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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaa...

¿Que tal, criaturas? ¿Como les va? Yo espera de todo corazón que muy bien. Como pueden ver, estoy aquí para dejarles el nuevo capitulo. Bskdkdmdzldk.

Muchas gracias a todos por haber leído el capítulo anterior, y a quienes me dejaron su hermoso y sensual comentario: Angélica, KagamiLove y Rosangela Vargas, infinitas gracias. Besotes y abrazotes de oso para todos. 

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos, dos mil disculpas. Lo revise varias veces buscando horrores, pero estoy medio ciega y soy un poco pendeja. 

Sin más que decir excepto que, espero por el ángel  y el cap sea de su agrado, los dejo leer.

 

 

UNKNOWN

—Capítulo 4—

Pánico

 

 


Al peli-rojo de largos cabellos, le ardían los ojos mientras estos observaban las expresiones en los rostros de los presentes. Indignados, preocupados, molestos. No pudo evitar que sus rojizos irises se clavaron unos segundos de más en un enorme tipo de cabellos morados, a quien no había visto antes, que comía unas golosinas un tanto indiferente en una esquina de la habitación.

La cabeza le punzaba, las manos le sudaban, sentía una opresión en el pecho tan fuerte, como si tuviera una aplanadora encima, que respirar se estaba volviendo muy doloroso. Cerro los ojos con fuerza, tratando de concentrarse en recordar algo. Nada. Su mente estaba completamente sumergida en una oscuridad total. Como si estuviera en lo más profundo del océano, donde ninguna luz era capaz de llegar y la presión hacia estragos con cualquiera que se atreviera a intentar ir allí.

Eso estaba ocurriéndole a él, intentar forzar a su mente a recordar algo estaba mareándolo, sentía la bilis subiendo por su garganta, era asfixiante. Se llevo una mano a los labios al momento que contenía una arcada. Sudor frío le resbalaba por las sienes y el color de su rostro bajo dos tonos. Respirar cada vez era más difícil, jadeaba con fuerza intentando hacer que el oxígeno ingresara a sus pulmones a como diera lugar, al mismo tiempo que intentaba no vomitar.

—Tranquilo, no te fuerces —Seijūrō poso una mano en la espalada del muchacho, acariciando suavemente sobre su piel desnuda. El alto peli-rojo dio un respingo al no esperarse dicha acción. Aun recordaba la forma en la que el der de los Power Rangers lo había visto, con esa mirada tan agría como el veneno—. No te asustes —insistió Akashi. Su voz carente de alguna molestia o enojo. Parecía más bien un suave arrullo. Como una dulce caricia.

El muchacho alzo la vista, aun sintiendo la bilis detrás de la lengua, su rostro sudoroso y pálido busco los ojos del chico. Al contrario de los recuerdos que había provocado en él su mirada, en ese momento fue distinto. La furia no había dejado ningún vestigio y, en cambio, le regalaba una amable y cálida sonrisa que logró tranquilizarlo un poco.

—Inhala profundamente —le dijo, indicándole como debía hacerlo. El chico lo observo a los ojos mientras le imitaba—. Ahora exhala.

Los demás jóvenes presentes en la habitación observaban con total interés como Seijūrō ayudaba al chico desconocido. De alguna forma, aunque no sabían de quien se trataba, no podían evitar sentir cierta empatía. Lucía tan frágil y asustado, que el alma se les retorcía al ver sus ojos aterrados. Y sobre todo, se sentían molestos, furiosos con quienes se hubieran atrevido a hacer semejante cosa. Ryōta continuaba espantado, con el rostro pálido y sudoroso, entendía que no era su culpa el que el joven se encontrará tan mal, pero sin duda alguna, sí que tenía culpabilidad en el hecho de que no recordará nada. Quizá si no hubiera estado hablando con Kasamatsu-sempai, hubiera tenido más tiempo de reacción al momento en el que el chico apareció frente al auto. Pero pensar en ello ya no tenía importancia, no podía volver en el tiempo y cambiar los hechos.

Lo que importaba ahora era ayudarlo, y Akashi lo sabía perfectamente.

Satsuki se movió muy lentamente hasta estar a un costado de Daiki, luego lo sujeta del brazo, el peli-azul la observo por el rabillo del ojo. Sus labios se fruncían, su entrecejo estaba muy junto y su mirada se encontraba afilada, además de que la forma en la que le sostenía el brazo de Aomine, con cierta fuerza mientras sus dedos se movían inquietos y las uñas le rasguñaban la piel, le dijo que ella estaba indignaba, molesta y horrorizada. Una lagrimita le resbalo por la mejilla, y ella se limpio el rastro rápidamente.

—Dai-chan —seseó ella. No espero respuesta de su parte, pues sabía que él estaba prestándole atención—. Observa su costado derecho, justo sobre el hueso de la cadera.

Daiki dirigió los ojos hacia donde la peli-rosa le indicaba, aunque ya con cierta idea de lo que encontraría. No se había puesto a pensar en esa posibilidad, pero si Satsuki hablaba de ello era por algo. En la piel mallugada y amoratada sobre el huesito de la cadera del muchacho desconocido, había una marca que sobresalía. Líneas curvas de un tono tres veces más oscuros que su tono de piel natural, un marrón claro, formando espirales e indicando cada punto cardinal; daba la impresión de ser alguna especie de flor.

