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Cosmic Love por Lady_yuu

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por haber leído esta locura y los rews que hay de esta en varias plataformas. Saludos y continuando con la secuencia. Les recuerdo que si tienen algunas dudas sobre la extraña temática del fic, pueden decirme y con confianza les responderé.

Advertencias: Shonen Ai 

-o-

Capítulo 2

La polaridad

 

And in the dark, I can hear your heartbeat

I tried to find the sound

 

No quiso decirle a Afrodita que a su armadura le salieron alfileres que atravesaron su piel, inyectando un líquido invisible muy doloroso. Tampoco que los puntos clave de la constelación de Acuario se sentían calientes en su cuerpo. Como hierro fundido en su piel. Por eso caminaba cansado, sin ánimos. Su cuerpo sentía los estragos de esa fuerte energía cósmica, difusa que lo confundía cada vez más. Caminar era casi un milagro así como sostenerse en pie. Respirar le parecía algo imposible, cada bocanada le causaba tos. Intentó pensar en algo agradable para mitigar la fatiga, fue imposible. Su mente ya no era suya, no existían pensamientos propios; una masa de imágenes lo abrumó. Donde la Tierra vibraba con un sonido agudo, la gente gritaba en muchos idiomas, la capa invisible que nadie notaba sobre ellos se convertía en una masa asquerosa similar al smog, pero era maldad. Escuchó su nombre, las almas sabían que existía, pedían ayuda.

Era su salvador.

Tapar sus oídos no le ayudó, las voces venían de la armadura, la armadura conectada a la constelación, la constelación mira a Camus con pena… Un zumbido en el oído derecho le hizo detener el paso. Comenzó a salir sangre y un líquido verdoso. En su mano quedo la prueba de que se estaba deshaciendo por dentro. Un guardia se acercó para conocer su estado.

- ¡No te acerques a él!- exclamó una mujer desde la entrada a la sala del Patriarca-… nadie debe acercarse a él- repitió con tristeza.

El guardia retrocedió asustado. Camus miró a la joven rubia que lo observó con fijeza. La había visto un par de veces, ella también controlaba el hielo. Dos veces se acercó a él para pedir un consejo. A Camus no le agradaba, era una Saintia con delirios de princesa.

Antes de conducirlo al comedor, hizo una reverencia, como si Camus fuese un monarca, un rey que regresaba fracasado de una batalla. Una enorme mesa y tres sillas lo esperaban. Katya, la Saintia que advirtió al guardia no tocarlo, le invitó a sentarse a un extremo de la mesa rectangular. Shion lo miró compasivo. Saori estaba al centro. Varios mayordomos sirvieron el desayuno. Camus seguía con la molestia de las agujas que salían de la armadura. Su sangre estaba pesada, espesa. Sus emociones eran licuadas de tal forma que le provocaban nauseas. Las voces cesaron. Al parecer mantenerse ocupado evitaba oírlas.

- No tengo hambre- se disculpó al ver el plato de fruta y un vaso de leche frente a él.

Shion lo ignoró y bebió café. Saori estaba concentrada eligiendo la fruta en su plato. Ambos anfitriones estaban relajados o eso parecía. Lo hicieron sentir insignificante, su pesar no era comparado con el de ellos.  Camus no era de los que reprocharan, atendía las órdenes más por responsabilidad que por ser servicial. Ser fiel a Athena no era su regla, a veces ya no sabía porque peleaba. Se estaba convirtiendo en su padre y el existencialismo era la primera señal.

Por eso las preguntas quedaban en segundo plano, aunque sus respuestas fueron resueltas aquella mañana cuando Shion los citó a todos para informarles la “contingencia”. Ése alboroto estelar que no dejó dormir a ninguno de los doce caballeros. Aquel llamado cósmico les produjo jaquecas, nauseas, cambios alterados de conciencia y ánimos. Camus se convirtió en el compañero incomodo de la clase, el sabelotodo, el lamebotas del profesor, el soplón, el gordito al que todos hacían bromas.

