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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

NUEVA ACTUALIZACIÓN, ESPERO LA DISFRUTEN...

UNKNOWN
—Capítulo 31—
Como la bruma

 

 

—¿Ku-Kuroko? —la voz de Cereza temblaba cuando sus labios pronunciaron el nombre de su amigo sombra. Había intentado no parecer tan desesperado, pero no había logrado calmar su corazón.

Sus ojos rojizos se fijaron un momento en el rubio amigo de Tetsuya, él estaba hablando, pero sinceramente no le puso nada de atención; sin embargo, este al escuchar la voz de Fresita detrás de ellos, dio un respingó en su lugar y calló de inmediato.

Kuroko se giró, natural y notablemente sorprendido por la reacción de su amigo y también por ver a Cereza.

—¿Fresa-saltarina-kun? —le llamó, extrañado de que estuviera allí y no jugando con Daiki—. ¿Qué haces aquí? —sus ojos celestes lo escanearon por completo, en su expresión fue notable la preocupación al ver su rostro lloroso y angustiado.

Cereza quiso ser fuerte, intentó reprimirse porque Tetsuya no estaba solo, y la verdad resultaba realmente patético romperse así frente a un completo extraño, pero le fue imposible. La respuesta a su amigo llegó en forma de una mueca de dolor en su rostro. En realidad, de todo su cuerpo. Temblaba y sus dedos inquietos no dejaban de enredarse y moverse en sus palmas; estaba ansioso, asustado, las lágrimas amenazaban constantemente con volver a escapar de sus ojos.

—¿Qué ocurrió? —Tetsuya se puso en pie de prisa, girando hacía un costado y pasando de la banca donde había yacido sentado.

—Yo... yo... —Cereza quiso hablar, quiso explicarle lo que había hecho. Intentó decirle que estaba arrepentido, que no había su intensión golpear a Daiki, solo había sido una reacción impulsiva ante un recuerdo que… que… un recuerdo que… mierda, no recordaba.

No lo recordaba…

La expresión en su rostro debió haberse visto absolutamente terrible, pues la propia expresión de Tetsuya se vio devastadora. Él, ese chico sin expresión lo veía con dolor… realmente debía verse jodidamente mal.

Kuroko intentó tomarlo de las manos, pero se detuvo de golpe a medio camino de ello, no porque se arrepintiera de lo que estuvo por hacer, sino porque Nash había hablado.

Sus labios habían pronunciado una única palabra.

—Taiga —dijo.

Los ojos rojizos de Taiga se movieron de Kuroko hacia el amigo rubio de este. Se pasearon en su rostro, en su cabello, escaneo su semblante, la forma en la que se mantenía en pie. Lucía absolutamente sorprendido; sus ojos… sus ojos lo veían como si no pudiera creer que estuviera frente suyo. Como si se tratara de una jodida aparición, y poco a poco su expresión fue poniéndose peor, cada segundo que transcurría mientras se veía a los ojos, él lucía más pálido, estaba sudando y respiraba con fuerza.

Y entonces, un nombre bailó en su mente.

—Nash... —susurró, tan sorprendido como los dos chicos frente a él al escucharse susurrar el nombre del rubio, incluso si no recordaba haberlo visto o haber hablado con él alguna vez.

La reacción de Nash fue instantánea. Lo vio inhalar con profundidad, más tenso que antes, pero también sus ojos adquirieron cierto brillo que no estaba allí hace unos segundos. Su expresión transmitía demasiadas emociones. Parecía confundido, pero también esperanzado.

—Nash —dijo una vez más… y su corazón dio un vuelco en su pecho, un sentimiento que no sabía a qué atribuir.

Y luego, la tensión en el rostro de Nash se esfumó, dándole paso a una sonrisa de incredulidad y alegría que lo hizo sentir mareado.

—¿Q-Qué haces aquí? —sonreía, sus ojos brillaban—. ¿Cómo es qu…?

