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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.


AL FIN, CHICOS, LA ESPERA AL FIN TERMINÓ.


SDFLJSÑIES OH, MIÉRCOLES, NO VOY A DECIR MUCHO AQUÍ, PERO ME GUSTARÍA QUE LEYERAN LAS NOTAS FINALES.


Solo quiero decir que mi cerebro está seco en este momento, y que en serio me esforcé mucho en este cap.


Gracias a quienes me siguen leyendo hasta ahora, en serio me hacen muy feliz.


Tadatoshi Fujimaki-sama. Si llegan a ver errores péguenme porque junto con RED (Hermosa, bella, preciosa), lo revisamos. Espero y no se me haya pasado nada.


Sin más que decir excepto que, espero de todo corazón que el cap les guste, los dejo leer:

UNKNOWN


—Capítulo 21—


Tiempo a solas


3ra. Parte


 


 


—Cerecita —Aomine le dijo, viéndolo directo a los ojos sin perder ese brillo depredador. Al igual que había hecho el peli-rojo, Daiki se acercó a su oído—. ¿Vamos a mi habitación? —Más que una pregunta era una súplica desesperada, «Por favor, vamos».


En su voz se podía sentir sus ansias, pero sobre todo el deseo que desbordaba.


Fresita se sentía tan abrumado que lo único que pudo hacer como respuesta fue aferrarse a su cuello con fuerza y besarlo una vez más. Él también estaba desesperado y ansioso.


Tomando sus acciones como definitivamente una afirmación, Daiki dobló un poco sus rodillas, cortando el beso, para así poder tomar al peli-rojo de los muslos y alzarlo en el aire. Este solo se dejó hacer, sujetándose fuerte de su cuello y enredando las piernas en su cintura para no caer, aunque no es que Aomine fuera a soltarlo.


 Él era en realidad muy fuerte.


Avanzó, adentrándose en la casa con el chico de cejas raras enroscado a su cuerpo, empapándose un poco más la ropa con cada segundo que pasaba. Aomine podía sentir sus nervios contra su piel. Se abrazaba con fuerza a su cuello y su corazón latía de prisa, incluso temblaba un poco. Era cierto que ambos lo querían, oh, y vaya que había quedado muy claro que los dos estaban ansiosos por lo que ocurriría en la habitación…


Pero no era como si pudiera evitar los nervios.


Daiki le acaricio la espalda con cariño, susurrando contra su oreja.


—Sabes que no voy a hacer nada que no quieras.


Cerecita tardó unos segundos en responder.


—Lo sé —Su voz se escuchó amortiguada por estar pegado contra su hombro—. Confío en ti.


El peli-azul sonrió de medio lado y luego beso el hombro del chico en sus brazos.


Atravesaron rápido el jardín y luego la sala, Aomine casi pudo haber subido los escalones de tres en tres, pero si por alguno motivo llegaba a resbalar por la emoción y ambos terminaran desparramados al final de las escaleras, sería algo muy patético, además de estúpido. Y Daiki no pensaba arriesgarse. Subió con normalidad, pero con ansias cada escalón, el corazón de Cerecita no era el único que latía como loco dentro de su pecho.


Sin embargo, al llegar al final de dichas escaleras, se topó con una sorpresa que definitivamente no esperaba.


—Mira —Le dijo al chico en sus brazos.


Y el chico de cabellos rojos así lo hizo. Se alejó del cuello de Daiki y observó hacia el frente. Sus ojos de inmediato se expandieron en sorpresa y una sonrisa se dibujó en sus labios.


Dispuestas en el pasillo hacia el dormitorio del peli-azul, había una hilera de pétalos blancos justo en el medio, pero a los costados, yacían recostadas rosas rojas aun con su tallo y hojas, también habían pequeñas velas intercalándose con estas en el camino: rosas, velas, rosas, velas. Se veía hermoso.


Pero atravesarlo se sintió horriblemente largo, y las pinturas en las paredes parecían seguirlos con los ojos y sonrisitas cómplices en sus labios. A Daiki el deseo lo estaba volviendo loco, pero los ojitos rojizos de Cerecita no perdieron detalle alguno de la bella decoración, brillando de emoción y gracias al fuego oscilante de las velas.


Finalmente, frente a la puerta de su habitación, y aunque se moría de ganas por solo entrar y desnudar al peli-rojo sin tiempo a nada más, Aomine se detuvo pues una nota yacía pegada a esta, dejó que Fresita se bajara de sus brazos un momento, luego tomó el papelito de color rosa en sus manos.


 


«Sé que dijiste que no lo planeabas, y en verdad te creo, pero por si acaso. Por si las cosas solo se dieron, disfruten».


 


Besaría a Satsuki después.


Agarró el pedacito de papel, lo estrujó con una mano y lo guardó en el bolsillo de su pantalón mojado. Antes de por fin abrir la puerta, sus ojos azules buscaron los ojos escarlatas del chico a su lado, lo vio pasar saliva con fuerza antes de sonreírle algo tímido. Aomine entonces se apresuró a abrir la puerta, encontrándose con un panorama totalmente diferente al que era su habitación. Una inevitable sonrisa se dibujó en sus labios.


Al igual que en el pasillo, había pequeñas velitas dispuestas en puntos estratégicos para permitir libre acceso a la cama, la diferencia era que las velitas yacían sobre montoncitos de pétalos de rosas rojas. Y entonces, en la enorme cama de sabanas de seda blanca, yacían regados más pétalos en todo el colchón. Cabía resaltar que, al igual que en el pasillo, la única iluminación eran las velas en el suelo, junto el brillo de la luna que se filtraba por las ventanas.


El rostro del chico de cejas raras una vez más se iluminó.  Era tan increíble lo que los chicos habían hecho por ellos. Algo en su pecho se sentía muy cálido. Una mano sujetando la suya de repente le hizo girar la mirada, encontrándose con los ojos de Aomine. Él le sonrió de nuevo, una mezcla entre salvajismo y dulzura que removió su corazón por completo.


Realmente estaba pasando, en verdad iban a hacerlo. Sintió como si la garganta se le cerrara un momento, pasó saliva y el pecho se le hinchó al respirar con fuerza.


—Ven —Daiki tiró de su mano con suavidad mientras el peli-rojo se dejaba arrastrar por él. Lo guio con cuidado en la habitación para no tocar ninguna de las velas y ocasionar un incidente desagradable.


Que sus amigos regresaran y encontraran la casa incendiada no solo sería algo totalmente estúpido, sería también su fin. Los Akashi lo despellejarían vivo y luego lo harían comerse su piel cortada. Una por ponerle las manos encima a Cerecita y otra por destruir su amada casa.


Fresita lo siguió sin apartar la mirada de sus azules ojos. Estaba muy nervioso, pero no quería dar marcha atrás, era más algo de inseguridad y Aomine no tardaría en notarlo tomando en cuenta el rumbo que tomó en la habitación.


Daiki se detuvo frente a la puerta del cuarto de baño, observándolo para no perder ningún detalle de su reacción. Oh, estaba totalmente caliente y jodidamente ansioso, pero eso no quería decir que iba a perder ante su calentura e iba pensar solo en él mismo. Si no iban a disfrutar los dos, no tenía ningún sentido hacerlo. 


Acarició con suavidad el dorso de la mano del peli-rojo y los hizo entrar a ambos mientras encendía la luz. Cerecita sintió que las manos le temblaban en cuanto vio a Daiki quitarse la camina mojada y tirarla hacia un lado.


—¿Tienes frío? —Le preguntó él al verlo estremecerse.


—No.


Aomine le sonrió antes de girarse e ir hacia la ducha para preparar el agua tibia. Después cortó la distancia que había puesto entre ellos y entonces tomó la playera de Fresita de la parte de abajo y la hizo subir para poder quitársela, en el proceso, sus manos rozaron la piel del abdomen del peli-rojo haciendo que una vez más este se estremeciera.


El peli-rojo no tuvo idea de hacia donde su ropa fue lanzada pues Daiki lo tomó con suavidad del cuello y unió sus labios. Lo beso pausado, con alma, jugueteando con tranquilidad con su lengua dentro de su boca; mientras, su otra mano se deslizaba por el vientre del chico de cejas raras hasta llegar al cierre del pantalón de este. Aomine lo sintió temblar de nuevo en cuanto quitó el botón del ojal y sus dedos juguetearon con el zipper.


Cuando pararon el beso un momento, el chico jadeaba y sus mejillas estaban sonrosadas, sin embargo, solo tardó un momento embobado pues al segundo siguiente ambas manos yacían cubriendo su pecho desnudo. Él desvió la mirada hacia un costado, avergonzado.


