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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Se quedaron viendo en completo silencio. Tatiana esperando una respuesta y Emily procesando lo que acaba de oír.

– ¿Entonces? –preguntó al ver que Emily no decía nada– ¿Vienes?

– No quisiera ser una molestia yendo sin avisar.

– Nunca serias una molestia –aseguró sonriendo–, descuida, está bien.

– ¿Segura? De verdad no quisiera incomodar a tu familia.

Al escuchar la palabra “familia” en los mieles ojos de Tatiana se asomó una pizca de melancolía, y aunque trató de disimularlo esto no pasó desapercibido para Emily, pero ésta decidió no decir algo al respecto, al menos no por el momento.

– No te preocupes por eso, en serio. Estará bien.

– Bueno, si insistes y no hay ningún problema…

– ¡Bien! –exclamó un poco más animada– ¡Vamos entonces!

Ambas cruzaron el portón y se dirigieron a la parada del autobús, luego de un recorrido de unos 20 minutos finalmente llegaron su destino. Subieron por el ascensor y se dirigieron al departamento de la ojimiel.

– Bien, ya llegamos –dijo Tatiana abriendo la puerta para luego dejar que Emily entre primero. Ambas luego atravesaron el pequeño pasillo que había en la entrada y llegaron a la sala–.  Aquí es donde vivo, ¿Qué te parece?

– Pues…

Recorrió el lugar con su mirada. Las paredes era de un color gris azulado el cual combinaba los sillones blancos que allí se encontraban, una mesa de centro de madera pulida, un estante del mismo material que llevaba en el centro una televisión plasma y a los costados unas vitrinas con algunos licores dentro. En aquella misma habitación también había una gran mesa rectangular de madera con seis sillas alrededor y un florero decorativo en el centro. Había algunas pinturas colgadas en las paredes y uno que otro florero en alguna esquina. Quien sea que lo haya decorado, sabía lo que hacía.

Emily se quedó viendo el lugar, no era tan grande ni lujoso como su mansión, pero de alguna forma le parecía más acogedor y agradable que su propia casa.

– Es agradable.

– Gracias –una sonrisa de felicidad se asomó en su rostro–. Ven, puedes dejar tu mochila en el sillón. ¿Quieres algo de tomar? En el menú de hoy tenemos una deliciosa agua mineral fresca y un exclusivo jugo de naranja en caja.

– Creo que tomaré del exclusivo jugo de naranja, gracias –contestó sonriendo divertida mientras se sentaba y dejaba su mochila en el sillón que tenía forma de L. 

– Buena elección, señorita –dejó su mochila en el mismo sillón y luego partió a la cocina, no pasaron ni dos minutos cuando estuvo de vuelta con los refrescos–. Aquí tienes.

– Gracias.

– No hay de que –respondió sentándose a su lado.

– Es una linda casa, me gusta.

– Aunque supongo que la tuya debe ser más grande.

– Pues sí es más grande, pero…de alguna manera siento la tuya más acogedora.

– ¿En serio? Qué raro, yo no lo siento así –admitió mientras le daba un sorbo a su jugo.

– ¿No? ¿Y eso por qué?

– Pues... –se quedó unos momentos en silencio, casi meditando, pero lo único que hizo fue negar con la cabeza – Por nada en especial, solo lo siento así.

Emily pudo notar al instante que el humor de Tatiana había cambiado a uno un poco más melancólico. Espero un par de segundos antes de seguir la conversación.

– ¿Puedo hacerte una pregunta? –inquirió.

– ¿Qué? Ah, claro –la había tomado desprevenida –. ¿Qué pasa? 

– ¿Dónde está tu familia? –cuestionó mirándola fijamente a los ojos.

Ante aquella pregunta Tatiana pudo sentir como su corazón se detuvo por una fracción de segundo, comenzó a sudar frío y tragó grueso. Desvió la mirada a la mesa que estaba frente al sillón y jugó con el vaso que tenía entre sus manos. Trató de pensar en alguna excusa para evitar el tema, sabía que con Emily no podía mentir, pero aun así opto tratar de hacerlo.

– Pues, no sé… –respondió nerviosa pero tratando de sonar segura– Ya sabes, deben haber salido.

– ¿Y a donde han ido? –notó al instante que estaba tratando de engañarla, así que la acorralaría en su propia mentira.

– Por ahí…– susurró mientras le daba un sorbo a su refresco y acto seguido lo dejaba en la mesa frente al sillón– de seguro a comprar o algo.