—¿Taiga-kun? —le llamó una segunda voz en un tono dubitativo, interrumpiendo al interrogatorio de Nash. Era Kuroko. La vergüenza se apodero rápido de sus ojos, pues por un momento se había olvidado de que Tetsuya también estaba presente. Taiga volteó a verlo de inmediato, sabiendo que le hablaba a él; no necesitó verlo en una identificación para tener la certeza de ello. Ese era su nombre.

Taiga.

Ahora podía recordarlo.

Su corazón latía desesperado en su pecho.

—¿Recuerdas a Nash-kun? —preguntó el chico fantasma con voz calma.

—¿Qué? —Nash dijo, la sonrisa desapareciendo de sus labios.

—Y-Yo…

—Espera, espera —Nash hizo una mueca, lucía confundido mientras intercalaba la mirada entre ambos chicos, pero luego su cabeza pareció conectar todos los puntos, rememorando cada palabra que tanto Tetsuya como Taiga habían dicho desde que apareciera el segundo—. Ustedes se conocen —afirmó,  y entonces una mueca de enfado y traición reemplazo a la confusión en su mirada—, ustedes se maldita sea conocen… —respiró con fuerza, en su rostro un sentimiento desagradable fue totalmente expuesto.

Tetsuya supo de inmediato qué camino tomarían las cosas.

—¿¡Fue divertido, eh!? —gritó de repente Nash, enfadado, herido—, ¿¡Fue divertido burlarse del idiota de Nash que no puede superar a su maldito ex!? —le reprochó no solo a su ex, sino también a Kuroko, creyendo que ambos formaban parte de un complot inexistente.

Taiga retrocedió un paso, nervioso, asustado al ver el cambio en la actitud del rubio. Al notarlo, el alto chico intentó acercarse a él, detenerlo de inmediato si es que acaso pensaba escapar. Oh, no iba a dejar que lo hiciera de nuevo. Que solo desapareciera de su vida una vez más. Había muchas malditas explicaciones que debía de darle, que maldita sea merecía obtener.

Caminó de prisa alrededor de la banca para así llegar hasta el pelirrojo, al mismo tiempo que alzaba una mano para poder tomarlo del brazo, sin embargo, su mano furiosa no pudo alcanzarlo, pues Tetsuya se metió en su camino sin siquiera dudarlo, dándole un manotazo para interrumpirlo en sus acciones. El chico fantasma se quedó de pie entre el rubio y Taiga, formando un muro de protección para su amigo langosta.

—Se lo que parece, Nash-kun —dijo él. Estaba serio, realmente serio, y completamente decidido a que sus palabras fueran escuchadas—, pero no es lo crees.

—¿¡Y qué maldita sea es entonces!? —él lucía tan enfadado que a Tetsuya no le sorprendería si solo comenzaba a llorar de cólera. Pero al mismo tiempo parecía querer que le dieran una maldita explicación de lo que estaba sucediendo, solo quería entender qué rayos era toda esa maldita situación—. ¿¡Qué carajos es lo que pasa, Kuroko!? ¡Dímelo, joder! —exigió, desesperado—. ¡Creí que éramos amigos, maldita sea! ¡Realmente lo creí!

Tetsuya sintió un pinchazo de dolor en el pecho, en verdad dolido de que pensara que lo había traicionado de esa forma tan baja y cruel.

—Él no recuerda nada. No te recuerda —Kuroko fue directo, en esa situación lo que mejor convenía hacer, era decir todo claramente, o una confusión mayor podía generarse y no llegar a absolutamente nada—. No recordaba ni su propio nombre hasta hace apenas unos minutos.

—¿Y qué mierda se supone que significa eso? —la mueca en su rostro le dijo al chico fantasma que necesitaba darle muchos más detalles, pero, siendo sincero, no quería hablar de un tema tan delicado en un lugar al aire libre, donde ya ojos curiosos no le quitaban la mirada de encima expectantes al drama frente suyo.

