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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del fanfic:

 

 

Notas del capitulo:

 

¡Hola!

 

Si estas leyendo esto,  ¡Muchas gracias por la oportunidad! Es la primera vez que publico en esta categoría y pues estoy muy emocionada. El AhoBaka es mi segunda pareja favorita no de Kuroko no Basket, si no que de todos mis Shipps. Tenía mis dudas acerca de si publicar porque, bueno, no tengo una autoestima por los aires. Pero el fic en mi cabeza me super emociona y quiero poder escribir para ustedes. Quiero llegar hasta el final. 

Los personajes son propiedad de Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos, dos mil disculpas. Revise el doc como cien veces pues quería que quedara lo mejor posible, pero soy medio despistada y ciega, así que más de algún par de errores se me habrán pasado.

Sin más que decir excepto que, espero de todo corazón que el prólogo sea de su agrado, los dejo leer.

 

UNKNOWN

—Capítulo 1—

Prólogo

 


—Taiga —la melodiosa y suave voz de su hermano le llamo.

El peli-rojo, quien se encontraban sentado junto a la ventana contemplando la lluvia torrencial que comenzaba a caer al otro lado de esta, giro unos segundos para observar el rostro afligido del peli-negro, le sonrió, luego volvió la vista hacia la ventana y la tempestad.

—Si en verdad no quieres, sabes que puedes negarte.

—Lo sé, Tatsuya —suspiro hondamente sin voltear a verlo—. La verdad es que lo he pensado mucho. El negarme. Pero no lo haré.

—Tu padre tendría que entender. No puede obligarte si no quieres.

—El trato ya esta hecho. Ya acepte —un destello iluminó la habitación, la cual hasta ese momento había permanecido en penumbras, seguido de un fuerte estruendo que hizo vibrar el vidrio de la ventana—. Aunque pensé en escapar —susurro apenas.

De no encontrarse en completo silencio la habitación, luego de tan estruendoso relámpago, quizá Tatsuya no hubiera escuchado la declaración de su hermano, pero lo hizo. Aunque tampoco era como si fuera capaz de juzgarlo. Él mismo querría escapar si se encontrara en la misma situación que Taiga.

—Pero, ¿sabes? —el peli-rojo retomo la palabra—. No todo es tan desolado como parece. Kiyoshi es un… buen chico.

—Te conozco, Taiga. Para ti no es suficiente que sea un buen chico —Tatsuya camino hacia su hermano y se inclino para abrazar el cuello de este por detrás—. Si de verdad quieres escapar, yo te ayudare —susurro contra su oído.

Taiga negó con la cabeza.

—Ya lo he decido. Lo medite mucho y… esta bien.

«¿Lo decidiste? —el peli-negro río amargamente—. Realmente ese maldito no te dio más opción, ¿verdad, hermano?».

Tatsuya apretó el agarre que mantenía sobre el peli-rojo. Le dolía tanto la situación en la que se encontraba. Maldita la hora en la que el padre del peli-rojo había acordado tan estúpido trato. ¿Qué pensaba que Taiga era? ¿Un objeto al que podía usar a su conveniencia? ¡Que hombre más despreciable!

¿¡Como se atrevía!?

Y pensar que hacia tan solo unas semanas el sujeto había recordado que tenía un hijo luego de años de ausencia, siendo una sombra o una silla vacía, solo para poder utilizarlo en agrandar más la maldita fortuna que tenía. Solo eso le importaba. ¡Solo el maldito dinero! Tatsuya recordaba, con total desprecio, la llamada de Taiga hacia dos semanas atrás, contándole que su padre había ido a visitarlo y pasado junto a él todo el día. El chico tenía tanto tiempo sin ver a su progenitor, que le hacia mucha ilusión que fuera verlo y la pasaran tan bien.

El peli-negro sinceramente se alegro por su hermano. Él, al igual que Taiga, esperaba que la relación entre ellos mejorara. Y parecía que así sería, pues el chico le había llamado durante una semana completa, contándole muy alegre como poco a poco la relación padre/hijo que antes creía perdida, regresaba y con más fuerza que antes.