Era la marca distintiva de esa clase de chicos. Una marca con la que nacían.

«Así que es como Kise, Takao y Tetsu».

—Las personas son crueles —Satsuki sorbió la nariz.

El peli-azul no dijo nada, se limito a continuar observando al alto peli-rojo. Ahora entendía porque, extrañamente, había sentido un fuerte deseo de protección hacia él. Esa clase de chicos generaban, de alguna forma, ese tipo de sentimientos, incluso un poquito más que las chicas. A Daiki realmente eso nunca le había sucedido, lo único que provocaban en él eran ganas de estrangularlos. Como con Kise por ejemplo, que a cada dos por tres deseaba romperle el cuello, con Takao se imaginaba cociéndole la boca para ya no escuchar su fastidiosa risa y respecto a Tetsu… bueno, también de vez en vez quería romperle la nariz.

Había conocido a otros chicos, pero tan solo mostraba indiferencia, puesto que en realidad no generaban nada en él, ni siquiera la más mínima pizca de atracción. Lo suyo eran las sensuales curvas de una mujer, con pechos grandes que pudiese estrujar suavemente con las manos. Aunque admitía que hubo un tiempo en el que pensó que quizá Tetsu le atraía, pero eso hacia años atrás y pensar en ello ahora le daba escalofríos. Algo parecido sucedió con Kise, pero en el primer instante que ese pensamiento cruzo por su mente, se dio contra la pared hasta sentirse muy mareado. Ni muerto volvería a pensar de esa forma.

Ahora bien, era extraño el nudo en su garganta al observar la expresión del desconocido. Era la primera vez que experimentaba esa clase de sentimientos. Quería ir hasta él y tranquilizarlo. Tomar ese miedo y dolor y arrancarlo de su cuerpo, deshacerse de el, destrozarlo y que no quedara nada. Suponía que quizá era el hecho de verlo tan vulnerable y frágil, como una delgada capa de hielo que a la mínima fuerza ejercida sobra esta, se resquebraja hasta hacerse trizas. El chico parecía a punto de resquebrajarse antes de que Seijūrō interviniera. Era un alivio que estuviera ayudándolo, pero eso inquietaba un tanto a Daiki…

—Bien… estas haciéndolo muy bien —Seijūrō sonrió una vez más con esa amabilidad que en realidad lo caracterizaba.

Los rojizos ojitos del de cejas como tenazas de langosta no perdían detalle de sus gestos, sus palabras. Sentía como poco a poco el nudo en su pecho comenzaba a desaparecer hasta no quedar rastro de el. Las nauseas continuaban teniendo presencia en su garganta, pero era un alivio poder respirar con normalidad.

Tetsuya era otro que no perdía detalle de Akashi, observaba sus finos labios moverse y formar palabras, sonrisas. Veía sus gestos y como unas pequeñas arruguitas se volvían visibles en el rabillo de sus ojos cuando reía suavemente al chico. El peli-celeste sonrió internamente, seguro que Sei estaba disfrutando ese momento. Pues actuaba como un hermano mayor ayudando al menor a tranquilizarse en un ataque de pánico. El hermano de Akashi jamás había sufrido ataques de pánico, sin embargo, su sonrisa maquiavélica sí que daba ataques de pánico a quienes la observaban. Seguramente era muy gratificante poder actuar, al menos una vez, como un verdadero hermano mayor.

Akashi era muy atractivo, Tetsuya lo sabía muy bien, y estaba seguro que no era el único que se daba cuenta de ello; pero en ese momento, lucía incluso más atractivo. Ah, era tan deslumbrante que sus celestes ojos ardían al observarlo por demasiado tiempo, aun así, quería continuar haciéndolo, contemplarlo.

Seijūrō noto la mirada del peli-celeste, como una flecha lanzada directamente a su pecho, por lo que desvío los ojos hacia el más bajito, sus irises se clavaron unos instantes en los contrarios. Los ojos de Sei no le dijeron absolutamente nada a Tetsuya, el Emperador era todo seriedad; luego volvió la vista hacia el alto peli-rojo, y a él sí le sonrió.

«Al menos muestra algo de emoción por mi penetrante y sensual mirada». Kuroko chasqueo la lengua. Estaba indignado y quizá un poquito celoso.

Shintarō observaba, estoico y de brazos cruzados, como Seijūrō tomaba control de la situación. Normalmente lo haría él, pero Akashi había estado actuando diferente hacia no mucho y en ese momento parecía volver a ser el mismo de siempre. Que no se le ocurriera pensar, ni por un segundo, que su anterior comportamiento quedaría opacado por la reciente situación, pues por supuesto que Midorima hablaría con él hasta que escupiera lo que sea que le estuviera quitando el sueño. Al menos en ese momento lucía calmado, eso tranquilizaba un poco al de cabellos verdes. Aunque, claro, también le preocupaba el estado del peli-rojo desconocido. Aunque físicamente sus lesiones parecían muy mal, realmente solo era cuestión de reposo y cuidado para que estas terminaran de sanar; lamentablemente las cicatrices perdurarían durante un tiempo, podía recetarle un buen tratamiento para al menos deshacerse de las más superficiales, pero lo que realmente le inquietaba a Shintarō, era su salud mental.

