Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

UNKNOWN por RoronoaD-Grace

[Reviews - 56]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaaaa… 


¿Qué tal?


¿Cómo les va?


Yo espero que muy bien. <tres.


Porque yo estoy que me lleva la bruja </tres.


Dejenme les cuento rápido. La neta no recuedo sí ya se los había dicho, pero por si acaso. Yo no tengo computadora, así que lo que utilizo para escribir es mi teléfono, porque esta jodido comprar una por ahora. Descargue Word y pues ahí lo uso. Y la verdad esta jodido escribir en el phone… el asunto es: el viernes, estaba escribiendo en el trabajo, ya casi estaba acabando el cap, y PUF, de la nada, el documento se arruinó.


Un ratito estaba bien y al otro ya no.


Mis pequeños cazadores de sombras, hombres lobo, hadas, vampiros y brujitas, en serio chillé de la frustración. El capítulo se perdió totalmente. Estuve a nada de tirar el teléfono a la chingada. Pero logré tranquilizarme.


Le chillé un ratito a mi mejor amiga y ambas puteamos a Word un rato, pero luego ella me subio todo el animo. En serio es la mejor Parabatai del mundo.


Así que, ya casi se quedaban sin capítulo.


Pero me puse las pilas y pude volver a escribirlo. Por un momento creí que lo terminaría hoy, pero si pude. Wa chillar de la felicidad.


A quienes leyeron el capítulo anterior, y quienes me dejaron su hermoso, precioso y motivante comentario: Angélica y LindAngel, los quiero, 10000 millones de besotes y abrazotes para ustedes.


Los personajes son propiedad de Tadatoshi Fujimaki. Por los horrores ortográficos, 10000 millones de disculpas. Ya saben que estoy ciega y pendeja, pero más pendeja.


Sin más que decir excepto qué, espero y el cap sea de su agrado, los dejó leer.


 


POR FAVOR LEAN LAS NOTAS FINALES

 

UNKNOWN 

—Capítulo 14—

Desencadenante

 

 

 

El peli-rojo sentía que el corazón le iba a romper las costillas.

Al fin lo haría.

Ese era el día en que por fin podría ser libre.

Pero todo dependía de su fuerza mental.

Los había escuchado, a esos dos despreciables sujetos. Habían estado hablando de que por fin les habían dado pase libre para que hicieran con él lo que quisieran. Como si no lo hubieran destrozado ya. Al menos una parte de él, su cuerpo. Pero de lo que hablaban, era de destrozar totalmente su salud mental.

Y él no estaba dispuesto a permitir que sucediera.

Los golpes sanaban, y aún si las cicatrices permanecían, él podría superar el recuerdo de las torturas a las que fue sometido. Pero una herida psicológica era algo diferente.

Una herida que te destroza el alma era algo que no sabía si podría manejar. Claro, tampoco quería tener la oportunidad de averiguarlo.

Era por ello que estaba totalmente decidido a escapar ese mismo día... noche, o lo que fuera. En esa habitación era imposible saber qué era.

Odiaba haber hecho lo que hizo,, pero había sido necesario para las preparaciones. Estaba dispuesto a todo con tal de ser libre. Incluso de seducir a su mismo verdugo. No había sido fácil, el sujeto era un completo bastardo y le daba náuseas solo recordar que tuvo que coquetear con él.

Pero claro, no habia sido tan obvio, pues al tipo le gustaban los retos, por eso se le había acercado para empezar, pero más disfrutaba de ver como sus acciones surtían efecto.

Su experiencia seduciendo era nula. Joder, que ni siquiera había tenido un solo novio. Pero debía intentarlo. Y su inexperiencia, al parecer, le resultó atrayente. Ahora solo necesitaba que lo soltará de las manos, si luego podía de alguna forma dejarlo inconsciente y quitarle las llaves de los grilletes en sus tobillos…

El pestillo crujió. Y luego la puerta de metal chirrío, abriéndose lentamente. En la habitación en la que permanecía, la oscuridad reinaba, logaraba distinguir cosas pero nada tan claramente como cuando la luz de fuera iluminó la silueta de ese tipo. Tuvo que entrecerrar los ojos debido a la repentina claridad.

Un temblor estremeció su cuerpo. Recordar todas las cosas que le había echo era horrible. El dolor que tuvo que soportar sin merecerlo.

