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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Hola, ¿qué tal?

Sigo viva, no preocupéis, solo lo de siempre, flojera y tareas xD

En fin, disculpen la demora, espero que disfruten el capítulo<3

Había llegado a su casa exhausta, los martes nunca habían sido su día preferido de la semana. A parte de tener 4 cursos, justo eran con los profesores que más pedían de su ayuda para llevar materiales, traer pruebas y demás trabajos pequeños que, si bien podían realizarlos los docentes sin esfuerzo alguno, se lo encargaban a ella por ser la no nombrada delegada.

¿Por qué no nombrada? Porque en Nerethia Seal no utilizaban aquel sistema de nombrar delegados o subdelegados en los cursos, al menos no de manera oficial. Cada que los profesores requerían de alguna pequeña ayuda, solían designar alumnos al azar; de esta manera, la carga no recaía solo en uno, sino en todo el salón. Sin embargo, al ser Emily la que tenía mejores notas y, además, se sentaba al frente, era común que sea a ella la más elegida por los docentes.

No obstante, a la princesa de hielo esto no le molestaba ni le suponía ningún problema; todo lo contrario, se sentía bien al ver que los adultos confiaban en ella. Pero, tal como ese día, había momentos en que desearía que delegaran esas tareas a otras personas para poder tomarse un respiro. Christina y Joseph le solían ayudar, y se los agradecía profundamente, aunque el cansancio seguía presente.

Avisó que iba a descansar un rato antes de bajar a comer y pidió que, en la medida de lo posible, solo le sirvieran algo ligero; luego procedió a subir las escaleras e ir directo a su habitación.

Dejó su mochila en la orilla de su cama y, dejando de lado todos sus cursos de etiqueta, se tiró en la cama boca abajo, acurrucándose en la suave tela y soltando un suspiro de satisfacción. Descansó sus ojos un par de minutos y, cuando parecía que iba a quedarse dormida, abrió sus oscuros cielos y los fijó en su maleta. Alzó la mano y tiró de ella, abrió el bolsillo delantero y sus ojos se llenaron de estrellas al notar la pequeña nota doblada.

Desde hace una semana aquella vía de comunicación se había vuelto la preferida de Tatiana y ella, una manera sutil y tierna a la vez de poder hablar. A Emily le hacía recordar aquellos libros de romance donde los amantes se comunicaban por medio de cartas. Aunque lo único malo es que tenían que ser muy discretas y cuidadosas a la hora de dejar la nota en la mochila de la otra, había veces incluso en que no lo hacían para no llamar la atención de Ryan. Ambas ya lo habían notado raro y no querían alentarlo a que lo sea aún más.

Miró la nota con adoración unos segundos antes de proceder a abrirla y leerla, dejando escapar un suspiro de felicidad cuando terminó. Con una sonrisa de oreja a oreja, releyó las líneas un par de veces más antes de levantarse e ir a su mesa de noche, abrió el último cajón y sacó de él un pequeño cofre. El objeto era de madera, a simple vista se notaba viejo y ligeramente empolvado, pero Emily lo sostenía como si fuera la copa de cristal más bella y frágil del mundo.

Se sentó al borde de la cama con el cofre en su regazo, delineó un poco el borde antes de abrirlo con suavidad. El tesoro que encondía dentro consistía en una vieja foto familiar, un collar de plata, un par de anillos y dedales, y unas tres notas de Tatiana; agregando la que tenía en mano, ahora había cuatro notas en total. Miró su pequeño tesoro escondido un rato más antes de cerrar el cofre y devolverlo al fondo de su cajón.

Volvió a echarse en su cama, tentada a quedarse dormida ahí mismo, pero aún tenía un almuerzo que comer antes de ello. Con pereza se levantó y procedió a cambiar su uniforme por unas ropas hogareñas mucho más cómodas, se ató el cabello y, luego de darse un último vistazo en el espejo, abandonó su habitación.

Cuando llegó al comedor vislumbró su plato ya servido, algo ligero tal y como había pedido. Agradeció a Natalia, quien se encontraba a un lado de la mesa, tomó asiento y comenzó a comer.

