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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Lamento la demora, estuve a nada de perder mi laptop y con ella todos mis escritos. Pero gracias al buen amigo técnico eso pudo evitarse, así que este capítulo es dedicado a ese buen señor<3

Tatiana se encontraba lavándose la cara en el baño de su departamento, se echaba una y otra vez agua fría sobre su rostro, sobre todo en sus ojos pues estos se encontraban hinchados y rojos a causa de su llanto del día anterior.

– Maldición, se ven hinchados –masculló mientras se observaba en el espejo –. Tendré que usar un poco de maquillaje para cubrirlo, si sigo así llegaré tarde al colegio.

Salió del baño y caminó a su habitación, se dirigió a su tocador y comenzó a maquillarse. No solía hacerlo, salvo en ocasiones especiales u ocasiones como esta. Después de un rato frente a su tocador, finalmente logró disimular la hinchazón.

– Supongo que así estará bien. –susurró para sí misma dándose unos últimos retoques.

Al terminar se hizo un desayuno rápido y finalmente salió de su casa para dirigirse al colegio. Cuando estaba ya sentada en el autobús que la dejaría en el centro educativo miró su rostro a través del reflejo del cristal.

«Sí, creo que nadie lo notará», pensó mientras  rozaba suavemente la zona maquillada de su cara con la punta de sus dedos. «Aunque…puede que ella no note», la imagen de Emily apareció en su cabeza y, de manera inconsciente, dejó que un suspiro incierto se escapara de sus labios. 

Mientras tanto en la mansión de la familia Klett, Emily se encontraba echada en su cama mirando el techo fijamente. Aún se encontraba en pijama, no se había duchado ni había alistado sus cuadernos. Estaba ida, su mente y sus pensamientos se hallaban perdidos en cualquier lugar menos en la realidad presente.

Estuvo así un largo rato hasta que unos golpes en su puerta se hicieron escuchar seguidos de una voz femenina.

– Señorita Emily –habló una criada detrás de la puerta–. ¿Señorita Emily? ¿Se encuentra despierta?

Con gran pesadez se levantó de su cama, sentándose a la orilla.

– Sí, estoy despierta.

– El desayuno ya está servido, su padre y madre la están esperando.

Emily frunció el ceño al escuchar la palabra madre.

– No es mi madre –masculló por lo bajo–. Lo siento, no me siento bien. Infórmale a mi padre que no desayunaré y que tampoco iré a la escuela.

– Entendido Señorita, ¿desea que le traiga algún té o medicamento, o qué llamé a un doctor?

– No, no será necesario hacer eso. Solo me volveré a recostar y descansaré.

– De acuerdo. Si necesita alguna cosa no dude en avisarme a mí o a alguna otra criada.

– Vale, muchas gracias.

– Entonces, con su permiso me retiro.

Emily esperó a que los pasos sonaran lo suficientemente lejanos para levantarse, caminó lentamente hasta posarse frente al gran espejo que tenía en su pared. Observó su reflejo y posó sus ojos sobre sus labios, más específicamente en la herida que le había causado su padre el día anterior. Ya había cicatrizado, pero su mejilla y parte de su labio aún estaban hinchados. Posó dos de sus dedos sobre la cicatriz e hizo una ligera presión, estremeciéndose en el acto por el dolor.

– Dolió más de lo que pensé –susurró mientras retiraba los dedos de su rostro –. Espero que se haga menos visible para mañana.

Dejó de concentrarse en aquella herida y pasó a observar su rostro en general, entonces se percató que no solo su mejilla y labio estaban hinchados, sino que también sus ojos se encontraban de esa manera. Sorprendida ante este detalle, acercó más su rostro al espejo y, con la punta de sus dedos, tocó sus párpados notando al instante la hinchazón.

«¿Pero qué…? ¿Acaso…lloré tanto?» pensó retirando los dedos de su rostro. «No será que…», caminó hasta su cama y examinó su almohada, y aunque era casi imperceptible pudo notar las ligeras marcas de lágrimas a punto de secarse completamente.

– De nuevo lloré mientras dormía –se recriminó en voz baja mientras se sentaba al borde de su lecho. Se quedó mirando un punto aleatorio del suelo, pensando en una y mil cosas a la vez. Estuvo así unos segundos hasta que en un determinado momento soltó un gran suspiro y se echó de lleno en su cama, fijando su azul mirada en el blanco techo de su habitación­ –. De nada me servirá pensar en eso ahora.

Cerró sus ojos con intención de volver a dormirse, pero en su mente apareció de manera involuntaria una castaña ojimiel. Ante esto, Emily volvió a abrir sus ojos.