Todo fue su culpa.

Luego de explicarles sobre “Las Eras Zodiacales” Así como los planetas giran de forma elíptica  alrededor del Sol, nuestro sistema solar tarda 25,000 años en dar la vuelta a Alcyone, el Sol central. La Galaxia da vuelta al contrario de las manecillas del reloj, es por ello que va en retroceso; se aleja de Piscis para pasar por Acuario. Con ayuda de un mapa estelar les mostró los diferentes sistemas solares de la Galaxia. El que pertenecía a la Tierra estaba por debajo de seis soles: Coeleno, Teygeta, Electra, Maya, Atlas y Marope. En el centro, Alcyone. Todo ese conjunto fue denominado las Pleyades. Una banda de fotones atravesaba Alcyone  y las constelaciones de Leo y Acuario. Todo lo que no era cubierto por los fotones se le llama Noche Galáctica. En la Noche Galáctica se encontraban los diez signos restantes. Ellos estaban a salvo, relativamente.

La constelación de Acuario tiene 146 estrellas y 21 son las más importantes. Cada uno de esos cuerpos celestes recibe la energía fotónica. Cada una de ellas le transmite a Camus lo que perciben, el calor, la fuerza, el magnetismo de esa lluvia energética. La confusión, las explosiones  moleculares, la ausencia de materia oscura, la luz. Para más fácil de entender, el universo necesita un decodificador de toda la información cuántica y energética que se obtiene de estos fotones. Al ser Acuario quien recibe la mayor parte… A Camus se le asignó el puesto de decodificador humano, por ser el avatar, por su alma conectada a las estrellas.

Los seres vivos son estrellas diminutas que brillan con luz propia, conectados entre sí y con los astros.

Son más luz que masa sólida.

Entendieron que no sólo era portar una armadura dorada y obtener los favores de la casa guardiana, era padecer, sentir y amortiguar los golpes energéticos que se presentaran en la misma. Por otra parte, Camus sospechó que había más cosas que Shion no quería contar.

En eso consista la era de Acuario, en un “reinado” que debe unir a la humanidad. Un desarrollo interno, social, cultural, científico y tecnológico en cada individuo. Tiene que ver la conciencia cósmica.

“Al menos ya sabemos que su existencia tiene un propósito” Oyó decir a Shaka con su voz suavecita, con la que susurra a Buda. No se defendió, no tuvo caso. Todos estarían de lado de Shaka. Podía sentir sus cosmos huraños hacia él. Señalándolo como el gran problema del Santuario. Involucrando a todos a una situación nueva, extraña y ajena. Una parte de él quiso entenderlos, todo llegó de imprevisto. Ellos no comprendían la realidad como él lo hacía en ese momento. Para ellos sólo era un estorbo.

Era el apestado.

- ¿Por qué nadie puede acercarse a mí? - preguntó jugando con un tenedor.

- Cuando los artesanos crean piezas únicas, con materiales preciosos y caros, no quieren que nadie las toque, se mancillan. Algo parecido pasa con los cuarzos. ¿Has trabajado con cuarzos?― Camus asintió. En Siberia existía una cueva misteriosa que albergaba ese tipo de minerales. Su energía neutra se podía mezclar con la suya, lo habían ayudado a estabilizar su estado de ánimo― digamos te que sucede lo mismo. Eres la artesanía más hermosa del sistema solar, eres un cuarzo recién nacido. Digamos que no puede tocarte ninguna impureza. Si pudiera, te encierro en una burbuja para que ni las partículas de aire te tocaran…

La declaración pasó a ser una amenaza, al menos así lo percibió. Suspiró resignado. Observó el desayuno: huevos fritos, pan tostado, mermelada de durazno, café, leche y ensalada de frutas. Dudó en tocar una manzana, quizá también ésta lo ensuciaría. Su vida paso a ser el vestido nuevo que una madre rica que compra a su hija.