Solo eso necesitó Daiki para entender que cruzaba por la cabeza rojiza del chico frente suyo. Estaba bien, no tenía que decirlo, Aomine lo sabía. Entendía que atormentaba su mente y le causaba inseguridad y nerviosismo. Y era por ello que él se encargaría de arrancar todo eso de su corazón.


Alzó sus manos y tomó las muñecas del peli-rojo con suavidad, acariciando el dorso y luego entrelazando sus dedos con los contrarios. Le sonrió, tranquilizándolo en cuanto vio su mirada turbarse un momento.


Fresita sabía que Aomine quería que bajara sus manos y lo dejara verlo, pero era difícil, su cuerpo lucía terrible debido a las cicatrices que, si bien no eran grandes, eran demasiadas. Daban un aspecto desagradable a su piel.


¿Y si al final era demasiado y Daiki no quería llegar hasta el final?


Cerró los ojos un momento, sintiendo que comenzaba a dolerle la cabeza. Al final quizá si se había apresurado en algo.


—Mírame —Aomine pidió, su voz era dulce y tranquila. Fresita clavó sus ojos en él, inseguro y algo temeroso—. ¿Deberíamos parar?


—N-No… quiero parar —Daiki sintió que el corazón se le estrujaba. La mirada en el rostro del chico era igual a la expresión que tenía ese día, hacía semanas atrás. Ese día en el que tuvo la primera crisis luego de entender que había perdido sus recuerdos y no sabía ni su propio nombre—. N-no quiero parar, quiero estar contigo… e-es solo que… es difícil. Es desagradable.


—No es desagradable. Es la prueba de que estas vivo —El peli-rojo inhaló con fuerza—. No lo encuentro desagradable de ninguna forma. Sé que es difícil y no puedo hacerte cambiar de parecer de un momento a otro, pero quiero que sepas que para mí son hermosas porque forman parte de ti. Y tú eres hermoso. No hay nada en este maldito mundo que me haga pensar lo contrario… como prueba de ello, que sepas que mi pene está a nada de rasgar mi pantalón.


Fresita le dio un puñetazo en el brazo al desvergonzado de Aomine, en sus labios una sonrisa estaba dibujada mientras en sus ojos un par de lágrimas traicioneras escapaban y resbalaban por sus mejillas; se vieron como dos pequeños diamantes acariciando su piel sin llegar a dañarlo. El peli-azul sonrió con ternura sin importarle en lo más mínimo el golpe. Alzó las manos hasta el rostro del chico y limpió el rastro de las lágrimas saladas, dejando ahí sus manos un momento, acariciando sus mejillas.


El peli-rojo no podía creer que realmente unas cuantas palabras de Daiki pudieran aliviar tanto su corazón turbado. Su pecho se sentía ligero y tenía un nudo en la garganta.


—Te quiero —Dijo entonces Aomine, sintiéndose totalmente aliviado en cuanto lo dijo, como si un enorme peso se le hubiera quitado de encima.


Él también había querido decirlo, su corazón lo había anhelado tanto tiempo que ahora podía sentir que estaba sonriendo como un estúpido, una gran y deslumbrante sonrisa que parecía no iba a borrarse de su rostro en mucho tiempo. Se sentía ligero, feliz. Muy feliz.


—Yo también te quiero, Fresita —Dijo de nuevo, pues parecía que el peli-rojo había quedado en shock un momento—. Te quiero tanto que siento que me voy a volver loco. ¿Me hiciste brujería o algo?


—Eres un idiota —Fresita había comenzado a llorar de nuevo. Dando una profunda inhalación alejó las manos de su pecho para poder ahora ser él quien tomaba a Daiki de las mejillas—. Pero eres mi idiota.


—Claro que soy tu idiota.


La distancia de nuevo fue nula entre sus cuerpos en cuanto Aomine casi se lanzó sobre fresita, aprisionando de nuevo sus labios. Sin embargo, esta vez la calma no existió. Las ansias y el deseo eran demasiado como para continuar conteniéndose.


Cerecita se abrazó a su cuello y Daiki lo tomó de la cintura, yendo de inmediato hacia su trasero para apretujarlo con descaró.


—Mmgh —El peli-rojo gimió en su boca. Sus dedos juguetearon con los cabellos azules de Daiki, enredándose en sus hebras y tirando de ellas. Lo que provocó que Aomine apretujara sus nalgas aún más y otro nuevo gemido escapara de la boca del chico.


—Tome…Tomemos un p… pequeño baño —Daiki dijo entre el beso, los labios de Fresita parecían no querer soltarlo, y no es que el quisiera hacerlo. Pero había sudado en la salida al pueblo y quería asearse al menos un poco.


Sintió como el peli-rojo asintió sin despegarse de él, así que comenzó a avanzar hacia atrás, con el chico succionando sus labios como si fuera una sanguijuela. Bueno, sin duda el saber que no era el único demasiado ansioso lo calentaba de sobremanera.


Tropezaron un poco en el camino pues no veían por donde iban, solo avanzaban en lo que podían sin dejar de besarse a la vez que hacían todo lo posible por quitarse los pantalones sin llegar a caerse. Entraron en el cuartito de cristal y, a tientas, Daiki encendió el agua caliente.


Cerecita soltó un jadeo de sorpresa pues, aunque Daiki había dicho que tomaran una ducha, realmente no espero el agua cayendo directamente. No pudo evitar soltar una risita mientras el líquido tibio empapaba toda su piel.


—¿En serio nos vamos a bañar? —La sonrisa en sus labios aun presente. Creyó que en realidad hablaba de hacer cosas sucias en la ducha.


—Claro —El peli-azul le guiñó un ojo.


Aomine le dio un poco más de presión al agua y Fresita lo vio revolverse los cabellos húmedos y luego peinarlos hacia atrás. El movimiento de sus brazos hacia arriba resaltó sus músculos tonificados. Sus pectorales. Sus ojos rojizos no pudieron evitar querer comérselo con la mirada.


Joder, Aomine era apuesto, aunque eso ya lo tenía muy claro. Era jodidamente guapo. Pero no solo eso, estaba como quería. Se había encargado de crearse un cuerpo jodidamente increíble que hacia babear a cualquiera. A él, sobretodo. Tuvo unas ganas tremendas de apretujarle los pectorales y deslizar sus manos sobre su perfecto abdomen de lavadero. ¿Cómo podía alguien ser tan jodidamente sexy?


Estaba ahí, frente suyo, tan perfecto y sobretodo totalmente desnudo.


Siendo sincero, Fresita no se atrevía del todo a ver hacia abajo completamente. El solo pensar en que no había prenda alguna que lo cubriera le hacía sentir la cara totalmente caliente. Mientras se besaban y avanzaban a la ducha, se habían rosado un poco y oh, joder, Cerecita se preguntaba si podría caminar al día siguiente.


«Espíritus del cielo, denme la fuerza necesaria para no morir esta noche».


Claro, él gustoso se lanzaba a lo profundo del abismo tomado de la mano de Aomine.


Daiki tomó uno de los tantos botecitos de Shampoo que habían y echó un poco en sus manos, lo suficiente para él y para Fresita. Enjabonó sus cabellos y después, con total normalidad enjabonó también los del peli-rojo. Este soltó una risita divertida.


—¿Sabes? Puedo bañarme solo.


—Lo sé… pero quiero hacerlo por ti —La voz de Aomine con un tono sensual y juguetón.


El peli-rojo pasó saliva.


—Está bien.


Daiki continúo lavando los cabellos rojizos y masajeando el cuero cabelludo con cuido. Fresita cerró los ojos, dejándose llevar por la agradable sensación, sin embargo, luego de unos minutos Aomine se detuvo, por lo que tuvo que abrir los ojos para ver que estaba haciendo. Lo vio tomar un poco más de Shampoo para el cuerpo y untárselo en la mano.


—Date la vuelta —Pidió con una risita picara, Fresita también le sonrió. Se tomó un segundo para respirar y luego se giró, dándole la espalda.


A decir verdad, Aomine no lo había vuelto a ver desnudo luego de ese primer día en el que descubrieron que había sido herido. Y aunque en ese momento lucia mal con todos esos hematomas y las marcas rojitas de cortes, ahora se encontraba mejor. Había cicatrices, por supuesto, pero eran muy finas y algunas no se veían del todo. Sin embargo… las marcas en su espalda eran diferentes.


No es que llegaran a ser demasiado grotescas como para girar la mirada, eran notorias, pero no a ese punto. No fueron hechas con odio, pero si con dureza, con toda la intención de que quedaran en su espalda y no pudiera borrarlas.


Por un momento, Daiki se sintió muy enojado, furioso, quería destrozar algunos cuellos. ¿Cómo se habían atrevido a marcar de esa forma su linda piel? Sin embargo, se calmó, no era momento para ello.


No cuando fresita yacía frente suyo sin prenda alguna que obstaculizara su vista.