Era normal una reacción brusca ante la falta de recuerdos, pero el chico había no sólo reaccionado bruscamente, si no que estaba en pánico. Lo que sea que tuvo que haberle sucedido, debió de ser muy fuerte si su mente bloqueaba sus recuerdos de una forma tan severa, que incluso lo ponía en mal estado el solo hecho de intentar recordar. Estaba comenzando a pensar que quizá el golpe en si, provocado por el auto de Kise, no era el motivo por el cual el muchacho perdió sus recuerdos. Parecía ser más bien psicosomático.

Takao se comía las uñas y no dejaba de mover el pie sobre la fina alfombra de la elegante habitación. Observaba al chico sobre la cama y luego a Shin-chan intercaladamente. Se sentía como un imbécil al no haberse dado cuenta del estado del chico, y en cambio haber armado todo ese alboroto. Quizá se haya dejado llevar un poco por lo impactante de la escena, por no decir demasiado. En ese momento no podía evitar preguntarse si acaso el de anteojos pensaba que era un completo idiota.

Kasamatsu, a un costado de Ryōta, giro levemente el cuello hacia el rubio. No pudo evitar esbozar una pequeña sonrisita al observar su desolada expresión. Decidió que, al menos de su parte, hasta allí habían llegado los reclamos. Conocía lo suficiente a Kise como para saber que estaba torturándose mentalmente con lo sucedido; suficiente era ya con su consciencia, como para que viniera él y lo atormentara más. Como una muestra de ello, movió su mano hacia la mano del modelo, y acaricio levemente el dorso con su dedo meñique. Ryōta noto el suave cosquilleo al instante, por lo que volvió la vista hacía él. Kasamatsu no era como si le hubiera sonreído, más bien se mostraba serio, pero el rubio supo interpretar lo que ese pequeño gesto de su parte significaba. Le sonrió agradecido, y esa sonrisita tan sincera removió el corazón de Yukio.

—¿Te sientes mejor? —Akashi cuestiono al muchacho, cuando creyó que, de hecho, lo estaba.

El alto peli-rojo asintió.

—Tengo…nauseas —dijo, y sus palabras sonaron rasposas, su garganta dolía, como si la hubieran restregado con papel de lija. Quería vomitar, en verdad lo necesitaba, incluso si sabía que con ello solo lograría lastimarse más la garganta.

—¿Puedes ponerte en pie? —el peli-rojo más bajito volvió a preguntar, a lo que el más alto asintió nuevamente.

Comenzó a intentar ponerse en pie y, por una fracción de segundo, los presentes creyeron que en verdad era capaz de hacerlo, sin embargo, esa creencia se fue por el caño al momento en el que lo observaron irse de lado y precipitarse hacia el suelo. Pero, por supuesto, jamás llegó a este, pues a diferencia de lo sucedido en la sala, cuando nadie pudo reaccionar ante su desfallecimiento repentino, en esa ocasión hubo alguien que evito que se lastimara más de lo que ya lo estaba.

Pero, para sorpresa de los presentes, no fue Akashi, que estaba más cerca del muchacho, quien lo sostuvo. Si no que fue Aomine, quien moviéndose con una velocidad impresionante y gestos felinos, tomo al chico de la cintura y, antes de que alguno pudiera decir nada, lo sostuvo en brazos con gran facilidad, elegancia y firmeza. El chico de las cejas raras emitió un pequeño gritito al momento en el que fue alzado y, por simple inercia, se aferro con fuerza al cuello del de ojos zafiro.

Los demás chicos alzaron las cejas, realmente impresionados.

—Bien hecho, Daiki —felicito Seijūrō con un asentimiento de cabeza y una pequeña sonrisa.

El peli-azul no respondió, pues se encontraba enfrascado en un reproche mental hacía si mismo por sus acciones. Sabía que no había razón para intervenir, Akashi estaba prácticamente a su lado y era obvio que no permitiría que se lastimara, pero, aun sabiendo eso, su cuerpo reaccionó por si solo. Jamás había experimentado ese deseo de protección, y ahora que al fin sucedía, era demasiado fuerte. Como si quisiera recompensar todos esos años en los que no se preocupo por nadie de esa forma.

Que jodido.

Salió de sus divagaciones mentales al sentir un suave movimiento del chico aun en sus brazos. Sacudió la cabeza despabilándose por completo y luego dirigió la mirada hacia el muchacho. El peli-rojo mantenía su rostro oculto en la curva del cuello de Aomine pero, pronto, al percatarse de la forma en la que lo sostenían y él se aferra a esa persona, se alejo lo suficiente como para buscar su rostro y observar a quien era su salvador.