- A pesar de que eres el avatar de Acuarius, sigues siendo humano, tu cerebro no será capaz de procesar la explicación. Confórmate con saber que todo lo que vivas son procesos naturales. No vas a morir - explicó Saori con mucha tranquilidad- Probablemente cuando estés en Alcyone lo averigües.

Estaba cansándose de las metáforas e información entre líneas. Lo trataban como idiota, como si no estuviera preparado. Había visto y sabía demasiado. A decir verdad, Camus era de los más intelectuales en el Santuario. Desde niño leía, conocía las estrellas y sabía usar el telescopio estelar. Los mapas y las coordenadas eran conocidos por él igual que un doctor en ciencias. Que Athena dijera que su cerebro no sería capaz de procesar la información, lo hirió.

- Sólo quiero saber que me sucederá exactamente- se dirigió a Shion. No quiso confiar en la diosa, la acusaba de débil y sobre todo de no tener consideraciones con ellos, sus caballeros.

- Desayuna, Camus. Debes tener algo en el estómago o tu cuerpo no resistirá. Por favor - fue la respuesta del Pontífice que ponía mermelada a su tostada. 

Ante la orden demasiado paciente y cariñosa, obedeció. Echaba revista al comportamiento de la diosa. Estaba concentrada en su alimento. Suspiró fastidiado. ¿Por qué no eran claros?

- Pregunta a la constelación, Camus- dijo Saori. Sus ojos reflejaban pena- después de todo yo sólo tome prestadas las estrellas para cuidar la Tierra. Ustedes, no me servían a mí, sino a ella. Piénsalo, Camus. Tu estrella guardiana es tu mismo destino. Ella tiene la respuesta.

Tomar prestadas las constelaciones fue una respuesta acida. Ella se lavaba las manos. ¿Y todo lo que ellos han hecho por ella? Para que al final no sea a ella a quien deban rendirle honores, era la Tierra. La Tierra siempre fue el principal propósito. Camus sabía que Saori era un arquetipo de la misma, algo que debía representarse. Diosa de la Sabiduría finalmente.

- Acuario va a reinar por 25,000 años la Vía Láctea- dijo Shion trayéndolo de regreso al ahora.

¿Reinar? No tenía ganas de ser monarca. La responsabilidad estaba mellando en su cerebro y por primera vez en su vida, quiso escapar.

Un guerrero siempre escoge sus batallas.

Saori le dedicó una sonrisa conmovedora, como si hubiera hecho algo bondadoso. Cuando todo iba contra su voluntad. ¿Debía seguir? ¿Debía ponerse de pie y seguir?

- No tendrías de que preocuparte si mueres, Camus. - Nunca había escuchado hablar a Saori de aquella manera tan frívola, era como verse en un espejo. Alguna vez se comportó igual con amigos y alumnos― De cualquier manera tu alma ni siquiera es terrestre. Puedes morir en paz y volver a donde perteneces. Esto es una misión que todos los Caballeros Dorados deben aceptar. Es parte de su ciclo astral. Deja las quejas y prepárate.

- ¿A dónde pertenezco? Estas diciendo que soy un alíen o algo similar- Camus perdió la compostura y se enfrentó a la diosa, a la Tierra, al destino que representaba Saori.

- Ahora entiendes porque hay cosas que no se te pueden revelar… Tu cerebro no está preparado. Termina el desayuno, Camus. Aioria vendrá por ti en unos momentos.

Hablaba como si fuese su madre, la profesora del colegio, una institutriz amargada que quería que todo se hiciera en tiempo y forma conforme a sus deseos. Shion seguía inmóvil, bebiendo café como el padre que deja la educación a la madre y se dedica a proveer. A su pesar, comprendió lo que dijo Saori. No estaba listo para entender, pero si para sufrir.

- No vas a morir, Camus, ningún caballero dorado a muerto en este proceso, te lo he dicho. Aunque el dolor será real y crudo.