—Escucha…

Comenzó él a tratar de explicar de una forma muy resumida para que entendiera y dejara de hacer un gran alboroto que solo ponía más nervioso a Taiga, que de por sí ya lucía bastante mal; o eso creyó Taiga que hacía, puesto que llegó un momento en el que dejó de prestarle atención a lo que ellos hablaban, de hecho, dejó de prestarle atención a todo a su alrededor.

La cabeza le dolía, su corazón latía de prisa. Frente suyo parecía haber un abismo de eterna y fría oscuridad que lo veía a los ojos con la promesa de tragarlo sin piedad. Tembló de miedo ante la posibilidad de perderse en ella y nunca poder salir, retrocedió un paso más intentando alejarse, protegerse a sí mismo, pero cuando la oscuridad corrió de prisa hacia él con una sonrisa burlesca, no pudo hacer nada para defenderse…
Y entonces la oscuridad se lo tragó.
.
.
.

 

—Quiero o-otro de eeeeestos… —Taiga dijo, alzando su vasito de cristal totalmente vacío hacia el Barman, lo meció de un lado hacia el otro, impaciente porque fuera de nuevo llenado. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había pedido lo mismo.

El Barman, de un llamativo cabello trenzado y ojos negros, lo observó con una ceja alzada.

—¿Algo en especial por lo que celebrar? —dijo al mismo tiempo que rellenaba su vaso. El de rojos cabellos parecía firme en su lugar frente a la barra, pero sus ojos se podían ver desorientados y arrastraba las palabras al hablar. Indudablemente estaba ebrio.

—Seh… e-es mi cum-cumpleaños diez y o…cho.

Los labios del Barman se curvearon hacía un lado, Taiga observó vagamente que tenía unos piercings en ambas orejas. Supo que ese gesto más que de diversión o comprensión, era de pena.

Por supuesto, estaba cumpliendo diez y ocho años, y en lugar de pasarlo con amigos, familia, de disfrutar junto a quienes amaba, estaba ahí, solo en un Bar y bebiendo hasta perder la consciencia. Seguramente lucía tan patético. Aunque ciertamente no podía distinguir del todo la expresión del tipo, realmente estaba muy borracho, de todas formas, no le importaba. Probablemente jamás lo volvería a ver en su vida.

Se había quedado observando su bebida, lamentándose de cuán patético lucía, pero cuando al fin se decidió a beberla todo de un sorbo, otro vaso fue dejado frente suyo. Al alzar la mirada y cuestionarle al chico de cabellos trenzados, este solo se encogió de hombros.

—Cortesía del caballero del fondo —le dijo solamente.

Taiga alzó una ceja, girándose en la dirección en la que el Barman le había señalado con la cabeza. Pudo divisar a alguien, pero si con esfuerzo lograba enfocar al del piercing en las orejas, que estaba frente suyo, mucho menos iba a lograr distinguir al desconocido del fondo. Aun así, se tomó su bebida de un sorbo y luego tomó la que le habían invitado, la alzó al aire en un gesto de brindis y agradecimiento hacia el desconocido, y luego también lo bebió de un solo trago. 

Entonces, finalmente, decidió que era todo. Busco en su bolsillo su billetera, de donde sacó dinero en efectivo y lo dejó en la barra.

Con cierto brillo en sus ojos grises, el Barman lo observó caminar tambaleante en medio del local, si el lugar hubiera estado más concurrido, probablemente se habría chocado con todos a su paso.

La música estaba sonando algo bajo en los altoparlantes, pero Taiga los sentía como sirenas de bomberos chillando en sus oídos. Solo quería salir de una vez para que el dolor en sus tímpanos desapareciera, a su alrededor todo parecía ondearse, deformándose de un lado hacía otro.

Así que así se sentía estar ebrio.

Inevitablemente soltó una risita tonta mientras avanzaba hacía la salido a tropezones. Al atravesar la puerta que daba a la calle, el frío de la noche le golpeó el rostro, el viento helado lo hizo tiritar y provocó que su aliento se viera como una suave niebla frente suyo.