—¡Fue a verme jugar Básquet! ¿¡Puedes creerlo!? —le dijo aun incrédulo, en una de esas tantas llamadas—. Incluso anoche me llevo a ver el encuentro de los Warriors y los Rockets desde primera fila. ¡Ver a Stephen Curry encestando desde la línea de los tres puntos, simplemente verlo encestando es... es… aahh! ¡Es sensacional! ¡El juego de ese hombre es de otro mundo! Sin olvidar mencionar a Kevin Durant, claro, él es un grandioso basquetbolista. Ah, pero por supuesto, ¡Tampoco olvidemos a James «La barba» Harden! El dúo que forma con Chris Paul es simplemente fantástico.

Tatsuya podía imaginarlo: ojos brillosos, sonrisa resplandeciente, desparramado en la cama abrazando su almohada y muy feliz de la vida. Le hubiera gustado verlo en ese momento. Pero, lastimosamente, Tatsuya se encontraba fuera del país, en Japón. Pues desde hacia un par de años residía en dicho país. Mientras su hermano permanecía en Estados Unidos. Pero entonces luego de ello las llamadas cesaron, y para Tatsuya no fue difícil el suponer que el padre de Taiga había vuelto a romper el corazón de su hermano. Sin embargo, no espero la noticia que el peli-rojo, luego de cinco días sin saber de él, le contó.

El peli-negro no perdió tiempo. Le importo poco perder alguna asignatura en la Universidad, pues en el mismo instante en que escucho la apagada voz de Taiga al otro lado del celular, tomo sus cosas y se marchó en el primer vuelo disponible hacia Estados Unidos.

Cuando observo el semblante de su hermano, al momento de abrirle la puerta de su apartamento, no pudo odiar más a ese despreciable hombre que decía ser su progenitor y se sentía con el derecho de utilizarlo como más le conviniera. ¡Maldito y mil veces maldito!

—No lo hagas, Taiga —el peli-rojo sonrió suavemente. Levantó sus manos y acaricio los brazos de su hermano.

—Gracias por preocuparte.

—¡Maldición, Taiga! —Tatsuya no pudo más. Deshizo el contacto solo para alejar la silla de la ventana y poder plantarse frente al chico—. Eres un crio —susurro con pesar—, puede que parezcas un tipo de veinte e incluso seas más alto que yo pero… solo tienes diez y siete.

El peli-rojo hizo una mueca, ofendido.

—No es que tu seas un adulto tampoco.

—Al menos ya estoy en la Universidad… tú ni has terminado el Instituto. ¿Qué va pasar con tus estudios? ¿No dijiste te apresurarías a terminarlos para luego dedicarte por completo al Básquet? ¿¡Vas a Dejar el Básquet también!?

—Sabes que los estudios nunca han sido lo mío. Igual dudaba mucho que pudiera terminar el Instituto —Tatsuya le dio un golpe en la cabeza, por lo que el chico se quejó y acaricio la parte afectada—. De todos modos —prosiguió—, podre continuarlos en Japón. Kiyoshi dijo que jamás me exigiría el no retomarlos. Y que definitivamente nunca me obligaría a dejar algo que me apasiona.

El peli-negro observo, con pesar, la expresión de su hermano. Un chico de su edad no debería mostrar un semblante tan triste.

—Dime, ¿al menos te gusta?

Taiga sonrió con un poco de amargura.

—Me gusta.

—¿De verdad? —El de ojos grises cuestiono con incredulidad y tristeza.

El peli-rojo asintió.

—Es amable.

Tatsuya suspiro comprendiendo. A Taiga ese chico definitivamente no le gustaba. Puede que le agradara como amigo, pero jamás en sentido romántico. Solo estaba tratando de engañarse para que la situación fuera más fácil de afrontar. Podía verlo en sus ojos. Taiga no quería hacerlo.

—¿Y que piensa el tal Kiyoshi de todo esto? —poso las manos sobre los hombros de su hermano, acariciando suavemente sobre la tela—. ¿Esta de acuerdo o lo están obligando igual que a ti?

Taiga desvío la vista hacia un lado.

—Nadie esta obligándome —Tatsuya hizo una mueca—. Esta de acuerdo.

«¡Malditos!». El peli-negro grito internamente. Por supuesto que el chico, Kiyoshi, no podía estar de acuerdo con un trató tan absurdo. 

—No lo hagas —insistió.

—Ya esta decidido.

