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Mijitsu, fuzai to kikai por Daiyamine B

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Notas del capitulo:

Para este fanfic me base en las siguientes canciones: One more time, one more chance; Aioi, Baby romantica, Ambivalence, Love love love, Rhytm after the summer, Walk on memories, Fall y Chill xD si, sé que son muchas, pero no me podía decidir. Espero disfruten la lectura, luego les dejare una link para que escuchen las canciones c:

 

 Capitulo único

 

 

Se aventuro a estirar un brazo, alcanzando con las yemas de sus dedos la mejilla tersa del muchacho pelirrojo, el cual le sonrió brillante ante la muestra de afecto, no tenia de que preocuparse. Todo estaría bien si él seguía sonriendo.  Su niño de ojos cálidos, de torpes pasos y corazón de ángel. Para Aomine su novio era su persona más preciada, era su compañero, su amigo, su rival, su amor y su familia. Era tantas cosas a la vez, pero a fin de cuentas era Kagami Taiga, la persona que lo amaba...y a la cual tendría que dejar ir.

 

 

 

Pero antes de llegar a la parte dramática, creía que su historia merecía ser contada y recordada no como una tragedia, si no como una serie de eventos más afortunados que desafortunados, en donde pudo experimentar lo que era amar y ser amado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primera vez que vio al amor de su vida fue un poco inesperada. Fue en un verano caluroso, primero de agosto. Él era un niño todavía, algo tonto e ingenuo si se preguntan, y fue debido a esa torpeza típica de un crío que no le dio siquiera importancia a tan importante encuentro. En ese entonces estuvo saliendo de casa solo para encontrarse con sus amigos durante unas 2 semanas, claro, siempre que accediera a llevar a la molesta Momoi Satsuki, su vecina y compañera de juegos.

 

 

 

Pero ese día en especial fue muy molesta su presencia. No lo malinterpreten, disfrutaba de jugar con ella, pero la chica podía ser demasiado quisquillosa y enojona, siempre intentando que todo fuera como ella quisiera y acaparándolo para que no pudiera jugar con los demás niños. El no pudo quedarse callado y terminaron peleando, pero como era predecible, la pelirrosa se puso a llorar y termino por correrlo del parque más cercano a su casa a menos que se disculpara con ella. Su orgulloso yo de 6 años pensó que sería buena idea caminar al otro parque cercano, al cual solo había ido una vez, y en compañía de sus padres.

 

 

 

 

 

 

 

 

Definitivamente era un pequeño idiota.

 

 

 

 

 

 

 

Finalmente termino por dar con el parque, aunque...bueno, la verdad era que ni siquiera recordaba el camino de regreso, pero no se preocupó mucho. Ahora estaba ahí, solo, con su pelota de basket y nada más. Pensó en jugar un poco en la cancha de ese parque, pero se veía un tanto solitario y la verdad era que le gustaba más jugar junto con alguien que hacerlo sin compañía. Deambulo un rato por el lugar, sintiéndose molesto consigo mismo porque no había sido capaz de pensar que si no tenía compañeros de juego entonces no resultaría divertido.

 

 

 

Suspirando melancólicamente termino por sentarse cercas de la cancha de basket, la cual estaba rodeada de grandes y coloridos girasoles. El olor de dicha flor era tan dulce que picaba su nariz. Su madre le advirtió que tuviera cuidado con el polen, porque podía causarle alergia, también le dijo que tratara bien a Satsuki, y si mal no recordaba, agrego un largo discurso sobre evitar irse más allá del parque, ya que no conocía tan bien las calles.

 

 

 

 

 

Tal vez debió tomar más enserio los consejos de su madre.

 

 

 

 

 

Bueno, que más daba, ahora estaba ahí y podía divertirse como le diera la gana. Se adentro a la cancha y empezó a botar el balón sin muchos ánimos. Termino por desviar el balón descuidadamente, esperando que chocara con la malla ciclónica que lo rodeaba. En vez de eso escucho un jadeo de dolor y el inicio de un llanto bajo.

 

 

 

 

 

Se volteo realmente espantado, no podía ser que él se encontrara con un fantasma tan temprano ¿o sí? Aunque la imagen que sus ojos azules se encontraron no era otra que la de un niño pelirrojo sollozando mientras se sobaba su pequeño y delgado brazo, la pelota hacía rato se había quedado quieta. Lo primero que paso por su mente fue que el niño era muy bonito. Tenía el pelo algo largo, pero se veía adorable. Se acerco con cautela, como si repentinamente fuera a ocurrir algo al estilo de película de terror y en realidad la pequeña figura le perteneciera a un espíritu.

 

 

 

 

 

-Oye... ¿estás bien? -Se acerco un poco más algo de miedo al chico, no quería hacerlo llorar más. Ý el niño levanto la cabeza.

 

 

 

 

 

Cuando lo miro con esos ojitos llenos de lágrimas y enmarcados por unas curiosas cejas partidas su corazón dio un pequeño salto, no creyó que alguna vez podría conocer a alguien más bonito que cualquiera de las idols que salían en la televisión. Se le hizo un nudo en la garganta por la emoción, sin embargo, no pudo reaccionar. Se quedo ahí, quieto, esperando una respuesta. Finalmente, el chico asintió, limpiándose la cara con un poco de rudeza. Le dio una mirada molesta, llena de reproche.

 

 

 

 

 

-¡Ten más cuidado cuando juegas con esa pelota!-La verdad no se esperaba ese tipo de reacción por parte del chico. Al inicio se veía tan tímido, ahora parecía al gato gruñón de su vecina.

 

 

 

-Ya, no es para tanto, seguro ni te golpeo tan fuerte- Le quitó importancia al accidente, la verdad era que, si estaba arrepentido, pero no sabía cómo empezar a disculparse sin que le diera pena.

 

 

 

-¿Quieres que te pegue con ella para que veas lo que se siente?- Murmuró molesto el pequeño pelirrojo al escuchar ese tipo de respuesta por parte del niño moreno. Él no era un chico agresivo, pero ni siquiera recibió una disculpa por su parte y eso lo hacía enojar.

 

 

 

-¡No! Vete de aquí, yo llegue primero- Se volteó algo indignado para luego sacarle la lengua.

 

 

 

-¡No es cierto! este es el parque de mi cuadra, a ti nunca te había visto antes-El solto un respingo al ver que el pelirrojo le apuntaba de forma acusadora.

 

 

 

-Bueno, ¡pues es que no me veías por qué vine antes que tú!-Se cruzo de brazos, sin poder pensar en un argumento mas inteligente que ese.

 

 

 

-Mi mamá dice que las mentiras son malas- Entorno lo ojos, ese chico sí que era tan molesto.

 

 

 

-Pues mi mamá dice que no hable con extraños-El pequeño pelirrojo lo miro con cara escéptica. Ya llevaban hablando un rato considerable como para que ahora el chico peliazul decidiera voltearse para ignorarlo. Pero al moreno no parecía importarle y de todos modos lo hizo.

 

 

 

-¡¡No me ignores!!-El niño seguía sin voltearse, por lo que bufo algo exasperado.

 

 

 

-...-No, definitivamente no iba a ceder.

 

 

 

-Vamos, no seas así-El niño de cejas partidas lo tomo del hombro para obligarlo a voltearse, pero se zafo del agarre.

 

 

 

-...-Debido a la insistencia del moreno en ignorarlo por ser un extraño, se propuso a idear otra estrategia.

 

 

 

-Me llamo Kagami Taiga, ¿y tú?- Se acerco al costado del niño mas alto e intento ver su rostro, haciendo su torso para adelante.

 

 

 

-Aomine Daiki…-Finalmente solto, para luego hacer una mueca.

 

 

 

-Ahora ya no somos extraños, así que...como te decía, las mentiras son malas-Aomine soltó una risa, para luego volver a ver feo al niño pelirrojo.

 

 

 

-Aish, bueno, yo si vine antes, porque mis papás me trajeron...pero ahora vine solo y ya no sé cómo volver, así que ahora me quedare aquí en el parque ¿ok?-Kagami lo miro espantado antes de empezar a parlotear.

 

 

 

- ¡No puedes hacer eso! Vamos, yo te llevare a tu casa, no debe estar muy lejos-El chico lo tomo de la mano y lo jalo para que lo siguiera, pero ni siquiera se pudo negar al contacto, era mas la pena que sentía por que el niño bonito le estuviera tomando de la mano que la de ser guiado por alguien más bajito que él.

 

 

 

-Mira quien lo dice, el niño que estaba llorando tanto solo por un golpe con la pelota-Murmuro con diversión, para librarse un poco de vergüenza.

 

 

 

- ¡La pelota estaba muy dura! como una piedra-Musito para luego hacer un adorable puchero. Ese chico era tan adorable, era justo como ver un cachorrito ladrando.

 

 

Al final el chico si que dio con su dirección, siguiendo las pocas señales que el moreno le daba, con todas las complicaciones que conllevaba el merodear por las calles, como el encontrarse con lindos perritos (Kagami no parecía creer que eran bonitos) o ir a sitios incorrectos, por ejemplo, la avenida principal. Llego al parque un tanto nervioso, pues si bien ambos consiguieron averiguar dónde estaba el parque cercas de su casa, se habían tardado como 2 horas en encontrarlo. Se despidieron apresuradamente, con la promesa de verse luego, y cada quien se fue a sus respectivos hogares. Ya estaba oscureciendo, por lo que apretó el paso, cuando abrió el portón de su casa se encontró con su preocupados madre y padre, los cuales le dieron unas cuantas nalgadas por su desobediencia. Si, se lo merecía.

 

 

Aunque Aomine quiso cumplir su promesa no pudo, jamás lo volvieron a dejar salir sin supervisión. Bueno, tal vez exageraba, si que pudo salir, pero tenia ciertos limites establecidos, y la mayoría de las veces que se le presentaba una oportunidad de dirigirse al otro parque, una angustiada Momoi se lo impedía, diciéndole que no quería que se volviera a perder y que ni loca iba a ir con el al otro parque, que quedaba algo lejos, ahora que se daba cuenta.

 

 

Termino olvidado todo lo relacionado al bonito chico, pues su insistencia hacia ir a ese lugar no fue demasiada, además, termino el verano y empezaron sus clases, lo que le daba otras cosas en las que pensar. Como en ir con sus amigos a pasear y cazar insectos, lo disfrutaba demasiado. En especial por que la chica pelirrosa no le apetecía acompañarlo a sus excursiones, mucho menos el tocar bichos.

 

 

 

Quien diría que ese corto recuerdo del verano de sus 6 años resultaría en un encuentro predestinado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Su reencuentro fue más tardado, si, tal vez 10 años pudieran considerarse algo largos, pero, sin embargo, valió totalmente la pena esa espera inconsciente por él. Tal vez le paisaje no era tan bonito e hipnotizante como la primera vez, tal vez no estaban rodeados el aroma de los girasoles, pero puede jurar que toda su persona era tan encantadora como el chico de sus recuerdos de la infancia. Ambos carecían ya de esa apariencia tierna y suave, ahora eran altos, algo corpulentos, pero Kagami seguía teniendo su encanto.

 

 

En cuanto lo reconoció no pudo evitar sentirse culpable por haber olvidado al niño de bonitos ojos rojos.

 

 

Sin embargo, se guardó esa preocupación para después. Fue a esa cancha con cierto objetivo en mente, y no podía olvidarse tan fácilmente de ello.

 

 

-Hey, tu eres Kagami Taiga, ¿verdad? Juega conmigo…Te pondré a prueba-Aomine miro al chico interesado, quien diría que su primer amor era el mismo tipo que el nuevo amigo de Tetsu.

 

 

- ¿Ah? ¿Quién eres? No me gustan los tipos que me piden jugar sin siquiera decir su nombre-Vaya, su mirada rojiza si que era intensa.

 

 

-No te estoy preguntando si quieres, si te digo que juegues, juega. Te diré mi nombre…soy Aomine Daiki-Sabia que estaba siendo algo malo con él, pero para él era muy importante averiguar si ese chico era capaz de hacerle frente. Taiga soltó un jadeo, impactado por la identidad del chico moreno.

 

 

¿Aomine?

 

 

Kagami pudo sentir la brisa repentina que lo golpeo, como un claro indicio de lo que sea que sucediera a continuación iba a ser de importancia para su vida.

 

 

-Escuche sobre ti, pero no esperes que te diga que si mientras me subestimas-Murmuro con enojo, ese tipo si que se lo tenia creído.

 

 

-Vamos, no te estoy preguntando. Cállate y juega. No es un partido real, ¿ok? Te estoy probando.

 

 

-Tch…

 

 

-No estoy buscando algo que no existe, como alguien más fuerte que yo. Solo quiero saber que tanto me puedes entretener.

 

 

 

Tomo una inhalación profunda, sintiendo el coraje recorrer su cuerpo.

 

 

 

-Con Kise y Midorima, la generación de milagros está llena de tipos que me molestan, pero eres peor que ellos. Voy a aplastarte…-El moreno sonrió satisfecho con la respuesta, y se pudieron a jugar. Pero resulto como otras veces.

 

 

 

 

 

El moreno estaba algo decepcionado, no lo podía negar. Se la habían pasado jugando relativamente poco tiempo, pero eso le fue suficiente para obtener una victoria irrefutable.

 

 

-Esto es ridículo, ¿realmente derrotaste a Midorima?

 

-Hijo de puta…

 

-Tetsu ha perdido su capacidad de juzgar. No puedes usar todo su potencial. Es una sombra…cuando la luz es mas fuerte, mas oscura es la sombra. Dicho de otro modo, se vuelve más fuerte o más débil dependiendo de la fuerza de la luz.

 

 

 

Tu luz es muy débil

 

 

 

 

¿Pero qué remedio tenía? No es como si hubiese alguien que le pudiera hacer frente de forma tan fácil, y competir contra sus compañeros de la secundaria le dejaba un sabor amargo…sabía que, si alguno de ellos conseguía ganarle, probablemente, en vez de provocarle dicha por tener a un rival digno, se sentiría como en aquellos tiempos de la secundaria. Hundido e incomprendido, con ese estigma que tal vez siempre acompañaría a la generación milagrosa…

 

 

 

 

 

Ellos nunca perdían.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Perdieron.

 

 

 

Su equipo había perdido.

 

 

 

Se quedo inmóvil, intentado procesar todo lo que estaba pasando en ese momento, ya con un gran bajón de adrenalina podía sentir toda la tensión en su cuerpo y el cansancio adormeciéndolo. Contrario a sentir el típico vacío dentro de su pecho, ahora latía con rapidez, como hace tanto no percibía.

 

 

-Yo…perdí.

 

Cierto

 

-Yo…he perdido-Poco después el pelirrojo se le acerco y hablo con él, esas palabras lo marcaron profundo en el alma.

 

 

Kagami Taiga…en el momento en que te conocí, el mundo que conocía se hizo aburrido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Paso el tiempo, y con ese mismo tiempo, fue cambiando su manera de pensar sobre Kagami. Y al chico en cuestión parecía pasarle lo mismo. Aunque actualmente eran rivales, existía cierta tensión ajena a su constante competencia y deseos de victoria. En ese momento se encontraban todos reunidos en el apartamento del joven, para celebrar el cumpleaños de Tetsu, él estaba sentado al lado de Kagami en ese momento. Aomine no podía negar que cada vez que se quedaba mirando de más al pelirrojo, sentía un cálido sentimiento llenar su pecho, burbujeando de manera agradable. Quiso echarle la culpa de su agradable malestar a la bebida caliente que tomo hacia poco, mientras miraba atentamente como el chico de ojos rojos bebía con entusiasmo el chocolate caliente que acababa de preparar.

 

 

 

No pudo echarle la culpa.

 

 

 

Una bebida caliente no podía provocarle una erección.

 

 

 

Estuvo un buen rato inquieto, sin pararse para servirse algo mas de comida ni bebida, tampoco fue ante el llamado de Satsuki por ayuda con la cocina. Sip, era mala persona por no intentar pararse y sacarla de ahí, pero bueno, no es como si el fuera a comerse lo que sea que estuviese preparando, por lo tanto, no importaba mucho.