Se acomodó bien el gorro sobre sus cabellos rojizos, el abrigó lo cerró hasta el cuello y luego guardó sus manos en los bolsillos, finalmente bajó tambaleante las graditas que habían delante de la puerta, para así poder avanzar por el callejón hasta llegar a la calle principal .

Mientras tarareaba «Happy Birthday» y sonreía solo para sí, caminó tambaleándose bajo el manto oscuro y helado de la noche, con las estrellas resplandecientes en el firmamento como únicas testigos de su soledad y embriagues.

Todo parecía desolado a su alrededor, en realidad apenas y distinguía algo, pero continuaba avanzando sin prisa. A fin de cuentas, nadie lo esperaba en el pequeño cuarto que alquilaba y en el cual vivía. En la mañana había recibido una llamada de Tatsuya, pero no respondió, así que su hermano le envió en su lugar un mensaje felicitándolo, pero también regañándolo por no responder.

Su pecho se había estrujado al leerlo. Era su cumpleaños, no quería estar solo… pero si volvía, estaba seguro de que su padre lo abofetearía y luego hablaría con el abuelo de Kiyoshi para continuar con la boda. Y podía verlo en los ojos de Kiyoshi, no sé negaría, al igual que lo había hecho él; se sentía demasiado en deuda por todo lo que había recibido al morir sus padres, por su abuelo haberle dado todo al quedarse solo.

Eran iguales.

Suspiró mientras cerraba los ojos y el viento frío le acariciaba las mejillas haciéndolo tiritar de nuevo.

Sabía que en algún momento tendría que volver, pero aún no, tenía que dejar pasar tiempo para que Kiyoshi y Hyūga formalizaran, así, cuando al fin volviera, su abuelo no lo obligaría a hacer algo que no quería. Pero era difícil esperar. Después de todo no quería estar solo, quería ver a su hermano. Odiaba ser tan malo con él. Ya se sentía el peor hermano de todos al haberse marchado sin decirle palabra alguna.

Era solo que no podía involucrarlo, si su padre se enteraba que él había tenido algo que ver, haría lo que fuera para sacarle la información de su paradero, por lo que era mejor mantenerlo alejado de todo ese asunto. Claro, no era como si lo hubiera planeado él solo, desde luego había recibido ayuda. Pero, a decir verdad, tampoco era como si pudiera decir que realmente tenía un plan. 

En realidad, se enteró apenas unos minutos antes de que se llevara a cabo la ceremonia, y se sintió totalmente estúpido al no haberse dado cuenta de ello antes. Ellos prácticamente lo tenían escrito en la cara, en sus ojos se reflejaba cuando veían al otro y creían que este no lo veía.  Y él solo… solo pensó que no podría hacerle eso a Kiyoshi. No se conocían de tanto tiempo, pero él había sido siempre amable… realmente no podía hacerles eso, así que tomó una decisión en ese preciso momento.

No iba a casarse. 

Ya luego pagaría las consecuencias con su padre, que sabía serían severas, pero lidiaría con ello en su momento; en ese instante, solo importaba no cometer una estupidez, por lo que se armó de todo el valor que tenía y le pidió ayuda a, quien, de hecho, le había abierto los ojos a la verdad,  y ese era H...

—¡Aahg! —Taiga dio un pequeño gritito, volviendo súbitamente de sus pensamientos.

Una mano lo sostuvo del brazo, sus dedos cerrándose alrededor con fuerza y tirando con violencia de él. Hizo que Taiga se girara para tenerlo de frente, pero en el momento en el que el chico se vio tratado de forma tan brusca, reaccionó de igual manera. Cuando tiraron de su brazo, él se giró con la mano hecha un puño y con toda la intensión de romperle la cara a quien maldita sea fuera la persona que se creía con el derecho de tratarlo de esa manera.

Sin embargo, su puño no conectó con el rostro de la persona desconocida, ni con su rostro ni con otra parte del cuerpo de esta, simplemente golpeó al aire. La persona desvió el rostro evitando el contacto y, de todos modos, Taiga se encontraba demasiado ebrio como para poder acertarle a cualquier objetivo, ni siquiera podía enfocar el rostro de la persona, y desde luego la oscuridad de la noche ayudaba aún menos. Todo estaba borroso, la cabeza le daba vueltas.