Se acercó hasta poder inclinar el rostro y besar sus hombros un momento, sintiendo como el peli-rojo se estremecía ante sus labios tocando su piel. Luego le susurró al oído de forma sensual:


—Dime si te duele —Fresita cerró los ojos, removiéndose un poco.


Entonces Daiki comenzó a pasear sus manos llenas de jabón en la espalda del peli-rojo. Este se estremeció un poco y arqueó su espalda, pero no fue porque sus heridas dolieran, de hecho, ya estaban cicatrizadas. Fue por el tacto de Aomine, fueron sus manos que con suavidad enjabonaban su piel. El peli-azul se detuvo un momento, esperando una queja que nunca llegó, así que continuó con lo suyo.


Sus manos se deslizaron de abajo hacia arriba, paseándose por toda la extensión de su espalda, enjabonando las caderas de Cerecita, rozando la zona de sus costillas. El peli-rojo tuvo que apoyar una mano en la pared al sentir como las manos del peli-azul bajaban hasta casi sus muslos, y luego subían despacio presionando el costado de sus nalgas. Sus fuertes manos lo tomaron de la cintura mientras él se acercaba y su fornido pecho chocaba contra su espalda.


El peli-rojo lo sintió jadear contra su cuello.


Los dedos del peli-azul liberaron su cintura y se pasearon descarados hacia su vientre, subiendo lentamente, acariciando con suavidad hasta llegar a su pecho. Si bien no del todo plano, con menos masa muscular que el de Daiki. Se había estado alimentando bien así que ya no estaba tan delgado como al inicio, cuando sus costillas se marcaban, ahora lucía con más cuerpo.


Aomine posó sus manos extendidas y luego apretujó su pecho, masajeándolo mientras él se pegaba aún más por detrás, besando su cuello sin dejar de tocarlo.


—Estoy seguro… —Fresita dijo—, que las personas normales n-no se bañan asmmh —Gimió.


—¿A quién le importa la normalidad?


Daiki jadeo de nuevo contra la oreja de Fresita, su aliento caliente chocando contra su oreja mientras su lengua jugueteaba con el lóbulo y sus dientes mordisqueaban. Otro gemido salió de los labios del peli-rojo.


Entonces Aomine decidió que el jabón en sus cuerpos sería una molestia, por lo que alejó una mano del pecho de Fresita y encendió la llave, dejando que el agua corriera sobre la piel de ambos, llevándose con ella todo rastro de espuma.


De alguna forma el líquido resbalando por su piel y una de las manos de Daiki sobre su pecho, excitó demasiado al chico de cejas partidas. No pudo controlar su voz, sus gemidos y sus jadeos inundaban toda la ducha. Aomine cerró la llave y de nuevo puso ambas manos en el pecho del chico, masajeando sensualmente y poniendo un poco de presión mientras jadeaba contra su oreja.


El deseo y las ansias de más lo llevaron a acercar su entrepierna al trasero de Cerecita, quien Gimió al sentirlo restregando su excitación entre sus nalgas; su cabeza se fue hacia atrás, recostándose sobre el hombro de Aomine. Una de las manos de este libero su pecho, haciéndose un camino de suaves caricias hacia abajo hasta llegar peligrosamente a la entrepierna del peli-rojo, que para ese momento estaba igual de despierta que la del peli-azul.


—D-Daiki —Cerecita jadeo, y fue el turno de Aomine para que se le retorciera la espalda.


Escuchar su nombre dicho por esos labios utilizando ese tono de voz y en dicha situación, fue asombroso. Su pene estaba palpitando contra el trasero de Fresita. Y Fresita vaya que lo sabía. Lo sentía duro contra su cuerpo, caliente y enorme. La sangre era un hervidero dentro de sus venas.


—T-Tócame más… —Pidió—. Daiki, tócame.


Los dedos de Aomine se enroscaron en el pene de Cerecita, ejerciendo un poco de presión justo en la base. 


—¡Aaah! —El peli-rojo arqueo la espalda, acercando más su trasero a la entrepierna de Aomine, removiéndose justo en el momento en el que la mano de este comenzaba a moverse sobre su miembro. 


Un vaivén suave que le erizó todos los bellos del cuerpo e hizo que su corazón acelerara como loco en su caja torácica. Daiki beso su cuello, jadeando contra este mientras su otra mano continuaba apretujando el pecho del peli-rojo. Los jadeos y gemidos inundaban el cuarto de ducha.


Los besos en el cuello pronto no fueron suficientes para Cerecita, por lo que giró el rostro para poder besar a Daiki, quien no se hizo del rogar y rápido se apodero de sus suaves y dulces labios, su lengua traviesa y lujuriosa jugueteo con la contraria mientras sus manos continuaban en el pecho y el pene del chico, subiendo y bajando en toda su extensión, masajeando y apretujando sin descaro.


—Mmgh —Aomine gimió contra la boca de Fresita luego de que este hiciera un movimiento de caderas contra su entrepierna que se sintió majestuoso.


Todo el deseo que Daiki había estado sublimemente conteniendo desde hacía un tiempo, simplemente estaba comenzando a desbordarse. Era demasiado.


Deshizo el beso y el contacto, ganándose una queja por parte del peli-rojo, pero antes de que continuara con esta y dijera algo, lo tomó de las caderas y lo hizo girar para quedar cara a cara. Sus mejillas estaban sonrosadas, sus labios abiertos, húmedos y con un poquito de saliva en los costados. Sus irises rojizos brillaban de deseo y lujuria.


Se vieron a los ojos, ambos con la respiración agitada. No dijeron nada, no hacía falta. Solo se sonrieron.


Y luego Fresita tomó a Daiki le cuello y lo atrajo para que lo besara de nuevo. Aomine, que continuaba sosteniendo sus caderas, reafirmo el agarre e hizo que sus entrepiernas se pegaran. Ambos jadearon en cuanto sus miembros hicieron contacto, y el peli-azul hizo retroceder a Cerecita hasta que su espalda quedó contra la pared.


Sus lenguas juguetearon de nuevo, enredándose y explorando la boca del otro. Aomine chupó los labios del peli-rojo para después morderlos. Sus manos en las caderas del otro chico bajaron hasta sus nalgas desnudas y las apretujaron y separaron, mientras de los labios de este gemidos ahogados morían contra la boca contraria.


Fresita volvió a enroscar sus manos en el cuello del peli-azul. A su vez, Daiki se inclinó un poco para tomar uno de los muslos del peli-rojo y poder alzarlo y así sostenerlo contra su cadera. La fricción que se creó debido a la nueva pose y el rose entre sus penes erectos hizo que la sangre corriera más de prisa para ambos.


Entonces Daiki hizo un moviendo de cadera, como si estuvieron penetrándolo, sensual y jodidamente erótico, y Fresita soltó un fuerte jadeo mientras se alejaba de la boca contraria. Escondió el rostro contra su cuello mientras los gemidos continuaban brotando de sus labios con cada nuevo movimiento por parte de Aomine.


Un gemido más fuerte brotó desde su garganta cuando sintió la otra mano de Daiki posarse justo en medio de sus nalgas, bajando lentamente hasta llegar su entrada. Lo sintió juguetear allí, formando círculos con un dedo y luego dos, sin llegar a introducirlos, solo acariciando, masajeando. Excitándolo de sobremanera.


—Daiki —Gimió—. Daiki —Sus labios chocaron contra la piel del moreno, sus dientes se apresaron contra su hombro, mordiendo con un poco de fuerza y dejando una marca.


—¿Te gusta? —Jadeó contra su oreja, lamiendo sensualmente el lóbulo. Ese mordisco no lo había esperado, pero le había hecho excitarse una vez más.


—S-Sí…


Las estocadas contra su pene. La fricción. Las caricias de su mano en su trasero eran más de lo que Fresita podía soportar. Y aun así quería más. Deseaba más.


Quería todo de Aomine. Lo anhelaba por completo.


—¿Quieres ir a la cama? —Daiki le susurró, en su voz el deseo se desbordaba.


Fresita sintió un escalofrió en la espalda ante su pregunta. Con cada segundo todo se volvía más real, y no podía estar más ansioso por ello. Lo esperaba desde lo profundo de su pecho.


—S-Sí... —Dijo luego de unos segundos.


Y entonces Aomine liberó su pierna que tenía alzada, solo para luego tomarlo de ambos muslos y elevarlo sin esfuerzo. Fresita enroscó las piernas en la cintura del peli-azul y se aferró con más fuerza a su cuello.


Daiki salió de la ducha y fue hasta la puerta, en la habitación las velas iluminaban todo junto con la luz de luna. El moreno se dispuso a avanzar con cuidado para no voltear ninguna vela, sin embargo, el peil-rojo tenía otros planes, pues al estarlo abrazando por el cuello, no se pudo resistir a los impulsos. Sus labios viajaron hasta la oreja de Aomine y comenzó a juguetear con ella, humedeciéndola en cuanto su lengua chupaba su lóbulo.