Shion y Saori se habían puesto de acuerdo para hacerle pasar un mal rato. Ambos compartían la misma mentira, la oscuridad y un placer mínimo por lastimarlo. Eso pensó Camus antes de salir. Ninguno entendió sus sentimientos. Pensó que  se trataba de una lección porque Camus siempre fue indiferente a los sentimientos ajenos… Aún no le perdonaban haber hundido el barco de la mamá de Hyoga. ¿Cómo podía sentirse mal por eso? Camus sólo respetaba sus decisiones porque tenían un motivo real a su juicio. La indiferencia de Saori lo lastimó, su orgullo quedo derrumbado por la misma diosa que protegía, traicionado por la fe.

///

De nuevo, Aioria estaría con él, como lo ha estado desde que empezó todo. El primer día no se separó de él como lo ordenó Shion.  Día y noche a su lado, como una sombra, como una posesión demoniaca, excepto aquel día con Afrodita. Para Aioria también era incomodo, pero obedecía las reglas del Patriarca como a su hermano y a su diosa. 

Se comportaba como un sirviente, un esclavo de lujo que al mismo tiempo fungía como celador. Lo conocía casi nada. Sabía que tenía un ego muy grande y le sobraban espejos en su habitación. En el pasado la muerte de su hermano lo había convertido en un animal salvaje. Su rebeldía molestaba a todos porque no cumplía las órdenes y se regía por su propio código. En la adolescencia se vio envuelto en un par de peleas para defender el honor de su familia. Hasta que aceptó con rabia que no podía ir en contra del sistema y aguantó las ofensas. Con su ego herido se aisló en el templo de Leo y sólo  cuando debía ir a misiones salía. Era engreído y vanidoso, pero en esos momentos, era humilde y servicial. Hablaban muy poco. Camus no encontró que pudieran tener en común. La vanidad de Aioria lo asqueaba y a Aioria la mente fría y calculadora de Camus lo ahuyentaba.

Incompatibles.

Aunque la rueda zodiacal indicara que compaginaban. Los únicos que obedecían a esa regla eran Saga y Aioros y tal vez Shura y Death Mask pero lo dudaba, él último era una avalancha de emociones y neurosis.

Aioria leía un par de hojas que Shion le entregó. Lo había visto leerlas desde que se le dio la orden de acompañarlos a todas partes. No le tomó importancia hasta ese momento que Aioria estaba bastante concentrado y casi sangraba por la nariz por el uso de su masa gris. No es que Aioria fuera torpe, digamos que era lento en aprender la teoría, porque en la práctica se le daban bien las peleas y destruir ciudades.

- ¿Qué es?― preguntó Camus interesado. Se sentó a su lado en las escaleras de Acuario.

- La información cósmica- respondió avergonzado, sus mejillas bronceadas tuvieron un rosa pálido.

Seguía siendo ése mismo niño infantil que para todo preguntaba “¿por qué?” Seguía a Shura y Aioros a todas partes como un perrito sin hogar. A veces conmovía, a veces quería estrellar su cara en la pared para que dejara de ser tan inmaduro.

- Esta bien, entiendo que sea complicado para ti.

- ¿Qué quieres decir? ¡Que soy idiota! - exclamó. Tal vez debía seguir ordenes de servicio y cortesía con Camus, pero su orgullo estaba por encima- No lo soy, es sólo que no comprendo que tengo que ver en esto. ¡Tú eres él que se va a ir al…!-de pronto al darse cuenta de su falta de respeto, Aioria palideció y como si hubiera cometido un gran error, se disculpó inclinando su cabeza.

- Esta bien.

En otras instancias, Camus lo hubiera enfrentado, quizá dos o tres golpes por irrespetuoso pero lo dejo pasar. Aioria estaba asustado, no tanto como él, pero sus ojos tenían un temblor familiar. Camus reconoció que él sí fue una víctima, pobre Aioria, no tiene tanta experiencia en batalla, siempre piensa en otros, cuida niños huérfanos y busca la forma de verse a escondidas con la amazona del Águila. Todo el Santuario lo sabe. Es tan infantil. La culpa siempre la tendrá Aioros.