—¿¡Q-Que mierda te pa-pasa!? —gritó cuando la persona desconocida lo tomó por la muñeca del brazo con el que había intentado golpearlo. Ahora lo tenía sujeto de ambos, presionaba con fuerza y, aún en su estado de embriaguez, comenzaba a volverse muy doloroso—. ¡Sue-Suéltame!

Y entonces la persona desconocida habló:

—¿Crees que puedes solo gastar mi dinero y luego marcharte sin más? —era una voz masculina. Taiga sintió un escalofrío retorcerle la espalda y no fue debido al viento helado. Fue la voz del sujeto susurrada en su oído de forma siniestra y nauseabunda.

Aún borracho, sintió la urgencia, la necesidad de salir corriendo. Todo en sus sentidos atontados gritaba peligro.

—Suelta…me —exigió, tirando de sus brazos para así poder soltarse. No lo logró, el tipejo lo tenía fuertemente agarrado, cada que Taiga tiraba de sus manos el agarre del desconocido se volvía más fuerte, comenzaba en serio a lastimarlo—. ¡He di-dicho que me suel-sueltes!

Una risita divertida borboteó en la garganta del tipo.

—¿Por qué te resistes ahora? —dijo, susurrando de nuevo contra su oído—. ¿Acaso no aceptaste eso al tomar la bebida? ¿O es que jugar a hacerte el difícil te excita? —lamió el lóbulo de su oreja, humedeciéndola con su asquerosa saliva y haciéndolo sentir totalmente asqueado. Lo soltó un momento y Taiga pensó que esa era su oportunidad para escapar, pero el tipejo solo lo hizo para poder sostenerle las muñecas con una sola mano, mientras la otra la dirigía hacía el trasero del chico—. ¿Acaso quieres que te viole?

Taiga dio un respingo al mismo tiempo que un ruidito escapaba de su garganta. 

Miedo.

Tenía miedo.

Estaba aterrado.

Sintió la bilis subir por su garganta.

—¡Sueltam-me!

Forcejeó con todas sus fuerzas y aun así no pudo soltarse del agarre del maldito tipejo. Las lágrimas comenzaban a picar horriblemente detrás de sus ojos. Era un idiota, un grandísimo idiota. No debió emborracharse, no debió haber aceptado esa maldita bebida.  Ahora estaba ahí, con alcohol intoxicando su sangre y sintiéndose malditamente vulnerable ante un asqueroso enfermo que tenía toda la jodida intensión de aprovecharse de él.

Y él no podía hacer más que resistirse y tratar de soltarse, su estado no le permitía más. Pero no iba a darse por vencido incluso si el miedo le hacía temblar las rodillas. Continuó exigiendo que lo soltara, se retorció todo lo que pudo y trató de mantenerse firme en un solo lugar cuando el asqueroso sujeto intentó hacerlo avanzar, posiblemente hacía su vehículo, pero no pudo, el tipo era muy fuerte y a él el alcohol lo hacía sentir en un vórtice. La tierra bajo sus pies se movía, se ondeaba de un lado hacia otro.

—¡Mal-maldito pedazo de mier…da! —gritó el chico—. ¡Suéltame hi-hijo de puta!

Lo único que obtuvo como respuesta fue otra risita de parte del maldito enformo. El único que se estaba excitando por su resistencia, era él, no Taiga.

¡Maldita sea!

No pudo resistirlo más, las lágrimas escaparon de sus ojos y encontraron su camino por sus mejillas cual ríos sin domar. No podía ser que estuviera pasándole eso a él, y  justamente en su maldito cumpleaños. Era tan patético. Maldita sea, maldito alcohol. Si estuviera desintoxicado eso jamás hubiera ocurrido, le hubiera partido la cara en el momento en el que se atrevió a tocarlo. Él era fuerte, maldita sea…

Era fuerte…

—Suelta…me —suplicó con voz ahogada.