Aomine casi tropezó debido a los escalofríos que le retorcieron la espalda gracias a las acciones de Fresita, de repente llegar a la cama parecía una misión imposible.


Cuando finalmente estaba a un paso de la orilla del colchón, apartó al peli-rojo de su cuello, pues no contento con su oreja se había apoderado de este, y lo lanzó de una a la cama sin llegar a ser realmente brusco. Fresita comenzó a reírse, removiéndose entre las sábanas blancas mientras cubría su rostro, divertido.


—Te gusta provocarme, ¿no?


Cerecita descubrió parte de su cara, llevando una mano hacia sus rojizos cabellos para peinarlos hacia atrás. Su respuesta para Aomine fue pasar su lengua en el labio superior y luego morder sensual y provocativamente su labio inferior.


Y fue justo ese momento en el que por fin se permitió apreciar correctamente el cuerpo desnudo y húmedo de Aomine, quien yacía frente suyo y de rodillas en el colchón.


Rayos. Era tan jodidamente perfecto. cada musculo, cada poro de su jodida piel tan hermosa. Esa que en ese momento estaba completamente a su vista, húmeda y caliente bajo el tacto. Sin ninguna prenda cubriendo. Se tomó un momento para que sus irises de rubíes recorrieran ese cuerpo hermoso y brutalmente sexy.


Aomine sonrió de medio lado, orgulloso y engreído en cuanto notó la mirada de Fresita en su entrepierna. Lo vio sonrojarse fuertemente, pasar saliva y una vez más morder sus labios. Luego subió la vista y sus ojos se encontraron, azul y rojo. Daiki sentía que el pecho se le calentaba y no solo por deseo. Esa expresión en el rostro de Cerecita era una mezcla de ansias, deseo y un amor que bien le pudo arrancar las entrañas.


—Ven aquí —Fresita se descubrió totalmente el rostro y alzó los brazos hacia el peli-azul, sus piernas ligeramente flexionadas y un tanto abiertas, esperando por él, dejando a la vista todo perfectamente.


Aomine sintió su pene palpitar una vez más, y él no se hizo del rogar y tampoco iba a hacer esperar a Fresita


Cual felino salvaje Daiki gateó sobre el cuerpo de Fresita hasta llegar a sus labios y apoderarse de ellos mientras se hacía un lugar entre sus piernas. El peli-rojo abrazó fuerte el cuello del chico y una de las manos de Aomine se posó sobre su cadera, acariciando su piel.


Fresita terminó de abrir sus piernas solo para enroscarse de nuevo en la cintura de Daiki, logrando que sus cuerpos estuvieran aún más unidos que antes.


Besos húmedos y calientes, lenguas juguetonas, sus miembros frotándose entre sí, la humedad en sus cuerpos debido a la reciente ducha y la habitación llena de gemidos y suspiros por parte de ambos chicos.


Daiki aprovechó para toquetearlo de nuevo en todas partes, por su vientre subiendo por su abdomen y rosando sus costillas hasta una vez más apretar y masajear su pecho. El peli-rojo, como consecuencia de sus toqueteos y caricias junto con los besos, apretaba su agarre en la cintura de Aomine y provocaba que se presionarán incluso más. Además, no es que peli-azul mantuviera la cadera quieta.


Él se frotaba y se movía provocando que el placer solo pudiera ir en aumento. Fresita soltó un gemido cuando lo sintió frotándose con fuerza y envestidas tan placenteras que simplemente no podía pensar en nada más. Se dejó llevar por el placer y fue entonces él quien también comenzó a moverse para que la presión de sus miembros fuera aún más excitante.


Las manos en el cuello de Daiki se soltaron y, en su lugar, Fresita las llevó bajo los brazos de este para así poder abrazarse a su fuerte, sexy y musculosa espalda. La mano del peli-azul no se quedó quieta en ningún momento y las de Cerecita menos. Aomine tuvo un pinchazo de placer en el cuello cuando sintió las uñas del chico bajo suyo, aruñando la piel de su espalda; el gruñido placentero que soltó en la boca del peli-rojo hizo que este gimiera contra sus labios y se retorciera.


Luego de ello tuvieron que alejarse un momento para poder respirar, pues incluso si era jodidamente erótica la forma en la que la lengua de Daiki se enroscaba en la del peli-rojo, el oxígeno no podía faltar en sus pulmones. Las manos de cerecita cayeron flexionadas sobre la cama a la altura de sus mejillas.


Y oh, la vista era tan maravillosa. Él yacía jadeante y sonrosado, sus labios ligeramente abiertos mientras su pecho se hinchaba y le sonreía totalmente feliz.  Sus ojos rojitos brillaban tan hermosos y llenos de vida.


Aomine nunca lo había hecho, eso estaba claro, pero tenía tantas ganas de chuparle el pene que no iba a quedarse sin hacerlo.


Se apoderó una vez más de sus labios antes de hacerse un camino de dulces besos y caricias suaves hasta su cuello, lamiendo y succionando su piel para luego bajar a su clavícula, repartiendo besitos en esta con lentitud y dulzura.


Cerecita sintió ricos cosquilleos cuando el aliento del peli-azul chocaba con su piel. La sangre en sus venas era un hervidero y sus suaves caricias hacían derretir su corazón. Se sentía tan caliente, tan deseoso de más. Mas besos, más caricias, más de Daiki.


El peli-azul besó su piel dejando marcas en esta, y luego continuo con su camino hacia abajo, besando su pecho y jugueteando un momento con sus pezones. Pellizcándolos y succionándolos, sacándole suspiros y gemidos que hacían eco en la habitación y resonaban en los oídos de Daiki. Cuando bajó un poco más, Aomine lo vio apretar las sabanas con fuerza mientras sus pies se removían por las sensaciones placenteras.


Fresita movió sus caderas involuntariamente cuando los labios y el aliento del moreno rozaron su vientre. Cerró los ojos y se mordió los labios soltando sonidos lujuriosos mientras los dedos de sus pies se retorcían de placer. Daiki jugueteó con su ombligo un momento antes de por fin llegar hasta donde tenía planeado desde un inicio.


Los ojos rojizos de Cerecita se abrieron de golpe, respirando con fuerza con la boca abierta. Los azules ojos de Aomine se clavaron en los suyos cuando alzó la cabeza y volteó a verlo, en ese par de hermosos zafiros brillaba tanta lujuria y deseo desmedido que el peli-rojo sintió un escalofrió retorcerle toda la espalda. Los segundos que esperó a que Daiki continuara con lo que hacía se sintieron tortuosos.


Y entonces, finalmente el moreno le sonrió de una manera sumamente salvaje y sensual, antes de tomar su pene con una mano y lamerle la punta sin dejar de verlo a los ojos.


—¡Aaah, Daiki! —El chico de cejas partidas gimió, retorciéndose bajo Aomine. Se recostó de nuevo y cerró los ojos, dejándose llevar por la lengua del peli-azul jugueteando con su virilidad y todo el placer que recorría cada parte de su cuerpo.


Pero no tardo nada en incorporarse de nuevo, pues se moría de ganas de ver la expresión del moreno mientras se la chupaba.


Ver como se metía su pene en la boca, chupándolo como si fuera alguna clase de delicioso dulce, con ojos brillosos y mejillas sonrosadas, le encendió como solo Daiki, con su escultural y sexy cuerpo, con su maldita sonrisa sínica pero sensual, podía hacerlo


Aomine no apartó la mirada de él mientras lo sacaba de su boca y lo volvía a meter, repartiendo lamidas mientras presionaba sus labios en el tronco y la punta. Maldita sea, se veía tan endiabladamente sexy.


Fresita se incorporó en una mejor posición para así apoyarse en un brazo, con el fin de poder tomar los azules cabellos de Aomine con la otra, acariciándolos y enredando sus dedos en ellos. Era absolutamente fascinante el desbordante deseo que le hacía sentir incluso si decía no tener experiencia con chicos. Quería más, mas…


Aomine sintió a Fresita remover la cadera inconscientemente, buscando más contacto, más profundidad. Vio como sus ojos parecían nublarse de placer mientras daba estocados en su boca y tiraba de sus cabellos. Las manos de Daiki lo tomaron con fuerza de las caderas y su boca se abrió un poco más para él, sus labios lo succionaron y su lengua lo hizo derretirse de placer en un fuerte gemido que fue música para los oídos del moreno.


