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El dragón y el rey [Destiel AU] por erickkbaj

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Capítulo III: Polvo de Luna.

Dean no entendía lo que acaba de decir, era imposible que un ángel existiera y que tuviera esa forma, los ángeles son como…Castiel, en su habitación con aquellas perfectas alas.

—¿No dirás nada? Llevas con la misma expresión de asombro por minutos. —Comenzó a sentirse incomodo, así que se puso de pie para sentarse debajo de un árbol.

—Bueno, pensé que eras un Dragón. —Castiel enfureció al escucharle, se puso de inmediato de pie, sus ojos se iluminaron con una luz azul y sus músculos se marcaron de repente, sus manos cambiaron a unas garras mientras se acercaba a Dean.

—Hey, pero no es así, Castiel. ¡No te enojes! —Dean dudó por un momento, pero Castiel parecía ir enserio, corrió hasta donde estaba su espada, desenterrándola de entre las piedras apuntó a Castiel y éste solo se detuvo. Tranquilizándose regresó a su lugar.

—Será mejor que te vayas humano. No es seguro que estés aquí. Hay una bestia rondando por ahí. —Habló el ángel, cerrando sus ojos e ignorando la presencia del humano.

—No lo creo, amigo. Con esto estoy más que seguro. —Murmuró regresando la espada a su funda. —¿Por qué le temes a la espada? —Dean se sentó frente al ángel, éste solo lo ignoraba.

El tiempo transcurrió rápido, Castiel seguía ignorando a Dean y éste caminaba a los alrededores, no era muy fácil para él dejar al ángel, ahora que sabía que era y lo podía ver siempre no quería perder la oportunidad de quedarse a su lado. Recolectó un poco de frutos secos de algunos árboles, recogió un poco de leña para hacer una fogata y cocinar un poco.

—Deberías comer aunque sea. —Castiel se quedó en su misma posición. Dean comenzaba a molestarse así que sujetó al ángel de sus hombros y lo cargó como si se tratara de un costal, dejándolo caer al lado de la fogata.

Castiel se alejó del fuego con cierto miedo y Dean le pasó una manta para que cubriera su cuerpo desnudo, pensó que sentiría frío, después de todo es el bosque, pero tenía tantas preguntas que solamente callaba.

—¿Por qué supones que necesito una manta para cubrirme? ¿Acaso te incomoda ver el cuerpo de otro hombre desnudo? —Castiel se las arregló y cubrió su cuerpo con la tela, rasgando un poco para darle una mejor forma, parecía el estilo de las túnicas que se usaban en la antigua Grecia.

—No eres humano. —Dean tomó la ardilla que había cazado y se la ofreció al ángel.

—No como carne. —Murmuró con una cara de asco, Dean le miró confundido.

—¿Qué comes? —

—Polvo de Luna. —Sonrió, mirando hacia el cielo que se empezaba a oscurecer por las nubes. —La Luna libera su gracia y llega a la Tierra como si fuera polvo, toda esa energía la absorbo, no es necesario comer como un humano u animal. —Murmuraba.

—¿Y por qué puedes tener esta forma? —Indagó mordiendo la carne que Castiel negó.

—Es la única forma que puedo adoptar…y es cómoda la forma de un hombre, verás, el cuerpo de una mujer es complicado. —

Quedaron en silencio, dejando que el bosque contara sus secretos, Castiel pareciera dormir, quedándose en la misma posición desde hace rato, Dean solo lo veía, desde que captó la luz de sus ojos no podía dejar de hacerlo, era extraño para él.

De la nada comenzó una fuerte lluvia, no le dio tiempo a Dean de prevenir y su fogata se había apagado y su cuerpo empapado. Necesitaba encontrar un refugio pronto para él y para Castiel.

El ángel le jaló y le hizo sentarse en su regazo de repente. Él no estaba mojado, Castiel tenía la piel suave y seca y ¡Estaba desnudo! Castiel había extendido sus alas y cubrían el cuerpo de Dean y el propio, se había quitado la manta y con ella cubría el cuerpo del humano. Castiel rodeó la cintura de Dean y lo apegó más, pronto notó que su ropa y él también estaban secos.