-  ¿Por qué estoy involucrado?  - lanzó la pregunta al aire, mirando el cielo, esperando que el Sol, su satélite regente, le respondiera. Al menos él sí hablaba con sus astros.

- ¿Por qué Aioria? Shion dijo que el eje emocional del zodiaco está formado por Leo y Acuario. Una relación basada en Calor-Frío. - recordó Camus― Leo necesita razonar sus emociones para que sean posibles y Acuario necesita el fuego de Leo para aproximarse al mundo y participar en él. La Polaridad.

Aioria dejo las hojas en el suelo y miró a Camus fijamente. Algo en él estaba cambiando, su cosmo no se sentía similar al de los otros. Tenía una especie de diamantina alrededor de la armadura y sus cabellos rojos producían un resplandor similar al rubí.

Camus era hermoso.

No encontró otra palabra para describirlo. Sus ojos azules eran profundos y metálicos, de una redondez perfecta. Al mirarlos fue como asomarse a la bóveda celeste y encontrar a Urano rotando sobre su mismo eje. Urano “ουρανός”en su lengua significa cielo. El poderoso Urano esposo de Gea, padre de los Titanes, creador de todo lo que existe.

Urano el firmamento.

Urano el padre primigenio.

Urano y su lluvia de diamantes, que Camus repetía cada que lloraba.

Tenía sentido que Camus guardara Acuario y que Acuario tuviera como satélite regente Urano. En su mente dispersa, Aioria asocio esto con una catástrofe o mucho peor. ¿Y si Camus es Urano? Eso lo convertiría a él mismo en Zeus o en Apolo. Rayos y Sol, elementos que Aioria utiliza como energías primordiales. Confundido volvió a buscar en los ojos de Camus una respuesta pero se encontró con más preguntas.

- ¿Estás bien?- preguntó Camus al notar la palidez de su rostro. El miedo que destiló Aioria era similar al suyo, por eso pudo olerlo- Al menos compartes mi temor. No estoy solo en esto - el león se mantuvo observándolo, encontrando más elementos míticos― aunque tú no tienes nada de qué preocuparte. Quien hará todo seré yo- las mejillas de Aioria volvieron a colorearse. Había algo en Camus que le produjo un sentimiento conocido, algo que sólo sentía con Marín- ¿Tú hermano está preocupado por ti? Supongo que sí… eso hacen los hermanos, eso hace la familia normal. Tú y Aioros son la única familia funcional que conozco y la de Milo. ¿Conoces a las cinco hermanas de Milo? Me desesperan.

Aioria había escuchado hablar de la familia de Milo, su padre era comerciante y tenía cinco hermanas mayores que ciertamente eran alocadas, pero nunca peligrosas y desde hace años no se aparecían. Probablemente ya estaban casadas y con familia. Aioros por otra parte, no sentía temor por la nueva tarea que Shion le encomendó.

- Aioros sabe que estaré bien, confía en mí.

Aunque sabía que nadie estaba preocupado por él, salvo Shion pero era la misma preocupación que tenía una empresa por la salud de su empleado, pues no querría pagar demasiado el seguro. Y Milo, pero la preocupación de Milo era a causa de la costumbre. Si Camus se iba, ¿con quién conversaría, a quien iría a joder, quien más lo soportaría? Milo era egoísta. Aun así estaba agradecido por su amistad. La mayoría le había dado migajas de cariño, por su actitud soberbia e indiferente. El mismo se rodeó de soledad, conviviendo con la capa de hielo que nacía del templo de Acuario.

- Es bueno escucharlo- después de aquella noche con Afrodita no había notado el cambio en él. Las emociones que creyó dispersas e inexistentes se hacían presentes. Estaba cambiando, debió ser… Afrodita también le paso parte de la dulzura y la compasión de Piscis o sólo era el efecto secundario de haber tenido sexo.

En silencio, contemplaron el ocaso. A Aioria le gustaba mucho la vista desde las últimas casas, podía ver el mar azul y el reflejo anaranjado que pintaba el Sol. Fundiéndose en uno. Amaba su tierra porque era tranquila y cálida.