El peli-rojo se recostó totalmente en las sábanas blancas, soltando los cabellos de Aomine y sintiendo que flotaba en una nube absolutamente suavecita. Tenía los labios abiertos y respirada con fuerza, su pecho se hinchaba y se vaciaba, y Daiki lo vio sufrir un par de pequeños espasmos como consecuencia de su reciente orgasmo. Fue una vista totalmente hermosa. Sus ojos algo desorientados y sus mejillas sonrosadas. Él, totalmente desnudo y con la piel perlada de sudor, desparramado de un placer que solo Aomine le había dado.


—He de suponer que te gustó.


Fresita sonrió sin verlo a los ojos. No solo le había gustado. Le había encantado tanto. Sus ojos al fin lo miraron luego de unos segundos, la sonrisa aun en sus labios.


—¿Te lo tragaste?


Aomine le sonrió, relamiéndose los labios.


—Sabes delicioso, cariño.


El peli-rojo pegó un gritito apenado mientras se cubría el rostro con ambas manos. Fue adorable el cómo después de haberle chupado el pene y este arremetido contra su garganta, podía llegar a avergonzarse.


Gateó de nuevo sobre él, llegando hasta su rostro, Fresita separó los dedos de sus manos de modo que aun tenia cubierta la boca, pero podía ver al peli-azul arriba suyo.


Aomine acercó sus labios al dorso de las manos del chico de cejas partidas, observándolo a los ojos mientras parecía que estaba besándolo profundamente en los labios, pero solo eran sus manos. El color nuevamente volvió al rostro del peli-rojo mientras sentía la lengua del moreno juguetear en su piel. Este le dio un último piquito antes de alejarse y sonreírle. Fresita entonces se descubrió totalmente el rostro, dejando caer los brazos a los costados de su cabeza, tenía los labios entreabiertos y su respiración comenzaba a acelerarse una vez más.


Era tan malditamente hermoso y perfecto.


Daiki se acercó de nuevo a su rostro, sus labios rozaron apenas los del peli-rojo sin llegar a estar realmente en contacto. En lugar de ello, fue su lengua la que acarició los labios de Fresita sin quitarle la mirada del rostro.


Era tan jodidamente sexy y sentía que todo su interior se removía como loco.


Finalmente, sus labios se unieron y el peli-rojo se abrazó al cuello del moreno, profundizando el contacto y atrayéndolo más a su cuerpo al rodear su cintura con las piernas.  En ello, Aomine se estiró como pudo, sin deshacer el beso, hasta poder hurgar en la gaveta del mueblecito de noche junto a su cama. Esperaba Satsuki hubiera pensando en todo.


Bingo, sus manos tocaron unos botecitos y cajitas que estaba seguro no habían estado allí antes, los tomó sin verlos y los atrajo hacia sí. Daiki le mordió los labios al chico de cejas partidas antes de volver a separarse y enseñarle lo que tenía en las manos. En definitiva, Satsuki había pensado en todo.


Eran condones y lubricante.


Aomine vio como Cerecita trago con fuerza al fijarse en la cajita y la botella, pero también como sus ojos parecieron iluminarse. Oh, estaba tan ansioso.


El de ojos rojos sintió los nervios cerrarle un momento la garganta mientras veía como Daiki, arrodillado frente suyo, abría la cajita de condones y sacaba uno para luego ponérselo en los dedos índice y medio, después tomó el frasquito de lubricante y dejó caer el líquido viscoso sobre estos. Los ojos azules del moreno entonces lo vieron, brillaban de placer, parecía una bestia hambrienta y Cerecita, desde luego, era su presa.


Lo besó una vez más, jugueteó con su lengua, chupó y mordió sus labios, todo para tratar de distraerlo de la intromisión de sus dedos en su parte baja. Quería que se sintiera lo menos incomodo posible, solo quería que disfrutara.


Fresita abrió sus piernas mientras se abrazaba a la espalda del peli-azul, permitiéndole un mejor acceso a sus dedos.


Aomine comenzó acariciando su entrada, formando círculos con los dedos tal cual lo había hecho en el cuarto de baño, lo que provocó que Fresita soltara suspiros contra sus labios y se removiera un poco bajo suyo.  Luego, se aventuró a ingresar un dedo, de inmediato sintió a Fresita retorcerse. Su interior estaba caliente.


Incluso si Daiki no quería que sintiera más que placer, fue inevitable que la incomodidad lo invadiera un momento. Sin embargo, mientras los minutos transcurrían, mientras el moreno jugaba con su entrada metiendo y sacando su dedo, moviéndolo en su interior, esa incomodidad dio paso a otra cosa, una sensación que le hizo mover las caderas buscando por más.  El peli-azul lo vio como un pase a un segundo dedo.


Esta vez, Fresita deshizo el beso y soltó un pequeño gemido de dolor. Aomine lo vio fruncir el entrecejo y apretar los labios; pero él beso su frente tratando una vez más de distraerlo. Sus dedos se removieron, formaron círculos y lo penetraron suave y profundo, llevándose con cada estocada esa incomodidad y solo dejando placer.


Cerecita podía sentir plenamente como Daiki hacia su camino en su interior, como sus dedos jugaban dentro, como llegaban cada vez un poco más profundo mientras se abrían y cerraban, aflojándolo. Buscando algo que no tardo más en encontrar. 


—¡Aaah! —El peli-rojo gimió, haciendo la cabeza hacia atrás. Aomine soltó un pequeño gruñido al sentir como las uñas del chico una vez más arañaban la piel de su espalda.


Sus dedos volvieron a tocar ese mismo punto, haciendo que el chico de cejas partidas gimiera una vez más.


—¿Te gusta ahí?


—S-Si… hazlo de n-nuevaaghh —Gimió.


El moreno continúo repitiendo su acción un poco más, metiendo y sacando sus dedos, tocando es punto de placer dentro del peli-rojo y sintiendo como era más fácil deslizarlos dentro y, además, como los gemidos y jadeos de Cerecita no dejaban de brotar de sus dulces labios y hacían eco en las paredes.


Sin embargo, se ganó un quejido molesto en cuanto retiró totalmente los dedos de su interior caliente.


—Tranquilo, solo estoy acomodando el condón –Daiki le sonrió.


Y era verdad, acomodo los dedos y el condón de forma que ahora no eran dos, sino tres dígitos. Necesitaba dilatarlo bien para que doliera lo menos posible, por lo que tomó de nuevo el botecito de lubricante y dejó caer otro poco sobre sus dedos.


Decidió besarlo una vez más, sus labios y luego su cuello, jugando con su oreja y luego de nuevo sus labios, mientras sus tres dedos se hacían espacio, removiéndose en su interior y aflojándolo. Tres ya eran más, y Cerecita no pudo evitar el jadeo de dolor que salió de sus labios, pero que pronto fue acallado por los labios del moreno.


Juguetearon dentro suyo, se removieron y salieron para luego penetrarlo con más profundidad. Los gemidos del chico de cejas partidas, pensó Daiki, eran tan jodidamente eróticos y excitantes. Su jodida expresión tan llena de placer. Quería tanto intercambiar lugares con sus jodidos dedos, pero debía esperar solo un poco más.


Solo otro poco.


Fresita comenzó a moverse bajo suyo, sus caderas buscando más contacto, algo más.


—D-Daiki… —Dijo, su voz tan excitada y deseosa—, es suficiente, t-te quiero a ti.


Y Daiki no se iba a hacer del rogar.


Retiró sus dedos del interior de peli-rojo y se apresuró a tirar el condón por un lado, solo para tomar otro de la cajita y ponérselo él. Todo bajo la visión de los ojos rojizos ansiosos de Fresita, que no desviaron la mirada en ningún momento. Él se mordió labios mientras veía como el condón se deslizaba en toda la extensión del pene de Daiki.


¿Estaba nervioso? Si, aunque no se notara.


¿Iba a poder caminar al día siguiente? Posiblemente no.


¿Quería dar marcha atrás? Ni loco.


Vio a Aomine inclinarse hacia él, y Fresita pensó por un momento que lo iba a besar, pero solo tomó una de las almohadas.


—Levanta la cadera —Pidió, el peli-rojo así lo hizo y entonces el moreno colocó la almohada en su espalda baja—, ahora abre tus piernas y sujétalas. 


Con algo de vergüenza, Fresita lo hizo. Flexionó las piernas y las sujetó por detrás de las rodillas, de modo que quedó totalmente expuesto a Daiki y sus azules ojos, que parecían devorarlo con la mirada. Oh, Fresita quería tanto que lo devorar de otra forma.


Y entonces, finalmente, Daiki tomó su pene y lo acercó a la entrada del peli-rojo.


Dolió, desde luego que dolió. Aomine no era para nada pequeño, y aunque lo había preparado bastante bien gracias a todo ese estudio que había hecho en secreto, no pudo evitarlo.