Antes se sentía incómoda comiendo sola en una mesa tan grande, cuando alzaba la mirada y no encontraba a nadie solía sentir cierta melancolía, pero con el tiempo aquel sentimiento de soledad fue apaciguándose cada vez un poquito más. Ahora le daba igual ser o no la única sentada en esa mesa; hasta había momentos en que agradecía que sea así, pues compartir comidas con su padre significada tener un ambiente tenso y pesado mientras cuidaba hasta al más mínimo detalle de sus modales.

Alzó su azul mirada y la fijó en el otro extremo de la mesa, el sitio de su padre como jefe de la casa. Hace ya unas semanas que apenas y lo veía por las mañanas, ni siquiera recordaba la última vez que lo saludó. Sabía que estaba trabajando en un nuevo proyecto con otra empresa, o al menos eso tenía entendido de lo que había escuchado decir por la casa. Nunca se enteraba de lo que hacía su padre en el trabajo a menos que Natalia se lo comentara o su mismo progenitor la incluyera en algún tonto evento de su empresa.

Odiaba aquellas ocasiones.

La última vez que asistió a un evento de su padre fue a principios de año, habían cerrado contrato con una importante empresa extranjera y, para disimular las apariencias de la buena relación que había entre ambos negocios, se realizó una fiesta de gala. Y, como su padre quería que ella heredara la empresa, la llevó para presentarla con los nuevos socios. Emily esa noche fue vestida con un caro vestido color blanco y unos tacones beige, junto a pendientes y un collar a juego, y maquillada de la manera más elegante posible, todo mientras alguien le recordaba todas sus clases de etiqueta.

Su padre la presentó como una hija modelo que seguiría sus mismos pasos, heredaría la empresa y la volvería aún más exitosa. Habló de sus buenas notas en el mejor colegio de la ciudad y de lo madura que era para su corta edad. Emily bufó en su mente mientras escuchaba a su padre hablar como si la conociera, cuando la realidad era totalmente distinta; sin embargo, solo atinó a asentir con la cabeza, pararse recto y hablar con fingido interés cada que le dirigían la palabra.

De verdad odiaba esos eventos, eran un nido de puros hipócritas e interesados, justo el tipo de gente que más detestaba.

Mientras comía no pudo evitar soltar una leve mofa. Si volviera en el tiempo y se dijera a su yo de hace meses que terminaría enamorada de una persona que fue una doble cara en algún momento, lo más probable en que no podría creérselo. Sabía lo necia y terca que era, lo más seguro era que lo negaría hasta morir.

«Pero lo hiciste», se dijo mentalmente. «Te enamoraste de un dolor de cabeza que le cuesta expresarse, bien hecho Emily», se recriminó con burla.

Volvió a alzar la mirada y la posó, esta vez, a su lado derecho, justo donde Tatiana solía sentarse cada que almorzaban juntas en su departamento. La recordó sonriendo, contando trivialidades que lograban hacerla reír, tarareando canciones y balanceándose al compás; y la añoró. La añoró tanto que un suspiro se escapó de sus labios sin pedir permiso, delatando la nostalgia que tenía por aquellos días. En un solo segundo un montón de memorias invadieron su mente, en dos segundos buscó recomponerse y seguir comiendo para no preocupar a su ama de llaves que, como siempre, se encontraba fielmente a su lado.

No supo cuánto se demoró en terminar su comida, el tiempo parecía no correr estando rodeada de silencio y tranquilidad; pero lo que si supo fue que, en el momento en que estaba por levantarse, el reloj marcaba las tres y media de la tarde. Y lo supo porque, justo cuando estuvo por ponerse de pie, escuchó la puerta principal abrirse y la gruesa voz de padre resonar por el pasillo, miró el reloj de pared extrañada, pues su padre no solía llegar hasta alrededor de las 9 o 10 de la noche.