Otra risa divertida.

—Como si en verdad fuera a hacerl…

—¿Estás sordo o eres estúpido? —una tercera voz interrumpió, sonando muy cerca de ambos. El nuevo desconocido se había plantado de pie a un costado de ellos, y parecía estar sujetando el brazo del tipejo. No podía enfocar su rostro debido al alcohol, sus rasgos se veían borrosos, pero podía distinguir su silueta—. Te dijo que lo soltaras… y será mejor que lo hagas si no quieres que las cosas se pongan muy feas.

A través del agarre en sus muñecas, Taiga sintió la tensión apoderarse del cuerpo del maldito enfermo. Mientras que, para él, un camino de luz se abrió frente suyo terminando con una oscuridad que parecía infinita. La esperanza se apoderó de su cuerpo y le hizo soltar un ruidito ahogado de felicidad.

Por segundos que se sintieron malditamente interminables, ninguno de los dos desconocidos dijo nada, tan solo se observaron a los ojos, o eso parecía que hacían. Entonces Taiga distinguió un movimiento de cabeza por parte de quien lo tenía sujeto, de ambos de hecho, al parecer se había fijado en algo que capturó totalmente su atención; pero luego de unos segundos más, por fin lo soltó.

Por instinto, en el momento en el que se sintió libre, se colocó detrás de la persona que había aparecido para ayudarle. Lo sostuvo con ambas manos de su abrigo y, por un momento, se preguntó si es que el chico podía sentirlo temblar detrás suyo mientras inhalaba con fuerza. Quizá sí, por ello fue que lo sintió retroceder y colocarse en una especie de pose protectora.

—Esfúmate, hijo de puta —dijo.

Silencio por un momento, luego el tipejo soltó una risa molesta. Finalmente se escucharon sus pasos alejándose. Taiga no se asomó a comprobar, solo se quedó ahí, oculto tras la espalda de su salvador; en parte porque igual el alcohol en sus venas ya lo mareaba demasiado y confundía su visión, y en parte porque tenía demasiado miedo.

—Ya se fue —comunicó el chico de repente—, estás a salvo ahora.

De inmediato, Taiga sintió toda la tensión abandonar su cuerpo de golpe, al mismo tiempo que su pecho se hinchaba con aire entrando furioso en sus pulmones, pues todo ese momento había sostenido inconscientemente la respiración. El alivió en sus entrañas le hizo sentir las piernas sin fuerzas, haciendo que se doblaran y él se callera de rodillas.

Afortunadamente no llegó al suelo, pues su salvador una vez más lo había salvado.

—Cuidado, cuidado… —le dijo el extraño mientras lo sostenía con una mano por la cintura y lo ayudaba a estabilizarse. Taiga se aferró a la tela del abrigo sobre el pecho del chico y se apoyó en él para no caer—. Debió ser aterrador, pero ahora puedes estar tranquilo —susurró en un tono de voz sumamente tranquilizante; pegado a su cuerpo como estaba, la colonia del desconocido inundo su nariz, era un aroma realmente delicioso. 

Antes, había tenido miedo, sus sentidos incluso entumecidos gritaban en alerta debido al tipejo que intentó llevárselo. El agarre que había mantenido sobre sus manos, en el tono de voz con el que le hablaba, y esa asquerosa sonrisa que le había dado escalofrío. Había estado aterrado… pero ahora. Ahora se sentía a salvo, el chico que lo había salvado le transmitía seguridad. Sabía que nada malo le ocurriría estando en sus brazos.

Alzó el rostro hacía él, necesitaba agradecerle, tenía que decirle lo mucho, en serio lo mucho que le agradecía el haber aparecido en ese momento. Si no hubiera llegado, ese maldito asqueroso se hubiera salido con la suya.

—Gra-Gracias —le dijo, intentando enfocar su rostro con esos hermosos rojizos ojos que tenía. Su voz había sido un susurro sincero brotando desde lo más profundo de su ser. Su salvador no dijo nada, pero Taiga lo sintió estremecerse un instante, probablemente por el frío—. De ver-verdad, graci…as.