Fresita lo sintió abrirse paso en su interior, sintió sus paredes expandirse solo para él, para dejarlo entrar y llenarlo por completo. Y sintió que podía partirse en dos, pero al mismo tiempo se sentía tan bien. Daiki no se movió en un tiempo, permitiendo que se acostumbrara y que el dolor disminuyera. Se inclinó hasta su rostro y besos sus labios y lamió su cuello, mordisqueando suavemente y succionando su piel.


Pequeños escalofríos recorrieron su espalda al sentir como el aliento del moreno chocaba en su oreja. Como sus manos acarician su pecho y su cintura mientras se abría solo para él. Aomine estaba controlándose tanto. Fresita estaba apretándolo y se sentía tan jodidamente bien en su interior, que solo quería enviar todo al carajo y comenzar a moverse.


Pero fue entonces el peli-rojo quien hizo el primer movimiento. Sus caderas se removieron, buscando más, queriendo todo de Daiki. Y este pensaba darle completamente todo de sí.


Salió de su interior, solo para penetrarlo al segundo siguiente siendo un poco lento pero duro al mismo tiempo, llegando lo más profundo que pudo. Y supo que al peli-rojo le había gustado gracias a los dulces gemidos que escaparon de sus labios y la jodida, hermosa y malditamente erótica expresión en su rostro.


Aomine quería controlarse, pero Cerecita no estaba ayudando.


El peli-rojo soltó sus piernas, para compensar la posición le rodeo la cintura con estas mientras sus manos nuevamente buscaban la piel de la espalda del moreno.


—Daiki —Gruñó lleno de placer contra su cuello antes de morder su piel y aruñar su espalda.


Oh, Aomine no sabía que le gustaba tanto que aruñaran y mordieran su piel hasta que el peli-rojo vino y lo hizo. Él también gruñó, estar dentro de Fresita de por sí ya era demasiado excitante, su interior estaba tan caliente y lo apretaba delicioso. Sus estocadas no eran rápidas, pero si fuertes y certeras, dando en ese punto que hacía que las paredes del chico bajo suyo se contrajeran deliciosamente.


Y aun así solo quería aumentar el ritmo y darle aún más duro, más fuerte, que se retorciera bajo suyo, hacerlo tocar las nubes y luego solo seguir cogiéndolo muy rico.


Cerecita se sentía tan bien, los jadeos y gemidos se interponían en sus labios a cualquier palabra que intentara salir. Solo podía gemir y jadear con fuerza esperando por más. Mas. Mas. Mas. Sus uñas rasgaban la piel de Daiki y los dedos de sus pies se retorcían mientras sus piernas ayudaban a Daiki a ir más profundo en cada estocada. Llego a tener la sensación de que solo flotaban en la nada, él y Daiki.


Lo demás no existía y solo eran ellos perdidos en el placer. Las estocadas poco a poco iban aumentando de ritmo, de intensidad. La cama crujía y los gemidos hacían eco en todos lados.


Aomine, apoyado con ambos brazos, se alejó del cuerpo caliente del peli-rojo, poniéndose de nuevo de rodillas frente a él sin salir de su interior y provocando que las piernas del chico se desenredara de su cintura. Entonces él lo tomó de las piernas y las sostuvo en el aire con las dos manos mientras salía de su interior solo para luego empotrarse de nuevo en él y hacerlo gritar de placer.


—¡Aaahh! —Cerecita se aferró a las sabanas, apretando la tela con fuerza entre sus dedos y arqueando la espalda, sintiendo como escalofríos le erizaban todos los vellos del cuerpo.


Aomine continuó arremetiendo contra él, más duro y más profundo, más rápido. Los sonidos inundaban la habitación iluminada solo por velas y la luz de luna, y adornada con pétalos de rosa. Gemidos, jadeos, respiraciones aceleradas y suplicas por más. Solo ellos y nadie más, solo su amor y su pasión hecha liquida corriendo caliente dentro de sus venas y quemando su interior.


Cuando el final estaba llegando a ambos, Daiki aceleró el ritmo y liberó una de las piernas del peli-rojo para poder así masturbarlo deliciosamente, y que el orgasmo fuera más intenso. La espalda del chico de cejas partidas se arqueó y un fuerte gemido escapó de sus labios mientras se liberaba en la mano de Daiki, quien soltó un delicioso gruñido mientras él también terminaba en su interior, dentro del condón.


Fue como si el cuerpo de Cerecita hubiera perdido toda la fuerza de golpe. Él quedó ahí, desparramado entre las blancas sabanas jadeando con fuerza y con la mirada algo perdida. Daiki no perdió detalle de su expresión, lo observó también jadeando, esperando un momento que el cuerpo de Fresita terminara de contraerse por el placer.


—¿C-Cómo es que yo siento que perdí toda la fuerza, pero tú aun estas tan duro como una roca? —Fresita dijo luego de un tiempo, ya más tranquilo. Podía sentir a Aomine aun dentro suyo.


Estaba ahí, luciendo tan jodidamente guapo y fresco, que daban ganas de golpearlo.


—¿Cómo podría no estarlo teniéndote aquí, desnudo sobre mi cama y luciendo tan malditamente erótico?


El peli-rojo sonrió, mordiendo su labio.


Fue en ese momento en el que Daiki al fin salió de su interior, y él chico de ojos rojizos no pudo evitar soltar un gemido, pues aún estaba sensible por el reciente orgasmo. Daiki lo vio cerrar los ojos y apretar los labios.


—Mmmm.


Aomine se quitó el condón, lo amarró y lo tiró por ahí cuidando no darle a ninguna vela, luego limpiaría. Entonces tomó otro, estaba abriéndolo cuando sintió la mirada del peli-rojo de nuevo sobre él, alzó la vista y clavó sus ojos en el chico. Se colocó el nuevo condón con una sonrisita en los labios sin dejar de verlo.


—¿Creíste que era todo? —Preguntó.


—Me hubiera sentido algo decepcionado de ser así.


Ambos se sonrieron con picardía.


Fresita incitó al moreno entonces a que se diera prisa, acomodando de nuevo sus piernas para que pudiera así penetrarlo. Claro, el policía no perdió tiempo en ello. Acercó de nuevo su pene a la entrada del chico y lo penetro de golpe, haciendo que el peli-rojo soltara una maldición mezcla entre queja y gemido, más gemido. En serio, aún estaba sensible en esa zona.


El moreno lo tomó de la cintura y comenzó a arremeter contra él, con estocadas rápidas y profundas. Los gemidos y los jadeos de Cerecita no perdieron tiempo en nuevamente inundar la habitación. Aomine perdía un poco más de cordura con las expresiones de completo placer que el chico ponía en su rostro.


Afirmó su agarre en la cintura y lo atrajo hacia así, levantándolo para que así pudiera sostenerse de sus hombros y fuera Fresita también quien marcara un ritmo. De inmediato el peli-rojo se abrazó a su cuello, jadeando contra su oreja. Sentado sobre su entrepierna, el peli-azul continúo arremetiendo contra él, llegando más profundo gracias a la posición.


Sus caderas también se contorneaban, buscando más placer, sus dedos se enredaron en el cabello azul de Aomine y tiró de el con algo de fuerza mientras los suspiros y los gemidos brotaban sin control de sus labios.


Daiki lo abrazó de la cintura mientras sus labios fueron directo a hacia su pecho. Su lengua jugueteó con sus pezones y sus dientes mordisquearon suavemente. Fresita, aun con las manos sobre las hebras azules, pego más el rostro de Aomine a su pecho, diciéndole sin palabras que le gustaba y que continuara. La lengua del peli-azul ensalivó sus pezones y formó cirulos en todo el contorno, tirando con sus dientes y luego chupando como si fuera un helado derritiéndose en su cono.


—C-Cambiemos de posición —Pidió el peli-rojo entonces.


—¿No te gusta esta?


—Maldita sea, me encanta… pero quiero i-intentar algmmmh.


El moreno sonrió, asintiendo y dejando que Cerecita lo guiara a la posición en la que quería probar. El chico se movió, empujando a Aomine por los hombros para que se recostara completamente sobre la cama, sin llegar a separarse en ningún momento y quedando sobre él.


La sonrisa en los labios de Aomine fue jodidamente sexy, pensó Fresita. Joder, él era malditamente sexy. Y estaba ahí, debajo suyo y cediéndole todo el control. Y claro que el peli-rojo lo iba a aprovechar.


Posó ambas manos a cada costado de la cabeza de Aomine, para así poder apoyarse mientras se inclinaba hasta el rostro de este. El moreno sonreía con coquetería a la vez que intercalaba la mirada en sus labios y luego a la volvía a sus ojos.  Fresita acercó tanto su rostro que sus labios estaban rozándose, pero no lo beso de inmediato. Igual a como había hecho Daiki antes, sacó la lengua y lamió los labios del peli-azul, haciéndose un camino entre estos hasta hacer que se abrieran y así poder meterla en su boca.