Inamovible en su sitio, Emily afinó su oído y fijó su mirada en la puerta del comedor, queriendo comprobar si realmente era o no su padre. Lamentablemente, en efecto era Leonardo, quien se asomaba por el comedor mientras caminaba con su característica seriedad y vistiendo su formal traje. El hombre se detuvo a unos pasos de la mesa y fijo la vista en Emily, quien también tenía toda su atención puesta en él.

— Buenas tardes, padre, ¿qué pasa?

— Nada especial, saldré en un momento, solo vine a recoger unas cosas y a informarte que este sábado hay un evento de gala de la empresa, vamos a afianzar nuestra relación con un nuevo socio —hizo una leve pausa para afilar su mirada en su hija—. Y vas a asistir también, así que quiero tu mejor comportamiento ese día.

Un “no” se atoró en su garganta. Tenía tantas ganas de gritarlo y mandar al carajo a su progenitor, pero sabía que eso no le traería más que problemas y eso era exactamente lo que menos quería.

— Entendido, padre.

Leo dio un leve asentimiento, no esperó mayor respuesta por parte de su hija, cogió su celular y, luego de girar los ojos, abandonó el comedor. Emily pudo escuchar como su padre contestaba una llamada y empleada un inusual tono de hastío, algo que no recordaba haber oído antes. Recién cuando el silencio volvió a envolverla luego de escuchar a su padre subir las escaleras se permitió relajarse y soltar un largo suspiro.

Se recostó en el asiento y posó su mirada en su plato vacío, tenía una expresión molesta y seguía apretando con fuerza sus puños. Quería calmarse antes de levantarse y agradecer la comida; al fin y al cabo, la irritación la tenía con su padre, no tenía por qué mostrar aquella expresión a los demás habitantes de la casa.

Su mente divagó por un minuto entero, todo relacionado al nuevo evento que se le había programado para el fin de semana. De solo pensarlo ya se sentía cansada, pues sabía que en los siguientes días la visitarían las personas encargadas de la ropa, accesorios y maquillaje que usaría, así como su vieja profesora de etiqueta para que repase como pararse, hablar, saludar y demás comportamientos que ella consideraba tontos.

Un suspiró volvió a escaparse de sus labios, se pasó sus dedos por la sien tratando de apaciguar en algo el dolor cabeza que estaba comenzando a sentir. Sin ánimos, se levantó de la mesa, agradeció por la comida y se dirigió a su habitación. En su camino escuchó la puerta principal cerrarse y, afinando un poco más su oído, distinguió la voz de su padre alejarse.

Leonardo colgó la llamada y subió a su vehículo con un cansado suspiro. Esto llamó la atención del conductor, quien ojeó al hombre por el retrovisor de manera discreta, eran extrañas y muy inusuales las veces en que Leonardo mostraba el fastidio que sentía. El trabajador no supo si preguntar o no al respecto, pero antes de que siquiera pueda replanteárselo Leonardo le indicó el lugar a dónde quería ser llevado, por lo que solo se limitó a asentir de manera afirmativa y encender el vehículo.

El transcurso no tomó más de 20 minutos, hubiera sido menos, pero, dada la hora, había cierta congestión vehicular en las calles. Leonardo agradeció al conductor y abandonó la camioneta, miró el elegante e imponente restaurante y, luego tomar un poco de aire y alisarse el traje dos veces, entró en el establecimiento.

Luego de que notificara que ya lo estaban esperando dentro, el ojiazul fue guiado por un trabajador hasta una mesa en la primera planta, cerca de la cascada artificial del lugar. No había llegado del todo cuando fue saludo con efusividad por una pareja con ligero acento inglés. Al verlos, Leonardo los saludó con su usual formalidad, se acercó a la mesa y tomó asiento frente a John y Adela.

— Hasta que al fin, hombre, pensé que la puntualidad era una de tus mejores cualidades.

— Y lo es, pero cualquiera demora en llegar a una reunión planeada el mismo día y notificada una hora antes. A la siguiente avísenme con antelación y no solo llamen una y otra vez.

— Dices eso con tu cara amargada, pero estás aquí —señaló Adela burlona—. Fácilmente nos hubieras ignorado y seguido con tu tan divertida rutina de trabajo.