- Grecia es bellísima- dijo Aioria sonriendo.

El francés no podía opinar igual, aún tenía problemas para adaptarse al verano. Su piel pálida seguía pintándose de rojo si estaba mucho tiempo expuesto al Sol. Aunque reconocía que Grecia tenía un viento fresco y noches calmadas. Al menos no corrían almas en pena como en Paris.

Poco a poco cayó la noche en silencio. Las estrellas brillaron y cada una ocupó su posición, formando las constelaciones. Los dos caballeros miraron el cielo estrellado. La bóveda celeste se abrió a su paso, logrando ver la Vía Láctea. Era una postal incierta, magnética y atrayente.

- En unas horas voy a estar ahí- señaló un punto cualquiera- ¿no te parece que la Vía Láctea es como una enorme vagina?- esperaba que al menos Aioria supiera de que estaba hablando.

- Tendría sentido, todos neceamos de una.

Pocas veces Aioria era expresivo con extraños. Ya no era el mimo pequeñín que regalaba sonrisas a todos sin distinción. Ahora guardaba su afecto para privilegiados y por quienes sentía condescendencia. Por Camus sentía mucha y también misericordia. La misma compasión que se le tiene a un inocente condenado a muerte.

- Si no regreso… al menos di que entendí la lección. Ser un amargado no trae nada bueno- Camus tenía un sentido del humor muy agrio, como su persona. Aioria no sonrió.

Las lágrimas de Camus cayeron involuntariamente. Al caer se convertían en pequeños copos brillantes similares a diamantes. Al notarlo Camus los deshizo con sus manos. A veces se sentía como un animal fantástico más que ser humano. Para Aioria tener esa habilidad era impresionante. La comparó con la suya, cargarse de energía bajo el Sol para darle más potencia a sus ataques. Tomaba baños de Sol a medio día cuando sus rayos son más intensos, sentía en su cuerpo la vitalidad que le ofrecía.

Los signos de fuego se alimentan del Sol.

Tal vez por eso Camus era triste, le faltaba la energía solar. Por eso siempre parecía enfermo y de malas todo el tiempo. Aunque en esos momentos era patético, dejándose arrastrar por la nostalgia y la poca fe que tenía en sí mismo. El miedo lo estaba consumiendo, podía sentirlo. Ambos sufrían de ese mal pero Camus estaba al borde de la locura. No demostrarlo, era una de sus habilidades.

Shion le dijo que lo cuidara, que lo siguiera, que le atendiera como sirviente, amigo, amante, criado, padre, hijo, hermano. Shion le ordenó mantener estable a Camus, que no desmoronara. “Mantenlo fuerte. Dale ánimos” fueron sus palabras. Aioria lo hacía siempre en el coliseo, con los aprendices, con Seiya y los demás, a Marin la alentaba a ser mejor día a día. Sabía cómo hacerlo, fue una de las enseñanzas de Aioros. Sin embargo, Camus no necesitaba una palmada en el hombro para hacerle saber que todo estaría bien, ni un equipo de animadores. Camus necesitaba creer. La confianza personal es algo que se quiebra fácilmente. A pesar que Camus era el hombre más seguro y frío que había conocido, estaba hecho un polvo de diamantes. Una paradoja de mal gusto hasta para él.

- Sé que no es mucho o tal vez no sirva de nada, pero…- Aioria dejó caer su mano gruesa y fuerte sobre la mano delgada y fría del acuariano-  estaré ahí. No te voy a soltar, Camus. ¡Lo juro!

Desde niño, Camus no tenía amigos, no creía en ellos. Era un lazo fácil de romper. Milo podía considerarse su único amigo pero a veces se fastidiaba de él porque era temperamental e irracional, casi como Aioria, pero él tenía ese fuego que necesitaba para derretir su apatía. Escuchar su voz sincera y las palabras “No te voy a soltar” lo hicieron creer, confiar. Tal vez por eso lo enviaron a él y no a Shura, Mu o Aldebarán. Era el pequeño Aioria que se había convertido en un león rugiente.