«El mar». Pensó inevitablemente, al sus ojos toparse con un azul tan intenso y hermoso como el que había observado al asomarse por el balcón, y que había hecho que se sintiera tranquilo y en paz. Justo en ese momento, la sensación fue la misma. Se sintió reconfortado y protegido, con un calorcito esparciéndose por todo su pecho y que, increíblemente, le hizo olvidarse y desaparecer por completo el sabor agrió en su paladar.

Entonces noto, con asombro que, desde luego, no se trataba del mar, si no de un muchacho, un joven al que ya había observando antes. Y quien, con tan sólo una mirada, le había transmitido cierta sensación de déjà vu. Como si ya lo hubiera visto antes y no fuera del todo, un completo desconocido.

Era atractivo… muy atractivo.

Con sus cabellos azules y algo desordenados, esas facciones salvajes, su piel exótica y esos hermosos ojos del color de los zafiros. Su rostro todo ángulos, su mandíbula fuerte y esos finos y sensuales labios que le sonreían con cierta burla impregnada en ellos...

El de cabellos rojos parpadeo repetidas veces y sacudió la cabeza saliendo de la ensoñación en la que se había perdido momentos antes. Sus ojos buscaron una vez más el rostro del chico de cabellos azules. Daiki lo observaba con una sonrisa de medio lado en los labios y con los ojos brillando de una forma que le hizo pensar al peli-rojo que, de alguna forma, sabía lo que había estado pensando y que, por supuesto, estaba completamente de acuerdo con él.

El de ojos rojizos comprendió, desde luego que el chico sabía que era atractivo. Chicos con esa clase de aspecto destacaban y atraían miradas donde sea que estuvieran, y ellos lo sabían, desde luego que lo sabían. Y el tipo que lo cargaba, tenía toda la pinta ser un engreído. El peli-rojo se sintió como un tonto al haberse deslumbrado con su porte, su pecho firme y sus musculosos brazos…

—Te agradezco la ayuda —siseó molesto consigo. El ardor en su garganta aun permanecía, así como su tono áspero al hablar—. ¿Podrías… bajarme?

La sonrisa de Daiki se ensancho.

—¿Por qué? Hace un instante parecías encantado de la vida.

Sus mejillas se volvieron tan rojas como sus cabellos.

—Ah, que envidia —dijo entonces Kuroko, en medio de un suspiro fingido—. Yo también quisiera ser alzado por los fuertes brazos de Aomine-kun —rápidamente, dirigió los ojos hacia el rostro de Seijūrō, decepcionándose una vez más al percatarse de que no lo veía a él, y no había mostrado alguna reacción por su comentario. Tan solo continuaba con esa amable sonrisita viendo en dirección hacia Aomine y el chico en sus brazos.

Tetsuya rodó los ojos, comenzando a sentirse muy fastidiado con Seijūrō.

—¡Oh! ¡Yo también quisieagh! —Kasamatsu le dio un suave puntapié en la espinilla a Kise antes de que terminara la frase. Y por parte de Aomine, se gano una mirada incluso más afilada que la punta de una lanza directa al corazón. Ryōta lloriqueo y lagrimitas de cocodrilo escaparon de sus dorados ojos.

Pero entonces, sin esperarlo nadie siquiera, los lloriqueos del rubio fueron opacados por unos fuertes gruñidos, como los de una bestia salvaje. Los jóvenes presentes se observaron entre sí, consternados y confundidos, luego, reconocieron los sonidos. Pronto, se encontraron todos dirigiendo la mirada de forma sincronizada, tanto que dio un poco de escalofríos, hacia el muchacho en brazos de Aomine.

La sonrisa de Daiki se amplió, y el brillo burlón en sus ojos perforó el pecho del peli-rojo como un taladro perfora la tierra.

—Tranquilo, Tigre —dijo, sin perder el gesto y guiñándole un ojo—; sé que soy muy apetecible pero, ¿de verdad te emociona hasta este punto?

Toda una gama de tonos de rojo danzaron en las mejillas del muchacho de cejas raras. Desvío la vista completamente avergonzado y con su estomago gruñendo una vez más debido a la maldita hambre que de pronto le azoto.

Takao estuvo a punto de retorcerse en su lugar debido a la risa, pero logro tranquilizarse dándose unas metafóricas bofetadas en ambas mejillas. Las circunstancias no estaban para que anduviera con sus tonterías… es por ello que, cuando el primero en soltar una sonrisita fue, de hecho, el dueño de casa, no pudo evitar volver el rostro hacia él con los ojos abiertos de para en par, las cejas alzadas y los labios entreabiertos; espantado.

Lo mismo sucedió con los demás jóvenes, o una parte de ellos.

Aunque, por supuesto, la sonrisa de Akashi no fue la que se esperaron ante la primera impresión. El ambiente de pronto se volvió lúgubre, tétrico. Las venas hinchadas en sus sienes, un severo tic en el párpado izquierdo, los dientes apretados tan fuerte que chirriaban y aun aura que gritaba: «Te voy a descuartizar si no lo bajas ahora», hicieron volver a sudar frío a Daiki. Y a la mayoría de los presentes en general.