 

 

Cuando al fin la erección se fue intento reafirmarse así mismo su heterosexualidad, y no había nada mejor para motivarse que una buena revista de idols maduras. Era en momentos de crisis como estos que extrañaba tanto su colección de revistas de Mai-chan, escondidas estratégicamente en los distintos trasfondos de su armario. Se dio a la tarea de husmear en todos los sitios posibles en donde un saludable chico de 17 años como Kagami podría esconder sus revistas porno, pero a pesar de que busco en todos los potenciales lugares que conocía, no encontró nada. Absolutamente nada.

 

 

¡Que alguien le pinches dijera por qué carajo Kagami no tenía revistas eróticas! ¡¿Acaso no era un estudiante de preparatoria?!

 

 

Si bien recientemente le había preguntado por las revistas después de revisar un poquito justo cuando llego a su apartamento de improviso, no creyó que le estuviera diciendo la verdad cuando con tono alterado le grito que no lo comparase con los de su tipo. ¿Joder…entonces era cierto que Kagami era un inocente y puro ángel? Debía ser una mala broma.

 

 

La fiesta continuó con un buen curso, pero no podía estar cómodo teniendo justo al lado a Kagami. Incluso aun cuando ambos se enfrascaron en una batalla por ver quien comía más Karage.  

 

 

Ya cuando era de madrugada terminaron partiendo a sus respectivos hogares, algunos se quedaron, sin embargo, él ya había estado demasiado tiempo torturándose con la presencia del pelirrojo como para ahora querer quedarse a dormir en su casa.

 

 

Partió a su hogar con la sensación del olvido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue en un 22 de diciembre que se le confeso a Kagami. Ambos ya estaban en tercero de preparatoria, eran vacaciones de invierto e inevitablemente ellos se encontraron en una cancha de basket. Como si hubiera sido el destino, si, le iban las mierdas cursis. ¿Por qué destino? Era la misma cancha de hace tantos años, la misma en donde se vieron por primera vez, sentados en la viejas gradas mientras descansaban después de una ronda de one vs one. Debido a la emoción puede que Daiki aflojara un poco la boca y se le escapara unas cuantas frases que obviamente el pelirrojo pudo captar lo que significaban.

 

 

 

-Kagami-El pelirrojo no pudo evitar amar el tono con el que pronuncio su nombre. Volteo con dirección al moreno, para averiguar por que lo había llamado.

 

 

-¿Sí?-Aomine lo miro con atención, guardado en su mente cada detalle del rostro del chico en ese momento.

 

 

-Aun puedo oler el aroma de los girasoles de ese día…-El pelirrojo se quedo pensando sobre a que se refería Aomine con lo que dijo, hasta que pudo hacer memoria después de tanto tiempo.

 

 

-Tu…-Daiki soltó una carcajada amistosa al escuchar la voz asombrada de su rival.

 

 

-¿Yo?

 

 

-¿Tu eres ese odioso niño que me golpeo con la pelota?-Lo apunto con el mismo dedo de hace años, lo que le saco mas risas.

 

 

-¡Ja! Así que ahora te acuerdas de mí, después de casi 3 años. Que mala descripción, por cierto.

 

 

-¡Me dejaste un morete enorme! ¡Como no iba a tener esa impresión de ti! Además, por tu culpa me regañaron, intente ir muchas veces al parque, pero no me dejaron-El pelirrojo le solto un manotazo en la espalda por burlarse de su tragedia cuando era niño, pero eso no detuvo la mofa.

 

 

-Estamos igual, a mi me dieron las nalgadas de mi vida. Recuerdo que después de esa vez me porte bien por un mes entero-Fue el turno de Kagami de soltar una buena carcajada.

 

 

-Así que eres de esos que necesita una golpiza para aprender la lección-Murmuro después de reírse un buen rato a costa del moreno, pero a este no parecía importarle en lo absoluto.

 

 

-No tanto como una golpiza, pero si un buen correctivo supongo-Musito mientras miraba el cielo nocturno, sin darse cuenta ya se les había echo de noche.

 

 

-Y bien…¿que impresión tuviste de mí? ¿El valiente onii-san que me llevo hasta mi casa?-Hizo una supuesta pose heroica y una sonrisa presumida, que hizo que el moreno negara con diversión.

 

 

-No seas fanfarrón, eras una pulguita, incluso en ese entonces era más alto que tú- Simulo sus estaturas con sus manos, haciendo que el pelirrojo soltara un bufido por la gran diferencia de alturas, que obviamente no era tanta en ese entonces e incluso ahora.

 

 

- ¡Ey! ¡Respétame, soy mayor que tú!

 

 

-Solo por unos días.

 

 

-Y bien, ¿no piensas decirme cuál fue tu percepción?-Taiga se acerco un poco mas hacia donde estaba sentado el moreno, el cual se removió algo inquieto por la corta distancia. Pero al final se le escapo una sonrisa bobalicona cuando recordó su primer encuentro.

 

 

-Fue como… ¨Wah, ese chico es tan bonito¨.

 

 

-¿De verdad? No jodas, creí que sería algo distinto.

 

 

-¿Que te imaginabas? Bakagami-Miro a su acompañante con la misma sonrisa de idiota, lo cual hizo que el chico se sonrojara. Nunca antes lo miraron de esa forma.

 

 

-No sé, algo como el chico agradable, o mi nuevo amigo-Balbuceo, todavía mirando los ojos azulados de Aomine.

 

 

-Bueno…si te interesa fuiste algo así como mi crush de la infancia-Gracias al comentario fue que pudo dejar de mirarlo y bajo la vista al suelo. Podia sentir su cara calentándose.

 

 

-¡No bromees con eso!-Aomine soltó una risita y miro hacia la malla que rodeaba la cancha, recordando las flores amarillas.  

 

 

-No estoy bromeando, de verdad que sentí mariposas en el estomago en cuanto te vi. Eras un lindo bebe llorón.

 

 

 

 

Cuando se volteo a ver al pelirrojo un enorme sonrojo cubría sus mejillas. Se sintió avergonzado repentinamente. No debió hablar de más, pero la charla estaba siendo tan honesta y relajada que no pudo evitar dejarse llevar por la corriente. Se levanto de las gradas que estaban en el lugar y empezó a caminar hacia adelante, en busca de evitar mirar a su acompañante. Pero finalmente tomo la decisión, de que, si ya la había cagado, que mas daba cagarla un poco más. “Todo lo que hagas, hazlo bien Daiki, incluso cagarla” Fue lo que cruzo por sus pensamientos.

 

 

Tomo una gran bocanada de aire, para soltar la de golpe y voltear a ver al objeto de su amor, con la firme postura de declararse en ese momento, no importándole el resultado. Incluso aunque sus rodillas parecían apunto de abandonarle para dejarle tirado.

 

 

-Kagami…ya me he puesto lo suficiente en evidencia hace unos minutos, así que, sal conmigo-El pelirrojo boqueo como pez fuera del agua durante algunos segundos, el solo pudo quedarse ahí, como si fuese una puta estatua.

 

 

- ¿Eres imbécil o qué? -Finalmente le respondió, auch, eso dolió. 

 

 

-Bueno, tal vez un poco, si, pero no era para que me rechazaras así.

 

 

- ¡¿Quién está rechazándote?! Dios, me vas a matar Aho-El chico pelirrojo oculto su rostro detrás de las palmas de sus manos, parecía realmente tímido en ese instante. Aomine solo pudo encontrar el gesto adorable. Pero vamos, podía ser adorable, pero era mas bien el quien se estaba muriendo ahí, parado, sintiéndose mas como una mierda cada segundo que pasaba.

 

 

-Ya dime tu respuesta, ¡carajo! Siento como si mis piernas fueran a doblarse en cualquier momento por los nervios-Estaba algo alterado.

 

 

-SI, ¿OK? SI-Grito el pelirrojo, descubriendo su rostro.

 

 

- ¿Sí? -Su cerebro todavía no podía aprender a procesar información tan pesada.

 

 

-Si quiero salir contigo-Ambos estaban rojos como tomates, esperando a ver quién hacia el primer movimiento, por lo que Aomine no pudo esperar más. Se acerco con una enorme sonrisa al pelirrojo, para alzarlo con sus brazos y darle vueltas, mientras ambos reían con todavía algo de pena. Después de un rato lo bajo y le dio un largo abrazo.

 

 

-Sabes Bakagami, sonara cliché, pero prometo hacerte muy feliz, no sabes cuánto me encantas-Kagami acariciaba su espalda con cariño, el toque de sus manos parecía lo mejor del mundo.

 

 

-Tú también me encantas Ao, no puedo siquiera creer que esto esté pasando.

 

 

-Pues créelo tigre, porque está sucediendo-Se separo un poco del chico mas bajo, tan solo para iniciar un casto beso, el cual a duras penas el pelirrojo pudo corresponder. Cuando termino de besarlo Taiga volvió a ocultarse en su pecho.

 

 

-¿Es normal que en este momento me sienta tan feliz que podría morir?

 

 

-Supongo que sí, yo siento la cara caliente por el sonrojo.

 

 

-Somos unos idiotas enamorados-A ambos se les escapo una risa por ese hecho.

 

 

-Tienes razón-Asintió con firmeza después de un rato.

 

 

-Oye, antes de nada, debemos establecer las reglas.

 

 

-Aish, sonaste como un profesor, y bien, ¿cuáles serían las reglas según tú?

 

 

-Quiero que no te olvides nunca más de mí.

 

 

-Supongo que puedo cumplir con eso, con la condición de que tu estés conmigo para siempre.

 

 

-Perfecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Spoiler: no pudieron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El tiempo volvió a pasar, las estaciones cambiaron y sus corazones también. Aomine podía incluso decir que su relación era como la primavera y el verano, cálido y lleno de enormes gamas de colores vividos que penetraban sus almas. Sin embargo…las personas no estaban destinadas a poder detener el paso de la despiadada madre naturaleza.

 

 

Todavía existía el otoño y el invierno.

 

 

 

Y era en ese punto que llegaban al comienzo del relato, y también al nudo en sí.

 

Kagami y el habían estado saliendo ya por unos meses, pero el moreno no contemplo que sus caminos tendrían que separarse una vez mas con la partida de su novio al extranjero.

 

 

 

Porque su amado Taiga sí consiguió una beca y el no.

 

 

 

La realidad le cayó como un cubetazo de agua helada. Había sido su sueño desde pequeño ir a América para jugar en algún reconocido equipo, pero ahora se veía estancado en su carrera como basquetbolista. Se resigno a ser parte del equipo de Japón, ya que no tenia propuestas fuera del país. Kagami estuvo preocupado sobre la decisión que tomaría, ya que por lo que le daba a entender, no quería dejarlo solo en Japón. Pero se vio obligado a decirle que no le importaba que se mudara sin el, a pesar de que esos no habían sido sus planes. Pero vamos, todavía eran jóvenes, apenas estaban iniciando su adultez y si contemplaban que en su país todavía no cumplían la mayoría de edad era completamente razonable que pudieran darse el lujo que esperar a ver si las oportunidades surgían.

 

 

Aomine no podía ignorar el echo que las oportunidades no eran milagros, uno mismo las hacía. Y si no tenía una, es porque no trabajo lo suficientemente duro para obtenerla. Dolía tener la certeza de eso.

 

 

Se dejo engañar por las palabras dulces de consuelo que le proporcionaba su pareja, intentando con mucho esfuerzo no demostrar en su rostro lo que de verdad pensaba, pero los ojos eran las ventanas del alma. No es como si Kagami no se diera cuenta de lo que de verdad sentía, pero el moreno creía que al menos podía respetar su postura guardando silencio, aceptando lo que el futuro le deparaba.

 

 

 

 

Las mentiras son amargas, incluso sabiéndolo mintieron.

 

 

 

 

 

 

Kagami y el hicieron los respectivos procedimientos para que él se mudara sin preocupaciones, el padre del pelirrojo se encargó de los demás detalles como acomodar los muebles en el apartamento de su hijo y comprarle un billete de avión. Y ahora estaban ambos en el aeropuerto, despidiéndose por millonésima vez, pero es que Aomine no podía aceptar que su chico ya no iba a estar más ahí con él, no podía.

 

 

-Bueno…creo que ya llego la hora.

 

 

-Kagami, sabes…yo solo quiero un futuro donde estés por siempre.

 

 

-Aomine-El pelirrojo lo vio con adoración, realmente amaba a ese Aho.

 

 

-Ok, ya, se que eso fue demasiado empalagoso-Se paso una mano por el pelo, lo que hizo que Kagami soltara una risa suave.

 

 

-Claro que no, sabes que te amo, ¿no es así? -El moreno asintió, confiando en la respuesta de su novio.

 

 

-Lo sé, yo también te amo tonto-Le acaricio la mejilla, todavía no quería que se fuera.

 

 

-Te prometo que tendremos muchas video llamadas, espéralo con ansias-El pelirrojo correspondió el amable tacto poniendo una de sus manos sobre la del moreno.

 

 

-Lo hare.

 

 

-Bueno, antes de irme, al menos puedo pedir un último beso ¿no?

 

 

-Claro que si tigre-Se inclino un poco y junto sus labios, hubiera querido profundizar el contacto metiendo su lengua a su boca, pero sabia que si lo hacía no lo dejaría irse. Kagami le dedico una mirada triste después de que se separaron, le costaba tanto decir adiós.

 

 

-Siempre he pensado que el cielo nada en tus ojos, los voy a extrañar.

 

 

-Y yo extrañare los tuyos-Escucharon la llamada para abordar, por lo que finalmente rompieron el abrazo y el pelirrojo tomo de nuevo su maleta.

 

 

-Bueno, ahora si que es hora de partir, hasta pronto, Aomine Daiki.

 

 

-Sayonara, Kagami Taiga.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Probablemente nunca olvidaría esa sonrisa deslumbrante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aomine había conseguido sobrellevar bien su vida no siendo un basquetbolista profesional, terminando como uno más de los jóvenes que iba a la academia de policías. No estaba nada mal, además trabajaba de medio tiempo en un bar algo famoso por las noches. Era entretenido su día a día, con anécdotas interesantes y conociendo nueva gente, realmente se aprendía mucho de trabajar como barman. La gente siempre le estaba contando muchas cosas sobre sus ocupaciones y negocios, lo cual de vez en cuando le servía para ver como estaba relacionada la yakuza con todos los clubes.

 

 

Él no se preocupaba por comunicar nada de lo que escuchaba a la policía, por que si bien se hablaba sobre los jefes de los clanes y algunas que otras hazañas. Los policías no solían meterse con ellos a menos de que fuese una situación especial. No ocurrían tantos asesinatos comparados con otros lugares, y si alguien de la población salía afectado era la gente que caía en las trampas que eran los préstamos de dinero.

 

 

Con respecto a su noviazgo, todo iba muy normal, contrario a lo que esperaba, las cosas estaban calmadas, claro, eso se debía a que se hablaban en diario, lo cual servía para tranquilizar su inquieto corazón. Pues cuando no sabia absolutamente nada de el no podía evitar empezar a preocuparse y angustiarse. Vamos, que varias veces por estar pensando tanto en el pelirrojo no había conseguido conciliar el sueño. Cuando se trata de Kagami no podía mantenerse tranquilo. 

 

 

 

Llegaba cierta parte del día en que tenia que mandarle un mensaje para terminar con la larga espera que era aguantar hasta la llamada telefónica o de video en la noche. Al pelirrojo no le importaba la diferencia de horarios, siempre encontraba un poquito de tiempo para él, incluso aunque fuese ya bastante tarde por allá. Por ejemplo, en ese instante estaban hablando y parecía ya ser muy tarde en América.

 

 

-Yo, Kagami.

 

-Hola Aho, ¿cómo estás?

 

-Yo bien, pero no puedo decir lo mismo de ti. ¿Acaso decidiste probar el estilo emo o porque esas ojeras negras?