Pero tenía que ser fuerte. Si no podía ser convincente, estaba perdido…

—Hola, gatito —dijo el tipo, camino unos pasos, adentrándose en la habitación.

En esta no había nada, más que una destartalada cama y un mugriento colchón en el que el peli-rojo estaba recostado. Pues dos pares de grilletes yacían en sus tobillos y muñecas, estos permanecían pegados a cada estreno de la cama, dejándolo a él sin movientos claros pues estaba con sus cuatro extremidades extendidas; como una estrella de mar.

—¿Me extrañaste? —Pareció ronronear. Giró medio cuerpo solo para volver a cerrar la puerta.

La habitación quedó nuevamente a oscuras. Pero el de cejas raras podía verlo. No de forma nítida, pero veía su oscura silueta moverse y escuchaba sus pesados pasos acercarse hasta él.

Era como una melodía fúnebre que le helaba los huesos.

—P-Pudrete —dijo, y sabía que a ese sujeto le excitaba que fuera arisco con él. Pero también debía parecer que solo estaba siendo bipolar. Necesitaba que creyera que en realidad estaba incitándolo.

Aunque para ello no era necesario tanto esfuerzo. Incluso si el rechazo era real, para el tipo siempre parecía que lo incitaba.

—Lo escuchaste, ¿no es así? —El sujeto avanzó más, hasta finalmente estar a un costado de la destartalada cama—. Escuchaste que nuestro amigo se fue —estiró la mano para poder posarla en los muslos del peli-rojo, quien tembló levemente—. Estamos solos, gatito. Y él ya me dejó hacer contigo lo que yo quiera.

El muchacho inhaló con fuerza. Su corazón aceleró sus latidos.

La mala noticia era que ese maldito estaba dispuesto a todo justo en ese momento… pero la buena, era que no tendría que lidiar con el otro tipo. Si podía noquearlo, podía ser libre.

—¿L-Lo que quieras? ¿Qué me ha-harás?

—Oh, tú sabes es lo que quiero. Estuviste invitándome todo este tiempo.

Una sonrisa muy pequeña se dibujo en los labios del chico, luego desvió el cuello hacia un costado, como si estuviera avergonzado.

—Yo no hice tal cosa —utilizó un tono de voz que sugería que, oh, si lo había hecho.

El sujeto se relamio los labios, mientras sus manos apretujaban sus muslos.

—Claro que lo hiciste.

—Estás loco… ya ves cosas donde no las hay.

El tipo sonrió, escuchó su asquerosa risa borboteando desde su garganta.

Ya no dijo nada más, solo lo soltó y se giró, caminando de regreso por donde había llegado. El peli-rojo se alertó, creyendo que, después de todo, no lo había provocado lo suficiente.

—¿¡Adonde vas!? —Se apresuró a preguntar.

El tipo se detuvo a medio abrir la puerta, sonriendo mientras se volteaba un momento , luego abrió la puerta y salió. Al peli-rojo no le dio ni tiempo de pensar en lo que haría, en que no tendría otra oportunidad si el otro tipo volvía. Jamás podría contra ambos. Ni siquiera estaba seguro de poder con el bastardo al otro lado de la puerta.

Entonces el pedazo de metal nuevamente crujió, abriéndose. Y por el marco el tipo desagradable volvió a cruzar.

Los ojos rojos del muchacho brillaron. No por verlo a volver, pero estaría muy bien el él así lo creía. No, no era por ello, sino por el sonido que escuchó. Un suave tintineo de metal contra metal. Su mirada se enfocó en lo que el tipo llevaba en las manos, tratando de observar de qué se trataba, pero estaba casi seguro de saber lo que era. Casi sonrió ampliamente por ello, sintió su sangre correr más de prisa.
Las llaves de los grilletes.

—No creiste que en verdad me iría, ¿o sí, gatito?

—Tenía la esperanza de que sí.

Una carcajada salió de la boca del hombre. Esa actitud lo ponía muy caliente.

—Creeme, gatito, de esta habitación no saldré hasta quedar satisfecho —un escalofrío hizo que su espalda se retorciera, lo que dolió pues las heridas en su piel, aunque habían algunas ya cicatrizando, otras estaban recientes.