Tetsuya estaba con la mandíbula desencajada en una terrible risotada, mentalmente hablando, claro, y de igual forma se sentía completamente indignado.

«Quizá después de todo sí que debería realizarme una operación para estirarme la piernas». Kuroko estaba abatido. Al menos se divertía un poco con la cara de susto de Aomine-kun.

Quien rápidamente dejo al muchacho de cejas raras en el suelo y se alejo uno, dos, tres pasos. Aunque, desde luego, podía con un enojado Emperador, era mejor no provocarlo. Aun no se le olvidaba el estado en el que el había visto al mayor de los hermanos Akashi. Además, parecía ser que Daiki no era el único que estaba experimentando un fuerte deseo de protección hacia el alto peli-rojo. Era extraño y curioso el ver que un tipo con la estatura de Akashi, estuviera tan sobreprotector con un muchacho que le sacaba una cabeza de diferencia, y que, de paso, era un completo desconocido. Uno lo creería si al menos se tratara de ¿Tetsu? Su comportamiento todo ese día, al menos lo que iba de este, había sido más raro de lo normal. Aunque, bueno, después de todo Seijūrō era el bipolar… y, claro, Seimei el psicópata.

Observaron como Akashi, ahora libre de toda esa maldad palpable, poso una mano en la cadera del muchacho, y luego con la otra, le sostuvo de una de sus muñecas y lo guio de nueva cuenta hacia la cama para que tomara asiento.

—¿Aun quieres vomitar? —cuestiono amablemente, a lo que el de largas hebras rojizas negó con la cabeza—. ¿Tienes hambre? —una suave sonrisita en sus labios, no burlona, si no más bien dulce.

Avergonzado y con las mejillas rojitas como su cabello, el muchacho asintió.

—¿Hay algo en especial que se te apetezca? —con esperanza, el más alto lo observo—. Ryōta —señalo al rubio, por lo que los rubíes del desconocido se clavaron en este un instante—, amablemente se ofrece a ir a traerlo para ti.

Eso de «ofrecerse amablemente», sonó a una orden directa por parte del dueño de casa. Eso y declaro que, a partir de ese momento, sería el chico de los recados por tiempo indefinido. Kise, sabiendo que no existía opción para debatir, se mantuvo callado mientras Takao ahogaba con todas sus fuerzas una risita.

—No quiero molestar —murmuro.

—¡No es ninguna molestia! —el rubio se apresuro a decir. En sus labios una sonrisa nerviosa—. ¡En serio! ¡Pide lo que quieres!

Con los rojizos ojos brillando, el muchacho volvió la vista hacia Seijūrō.

—¿De verdad… puedo?

—Por supuesto.

Una enorme y preciosa sonrisa se dibujo en los labios del alto chico. De esas que achinaban los ojos haciendo que arruguitas se dibujaran en los bordes de estos y se vieran muy lindas. Sonrisas de esas de que daban la sensación de paz y que eran como un hermoso lucero en medio de una terrible oscuridad.

Daiki, que había estado observándolo muy detenidamente, trago con fuerza y luego desvío la vista un tanto cohibido. Tetsu, quien había visto la reacción de Aomine, sonrío burlón, internamente claro.

—Entonces… —comenzó a decir el desconocido, con emoción palpable—. ¿Habrá algún lugar cerca donde… donde vendan Hamburguesas con queso? —no sabía porque, pero eso fue lo primero que cruzo por su mente.

Akashi sonrió complacido.

—Desde luego —declaro—. Ryōta —El rubio dio un brinquito y, presuroso, fue hacia el dueño de casa. Seijūrō busco su billetera en el bolsillo trasero de su pantalón color negro, una vez esta en sus manos, saco un poco de efectivo y se lo entrego a Kise.

Entonces el chico, que aun permanecía con el torso al aire, se dio cuenta que, desde luego, sí que estaba siendo una molestia. Haciéndolos hacer cosas por él y gastar su dinero.

—Yo… después de todo creo que mejor no.

—Tonterías. Si es por el dinero no te preocupes —Akashi le acaricio dulcemente los cabellos—. ¿Cuántas?

Un nuevo gruñido se escucho por parte del estomago del peli-rojo, y él, mordiéndose el labio inferior y muriéndose de la vergüenza, dijo:

—Una.

—Tonterías —repitió Seijūrō, y se volvió hacia Kise—. Cuantas alcancen.

El rubio asintió y luego salió rápido de la habitación, con Yukio detrás de él. No fuera a ser que ocurriera incidente desafortunado. Más valía prevenir que lamentar.

El muchacho de largos cabellos rojizos no podía creer lo que estaba sucediéndole. Desde luego, no era estúpido y podía darse cuenta de la situación, al menos parte de ella. No tenía recuerdos y, debido a la primera cuestión hecha por el Líder, entendía que definitivamente, para ellos, era un completo y total desconocido. No tenían ninguna obligación de ayudarlo y, aun así, estaban siendo muy amables con él. Hacían que su pecho se sintiera cálido y que un poco de su miedo al no saber quien era y como había llegado allí, desapareciera.

