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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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UNKNOWN
—Capítulo 34—
Determinación
 
 
 
 
 
Kuroko continuó abrazando a Taiga, aferrándose a su cuerpo para transmitirle seguridad, y también para intentar calmarse a sí mismo de los escalofríos que recorrían su cuerpo, que nada tenían que ver por la frialdad de la habitación. 
 
Si quería proteger a su amigo, primero tenía que serenar su propio corazón. Estaba aterrado, no podía solo ignorar ese hecho porque, de hacerlo, no sabía en que momento podía perder la compostura por la ansiedad. Estaba bien que temiera, la situación no era para menos, pero debía poder actuar aún así. 
 
No supo cuanto tiempo transcurrió desde que Taiga se desmoronara llamando a Aomine-kun, pero en lo que Tetsu calmaba su corazón desbocado, su amigo de cabellos rojos poco a poco, en lugar de gritar y llorar desesperado, comenzó a susurrar y sollozar muy bajito. Hasta que, de repente, se quedó completamente callado, el agarre que había tenido sobre sus brazos, las uñas lastimando su piel, se aflojó y sus manos cayeron a sus costados. 
 
—¿Taiga-kun? —lo llamó varias veces, pero al ver que no respondía, lo tomó de la mejilla y movió su rostro empapado de lágrimas con suavidad, toqueteando con cuidado sus parpados. Estaban cerrados. Se había quedado profundamente dormido. Podía sentir el suave movimiento de su pecho y escuchar el susurro de su pausada respiración, se escuchaba tan calmado, sereno, como si dormitara tranquilamente en uno de los sillones de la sala en casa de Akashi-kun. 
 
Tetsu sintió unas terribles ganas de llorar al tenerlo allí inconsciente entre sus brazos, sintiéndolo tan frágil, a nada de romperse en miles de trozos una vez más. 
 
¿Qué se suponía que debía hacer? No tenía idea de nada, solo que estaba dispuesto incluso a arrastrarse con tal de protegerlo. Taiga había estado solo con ese malnacido por quién sabía cuanto tiempo, y aún con las piezas rotas de su corazón, había logrado escapar, había corrido con ellas en sus brazos mientras lastimaba sus pies descalzos. Había corrido sin detenerse, porque ningún daño físico en ese momento sería peor que volver con el desgraciado de Nash. 
 
Lo harían de nuevo, tenían qué. Debían escapar. No permitiría que Nash volviera a fragmentarlo cuando su corazón estaba sanando poco a poco. 
 
Se aferró al cuerpo durmiente de Taiga con suavidad, hundiendo su rostro en su hombro, no importaba qué, saldrían de allí. No podía permitir que Nash hiciera más daño, además, maldición, aún tenía muchas cosas que decirle a Akashi, tenía todo que decirle. Casi soltó un sollozo al recordar todo el tiempo que había perdido en lugar de solo haberse lanzado a sus brazos. Que idiota. Pero no lo hizo, si bien llorar era liberador, y ya lo había hecho, no le ayudaría mucho en ese momento. 
 
Sus ojos celestes intentaron divisar algo en la oscuridad de la habitación, pero no había nada, no podía ver nada más allá de la punta de su nariz. Quizá podría explorar un poco con el tacto, pero las malditas cadenas en su tobillo y muñeca lo restringían en una buena medida. Aunque, había notado un detalle en estas, eran la misma cadena, solo que lo apresaban de extremos diferentes. Habían dos tubos soldados a la pared donde ambas cadenas, la de Taiga y la suya, estaban atravesadas permitiendo se movieran de un lado a otro. 
 
Lo había sentido cuando se acercó a su amigo, si intentaba ir al frente, uno de los extremos tiraba hacia atrás. Si movía la pierna para delante, el extremo de su muñeca se acortaba, por lo que no tenía tan buena movilidad. Había logrado llegar a Taiga porque no estaban lejos el uno del otro, y aún así, Tetsu tenía su pierna totalmente extendida en el suelo para así poder abrazarlo con uno de sus brazos. 
 
La buena noticia, era que si lograba liberarse de uno solo de los grilletes, entonces era libre, además, podía conseguir un arma realmente útil. 
 