Taiga no podía enfocarlo por más que intentó desenredar sus rasgos en esa maraña de oscuridad y su entorno ondeándose sin forma definida.  Sin embargo, en medio de su mundo abstracto, una suave risita le provocó un cosquilleó en los odios, y luego ese cosquilleo se convirtió en un escalofrío que le retorció la espalda. Sus ojos entonces, increíblemente, enfocaron los labios del chico, estaba sonriendo de medio labio en un gesto que le pareció sensual. Cuando habló de nuevo, su voz le transmitió una sensación cálida que creció en su pecho y se extendió a todo su cuerpo.

—Por nada —dijo él, y luego—, hubiera sido un imbécil si te ignoraba mientras estabas claramente en peligro… era mi deber ayudarte —susurró lo último. Su voz era sexy.

Deseo tanto que el alcohol solo se esfumara de su cuerpo, que la embriaguez desapareciera y la neblina que cegaba sus ojos se dispersara y le permitiera ver el rostro de su salvador. Pero en lugar de sentirse mejor, la presión emocional a la que se había sometido y su estado de ebriedad, por fin le estaban cobrando la factura. En ese momento decidió que odiaba el alcohol y se prometió que jamás volvería a beber.

Comenzó a sentirse pesado, si antes todo a su alrededor parecía moverse y no tener ninguna forma, en ese momento la sensación se triplicó. Mantenerse en pie fue una tarea que era incapaz de hacer, sus parpados se cerraban sin que él lo quisiera, se cabeza cayó hacia delante, era difícil tenerla erguida. Sus ojos solo podían observar el suelo ondearse, deformándose.

—N-No me… siento na-nada… bien… —dijo apenas.

Su salvador escuchó sus palabras, lo sintió afirmar su agarre en su cintura y luego su mano libre lo tomó del rostro e hizo que lo alzara. Él pareció estudiarlo, pudo sentir sus dedos acariciando su mejilla y luego abriendo sus parpados.

—Mierda —susurró. Entonces  lo soltó,  al menos esa fue la primera sensación que tuvo, pues se sintió precipitarse de espaldas hacia la acera. Pero el chico tan solo se había inclinado para poder sostenlo bajo las rodillas para así poder alzarlo en el aire.

El repentino pierde de algo bajo sus pies lo hizo entrar en pánico un momento, pero bastaron unas palabras del desconocido para que se tranquilizara. Él no iba a hacerle daño. Taiga tuvo el fugaz pensamiento que debía ser alguien realmente muy fuerte, pues él no es que fuera alguien ligero, y aun así su salvador lo cargaba con tanta facilidad.

Intentó enfocarlo de nuevo mientras lo sintió avanzar en la acera, quería ver su rostro. Pero no pudo, en su mundo de colores ondulantes, la oscuridad se abría paso tragándose todo a su alrededor. Por un momento no supo en dónde estaba, no recordaba qué había ocurrido; alguien lo cargaba en brazos mientras caminaba, hacía frío, estaba oscuro. Perdió el sentido del tiempo, no podía ver nada a su alrededor. Cuando llegó a darse cuenta, estaba recostado sobre una superficie algo acolchonada que estaba en movimiento.

De repente recordó que alguien había intentado llevarlo consigo, el pánico se apoderó de él e intento gritar, retorcerse, ponerse en pie.

—No, no —dijo una voz—, recuestaste, te harás daño.

Taiga sintió sus ojos trabarse hacía el centro cuando una cegadora luz le dio en el rostro un instante. Luego oscuridad y, de nuevo, segundos después otra luz. De alguna forma supo que estaba en el asiento trasero de un auto en movimiento, gracias a las luces y el claxon de otros vehículos a lo lejos. También recordó que alguien lo había salvado de las garras de un maldito psicópata que planea hacer qué cosas con él.

Estaba a salvo, nadie le haría daño.