No quería pensar en ello, pero no tenía recuerdos acerca de su vida y ni siquiera sabía cual era su nombre. ¿Qué rayos iba a hace a partir de ese momento? ¿Dónde iría? ¿Cómo subsistiría? Aunque los Power Rangers y compañía estaban siendo muy amables con él, no podía aprovecharse de ellos y esa amabilidad. Tendría que marcharse, al parecer, más luego que tarde. ¿Había alguien buscándolo al menos? Sí iba a una estación de policía, ¿podría encontrar a su familia y saber quien era él? ¿Tenía familia siquiera? Más importante, al menos por el momento, ¿Cómo había acabado en esa situación? ¿Fue un accidente o estupidez de su parte?

Aunque, pensándolo bien, ¿Por qué estaba con ellos en primer lugar, si no lo conocían de ningún lado? ¿Tan buenas personas eran como para acogerlo sin más? O es que… ¿ellos tenían algo que ver en su estado y por ello tanta amabilidad de su parte? Intento al menos recordar como era que había ido a parar allí, pero nuevamente fue un esfuerzo inútil. Solo logró que la cabeza le zumbara como si un enjambre de abejas rechonchas y encabritadas revolotearan dentro. Alzo sus manos para posarlas en sus sienes, pero estas se detuvieron a mitad de camino. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al momento en el que observo sus muñecas: tenía contusiones en estas, la piel estaba rojiza y amoratada, muy mallugada. Al percatarse de ello, fue como si el dolor que antes no sentía se manifestará fuertemente. Tanto que incluso mover los dedos era una acción imposible y dolorosa. ¿Cómo se había hecho eso?

Pero, observándose horrorizado las muñecas, noto entonces la desnudez de su torso. Un jadeo de sorpresa escapo de su lastimada garganta al darse cuenta del estado de su piel. Y, al igual que sucedió con las lesiones en sus muñecas, el dolor en todo su cuerpo pareció cobrar vida luego de su momentánea ausencia. Un gemido lastimero resonó en la habitación al intentar inclinarse y el dolor atravesarle como miles de agujas incrustándose al mismo tiempo en todo su abdomen. Un ardor terrible le bajo por toda la espalda y lo hizo reprimir un gritito, cerrar los ojos con fuerza y tiritar los dientes.

El oxígeno escapo, desolado, de sus pulmones. La piel de su rostro se volvió muy pálida.

Abrió nuevamente los ojos, presa del pánico. Las manos les temblaban. Sudor frío le bajo por las sienes y se sintió como asido al contacto con su piel. Sus pupilas se dilataron y él comenzó a boquear cual pez fuera del agua.

Todos se supieron en alerta.

Fue Seijūrō quien, nuevamente, fue en su ayuda.

Pero, lamentablemente, las cosas no se dieron como espero. Esta vez calmar al muchacho estaba convirtiéndose en toda una misión imposible. Sus palabras no estaban llegándole y con cada segundo que transcurría, el color parecía desaparecer más de su rostro. Tenía la piel muy fría. Akashi, turbado y nervioso, dirigió rápidamente la vista hacia Shintarō. Sin embargo, no hubo necesidad de la intervención del Médico, puesto que Daiki, presuroso, pero con la expresión de su rostro impasible, sujeto al muchacho de ambas mejillas y lo obligo a verlo a los ojos. Azul contra rojo.

—Hey, hey… —dijo, suavemente.

Los ojos del muchacho se clavaron en él, temerosos y desesperados, con una suplica silenciosa impregnada de ellos.

«Ayúdame».

Aomine no dijo ni hizo absolutamente nada durante una fracción de segundo. Allí estaba de nuevo esa fragilidad en los irises rojizos del muchacho. Tanta inquietud en su mirada, como aguas agitándose en una tormenta sin tregua alguna; tanto miedo…

Aun, sin decir ninguna palabra, Daiki inhaló hondamente y luego de forma lenta libero el oxígeno por la boca. Aomine parecía irradiar un aura brillante, deslumbrante, y sus ojos transmitían seguridad y calma, calidez. La burla y diversión que había estado en estos antes, cuando lo había molestado debido a los gruñidos de su estomago, habían desparecido por completo.

El peli-azul continuó con los ejercicios de inhalación y exhalación, mientras el muchacho de cabellos rojizos se esforzaba por imitarlo, completamente abstraído. Incluso si hubiera querido, no hubiera podido apartar los ojos del rostro impasible y atractivo de Daiki. De sus ojos de un color azul tan profundo y hermoso, los cuales brillaban preciosos como una galaxia en medio del infinito.

Absorto en él y viceversa, todo pareció desaparecer alrededor de ellos. De repente, solo estaba ambos en la habitación, rodeados de silencio y una calma relajante, exquisita. Daiki, deslumbrado por los rubíes incrustados en el rostro del desconocido, sintió como la piel de las mejillas de este, bajo sus palmas, adquiría tibieza. Las agitadas aguas se volvieron serenas. Su respiración se normalizó. Sus labios se unieron en una fina línea, y el peli-azul no pudo evitar notar que estaban un tanto resecos, pero no fue el único puesto que el de cejas raras paso la lengua sobre estos, humedeciéndolos. Y, por auto reflejo, Daiki hizo lo mismo.