—Taiga —susurro.

Su hermano volvió la vista hacia él, gris y rojo se ensancharon por largos segundos. Taiga negó con la cabeza. Tatsuya observo en sus irises la resignación, pero también el miedo que tenía. El peli-negro conocía muy bien a su hermano, sabia lo terco que podía llegar a ser, y también que siempre pensaba en otros antes que él mismo. Esa era una de sus cualidades… y uno de sus peores defectos. El padre del chico lo sabia y lo había utilizado a su favor. ¿Qué sarta de mentiras le habrá dicho? ¡Maldito infeliz! Tatsuya estaba seguro que lo había manipulado con algo. En su comportamiento anterior a soltar la bomba, estaba haciéndolo ya: Las visitas, el comportamiento agradable, el ir a verlo jugar, el llevarlo a ver el encuentro de Básquet; todo fue una maldita mentira para tenerlo donde lo tenia en ese momento. En la palma de su mano. Así que el de ojos grises tenía la seguridad que había utilizado un tema en especifico, para terminar de rematarlo y que

Taiga no se negara a cumplir el maldito trato.

Pero, ¿de que iba?

¿Qué fue lo que le dijo?

Lo medito durante un momento mientras continuaba observando los rubíes que Taiga tenía por ojos. Entonces la respuesta llego a él en una serie de recuerdos. Parpadeo repetidas veces volviendo a la realidad, encontrándose la extrañada mira de su hermano. Lo contemplo durante un instante.

«Por supuesto», pensó. ¿Que otra cosa podía ser si no?

—Hablo de tu madre, ¿verdad? —Más que pregunta, fue una afirmación.

Taiga expandió los ojos por la impresión. No esperó que su hermano pudiera deducirlo tan rápido. Aun que tampoco era una verdadera sorpresa, Tatsuya era muy listo.

Suspiro, y con ese acto le dio la confirmación el peli-negro.

—No importa lo que me digas… no cambiare de decisión.

Tatsuya separo los labios, dispuesto a darle tremendo discurso y soltar todas las despreciable cosas que pensaba sobre el maldito hombre que su hermano tenia por padre, y lo tonto que estaba siendo el chico por aceptar esa tontería. Sin embargo, al final solo suspiró.

—¿Estas completamente seguro de esto?

El menor no respondió de inmediato. Abrió la boca para hablar, pero Tatsuya pudo observar claramente como le temblaron los labios.

—L-Lo estoy —dijo al fin—. Voy a casarme con Kiyoshi.

Su hermano no dijo nada, simplemente abrazo al menor por los hombros. Taiga correspondió de inmediato.

—Observa por el lado bueno —dijo el peli-rojo—, no tendrás que cruzar un océano cada vez que quieras visitarme.

—De ninguna forma le voy ver un buen lado a que te obliguen a casarte sin amor.

Tatsuya sintió como el agarre de su hermano tomo más fuerza, y al mismo tiempo se volvió débil.

—N-No quiero ha-hacerlo —susurro. La voz le tembló, al igual que todo su cuerpo lo hacia. El peli-negro iba a decir algo al respecto, pero Taiga continuo hablando—. No quiero hacerlo pero… lo haré. No cambiaré de decisión.

Tatsuya se mantuvo en silencio mientras continuaba aferrándose al cuello de su hermano. Taiga era muy terco, pero para ello lo que dijo su padre tuvo que haberle impactado demasiado. Maldito.

—Esta bien —acepto el peli-negro con pesar. Deshizo el contacto solo para poder observarlo a los ojos por las siguientes palabras que diría—. Pero… si cambias de opinión después y quieres escapar, sabes que cuentas con mi ayuda.

Taiga sonrió agradecido.

—Claro que lo sé.

 

~•§•~

 

Hyūga veía, con una fuerte presión en el pecho y un nudo en la garganta, como el hombre que amaba se arreglaba la corbata, como se preparaba para alguien que no era él. 

Ah, lucía tan guapo en ese traje negro, y se veía tan sexy con su cabello peinado hacia atrás.

—Odio esta cosa —Kiyoshi dijo, sus dedos enredados en la tela.

Junpei sonrió con tristeza antes de dar un bufido y negar con la cabeza.

—Eres un desastre —se acerco hacia él y tomo la corbata entre sus manos.