 

-Ja ja ja, que gracioso eres.

 

 

-¿Verdad que si?-Como desearía estar en es momento a su lado.

 

 

-Agh, me he estado desvelando, es algo difícil seguirles el ritmo aquí, hay muchas personas que tienen un nivel mas alto del que esperaba.

 

 

-¿Mas alto que el poderoso Aomine?

 

 

-Descuide, su excelencia, usted sigue siendo el mejor de todos.

 

 

-Aw, gracias cariño, por eso te amo-Kagami soltó una alegre carcajada, fue tan reconfortante escucharlo.

 

 

-No me agradezcas, ¿y cómo te ha ido en los entrenamientos?

 

 

-Son algo duros, pero si los comparamos con la tortura de campamento de verano que nos hacían pasar en Too, esto no es nada.

 

 

-¿Seguro que me dices la verdad? Recuerda…-El moreno ya sabia lo que su novio diría a continuación, por lo que no dudo en arremedarlo.

 

 

-Mi mimi dici qui lis mintiris sin milis-Los dos se quedaron en silencio unos momentos, el conteniendo la risa, Kagami…

 

 

-¡¡Serás imbécil! Ja ja ja ja ja-Al parecer también.

 

 

-Pero soy tu imbécil, jajaja, si, es cierto que las pruebas físicas son mas fuertes a las que estaba acostumbrado, pero me adapto fácil-

 

 

-Me alegro, ¿y en tu trabajo como te va?

 

 

-No hay mucha novedad, casi siempre va el mismo tipo de gente.

 

 

-Ya no has vuelto a espiar a los que son yakuzas ¿o sí? Aho-Aomine empezó a silbar, delatándose descaradamente. No es como si le gustara mentirle al pelirrojo.

 

 

-Nop, para nada, como crees-El tono de voz que uso solo le confirmo a Taiga lo que ya sabía.

 

 

-¡Aho!

 

 

-Bueno, tal vez poquito, pero no es para preocuparse.

 

 

-Solo ten cuidado, me preocupo por ti.

 

 

-Y yo por ti cariño, así que si quieres hablamos luego para que puedas descansar.

 

 

-Pero normalmente hablamos 2 horas…-La voz llena de desilusión ablando su corazón, se vio tentado a acceder a seguir conversando, pero no quería afectar el desempeño de Kagami.

 

 

-Prefiero que mi novio siga vivo para el fin de semana.

 

 

-Bueno, tu ganas, iré a dormir, te quiero mi chocolatito-Sintió su pecho llenarse de calidez.

 

 

-Joder, creí que habíamos superado la etapa dulzona de la relación-Hizo una mueca, pero la verdad era que le encantaban los motes cariñosos.

 

 

-¡En tus sueños!-Murmuro.

 

 

-Cierto, cierto, bueno, adiós tigre, que descanses, sueña conmigo-Le mando un beso, lo cual hizo sonreír a su novio.

 

 

-No lo hare, entonces seria pesadilla.

 

 

-¡Ahora te haces el graciosito!

 

 

-Ja ja ja ya sabes que no es cierto, te adoro, adiós.

 

 

-Adiós.

 

 

 

 

Llego a pensar que estaban en buenos términos con esas charlas cortas, pero a medida que pasaban los años, simplemente el tiempo al teléfono se fue reduciendo a medias horas, luego a unos cuantos minutos, que acabaron siendo cortos mensajes escritos en menos de 60 segundos.

 

 

Cuando menos se dieron cuenta la conversación murió.

 

 

 

Pasaron 3 meses para que se dieran cuenta de cuando fue la última vez que hablaron. La amargura se extendió por todo su ser, como corrosiva sustancia. Fue un 14 de febrero en el que Kagami Taiga le mando un brutal mensaje.

 

 

 

 

 

Si no es ahora, siento como que nunca podre romper contigo.

 

 

 

 

Le hizo trizas el corazón sin pensarlo. Fue así de simple como terminaron, no hubo mucho drama, no hubo mucha pelea, y aunque había amor, parecía haber sido lentamente enterrado entre tantas capaz de hojas de árbol marchitas y abundante nieve blanca, igual de fría que la soledad que les dejo la separación.

 

 

 

 

Su invierno llego, lento, letal…silencioso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No existía la necesidad en su ser de olvidar todo lo que se relacionara a la existencia de Kagami, parecía imposible superar esa etapa tan importante, y era perjudicial para él. Por lo que todos sus amigos, familia y compañeros de trabajo se decidieron a cambiar su monótona vida.

 

 

Se dieron manos a la obra, y el único cambio supuestamente positivo que consiguieron, fue el de arreglarle un matrimonio concertado, después de todo, tenia un sueldo decente, y como no era alguien que necesitara mucho para vivir ahorraba mucho, una característica atractiva para las mujeres decía su madre.

 

 

Se le presento a la muchacha, una chica muy bonita, no lo iba a negar. Era blanca como la nieve, tenia el pelo de un color negro profundo, casi como la misma noche, y sus ojos eran de un café obscuro que le daban un toque misterioso. Era un verdadero ejemplar de belleza nipona. Con las medidas correctas y buenos modales, amable y considerada con él.

 

 

Ella trabajaba como maestra de primaria, eso le daba una explicación al aura maternal que fácilmente se percibía en sus fotos. Cuando la conoció en persona no fue muy diferente a como se la imagino, bonita y buena, debería ser suficiente si solo pretendía hacer felices a sus padres y si se podía a el mismo.

 

 

 

-Mucho gusto, soy Aomine Daiki.

 

 

-El gusto es mío, soy Sakurano Akemi.

 

 

-¿Por qué no dan un paseo para que puedan platicar un poco a solas?

 

 

-Cierto…Sakurano-san, ¿me acompañarías?

 

 

-Por supuesto.

 

 

Una vez se encontraron en la puerta le ofreció su brazo. Su corazón no pego una carrera cuando la toco, sus mejillas no se sonrojaron, y definitivamente no había mariposas.

 

 

En su corto paseo por el jardín tradicional japonés le dio la impresión que de que en vez de tener una muchacha colgada del brazo tenia a una muñeca. Y se sintió mal por pensar así de ella, pero no era precisamente su culpa que la joven no tuviera personalidad. No importaba cuantas cosas le preguntara acerca de ella, siempre le daba respuestas sosas, muy comunes y algo elegantes.

 

 

No era atrevida, no era grosera, no era aventurera, no sonreía con todos los dientes, era muy blanca, tenía el pelo negro y liso, labios rojos, un par de generosos pechos, no dos marcados pectorales, voz suave como la de un pajarito, no grave, carácter dulce y no fuerte…“No jodas Aomine, ¿acaso quieres una puta copia de Kagami?”

 

 

 

 

Si, dios, sí.

 

 

 

Sabiéndose incapaz de encontrar algo parecido a la felicidad otra vez, hundido en su pasado, se puso el solo la sentencia. Cuando volvió a la casa de sus padres les dijo que aceptaba casarse con la chica, y por la reacción de ellos, Akemi había pensado lo mismo.

 

 

Fue así como se comprometió a los 26 años de edad. Esa noche fue al viejo bar que trabajaba y pidió el trago mas caro, todos pensaron que estaba celebrando a juzgar por las carcajadas que llegaba a soltar, pero mas bien se estaba burlando de si mismo, por ser tan cobarde como para querer huir de su presente, refugiándose en la ignorancia. Se sentía como ese pequeño niño de 6 años que fue hace 20 años.

 

 

 

 

Pequeño, idiota y completamente perdido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando menos imagino ya estaba a las puertas de los 30, con 28 años cumplidos, con la actitud de alguien de 40. Realmente estaba amargado, pero usualmente no se detenía a pensar en su estado físico, mental y emocional. Solo seguía contra corriente, como si fuera un salmón, de esos que terminaba siendo cazado por un oso. Justo así se sentía en la vida, estaba yendo contra corriente, no por que fuese uno de esos hikikomori, no por que hiciese mal su trabajo, no por que fuera un mal sujeto, tampoco por que tuviese una relación del sexo opuesto.

 

 

Tan solo luchaba con su verdadero yo, para conservar su miserable vida diaria, abandonando sus sueños, sus planes e ilusiones, incluso emociones. Eso lo estaba matando lentamente.

 

 

Vio las vías del tren frente a él, contemplando la posibilidad de que fuese al infierno o al cielo si se lanzaba, o tan solo su existencia pasaría a ser olvidada, como la de una pequeña mancha, piedrita, partícula de polvo o insecto. Se pregunto también si alguien lo lloraría, ¿irían sus viejos amigos al funeral? ¿Lo velarían toda la noche? ¿Akemi lo extrañaría? ¿Su jefe y compañeros de trabajo se vería en problemas por su falta? ¿Les traería problemas los rumores de suicidio a sus padres? ¿De qué color seria su ataúd? ¿Qué traje le pondrían? ¿Cuál sería el mensaje en su lapida y con qué material estaría echa? ¿Alguien le mandaría a hacer un arreglo floral? ¿Le harían un altar en casa? ¿Qué foto suya usarían?

 

 

 

¿Kagami se enteraría alguna vez de su muerte? ¿Le importaría?

 

 

 

Carecía de sentido siguiera cuestionárselo, probablemente no habría parte de el que pudiese presenciar eso. Por lo que se paró más allá del límite permitido en donde pasaba el tren, sabia que estaba demasiado cercas. Faltaban apenas segundos para que cruzara por ese lado, alzo una pierna, con la intención de lanzarse hacia en frente…faltaba tan poco.

 

 

 

Pero una irreal imagen le vino a la mente.

 

 

 

“Creí ver tu figura en aquella cancha, con transparencia cristalina llorar, justo en el mismo lugar en el que nos conocimos... Aun ahora puedo percibir el olor de los girasoles de ese día.”

 

 

Sintió como varios brazos le sujetaban con firmeza, tirando de el hacia atrás. No eran otros que los trabajadores de la estación. Les pidió disculpas a secas, mientras las lagrimas corrían por su rostro. Como siempre, su expresión seria no decía nada, pero sus ojos lo delataban vilmente.

 

 

 

 

Tenía respuesta su pregunta, Kagami Taiga lloraría.

 

 

 

Eso le basto para no morir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pasaron 6 meses desde su cercano encuentro con la muerte. Y la horrenda situación, es que hubo cambio alguno. Akemi y el seguían con ese juego, posponiendo su boda tanto como podían, ya iban para los 2 años, pero le dio fin, acordando que la boda seria en invierto, de preferencia en enero, a petición suya. Sabia por que se tardaron en decidir. Ella porque quería sentirse amada y amarlo apropiadamente, el por qué no quería amarla ni sentirse amado por ella. Si, su compromiso era una reverenda mierda, pero le daba igual. A la vista de todos eran una pareja algo exótica, y se había ganado varias criticas por la forma en la que la trataba, cuando preguntaba el problema siempre le daban la misma respuesta.

 

 

A pesar de que es tan buena chica, parece como si la odiaras.

 

 

A la enésima vez dejo de pedirles consejo y los mando al carajo. Ya de por si su vida era un mal chiste de humor negro como para que le sumaran una desgracia más.

 

 

Como todos los lunes salió de su trabajo, cruzando todo el camino hacia al departamento que rentaba, que estaba realmente cercas de la casa de sus padres. Llamaría a Akemi para acordar una supuesta cena romántica en su día de descanso, que más bien parecía de obligada cortesía. Tomaría su comida precalentada comprada en el konbini más cercano, tomaría un té de manzanilla (Le daba asco beber alcohol), se daría un relajante baño y a la cama.

 

 

Pero sus planes cambiaron en cuanto diviso a la persona que menos creyó ser capaz de encontrar, incluso aun si la buscaba.

 

 

 

Kagami Taiga estaba sentado en las mismas gradas de hace tantos años, en la acabada cancha de basket. Un nudo se instalo en su garganta. Quería llorar como un niño que ya no era, y eso lo dejo tan indefenso, ¿Acaso estaban destinados a encontrarse siempre 10 años después?. Se acerco con corazón en mano a la cancha, silencioso, percatándose que el pelirrojo estaba con los ojos cerrados…

 

 

Mi mamá dice que es malo decir mentiras.

 

 

Te amo.

 

 

Si no es ahora, siento como que nunca podre romper contigo.

 

 

 

Se sentó a su lado y le dijo…

 

 

 

 

-Hola-Quería intentar volver a ese tiempo hermoso, casi de ensueño. Incluso aun cuando un anillo de compromiso yacía en su mesilla de noche.

 

 

Se veía tan bonito como la primera vez.

 

 

-¡Hey! Cuanto tiempo Blue.

 

 

-Hacia tanto tiempo que no escuchaba ese apodo.

 

 

-Lo sé, ha pasado tanto.

 

 

-Y que te trae a Japón? Te imaginaba en América.

 

 

-Vine de vacaciones, a visitar a mis amigos de la preparatoria.

 

 

-Wow, el tiempo paso tan rápido, aún recuerdo cuando íbamos a la prepa.

 

 

-Si, extraño ese tiempo…por cierto ¿qué haz echo de tu vida? Creí que en algún momento te tendría por allá, en las grandes ligas.

 

 

-Bueno, me resigne a permanecer como policía. Por el momento estoy viendo la posibilidad de convertirme en investigador.

 

 

-Eso suena bien, yo simplemente me he quedado aferrándome a mi puesto, es algo difícil.

 

 

-Ya lo creo ¿y te has casado?

 

 

-Quiero creer que sigo algo joven para eso, pero actualmente tengo pareja, se llama Nash.

 

 

-Me alegro por ti-No era cierto, no podía alegrarse.

 

 

-¿Y tú? ¿Te has casado?

 

 

-Estoy comprometido, pero he estado posponiendo la boda ya por dos años.

 

 

-Vamos amigo, que seguro la chica es una belleza.

 

 

-Yo no digo que no lo sea, simplemente…nuestra relación es complicada.

 

 

-No creo que pueda serlo más que la nuestra.

 

 

 

Fue un golpe bajo.

 

 

 

-Nah, no hay punto alguno de comparación- Después de todo, a él sí lo quiso con toda el alma.

 

 

- ¿Es así?

 

 

- Si.

 

 

Solo basto esa corta charla para decidir que, si al final de la estadía del pelirrojo en Tokyo le permitía estar a su lado, aprovecharía ese tiempo.

 

 

Se le había dado otra oportunidad para volver a él, y ahora el construiría su propio futuro, ya si las cosas no resultaban…Podía decir que lucho con todas sus fuerzas para conseguirlo.  

 

 

 

-Me darías tu número de contacto.

 

 

-Claro, me gustaría volver a tener un partido con el poderoso Aomine Daiki.

 

 

 

-Tenlo por seguro.

 

 

 

 

 

El ritmo de su alma solo respondía a él, se lo confirmaba el furioso latido en su pecho y la sensación de estar entre las nubes.

 

 

 

 

 

 

 

 

-Tu luz es débil, podría decirte eso en este mismo momento, Sr. El único que puede vencerme soy yo.

 

-Solo cállate, estoy algo oxidado.

 

-¡Fallaste una maldita canasta! Tu nunca fallas.

 

 

-No había practicado básquet desde que estaba en la universidad, tenme algo de piedad.

 

 

-Tu no me la tuviste a mi incluso después de un partido contra Midorima.

 

 

-Eso no fue mi culpa, aparte no se puede comparar mi problema con eso.

 

 

-Claro que si puede Aho.

 

 

-No, no puede.

 

 

 

Kagami escucho sonar el celular del moreno, sabia que no era el suyo por el diferente tono de llamada, el nunca utilizaría un tono tan soso.

 

 

-¿Bueno? Ah, Akemi, ¿qué pasa?... Cierto, lo olvide por completo, escoge el que tu quieras, confió en tu juicio. Si, adiós.

 

 

-¿Era tu prometida no es así?

 

 

-Si, quería que viéramos juntos los manteles y centros de mesa, pero la verdad me da igual, se que ella no se gastara una cantidad irracional en lo que sea que compre.