Tetsu cerró los ojos un momento, soltando un largo suspiro. Cuando sus parpados se abrieron nuevamente, sabía exactamente lo que debía hacer. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
Los ojos grises de Tatsuya observaron detenidamente las fotografías en el celular de Akashi, y luego lo miraron a él y a su hermano, y después de vuelta al aparato. Algo había hecho un sonido lejano en su cabeza, pero no lograba entender la situación. Simplemente su mente se había quedado en blanco, y eso estaba frustrándolo al punto en el que la garganta se le estaba cerrando y sentía sus ojos empaparse de nuevo. 
 
—¿P-Por qué? —preguntó a Atsushi, la voz le temblaba—. ¿P-Por q-qué tiene… Fo-Fotografías de Taiga? 
 
—Muro-chin… —el enorme chico susurró también algo confundido por sus palabras. Incluso él entendía la situación. En lugar de responder la pregunta de Tatsuya, acarició el cabello de su cuello mientras lo veía a los ojos, y luego lo abrazó. 
 
Himuro lucía perdido, perturbado. Los engranajes en su cabecita daban vueltas y vueltas pero sin poder llegar a una respuesta concreta. Tantas emociones en su corazón habían hecho crecer una neblina espesa que no le dejaba ver más allá, por más que lo intentara.  
 
Estaba jadeando en los brazos de Murasakibara, tratando de desenredar los hilos de todo ese embrollo, pero en lo único que podía pensar era en Taiga a merced del bastardo de Nash, y el Taiga de las fotografías del celular de Akashi, un niño tan risueño y encantador enamorado totalmente del baloncesto. 
 
Ambos parecían estar a miles y miles de kilómetros de distancia. 
 
Yacía temblando cuando Momoi se acercó a él con una sonrisa comprensiva tallada en su expresión, y un vaso con agua en una de sus manos. Murasakibara la vio, por lo que deshizo sus brazos del cuerpo de Tatsuya. Satsuki entonces tomó asiento junto al chico y le ofreció el agua. 
 
—… G-Gracias. 
 
Ella fue muy comprensiva mientras esperaba a que Himuro acabara el líquido y calmara un poco su corazón. Finalmente, él le devolvió el vaso vacío y ella lo colocó en la mesita. Cuando sus ojos rosas, rojizos por el llanto debido al sufrimiento de sus amigos, volvieron la vista y lo miraron directamente, Tatsuya supo que ella iba a explicarle todo lo que en su estado alterado no lograba comprender. 
 
Momoi volvió a sonreírle, una sonrisa llena de dulzura, pero también impregnada de pesar. 
 
Comenzó hablando de la primera mañana, cuando Takao bajó corriendo del segundo piso mientras gritaba que Aomine había metido a un chico a la casa. Por supuesto, a ello le siguió la explicación de que no había sido su amigo moreno quien lo había llevado consigo. Habló acerca de que todo había sido un malentendido, pero, lastimosamente, también le explicó lo que Midorima descubrió al hacerle un chequeo luego de que se desmayara. 
 
Tatsuya soltó un jadeo y de inmediato cubrió sus labios. Reo le había dado información, pero Momoi estaba siendo más detallada con lo que decía. El dolor en su pecho aumentó en proporciones. 
 
Como espectadora, Satsuki solo podía hablar de lo que veía y no de lo que los chicos sentían en su momento, sin embargo, ella creía poder leer bien a las personas, por lo que le habló a Himuro de la conexión que hubo no solo entre Taiga y Akashi, sino también con Aomine. Todos fueron testigos del cariño inmediato que el dueño de casa le tomó al enorme chico, y también de la tensión entre este y Aomine. Aunque, si bien Momoi en su momento esta parte no la interpretó como algo más debido a que su amigo moreno siempre gritó a los cuatro vientos sus preferencias, una vez la verdad se mostró ante sus ojos todo cobró sentido. 
 
Ella le contó sin mentiras el trato que su hermano había recibido por parte de todos, en especial de Akashi. La atmósfera que se formaba a su alrededor, si bien se notaba en esta intimidad y familiaridad, nada tenía que ver con algo romántico, sino con algo más que nadie pudo nombrar en su momento, pero la conexión estaba allí, y ninguno podía negarla. 
 