Aomine lo tomó del cuello con una mano mientras la otra la posaba en uno de los muslos del peli-rojo. Separó los labios y dejó que la lengua del chico de cejas partidas profanara cuanto quisiera su cavidad bucal. Se besaron por unos minutos, jugando y chupando lenguas y labios. Luego Fresita liberó su boca y buscó su cuello. Jadeo contra su piel, la besó, la lamió y la chupó, dejando marcas que hacían suspirar y gemir a Aomine.


Se alejó una vez más, Daiki lo soltó y posó esa mano en el otro muslo del chico encima suyo. Entonces Fresita también movió sus puntos de apoyo. Primero se enderezó, luego volvió a inclinarse un poco, pero sus manos en lugar de posarse sobre los costados del rostro del peli-azul, fueron hacia su fuerte y musculoso pecho porque, joder, no iba a quedarse con las ganas de manosearlo cuanto quisiera.


—¿Qué estás haciendo, travieso? —Aomine sonreía.


—Solo sigo tu ejemplo.


Fresita apretó sus pectorales y los masajeó hasta que estuvo satisfecho, eran suaves, pero a la vez firmes. El movimiento de sus manos al moreno del recordó al que hacían los mininos cuando amasaban las sabanas.


-—Que lindo gatito —Susurró en medio de un suspiro.


Y con ello el peli-rojo supo que al peli-azul le gustaba que lo hiciera, pues sus expresiones lo delataban. Incluso en su tono de piel, el sonrojo en sus mejillas era visible. Y eso lo calentó tanto. Estaba ahí, a su merced, bajo suyo y sintiendo placer gracias a él y solo él.


Comenzó a mover sus caderas, clavando bien su mirada en el rostro del moreno pues no quería perder detalle alguno de sus expresiones.


Daiki inhaló con fuerza sintiendo como Fresita se movía sobre su entrepierna. Soltando jadeos cada que llegaba hasta el fondo y luego retrocedía, haciendo movimientos de cadera hacia abajo y hacia arriba, suave, lento, rápido. Las expresiones que el moreno dibujaba en su rostro eran tan malditamente calientes.


Y luego Fresita soltó un gemido y apretujó el pecho de Daiki, pues este también comenzó a moverse. Había dejado que el peli-rojo marcara su ritmo, pero, maldita sea, necesitaba más. Por ello, sujetando los muslos del chico, comenzó a empujar con fuerza contra él, llegando tan profundo como la posición permitía que lo hiciera.


Los gemidos de Fresita eran malditamente hermosos y lujuriosos y Aomine solo quería hacerlo gritar más. Lo sujetó con fuerza de su trasero, haciendo que se alzara para luego dejarlo caer a la vez que él arremetía muy duro, tocando ese punto que hizo gritar al peli-rojo, repitiéndose en muchas ocasiones y dándole a Fresita un placer tan intenso que sentía perdía la cordura.


El pene de Aomine golpeó dentro suyo con fuerza, hasta que sintió como Aomine se corría de nuevo en medio de una expresión tan hermosa y lujuriosa, apretando los ojos, con sus labios abiertos y su piel morena yaciendo sonrojada, que lo hizo correrse de nuevo a la vez que soltaba un fuerte gemido que brotó desde lo más profundo de su garganta. Su semen manchó el pecho de Daiki mientras lo sentía aún retorcerse bajó su cuerpo.


Fresita se dejó caer sobre Aomine, sintiendo en su piel los espasmos de su tercer orgasmo. Respiraba con fuerza por la boca, sintiéndose una vez más sin ninguna energía. Al estar sobre el moreno, podía escuchar como el corazón de este latía tan de prisa, desenfrenado; el pecho bajo suyo se hinchaba y se vacía. Jadeos suaves, respiraciones aceleradas y sus cuerpos cubiertos de sudor.


Estuvieron en esa posición unos minutos antes de que gatito, como Aomine lo había llamado, se moviera hacia un lado, recostándose boca arriba en la cama.


—Mierda… —Susurró—, eso se si-sintió genial.


—Carajo, sí —Aomine apoyó, jadeando aun.


Y, aun si se había sentido como si acabara de tocar el cielo, Daiki no estaba satisfecho.


En esta ocasión, el peli-rojo realmente ya se sentía cansado. Aomine le había drenado toda la energía con esas envestidas endiabladamente certeras y duras. Oh, carajo, lo acaba de coger tan rico. Sentía que los parpados le pesaban un poco. Sin embargo, todo rastro de sueño se esfumó de su expresión cuando vio a Daiki quitarse el condón y buscar otro.


—Aomine —Llamó su atención—, si lo hacemos o-otra vez, moriré…


El peli-azul se quedó congelado a medio acción, con la mano en su miembro mientras intentaba ponerse el nuevo condón. Fresita pudo ver en sus ojos como no había esperado sus palabras, y como parecía tener un debate mental consigo mismo.


Lo había dicho al inicio, que no haría nada que el peli-rojo no quisiera, pero él quería más. Sabía que estar en su interior seria como la gloria, y lo había deseado tan jodidamente, y en verdad se había sentido tan malditamente bien y solo quería seguir toda la jodida noche, llenarlo por completo y hacer que sintiera un placer que recordaría toda la vida… pero…


—Okay, okay. Esta bien —Fresita lo vio asentir a la vez que tragaba con fuerza y comenzaba a quitarse el condón que ya estaba a medio poner.


Y eso se le hizo tan malditamente tierno. Él en verdad pensaba cumplir su palabra, no había sido algo dicho por el momento. El peli-rojo sintió un calorcito en el pecho, una presión que le hizo tragar con fuerza. De repente sentía los ojos aguados, como si quisiera llorar. Daiki en serio lo quería y respetaba tanto.


Fresita estiró la mano hacia el moreno, poniéndola sobre las de él antes de que se quitara el condón. Desconcertado, Aomine de inmediato alzó la mirada buscando la rojiza de Cerecita. Este le sonrió para luego enderezarse y ponerse de rodillas frente suyo sin quitar su mano.


—En verdad te quiero tanto, Daiki —Le dijo, antes de tomarlo del cuello y darle un beso. No uno lujurioso y desbordando en deseo, no. Fue un beso calmado y bastante suave. Después se alejó, sonriéndole.


Aomine alzó una mano y acaricio su mejilla, viéndolo con una mirada totalmente enamorada.


—Y yo te quiero a ti —Era tan hermoso poder decirlo.


—Lo sé —Y luego solo comenzó a mover la mano que había puesto sobre el pene del peli-azul. El moreno soltó un gemido.


—Está bien… no tienes que hacerlo.


—Pero… quiero hacerlo.


Aomine le sonrió, esperando que comenzara a masturbarlo para así bajar su erección, lo que no esperó fue que terminara de ponerle el condón con ambas manos. Él pasó saliva con fuerza, sus manos eran tan dulces mientras lo tocaba.


—Sabes que no te obligaría a nada —Le dijo, él también posando sus manos sobre las del peli-rojo para detenerlo.


—Lo sé —Le sonrió—, solo una más. Una más estará bien.


El peli-azul no pudo reprimir la sonrisa que se dibujó en sus labios.


Daiki lo tomó del rostro, besándolo como si se acabara de quedar sin aire y Cerecita fuera su única salvación. Como si quisiera que se fundieran en un solo ser. El peli-rojo lo sujetó de la cintura, abriendo la boca para que pudiera meterle la lengua, que profanara su garganta y que lo dejara sin aliento. Él bajó más las manos y le apretujó las nalgas, sacándole un suspiro a Daiki que murió contra sus labios.


La boca del peli-rojo fue liberada por el moreno, solo para dejar un camino de besos hacia su garganta y después chuparle la nuez. A Fresita se le antojó jodidamente erótico, soltando gemidos mientras sus manos apretaban más las nalgas de Daiki.


—¿Te puedes girar y sostener de la cabecera? —Aomine pidió, susurró, aun contra su cuello. Su aliento y su voz erótica y llena de deseo provocaban escalofríos en la columna del chico de cejas partidas.


Fresita liberó el trasero del moreno y se giró, haciendo lo que el chico le pedía.


No pasó casi nada, segundos apenas, y entonces Aomine posó sus manos en su espalda baja, acariciando con suavidad y paseando sus dedos con delicadeza. Su tacto fue tan tierno mientras Fresita lo sentía acariciar sus cicatrices. Y luego, cuando creyó que ya había parado, sintió sus labios posarse sobre sus heridas sanadas, repartiendo suaves y dulces besitos en cada una de ellas, sacándole suspiros al peli-rojo.