Alguien que sabía cómo hacer arder su cosmos, quemar su signo de fuego para calentar todo el zodiaco. Él era fuego que incendiaba, un fuego que devastaba campos, pueblos. Era más fuerte que Mu y Aioros. El calor de Aioria podía quemar si no se tenía el suficiente cuidado. Camus sintió como su corazón ardía bajo las llamas de una parrilla.

Aioria quemaba.

- Sostendré tu mano. ¡Estaré ahí! Seré tu ancla― su mano se convirtió en garra y apresó sus dedos.

El pequeño león decía aquello como si le hablara a un cachorro, a un niño de diez años. Era sumamente adorable. No se resistió a besarlo. Los labios de Aioria eran cálidos y su aliento también. Ese chico nunca había padecido el frío, ese chico no sabe lo que es necesitar cubrirse de la nieve. Aioria sorprendido aceptó el beso como agradecimiento. La lengua de Camus era fría y serpenteaba en su paladar, parecía buscar algo. El beso llevó a un abrazo. Una ventisca helada agitó los cabellos de Camus y erizó la piel de Aioria. Abrió los ojos confundido por el acto. Sin darse cuenta creó una sutil esfera alrededor de ellos con su cosmo para que no afectara la tormenta de nieve que apareció de la nada. Cubiertos por esa especie de calefacción, miraron atónitos.

- Esto saldrá en las noticias, Camus. Debes detenerlo.

- No lo he hecho yo… pero quiero seguir besándote, tal vez se detenga o la derritas con tu calor.

El segundo beso fue más apasionado, entregándose a la pequeña acción que, para sorpresa de Camus hizo desaparecer la ventisca. Algo diferente percibió el acuario; no era como con Afrodita. Aioria emitía una calidez que le atravesaba la carne y encendía su interior de forma sexual. Sus besos eran lentos y salvajes, dándose tiempo de saborearlo, disfrutaba del contacto, del sabor que tenía su saliva. Instintivamente Aioria quedo encima de él sin dejar de besarlo. Sus manos acariciaban sus mejillas y el cabello. No era la misma sensación que Afrodita le hizo sentir, con él se sintió sumergido, ahogado. Como cuando entra agua por la nariz y crees hundirte en el mar.

Aoria era un volcán, su lava estaba calentando su sangre. Abrió las piernas para que el león pudiera acomodarse. Las armaduras estorbaban pero ninguno de los dos las apartó. Sólo se tiraron a las baldosas a darse besos bajo las estrellas. Nadie los vio, salvo la noche.

Se separaban sólo para tomar aire y mirarse a los ojos y pensar. ¿Qué estamos haciendo? Besar no era delito. Aioria besaba desde que tenía siete años, su primer beso se lo dio Shura, eso porque tenía curiosidad ya que vio a una pareja besarse en Rodorio y no dejaba de joder con lo mismo, hasta que Shura exasperado lo besó. Luego besó a Marin y esos fueron los besos más hermosos que ha tenido. Pero besar era algo tan cotidiano y natural para él, que besaba a Milo, a Shaka, a Shaka más, porque según él le enseñaría distintos tipo de besos para complacer a Marin. Sospechó que Shaka  mentía porque los besos siempre eran los mismos, llenos de sabor a menta y té de limón. Con Milo eran bromas, juegos de hombres, a ver quién no se excitaba, quien besaba mejor.

- Aioria… ¿qué hora es?- preguntó Camus agitado. La piel de su rostro estaba colorada. La temperatura de su cuerpo se había incrementado y el calor que sentía no era normal.

La muñequera de la armadura se abrió un pequeño compartimiento del cual salió un reloj analógico con la figura de un león al fondo.

- Las once y media.

Habían pasado casi una hora besándose y acariciándose superficialmente en las partes donde no cubría la armadura. Aioria se repuso y ayudó a Camus a ponerse de pie. Ambos avergonzados y con sonrisas estúpidas se miraron.