Deshizo el enredo que Teppei había hecho y procedió a anudarla como era debido, luego de ello se permitió acomodar bien su cuello y alisarle el traje.

—Al menos espero que ese chiquillo pueda anudarla para ti cuando estén casados —susurro.

—Si no, igual te tengo a ti para ello.

Hyūga golpe el hombre del castaño con su puño.

—Idiota, eso sería mal visto.

—¿Por qué? —Cuestionó divertido mientras acariciaba su hombro. Eso había dolido—. Eres mi mejor amigo.

El de anteojos clavo su verde mirada en él. Claro, mejores amigo. Eso eran lo único que ellos eran, aunque Hyūga desde hacia años anhelaba ser algo más con Teppei.

Cuando el castaño le contó la maravillosa, funesta, noticia de su boda, sintió como si una aplanadora estuviera pasándole por encima: comenzando desde sus pies hasta poco a poco sacarle los órganos por la boca. Él, quien durante años había amado al castaño y aun conservaba la esperanza de tener alguna oportunidad, había perdió contra un chiquillo hijo de papi.

Kiyoshi siempre hablaba de formar una linda familia, tener hermosos hijos y consentirlos amorosamente. Más sin embargo, esto parecía difícil pues, extrañamente, las parejas que había tenido anteriormente terminaban con él al poco inició de su relación, otras parejas simplemente se esfumaban y el castaño jamás las volvía a ver. Kiyoshi creía que las espantaba al ser tan cariñoso.

No es que ahora su matrimonio pactado le hiciera ilusión, pues Junpei podía ver en sus castaños ojos, que se negaría si tuviera opción, pero al menos trataba de ver el asunto por el lado bueno. Y, en realidad, estaba molesto con Teppei por ello, porque tenia la opción de negarse y no lo hacia. No lo hacia porque sus padres habían muerto en un accidente hacia tanto tiempo atrás, y su abuelo era toda la familia que le quedaba. El hombre se hizo cargo de él cuando era un niño, le dio todo para convertirlo en el hombre que era. Por lo que Kiyoshi sentía que debía devolvérselo de alguna forma.

Por ello, cuando su abuelo le hablo del tracto, con mucha ilusión, Teppei acepto de inmediato.

Hacia un mes que esto se acordó, hacia un mes que Hyūga se sentía muerto en vida, hacia un mes que el castaño trataba de engañarse a así mismo diciéndose que al fin tendría lo que había querido siempre.

Una familia.

El de anteojos había querido gritarle que podía tenerla sin tener que casarse sin amor. Que dejara de engañarse que, con el tiempo, ese sentimiento crecería hacia su chiquillo esposo. ¡Que lo tenia a él! ¡Que podía darle los hijos que quisiera! Pero, claro, Hyūga solo era su mejor amigo. Y Kiyoshi era tan idiota como para nunca haberse dado cuenta que el de ojos verdes había olvidado ya la última vez que pensó en él como un amigo.

¡Carajo! Sentía tantas ganas de interrumpir esa boda. Pero algo le decía que no serviría de nada. Kiyoshi ya lo había decido e incluso él podía ser terco cuando quisiera. Junpei incluso había pensado en deshacerse del crio. Tuvo unas cuantas ideas y entre ellas estaba el atropellarlo accidentalmente con una segadora de trigo; pedirle que le enseñara a cocinar, porque para su mala suerte el chiquillo era muy bueno en ello, y que accidentalmente se muriera al desagarrarse la garganta de lado a lado con un cuchillo, o que accidentalmente se envenenara con veneno para ratas por confundirlo con un condimento.

Pero no lo había hecho porque, ¡demonios! Cuando conoció al tal Taiga, hacia tres semanas atrás cuando llego a Japón, observo que tan ilusionado estaba. Si claro, ilusionado. Un vistazo le basto para darse cuenta lo feliz, amargamente infeliz, que se encontraba por su boda. Hyūga había sentido un poco de lástima, y sus instintos asesinos se esfumaron en un 50%.

Pero, al ver a Kiyoshi en ese momento, ese 50% regreso.

—Después de todo, sería mejor que me deshiciera de él —susurro sin darse cuenta.