Con Aomine siempre estuvo esa tensión, ese choque de personalidades. Satsuki desde luego pensaba interceder por su amigo, aunque este pensaba de sí mismo lo peor en ese momento, pero tampoco iba a mencionar cosas que no eran. Fue sincera al decirle a Himuro que ellos parecían estar en malos términos, pero también que las cosas solo fueron verbales, Dai-chan más que nada siendo él mismo, solo un poquito más insoportable. 
 
Entonces también apareció Seimei, y lo mismo que había sucedido con Akashi ocurrió. Había algo, un no sé qué. El cariño que ambos hermanos le habían tomado a Taiga, y Taiga a ellos también, era muy especial e íntimo. 
 
Y luego ella, aunque no quería y de hecho no lo hizo, mencionó explícitamente cierto incidente. Taiga recuperó un recuerdo. Con dolor en su pecho mencionó los gritos desesperados del chico resonando en todos lados y, como al ir todos en su búsqueda, lo habían encontrado en la cocina en brazos de Aomine. 
 
—¡Ese bastardo! —Tatsuya dijo apretando los puños con lágrimas en los ojos. 
 
—No —Momoi negó con la cabeza—. Él lo ayudó, Muro-chin —le llamó por el mote cariñoso que usaba Mukkun, el de cabellos morados arrugó las cejas inconscientemente—. Él estaba perdiéndose en sus recuerdos, pero Dai-chan lo trajo de vuelta. 
 
Finalmente ella habló de ese día, no pensaba que le correspondiera decirlo, por lo que no mencionó «Violación» en ningún momento, sino que se refirió a «recuerdos demasiado desagradables». Le habló de la reacción que había tenido Taiga al despertar, y de como había buscado a Dai-chan, de como se había calmado de inmediato, sintiéndose totalmente cómodo y a salvo en sus brazos.  Y también que fue entonces el momento en el que al fin se dieron cuenta que el choque entre ellos era debido a la atracción que sentían por el otro, pero que ninguno había aceptado completamente. 
 
—Por favor, Muro-chin —Satsuki le habló al chico con calma—, entiendo que estés molesto, sé que él es algo difícil y solo quieres proteger a tu hermano, pero te aseguro que Dai-chan ama demasiado a Taiga-kun. No creas que ha sido a propósito lo que sucedió en las canchas. Él jamás le haría daño de esa forma, así que te pido que no te dejes guiar por las duras palabras de Seimei, e incluso las del propio Dai-chan sobre sí mismo. 
 
Entonces prosiguió a hablarle de la relación que hubo entre ellos luego de que al fin aceptaran sus sentimientos con el otro. Cada palabra, cada acción, cada mirada, cada sonrisa por parte de ambos, cómo el amor era visible a su alrededor. Era algo genuino, algo hermoso. Aomine iba totalmente en serio, como jamás lo había sido, se estaba esforzando, que no era realmente difícil en el sentido de que Dai-chan estaba enamorado y simplemente brotaba de sí. No podía ni quería contener todas las emociones que desbordaban su pecho. 
 
Le dijo que Taiga era feliz con él, que sus sonrisas eran hermosas y deslumbrantes, sus ojos brillaban al verlo; el mundo desaparecía y solo estaban ellos y su complicidad. Satsuki realmente habló de lo feliz que ella se sentía al verlos, porque ellos estaban tan enamorados y eso se notaba a kilómetros, su dinámica era preciosa, había tanta química en ellos. 
 
Mientras ella hablaba con ojos brillantes, observó como algo se desmoronaba en la mirada de Tatsuya… se veía tan, tan aliviado, y entonces él comenzó a llorar en silencio, pero no había dolor en su expresión, solo genuina alegría. Solo que después soltó un sollozo lastimero y Momoi supo que estaba pensando en la ausencia. 
 
Entonces ella desvió la conversación hacia otro punto. No quiso ahondar en problemas personales de ningún otro de los chicos, porque sinceramente a Himuro solo le interesaba Taiga en ese momento, pero ese era un tema principal. Los gemelos. 
 