 

 

-…

 

 

-Y bien, ¿continuamos jugando?

 

 

-Te aplastare.

 

 

-¡Ja! Ya verás.

 

 

 

Pero esa no fue la ultima vez que ocurrieron las repentinas llamadas. Algo en su pecho se contraía cada vez que escuchaba las cortas charlas de esa pareja, y sabia que era envidia pura, porque él quería tener eso, debió tenerlo, pudo tenerlo.

 

 

 

¿Entonces por qué no lo tenía?

 

 

 

Cuando se dio cuenta de su error no pudo mas que resignarse a aguantar las pesadas lagrimas que rogaban por escapar de sus ojos. No se le permitía llorar por el camino que escogió, después de todo fue su elección, suya y de nadie más. El le dio fin a todo con un mensaje y debía empezar a aceptar que no podía regresar el tiempo, no podía cambiar los hechos. No podía mover montañas, no podía hacer milagros, y más importante aún, no podía mantener promesas.

 

 

Recuerda haber puesto su dedo en el teclado de su celular, presionando con suavidad las teclas, jugando con el número de teléfono de Daiki. Diciéndose a si mismo que era la mejor decisión. Ahora mismo presionaba las mismas teclas, lamentándose por no ser lo suficientemente valiente para decir te amo una última vez.

 

 

 

 

¿Algún día volvería a ver el cielo en los ojos ajenos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ese día no es diferente de lo usual en su estancia en Tokyo, se encuentra en el departamento que rento con su novio. Ese día llueve a cantaros, pero aun así Nash le dice que quiere salir afuera. Él lo obedece, porque conoce su carácter y sus desplantes y prefiere evitarse la pena de discutir a viva voz cuando las paredes que los rodean son delgadas, ¿o es porque sus voces son demasiado fuertes? No lo sabe; salen del departamento agarrados de la mano. Nash es quien sostiene el paraguas. Bajan por las escaleras con lo que a Kagami le parece una extrema lentitud, parece casi una eternidad cuando llegan al café en donde van a tener su cita.

 

 

Entonces la imagen de un serio Aomine penetra sus pupilas, casi dañándole la vista por lo dolorosa que es la situación en la que se lo encuentra. Esta sujetando el brazo de su novio, pero se siente tan incorrecto que le dan ganas de empujarlo y salir corriendo para poder llorar solo. Su primer amor esta sentado, frente a la que parece ser la chica mas bonita que ha visto en su vida, no parece siquiera real. Incluso su forma de tomar la taza de te es elegante. Desprende un aire de finura que lo pone enfermo de celos.

 

 

La chica parece reconocerlo, por que le da una sonrisa triste y lo invita a sentarse con ellos antes de que siquiera el moreno emitiera un saludo. Hay cortas presentaciones, que dejan el corazón aun mas frio, incluso cuando la habitación esta caliente por las bebidas que se preparan.

 

 

-Mucho gusto Kagami-san, soy Sakurano Akemi-La chica le tendió una de sus blancas y delicadas manos, mientras le daba una sonrisa amistosa, le dio la propia.

 

-Si…ya había oído hablar a Aomine sobre ti.

 

-Espero que fueran cosas buenas-Ella era tan irritante.

 

-Claro-escucho como el rubio detrás de el carraspeaba, probablemente molesto por ser ignorado. Sin mas remedio lo presento.

 

-Cierto, el es Nash, mi novio.

 

-Un placer conocerla señorita-Su novio tomo la mano de la muchacha y la beso, cosa que hizo que ella se avergonzara. Ese maldito, estaba intentado vengarse por ser dejado de lado.

 

-Oh, el placer es mío.

 

 

Se quedaron conversando de varios temas, Nash parece realmente interesado en la boda e intenta obtener una invitación. La chica no duda en buscar una invitación extra en su bolsa de mano para luego extenderle un sobre, y a pesar de que no es su mano la que lo recibe, siente casi como si las yemas de sus dedos quemaran. Aomine parece ser repentinamente poco conversador, solo quedándose sentado, mirando como entre los otros tres mantienen una forzada conversación que para su novia parece ser una fluida y amena charla.

 

 

El peliazul sabe que Akemi estará bien lidiando con esa pareja, si ha soportado su constante indiferencia y a veces ataques de ansiedad, ella podrá apañárselas tratando con dos personas de carácter fuerte en lo que parece una platica de un par de horas.

 

 

Cuando termina su bebida sube la mirada parece que ya no hay tema sobre el que tratar y es cuando le da una disimulada mirada a su novia, ordenándole que salgan de ahí antes de que entre en crisis. La chica parece entenderle a la perfección, por que se despide con mucha formalidad. El apenas les da un asentimiento y acuerda un partido con Kagami para después, tomo el paraguas que ellos traían y que habían dejado en un contenedor en la entrada.  

 

 

Salen del café en silencio, con dirección a su auto, apenas da una mirada hacia atrás, para ver la interacción entre el pelirrojo y su novio. Akemi le toma de la mano con firmeza, tal vez mas de la que usualmente ella demuestra, lo jala hacia ella y lo pone debajo del paraguas. Aomine le dedica una mirada, nota que en su bello rostro cruza una mueca de sufrimiento, y se siente mal, porque no había razón alguna valida para provocarle infelicidad a ella. Los rojos labios se separan, dejando escapar palabras que se quedan en su mente.

 

 

-Aomine-san…¿jamás podrás verme de esa forma verdad?-La voz rota de su prometida le rompió poquito mas el corazón.

 

 

-Lo siento tanto, de verdad, lo siento.

 

 

-Si lo sientes tanto, al menos llévame al campo a ver las estrellas.

 

 

Estuvieron un buen rato dando vueltas mientras se tomaban de las manos, hasta que se hizo de noche y fue a dejarla a su casa. Acordaron ir de luna de miel al campo, a mirar las estrellas que tanto ella anhelaba. Una vez le dijo porque le gustaban tanto…

 

 

 

 

 

Me recuerda al brillo de unos ojos enamorados, y como se que no puedes amarme, me gusta pensar que el cielo nocturno seria igual a que me vieras así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ve a Nash, a su lado, en la misma cama, y se siente como si no fuera esa su realidad. Se levanta algo entumido, se prepara con pereza para salir. Toma un baño y hace el desayuno para el rubio y para él. Cuando su novio se despierta es casi hora de que se vaya, por lo que decide no quedarse a desayunar y hacerlo después, una vez que llegue. Prepara una maleta con cosas para hacer ejercicio y se la echa al hombro. El rubio lo ignora deliberadamente, pero no le da gana alguna de quejarse.

 

 

 

-Voy a estar fuera, vuelvo al rato.

 

-¿Vas a ir con él? Maldita puta.

 

 

-Nash, por favor, no empieces.

 

 

-¡Siempre es la misma mierda contigo! Hoy no vas a salir.

 

 

-No puedes encerrarme aquí.

 

 

-Y tú no puedes engañarme, ¿qué te parece?

 

 

-No te estoy engañando idiota.

 

 

-No me digas así.

 

 

-¿O qué?

 

 

-You, son of bitch.

 

 

Abrió la puerta con rapidez y la cerro de golpe, después salió corriendo hacia las escaleras. Pudo escuchar los gritos de Nash mientras lo seguía, pero se las arreglo para perderlo de vista. Lo estaba asfixiando salir con él, siempre tenía que hacer todo lo que el dijera y era desgastante. Empezó a salir con el por que creyó que lo trataría bien, pero ahora se comportaba como un acosador. Vigilando con quien salía y prohibiéndole ir a ciertas partes, controlando sus horarios e incluso diciéndole que vestir. Siempre que tenían sexo se hacía lo que él quería, no importaba que el se llegara a sentir incomodo o no tuviera ganas. No sabia siquiera por que seguía con el.

 

 

 

 

“Aomine no me trataría así”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es 17 de diciembre, Kagami le ha pedido quedarse en su casa por que ha peleado con su novio y el no se ha negado. Lo dejo quedarse en su cuarto mientras el dormía en el sofá de su sala. El ambiente es bueno, se ríen y disfrutan del tiempo juntos…como en los viejos tiempos. Ponen música con sus celulares, se turnan las canciones, puede escuchar la voz de Masayoshi Yamazaki salir por las bocinas de su celular.

 

La canción tiene un nombre triste, que lo deja completamente en blanco, pero decide parar todo lo que hace tan solo para escuchar la triste letra. Su acompañante piensa de forma irremediable que ese día le dará fin a algo mas que una permanente soledad que lo ha acompañado por años, sale fuera del departamento para hacer una llamada, sabe que cuando vuelva a entrar al departamento las cosas volverán a cambiar, y se lastimara una vez más.

 

 

 

Su primavera, verano y otoño vuelve a acabar con un mensaje, y no tiene la seguridad de que el invierno acabe.

 

 

Entra procurando no hacer ruido, viendo como el moreno esta recargado en una pared, por sus ojos corren ríos de lágrimas, le recuerda al joven que alguna vez le dijo te amo, también al que el dijo adiós.

 

 

-Acabo de terminar con Nash.

 

 

-Vaya, eso es una pena.

 

 

-La verdad no, estaba harto de él.

 

 

-Es demasiado arrogante.

 

 

-Si, lo es-Miro la figura de Kagami con una sonrisa triste.

 

 

-Kagami, yo te amo.

 

 

-Por favor, no me digas eso.

 

 

-¿Por qué no? Tengo libertad de expresión.

 

 

- Eso debiste decirme hace 10 años.

 

 

-Acaso es mi culpa? Dímelo, ¿realmente crees que yo quería romper contigo?

 

 

-Aomine.

 

 

- ¡No, Aomine nada, rompiste tu promesa, dijiste que no me olvidarías! Y preferiste cortar lazos conmigo en vez de esforzarte un poco más, dime, ¿siquiera había lugar para mí en tu nueva vida?

 

 

-¡¡Tú también me fallaste!! Dijiste que estarías a mi lado, ¡¡¡y preferiste quedarte aquí!!!

 

 

-¡¡Yo luche por esa oportunidad y no se me dio, no fue mi culpa!!

 

-Ahora quieres venir a decirme eso, pues no lo acepto.

 

 

-Kagami, solo olvida todo lo que dijimos antes, ahora ambos estamos aquí, juntos.

 

 

-Tu te vas a casar en enero, no seas imbécil.

 

 

- Romperé mi compromiso con ella, te lo prometo.

 

 

-¿Por qué harías eso tan solo para estar conmigo?

 

 

-Ya te lo dije, te amo.

 

 

-…

 

 

 

Esa noche en vez de dormir en el sofá, el peliazul se aferro con fuerza al cuerpo del pelirrojo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De ese momento en adelante no sabrían decir si las cosas fueron a mejor o a peor entre ambos. Kagami había estado muy complaciente e incluso se citaron con Akemi para cancelar el compromiso del moreno. Ella pareció comprender muy bien, en incluso se vio aliviada ante la noticia de que ellos estaban juntos. Se la pasaban tomándose de las manos, besándose con suavidad, abrazándose y jugando. Aprovechando cada momento juntos.

 

 

 

Habían planeado pasar juntos el 24 y 25, para que luego el 26 Kagami partiera hacia América de nuevo. Incluso compraron los ingredientes de la cena que harían en navidad, no pudo evitar pedirle que le hiciera hamburguesas, hace tantos años que no comía de la comida del pelirrojo y no dudaría en pedir su platillo favorito.

 

 

Era 22 de diciembre, justo el día en que se le confeso al amor de su vida, hace 10 años. Esa noche, justo como las anteriores, se acostó a su lado y lo abrazo fuertemente. Taiga se acomodo entre sus brazos y le dio una bonita sonrisa en respuesta.

 

 

-¿Will you stay with me?

 

 

-Of course, Blue.

 

-Ni siquiera me importa si esto es un sueño, por que cuando despierte todo lo que recordare será tu cara.

 

 

-No digas cosas que puedan hacerme llorar.

 

 

-Pero llorar de felicidad no es malo amor, no lo es.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando se despertó, ya no había nadie a su lado, solo una solitaria carta de disculpas. En el comedor se encontraba una pila de hamburguesas ya hechas. Ni siquiera lo llamo por una explicación, la verdad ya sabia que el nunca pretendió quedarse a su lado, todo ese tiempo juntos parecía ser una simple compensación de la vida.

 

 

 

La carta no decía otra cosa que lo mejor era que cada quien continuara con sus vidas, por que el no sabia mantener promesas, y prefería quedarse con los recuerdos de un bello sueño a que su amor terminara contaminara y sus corazones se rompieran.

 

 

 

-Estas jodiendo Kagami, hace cuanto no se rompieron esas cosas…

 

 

 

 

Ese día le llamo a Akemi y la llevo a unas aguas termales en un pueblo algo alejado de Tokyo. Se permitió llorar mientras le chica le contaba la historia de cada constelación que encontrar, ella también soltó unos cuantos sollozos.

 

 

 

Kagami, que estaba en el avión, simplemente había caído rendido después de gritar de pura agonía al haberse rendido una vez más. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se encontraba en una reunión de exalumnos de su antigua escuela, estaban todos en un tranquilo bar de Tokyo, algunos bebiendo, otros comiendo, en el caso de Kagami, el simplemente escuchaba las anécdotas de sus compañeros de clase. Kuroko estaba sentado a su lado, presumiendo su matrimonio con Momoi y lo bien que les iba, aunque claro, sabia que no era un habito del peliceleste alardear sobre su vida, pero era muy cierto que ellos hacían bonita pareja.

 

 

-¿Y cómo te ha ido a ti Kagami-kun?

 

 

-Pues normal, supongo-Le dio un trago a la desagradable bebida, no recordaba cuando fue que su persona se hizo lo suficientemente adulta para pensar que la cerveza tenia un buen sabor.

 

 

-Me alegro de que pudieras cumplir tu sueño.

 

 

-Si, la verdad es que yo no te imaginaba como un maestro de preescolar.

 

 

-El destino es incierto, pero la verdad me gusta lo que hago ahora, no tengo arrepentimientos.

 

 

-Me gustaría poder decir lo mismo…

 

 

-¿Kagami-kun, acaso no eres feliz?-La pregunta de su amigo lo dejo pensando un buen rato, pero por mas que pensó, no pudo encontrar respuesta alguna.

 

 

-La verdad es que ni siquiera lo sé.

 

 

-Vaya, así que ya estás en esa edad-Soltó un bufido, para luego mirar al mas bajito con una sonrisa cansada.

 

 

-Solo tengo 38, no exageres.

 

 

-Ya vamos para los 40, me empiezo a sentir viejo-Kuroko se veía nostálgico por esa reunión, estaba seguro él se veía igual.

 

 

-Estamos en la mediana edad-Susurro, dándole otro sorbo al tarro de cerveza. Kuroko le dio una sonrisa en respuesta.

 

 

-Ah, me gustaría volver a la época en donde todos jugábamos.

 

 

-A mi igual.

 

 

 

Cuando dio la una de la mañana la mayoría se fueron a otro establecimiento para tener una segunda ronda de tragos y seguir hablando, pero el simplemente se fue. Deambulo por las calles de Tokyo, inconscientemente llegando a su viejo vecindario, en donde vivió cuando era tan solo un niño. Todavía había un parque ahí, pero estaba muy cambiado. Lo único que podía reconocer era el campo de girasoles rodeando una cancha que a duras penas se mantenía en pie.

 

 

Se adentro al lugar, sintiendo melancolía al ver el viejo aro, desgastado…Lo seguía buscando en todos partes a pesar de que sabía que no podía estar ahí. Ah, ojalá tuviera una pelota para poder jugar y recordar esos preciosos momentos.

 

 

 

Se sentó en las viejas gradas, en todo momento mirando al suelo…pero algo lo hizo levantar la mirada. Una solitaria patrulla hacia su recorrido por la calle. La inconfundible silueta del conductor le saco un suspiro. Y como si el policía supiera que lo estaba mirando, volteo la cabeza y lo vio.