- Tengo media hora para admirar el Santuario y lo que hay alrededor- dijo con resignación Camus.

- No lo creo- fue la triste respuesta de Leo- tenemos que estar a las doce en la bóveda bajo Star Hill.

Camus iba a reprochar algo pero el sonido metálico de las demás armaduras doradas lo hicieron callar. Unos minutos más en el suelo y los hubieran descubierto revolcándose a besos. Los restantes caballeros, excepto Afrodita, subían las escaleras de Acuario. Aioria parecía que también había pensado lo mismo que Camus porque suspiró aliviado. Uno por uno hizo una reverencia y sin decir una palabra pasaron por la onceava casa. Camus se sintió como portero de una empresa al que los empleados dan las buenas noches. Aioros y Milo fueron los únicos que se detuvieron a preguntar su estado, ambos manteniendo una distancia prudente.

Aioros estaba más preocupado por su hermano, era evidente. Milo preguntaba si había comido, si había dormido bien. Estaba consternado pero tampoco podía opinar mucho.

Caminaron a la salida. Camus observó por última vez en varios días el templo frío del aguador. La escarcha en las paredes y sus leves gotitas que caía provocando sonidos huecos que a veces no lo dejaban dormir. El piso se había convertido en una pista de hielo. El techo donde había una hermosa pintura de Gaminides.

Luego cambió su mirada a las escaleras que daban a Piscis. Vio las siluetas doradas iluminadas por la luna, todas en orden, en protocolo. 

Era una procesión.

No había forma de no verlo así. Los siguió sin muchas ganas. Por un momento pensó en congelarlos a todos y tomar a Aioria de la mano y salir corriendo. Sus pensamientos no lo sacaron fuera de la realidad y Milo estuvo a punto de tocarlo, iba a dar un leve golpe en la espalda, pero Aioria se dio cuenta y lo detuvo.

- No te separes de mí, es peligroso dejarte solo- como guarda espaldas, Aioria trabajaba bien.

- Disculpa… no era, yo lo olvide- dijo Milo, su mirada se clavó al suelo y subió de prisa las escaleras a Piscis para alcanzar a los otros.

Aioros caminaba junto a su hermano, como supervisando su trabajo. Después le diría a Shion que su hermano era un gran guerrero que cumplía las órdenes al pie de la letra. Si supiera que su hermano ya nada más iba a cumplir a sus caprichos, no estaría tan feliz. Aún tenía el sabor de sus besos y el aroma de sus cabellos en sus manos.

- Camus, gracias- dijo de pronto Aioros cuando cruzaban la sala del Patriarca quien los conduciría a Star Hill con ayuda de Mu.

- ¿Por qué?- preguntó el pelirrojo.

- Sé que esta misión no es fácil y que pudimos ser cualquiera. Ellos no lo ven así, sólo están molestos y cansados. Viven cosas que no comprenden. Sin embargo, yo creo que eres afortunado- Aioros siempre le pareció un tipo excéntrico y fuera de tiempo, de espacio, de onda como se dice- eres muy valiente. Ten la seguridad que mi hermano cuidará bien de ti. Regresaras con  bien.

Recordaba a Aioros como la mamá de la familia extraña que formaron cuando la mayoría de ellos eran niños. Preparaba la comida, zurcía la ropa, peleaba con Saga por los tiempos compartidos con ellos, pero sobre todo porque fue el único que tomó en serio sus problemas de adaptación con el Sol y los niños. Aioros abogó por el con Shion para un tratamiento, dermatológico y mental. Aioros cuidaba a todos porque era la mamá. No era extraño que estuviera ahí, sonriendo como si nada malo sucediera.

Agradeció de forma elegante, después desapareció, dejándolo a solas con Aioria. Antes de cruzar el pasillo de la sala patriarcal. Aioria lo besó rápido y profundo. Depositando en ese acto el valor del león, la fuera del sol, el coraje del fuego y pudiera enfrentarse a lo que vendría.

Continuará…

Notas finales:

Al ser mi último fic me está gustando a mí como queda. Gracias 


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