Cuando Dean alzó la mirada se encontró con los ojos azules del ángel y su expresión seria. Podía sentirse en ese momento de muchas formas, pero solo encontraba paz, calma, seguridad estando de esa forma, incluso sintió la imperiosa necesidad de besar sus labios.

Dean tomó las mejillas del ángel, juntó sus labios, mientras cerraba sus ojos sintiendo los ajenos moverse, corresponder al beso. Dean metió su lengua dentro de la boca contraria, acariciando su lengua mientras ésta le seguía el paso, una danza entre ellas ocurría de boca a boca, el tiempo dejó de existir, la lluvia se esfumó, solo eran ellos dos, de esa forma, bailando en medio de la nada usando sus lenguas y labios. Castiel solo permanecía quieto, con sus manos rodeando su cintura y Dean, él acariciaba el cuerpo ajeno, su pecho, su abdomen, sus muslos y brazos, el beso era lento, el aire no se hacía necesario como para interrumpirlos. Las mejillas del ángel se ruborizaron cuando Dean colocó su mano entre sus alas, aquella parte en su espalda de la cual salían éstas. Dean sintió una suavidad que solo le hizo seguir, moviendo sus dedos por entre sus plumas, Castiel comenzó a jadear en medio del beso. Dean escuchaba su voz hacerse más ronca y eso comenzaba a excitarle, lejos de separarse de Castiel, que era lo que éste buscaba, Dean dominó el beso, tomando de las piernas del ángel haciendo que este cayera sobre el suelo.

—Dean… —Era la primera vez que lo llamaba por su nombre desde que se lo mencionó, Dean desvió el camino de sus labios y los pasó al cuello del ángel, haciéndole jadear.

Las sensaciones eran nuevas para Castiel, nunca sintió algo de esa forma, daba miedo no tener el control sobre su cuerpo y sentir ese calor dentro suyo.

—Castiel….Cas. —Gimió Dean mordiendo los pezones del ángel haciendo que curveara su espalda, sus alas revoloteaban inquietas hasta que Dean las acarició y éstas se acercaron a él, cubriéndole.

Las alas de Castiel parecían tener vida propia, buscando la atención del humano y éste con cierta inocencia jugaba con ellas sin saber todo lo que provocaba en el cuerpo ajeno. Dean se quitó su armadura para estar más cómodo, explorando el cuerpo de Castiel.

Castiel enterraba sus dedos en la tierra, era una tortura lo que sentía, una jodida y maravillosa tortura. Dean chupaba su erección, que hasta la fecha no sabía que podía crecer de esa forma, nunca se interesó por explorar bien el cuerpo humano que tenía y ahora pensaba que era una jodida maravilla. La lengua del humano se deslizaba en su entrada, metiendo un par de dedos resbalosos en ésta, Castiel estaba agitado y desesperado, podía sentir que explotaría, y estaba deseoso que eso pasara.

Pronto, Dean hizo que se sentara sobre sus piernas, introduciendo su virilidad en el interior del ángel. Castiel tembló entre los brazos que le rodeaban, mientras el humano movía sus caderas, haciéndole gemir mientras con sus brazos rodeaba sus hombros.

Dean pasó sus manos de nuevo sobre su espalda, erizando la piel de Castiel, posando sus dedos entre sus alas, rasguñando aquella zona. Castiel ahogó un gemido, tal vez el más fuerte que había liberado. Dean le sujetaba desde aquella parte, apretando el inicio de sus alas mientras embestía el punto placentero del cuerpo del ángel en su interior. No pasó mucho tiempo y Castiel terminó entre sus cuerpos, mientras enloquecía con los estragos del orgasmo en su cuerpo, Dean al poco tiempo le llenó de su esencia en su interior.

Cuando recuperaron la respiración, Dean notó que la lluvia se había detenido, las alas de Castiel lo cubrían, como si fuera una sábana.

—¿Qué me hiciste? —Cuestionó Castiel, sentándose delante de Dean, mirando hacia el cielo para encontrarse con la Luna.

—El...amor. —Dean se encogió de hombros, dudo un poco en hablar, pero después de todo solo le dio voz a sus pensamientos, hasta que escuchó su propia voz pudo entender lo que había dicho.