 

 

 

 

Entonces Kagami le dio una ultima sonrisa con todos los dientes, Aomine se la correspondió con otra. Confiaba en que las lagrimas de dudas que derramaron mutuamente harían florecer de nuevo esa flor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Si nuestras vidas se pudieran repetir, estaría a tu lado por siempre”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capitulo único

 

 

Se aventuro a estirar un brazo, alcanzando con las yemas de sus dedos la mejilla tersa del muchacho pelirrojo, el cual le sonrió brillante ante la muestra de afecto, no tenia de que preocuparse. Todo estaría bien si él seguía sonriendo.  Su niño de ojos cálidos, de torpes pasos y corazón de ángel. Para Aomine su novio era su persona más preciada, era su compañero, su amigo, su rival, su amor y su familia. Era tantas cosas a la vez, pero a fin de cuentas era Kagami Taiga, la persona que lo amaba...y a la cual tendría que dejar ir.

 

 

 

Pero antes de llegar a la parte dramática, creía que su historia merecía ser contada y recordada no como una tragedia, si no como una serie de eventos más afortunados que desafortunados, en donde pudo experimentar lo que era amar y ser amado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primera vez que vio al amor de su vida fue un poco inesperada. Fue en un verano caluroso, primero de agosto. Él era un niño todavía, algo tonto e ingenuo si se preguntan, y fue debido a esa torpeza típica de un crío que no le dio siquiera importancia a tan importante encuentro. En ese entonces estuvo saliendo de casa solo para encontrarse con sus amigos durante unas 2 semanas, claro, siempre que accediera a llevar a la molesta Momoi Satsuki, su vecina y compañera de juegos.

 

 

 

Pero ese día en especial fue muy molesta su presencia. No lo malinterpreten, disfrutaba de jugar con ella, pero la chica podía ser demasiado quisquillosa y enojona, siempre intentando que todo fuera como ella quisiera y acaparándolo para que no pudiera jugar con los demás niños. El no pudo quedarse callado y terminaron peleando, pero como era predecible, la pelirrosa se puso a llorar y termino por correrlo del parque más cercano a su casa a menos que se disculpara con ella. Su orgulloso yo de 6 años pensó que sería buena idea caminar al otro parque cercano, al cual solo había ido una vez, y en compañía de sus padres.

 

 

 

 

 

 

 

 

Definitivamente era un pequeño idiota.

 

 

 

 

 

 

 

Finalmente termino por dar con el parque, aunque...bueno, la verdad era que ni siquiera recordaba el camino de regreso, pero no se preocupó mucho. Ahora estaba ahí, solo, con su pelota de basket y nada más. Pensó en jugar un poco en la cancha de ese parque, pero se veía un tanto solitario y la verdad era que le gustaba más jugar junto con alguien que hacerlo sin compañía. Deambulo un rato por el lugar, sintiéndose molesto consigo mismo porque no había sido capaz de pensar que si no tenía compañeros de juego entonces no resultaría divertido.

 

 

 

Suspirando melancólicamente termino por sentarse cercas de la cancha de basket, la cual estaba rodeada de grandes y coloridos girasoles. El olor de dicha flor era tan dulce que picaba su nariz. Su madre le advirtió que tuviera cuidado con el polen, porque podía causarle alergia, también le dijo que tratara bien a Satsuki, y si mal no recordaba, agrego un largo discurso sobre evitar irse más allá del parque, ya que no conocía tan bien las calles.

 

 

 

 

 

Tal vez debió tomar más enserio los consejos de su madre.

 

 

 

 

 

Bueno, que más daba, ahora estaba ahí y podía divertirse como le diera la gana. Se adentro a la cancha y empezó a botar el balón sin muchos ánimos. Termino por desviar el balón descuidadamente, esperando que chocara con la malla ciclónica que lo rodeaba. En vez de eso escucho un jadeo de dolor y el inicio de un llanto bajo.

 

 

 

 

 

Se volteo realmente espantado, no podía ser que él se encontrara con un fantasma tan temprano ¿o sí? Aunque la imagen que sus ojos azules se encontraron no era otra que la de un niño pelirrojo sollozando mientras se sobaba su pequeño y delgado brazo, la pelota hacía rato se había quedado quieta. Lo primero que paso por su mente fue que el niño era muy bonito. Tenía el pelo algo largo, pero se veía adorable. Se acerco con cautela, como si repentinamente fuera a ocurrir algo al estilo de película de terror y en realidad la pequeña figura le perteneciera a un espíritu.

 

 

 

 

 

-Oye... ¿estás bien? -Se acerco un poco más algo de miedo al chico, no quería hacerlo llorar más. Ý el niño levanto la cabeza.

 

 

 

 

 

Cuando lo miro con esos ojitos llenos de lágrimas y enmarcados por unas curiosas cejas partidas su corazón dio un pequeño salto, no creyó que alguna vez podría conocer a alguien más bonito que cualquiera de las idols que salían en la televisión. Se le hizo un nudo en la garganta por la emoción, sin embargo, no pudo reaccionar. Se quedo ahí, quieto, esperando una respuesta. Finalmente, el chico asintió, limpiándose la cara con un poco de rudeza. Le dio una mirada molesta, llena de reproche.

 

 

 

 

 

-¡Ten más cuidado cuando juegas con esa pelota!-La verdad no se esperaba ese tipo de reacción por parte del chico. Al inicio se veía tan tímido, ahora parecía al gato gruñón de su vecina.

 

 

 

-Ya, no es para tanto, seguro ni te golpeo tan fuerte- Le quitó importancia al accidente, la verdad era que, si estaba arrepentido, pero no sabía cómo empezar a disculparse sin que le diera pena.

 

 

 

-¿Quieres que te pegue con ella para que veas lo que se siente?- Murmuró molesto el pequeño pelirrojo al escuchar ese tipo de respuesta por parte del niño moreno. Él no era un chico agresivo, pero ni siquiera recibió una disculpa por su parte y eso lo hacía enojar.

 

 

 

-¡No! Vete de aquí, yo llegue primero- Se volteó algo indignado para luego sacarle la lengua.

 

 

 

-¡No es cierto! este es el parque de mi cuadra, a ti nunca te había visto antes-El solto un respingo al ver que el pelirrojo le apuntaba de forma acusadora.

 

 

 

-Bueno, ¡pues es que no me veías por qué vine antes que tú!-Se cruzo de brazos, sin poder pensar en un argumento mas inteligente que ese.

 

 

 

-Mi mamá dice que las mentiras son malas- Entorno lo ojos, ese chico sí que era tan molesto.

 

 

 

-Pues mi mamá dice que no hable con extraños-El pequeño pelirrojo lo miro con cara escéptica. Ya llevaban hablando un rato considerable como para que ahora el chico peliazul decidiera voltearse para ignorarlo. Pero al moreno no parecía importarle y de todos modos lo hizo.

 

 

 

-¡¡No me ignores!!-El niño seguía sin voltearse, por lo que bufo algo exasperado.

 

 

 

-...-No, definitivamente no iba a ceder.

 

 

 

-Vamos, no seas así-El niño de cejas partidas lo tomo del hombro para obligarlo a voltearse, pero se zafo del agarre.

 

 

 

-...-Debido a la insistencia del moreno en ignorarlo por ser un extraño, se propuso a idear otra estrategia.

 

 

 

-Me llamo Kagami Taiga, ¿y tú?- Se acerco al costado del niño mas alto e intento ver su rostro, haciendo su torso para adelante.

 

 

 

-Aomine Daiki…-Finalmente solto, para luego hacer una mueca.

 

 

 

-Ahora ya no somos extraños, así que...como te decía, las mentiras son malas-Aomine soltó una risa, para luego volver a ver feo al niño pelirrojo.

 

 

 

-Aish, bueno, yo si vine antes, porque mis papás me trajeron...pero ahora vine solo y ya no sé cómo volver, así que ahora me quedare aquí en el parque ¿ok?-Kagami lo miro espantado antes de empezar a parlotear.

 

 

 

- ¡No puedes hacer eso! Vamos, yo te llevare a tu casa, no debe estar muy lejos-El chico lo tomo de la mano y lo jalo para que lo siguiera, pero ni siquiera se pudo negar al contacto, era mas la pena que sentía por que el niño bonito le estuviera tomando de la mano que la de ser guiado por alguien más bajito que él.

 

 

 

-Mira quien lo dice, el niño que estaba llorando tanto solo por un golpe con la pelota-Murmuro con diversión, para librarse un poco de vergüenza.

 

 

 

- ¡La pelota estaba muy dura! como una piedra-Musito para luego hacer un adorable puchero. Ese chico era tan adorable, era justo como ver un cachorrito ladrando.

 

 

Al final el chico si que dio con su dirección, siguiendo las pocas señales que el moreno le daba, con todas las complicaciones que conllevaba el merodear por las calles, como el encontrarse con lindos perritos (Kagami no parecía creer que eran bonitos) o ir a sitios incorrectos, por ejemplo, la avenida principal. Llego al parque un tanto nervioso, pues si bien ambos consiguieron averiguar dónde estaba el parque cercas de su casa, se habían tardado como 2 horas en encontrarlo. Se despidieron apresuradamente, con la promesa de verse luego, y cada quien se fue a sus respectivos hogares. Ya estaba oscureciendo, por lo que apretó el paso, cuando abrió el portón de su casa se encontró con su preocupados madre y padre, los cuales le dieron unas cuantas nalgadas por su desobediencia. Si, se lo merecía.

 

 

Aunque Aomine quiso cumplir su promesa no pudo, jamás lo volvieron a dejar salir sin supervisión. Bueno, tal vez exageraba, si que pudo salir, pero tenia ciertos limites establecidos, y la mayoría de las veces que se le presentaba una oportunidad de dirigirse al otro parque, una angustiada Momoi se lo impedía, diciéndole que no quería que se volviera a perder y que ni loca iba a ir con el al otro parque, que quedaba algo lejos, ahora que se daba cuenta.

 

 

Termino olvidado todo lo relacionado al bonito chico, pues su insistencia hacia ir a ese lugar no fue demasiada, además, termino el verano y empezaron sus clases, lo que le daba otras cosas en las que pensar. Como en ir con sus amigos a pasear y cazar insectos, lo disfrutaba demasiado. En especial por que la chica pelirrosa no le apetecía acompañarlo a sus excursiones, mucho menos el tocar bichos.

 

 

 

Quien diría que ese corto recuerdo del verano de sus 6 años resultaría en un encuentro predestinado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Su reencuentro fue más tardado, si, tal vez 10 años pudieran considerarse algo largos, pero, sin embargo, valió totalmente la pena esa espera inconsciente por él. Tal vez le paisaje no era tan bonito e hipnotizante como la primera vez, tal vez no estaban rodeados el aroma de los girasoles, pero puede jurar que toda su persona era tan encantadora como el chico de sus recuerdos de la infancia. Ambos carecían ya de esa apariencia tierna y suave, ahora eran altos, algo corpulentos, pero Kagami seguía teniendo su encanto.

 

 

En cuanto lo reconoció no pudo evitar sentirse culpable por haber olvidado al niño de bonitos ojos rojos.

 

 

Sin embargo, se guardó esa preocupación para después. Fue a esa cancha con cierto objetivo en mente, y no podía olvidarse tan fácilmente de ello.

 

 

-Hey, tu eres Kagami Taiga, ¿verdad? Juega conmigo…Te pondré a prueba-Aomine miro al chico interesado, quien diría que su primer amor era el mismo tipo que el nuevo amigo de Tetsu.

 

 

- ¿Ah? ¿Quién eres? No me gustan los tipos que me piden jugar sin siquiera decir su nombre-Vaya, su mirada rojiza si que era intensa.

 

 

-No te estoy preguntando si quieres, si te digo que juegues, juega. Te diré mi nombre…soy Aomine Daiki-Sabia que estaba siendo algo malo con él, pero para él era muy importante averiguar si ese chico era capaz de hacerle frente. Taiga soltó un jadeo, impactado por la identidad del chico moreno.

 

 

¿Aomine?

 

 

Kagami pudo sentir la brisa repentina que lo golpeo, como un claro indicio de lo que sea que sucediera a continuación iba a ser de importancia para su vida.

 

 

-Escuche sobre ti, pero no esperes que te diga que si mientras me subestimas-Murmuro con enojo, ese tipo si que se lo tenia creído.

 

 

-Vamos, no te estoy preguntando. Cállate y juega. No es un partido real, ¿ok? Te estoy probando.

 

 

-Tch…

 

 

-No estoy buscando algo que no existe, como alguien más fuerte que yo. Solo quiero saber que tanto me puedes entretener.

 

 

 

Tomo una inhalación profunda, sintiendo el coraje recorrer su cuerpo.

 

 

 

-Con Kise y Midorima, la generación de milagros está llena de tipos que me molestan, pero eres peor que ellos. Voy a aplastarte…-El moreno sonrió satisfecho con la respuesta, y se pudieron a jugar. Pero resulto como otras veces.

 

 

 

 

 

El moreno estaba algo decepcionado, no lo podía negar. Se la habían pasado jugando relativamente poco tiempo, pero eso le fue suficiente para obtener una victoria irrefutable.

 

 

-Esto es ridículo, ¿realmente derrotaste a Midorima?

 

-Hijo de puta…

 

-Tetsu ha perdido su capacidad de juzgar. No puedes usar todo su potencial. Es una sombra…cuando la luz es mas fuerte, mas oscura es la sombra. Dicho de otro modo, se vuelve más fuerte o más débil dependiendo de la fuerza de la luz.

 

 

 

Tu luz es muy débil

 

 

 

 

¿Pero qué remedio tenía? No es como si hubiese alguien que le pudiera hacer frente de forma tan fácil, y competir contra sus compañeros de la secundaria le dejaba un sabor amargo…sabía que, si alguno de ellos conseguía ganarle, probablemente, en vez de provocarle dicha por tener a un rival digno, se sentiría como en aquellos tiempos de la secundaria. Hundido e incomprendido, con ese estigma que tal vez siempre acompañaría a la generación milagrosa…

 

 

 

 

 

Ellos nunca perdían.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Perdieron.

 

 

 

Su equipo había perdido.

 

 

 

Se quedo inmóvil, intentado procesar todo lo que estaba pasando en ese momento, ya con un gran bajón de adrenalina podía sentir toda la tensión en su cuerpo y el cansancio adormeciéndolo. Contrario a sentir el típico vacío dentro de su pecho, ahora latía con rapidez, como hace tanto no percibía.

 

 

-Yo…perdí.

 

Cierto

 

-Yo…he perdido-Poco después el pelirrojo se le acerco y hablo con él, esas palabras lo marcaron profundo en el alma.

 

 

Kagami Taiga…en el momento en que te conocí, el mundo que conocía se hizo aburrido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Paso el tiempo, y con ese mismo tiempo, fue cambiando su manera de pensar sobre Kagami. Y al chico en cuestión parecía pasarle lo mismo. Aunque actualmente eran rivales, existía cierta tensión ajena a su constante competencia y deseos de victoria. En ese momento se encontraban todos reunidos en el apartamento del joven, para celebrar el cumpleaños de Tetsu, él estaba sentado al lado de Kagami en ese momento. Aomine no podía negar que cada vez que se quedaba mirando de más al pelirrojo, sentía un cálido sentimiento llenar su pecho, burbujeando de manera agradable. Quiso echarle la culpa de su agradable malestar a la bebida caliente que tomo hacia poco, mientras miraba atentamente como el chico de ojos rojos bebía con entusiasmo el chocolate caliente que acababa de preparar.

 

 

 

No pudo echarle la culpa.

 

 

 

Una bebida caliente no podía provocarle una erección.

 

 

 

Estuvo un buen rato inquieto, sin pararse para servirse algo mas de comida ni bebida, tampoco fue ante el llamado de Satsuki por ayuda con la cocina. Sip, era mala persona por no intentar pararse y sacarla de ahí, pero bueno, no es como si el fuera a comerse lo que sea que estuviese preparando, por lo tanto, no importaba mucho.