Un flashazo le dio directo en la memoria, escenas un tanto difusas, un panorama muy diferente de la presente situación: Un manto oscuro sobre su cabeza, con preciosas estrellas brillando hermosas en este. Viento helado soplando, provocando que su aliento fuera visible como una suave niebla. Unos hermosos rojizos ojos observándolo a él, solo a él, con profundidad. Una voz, que provoco escalofríos en su espalada, agradeciéndole sinceramente.

Su corazón golpeo dentro de su pecho en un fuerte y ensordecedor latido. Su sangre corriendo presurosa en sus venas. Sus ojos volvieron a los irises del muchacho, estos brillaban. Él lo veía de una forma diferente, ya no asustado ni turbado, si no como…

Daiki libero las mejillas del chico y se alejo rápidamente de él. Aturdido. Todos volvían a estar presentes en la habitación, y sintió sus ojos clavados en él como miles de agujas incrustándose con fuerza en su espalda.

El peli-rojo, sintiéndose de la misma forma, sacudió la cabeza y después busco una vez el rostro de Daiki, él no lo observaba.

—Gracias —dijo, su voz rasposa.

Aomine no volteó a verlo.

—Como sea —respondió, un tanto brusco. Luego se dio la vuelta y se largo de la habitación.

Los ojos escarlata del muchacho observaron la espalda del peli-azul hasta que este salió, sintiéndose muy confundido.

—¿Ya te sientes mejor? —Seijūrō poso una mano sobre la piel desnuda de su hombro. El chico dirigió la mirada hacia él y asintió.

Entonces, al verlo a los ojos, recordó.

—Yo… ¿Cómo es que…?

Akashi se puso de cuclillas frente a él, tomándole las manos con suavidad y una sonrisa amable, pero con culpabilidad, dibujada en sus labios.

—Seré sincero contigo —dijo, y de estar Kise presente, se hubiera ido de espaldas por el impacto de sus palabras—. ¿Recuerdas a Ryōta? El rubio que fue a por tus hamburguesas, me refiero —el chico asintió—. Lo cierto es que… él te golpeó con su auto.

El pecho amoratado y mallugado del desconocido, se hincho con una fuerte inhalación por parte de este. El movimiento dolió y él hizo una pequeña mueca.

—¿Pues… cuan fuerte fue el golpe?

Las comisuras de los labios de Seijūrō temblaron en un atisbo de una suave sonrisita.

—Ryōta le teme a la oscuridad, normalmente llegaría junto a Yukio y este conduciría, pero él tuvo que quedarse a terminar ciertas cosas de su trabajo para dejarlo todo en orden, por lo que no pudo llegar hasta hoy —el de cejas raras no tenía idea de quien era Yukio—. Lo que trato de decir, es que Ryōta seguramente conducía a una velocidad mínima, así que el golpe no fue precisamente algo alarmante en exceso.

—¿Entonces como…?

El emperador negó con la cabeza.

—No lo sabemos. Creemos que quizá te tenían privado de libertad y de alguna forma lograste escapar y correr hacia la carretera… aunque no resulto del todo bien, ya que ahora no tienes tus recuerdos—Observo como el alto chico de cabellera rojiza y larga se mordió al completo el labio inferior, en sus ojos una pequeña chispa de aturdimiento—. Pero no te preocupes —se apresuro a agregar—. Te ayudaremos a averiguar quien eres y, desde luego, encontraremos a tu familia.

El desconocido lo observo directamente a los ojos durante largos segundos. Agradecido, muy agradecido en verdad. Pero, mientras sus miradas permanecían ensanchadas, una sensación de reconocimiento lo embargo. No como la clase de déjà vu que había tenido al ver al peli-azul de piel exóticamente hermosa, no, era diferente. Al observar al de ojos azules le pareció que ya lo había visto antes, aunque no recordaba el lugar ni las circunstancias. Pero con el Líder, la sensación era diferente; tenía la certeza de que jamás se habían visto, ni siquiera de lejos, pero por algún motivo fuera de su comprensión… sentía que lo conocía. Sus, una vez más resecos labios, se abrieron dispuestos a decir algo, pero las palabras murieron en su garganta al un fuerte gruñido resonar en la habitación, proveniente de su estómago, quien furioso le exigía un poco de alimento.

Las mejillas del chico se encendieron como luces de neón.

Una risita afloro en la garganta de Seijūrō, haciendo sentir aún más avergonzado al muchacho. Akashi se disculpo por ella pero ya era tarde. El alto peli-rojo solo quería que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara.

—Ryōta no tardara —le aseguro el más bajo.

El alto chico se pregunto cuantas veces su estómago lo avergonzaría antes de que Ryōta volviera. Seguramente muchas más.