— Si los hubiera ignorado, estoy seguro que me hubieran llamado y mensajeado todo el día —alzó su seria mirada y vio con expectación a la pareja—. Además, esta no es solo una reunión de viejos amigos.

John y Adela se miraron entre ellos, suspiraron a la par, y volvieron su atención hacia Leo, imitando la seriedad del hombre. La rubia apoyó ambos codos y entrelazó sus dedos, luego se inclinó hacia adelante mientras apoyaba el mentón en sus manos unidas.

— Duele un poco que prefieras el trabajo antes que nosotros, pero, viniendo de ti, no puedo sorprenderme —dijo con una juguetona sonrisa.

— Ustedes fueron los que sugirieron esto y mencionaron lo del evento, así que vayan al punto rápido.

It’s okay, no es nada de que preocuparse, solo detalles menores —John sacó unos papeles y se los extendió a Leo—. Elegiste nuestro hotel para tu evento de gala, así que, por tu preferencia y confianza, queremos darte la mejor calidad hasta el último detalle. Así que, en base a las reuniones previas, el tipo de evento y tus comentarios, hemos hecho una pequeña lista de opciones.

— En las hojas hallarás las opciones de color para el decorado, también hay algunos patrones por si lo prefieres, el tipo de tela, número de mesas y cuántas sillas habrá por mesas, además de la cantidad de personal que estará trabajando esa noche, por si desear agregar o disminuir la cantidad que hemos establecido.

— Este formulario lo pudieron haber mandado a mi correo —mencionó Leo luego de terminar de hojear la segunda hoja—. ¿Era necesario una reunión presencial?

— Oh, querido, pero, ¡claro que sí! Si no, ¿de qué otra forma podrías elegir los platos que estarán en el evento?

Adela llamó a una camarera que se encontraba cerca y, luego de darle un par de indicaciones y mostrarle una pequeña tarjeta, la empleada asintió amable y procedió a retirarse. No pasaron más de cinco minutos cuando la chica regresó con un carro de servicios con cuatro platos grandes y bastantes apetecibles a la vista. Con una gran sonrisa y breve explicación de cada plato, fue posicionando con cuidado cada uno en la mesa. Al terminar, deseó que disfruten de la comida y que la llamaran si deseaban algo más, luego procedió a retirarse.

El hombre de impasible mirada mirando los platos frente a él con un poco de desconcierto. Se veían bastante agradables y el olor que desprendían eran delicioso, además que sabía, por experiencia propia, la calidad de los platos de aquel lugar. No obstante, nunca fue de tener gran estómago, razón por la cual solía pedir raciones pequeñas.

— Ustedes no esperan que pruebe todo esto, ¿cierto?

— ¿De qué otra manera podrás elegir la comida que estará en el evento?

— Tan solo elíjanlo ustedes, confío en su criterio.

— Y nosotros tuvimos criterio para reducir toda la carta a solo 4 platos de entrada —mencionó Adela con una divertida sonrisa—, podríamos elegir los dos que también irán, pero la preferencia de nuestro cliente es la prioridad.

— Con solo un bocado basta Leo, sabemos que tienes estómago pequeño, y luego tienes que probar el segundo.

— ¿Voy a tener que comer más?

— Tan solo traerán muestras, no te asustes —minimizó Adela con una ligera risa.

Sin embargo, eso no logró calmar a Leonardo para nada.

Dos horas pasaron hasta que el hombre terminó de probar todo lo que le habían sugerido, incluso tuvo que catar algún que otro vino y champán. Se sentía reventar, por primera vez en bastante tiempo no veía la hora para llegar a casa, quitarse el traje y echarse en la cama. Lo hubiera hecho en el momento que devolvió el formulario lleno, pero necesitaba descansar unos minutos para que se le quite un poco la pesadez que sentía, minutos que no serían desaprovechados ni por John ni por Adela.