El tipo cerró la habitación, y se encaminó hasta él.

Apenas y pudo contener el pequeño gritito que quiso escapar de su garganta al verlo, al menos su figura, ponerse de pie frente a sus piernas, luego escuchó el tintineo de las llaves al chocar contra sí.

Entonces los grilletes se soltaron, y el tipo los tiró a un lado del suelo. El peli-rojo soltó un pequeño jadeo al sentir sus tobillos libres. Se sentían ligeros al ya no tener el pesado metal. Rápido y como mero reflejo, flexiono las piernas y junto sus rodillas como una forma de protegerse a si mismo. De que ese tipo no lo tocara de ninguna forma.

Sabía que de nada serviría, porque era necesario que lo hiciera, pero su cuerpo solo se había movido antes de pensarlo.

Se sintió tentado a darle una patada en el rostro, pero eso solo traería consecuencias negativas, aún estaba preso de las muñecas, así que, incluso si lograba dejarlo inconsciente, podía lanzar las llaves lejos debido al impulso. Y de nada le serviría, solo se ganaría una paliza cuando el otro tipo volviera y viera lo que había hecho.

Suspiró hondamente, necesitaba mentalizarse, lo que sucedería a continuación no sería lindo. Era absolutamente todo lo contrario.

Pero el tipo no le dio tiempo a hacerse la idea, pues agarró sus rodillas y las separó de golpe. Se mordió el interior de las mejillas para no retorcerse como desquiciado, debía esperar, no podía cometer un error.
«Se fuerte, se fuerte…». Repitió una y otra vez.

Sintió al tipo subirse en la cama, esta crujió y el colchón se hundió. El tipo entonces gateó sobre él y se recostó entre sus piernas abiertas. Su cuerpo tembló, no pudo evitarlo, sentirlo tan cerca se sentía horrible, quería tener las manos libres solo para alejarlo de si.

Inhaló con fuerza, removiéndose solo un poco. Las manos del tipo se pasearon otra vez en sus muslos, acariciándolos y apretujandolos con descaro.

—No tienes ni idea de cuanto he deseado esto —susurró el hombre contra su oído, su aliento caliente y con aroma a cerveza le llegó a las fosas nasales. Contuvo una arcada—. Al fin puedo tocarte como deseo —jadeó contra su piel—. Por fin te haré mio.

«Soportalo, soportalo».

—Joder, incluso destrozado eres tan caliente. Me pones como no te imaginas.

«Resiste, Resiste».

Sus dientes comenzaron a castañear. Ell tipo lamió su piel y se restregó contra sí. Sus manos subieron lentamente sobre su cuerpo, acariciando su cintura y su pecho.

«Tú puedes, tú puedes».

Contuvo un sollozo cuando una de las grandes manos del hombre le quito el botón, bajo el cierre e introdujo sus dedos dentro de su pantalón, en su ropa interior. Sus piernas se retorcieron intentando apretarse entre sí y evitar así que lo siguiera tocando.

Pero el tipo volvió a tomarle los muslo, y en esa ocasión los separó incluso más que antes. Se recargo completamente sobré él, moviéndose y haciendo que sus partes bajas se frotaran. El peli-rojo apretó los puños, su cuerpo comenzó a temblar.

Era mil veces peor de lo que imaginó.

Odiaba eso.

Era asqueroso.

Sus ojos ardían. Quería llorar. Quería que acabara. ¿Por qué tenía que soportarlo, para empezar? ¿Qué había hecho para merecer estar en esa situación? Solo había sido amable con todos desde que llegó. Incluso había huido de la ceremonia. ¿Por qué le habían hecho eso? No lo merecía.

No lo merecía.

El sujeto metió sus manos dentro de su desgastada playera, tocando directamente su piel y provocandole escalofríos. Apretó los ojos cuando de nuevo lo sintió respirar contra su cuello.

—¿Qué sucede, gatito? ¿Te gusta tanto que vas a llorar?

Una de las manos del hombre volvió a introducirse en su ropa interior. Tocando su parte intima mientras de nuevo lamía la piel de su cuello. Los jadeos en su oído y su mano moviéndose, acariciando su miembro, le provocaba nauseas.