—¿Qué? —Teppei clavo sus ojos en su amigo, a la vez que una sonrisita divertida escapaba de sus labios. Ahí estaban Hyūga y sus planes para sabotear su boda, porque según el peli-negro, era su deber como mejor amigo impedir que cometiera una estupidez. Ya lo había escuchado en varas ocasiones.

«Sin novio no puede haber boda, ¿o sí?». Le había dicho, junto con su discurso de que para ello estaba él como su mejor amigo. Pero, claro, Kiyoshi había utilizado sus palabras contra él. «Exactamente por ello jamás permitiría que fueras a la cárcel por mi culpa, eres mi mejor amigo». Había respondido, pero el de anteojos contrataco. «Si es por ti, no me importaría».

—Eres el mejor, Hyūga —le dijo, desconcertando un instante al de ojos verdes, luego lo abrazo por el cuello. Junpei forcejeo un momento, intentando alejarse del tacto del castaño. Quemaba, incluso sobre la ropa, el tacto de Kiyoshi quemaba. Quemaba de una forma deliciosa y dolorosa a la vez—. Gracias —susurro contra su oído—. Muchas gracias por preocuparte. Pero no necesitas asesinar a nadie, yo estaré bien.

Al escuchar su triste voz, Hyūga pensó que definitivamente necesitaba volverse un criminal.

Sus forcejeos perdieron fuerza, y pronto se encontró aferrándose a la espalda de Kiyoshi como si no hubiera un mañana. Lo amaba tanto, y le dolía el alma al ver que era apartado de su lado. Estaría bien si al menos Teppei estuviera feliz. Pero no lo estaba.

¡No lo estaba, maldita sea!

—¿Siendo infiel desde ya, Kiyoshi? —una risa burlona llego a sus canales auditivos.

Deshicieron el abrazo y dirigieron la vista hacia el lugar de donde provenía esa odiosa voz. Hanamiya Makoto los observaba recostado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y esa molesta sonrisa en sus labios.

—¡Oh! ¿Quién lo diría? O—sus gruesas cejas se alzaron en sorpresa al ver de arriba hacia abajo al castaño—. Incluso un mono como tú, puede verse bien el día de su boda —le dirigió una mirada ponzoñosa a Hyūga.

Era gracioso verlo sufrir tanto ante dicha situación tan lastimosa. Lastimosa para Hyūga, claro. Porque a Makoto no podía importarle menos que el idiota de Teppei fuera a casarse.

—Lamento tanto interrumpirlos —definitivamente le encantaba—, pero tu abuelo esta solicitando tu presencia, Kiyoshi.

El castaño asintió, y luego de devolverle los cabellos a Hyūga de forma cariñosa, se marcho de la habitación en la cual sólo quedaron Junpei y Makoto.

—Debe ser muy doloroso, ¿no? —Hanamiya suspiro con pesar—. No puedo imaginar lo que estas sintiendo. Lo que esta sintiendo él al ser obligó a casarse sin amor —su mirada reflejo tristeza.

Hyūga le dirigió una mirada fulminante.

—¿Cuál es el punto de fingir que te importa? Tu y yo sabemos que estas disfrutando esta situación.

—No te atrevas a juzgarme sin conocer los motivos de mis acciones —el de anteojos arqueo una ceja, un tanto intrigado—. Lo creas o no, él me importa. Y tu pareces a punto de ponerte llorar y gritarle que lo amas. ¿Puedes imaginar el shock que supondría el enterarse el día de su boda, que su mejor amigo siempre estuvo enamorado de él?

Junpei sonrió con ironía.

—Acabas de sugerir que estábamos poniéndole el cuerno al chiquillo ese, Taiga.

Makoto negó con la cabeza.

—No entiendes Hyūga… Kiyoshi sabe que no nos llevamos precisamente bien. Sabe que suelo molestarte, molestarlos a ambos —El oji-verde creyó captar cual era el punto de ese extraño chico—. No importa lo que yo sugiera, él se lo tomara en broma. Si piensa que es una tontería, no hay posibilidades de que lo descubra. No sufrirá por hacerte sufrir. Suficiente tiene con casarse para complacer a su abuelo.

Hyūga lo medito, estudio el semblante de Hanamiya y aunque le resultaba un tanto surrealista, decidió darle el beneficio de la duda al de cejas gruesas.

