba e ir a cambiarse por ropa más cómoda, comenzó a cocinar algo sencillo, pero nutritivo.

No demoró más de una hora en la cocina, hacer un saltado de verduras con pollo no tomaba mucho tiempo, al fin y al cabo. Se sentó frente al televisor y, luego de poner una película cualquiera, comenzó a comer. A pesar de que la película en principio no llamó su atención, se tragó las dos horas y media que duraba e incluso esperó a que terminaran los créditos para ver si había alguna escena post créditos, aunque para su desgracia no hubo ninguna. Se estiró para relajar su cuerpo y fue a lavar el plato que aún yacía frente a ella, ordenó un poco más la cocina antes de volver a la sala.

Siguió pasando el rato otras dos horas hasta que notó como el cielo comenzaba ya a oscurecerse, por lo que apagó la televisión, tomó su mochila y se encaminó a su cuarto. Quiera o no, tenía tarea pendiente para mañana, ya había sido amonestada hace una semana por incumplimiento, así que no podía darse el lujo de no hacerla otra vez.

Ordenó su escritorio y puso encima los cuadernos en donde tenía tarea, luego cogió su mochila y sacó su cartuchera y los cuadernos de ese día para ponerlos junto con los demás cursos. Pero entonces, cuando sacó su último libro, notó un pequeño bulto al fondo de su mochila, algo que la extrañó pues aquello no estaba esa mañana. Al tantear un poco notó que era algo que estaba en uno de los bolsillos delanteros de la mochila. Extrañada, abrió el cierre esperando toparse con algún recipiente o fruta que había olvidado allí; pero, lejos de todo eso, era una franela cuidadosamente doblada. Más extrañada que antes, cogió la tela y notó, entonces, que había algo envuelto con ella, por lo que, con cuidado, comenzó a desdoblar la tela hasta que un paquete de algo que se asemejaba a un USB estuvo a su vista, lo cual la dejó más desconcertada de lo que ya estaba.

No entendía que era eso ni que hacía en su mochila, si hubiera comprado algo así de seguro lo recordaría. Estaba por tomar el objeto cuando, de repente, tres pequeñas notas de papel cayeron por un dobladillo de la franela que aún no había desecho. Dejó momentáneamente el objeto en su escritorio y fijó su atención ahora en las notas; las recogió y notó al instante que había un escrito en ellas. Tomó la primera e identificó al instante la letra de Christina.

Su corazón comenzó a latir como loco. Aún no había comenzado a leer, pero solo se le venía una razón a la mente por la que la rubia le mandaría una nota en lugar de un mensaje de texto. La esperanza se encendió en ella y pudo sentir su cuerpo temblar, no sabía si era de ansiedad o de emoción, pero poco le importaba en ese momento. Tomó una larga respiración para calmarse y empezar a leer la nota.

“First, eres una idiota por no haber dicho esto antes. Second, esto es una grabadora, llévala en tu bolsillo y graba cuando el idiota de Ryan mencione sobre el chantaje. Podemos detenerlo, pero necesitamos pruebas contundentes sobre lo que hace para eso, si tienes mensajes también vendrá genial. No estás sola, darling, te estamos cubriendo las espaldas.
I love you. Your love Chris”

Sus ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas de alivio y felicidad, pero contuvo las ganas de derramarlas y echarse a llorar ahí mismo. Se llevó la nota a la frente y sonrió con fuerza, agradeciendo infinitamente que su llamado de auxilio sí haya llegado a Christina. De verdad había pensado que, luego de la rubia dijera que el café había caído sobre su mochila, no había forma de comunicarle lo que pasaba.

Estaba tan aliviada de haberse equivocado que no le cabía en el cuerpo.

Tomó un par de respiraciones para calmarse y, aún sonriendo, tomó la siguiente nota, y esta vez su sorpresa se duplicó al reconocer sin demora la delicada y elegante letra de Emily en ella. De manera involuntaria comenzó a temblar, no supo si de medio o de anhelo. Por un momento se sintió emocionada, pero luego la culpa y el terror la embargó, temerosa de lo que le diría Emily y, sobre todo, de lo que Ryan pudiera hacer si se enterara de eso. Sin embargo, todas sus inquietudes se dispersaron ni bien leyó la primera línea.

“Te amo.
Aún lo sigo haciendo a pesar de que seas una idiota y un dolor de cabeza, ¿por qué no me dijiste lo que pasaba? Lo hubiéramos solucionado juntas amor, pero bueno, creo que puedo comprender tus razones. No estás sola, ¿de acuerdo? Saldremos de esto y nos libraremos de ese idiota.
Por cierto, siento el golpe de la otra vez, te lo recompensaré con todos los besos que me pidas cuando esto acabe.
Pdta: Sigues siendo una pésima acosadora, amor.
Emily”

No supo cuántas veces releyó la nota ni en que momento comenzó a llorar, pero solo cuando una de sus lágrimas cayó sobre el papel volvió a moverse y a respirar. Tragó de detener su llanto, pero el nudo en su garganta era tan intenso que lo único que pudo hacer durante unos largos minutos fue sollozar mientras se aferraba a la nota que acaba de leer.

— Te amo, también te amo, te amo tanto —susurró con voz ahogada y entrecortada, esperando que sus palabras sean llevadas por el viento, atravesaran la ciudad y aterrizaran en el oído de su amada ojiazul.

Para cuando sus lágrimas finalmente se detuvieron sus ojos ya se encontraban hinchados, pero no era algo que le preocupara ahora, siempre podría disimularlo con un poco de maquillaje. Dejó la nota de Emily junto a la de Christina y leyó la última que quedaba en su mano, pero ésta solo contenía instrucciones de cómo funcionaba la grabadora.

Tatiana, motivada y todavía moqueando un poco, fue corriendo a por su laptop para comenzar a probar la grabadora y tenerla con la batería completamente cargada para el día de mañana. Finalmente empezaría su contrataque contra aquel rubio de mierda.

 

 

Notas finales:

A diferencia del anterior, este capítulo fue más largo de lo que suelo escribir, así que espero que compensé la larga espera y lo corto que fue en anterior :)

Como siempre, gracias por su paciencia y apoyo, los quiero<3

Cuídense y quédense en casita, ya no estamos leyendo más adelante<3


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