Y entonces, con un pequeño sobresalto ante lo repentino de la acción, observo como el muchacho de cabellos morados, que había permanecido en silencio recostado contra una de las esquinas de la habitación, con iré de aburrimiento y comiendo golosinas, las cuales se le habían acabado, dio un uno, dos, tres pasos hacia él hasta quedarse de pie ante su persona. Era enorme. Él de escarlatas hebras sabía que era alto, pero ese tipo lo era aun más. Era muy alto e intimidante. Paso saliva fuertemente y un tanto nervioso ante la mirada que el peli-morado le dirigía desde arriba. Inspiro con fuerza cuando él, al igual que el Líder, se puso de cuclillas aun observándolo.

No, no lo observaba a él en realidad. Sus rojos irises siguieron la dirección que los morados ojos del enorme chico veían, estos estaban clavados en su amoratado y mallugado pecho, específicamente en un anillo de plata que pendía de una cadena, también de plata, que rodeaba su cuello. Él alzo las cejas al verlo, no lo había notado, pero en cuanto lo hizo, rápidamente llevo una mano hacia el y lo estrujó entre sus falanges con una sensación de alivio recorriendo su pecho. De alguna forma sintió que ese anillo era sumamente importante y especial para él, y que perderlo hubiera sido como perder una parte esencial de su cuerpo.

—Muro-chin tiene uno igual —dijo solamente el de ojos morados, su tono fue igual a la sensación que su rostro transmitía: aburrimiento.

Luego, para sorpresa de los presentes y el alto peli-rojo, extendió el brazo hacia él, su mano era un puño y cuando lo abrió, había un barra de chocolate apenas oculta entre sus dedos.

El de cejas raras tampoco tenía idea de quién podía ser «Muro-chin», pero algo en los ojos del alto chico le dijo que era alguien importante para él, pero así como mencionarlo le alegraba, también lo deprimía. Era extraño que pudiera leer en sus irises como se sentía, en especial porque particularmente el alto chico no parecía muy interesado por nada y puesto que también era la primera vez que lo veía directamente a los ojos.

Dio un hondo suspiro.

—Gracias —dijo, tomando la barra de chocolate con una pequeña sonrisa avergonzada en sus labios.

El peli-morado se encogió de hombros, se puso de pie y luego, al igual que había hecho el de cabellos azules, salió de la habitación. ¿Quizá a buscar más golosinas?

—¡Wow! Nunca lo había visto convidar sus chucherías. Ni siquiera a Akashi —el de cejas raras dirigió la vista hacia el chico de cabellos negros y ojos azules que había hablado, los demás muchachos en la habitación asintieron, concordando con él; luego sus rojizos ojos volvieron a la barra de chocolate que permanecía en su mano.

Sonrió. Que amable de su parte

Rápidamente abrió la envoltura y se llevo la golosina a los labios, dando un mordisco. Su entrecejo se frunció, cerro los ojos y emitió un sonidito de verdadero placer…

—¡Es el chocolate más jodidamente delicioso que he comido en la vida! —en su paladar hubo una explosión de sabor, y en su estomago se celebro una fiesta.

Seijūrō, Kazunari y Momoi sonrieron. Shintarō solo efectuó un mínimo, diminuto movimiento en una de sus comisuras. Y Tetsuya se encontraba indignado, pero en igual o en mayor parte conmovido. No pudo evitar sacar su celular y tomar una fotografía del peli-rojo mientras este se atoraba las mejillas con chocolate, al igual que una ardilla lo hacía con nueces.

 

Notas finales:

Yyyyyyyyy eso fue todo. 

¿Que tal? 

¿Que les pareció?

¿Les gusto? 

Yo espero que sí. Disfruté mucho escribirlo y sería genial que hayan disfrutado la lectura. 

Hsjdndkxkdkdnf

Mi kokoro sufre con Taiga. Y con Kuroko bebé que no lo pelan. ¡Maldeeeto Seij?r?! Hahahah ¿que onda con él, por cierto? Jsjdkd hahaha 

Y Daiki jsjdkdkddl  tengo que decir que cre que hasta yo me sonroje con: «Tranquilo , tigre. Sé que soy muy apetecible pero, ¿de verdad te emociona hasta este punto?». Me cubrí la cara ybme hizo bolita mientras gritaba... No es mentira. Jskdldmffk

Murasakibara fue muy leeendo... Lo amo. 

Por cierto, sé que hubo Ooc, pero creo que sería normal actuar diferente en ese tipo de situación. Pero aun no me cuelguen. Me gusta conservar la personalidad original de los personajes lo más que pueda, así que prometo que me esforzare para que Taiga bebé sea el mismo. 

Yyyyy ya no sé que decir. 

Ojalá y el cap sí les haya gustado. Pueden hacérmelo saber por medio de un hermoso y sensual review, yo lo leere y respondere con mucho gusto. Saber sus opiniones es muy importante para mi. Y si al contrario, no les gusto, igual pueden hacérmelo saber. Sólo no me insulten mucho que mi kokoro es frágil aunque en mi casa me miren como si me hubiera salido otro brazo en la frente, cuando se los digo... Ellos tipo: ¿tenés corazón? ¡Claro que tengo! ;(

Hahskdkdnfek

Que el ángel me los cuide mucho. Besotes y abrazotes de oso para todos. 

¡Hasta la próxima!

 

 


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