—Amor…Creo que he oído de eso. —Se cruzó de piernas, suspirando un poco. —¿Me amas? —Cuestionó, bajando su mirada, viendo directamente a sus ojos esmeralda.

—Eso creo, Cas. —Admitió el humano, después de todo ¿Por qué negarlo?

—Yo te amo, Dean. —Le dijo con un rostro serio, hizo encogerse más de hombros. No era normal que dos hombres tuvieran sexo, pero después de todo, Castiel no era hombre ¿No?

—¿Por qué? —Cuestionó el humano.

—Estoy aquí por una razón, no sabía cuál, como si buscara algo. Y cuando te vi en el bosque pudo oler tu aroma, simplemente me siento atraído por ti, es un aroma embriagador que no puedo dejar de oler, y tu presencia solo me hace sentir… —

—Calma. —Completó Dean.

—Y paz. —Suspiró Castiel mirando hacia la Luna, la cual empezaba a desvanecerse entre los rayos del Sol. —Solo eso puedo sentir con la Luna. —

Dean sonrió, se acostó sobre el suelo y recargó su cabeza sobre el regazo de Castiel, durmiéndose casi al instante. Cuando despertó vio que Castiel seguía en la misma posición, mirando hacia la nada.

—¿Tú no duermes? —Cuestionó estirando su cuerpo.

—Puedo fingir hacerlo, no lo necesito. —Dean se levantó y se colocó su armadura, fue a buscar algo de comer, al menos para él.

Castiel se sumergió en las aguas del río para terminar de curar sus heridas, Dean regresó con él pronto y solo veía al ángel pasar sus manos por su cuerpo haciéndole recordar la noche anterior en la que tomó su cuerpo. Se sentó al borde del río, quedándose ahí y viendo. Eso no parecía ya incomodar a Castiel y todo se volvía más natural.

—¿Por qué te molestaste tanto cuando dije que eras un Dragón? —Castiel le miró con fastidio, lanzándole una piedra.

—Tu especie suele confundir a los Ángeles con los Dragones en sus verdaderas formas. —Rodó sus ojos, cruzándose de brazos.

—¿Verdadera forma? —Le miró confundido.

—El que te mostré ayer, tan grande como los árboles. —Dean solo asintió. —Los Dragones son traicioneros, como serpientes, se parecen un poco. Los humanos los llevaron al borde la extinción hace unos años, incluso son tan tontos y llegaron a matar a otros ángeles al confundirlos, por eso nos escondemos y usamos las formas de humanos y así estar a salvo. —

—¿Son ángeles de Dios? —Cuestionó sobando su cabeza después de que Castiel le lanzara otra piedra.

—No lo sé. Los ángeles creemos que sí, somos nosotros quienes hemos hecho que ustedes crean en nuestro Dios, así que si él o ella nos creó, también lo hizo a ustedes y sí, los dragones vienen del Purgatorio, por si también pensabas, también tienen a su Dios Eve, pero nadie sabe si es cierto o no. Tenemos habilidades pero son solo eso, habilidades. —Dean le miraba y escuchaba con atención.

—¿Dónde te habías metido? —Siguió interrogando el humano.

—Bueno, yo estaba durmiendo en un sitio no muy lejos de aquí, debería de proteger una de las espadas que matan a los dragones, como la que tienes, pero no la puedo tocar, me lastima, incluso también me puede matar. —Murmuró desviando su mirada a la espada en el suelo. —Solo alguien digno de ella podrá gobernar, según su folklor, pero es mi deber tenerla, no está en su derecho. —Frunció un poco su entrecejo, molestándose un poco.

—Entonces venías buscando a la espada y no a mí. —Dijo algo triste el humano.

—La espada yo ya sabía que estaba aquí, tan fácil que es entrar a su maldito castillo y tomarla. Lo hice, entre a ese maldito castillo, pero fue tu aroma el que me hizo dudar y escapar al bosque. —Picó su frente, empujándole a la vez.

—Es un poco complicado todo lo que me dices. —Dean permaneció acostado en el suelo, cerrando sus ojos.

—Es porque eres un humano, y los humanos son unos tontos. —Sonrió al ver a Dean molestarse.

 

Notas finales:

Finalmente, gracias por haber leído 


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