 

 

Cuando al fin la erección se fue intento reafirmarse así mismo su heterosexualidad, y no había nada mejor para motivarse que una buena revista de idols maduras. Era en momentos de crisis como estos que extrañaba tanto su colección de revistas de Mai-chan, escondidas estratégicamente en los distintos trasfondos de su armario. Se dio a la tarea de husmear en todos los sitios posibles en donde un saludable chico de 17 años como Kagami podría esconder sus revistas porno, pero a pesar de que busco en todos los potenciales lugares que conocía, no encontró nada. Absolutamente nada.

 

 

¡Que alguien le pinches dijera por qué carajo Kagami no tenía revistas eróticas! ¡¿Acaso no era un estudiante de preparatoria?!

 

 

Si bien recientemente le había preguntado por las revistas después de revisar un poquito justo cuando llego a su apartamento de improviso, no creyó que le estuviera diciendo la verdad cuando con tono alterado le grito que no lo comparase con los de su tipo. ¿Joder…entonces era cierto que Kagami era un inocente y puro ángel? Debía ser una mala broma.

 

 

La fiesta continuó con un buen curso, pero no podía estar cómodo teniendo justo al lado a Kagami. Incluso aun cuando ambos se enfrascaron en una batalla por ver quien comía más Karage.  

 

 

Ya cuando era de madrugada terminaron partiendo a sus respectivos hogares, algunos se quedaron, sin embargo, él ya había estado demasiado tiempo torturándose con la presencia del pelirrojo como para ahora querer quedarse a dormir en su casa.

 

 

Partió a su hogar con la sensación del olvido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue en un 22 de diciembre que se le confeso a Kagami. Ambos ya estaban en tercero de preparatoria, eran vacaciones de invierto e inevitablemente ellos se encontraron en una cancha de basket. Como si hubiera sido el destino, si, le iban las mierdas cursis. ¿Por qué destino? Era la misma cancha de hace tantos años, la misma en donde se vieron por primera vez, sentados en la viejas gradas mientras descansaban después de una ronda de one vs one. Debido a la emoción puede que Daiki aflojara un poco la boca y se le escapara unas cuantas frases que obviamente el pelirrojo pudo captar lo que significaban.

 

 

 

-Kagami-El pelirrojo no pudo evitar amar el tono con el que pronuncio su nombre. Volteo con dirección al moreno, para averiguar por que lo había llamado.

 

 

-¿Sí?-Aomine lo miro con atención, guardado en su mente cada detalle del rostro del chico en ese momento.

 

 

-Aun puedo oler el aroma de los girasoles de ese día…-El pelirrojo se quedo pensando sobre a que se refería Aomine con lo que dijo, hasta que pudo hacer memoria después de tanto tiempo.

 

 

-Tu…-Daiki soltó una carcajada amistosa al escuchar la voz asombrada de su rival.

 

 

-¿Yo?

 

 

-¿Tu eres ese odioso niño que me golpeo con la pelota?-Lo apunto con el mismo dedo de hace años, lo que le saco mas risas.

 

 

-¡Ja! Así que ahora te acuerdas de mí, después de casi 3 años. Que mala descripción, por cierto.

 

 

-¡Me dejaste un morete enorme! ¡Como no iba a tener esa impresión de ti! Además, por tu culpa me regañaron, intente ir muchas veces al parque, pero no me dejaron-El pelirrojo le solto un manotazo en la espalda por burlarse de su tragedia cuando era niño, pero eso no detuvo la mofa.

 

 

-Estamos igual, a mi me dieron las nalgadas de mi vida. Recuerdo que después de esa vez me porte bien por un mes entero-Fue el turno de Kagami de soltar una buena carcajada.

 

 

-Así que eres de esos que necesita una golpiza para aprender la lección-Murmuro después de reírse un buen rato a costa del moreno, pero a este no parecía importarle en lo absoluto.

 

 

-No tanto como una golpiza, pero si un buen correctivo supongo-Musito mientras miraba el cielo nocturno, sin darse cuenta ya se les había echo de noche.

 

 

-Y bien…¿que impresión tuviste de mí? ¿El valiente onii-san que me llevo hasta mi casa?-Hizo una supuesta pose heroica y una sonrisa presumida, que hizo que el moreno negara con diversión.

 

 

-No seas fanfarrón, eras una pulguita, incluso en ese entonces era más alto que tú- Simulo sus estaturas con sus manos, haciendo que el pelirrojo soltara un bufido por la gran diferencia de alturas, que obviamente no era tanta en ese entonces e incluso ahora.

 

 

- ¡Ey! ¡Respétame, soy mayor que tú!

 

 

-Solo por unos días.

 

 

-Y bien, ¿no piensas decirme cuál fue tu percepción?-Taiga se acerco un poco mas hacia donde estaba sentado el moreno, el cual se removió algo inquieto por la corta distancia. Pero al final se le escapo una sonrisa bobalicona cuando recordó su primer encuentro.

 

 

-Fue como… ¨Wah, ese chico es tan bonito¨.

 

 

-¿De verdad? No jodas, creí que sería algo distinto.

 

 

-¿Que te imaginabas? Bakagami-Miro a su acompañante con la misma sonrisa de idiota, lo cual hizo que el chico se sonrojara. Nunca antes lo miraron de esa forma.

 

 

-No sé, algo como el chico agradable, o mi nuevo amigo-Balbuceo, todavía mirando los ojos azulados de Aomine.

 

 

-Bueno…si te interesa fuiste algo así como mi crush de la infancia-Gracias al comentario fue que pudo dejar de mirarlo y bajo la vista al suelo. Podia sentir su cara calentándose.

 

 

-¡No bromees con eso!-Aomine soltó una risita y miro hacia la malla que rodeaba la cancha, recordando las flores amarillas.  

 

 

-No estoy bromeando, de verdad que sentí mariposas en el estomago en cuanto te vi. Eras un lindo bebe llorón.

 

 

 

 

Cuando se volteo a ver al pelirrojo un enorme sonrojo cubría sus mejillas. Se sintió avergonzado repentinamente. No debió hablar de más, pero la charla estaba siendo tan honesta y relajada que no pudo evitar dejarse llevar por la corriente. Se levanto de las gradas que estaban en el lugar y empezó a caminar hacia adelante, en busca de evitar mirar a su acompañante. Pero finalmente tomo la decisión, de que, si ya la había cagado, que mas daba cagarla un poco más. “Todo lo que hagas, hazlo bien Daiki, incluso cagarla” Fue lo que cruzo por sus pensamientos.

 

 

Tomo una gran bocanada de aire, para soltar la de golpe y voltear a ver al objeto de su amor, con la firme postura de declararse en ese momento, no importándole el resultado. Incluso aunque sus rodillas parecían apunto de abandonarle para dejarle tirado.

 

 

-Kagami…ya me he puesto lo suficiente en evidencia hace unos minutos, así que, sal conmigo-El pelirrojo boqueo como pez fuera del agua durante algunos segundos, el solo pudo quedarse ahí, como si fuese una puta estatua.

 

 

- ¿Eres imbécil o qué? -Finalmente le respondió, auch, eso dolió. 

 

 

-Bueno, tal vez un poco, si, pero no era para que me rechazaras así.

 

 

- ¡¿Quién está rechazándote?! Dios, me vas a matar Aho-El chico pelirrojo oculto su rostro detrás de las palmas de sus manos, parecía realmente tímido en ese instante. Aomine solo pudo encontrar el gesto adorable. Pero vamos, podía ser adorable, pero era mas bien el quien se estaba muriendo ahí, parado, sintiéndose mas como una mierda cada segundo que pasaba.

 

 

-Ya dime tu respuesta, ¡carajo! Siento como si mis piernas fueran a doblarse en cualquier momento por los nervios-Estaba algo alterado.

 

 

-SI, ¿OK? SI-Grito el pelirrojo, descubriendo su rostro.

 

 

- ¿Sí? -Su cerebro todavía no podía aprender a procesar información tan pesada.

 

 

-Si quiero salir contigo-Ambos estaban rojos como tomates, esperando a ver quién hacia el primer movimiento, por lo que Aomine no pudo esperar más. Se acerco con una enorme sonrisa al pelirrojo, para alzarlo con sus brazos y darle vueltas, mientras ambos reían con todavía algo de pena. Después de un rato lo bajo y le dio un largo abrazo.

 

 

-Sabes Bakagami, sonara cliché, pero prometo hacerte muy feliz, no sabes cuánto me encantas-Kagami acariciaba su espalda con cariño, el toque de sus manos parecía lo mejor del mundo.

 

 

-Tú también me encantas Ao, no puedo siquiera creer que esto esté pasando.

 

 

-Pues créelo tigre, porque está sucediendo-Se separo un poco del chico mas bajo, tan solo para iniciar un casto beso, el cual a duras penas el pelirrojo pudo corresponder. Cuando termino de besarlo Taiga volvió a ocultarse en su pecho.

 

 

-¿Es normal que en este momento me sienta tan feliz que podría morir?

 

 

-Supongo que sí, yo siento la cara caliente por el sonrojo.

 

 

-Somos unos idiotas enamorados-A ambos se les escapo una risa por ese hecho.

 

 

-Tienes razón-Asintió con firmeza después de un rato.

 

 

-Oye, antes de nada, debemos establecer las reglas.

 

 

-Aish, sonaste como un profesor, y bien, ¿cuáles serían las reglas según tú?

 

 

-Quiero que no te olvides nunca más de mí.

 

 

-Supongo que puedo cumplir con eso, con la condición de que tu estés conmigo para siempre.

 

 

-Perfecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Spoiler: no pudieron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El tiempo volvió a pasar, las estaciones cambiaron y sus corazones también. Aomine podía incluso decir que su relación era como la primavera y el verano, cálido y lleno de enormes gamas de colores vividos que penetraban sus almas. Sin embargo…las personas no estaban destinadas a poder detener el paso de la despiadada madre naturaleza.

 

 

Todavía existía el otoño y el invierno.

 

 

 

Y era en ese punto que llegaban al comienzo del relato, y también al nudo en sí.

 

Kagami y el habían estado saliendo ya por unos meses, pero el moreno no contemplo que sus caminos tendrían que separarse una vez mas con la partida de su novio al extranjero.

 

 

 

Porque su amado Taiga sí consiguió una beca y el no.

 

 

 

La realidad le cayó como un cubetazo de agua helada. Había sido su sueño desde pequeño ir a América para jugar en algún reconocido equipo, pero ahora se veía estancado en su carrera como basquetbolista. Se resigno a ser parte del equipo de Japón, ya que no tenia propuestas fuera del país. Kagami estuvo preocupado sobre la decisión que tomaría, ya que por lo que le daba a entender, no quería dejarlo solo en Japón. Pero se vio obligado a decirle que no le importaba que se mudara sin el, a pesar de que esos no habían sido sus planes. Pero vamos, todavía eran jóvenes, apenas estaban iniciando su adultez y si contemplaban que en su país todavía no cumplían la mayoría de edad era completamente razonable que pudieran darse el lujo que esperar a ver si las oportunidades surgían.

 

 

Aomine no podía ignorar el echo que las oportunidades no eran milagros, uno mismo las hacía. Y si no tenía una, es porque no trabajo lo suficientemente duro para obtenerla. Dolía tener la certeza de eso.

 

 

Se dejo engañar por las palabras dulces de consuelo que le proporcionaba su pareja, intentando con mucho esfuerzo no demostrar en su rostro lo que de verdad pensaba, pero los ojos eran las ventanas del alma. No es como si Kagami no se diera cuenta de lo que de verdad sentía, pero el moreno creía que al menos podía respetar su postura guardando silencio, aceptando lo que el futuro le deparaba.

 

 

 

 

Las mentiras son amargas, incluso sabiéndolo mintieron.

 

 

 

 

 

 

Kagami y el hicieron los respectivos procedimientos para que él se mudara sin preocupaciones, el padre del pelirrojo se encargó de los demás detalles como acomodar los muebles en el apartamento de su hijo y comprarle un billete de avión. Y ahora estaban ambos en el aeropuerto, despidiéndose por millonésima vez, pero es que Aomine no podía aceptar que su chico ya no iba a estar más ahí con él, no podía.

 

 

-Bueno…creo que ya llego la hora.

 

 

-Kagami, sabes…yo solo quiero un futuro donde estés por siempre.

 

 

-Aomine-El pelirrojo lo vio con adoración, realmente amaba a ese Aho.

 

 

-Ok, ya, se que eso fue demasiado empalagoso-Se paso una mano por el pelo, lo que hizo que Kagami soltara una risa suave.

 

 

-Claro que no, sabes que te amo, ¿no es así? -El moreno asintió, confiando en la respuesta de su novio.

 

 

-Lo sé, yo también te amo tonto-Le acaricio la mejilla, todavía no quería que se fuera.

 

 

-Te prometo que tendremos muchas video llamadas, espéralo con ansias-El pelirrojo correspondió el amable tacto poniendo una de sus manos sobre la del moreno.

 

 

-Lo hare.

 

 

-Bueno, antes de irme, al menos puedo pedir un último beso ¿no?

 

 

-Claro que si tigre-Se inclino un poco y junto sus labios, hubiera querido profundizar el contacto metiendo su lengua a su boca, pero sabia que si lo hacía no lo dejaría irse. Kagami le dedico una mirada triste después de que se separaron, le costaba tanto decir adiós.

 

 

-Siempre he pensado que el cielo nada en tus ojos, los voy a extrañar.

 

 

-Y yo extrañare los tuyos-Escucharon la llamada para abordar, por lo que finalmente rompieron el abrazo y el pelirrojo tomo de nuevo su maleta.

 

 

-Bueno, ahora si que es hora de partir, hasta pronto, Aomine Daiki.

 

 

-Sayonara, Kagami Taiga.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Probablemente nunca olvidaría esa sonrisa deslumbrante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aomine había conseguido sobrellevar bien su vida no siendo un basquetbolista profesional, terminando como uno más de los jóvenes que iba a la academia de policías. No estaba nada mal, además trabajaba de medio tiempo en un bar algo famoso por las noches. Era entretenido su día a día, con anécdotas interesantes y conociendo nueva gente, realmente se aprendía mucho de trabajar como barman. La gente siempre le estaba contando muchas cosas sobre sus ocupaciones y negocios, lo cual de vez en cuando le servía para ver como estaba relacionada la yakuza con todos los clubes.

 

 

Él no se preocupaba por comunicar nada de lo que escuchaba a la policía, por que si bien se hablaba sobre los jefes de los clanes y algunas que otras hazañas. Los policías no solían meterse con ellos a menos de que fuese una situación especial. No ocurrían tantos asesinatos comparados con otros lugares, y si alguien de la población salía afectado era la gente que caía en las trampas que eran los préstamos de dinero.

 

 

Con respecto a su noviazgo, todo iba muy normal, contrario a lo que esperaba, las cosas estaban calmadas, claro, eso se debía a que se hablaban en diario, lo cual servía para tranquilizar su inquieto corazón. Pues cuando no sabia absolutamente nada de el no podía evitar empezar a preocuparse y angustiarse. Vamos, que varias veces por estar pensando tanto en el pelirrojo no había conseguido conciliar el sueño. Cuando se trata de Kagami no podía mantenerse tranquilo. 

 

 

 

Llegaba cierta parte del día en que tenia que mandarle un mensaje para terminar con la larga espera que era aguantar hasta la llamada telefónica o de video en la noche. Al pelirrojo no le importaba la diferencia de horarios, siempre encontraba un poquito de tiempo para él, incluso aunque fuese ya bastante tarde por allá. Por ejemplo, en ese instante estaban hablando y parecía ya ser muy tarde en América.

 

 

-Yo, Kagami.

 

-Hola Aho, ¿cómo estás?

 

-Yo bien, pero no puedo decir lo mismo de ti. ¿Acaso decidiste probar el estilo emo o porque esas ojeras negras?

 

-Ja ja ja, que gracioso eres.

 

 

-¿Verdad que si?-Como desearía estar en es momento a su lado.

 

 

-Agh, me he estado desvelando, es algo difícil seguirles el ritmo aquí, hay muchas personas que tienen un nivel mas alto del que esperaba.