Sus caricias fueron subiendo hasta llegar a sus hombros, donde siguió besando mientras lo abrazaba por detrás. El chico de cejas partidas alzó un mano y la llevó hacia los cabellos de Aomine, revolviéndolos con cariño y moviendo el cuello hacia un lado para que este tuviera un mejor acceso a su piel. Pero en lugar de comerle el cuello de nuevo, Daiki comenzado a frotarse contra su trasero.


—Mmm Daiki —Gatito pareció ronronear, alzando más el trasero para también frotarse contra la entrepierna del peli-azul.


—Lo voy a meter —El moreno jadeó contra su oreja, con tanta lujuria en su voz que Fresita sentía que podía terminar una vez más solo con ella.


Mientras Aomine lo embestía de nuevo, el agarre que el peli-rojo tenía sobre los cabellos de este se afirmabó, tirando de ellos mientras un jadeo salía de sus labios y endulzaba los oídos del moreno. Su espalda se arqueó, recibiendo más que gustoso el pedazo de carne que se empotraba contra su trasero.


Las manos de Daiki subieron hacia el pecho de Fresita, comenzando a masajearlos tal como este había hecho con el suyo anteriormente, tirando de sus pezones para luego apretarlos de nuevo. Los gemidos y suspiros del peli-rojo una vez más inundaban la habitación, acompañados con los gruñidos que Aomine soltaba cada que llegaba más profundo y Fresita contraía sus paredes, apretándolo y haciendo sentir jodidamente bien.


Las embestidas continuaron, aumentando cada vez más, más profundas y fuertes, saliendo completamente solo para empotrase de nuevo haciendo gemir con fuerza al peli-rojo, dando en ese lugar delicioso en su interior que lo hacía gritar y ver luces por momentos. Se sentía tan malditamente bien, Aomine lo estaba cogiendo delicioso y no quería que parara. Quería que fuera más duro, llegando más profundo si podía.


Él arqueo más su espalda. Retrocediendo cada que Aomine salía de su interior y luego empalándose contra su pene cada que lo embestía.


—¡Joder, Daiki! ¡Aaah!


Aomine se pegaba a su trasero tan duro como su condición física se lo permitía, arremetiendo contra él con envestidas fuertes sin perder el ritmo, mientras sus manos continuaban jugando con su pecho y sus labios chupaban la piel de sus hombros y sus dientes mordían, dejando marcas iguales a las que Fresita había dejado en su cuerpo.


Pero entonces las manos del moreno bajaron hasta su vientre bajo y presionaron con suavidad. Fresita soltó un fuerte gemido ante esa acción, no sabiendo porque de repente el placer había aumentado de proporciones.


—¿Puedes sentirlo? –Aomine Gimió contra su oreja, para luego juguetear con ella y chuparla.


Inconscientemente el peli-rojo llevó también una mano hacia donde el peli-azul tenía las suyas… y fue entonces que lo sintió. Lo sintió cuando Aomine volvió a penetrarlo con fuerza. El pene de Daiki golpeando con dureza contra su vientre bajo. Podía sentirlo golpear también contra su mano y la del peli-azul.


Tardó algunos segundos en realmente procesar la información de lo que significaba.


—M-Mierda, Dai…ki —Dijo entre jadeos y gemidos, su pecho se hinchaba tratando de respirar con normalidad—, eres u-una bes-bestia —Gimoteó, lágrimas de placer puro resbalaron por sus mejillas, acariciando dulcemente su piel.


Aunque lo intentará, no podía dejar de gemir fuertemente. Daiki lo embestía muy duro por detrás mientras una de sus manos presionaba en su vientre bajo y la otra había bajado hasta su pene para masajearlo deliciosamente.


Las sensaciones eran demasiado fuertes, el placer se desbordaba de su cuerpo en forma de más gemidos y jadeos que no se detenían. Aomine continuaba arremetiendo en su interior, resbalándose con facilidad y solo llegando tan profundo que Fresita sentía que se le nublaba la vista y la razón. Los latidos de su corazón resonaban ensordecedores en sus oídos y lo sentía golpear contra su garganta.


Un poco de saliva se resbalaba de sus labios entreabiertos y su rostro se encontraba totalmente sonrojado. Sonrojo que llevaba hasta sus orejas y hombros. Aomine pensaba que eso era tan lindo, así que beso la piel de su hombro y mordisqueó de nuevo sin dejar de penétralo con dureza. Su entrepierna se golpeaba duro contra el trasero del peli-rojo, y era tan jodidamente rico que el peli-azul estaba volviéndose un jodido adicto a su interior, a sus paredes apretujándolo tan delicioso, a sus jadeos y suspiros dulces y eróticos. Tan sexys.


Su mano continúo masturbando a Fresita mientras la otra apretaba su vientre y su pene se empalaba sin remordimientos en su trasero. Saliendo y entrando una y otra y otra vez, y entonces un cosquilleo fue bajando por su vientre hasta llegar a su pene. Se corrió penetrándolo con fuerza una última vez y soltando un fuerte gemido contra el cuello de Fresita, seguido por este que soltó un grito mezcla entre gemido que brotó fuerte de su garganta, su cuerpo se contrajo y su espalda se arqueó mientras recostaba su cabeza contra el hombro Daiki.


Permanecieron así unos momentos, permitiendo que las contracciones del orgasmo disminuyeran un poco. Luego Aomine liberó el pene de Fresita tan solo unos segundos después; lo abrazó por la cintura repartiendo besitos tiernos en su hombro aun con la respiración muy acelerada. Su corazón latía como loco dentro de su pecho y una sonrisa estúpida se dibujaba en sus labios.


—Te quiero, Fresita —Susurró feliz contra su oreja, la cabeza del chico aun yacía recostada contra su hombro—. Te quiero demasiado.


Esperó unos segundos, pero una respecta por parte del peli-rojo nunca llegó.


—¿Fresita? —Llamó—. ¿Cerecita?


Pero nada.


—¿Gatito? —La sonrisa en su rostro iba lentamente borrándose—. ¿Cariño?


Las manos del chico de cejas partidas que se encontraban apoyadas en la cabecera de la cama cayeron, y luego su cabeza se inclinó hacia abajo, alejándose del hombro de Daiki.


—¿¡Amor!?


Aomine, espantado, salió de su interior y se dejó ir suavemente hacia atrás, sentándose en el colchón y llevándose consigo al peli-rojo. Recostó al chico contra su pecho y con una de sus manos lo tomó suavemente de la mejilla para así hacerle girar el rostro en su dirección.


Sus ojos estaban cerrados, tenía un pequeño rastro de lágrimas en su rostro aun sonrojado, y sus labios estaban entreabiertos.


Se había desmayado o dormido, cualquiera de las dos opciones era viable.


—Mierda… —Daiki susurró.


Quizá había sido un poco, demasiado, intenso.

Notas finales:

Yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…


Eso fue todoooooo por ahora.


¿Qué tal?


¿Qué les pareció?


¿Les gustó?


Dfsñldkjfasñdlfjs POR FAVOR, CHICOS, DIGANMENTE QUE SE HICIERON ESTA CARA AL LEER LA ESCENA FINAL, PORQUE YO MISMA ESTABA ASÍ SÑDFJSDFJASLK


Ajjjajajas nooo, en serio les juro que esa escena no estaba planeada para nadaaaa, solo pasó mientras escribía. Les juro que ahí estaba yo, toda entrada en ambiente, y luego solo estaba escribiendo eso porque en mi mente la escena floreció de golpe y yo con cara de WTF 0.0 jajajajasldk pero la escribí sdfjsld


Díganme que les gustó el cap.


La neta sentí que no avanzaba, les juro que me cuesta mucho. PERO AGRADEZCANLE A RED, PORQUE AHÍ ESTUVO ELLA TRANTANDOME COMO LA RATA QUE SOY, PARA QUE AVANZARA. Y pues aquí estoy.


En algún momento me dio dolor de cabeza jadjaskd, de hecho me enfermé también jeje.


Bueno, creo que eso es todo por el momento, mi cerebro quedo seco iré a llenarlo leyendo cochinadas.


POR CIERTO, UNA PREGUNTA: ¿LES GUSTA EL SUKUFUSHI (Sukuna x Megumi) Y SATOYUJI (Satóru x Itadori)? Ya saben, shipps de Jujutsu Kaisen. La cosa es que estoy trabajando en un fic con estas shipps porque las amo con mi vida y desde hace un rato quería hacerlo, además también los temas para fic me gustan mucho y quería escribirlos juntos desde hace ya un tiempo. (Omegaverse y Zombies) jeje


Bueno, ahora sí.


Espero y hayan disfrutado el cap así como yo disfrute escribirlo, aunque haya sido difícil me gusto muuucho. Con todo mi corazón para ustedes.


Que Raziel me los cuide. Besos y abrazos de oso.


Hasta la próxima.


Byeeeeeeeee.


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