Una vez los temas laborales estuvieron terminados, lo que le siguió a su reunión fue una charla trivial y rememoración de anécdotas del pasado. Dada la temática de la pronta fiesta a la que asistirían los tres, recordaron divertidos momentos que habían pasado en las fiestas a las que solían asistir cuando tenían 18 años.

En un principio, y como era usual, Leonardo se mostró un poco reacio a hablar del pasado, pero ni él pudo evitar soltar una pequeña risa cuando recordó a un joven John en estado de ebriedad cayendo a la piscina con un plato de comida en un fallido intento de impresionar a una joven Adela. No supo cómo pudo olvidar aquel momento de su juventud, pero agradeció el haberlo recordado.

El tiempo se les pasó volando desde entonces. Para cuando volvieron al presente, el reloj marcaba casi las 8 de la noche. Leo se sorprendió cuando notó la hora, pues solía tener su tiempo bien administrado y manejado. Por suerte, aquel día había terminado todos sus pendientes antes de salir a aquella reunión, aunque sí que tenía que realizar un par de llamadas para organizar el evento del fin de semana. Se levantó de la mesa y, con una leve sonrisa, se despidió de la pareja.

John y Adela vieron a su amigo partir con una agradada expresión, cada vez sentían a su viejo amigo un poco más como él mismo. Se hubieran retirado a la par que él, pero antes tenían que acordar con el restaurante acerca de los platillos que iban a estar presentes en el evento. Llamaron a la amable camarera quien se encargó de atenderlos toda la noche y preguntaron si podían reunirse con la gerencia para hablar acerca de los platillos. La joven asintió, se retiró unos minutos y luego volvió para guiar a la pareja hasta una oficina del primer piso, tocó la puerta y cuando escuchó la aprobación para pasar, la trabajadora se despidió con una sonrisa.

Cuando entraron se toparon con una chica que no pasaba los 30 años, una larga cabellera marrón y unas veloces manos tecleando en la computadora frente ella. En cuanto notó la presencia de ambos, la chica levantó la mirada y dejó unos profundos ojos café a la vista detrás de unos lentes azules, ella se levantó con una amplia sonrisa, rodeó la mesa y tendió su mano.

— Hola señor y señora Medrán, soy Anya Caruso, la que estuvo hablando con ustedes por teléfono, es un gusto conocerlos al fin en persona. Por favor, tomen asiento.

La siguiente hora se la pasaron hablando acerca del evento: cuales serían las entradas, los platos principales, los piqueos y los licores que estarían, así como las cantidades de cada uno. Se acordó el producto, el precio, la organización y demás aspectos de una típica negociación. Por suerte, habían tratado los temas más pesados antes por llamada, así que no les tomó mucho llegar a un acuerdo. En cuanto terminaron, estrecharon los tres sus manos por última vez antes de que Anya acompañara a John y Adela a la salida y diciéndoles que ella se pondría en contacto con ellos al momento en que todo esté listo y sus trabajadores lleguen al hotel.

Una vez la pareja se hubo ido, Anya volvió a su sitio a teclear un par de documentos más acerca de la reunión que acababa de tener. Aún faltaba para la hora de cierre, así que se dio el tiempo para terminar otros asuntos y realizar un par de llamadas para informar al resto de los trabajadores acerca de lo acordado para el evento del sábado.

El último cliente abandonó el local a las 11:07 en punto. En cuanto abandonó el local los camareros soltaron un suspiro de alivio, felices de por fin poder relajar sus hombros y dejar de sonreír. Varios se estiraron en su sitio para liberarse de algo de tensión, pero su trabajo aún no había terminado, aún tenían que dar una última limpieza y acomodar las sillas y mesas para el día siguiente. Estaban en medio de su última rutina cuando notaron a la gerente pasar, no tardaron en dejar lo que hacían para saludarla. Anya, al verlos, les sonrió y agradeció por su arduo trabajo, agregando que, si alguno tenía hambre, se sintiera libre de pasar a la cocina para un bocadillo.

Eso era algo que les gustaba a los trabajadores de aquel lugar, el buen trato y reconocimiento que recibían. Si bien era un trabajo agotador, lo que recibían a cambio, no solo en el ámbito económico, sin duda valía la pena.