Comenzó hablando también del primer día. Desde ese momento todos habían notado que algo ocurría con Akashi, aunque este lo negó y entonces la atención se vió desviada hacia Taiga. En ese momento habían estado preocupados, pero ciertamente no pudieron hacer que su amigo dijera algo; algunos lo sabían, pero por discreción hacia Sei no dijeron nada, Midorima, Murasakibara.  Los demás chicos habían estado preocupados pero se sentían un tanto aliviados al verlo junto a Taiga y como se comportaba con él. 
 
Cuando apareció Seimei una madrugada, supieron que las cosas con ellos eran más severas de lo que creyeron al principio y, a diferencia de su hermano, Seimei no reprimió sus emociones, sino que las liberó hacia cualquiera, lo que no fue precisamente bueno. Sin embargo, gracias a Taiga, que le dio un tremendo bajón de sumos, se calmó relativamente. 
 
Satsuki admitió para Tatsuya que encontró divertido el comportamiento de los gemelos, celosos y sobreprotectores, ariscos con Dai-chan, sobretodo Seimei. El gemelo menor no perdía oportunidad para demostrarle a Daiki lo desagradable que era verlo con «Cereza». 
 
Finalmente llegó al momento en el que los chicos por fin hablaron de lo que había ocurrido con ellos, al menos Seimei lo hizo. Confesó que el padre de los chicos le había sido infiel a su madre, y que tal hecho había derivado en el deterioro de la salud de la señora Akashi, y en otros problemas con sus hijos. Y, como cereza del pastel, de esa infidelidad había un niño. 
 
—No creo que nadie lo hubiera pensado antes, pero entonces Hiro-kun vino hoy —Momoi guardó silencio un momento, mordiéndose uno de sus labios—. Y él vio lo que estuvo frente a nosotros todo el tiempo, pero no vimos… cuando Seimei iba a presentarlo con Taiga-kun, solo le bastó un vistazo para darse cuenta. Él dijo que era el hermano de Seimei-kun y Akashi-kun. 
 
Tatsuya la miró en total silencio, sus ojos estaban muy abiertos y parecía estar luchando por decir algo, pero las palabras no salían. 
 
—Por supuesto, él solo lo asumió porque Seimei le había mencionado que tenía un hermano, pero no sabía quién era, así que cuando le quiso presentar a Taiga-kun, creyó que era él. Solo que… lo que dijo después fue algo impactante. 
 
Himuro pasó saliva. Las manos le temblaban. Los sollozos de los gemelos a un costado resonaban en sus oídos como una melodía fúnebre, poniéndole los pelos de punta. La sala se sentía tan, tan fría. 
 
—¿Q-Qué fue lo que…. dijo? 
 
Satsuki suspiró, a sabiendas de lo que provocaría en el corazón de Tatsuya con sus siguientes palabras. 
 
—Él remarcó el parecido de Taiga-kun con… el señor Akashi. Señaló sus facciones, pero no fue algo de hablar y decir que creía que se parecían, es que estaba seguro del parentesco con solo un vistazo. Y además de ello, remarcó algo por lo que no dudaba de sus palabras —la mirada ansiosa de Himuro la veía casi sin parpadear y Momoi creía que tal vez fuera a pensar que estaba bromeando, pero tenía que decirlo—. Sus cejas —dijo al fin, y la confusión se dibujó de inmediato en los ojos grises del chico—. Chihiro mencionó que Seimei le contó que había encontrado unas fotografías de su padre cuando era más joven. 
 
»En dichas imágenes, descubrió que su padre, en realidad, tenía unas particulares cejas. Aunque parecía que no eran de su agrado, por lo que él se las “arreglaba” —el acelerón en la respiración de Tatsuya y el movimiento errático en sus ojos, le dijo a Momoi que el chico entendía muy bien que estaba diciendo ella—. Jamás se había topado con alguien que tuviera las cejas de manera similar, así que ver a Taiga-kun y saber el contexto de los problemas de su prometido, hicieron que Hiro-kun asumiera que era el hermano del que hablaba. 
 
Lo cual había sido realmente impactante no solo para los amigos, sino para los gemelos y desde luego para Taiga. Satsuki no pudo negar la tensión asfixiante que se generó en el aire luego de tal confesión. El poder de esa duda ya planteada comenzó a carcomer el interior de los hermanos, que habían visto horrorizados a Taiga, y él también a ellos, aunque por motivos diferentes, aparentemente. 
 