 

 

-¿Mas alto que el poderoso Aomine?

 

 

-Descuide, su excelencia, usted sigue siendo el mejor de todos.

 

 

-Aw, gracias cariño, por eso te amo-Kagami soltó una alegre carcajada, fue tan reconfortante escucharlo.

 

 

-No me agradezcas, ¿y cómo te ha ido en los entrenamientos?

 

 

-Son algo duros, pero si los comparamos con la tortura de campamento de verano que nos hacían pasar en Too, esto no es nada.

 

 

-¿Seguro que me dices la verdad? Recuerda…-El moreno ya sabia lo que su novio diría a continuación, por lo que no dudo en arremedarlo.

 

 

-Mi mimi dici qui lis mintiris sin milis-Los dos se quedaron en silencio unos momentos, el conteniendo la risa, Kagami…

 

 

-¡¡Serás imbécil! Ja ja ja ja ja-Al parecer también.

 

 

-Pero soy tu imbécil, jajaja, si, es cierto que las pruebas físicas son mas fuertes a las que estaba acostumbrado, pero me adapto fácil-

 

 

-Me alegro, ¿y en tu trabajo como te va?

 

 

-No hay mucha novedad, casi siempre va el mismo tipo de gente.

 

 

-Ya no has vuelto a espiar a los que son yakuzas ¿o sí? Aho-Aomine empezó a silbar, delatándose descaradamente. No es como si le gustara mentirle al pelirrojo.

 

 

-Nop, para nada, como crees-El tono de voz que uso solo le confirmo a Taiga lo que ya sabía.

 

 

-¡Aho!

 

 

-Bueno, tal vez poquito, pero no es para preocuparse.

 

 

-Solo ten cuidado, me preocupo por ti.

 

 

-Y yo por ti cariño, así que si quieres hablamos luego para que puedas descansar.

 

 

-Pero normalmente hablamos 2 horas…-La voz llena de desilusión ablando su corazón, se vio tentado a acceder a seguir conversando, pero no quería afectar el desempeño de Kagami.

 

 

-Prefiero que mi novio siga vivo para el fin de semana.

 

 

-Bueno, tu ganas, iré a dormir, te quiero mi chocolatito-Sintió su pecho llenarse de calidez.

 

 

-Joder, creí que habíamos superado la etapa dulzona de la relación-Hizo una mueca, pero la verdad era que le encantaban los motes cariñosos.

 

 

-¡En tus sueños!-Murmuro.

 

 

-Cierto, cierto, bueno, adiós tigre, que descanses, sueña conmigo-Le mando un beso, lo cual hizo sonreír a su novio.

 

 

-No lo hare, entonces seria pesadilla.

 

 

-¡Ahora te haces el graciosito!

 

 

-Ja ja ja ya sabes que no es cierto, te adoro, adiós.

 

 

-Adiós.

 

 

 

 

Llego a pensar que estaban en buenos términos con esas charlas cortas, pero a medida que pasaban los años, simplemente el tiempo al teléfono se fue reduciendo a medias horas, luego a unos cuantos minutos, que acabaron siendo cortos mensajes escritos en menos de 60 segundos.

 

 

Cuando menos se dieron cuenta la conversación murió.

 

 

 

Pasaron 3 meses para que se dieran cuenta de cuando fue la última vez que hablaron. La amargura se extendió por todo su ser, como corrosiva sustancia. Fue un 14 de febrero en el que Kagami Taiga le mando un brutal mensaje.

 

 

 

 

 

Si no es ahora, siento como que nunca podre romper contigo.

 

 

 

 

Le hizo trizas el corazón sin pensarlo. Fue así de simple como terminaron, no hubo mucho drama, no hubo mucha pelea, y aunque había amor, parecía haber sido lentamente enterrado entre tantas capaz de hojas de árbol marchitas y abundante nieve blanca, igual de fría que la soledad que les dejo la separación.

 

 

 

 

Su invierno llego, lento, letal…silencioso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No existía la necesidad en su ser de olvidar todo lo que se relacionara a la existencia de Kagami, parecía imposible superar esa etapa tan importante, y era perjudicial para él. Por lo que todos sus amigos, familia y compañeros de trabajo se decidieron a cambiar su monótona vida.

 

 

Se dieron manos a la obra, y el único cambio supuestamente positivo que consiguieron, fue el de arreglarle un matrimonio concertado, después de todo, tenia un sueldo decente, y como no era alguien que necesitara mucho para vivir ahorraba mucho, una característica atractiva para las mujeres decía su madre.

 

 

Se le presento a la muchacha, una chica muy bonita, no lo iba a negar. Era blanca como la nieve, tenia el pelo de un color negro profundo, casi como la misma noche, y sus ojos eran de un café obscuro que le daban un toque misterioso. Era un verdadero ejemplar de belleza nipona. Con las medidas correctas y buenos modales, amable y considerada con él.

 

 

Ella trabajaba como maestra de primaria, eso le daba una explicación al aura maternal que fácilmente se percibía en sus fotos. Cuando la conoció en persona no fue muy diferente a como se la imagino, bonita y buena, debería ser suficiente si solo pretendía hacer felices a sus padres y si se podía a el mismo.

 

 

 

-Mucho gusto, soy Aomine Daiki.

 

 

-El gusto es mío, soy Sakurano Akemi.

 

 

-¿Por qué no dan un paseo para que puedan platicar un poco a solas?

 

 

-Cierto…Sakurano-san, ¿me acompañarías?

 

 

-Por supuesto.

 

 

Una vez se encontraron en la puerta le ofreció su brazo. Su corazón no pego una carrera cuando la toco, sus mejillas no se sonrojaron, y definitivamente no había mariposas.

 

 

En su corto paseo por el jardín tradicional japonés le dio la impresión que de que en vez de tener una muchacha colgada del brazo tenia a una muñeca. Y se sintió mal por pensar así de ella, pero no era precisamente su culpa que la joven no tuviera personalidad. No importaba cuantas cosas le preguntara acerca de ella, siempre le daba respuestas sosas, muy comunes y algo elegantes.

 

 

No era atrevida, no era grosera, no era aventurera, no sonreía con todos los dientes, era muy blanca, tenía el pelo negro y liso, labios rojos, un par de generosos pechos, no dos marcados pectorales, voz suave como la de un pajarito, no grave, carácter dulce y no fuerte…“No jodas Aomine, ¿acaso quieres una puta copia de Kagami?”

 

 

 

 

Si, dios, sí.

 

 

 

Sabiéndose incapaz de encontrar algo parecido a la felicidad otra vez, hundido en su pasado, se puso el solo la sentencia. Cuando volvió a la casa de sus padres les dijo que aceptaba casarse con la chica, y por la reacción de ellos, Akemi había pensado lo mismo.

 

 

Fue así como se comprometió a los 26 años de edad. Esa noche fue al viejo bar que trabajaba y pidió el trago mas caro, todos pensaron que estaba celebrando a juzgar por las carcajadas que llegaba a soltar, pero mas bien se estaba burlando de si mismo, por ser tan cobarde como para querer huir de su presente, refugiándose en la ignorancia. Se sentía como ese pequeño niño de 6 años que fue hace 20 años.

 

 

 

 

Pequeño, idiota y completamente perdido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando menos imagino ya estaba a las puertas de los 30, con 28 años cumplidos, con la actitud de alguien de 40. Realmente estaba amargado, pero usualmente no se detenía a pensar en su estado físico, mental y emocional. Solo seguía contra corriente, como si fuera un salmón, de esos que terminaba siendo cazado por un oso. Justo así se sentía en la vida, estaba yendo contra corriente, no por que fuese uno de esos hikikomori, no por que hiciese mal su trabajo, no por que fuera un mal sujeto, tampoco por que tuviese una relación del sexo opuesto.

 

 

Tan solo luchaba con su verdadero yo, para conservar su miserable vida diaria, abandonando sus sueños, sus planes e ilusiones, incluso emociones. Eso lo estaba matando lentamente.

 

 

Vio las vías del tren frente a él, contemplando la posibilidad de que fuese al infierno o al cielo si se lanzaba, o tan solo su existencia pasaría a ser olvidada, como la de una pequeña mancha, piedrita, partícula de polvo o insecto. Se pregunto también si alguien lo lloraría, ¿irían sus viejos amigos al funeral? ¿Lo velarían toda la noche? ¿Akemi lo extrañaría? ¿Su jefe y compañeros de trabajo se vería en problemas por su falta? ¿Les traería problemas los rumores de suicidio a sus padres? ¿De qué color seria su ataúd? ¿Qué traje le pondrían? ¿Cuál sería el mensaje en su lapida y con qué material estaría echa? ¿Alguien le mandaría a hacer un arreglo floral? ¿Le harían un altar en casa? ¿Qué foto suya usarían?

 

 

 

¿Kagami se enteraría alguna vez de su muerte? ¿Le importaría?

 

 

 

Carecía de sentido siguiera cuestionárselo, probablemente no habría parte de el que pudiese presenciar eso. Por lo que se paró más allá del límite permitido en donde pasaba el tren, sabia que estaba demasiado cercas. Faltaban apenas segundos para que cruzara por ese lado, alzo una pierna, con la intención de lanzarse hacia en frente…faltaba tan poco.

 

 

 

Pero una irreal imagen le vino a la mente.

 

 

 

“Creí ver tu figura en aquella cancha, con transparencia cristalina llorar, justo en el mismo lugar en el que nos conocimos... Aun ahora puedo percibir el olor de los girasoles de ese día.”

 

 

Sintió como varios brazos le sujetaban con firmeza, tirando de el hacia atrás. No eran otros que los trabajadores de la estación. Les pidió disculpas a secas, mientras las lagrimas corrían por su rostro. Como siempre, su expresión seria no decía nada, pero sus ojos lo delataban vilmente.

 

 

 

 

Tenía respuesta su pregunta, Kagami Taiga lloraría.

 

 

 

Eso le basto para no morir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pasaron 6 meses desde su cercano encuentro con la muerte. Y la horrenda situación, es que hubo cambio alguno. Akemi y el seguían con ese juego, posponiendo su boda tanto como podían, ya iban para los 2 años, pero le dio fin, acordando que la boda seria en invierto, de preferencia en enero, a petición suya. Sabia por que se tardaron en decidir. Ella porque quería sentirse amada y amarlo apropiadamente, el por qué no quería amarla ni sentirse amado por ella. Si, su compromiso era una reverenda mierda, pero le daba igual. A la vista de todos eran una pareja algo exótica, y se había ganado varias criticas por la forma en la que la trataba, cuando preguntaba el problema siempre le daban la misma respuesta.

 

 

A pesar de que es tan buena chica, parece como si la odiaras.

 

 

A la enésima vez dejo de pedirles consejo y los mando al carajo. Ya de por si su vida era un mal chiste de humor negro como para que le sumaran una desgracia más.

 

 

Como todos los lunes salió de su trabajo, cruzando todo el camino hacia al departamento que rentaba, que estaba realmente cercas de la casa de sus padres. Llamaría a Akemi para acordar una supuesta cena romántica en su día de descanso, que más bien parecía de obligada cortesía. Tomaría su comida precalentada comprada en el konbini más cercano, tomaría un té de manzanilla (Le daba asco beber alcohol), se daría un relajante baño y a la cama.

 

 

Pero sus planes cambiaron en cuanto diviso a la persona que menos creyó ser capaz de encontrar, incluso aun si la buscaba.

 

 

 

Kagami Taiga estaba sentado en las mismas gradas de hace tantos años, en la acabada cancha de basket. Un nudo se instalo en su garganta. Quería llorar como un niño que ya no era, y eso lo dejo tan indefenso, ¿Acaso estaban destinados a encontrarse siempre 10 años después?. Se acerco con corazón en mano a la cancha, silencioso, percatándose que el pelirrojo estaba con los ojos cerrados…

 

 

Mi mamá dice que es malo decir mentiras.

 

 

Te amo.

 

 

Si no es ahora, siento como que nunca podre romper contigo.

 

 

 

Se sentó a su lado y le dijo…

 

 

 

 

-Hola-Quería intentar volver a ese tiempo hermoso, casi de ensueño. Incluso aun cuando un anillo de compromiso yacía en su mesilla de noche.

 

 

Se veía tan bonito como la primera vez.

 

 

-¡Hey! Cuanto tiempo Blue.

 

 

-Hacia tanto tiempo que no escuchaba ese apodo.

 

 

-Lo sé, ha pasado tanto.

 

 

-Y que te trae a Japón? Te imaginaba en América.

 

 

-Vine de vacaciones, a visitar a mis amigos de la preparatoria.

 

 

-Wow, el tiempo paso tan rápido, aún recuerdo cuando íbamos a la prepa.

 

 

-Si, extraño ese tiempo…por cierto ¿qué haz echo de tu vida? Creí que en algún momento te tendría por allá, en las grandes ligas.

 

 

-Bueno, me resigne a permanecer como policía. Por el momento estoy viendo la posibilidad de convertirme en investigador.

 

 

-Eso suena bien, yo simplemente me he quedado aferrándome a mi puesto, es algo difícil.

 

 

-Ya lo creo ¿y te has casado?

 

 

-Quiero creer que sigo algo joven para eso, pero actualmente tengo pareja, se llama Nash.

 

 

-Me alegro por ti-No era cierto, no podía alegrarse.

 

 

-¿Y tú? ¿Te has casado?

 

 

-Estoy comprometido, pero he estado posponiendo la boda ya por dos años.

 

 

-Vamos amigo, que seguro la chica es una belleza.

 

 

-Yo no digo que no lo sea, simplemente…nuestra relación es complicada.

 

 

-No creo que pueda serlo más que la nuestra.

 

 

 

Fue un golpe bajo.

 

 

 

-Nah, no hay punto alguno de comparación- Después de todo, a él sí lo quiso con toda el alma.

 

 

- ¿Es así?

 

 

- Si.

 

 

Solo basto esa corta charla para decidir que, si al final de la estadía del pelirrojo en Tokyo le permitía estar a su lado, aprovecharía ese tiempo.

 

 

Se le había dado otra oportunidad para volver a él, y ahora el construiría su propio futuro, ya si las cosas no resultaban…Podía decir que lucho con todas sus fuerzas para conseguirlo.  

 

 

 

-Me darías tu número de contacto.

 

 

-Claro, me gustaría volver a tener un partido con el poderoso Aomine Daiki.

 

 

 

-Tenlo por seguro.

 

 

 

 

 

El ritmo de su alma solo respondía a él, se lo confirmaba el furioso latido en su pecho y la sensación de estar entre las nubes.

 

 

 

 

 

 

 

 

-Tu luz es débil, podría decirte eso en este mismo momento, Sr. El único que puede vencerme soy yo.

 

-Solo cállate, estoy algo oxidado.

 

-¡Fallaste una maldita canasta! Tu nunca fallas.

 

 

-No había practicado básquet desde que estaba en la universidad, tenme algo de piedad.

 

 

-Tu no me la tuviste a mi incluso después de un partido contra Midorima.

 

 

-Eso no fue mi culpa, aparte no se puede comparar mi problema con eso.

 

 

-Claro que si puede Aho.

 

 

-No, no puede.

 

 

 

Kagami escucho sonar el celular del moreno, sabia que no era el suyo por el diferente tono de llamada, el nunca utilizaría un tono tan soso.

 

 

-¿Bueno? Ah, Akemi, ¿qué pasa?... Cierto, lo olvide por completo, escoge el que tu quieras, confió en tu juicio. Si, adiós.

 

 

-¿Era tu prometida no es así?

 

 

-Si, quería que viéramos juntos los manteles y centros de mesa, pero la verdad me da igual, se que ella no se gastara una cantidad irracional en lo que sea que compre.

 

 

-…

 

 

-Y bien, ¿continuamos jugando?

 

 

-Te aplastare.

 

 

-¡Ja! Ya verás.