– Me pregunto si estará molesta. Ayer me fui sin avisarle ni decirle nada y hoy faltaré a clases… Bueno, lo más probable es que se encuentre con sus amigos, a ella no le gusta estar sola –dijo para sí misma mientras se acomodaba sobre su hombro derecho–. Realmente, es una tonta, además de terca.

Pero muy lejos de que sus últimas palabras expresen molestia, estás fueron pronunciadas con una ligera sonrisa.

Por otra parte, en el colegio Nerethia Seal…

Tatiana se encontraba sentada en su carpeta apoyando su cabeza sobre su mano izquierda mientras que con la derecha daba ligeros golpes a la carpeta. Su mirada viajaba de manera ansiosa de la puerta a su celular y viceversa.

«¿Por qué aún no ha venido? Usualmente es la primera en llegar. Y ayer también se retiró antes, ¿acaso está enferma?», comenzó a preguntarse mentalmente sintiendo una ligera preocupación. Trató de pensar en otras razones por las cuales Emily aún no llegaba. «Ahora que lo recuerdo, recibió un mensaje antes de irse a la sala de tutores. ¿Habrá sucedido algo en su casa?».

Paró en seco su golpeteo cuando ese pensamiento surcó su mente. Ahora que se ponía a pensar en ello, Tatiana no sabía nada acerca de la familia de Emily salvo que era dueña de una gran empresa; sin embargo, dejando eso de lado no sabía nada más, ni el nombre de sus padres ni la relación que lleva con ellos, si tiene algún hermano o hermana. Solo se había esmerado en preguntar cosas banales, e incluso muchas de esas preguntas banales seguían sin una respuesta. 

«Me pregunto si algún día nos volveremos cercanas», pensó recostándose en la carpeta con la mirada puesta en el asiento vacío de la ojiazul«contándonos nuestros secretos, nuestras verdades, nuestros miedos y preocupaciones, consolándonos en los brazos de la otra, abrazándonos cálidamente, besándonos…»

Tatiana no cayó en cuenta de este último pensamiento que tuvo, no sino hasta después de unos segundos que notó la “extraña” idea que cruzó su mente. Se sonrojó de sobremanera, casi como un tomate, y se cruzó de brazos para luego esconder su cabeza entre ellos.  

«¿¡Pero qué demonios estoy pensando!?¿¡Como pude pensar siquiera en b-besarnos!?»

En ese momento su imaginación le jugó una mala broma pues una imagen de ella y Emily besándose apareció en su cabeza.

«¡AAAHHHHH! ¡Debo dejar de pensar en eso!» pero otra imagen un poco más sugerente apareció en sus pensamientos «¡Maldita sea! ¿¡Puedes cooperar conmigo maldito cerebro?!», y como si fuera algo que ayudara a aquella orden, Tatiana comenzó a darse ligeros golpes en la cabeza.

Estuvo así unos minutos hasta que, después de mucho esfuerzo, logró enfocar su mente en otra cosa. Quitó las manos de su castaño cabello volviendo a cruzar sus brazos para seguir escondiendo su cabeza entre ellos. Luego de un par de minutos levantó la mirada y la posó sobre el aun vacío asiento de la ojiazul, después dirigió su vista al reloj que estaba colgado sobre el pizarrón: solo cinco minutos para que suene la campana. Le pareció raro que a estas alturas Emily aún no haya llegado pues ella no era de las personas que llegaban tarde, menos de las que se ausentaban. Posó sus mieles ojos en la entrada del salón esperando ver a la ojiazul entrar, pero para su desconcierto las siguientes personas en cruzar la puerta fueron dos chicos que ella conocía bien.

– ¿Entonces? –preguntó Antonio – ¿Quién ganó el partido?

– No tengo idea –respondió David siguiendo a Antonio –, cuando iban a entrar a penales mi papá se levantó gritando: “¡Vamos! ¡Tienen que ganar! ¡He apostado 30 dólares por ustedes!”,  y sin darse cuenta jaló el enchufe del televisor con su pie y lo desconectó. Tratamos de conectarlo de nuevo, pero justo llegó mi mamá y nos gritó a ambos. Luego me mandó a mi cuarto y apagó el internet, así que ni pude buscar al ganador desde mi cel.

– Que suerte la tuya. –dijo con sarcasmo sin poder evitar soltarse a reír.

– Calla. –trató de hacerle una llave, Antonio obviamente se resistió comenzando así un forcejeo entre ambos.