Anya se encaminó hacia la cocina principal, la cual se encontraba en el primer piso. Al llegar, primero agradeció a todos por su arduo trabajo y pidió que se detuvieran un momento en lo que hacían para que escucharan lo que tenía que anunciar.

— Como bien saben, nuestro restaurante formará parte de un evento que se celebrará en el Warm Glow Hotel. Los que dirigen el hotel personalmente han pedido que nuestros platos formen parte de esta fiesta de gala de la compañía EmKlett’s Company. Sí, dos nombres imponentes, pero, ¿sabe qué? Nosotros también somos un grande, y somos el mejor en nuestro rubro, así que dejemos en alto nuestra reputación este sábado.

La cocina comenzó con un entusiasmado vitoreo, la presión que sentían antes fue totalmente desplazada por la emoción de ser partícipes de un evento de tanto calibre. Su gerente tenía razón, ellos también eran un grande, no solo estarían a la altura de las expectativas, sino que la superarían con creces.

Anya comenzó a leerles las consignas hechas por John y Adela respecto a los platos que habían elegido y el cómo habían decidido organizarse. En resumidas cuentas, todos los patillos se prepararían en la cocina del hotel para que lleguen al paladar de los invitados ni bien salgan de la sartén. El hotel se encargaría de darle todos los implementos necesarios para la realización de cada platillo, así que ellos solo se encargarían de la preparación como tal; para ello, se designaría un grupo encargado de estar en el evento, mientras que el otro seguiría atendiendo con normalidad en el hotel.

— La selección del personal para el evento te lo encargo a ti, maestro chef —comentó dirigiéndose a un hombre corpulento y que se encontraba de brazos cruzados que se encontraba a un par de pasos de ella. Tenía una expresión seria e imponente—. Me dijeron que en la cocina del hotel hay un foro de hasta 30 personas, así que ese será el tope.

— Entiendo, mañana te estaré pasando la lista de los que irán. Sería bueno que preguntes si podemos ir un día o dos días antes al hotel para ver la cocina y determinar la manera en que nos organizaremos.

— Listo, lo preguntaré mañana. Eso sería todo muchachos, terminen lo suyo y vuelvan a casa, saben que son libres de comer un bocadillo si es que tienen hambre.

Recibió un energético “sí, gracias” de parte de los todos trabajadores antes de que estos volvieran a sus labores. Sin embargo, el chef maestro se quedó en su lugar viendo a cada uno de sus trabajadores. Todos eran talentosos en sus funciones, productivos y dedicados a la cocina, así que tenía que elegir con cuidado al equipo que lo acompañaría al evento.

— No tienes que decidirlo en este mismo instante papá, háblalo con mamá y el tío Ben y escojan juntos al equipo que irá.

— Lo sé, haré eso en cuanto salgamos del trabajo —sonrió con cansancio a Anya y le palmeó suavemente el hombro—. Buen trabajo tu también, estás tomando la directiva de manera excelente, ahora anda a los demás pisos y avísale a los demás.

— En eso estoy —contestó en un suspiro—. Hey, ¿llevarás a Cami?

— ¿Al evento?

— No, a casa. ¿A dónde más?

— No lo creo, aún es joven y le falta experiencia.

— Nunca obtendrá experiencia si la sigues teniendo solo como mesera, pero bueno —se encogió de hombros—, la decisión es de los jefes de cocina, no es mi fuerte. Iré a avisarle a mamá, nos vemos a la salida.

Anya se despidió con un beso en la mejilla de su padre y salió de la cocina sin saber que sus palabras habían dejado pensativo al hombre mayor.

 

Notas finales:

Gracias a todos los que siguen pendientes en la historia  siguen esperando sus actualizaciones, significa mucho<3 Espero que les haya gustado el cap, lo escribí en una repentina inspiración, a mí me gustó bastante la verdah.

En fin, espero nos volvamos a leer pronto, procuraré no demorar tanto, pero desde ya agradezco su paciencia<3

Saludos, cuidense y quédense en casita:)


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