Sentía algo subir por su garganta, quizá era la comida de porquería que le habían dado hacía dos días, o tal vez un grito o llanto desesperado. Quizá era lo último; quizá lo segundo. Pero no importaba qué fuera, debía contenerlo, tenía que ser fuerte. Ya no quería llorar, ya estaba cansado de gritar, de pedir por ayuda sin que nadie estuviera ahí para brindarsela.

Ya había entendido que nadie iría a salvarlo.

Solo él podía salvarse a sí mismo. Solo él podía hacer algo para cambiar esa situación de mierda.

Solo debía ser fuerte.

Pero, con cada jadeo y gruñido que escapaba de la garganta de ese sujeto, sentía que sus fuerzas disminuían. ¿Y si no podía hacerlo? ¿Y sí no lograba escapar? ¿Y si ese tipo lo… violaba, sin poder hacer nada para defenderse?

Tenía miedo.

Estaba aterrado.

Al final, después de todo, no era tan fuerte como creyó. Quería que parara. Ya no podía soportarlo. Era asqueroso, quería vomitar.

—¿Qué pasa, gatito? —El tipo ronroneo en su oído, mordisqueando un tanto fuerte el lóbulo de su oreja.
El peli-rojo soltó un sollozo.

—¿No puedes seguir con el plan que tú mismo ideaste?

El chico tembló. Las ganas de llorar se intensificaron.

Tonto, tonto, tonto.

¿Cómo había pensado siquiera que podría engañarlo?

—¿Creisté que no lo sabría?

Había tenido la tonta esperanza de que no.

—¿En verdad pensaste que podrías engañarme?

Sí. Fue tan estúpido para creer que lo haría.

El peli-rojo ya no pudo contenerlo más. Las lágrimas pronto brotaron de sus ojos como un infinito nacimiento de agua. Los sollozos salieron libres de su garganta y él comenzó a retorcerse, importándole ya poco si su espalda dolía o si sus muñecas, que seguían apresadas con los grilletes, se destrozaban.
Solo quería que lo soltara.

—Sí, así —el tipo festejó—. Pon resistencia.

—¡Sueltame!

Una carcajada salió de la garganta del hombre. Una de victoria. Le encantaba que se resistiera porque lo que quería era someterlo. Era que llorara porque eso lo excitaba más. Que suplicara.

—¡No me toques! ¡Sueltame!

El tipo le subió la playera hasta el pecho, en medio de los retorcijones del muchacho. Luego intentó quitarle el pantalón. Pero tan solo quedó a medio muslos pues el peli-rojo se resistió tanto, pataleo y volvió a retorcerse, que por el momento se le hizo muy difícil.

—¡Alejate, alejate! ¡No me toques hijo de puta!

Lo tomó de los tobillo e intentó hacer que flexionara las rodillas, con lo que no contaba era que, aún después de todo el tiempo que había pasado sin comer bien, aunque su cuerpo hubiera perdido demasiado peso, tuviera muchísima fuerza. Someterlo en serio estaba siendo todo un reto.

Él se retorcía, gritaba, se sacudía y parataleaba. Y le era difícil al tipo. Pero eso le gustaba, aunque tampoco era como si no pudiera hacerlo. Y eso frustraba al muchacho, porque él estaba dando todo lo que tenía pero el tipo ese solo se reía mientras lo ponía contra las cuerdas.

Al final, de verdad no podía contra él, era demasiado fuerte. ¿Tenía algún caso resistirse? Lo único que lograría era agotar sus energías y quedarse totalmente a su merced. No tenía caso. No podía ayudarse. No podía detenerlo.

No podía escapar de sus garras.

Tenía mucho miedo.

Las lágrimas no se detenían.

Los sollozos resonaban en las paredes.

La risa del tipo le daba escalofríos.

«Por favor, por favor, por favor… alguien».

—¡No! ¡No, dejame¡ ¡No!

—No te preocupes, gatito, te prometo que te gustará.

Un fuerte grito salió de sus labios cuando una de las mdel hombre se introdujo de nuevo en su ropa interior, restregandose contra su miembro, frotándolo, pero también yendo un poco más abajo, jugueteando con su entrada. Su boca lamió sus pezones y su otra mano apretujo su cintura.

El llanto salió desconsolado de su boca, sus gritos. Las lágrimas dolían contra la piel de sus mejillas. La impotencia de no poder defenderse incluso si lo intentaba.