– ¿A qué hora llegaran?

– No lo sé, más tarde supongo.

– ¿Por qué no te han avisado que iban a salir?

– Se les habrá olvidado por el apuro a lo mejor…

– ¡Tatiana! –exclamó con reproche. La ojimiel la volteó a ver algo alarmada y temerosa a la vez.

– ¿Q-qué?

– ¿Ya me vas a decir la verdad? –la miró directamente a los ojos, pero Tatiana desvió la mirada hacia algún punto aleatorio del piso.

– Lo siento – susurró agachando la cabeza luego de un par de segundos en silencio.

– ¿Entonces? –preguntó ahora con tono más suave– ¿Me dirás qué pasa?

Tatiana se quedó en silencio meditando mentalmente qué hacer. Una parte de ella quería contarle la verdad a Emily, pero la otra parte se negaba a recordar aquellos acontecimientos del pasado. Le dolía pensar en eso, a pesar del tiempo la herida que tenía aún no cerraba, seguía ahí sin cicatrizar del todo. Y a pesar de que no quería que la ojiazul la viera en un estado tan débil y afligido, una rebelde lágrima se escapó de sus ojos dejándola al descubierto.

Esto no pasó desapercibido para Emily. Notó, además, como el cuerpo de Tatiana comenzaba a temblar ligeramente y como tenía sus puños cerrados con fuerza, señal de que trataba de reprimir su llanto. Un sentimiento de impotencia y dolor se adueñó de ella junto a un sabor amargo en su boca.

Rápidamente dejó el vaso en la mesa de centro y rodeó a Tatiana con sus brazos. Con un suave movimiento hizo que la ojimiel apoyara su cabeza en su hombro mientras que pasaba un brazo por su cintura, y con su mano libre le acariciaba delicadamente su castaña cabellera.

Ante aquello Tatiana se quedó inmóvil, no se esperaba para nada aquella reacción. Más lágrimas se acumularon en sus ojos mientras que un sonrojo cubría sus mejillas.

– ¿E-Emily? ¿Qué estas-

– Está bien –susurró suavemente interrumpiéndola–. No tienes que contármelo si no quieres, pero no deberías aguantar el llanto.

– No…–las lágrimas comenzaban a recorrer sus mejillas–…yo no-

– ¿Ya lo sabes, cierto? No tienes por qué aparentar conmigo. Así que tranquila, puedes llorar.

– Pero…–su voz empezaba a quebrarse.

– Puedes compartir tu dolor conmigo, así que no te contengas y déjalo salir.

Al escuchar esas palabras simplemente se derrumbó. No pudo contener más su llanto y simplemente lo dejó salir. Lloró y lloró como no lo hacía hace años mientras se afianzaba más al cuerpo de Emily. Por alguna razón estar entre aquellos brazos la hacían sentir protegida.

Emily solo se dedicaba a acariciar la cabeza de Tatiana mientras que afianzaba más el agarre a su cintura. Sentía como Tatiana se pegaba más a su cuerpo, a lo que ella solo sonreía y ejercía más presión en el abrazo para que ella se diera cuenta de que estaba ahí y que no tenía intención de irse.

Fue un largo tiempo en el que se mantuvieron así y, de un momento a otro, ambas se quedaron dormidas unidas en ese cálido abrazo.

Alrededor de una hora pasó hasta que finalmente Tatiana se despertó, sentía la leve hinchazón que ya se empezaba a hacer presente en sus párpados. Lo primero que se topó al abrir sus mieles ojos fue el rostro de perfil de Emily, quien seguía durmiendo tranquilamente. Un sonrojo cubrió sus mejillas, sonrojo que aumentó al sentir el brazo de ésta en su cintura.

Trató de levantarse apoyando sus brazos en el sillón y haciendo el mínimo de movimientos posibles para no levantar a Emily; sin embargo, no pudo hacer mucho, solo levantar la cabeza y mover ligeramente sus manos. De esta forma, su rostro quedó frente a frente con el de Emily. Inconscientemente comenzó a examinar cada parte de su rostro, admirando por completo la perfección de éste. Al verla así, tan tranquila y calmada mientras dormía se le hizo una cosa muy tierna.

– Gracias, Emily –susurró con ternura a la par que una sonrisa se asomaba en su rostro.