—Creo que Taiga-kun lo malinterpretó un poco —susurró ella. 
 
Porque había visto en sus ojos miedo, pero no por el hecho de ser hermano de ellos en sí, sino porque ellos lo despreciaran por ser el producto de todo el daño que habían sufrido ellos y su madre. Cosa que jamás pasaría, Satsuki estuvo segura. Ella sabía, todos sabían lo que había ocurrido con Taiga aunque el propio Taiga no recordara. Ellos tenía miedo porque, de ser cierto, significaría que no había sido a un desconocido a quien hicieron daño, sino a su sangre, a su hermano. Y el solo imaginar eso ya los estaba destrozando. 
 
La idea de Aomine siendo consciente también de la tensión fue un gran alivió, y Satsuki no dudó en remarcar lo que él había hecho para distraer a Taiga-kun de todo ese embrollo. Le dijo que Akashi se quedó en la casa para intentar comunicarse con su padre y luego los alcanzaría ya en las canchas. Una vez allí, emocionada le habló de la alegría de Taiga, de su emoción y la competitividad que había agarrado con Daiki. 
 
—Yo no jugué, pero desde fuera pude observar mejor —dijo ella—. En el momento en el que puso un pie en la cancha no existió nada más; lo que sucedió en la cocina quedó totalmente atrás. Era como si el balón fuera una parte de sí. Él y Dai-chan jugaron y se divirtieron como no tienes idea, Muro-chin —Satsuki le sostuvo las manos con cuidado—. De verdad, créeme, Dai-chan nunca quiso lastimarlo. 
 
Tatsuya lucía muy perturbado, los engranajes en su cabecita aún giraban como locos, pero entendía lo que Satsuki estaba diciéndole, podía ver en sus ojos que no intentaba pintar las cosas de otro color en favor de Aomine, decía la verdad. Solo que por más que intentara calmarse, no podía regular su respiración, y los latidos desenfrenados de su corazón retumbando en sus oídos estaban aturdiéndolo. 
 
—La lla-llamada —tartamudeó—… las foto-fotografías en el teléfono… 
 
El agarre en sus manos por parte de Momoi se afianzó. 
 
—Sin duda era su padre al otro lado del teléfono —comenzó ella—, por lo que hablaron… le envió fotografías de su hermano. 
 
—¿En… Entonces…? 
 
—Sí, Muro-chin… Hiro-kun estaba en lo correcto. 
 
Himuro jadeó, sintiendo de repente como si el aire que entraba en sus pulmones fueran vidrios rotos que cortaban su garganta. 
 
Por fin pudo conectar todos los puntos, y entonces todo cobró sentido. Y no solo se refería al asunto con los gemelos, sino todo. Recordó esa conversación que escuchó en la oficina del maldito de Nathaniel y su insistencia en hablar con cierto hombre para que conociera a Taiga. Recordaba perfectamente el tono extraño con el que había dicho «mi hijo», en ese momento no creyó que hubiera algo más, pero el imbécil había estado siendo demasiado sarcástico al llamarlo así. 
 
»—Pude solo dejarte tirado en la basura, pero en cambio mírate ahora… —Había dicho el desgraciado malnacido cuando Taiga volvió la primera vez. Y en ese momento no había entendido, pero ahora tenía sentido. 
 
Tatsuya había tenido razón todo el tiempo, ese tipejo había usado a su tía Kioko para obligarlo a hacer lo que quisiera. El maldito le había confesado que no era su hijo y seguro había hablado pestes de su difunta madre, Himuro estaba seguro que, igual que cuando volvió, le sacó en cara todo lo que le había dado hasta ese momento. Que al no ser su hijo pudo haberlo tirado a la calle, pero no lo hizo, así que ahora le debía todo. 
 
Dios, el dolor en su pecho era asfixiante, y el odio hacia ese desgraciado aún más. Podía romperle el cuello a ese maldito hijo de perra si lo tenía enfrente. Realmente podría. 
 
Recordó también las palabras a las que no le había encontrado forma mientras Akashi hablaba con su padre: 
 
»—El "inversionista". ¿Dices que lo puso en la mesa como si fuera moneda de cambio? 
 