—¿Lo dices en serio? ¿Realmente te importa Kiyoshi?

El chico le sonrió dulce y suavemente. Sonrisa que poco a poco se deformó hasta convertirse en una mueca de burla y diversión.

—¡Por supuesto que no, idiota! —Una fuerte carcajada salió de sus labios—. ¡Lo sugiero con toda la intensión de que el imbécil se de cuenta de un vez y se sienta completamente miserable por su estupidez!

¡Claro! ¡Por supuesto! Como si a Hanamiya Makoto fuera a importarle alguien que no fuera él.

—Bastardo.

—Gracias.

—No es un alago.

Makoto le regalo su mejor sonrisa burlona y divertida.

—Lo sé.

Y antes de que Hyūga respondiera algo, el chico dio media vuelta y se largo por donde había llegado. El de anteojos continuó escuchando su asquerosa risa mientras se alejaba por el pasillo.

Al encontrarse al fin solo en esa habitación, Junpei se permitió suspirar hondamente. Tenía tantas ganas de llorar ese día. ¡Ni siquiera quería estar ahí! Pero sabia que no podía hacerle eso a Teppei.

Su pecho dolía y ese enorme nudo en su garganta no desaparecía. ¿Qué debía hacer? Realmente sentía la necesidad de impedir que dicho matrimonio se llevara a cabo, pero sabia que, aunque lo intentará, sus esfuerzos serian inútiles. Lo más que lograría seria atrasar su tormento. Seguramente lo echarían a la calle y lo ultimo que vería seria la expresión dolida y agradecida de Teppei. Dolida no por querer interrumpir su boda, si no por haberlo intentado y no haber logrado su cometido. Y agradecida por apreciarlo tanto como para arriesgarse a cometer dicho acto... por querer ayudarlo hasta el final.

Junpei lo sentía, cada vez que veía los castaños ojos de Teppei, que si incluso este le decía que no debía hacer nada pues él estaría bien, esperaba que sucediera algo, cualquier cosa, y que la boda no se llevara a cabo ni en ese momento ni en ningún otro más adelante.

El peli-negro quería ayudarlo pero, ¿cómo?

Las lágrimas ardían detrás de sus ojos y estaba haciendo un gran esfuerzo por no gritar hasta destrozarse la garganta. ¿Por qué? ¿Por qué las cosas tenían que darse de ese modo? Por fin, una lágrima escapo de su verde mirada. El recorrido sobre su mejilla se sintió como una suave caricia y, a la vez, como si ácido fuera vertido en su piel.

Dolía.

Dolía demasiado.

Camino hacia el cuarto de ducha y cerro la puerta con seguro detrás de él. Apoyo la espalda contra el pedazo de madera y, sintiendo como sus fuerzas escapaban a cada instante, se deslizó hacia el suelo. Flexiono sus piernas, se abrazo a ellas y escondió el rostro entre el hueco que formaban sus extremidades. Hyūga ya no podía luchar más contra lo que sentía. Era demasiado difícil fingir que estaba molesto por que su amigo estuviera siendo obligado a casarse, y no porque ese mismo chico, quien lo llamaba mejor amigo y depositaba su confianza en él, era el amor de su vida y el alma se le destrozaba al saber que, a partir de ese día, definitivamente ya no podría tener ninguna oportunidad de saberlo y saberse suyo.

Mientras las lágrimas resbalan sobre su piel, dejando un fuerte ardor por donde pasaban, el cuerpo de Junpei temblaba gracias a los espasmos producidos por sus sollozos contenidos.

—Quizá si debería deshacerme de él.

Fue un débil susurro que resonó en la pequeña habitación al, esta, encontrarse en completo silencio.

 

~•§•~

 


Tatsuya estaba un tanto preocupado.

Desde hacia una media hora, quizá más, que la ceremonia debía comenzar, pero esta no había modo de que iniciara. Esto gracias a que Taiga aun no terminaba de prepararse.
Sinceramente, el peli-negro no le creía absolutamente nada. No quería dejarlo entrar, a nadie de hecho, pero Tatsuya estaba seguro que su hermano estaba listo desde hacia mucho. Incluso lo había despachado del pasillo, por lo que el chico del sexy lunar bajo su ojo se encontraba, impaciente y preocupado, en el lugar que se le había asignado en las sillas dispuestas frente al altar.