Continuaron con su tontería un rato, riéndose y bromeando entre ellos. Varios alumnos presentes se reían ante la escena, pero Tatiana no era una de ellos. Los chicos no notaron la mirada de la ojimiel sino hasta después de terminar de bromear. Cuando hubo contacto visual entre los tres, Antonio y David borraron la sonrisa de su rostro y apartaron la mirada, el primero agachó la cabeza aparentado ver sus zapatillas mientras que el segundo desvió la vista hacia un costado fingiendo buscar algo. Manteniendo esa postura, ambos se dirigieron a sus respectivos asientos pasando por el costado de Tatiana, pues sus carpetas estaban cerca, pero sin saludarla. Al llegar, se sentaron y  simplemente se dedicaron a hablar entre ellos sin alzar mucho la voz.

Tatiana no sabía si debía voltear y hablarles como si nada hubiera pasado, disculparse o simplemente seguir en la posición que se encontraba. Estaba en un dilema y, por si fuera poco, a los pocos segundos escuchó otras voces muy conocidas para ella, dirigiendo instintivamente la vista hasta el lugar donde procedían.

– Al parecer llegamos a tiempo–dijo una agitada Fernanda tratando de calmar su respiración–. ¿Lo ven? Les dije que lo lograríamos.

– ¡¿De quién crees fue la culpa de que nos atrasáramos en primer lugar?! –gritó Camila entrando justo detrás de Fernanda, también bastante agitada.

– ¡Era de vida o muerte el volver por mi cuaderno de inglés! –se defendió– ¡Si no presentaba la tarea hoy, el profesor me iba a mandar una llamada de atención y mis padres me matarían si eso pasase!

– Yo no sé porque fui arrastrado a esto–comentó Marcelo parado en el umbral de la puerta. Tenía sus manos apoyadas en sus rodillas–, iba a llegar temprano de no ser porque ustedes me llevaron a rastras y me obligaron a esperarlas.

– Fue inevitable –contestó Camila–. Además, no te llevamos a rastras ni te obligamos a esperarnos, lo hicimos pacíficamente y tu aceptaste.

– Que me agarren del cuello, me ahorquen con la corbata del uniforme al jalarme, pisarme y amenazar con castrarme sino las esperaba no es específicamente lo que se conoce como pacífico.

– Entiende que era de suma importancia tu presencia–habló Fernanda apoyando su mano derecha en el hombro de su amigo–. Necesitábamos al macho que eres para esta situación y protegernos en caso de peligro. O bueno, necesitábamos al casi macho que eres.

– Soy el hombre más macho que conocerás en toda tu vida, querida.

– Aja. Sí, sí. Como digas, campeón. –dijo Camila sarcásticamente.

– Serán taradas. Odió tener la misma ruta hacia el colegió que ustedes.

Justo después de que Marcelo dijera eso, alzó la mirada y vio a Tatiana observándolo, al instante su rostro se tornó serio y apartó la vista con cierta incomodidad. Camila y Fernanda notaron este detalle y dirigieron su vista hacia el lugar donde el chico había posado sus ojos, encontrándose al segundo con la miel mirada de la castaña. Ambas chicas desviaron su mirada, fijándola en algún punto aleatorio del salón.

Al igual como hicieron Antonio y David; Marcelo, Camila y Fernanda avanzaron hacia sus asientos con mirada puesta en algún punto aleatorio del aula. Y al pasar por el lado de Tatiana no la saludaron, aunque ésta tampoco se esforzó en articular alguna palabra.

Tatiana tuvo el mismo dilema de hace unos minutos acerca de voltearse o no. Lo pensó varios segundos, pero al final optó por la segunda opción y no hacer nada pues tenía miedo de que ahora sus amigos la odiaran, pensaba que si les hablaba solo los iba a  incomodar.

«Esperaré un poco más para hacer las paces. Cuando las cosas se hayan relajado un poco y tenga el valor suficiente para hablarles», fue lo que se dijo mentalmente antes de recostarse en su carpeta con los brazos cruzados. La campana entonces sonó e instintivamente posó su mirada sobre el asiento vacío de Emily. «Que raro, esto no es común en ella»

Al cabo de unos segundos llegó el tutor, hizo una pequeña charla y procedió a dar inicio a la clase de Trigonometría. Tatiana miraba aburrida al profesor de dicho curso, por alguna razón cada vez que éste hablaba le daba un sueño terrible, no entendía la razón, pero siempre terminaba dormida en esa clase. Cuando el profesor comenzó a escribir algunos ejercicios en el pizarrón, la ojimiel se recostó en su carpeta. Total, si dormía ahora o después iba a ser el mismo resultado: terminaría dormida, solo estaba apresurando las cosas. Sin embargo, antes de cerrar los ojos miró el pizarrón con los ejercicios ya escritos en él, pensando en copiarlos para después prestarle sus apuntes a Emily, pero desechó esta idea al escuchar nuevamente la voz del profesor.