El hijo de perra ya no estaba intentando casarlo con el mejor postor, pero seguía usándolo sin importarle en absoluto. Y no lo hacía, no le importaba y solo lo usaba sin más porque no era su hijo y ahora se estaba aprovechando también de ese hecho al “negociar” con Masaomi para salvar su asqueroso pellejo. ¿Qué demonios se pensaban que Taiga era? Maldita sea. 
 
Mierda, si podía realmente sacar algo bueno de todo eso,  era que ese desgraciado no era su padre, a demás de eso, gracias a las palabras de Momoi, podía tener la seguridad de que sus… hermanos, lo adoraban. 
 
Que Aomine también lo hacía. 
 
Una risa de alivio borboteó en su garganta, un sonido que sorprendió a Satsuki y también a Atsushi, pero que pronto cambió su melodía a un nuevo sollozo de profunda angustia. 
 
«Hermano… ¿Dónde estás?». 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
—Aominecchi —Kise susurró indeciso, lo que logró que su amigo lo ignorara momentáneamente—, no creo que s-sea buena idea. 
 
—Sinceramente, Kise… —Aomine lo vio de reojo mientras se terminaba de colocar las correas de la pistolera de pecho que había llevado en su maleta. Era un hábito e incluso si estaba fuera de servicio, siempre la llevaba entre sus cosas—, no me interesa lo que cualquiera diga en este momento —tomó su arma en sus manos, revisó el cargador y luego la colocó en la pistolera, a un lado de su corazón. 
 
—Él tiene razón, lo sabes —dijo una segunda voz—. Es una idiotez. 
 
Kasamatsu lo veía desde el marco de la puerta, tenía los brazos cruzados sobre el pecho y sus cejas estaban tan fruncidas que casi se tocaban. 
 
Daiki inhaló con fuerza. 
 
—¿Es que no entienden que no me interesa lo que piensen? —maldita sea, él ya lo sabía. Era una pésima idea, estaba totalmente consciente de los riesgos, pero si no iba a por Taiga, jamás se lo perdonaría. 
 
Yukio lanzó un bufido al ver que nada iba a impedir que Aomine se marchara en busca de su novio. 
 
Momentos antes, cuando lo había visto arrastrar consigo a Kise, los siguió teniendo un presentimiento. Y había tenido razón, alcanzó la puerta justo a tiempo para escuchar cuando Aomine le decía a Kise que le hablara del lugar exacto en el que había golpeado a Taiga con su auto, y también de qué lado de la carretera había aparecido antes del golpe. El hecho de que lo llevara lejos para que ninguno de sus amigos escuchara, significaba claramente solo una cosa. 
 
No quería que nadie supiera, porque iría solo. 
 
—Estás siendo un completo imbécil —Yukio dijo sin pelos en la lengua. 
 
—¿Alguna vez no lo he sido? 
 
Kasamatsu hizo una mueca. Por supuesto que no, porque él era el siempre idiota Aomine Daiki. 
 
—Ni siquiera sabes si estarán allí. 
 
—¡Por supuesto que no lo sé! —Daiki estalló, girándose hacia Kasamatsu y encarándolo—. ¡No tengo una maldita idea de nada! ¡No puedo saber si estarán cerca o si no lo estarán, es por eso que no puedo arriesgar a nadie más! ¡Dios, ni siquiera sé si encontraré el maldito lugar! ¡Solo estoy siguiendo una jodida corazonada! —caminó hacia el de cabellos negros, su respiración totalmente agitada y la desesperación pintada en sus ojos. 
 
»¡Puede no ser nada, solo una pérdida de tiempo! ¡Nada me asegura que encontraré el lugar y que de hacerlo, que estarán allí! ¡No creas que soy un idiota y no lo sé! —apretó los ojos con fuerza y se giró un momento, rascándose la cabeza con ambas manos, desordenando sus azules cabellos mientras inhalaba y exhalaba con fuerza. Cuando volvió a encarar a Yukio, lucía más calmado—. Hay muchos sitios para buscar, todo el maldito pueblo. Puede que ya ni siquiera estén aquí, maldita sea ya pasó tanto tiempo. Nash es un imbécil demasiado listo, ¿Por qué volvería al mismo lugar? 
 