—No me toques, no me toques, no me toques, no me toques —comenzó a susurrar muy bajo, una y otra vez, como si se encontrara en alguna clase de trance—. No me toques, no me toques, no me toques…

Pero si al tipo le gustaba que llorara y suplicara, verlo medio perdido en su mente, no enfocándose del todo en la realidad, era algo que detestó. Es por ello que, mientras dejaba su entrada tranquila un momento y se enfocaba en masajear su miembro, lo tomó de la barbilla con la otra mano, haciéndolo que volteara su rostro hacia él.

Poco a poco se había acostumbrado a la oscuridad, así que podía ver sus ojos perdidos y sus mejillas cubiertas de lágrimas. Sonrió, humedeciendose los labios.

Entonces lo besó.

Los ojos del peli-rojo se abrieron de par en par, a la vez que volvía a la realidad. La lengua asquerosa, húmeda y caliente de ese tipo se introdujo en su boca, profanando cada parte de ella. El chico se retorció, pero el hombre lo tenía bajo su merced.

Pudo ver su irises claramente, de un tono nauseabundo y desagradable. Jamás había odiado tanto un color de ojos.

«¡No me toques!».

Intento gritar, pero el grito murió en la boca del tipo. Este solo se pegó más a él, sin liberarlo. Incluso mordiendo su labio inferior. Sintió la sangran inundat su paladar. El hombre no lo soltó.

«Por favor, por favor… sueltame».

Pero nada de lo que hiciera cambiaría las cosas. No importaba cuanto suplicara.

«¡Sueltame!».

No tenía caso…

 

~•§•~

 

—¡No me toques! —Fresita gritó, empujando a Aomine y soltándole un puñetazo que lo mando directo al suelo cubierto de restos de comida. Él se quedó en la luna un segundo, no habiéndoselo esperado de ninguna forma.

Alcanzó a reaccionar al ver al chico ponerse de pie muy rápido, girarse y salir corriendo directo hacia la puerta y con destino incierto.

Él también se levantó, corriendo detrás del muchacho y logrando tomarlo de la muñeca. El chico pegó un grito horrorizado, girándose y soltando un nuevo puñetazo, pero esta vez Daiki se lo había esperado, así que logró esquivarlo a tiempo. Tomó su otra muñeca, haciendo que el chico se retorciera tratando de liberarse.

—¡Sueltame, sueltame! —Pero el moreno no pensaba hacerle caso.

No cuando Fresita lucía tan aterrado, no cuando sus ojos llorosos ni siquiera parecían verlo a él. Estaba totalmente ido, perdido en lo que seguro era un recuerdo.

Se veía tan asustado y desesperado. Todo su cuerpo temblaba mientras continuaba llorando y suplicando que lo soltara, que no lo tocara.

A Daiki algo le atravesó el corazón. Un dolor y angustia que no había sentido antes, ni siquiera cuando lo había visto entrar en crisis al no recordar su propio nombre. Era una culpa sin razón, pues él sabía que no había podido hacer nada para ayudarlo, pero claro, ¿cómo podría haberlo hecho si no tenía idea de nada?

Y aún así se culpó. Y aún así se culparía no importaba el tiempo que pasará.

Sus lágrimas le rompieron el corazón. Su carita contraía por una mueca de dolor tan intenso. Su llanto lleno de agonía. Parecía estar teniendo serios problemas para respirar, pues mantenía los labios separados mientras el pecho se le hinchaba y contraía.

Lo atrajo hacia, estrechándolo fuertemente entre sus brazos.

—¡No, no! ¡Sueltame! ¡Sueltame! —se retorció contra su cuerpo, golpeándolo desesperado para que lo soltara, pero no, Daiki no iba a soltarlo—. Por f-favor, sueltame, p-por favor...

—Soy yo, Fresita —Daiki le llamó con ese estúpido apodo que le había puesto. Pero el tono de voz que había utilizado era totalmente distinto al que alguna vez le había escuchado. Era asuave y dulce… se sintió como si estuviera saboreando la mismísima miel—. Soy yo, Aomine.

—P-Por favor…

—Vuelve —ahora fue Aomine quien suplicó, cerrando sus ojos y estrujandolo suavemente—. Vuelve. No te pierdas en tus recuerdos… vuelve a mi, Fresita.