Se quedó contemplándola unos segundos más hasta que, de un momento a otro, sus ojos se posaron en sus labios. Eran de un color rosa pastel y estaban ligeramente entreabiertos, fue entonces que notó una pequeña herida, una que era imperceptible si la veías de lejos.

«Es la herida que vi en la mañana, no me la había imaginado. Pero, ¿cómo se la hizo? ¿En su casa? ¿Acaso tiene que ver con el que haya faltado ayer?», comenzó a preguntarse mentalmente. Con la yema de sus dedos rozó la herida con extrema delicadeza para evitar causarle algún dolor a la ojiazul. Examinó un poco más aquella herida, luego subió la mirada.

«¿Qué te pasó Emily? ¿Por qué no me lo dijiste? Tú…tú tampoco tienes que aparentar conmigo», pensó mientras su mirada reflejaba preocupación junto con una pizca de tristeza. De manera casi inconsciente comenzó a acariciar suavemente la mejilla de Emily con el envés de su mano, notando la suavidad de su piel. Se quedó embelesada observándola, como si estuviera bajó un hechizo que no la dejaba pensar con claridad.

Lentamente se fue acercando a su rostro, dominada por aquel hechizo que no la dejaba razonar y simplemente la hacía actuar por impulso.

– Mamá…

Fue aquel susurró que dijo Emily entre sueños el que hizo que Tatiana reaccionara y cayera en cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Rápidamente se alejó y, con la mayor delicadeza que pudo, se separó por completo del cuerpo de Emily sin despertarla. Se paró y, sin quitarle la vista de encima a la ojiazul, retrocedió unos pasos hasta que se encontró con el otro extremo del sillón, cayendo sentada en él. Podía sentir el rápido latir de su corazón y lo caliente que estaban sus mejillas.

«Yo…pero… ¿Qué demonios estaba a punto de hacer?», se recriminó mentalmente. Llevó la mano hasta su pecho, sintiendo la rapidez de sus latidos. «¿Qué mierda es esto? ¡Joder, cálmate ya!».

Se levantó del sillón y caminó hasta el baño. Se lavó la cara con agua fría para poder refrescarse, levantó la mirada y vio su reflejo en el espejo.

– A ver Tatiana –comenzó a decirse a sí misma–. Cálmate y quítate ya esos pensamientos de la cabeza.

Cuando estuvo lo suficientemente mentalizada para dejar de pensar en cosas “extrañas” regresó a la sala donde vio como Emily seguía durmiendo plácidamente en el sillón. Se dirigió a la mesa de centro y cogió los vasos que estaban ahí, los llevó a la cocina y procedió a lavarlos. Mientras lo hacía, miles de pensamientos y preguntas inundaron su mente, pero solo se resignó a suspirar pues no quería tratar de darles una respuesta ahora.

– ¿Tatiana?

La adormilada voz de Emily llamándola hizo que su corazón diera un brinco.

– ¿Tatiana? –volvió a preguntar luego de unos segundos, su voz sonaba más despierta– ¿Dónde estás?

Respiró profundo antes de dirigirse a la sala-comedor.

– Aquí–contestó saliendo de la cocina–, ¿qué pasa?

– Me quedé dormida, ¿Qué hora es?

– No quedamos dormidas mejor dicho –la corrigió sonriendo–, yo también me desperté hace poco. Creo que son alrededor de las seis de la tarde.

– ¿Ya son las seis? Vaya, pasó rápido el tiempo.

– Eso pasa cuando duermes.

– Supongo que sí.

Emily le sonrió, y ante esto Tatiana no pudo evitar sonrojarse. Rápidamente movió su cabeza de un lado a otro y a paso veloz se dirigió al otro lado de la sala.

– Entonces, ¿te doy ya los apuntes? Están en mi cuarto.

– Sí por favor –contestó poniéndose de pie y caminando hacia ella–, de ahí puede que nos olvidemos.

– Vale, mi habitación está al final de este pasillo. –dijo comenzando a caminar dándole la espalda a Emily.

Avanzaron en silencio hasta que finalmente llegaron a la habitación de Tatiana. Esta era de un tamaño promedio, tenía su cama de dos plazas con una mesa de noche a la derecha; por el lado izquierdo tenía un tocador donde había varios perfumes y uno que otro artículo de maquillaje; al lado de la puerta y pegado a la pared había un closet mediano; también había un escritorio moderno, encima de este había una laptop y unos cuadernos; al lado del escritorio había un pequeño estante donde se encontraban todos los cuadernos y libros de la escuela. Todo rodeado por las paredes color verde limón pálido de la habitación y una ventana que se encontraba al lado del tocador.