»Pero sigo pensando y no puedo sacarlo de mi cabeza. Es un maldito demente que incluso se tomó todo su jodido tiempo para engatusar a Tetsu y engañarlo, en todo momento fue un maldito juego para él. Así que creo que encontraría divertido estar ahí de nuevo mientras la policía se desvive en todos lados. Siempre estuvo allí y nunca nadie se dio cuenta. En los reportes de Reo no había nada, lo ocultó muy bien, así que es un lugar seguro para él. Y además, sería una forma de decirle a Taiga que nunca escapará de sus garras. ¡Ese maldito está obsesionado con él!... Pero esto solo es una suposición, lo he visto muchos veces, los criminales vuelven a la escena del crimen, pero no siempre. 
 
»Necesito estar seguro, no puedo mandar a toda la policía allí y que al final esté equivocado, si no se ha largado, aprovecharía esa oportunidad. Tampoco puedo llevar a alguien más, dios ¿De que ayuda serían? Solo míralos, y los gemelos son unos malditos locos, ¿Qué crees que harán si los encontramos? Ellos no están bien en este momento. En todo caso, los necesito aquí, pendientes de cualquier noticia y avance que pueda tener la policía. 
 
»Kise y tú se encargarán de informarme cualquier novedad y si, después de todo, realmente los encuentro, me comunicaré con ustedes y entonces allí sí que pueden enviar a toda la maldita caballería, de lo contrario, solo es una pérdida de tiempo… —calló un momento. Kasamatsu podía ver en sus ojos el tormento, pero también la esperanza que lo hacía querer ir allí solo—, y tiempo es lo que ellos menos tienen. 
 
Kasamatsu se ahorró el comentario de que, de hecho, Aomine tampoco estaba bien, por dios, eran su mejor amigo y su novio los que corrían peligro. No importaba cuanto quisiera y tratara de pensar con calma, no había forma de que estuviera del todo bien. Aunque admitía que había algo de razón en sus palabras. 
 
—Eso no significa que tengas que ir solo. 
 
—¡Maldita sea! ¡No escuchaste nada de lo que dije! 
 
Yukio soltó un suspiró. 
 
—No es eso… —se alejó de la puerta y caminó hacia Aomine, allí, colocó una mano en uno de sus hombros, apretándolo en un gesto de apoyo. Lo vio pasar saliva antes de hablar de nuevo—. Iré contigo. 
 
Un jadeo involuntario escapó de la garganta de Kise, por inercia, los ojos de Aomine lo miraron durante unos segundos, en su cara una mueca de horror ante las palabras de Kasamatsu, luego, Daiki volvió la vista hacia Yukio.  En sus ojos pudo observar la determinación sincera y el apoyo. 
 
Parpadeó un par de veces, tomado totalmente por sorpresa. Desde el momento en el que se había puesto de pie y arrastró consigo a Kise, se hizo a la idea de que tendría que hacerlo solo, porque ninguno de sus amigos podía realmente ser de ayuda, ya fuera por el estado mental o porque realmente no había ningún entrenamiento en ellos para ese tipo de situaciones. No sabía como podían reaccionar ante cualquier escena que fueran a presenciar, sería totalmente  imprudente llevarlos consigo. A demás, y era algo que no había mencionado, necesitaba estar ciento por ciento concentrado en Taiga y Kuroko. 
 
Lo último que necesitaba era agregar a otro a la lista de sus preocupaciones. Estando solo, podía concentrarse mejor… pero Kasamatsu… Daiki consideró la opción. 
 
Generalmente era un chico tranquilo y confiable, con los pies bien puestos sobre la tierra que pensaba con la cabeza fría y no era impulsivo, claro, si no estaba Kise cerca, y no lo estaría. Si tenía que aceptarlo, de todos, él era el que en mejor estado se encontraba en ese momento, calmado, observando en silencio y analizando la situación sin alterarse como los demás. Era la mejor opción si necesitaba ayuda… y vaya que la necesitaba. 
 
—Yo… mi prioridad son Tetsu y Taiga —confesó, advirtió, Kasamatsu necesitaba saber en lo que se estaba metiendo si decidía aceptar. 
 
—Lo sé. 
 
—Si algo pasa y tengo que decidir… 
 
—No te preocupes, no seré una carga. 
 