—Muro-chin, ¿Aun no repartirán el pastel? —La atención del peli-negro se vio arrastrada hacia otra dirección. Sus ojos buscaron al dueño la voz, un tanto aburrida, que había hecho tal pregunta.

Sonrió al ver el casi puchero en los labios de su acompañante.

—Aun no, Atsushi. Primero tiene que acabar la ceremonia.

—¿Y cuando comenzara?

—… No lo sé.

El oji-gris giro en su lugar, y clavo la vista en la ventana del segundo nivel de la pequeña mansión, propiedad del abuelo del tal Kiyoshi, y donde se suponía Taiga debía estar.

Tatsuya no estaba preocupado porque la ceremonia no comenzara, eso era lo de menos. Entendía que, aunque su hermano estuviera dispuesto a seguir con el matrimonio hasta el final, quisiera retrasarlo lo más que pudiera. Lo que al peli-negro realmente le interesaba, era el hecho de que lo había mandado lejos de él, que no le permitiera estar a su lado y reconfortarlo.

¿Por qué?

Taiga sabia que podía contar con su apoyo incondicional.

—Muro-chin, ¿puedo comer una bolsita de frituras? —el oji-gris sabia que Atsushi guardaba un par de golosinas en los bolsillos de su saco negro—. Tengo hambre.

¿Cómo era posible que un chico de casi veinticinco años pudiera mostrar un puchero tan lindo? Tatsuya tenía cierta debilidad ante los ojitos de perrito mojado que Atsushi solía hacer cuando tenia hambre y no lo dejaban comer nada.

—No puedes, Atsushi —sonrió ante la expresión de dolor que se dibujo en la mirada de su acompañante.

Al de cabellos morados no le quedo más opción que suspirar resignado. Solo esperaba que no tardara demasiado el comienzo de la ceremonia. Él bien podría sacar las golosinas que guardaba y devorarlas en un instante, era solo que Muro-chin dijo que no entonces… era extraño, pero a Murasakibara no le gustaba llevarle la contraria. El peli-negro siempre era muy amable con él y le agradaba mucho eso.

Se encorvo en su lugar y recargo sus codos sobre sus rodillas, a la vez que utilizaba sus palmas como apoya a sus mejillas. Pero entonces, una mano extendida se poso justo frente a sus ojos, en ella se encontraban unos caramelos Nerunerunerune. Al dirigir la mirada hacia el chico junto a él, este le regalo una dulce sonrisa.

—Muro-chin es el mejor —Atsushi aceptó con gusto los caramelos y no perdió tiempo en llevarlos hacia sus labios.

En efecto, Tatsuya tenia cierta debilidad por Murasakibara Atsushi.

La mirada de Himuro se lleno de ternura al observar la expresión de felicidad en el rostro de su Jefe. Porque, puede que Murasakibara no lo aparentara, pero era un gran Chef de repostería dueño de su propio negocio, y Tatsuya trabajaba en este. Aunque, más que mantener una relación Jefe/Empleado, ellos dos eran muy buenos amigos.

—Luego de que termine la ceremonia, te prometo que podrás comer todo lo que quieras.

—Okay~.

Con esa promesa, Atsushi podía esperar un poco más.

Fue en ese momento en el que observo como los invitados prestaban atención hacia el inicio del camino hacia el altar. Oh, así que ya era hora. La prisión su seria la vida de su peli-rojo hermano estaba apunto de cerrarse con candado. Ya no había marcha atrás. Himuro quiso voltear a ver a su hermano, pero estaba en tanto desacuerdo con lo estaba por suceder, que no podía ver a Taiga a los ojos en ese momento. Centro la vista en el frente, el altar, Kiyoshi parecía más que nervioso.

Sinceramente, Tatsuya creía que era, como Taiga había dicho, un buen chico. Si se hubieran conocido en otras circunstancias quizá y hubieran podido ser amigos. Pero el peli-negro simplemente no podía verlo con buenos ojos sabiendo que por no negarse, Taiga estaba pasando por ese momento. Entendía que no toda la culpa recaía en él, pues su hermano tampoco se había negado… pero no podía solo sonreírle y ser amable, sabiendo que iba a quitarle la inocencia a Taiga.