Y entonces sus palabras parecieron surtir efecto pues, de repente, Fresita dejó de removerse. Su respiración aún estaba agitada y su pecho se inflaba, pero él estaba muchísimo más tranquilo.

—¿A-Aomi…ne? —Susurró entonces muy bajito.

Daiki deshizo el contacto rápidamente, solo para verlo a los ojos. Sus irises rojizos se veían confundidos, desorientados, opacos.

—Aquí estoy —le dijo él, sosteniéndolo dulcemente de ambas mejillas—. Aquí estoy, Fresita.

—A-Aomine…

Su expresión de nuevo se deformó. El brillo en su mirada volvió, pero debido a las lágrimas que comenzaron a gotear una tras otras. Su cuerpo comenzó a temblar, a contraerse debido a los sollozos que no pudo ni intentó contener en ningún momento.

Daiki no sabía que hacer, solo quería calmar su angustia. Se acercó más a él y comenzó a besar sus mejillas, sus párpados y su nariz sonrojada. El peli-rojo no se resistió, no se asustó, no lo alejó. Al contrario, pronto, él mismo se aferró a Aomine, abrazándose a él, apretujando con fuerza la tela de su camisa. Escondiendo su rostro en el hueco de su cuello.

—Aomine, Aomime, Aomime —comenzó a repetir una y otra vez, como si no terminara de creerse que estaba ahí, con él, y no en la habitación de sus recuerdos—. Aomine…

—Aquí estoy, aquí estoy.

—E-Ese ti-tipo… A-Aomine… esta-estaba… él e-estaba…

—Shh, shh, esta bien, esta bien… él ya no puede hacerte daño. Nunca dejaré que vuelva a tocarte. Jamás.

—Aomine…

—Te lo prometo, no volverá a lastimarte. No lo permitiré.

El chico ya no dijo nada, solo se apretó más al moreno. Su llanto se intensificó, liberando todo ese dolor y frustración.

Daiki cerró los ojos, sintiendo que las lágrimas ardían. Lo abrazó con suavidad, haciéndolo sentir protegido. Acariciando su espalda y dejando que llorara todo lo que quisiera.

Sentirlo temblar entre sus brazos lo llenaba de frustración y furia.

Lo mataría.

Mataría al maldito infeliz que se atrevió a ponerle las manos encima.

Lo destrozaría vivo.

Tuvo que dejar sus deseos asesinos de lado, pues, de un momento a otro, el peli-rojo dejó de llorar, y antes de que pudiera entender que sucedía, Fresita se precipito hacia el suelo, completamente desmayado.

Por suerte él lo sostuvo, así que no se hizo ningún daño.

Lo alzó en su brazos como princesa, y observó sus ojitos cerrados que aún soltaban lágrimas. Era horrible verlo así. Daiki jamás creyó que algo fuera a dolerle tanto.

—Te voy a proteger —susurró, bebesando su frente—. Lo juro.

Quien fuera el bastardo hijo de perra que le había puesto las manos encima, más valía se fuera preparando, porque no descansaría hasta meterle una bala entre las cejas.

 

Notas finales:

Yyyyyyyyyyy eso fue todo. 


¿Qué tal?


¿Qué les pareció?


¿Les gustó?


Yo espero de todo kokoro que sí.


Si les soy sincera, el cap quedó un poquito diferente al que se borró, pero me gusta más así.


También quiero decirles que, a partir de ahora, las actualizaciones las estaré haciendo cada dos domingos, pues ya que comencé a publicar mi otra historia, también tengo que dedicarle tiempo. Así que no crean que la dejé de lado. Será una semana una y una semana la otra. Si gustan pueden pasarse a leerla, como dije en el cap anterior, es un crossover y, aunque en el primer cap no aparece AoKaga, tengan por seguro que lo hará.


Tengo muchas cosas planeadas para esa historia y si me emociona mucho. Sería genial también contar con su apoyo.


Por ahora eso es todo.


Ojalá y el cap si les haya gustado, ya saben que pueden hacermelo saber por medio de un lindo comentario, el cual leeré y responderé muy feliz.


Que Raziel me los cuide, besos y abrazos de oso.


Byeeee.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).