Daiki soltó un suspiro, mezcla de resignación y alivio. Por supuesto, si bien podía confiar en Yukio, tampoco significaba que podía solo ignorarlo, pero creía que realmente sería de gran ayuda. 
 
—Está bien —aceptó. 
 
Kasamatsu asintió, dándole una leve sonrisa, luego su expresión se volvió dura, pero al mismo tiempo también se suavizó. Entonces se giró hacía Kise, a quien parecía estaba a punto de darle una crisis. Tenía la cabeza levemente inclinada hacia abajo, su cabello cubría su expresión y sus puños se apretaban con fuerza en sus costados. 
 
—Oye… —dijo Yukio con suavidad, acercándose a él. Alzó una mano y con dulzura la posó debajo del mentón del rubio y alzó su rostro para poder ver su expresión. Los ojos castaños de Ryōta estaban a punto de desbordarse—. Estaré bien —aseguró. No le dijo que no se preocupara, porque sabía que eso sería imposible. 
 
Kise solo asintió. Él entendía que no podía decirle que no fuera, ya lo había decidido y Kasamatsu era sumamente terco cuando quería. Solo que eso no evitaba que sintiera un retorcijón en las entrañas. 
 
—¿Recuerdas, Kasamatsu-sempai? —su voz era apenas un susurro y sus ojos brillaban rojizos fijos en los azules de Yukio—, en las canchas, cuando dije que yo también quería un beso apasionado como premio de victoria, dijiste que solo debía ganar, y tú harías el resto. 
 
Yukio sonrió, una sonrisa verdaderamente tierna que hizo revolotear enérgicamente el corazón de Ryōta. 
 
—Déjame cambiar un poco mis palabras —la mano que yacía en el mentón de Kise se movió hacia su mejilla, donde acarició suavemente su piel—. Te prometo que volveré antes de darte cuenta, y cuando lo haga… voy a comerte la boca como es debido. Pero hasta entonces, espera por mi. 
 
Kasamatsu había esperado un sonrojo monumental en el rostro de su tonto y hermoso rubio, pero lo que vió en sus ojos castaños ante sus palabras, fue absoluta determinación. 
 
Kise lo tomó del cuello de la playera y, con fuerza, lo pegó a su cuerpo. 
 
—Ya esperé años por un maldito beso tuyo —dijo, tomando a Yukio totalmente por sorpresa—, no pienso esperar más. 
 
Y entonces lo besó. 
 
Primero, solo fue un torpe choque de labios, Kise no se movía y tenía los ojos apretados, pero entonces,  un segundo después de que Yukio terminara de procesar todo, se volvió algo totalmente diferente. Kasamatsu lo tomó del cuello y lo pegó aún más a su rostro, abriendo la boca, encajando con la suya perfecta y maravillosamente para besarlo con la pasión y desesperación que el rubio había querido. Kise jadeó contra sus labios cuando Yukio succionó los suyos luego de darle un pequeño mordiscó.  Casi se derritió en sus brazos cuando su lengua, caliente y húmeda, se adentró y jugueteó con la suya en su boca. 
 
Kise suspiró y jadeó, correspondiendo con igual intensidad. Era tan asombroso como había pensando que sería su primer beso con Kasamatsu, y no quería soltarlo nunca. Quería fundirse con sus labios, que lo besara con la misma pasión hasta robarle el aliento mientras se olvidaban de todo el maldito planeta y solo existían ellos dos. 
 
Así que un sonidito de protesta salió involuntariamente de su garganta cuando Yukio finalizó el beso, pero sin llegar a alejarse. Kise lo abrazó por el cuello con fuerza, hundiendo su rostro en el hombro del de cabellos negros. 
 
—Vuelve pronto, Kasamatsu-sempai —se obligó a decir aún jadeando, tenía las mejillas sonrojadas y Yukio podía sentir el movimiento de su pecho al tenerlo tan cerca—, habrá muchos más besos de donde vino ese esperando pacientemente por ti. 
 
Yukio correspondió el abrazo, pegándose a él sin querer tampoco soltarlo. 
 
En la misma habitación, a un costado realmente no muy lejos de ellos, la envidia atravesó el corazón de Aomine como una lanza directo al corazón.
 

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