«Lo siento Emily, pero no puedo contra la voz ultratumba del profesor»

Se acomodó más en su carpeta y cerró sus ojos.

Comenzó a divagar en su cabeza, casi como si estuviera eligiendo el tipo de sueño que quería tener. Varias imágenes y recuerdos aparecieron en su mente, pero la última cosa que apareció en su cabeza antes de dormirse por completo fue una imagen de Emily rodeándola con sus brazos y acercándose peligrosamente a sus labios. En ese momento Tatiana se quedó dormida.

Mientras tanto en la mansión de la familia Klett, Emily se encontraba profundamente dormida apoyando su peso sobre su hombro derecho y abrazando una sus almohadas.

Estuvo así un largo rato hasta que escuchó como alguien la llamaba. Se despertó mas no se movió de su lugar ni cambió la posición en la que encontraba, es más, ni siquiera abrió los ojos. Entonces escuchó nuevamente como la llamaban y ahora, al estar despierta, se percató de la cercanía de la voz, notando que la persona a la que le pertenecía esa voz estaba cerca de ella, y eso la extrañó pues que ella recuerde había asegurado la entrada de su habitación. Inmediatamente se levantó con ligera cautela y giró su cabeza buscando a la persona dueña de aquella voz, lo cual no le fue difícil pues ésta se hallaba prácticamente al lado de su cama. Emily no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa.

– ¿Tú? Pero… ¿Cómo es que entraste aquí?

– Nada es imposible para mí. ¿Te sorprendí?

No fue capaz de articular alguna palabra pues realmente estaba anonadada, solo le limitó a asentir con la cabeza

– Jajajaja. Deberías ver tu cara. Al parecer cumplí mi objetivo de dejarte sin palabras.

– Es que no entiendo. ¿Cómo fue que entraste aquí? ¿Cómo fue que-

– No debes subestimarme, Emily–la interrumpió poniendo el dedo índice en sus labios.

Se quedaron en silencio tan solo mirándose a los ojos. Aquella persona de un momento a otro alejó su dedo de la boca de Emily y, en su lugar, comenzó a acercar sus labios al mismo destino

– ¡E-e-e-espera! ¿¡Qué crees que estás haciend-

_ Shhh, no grités–volvió a interrumpirla, pero esta vez con un suave susurro y con una distancia de solo 5 cm entre sus bocas–. Nos descubrirán.

– Espera… No…

Trató de protestar, pero por alguna razón en ese momento su cuerpo perdió toda su fuerza haciendo que empujar a la otra persona le sea imposible. Sin embargo, igual llevó sus manos al pecho de la otra persona en un inútil intento de evitar que se acercará más.

– Shh, no digas nada–dijo quitando las manos de Emily de su pecho para seguidamente entrelazar sus dedos–. Solo déjate llevar…

– No… Espera... –susurraba ya sin convicción cediendo ante aquellos dulces ojos color miel– Tatiana…

En ese momento Emily cayó al piso, golpeándose su cabeza y llevándose las sabanas al suelo con ella. Ahogó un grito de dolor y solo procedió a sobarse el lugar donde se había golpeado. No se levantó, en lugar de eso se quedó observando su blanco techo.

– ¿Qué demonios se supone que estaba soñando?… ¡¿Y por qué demonios tuvo que aparecer ella?!

Rápidamente sacudió su cabeza de un lado a otro, queriendo quitar la última escena de su sueño de su mente. Y solo logró su cometido después de un gran esfuerzo, pero no le duró mucho pues ahora imágenes aleatorias de la castaña le venían a la cabeza. Nuevamente movió rápidamente su cabeza de un lado a otro queriendo borrar esos pensamientos.

«Tal vez solo estoy cansada», se dijo mentalmente una vez dejó de sacudir su cabeza. «Sí, eso debe ser. Lo mejor será que me duche para despertarme por completo»

Se levantó del piso, recogió la sabana que se había llevado consigo en su caída y procedió a dirigirse al baño que se encontraba en su habitación. Sin embargo, no pudo evitar que su último pensamiento antes de entrar a la ducha sea Tatiana quien, desde haces varios minutos, estaba dominando su mente.

Emily solo suspiró ya resignada y procedió a ducharse.

Notas finales:

Cualquier duda, sugerencia y/o opinión es bienvenida en los comentarios, me encanta leerlos a ustedes también<3

Nos leemos pronto, ¡Saludos!


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