Emily sé quedo observando el lugar, recorriendo cada rincón con su mirada.

– ¿Qué te parece que mi cuarto? –preguntó Tatiana mientras se daba media vuelta para ver de frente a Emily.

– Me gusta, es agradable.

– ¿En serio? Gracias –una sonrisa se asomó un su rostro al igual que un ligero sonrojo. Caminó hasta su escritorio y tomó los cuadernos, luego se dirigió hacia Emily y se los tendió–. Aquí tienes los apuntes, espero que te sirvan.

– Gracias, en serio me serán de ayuda –tomó los apuntes y le dedicó una sonrisa, aunque Tatiana no lo vio pues estaba con la vista puesta en el piso.

– Puedes tomarte tu tiempo para devolverlos, así que no hay prisas.

– Te los devolveré pasado mañana a más tardar.

Emily comenzó a darle una rápida ojeada a los apuntes. Tatiana la comenzó a ver de reojo.

– ¿Puedo hacerte una pregunta? –inquirió la ojimiel luego de unos segundos de silencio.

– Claro –contestó sin despegar su vista de los cuadernos–. ¿De qué se trata?

– ¿Cómo te hiciste esa herida en tu boca?

Dejó de pasar las páginas del cuaderno y se quedó callada por un par de segundos.

– Solo es una pequeña herida, no tiene importancia.

– ¿Pero cómo te la hiciste?

– Fue una tontería mía –aseguró sin despegar la vista del cuaderno–. En serio, no le des importancia.

– No pareces el tipo de persona que hace tonterías.

– Las personas siempre hacen tonterías, yo no soy la excepción.

–Entonces, ¿qué tontería hiciste para hacerte esa herida?

– Algo insignificante-

– Si es algo insignificante no importa si me lo dices, ¿no?

– Realmente no vale la pena. Créeme.

La quedó mirando en silencio, examinándola con la mirada.

– Quiero saberlo, aún si no vale la pena.

– Es algo tonto, simplemente olvídalo.

Frunció el ceño algo fastidiada por no obtener ninguna respuesta. Y entonces una pregunta que simplemente se formuló en su cabeza fue pronunciada por sus labios.

– ¿Alguien… te ha golpeado?

Emily se quedó en silencio nuevamente un par de segundos.

– Claro que no, ¿Cómo crees que-

– Dime la verdad.

Nuevamente se quedó en silencio, al cabo de unos segundos cerró el cuaderno que tenía entre sus manos y miró al piso, meditando para sí misma.

– Es…algo de lo que no quiero hablar.

Tatiana la quedó mirando y notó que en aquellos azules ojos se reflejaba cierta melancolía. Por impulso se acercó a ella y tomó su rostro delicadamente con ambas manos, obligándola a que la mirara a los ojos.

– Sólo dime, ¿estás bien?

Un fuerte sonrojo se apoderó de las mejillas de Emily.

– S-sí, estoy bien.

Tatiana solo le sonrió y, sin previo aviso, la abrazó. Rodeó su espalda con sus brazos y la apegó a su cuerpo. Emily se paralizó, no sabía cómo reaccionar ante aquella muestra de afecto.

– Menos mal –dijo aliviada –. Emily, quiero que sepas que tú…tú tampoco tienes que aparentar conmigo, está bien si no me lo cuentas, pero déjame ayudarte a desahogarte, así como tú lo hiciste conmigo.

Una sonrisa melancólica se formó en el rostro de la ojiazul.

– Eres rara –contestó mientras le devolvía el abrazo–. Lo tomaré en cuenta Tatiana, gracias.

Se quedaron en silencio simplemente disfrutando de la calidez de aquella unión. Lentamente se fueron separando y, aun manteniendo el agarre, se quedaron mirando a los ojos. Había un brillo especial en el los ojos de ambas. Con una sonrisa cómplice y un impulso del momento, ambas cerraron sus ojos e inconscientemente se fueron acercando con una idea en común en sus mentes: Probar los labios de la otra.

Notas finales:

Lo sé, lo dejé en la mejor parte, pero es necesario poner suspenso en este tipo de situaciones 3:) Muajaja los amo<3

Ya saben que cualquier duda, sugerencia y/u opinión es bien recibida en los comentarios, es lindo leerlos a ustedes también <3 

Nos leemos pronto, ¡saludos! 


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