—Si Muro-chin me lo pide, puedo aplastarlo —Murasakibara era consciente de que Kiyoshi no era del agrado de su peli-negro amigo. Y si no lo era de Tatsuya, tampoco lo sería del suyo.

Himuro no pudo evitar esbozar una suave sonrisa, aun con la vista clavada en el frente.

Estaba dispuesto a responder, pero justo en ese momento la mirada y postura nerviosa de Kiyoshi cambio. Ahora su expresión mostraba desconcierto mientras observaba hacia el lugar donde se suponía debí ingresar Taiga. Tatsuya cayo en la cuenta entonces, de que su hermano aun no había ingresado. Rápidamente giro sobre su lugar, que era justo al lado de la alfombra de flores que era el camino por el cual el peli-rojo debía cruzar, y busco al chico con la mirada. Espero ver a Taiga, pero en su lugar vio a un chico peli-negro de cejas gruesas, Hanamiya Makoto si la memoria no le fallaba.

El chico hizo el recorrido hacia el altar, para desconcierto de todos los presentes quienes esperaban fuera Taiga quien lo hiciera. Himuro observo la espalda del chico mientras este llegaba hasta Kiyoshi, se plantaba frente a él y le extendía la mano entregándole algo, una hoja de papel alcanzo a ver el oji-gris.

Todos permanecieron expectantes mientras el castaño novio leía lo escrito en esta. Cuando finalizo la lectura, tardo unos segundos aun con la vista en el pedazo de papel. Se veía desconcertado y, vagamente, un tanto feliz. Entonces al fin levanto la mirada y observo al chico que le había llevado la nota. Y luego, mientras Tatsuya lo observaba directamente, sus ojos grises se encontraron durante unos segundos con los castaños de Kiyoshi.

Himuro se levanto e impaciente, fue directo hacia Teppei.

—¿Qué sucede? —se apresuro a cuestionar al llegar junto a él.

Kiyoshi no respondió, sin embargo, extendió la mano entregándole la escueta carta que Hanamiya le había llevado.

El oji-gris observó la caligrafía… era la letra de Taiga. No perdió tiempo, se apresuro a leerla:

 

«Estaba dispuesto a llegar hasta el final. Lo había aceptado. Di mi palabra y pensaba cumplirla pero… no puedo.

Lo intente, de verdad lo intento, pero después de todo no puedo hacerlo».

 

Tatsuya permaneció unos segundo en shock, asimilando las palabras plasmadas, antes de estrujar el papel entre sus manos y dirigir la mirada hacia Makoto.

—No hay señales de él —respondió el chico a la pregunta silenciosa.

El oji-gris observo la arrugada carta que permanecía en sus dedos. ¿Por qué? ¿Por qué Taiga había hecho una cosa así sin decirle absolutamente nada? ¿Por qué no había confiado en él aún sabiendo de sobra que podía hacerlo? ¿Qué no eran hermanos? Tatsuya estaba desconcertado. Desconcertado y dolido.

—Muro-chin, ¿qué sucede? —la mano del peli-morado se poso sobre el hombro del susodicho.

Himuro tardo unos segundos en responder, su mirada aun en el pedazo de papel ahora arrugado.

—No habrá ceremonia alguna, Atsushi.

—¿Por qué?

Un hondo suspiro salió de los labios de Tatsuya antes de que sus grises irises buscarán los morados de Atsushi.

—No habrá ceremonia porque mi hermano ha escapado.

El peli-negro hubiera querido decirlo con una sonrisa, pero la sensación ácida en la garganta se lo impidió. Se lo había dicho, Tatsuya le había dicho a Taiga que si al final quería huir, que él podría ayudarlo.

Entonces, ¿Por qué Taiga no había confiado en él?

 

 

Notas finales:

Y eso fue todo.

¿Que tal?

¿Que les pareció?

¿Les gusto?

Yo espero realmente que sí. 

Si así fue, pueden hacérmelo saber por medio de un lindo review. Yo lo leere y responderé con mucho gusto. Saber las opiniones de los lectores siempre es hermoso.

Una vez más,  muchas gracias por la oportunidad. De verdad esperó que les haya gustado y quieran continuar leyendo.

Besos y abrazos, que Raziel los cuide.

Bye.

 

 


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