 

 

 

Pero esa no fue la ultima vez que ocurrieron las repentinas llamadas. Algo en su pecho se contraía cada vez que escuchaba las cortas charlas de esa pareja, y sabia que era envidia pura, porque él quería tener eso, debió tenerlo, pudo tenerlo.

 

 

 

¿Entonces por qué no lo tenía?

 

 

 

Cuando se dio cuenta de su error no pudo mas que resignarse a aguantar las pesadas lagrimas que rogaban por escapar de sus ojos. No se le permitía llorar por el camino que escogió, después de todo fue su elección, suya y de nadie más. El le dio fin a todo con un mensaje y debía empezar a aceptar que no podía regresar el tiempo, no podía cambiar los hechos. No podía mover montañas, no podía hacer milagros, y más importante aún, no podía mantener promesas.

 

 

Recuerda haber puesto su dedo en el teclado de su celular, presionando con suavidad las teclas, jugando con el número de teléfono de Daiki. Diciéndose a si mismo que era la mejor decisión. Ahora mismo presionaba las mismas teclas, lamentándose por no ser lo suficientemente valiente para decir te amo una última vez.

 

 

 

 

¿Algún día volvería a ver el cielo en los ojos ajenos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ese día no es diferente de lo usual en su estancia en Tokyo, se encuentra en el departamento que rento con su novio. Ese día llueve a cantaros, pero aun así Nash le dice que quiere salir afuera. Él lo obedece, porque conoce su carácter y sus desplantes y prefiere evitarse la pena de discutir a viva voz cuando las paredes que los rodean son delgadas, ¿o es porque sus voces son demasiado fuertes? No lo sabe; salen del departamento agarrados de la mano. Nash es quien sostiene el paraguas. Bajan por las escaleras con lo que a Kagami le parece una extrema lentitud, parece casi una eternidad cuando llegan al café en donde van a tener su cita.

 

 

Entonces la imagen de un serio Aomine penetra sus pupilas, casi dañándole la vista por lo dolorosa que es la situación en la que se lo encuentra. Esta sujetando el brazo de su novio, pero se siente tan incorrecto que le dan ganas de empujarlo y salir corriendo para poder llorar solo. Su primer amor esta sentado, frente a la que parece ser la chica mas bonita que ha visto en su vida, no parece siquiera real. Incluso su forma de tomar la taza de te es elegante. Desprende un aire de finura que lo pone enfermo de celos.

 

 

La chica parece reconocerlo, por que le da una sonrisa triste y lo invita a sentarse con ellos antes de que siquiera el moreno emitiera un saludo. Hay cortas presentaciones, que dejan el corazón aun mas frio, incluso cuando la habitación esta caliente por las bebidas que se preparan.

 

 

-Mucho gusto Kagami-san, soy Sakurano Akemi-La chica le tendió una de sus blancas y delicadas manos, mientras le daba una sonrisa amistosa, le dio la propia.

 

-Si…ya había oído hablar a Aomine sobre ti.

 

-Espero que fueran cosas buenas-Ella era tan irritante.

 

-Claro-escucho como el rubio detrás de el carraspeaba, probablemente molesto por ser ignorado. Sin mas remedio lo presento.

 

-Cierto, el es Nash, mi novio.

 

-Un placer conocerla señorita-Su novio tomo la mano de la muchacha y la beso, cosa que hizo que ella se avergonzara. Ese maldito, estaba intentado vengarse por ser dejado de lado.

 

-Oh, el placer es mío.

 

 

Se quedaron conversando de varios temas, Nash parece realmente interesado en la boda e intenta obtener una invitación. La chica no duda en buscar una invitación extra en su bolsa de mano para luego extenderle un sobre, y a pesar de que no es su mano la que lo recibe, siente casi como si las yemas de sus dedos quemaran. Aomine parece ser repentinamente poco conversador, solo quedándose sentado, mirando como entre los otros tres mantienen una forzada conversación que para su novia parece ser una fluida y amena charla.

 

 

El peliazul sabe que Akemi estará bien lidiando con esa pareja, si ha soportado su constante indiferencia y a veces ataques de ansiedad, ella podrá apañárselas tratando con dos personas de carácter fuerte en lo que parece una platica de un par de horas.

 

 

Cuando termina su bebida sube la mirada parece que ya no hay tema sobre el que tratar y es cuando le da una disimulada mirada a su novia, ordenándole que salgan de ahí antes de que entre en crisis. La chica parece entenderle a la perfección, por que se despide con mucha formalidad. El apenas les da un asentimiento y acuerda un partido con Kagami para después, tomo el paraguas que ellos traían y que habían dejado en un contenedor en la entrada.  

 

 

Salen del café en silencio, con dirección a su auto, apenas da una mirada hacia atrás, para ver la interacción entre el pelirrojo y su novio. Akemi le toma de la mano con firmeza, tal vez mas de la que usualmente ella demuestra, lo jala hacia ella y lo pone debajo del paraguas. Aomine le dedica una mirada, nota que en su bello rostro cruza una mueca de sufrimiento, y se siente mal, porque no había razón alguna valida para provocarle infelicidad a ella. Los rojos labios se separan, dejando escapar palabras que se quedan en su mente.

 

 

-Aomine-san…¿jamás podrás verme de esa forma verdad?-La voz rota de su prometida le rompió poquito mas el corazón.

 

 

-Lo siento tanto, de verdad, lo siento.

 

 

-Si lo sientes tanto, al menos llévame al campo a ver las estrellas.

 

 

Estuvieron un buen rato dando vueltas mientras se tomaban de las manos, hasta que se hizo de noche y fue a dejarla a su casa. Acordaron ir de luna de miel al campo, a mirar las estrellas que tanto ella anhelaba. Una vez le dijo porque le gustaban tanto…

 

 

 

 

 

Me recuerda al brillo de unos ojos enamorados, y como se que no puedes amarme, me gusta pensar que el cielo nocturno seria igual a que me vieras así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ve a Nash, a su lado, en la misma cama, y se siente como si no fuera esa su realidad. Se levanta algo entumido, se prepara con pereza para salir. Toma un baño y hace el desayuno para el rubio y para él. Cuando su novio se despierta es casi hora de que se vaya, por lo que decide no quedarse a desayunar y hacerlo después, una vez que llegue. Prepara una maleta con cosas para hacer ejercicio y se la echa al hombro. El rubio lo ignora deliberadamente, pero no le da gana alguna de quejarse.

 

 

 

-Voy a estar fuera, vuelvo al rato.

 

-¿Vas a ir con él? Maldita puta.

 

 

-Nash, por favor, no empieces.

 

 

-¡Siempre es la misma mierda contigo! Hoy no vas a salir.

 

 

-No puedes encerrarme aquí.

 

 

-Y tú no puedes engañarme, ¿qué te parece?

 

 

-No te estoy engañando idiota.

 

 

-No me digas así.

 

 

-¿O qué?

 

 

-You, son of bitch.

 

 

Abrió la puerta con rapidez y la cerro de golpe, después salió corriendo hacia las escaleras. Pudo escuchar los gritos de Nash mientras lo seguía, pero se las arreglo para perderlo de vista. Lo estaba asfixiando salir con él, siempre tenía que hacer todo lo que el dijera y era desgastante. Empezó a salir con el por que creyó que lo trataría bien, pero ahora se comportaba como un acosador. Vigilando con quien salía y prohibiéndole ir a ciertas partes, controlando sus horarios e incluso diciéndole que vestir. Siempre que tenían sexo se hacía lo que él quería, no importaba que el se llegara a sentir incomodo o no tuviera ganas. No sabia siquiera por que seguía con el.

 

 

 

 

“Aomine no me trataría así”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es 17 de diciembre, Kagami le ha pedido quedarse en su casa por que ha peleado con su novio y el no se ha negado. Lo dejo quedarse en su cuarto mientras el dormía en el sofá de su sala. El ambiente es bueno, se ríen y disfrutan del tiempo juntos…como en los viejos tiempos. Ponen música con sus celulares, se turnan las canciones, puede escuchar la voz de Masayoshi Yamazaki salir por las bocinas de su celular.

 

La canción tiene un nombre triste, que lo deja completamente en blanco, pero decide parar todo lo que hace tan solo para escuchar la triste letra. Su acompañante piensa de forma irremediable que ese día le dará fin a algo mas que una permanente soledad que lo ha acompañado por años, sale fuera del departamento para hacer una llamada, sabe que cuando vuelva a entrar al departamento las cosas volverán a cambiar, y se lastimara una vez más.

 

 

 

Su primavera, verano y otoño vuelve a acabar con un mensaje, y no tiene la seguridad de que el invierno acabe.

 

 

Entra procurando no hacer ruido, viendo como el moreno esta recargado en una pared, por sus ojos corren ríos de lágrimas, le recuerda al joven que alguna vez le dijo te amo, también al que el dijo adiós.

 

 

-Acabo de terminar con Nash.

 

 

-Vaya, eso es una pena.

 

 

-La verdad no, estaba harto de él.

 

 

-Es demasiado arrogante.

 

 

-Si, lo es-Miro la figura de Kagami con una sonrisa triste.

 

 

-Kagami, yo te amo.

 

 

-Por favor, no me digas eso.

 

 

-¿Por qué no? Tengo libertad de expresión.

 

 

- Eso debiste decirme hace 10 años.

 

 

-Acaso es mi culpa? Dímelo, ¿realmente crees que yo quería romper contigo?

 

 

-Aomine.

 

 

- ¡No, Aomine nada, rompiste tu promesa, dijiste que no me olvidarías! Y preferiste cortar lazos conmigo en vez de esforzarte un poco más, dime, ¿siquiera había lugar para mí en tu nueva vida?

 

 

-¡¡Tú también me fallaste!! Dijiste que estarías a mi lado, ¡¡¡y preferiste quedarte aquí!!!

 

 

-¡¡Yo luche por esa oportunidad y no se me dio, no fue mi culpa!!

 

-Ahora quieres venir a decirme eso, pues no lo acepto.

 

 

-Kagami, solo olvida todo lo que dijimos antes, ahora ambos estamos aquí, juntos.

 

 

-Tu te vas a casar en enero, no seas imbécil.

 

 

- Romperé mi compromiso con ella, te lo prometo.

 

 

-¿Por qué harías eso tan solo para estar conmigo?

 

 

-Ya te lo dije, te amo.

 

 

-…

 

 

 

Esa noche en vez de dormir en el sofá, el peliazul se aferro con fuerza al cuerpo del pelirrojo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De ese momento en adelante no sabrían decir si las cosas fueron a mejor o a peor entre ambos. Kagami había estado muy complaciente e incluso se citaron con Akemi para cancelar el compromiso del moreno. Ella pareció comprender muy bien, en incluso se vio aliviada ante la noticia de que ellos estaban juntos. Se la pasaban tomándose de las manos, besándose con suavidad, abrazándose y jugando. Aprovechando cada momento juntos.

 

 

 

Habían planeado pasar juntos el 24 y 25, para que luego el 26 Kagami partiera hacia América de nuevo. Incluso compraron los ingredientes de la cena que harían en navidad, no pudo evitar pedirle que le hiciera hamburguesas, hace tantos años que no comía de la comida del pelirrojo y no dudaría en pedir su platillo favorito.

 

 

Era 22 de diciembre, justo el día en que se le confeso al amor de su vida, hace 10 años. Esa noche, justo como las anteriores, se acostó a su lado y lo abrazo fuertemente. Taiga se acomodo entre sus brazos y le dio una bonita sonrisa en respuesta.

 

 

-¿Will you stay with me?

 

 

-Of course, Blue.

 

-Ni siquiera me importa si esto es un sueño, por que cuando despierte todo lo que recordare será tu cara.

 

 

-No digas cosas que puedan hacerme llorar.

 

 

-Pero llorar de felicidad no es malo amor, no lo es.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando se despertó, ya no había nadie a su lado, solo una solitaria carta de disculpas. En el comedor se encontraba una pila de hamburguesas ya hechas. Ni siquiera lo llamo por una explicación, la verdad ya sabia que el nunca pretendió quedarse a su lado, todo ese tiempo juntos parecía ser una simple compensación de la vida.

 

 

 

La carta no decía otra cosa que lo mejor era que cada quien continuara con sus vidas, por que el no sabia mantener promesas, y prefería quedarse con los recuerdos de un bello sueño a que su amor terminara contaminara y sus corazones se rompieran.

 

 

 

-Estas jodiendo Kagami, hace cuanto no se rompieron esas cosas…

 

 

 

 

Ese día le llamo a Akemi y la llevo a unas aguas termales en un pueblo algo alejado de Tokyo. Se permitió llorar mientras le chica le contaba la historia de cada constelación que encontrar, ella también soltó unos cuantos sollozos.

 

 

 

Kagami, que estaba en el avión, simplemente había caído rendido después de gritar de pura agonía al haberse rendido una vez más. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se encontraba en una reunión de exalumnos de su antigua escuela, estaban todos en un tranquilo bar de Tokyo, algunos bebiendo, otros comiendo, en el caso de Kagami, el simplemente escuchaba las anécdotas de sus compañeros de clase. Kuroko estaba sentado a su lado, presumiendo su matrimonio con Momoi y lo bien que les iba, aunque claro, sabia que no era un habito del peliceleste alardear sobre su vida, pero era muy cierto que ellos hacían bonita pareja.

 

 

-¿Y cómo te ha ido a ti Kagami-kun?

 

 

-Pues normal, supongo-Le dio un trago a la desagradable bebida, no recordaba cuando fue que su persona se hizo lo suficientemente adulta para pensar que la cerveza tenia un buen sabor.

 

 

-Me alegro de que pudieras cumplir tu sueño.

 

 

-Si, la verdad es que yo no te imaginaba como un maestro de preescolar.

 

 

-El destino es incierto, pero la verdad me gusta lo que hago ahora, no tengo arrepentimientos.

 

 

-Me gustaría poder decir lo mismo…

 

 

-¿Kagami-kun, acaso no eres feliz?-La pregunta de su amigo lo dejo pensando un buen rato, pero por mas que pensó, no pudo encontrar respuesta alguna.

 

 

-La verdad es que ni siquiera lo sé.

 

 

-Vaya, así que ya estás en esa edad-Soltó un bufido, para luego mirar al mas bajito con una sonrisa cansada.

 

 

-Solo tengo 38, no exageres.

 

 

-Ya vamos para los 40, me empiezo a sentir viejo-Kuroko se veía nostálgico por esa reunión, estaba seguro él se veía igual.

 

 

-Estamos en la mediana edad-Susurro, dándole otro sorbo al tarro de cerveza. Kuroko le dio una sonrisa en respuesta.

 

 

-Ah, me gustaría volver a la época en donde todos jugábamos.

 

 

-A mi igual.

 

 

 

Cuando dio la una de la mañana la mayoría se fueron a otro establecimiento para tener una segunda ronda de tragos y seguir hablando, pero el simplemente se fue. Deambulo por las calles de Tokyo, inconscientemente llegando a su viejo vecindario, en donde vivió cuando era tan solo un niño. Todavía había un parque ahí, pero estaba muy cambiado. Lo único que podía reconocer era el campo de girasoles rodeando una cancha que a duras penas se mantenía en pie.

 

 

Se adentro al lugar, sintiendo melancolía al ver el viejo aro, desgastado…Lo seguía buscando en todos partes a pesar de que sabía que no podía estar ahí. Ah, ojalá tuviera una pelota para poder jugar y recordar esos preciosos momentos.

 

 

 

Se sentó en las viejas gradas, en todo momento mirando al suelo…pero algo lo hizo levantar la mirada. Una solitaria patrulla hacia su recorrido por la calle. La inconfundible silueta del conductor le saco un suspiro. Y como si el policía supiera que lo estaba mirando, volteo la cabeza y lo vio.

 

 

 

 

Entonces Kagami le dio una ultima sonrisa con todos los dientes, Aomine se la correspondió con otra. Confiaba en que las lagrimas de dudas que derramaron mutuamente harían florecer de nuevo esa flor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Si nuestras vidas se pudieran repetir, estaría a tu lado por siempre”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer el fic, los quiero c:


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