—Eso, buen chico —su salvador dijo desde el asiento del conductor. Taiga intentó una vez más ver su rostro, pero solo distinguió sus labios moviéndose cuando de nuevo habló—. Te llevaré al hospital, ¿de acuerdo? —informó—. Estabas en el bar del callejón, ¿ese tipo te invitó algún trago? —la respuesta de Taiga fue un ruidito inentendible que funcionaba como una afirmación—. Hijo de puta… ¿cómo se me ocurrió dejarlo ir? Bastardo de mierda.

Hablaba para sí el desconocido, y sus palabras poco a poco fueron volviéndose susurros que se alejaban con cada segundo que transcurría, hasta que ya no escuchó más su voz. Taiga tan solo podía ver su silueta enmarcada por las luces de afuera. En varias acciones su salvador volteó a verlo, asegurándose de que estaba de lado, seguro pensaba que, si vomitaba, podía ahogarse con la bilis, así que por ello era mejor no estar boca arriba.

Cada que él volteaba a verlo, su silueta era como una aparición divina, cálida y protectora, y Taiga lo observaba en silencio porque no podía decir palabra alguna, se sentía demasiado cansado.

Cuando al fin llegaron al hospital, todo se sentía como si hubiera ocurrido demasiado rápido. Estaba en el asiento trasero del auto, luego sus ojos rojizos se cerraron un segundo y cuando los abrió, se encontraba en los brazos de su salvador. Volvió a cerrarlos y cuando enfocó de nuevo, estaba recostado sobre una camilla que era llevada por dos personas. Las luces y las paredes blancas del hospital eran cegadoras, lo hacían sentir perdido en la nada, flotando en un lugar infinito.

Se movió, tratando de distinguir al chico que lo había salvado, pero solo pudo ver su silueta siendo dejada atrás por la camilla. Él se quedó allí, de pie en la entrada solo observando como era llevado lejos. Taiga sintió un vacío en el pecho que lo hizo sentirse perdido un momento, y luego la claridad del pasillo fue engullida por la oscuridad, y él fue tragado con ella.
.
.
.

 

Los rojizos ojos de Taiga se abrieron lentamente.
Por un momento se sintió confundido; frente a sus ojos se encontraba el techo de una casa que no reconocía. Sintió el pánico brotando desde su pecho y subiendo como bilis por su garganta…

Y entonces, cuando sintió que iba a hundirse en la desesperación, una mano se posó sobre una de las suyas. Al girara la mirada, se encontró con los irises celestes de Tetsuya. El chico fantasma lo veía con absoluta preocupación, ni siquiera le interesaba disimular.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó él.

Taiga lo ignoró.

—¿Dónde estamos? —Quiso saber al mismo tiempo que se incorporaba en el sofá en el que había yacido recostado.

—En la casa de Nash-kun —Informó Kuroko.

—¿Q-Qué?

Su mirada escaneó cada rincón de la casa, se fijó en las ventanas, en la puerta y en la decoración, y luego también se fijó en los ojos de Nash, de un tono entre azul y verde que lo hizo sentir mareado. Él rubio estaba de pie y recostado contra el marco de la puerta que daba a la cocina.

Él lo observaba con cautela, en su rostro había una expresión de profunda preocupación y también dolorosa tristeza, pero no se acercaba, respetaba la distancia entre ellos.

Seguramente Kuroko ya le había explicado todo.

—¿Desde hace cuánto?

—De hecho, desde hace unos minutos. Acabamos de llegar.

—¿P-Por qué estamos aquí?

Una expresión dolida atravesó el rostro de Nash, Taiga no pudo verla, pero Tetsuya sí que lo hizo. No pudo evitar sentir pena por su amigo.

—¿No recuerdas?

Taiga intentó desenredar la confusión que eran sus recuerdos, pero no logró nada. Kuroko pudo ver la desesperación nuevamente apoderándose de sus ojos.

—Nash-kun —el rubio pareció no escuchar el llamado de Tetsu, su atención estaba completamente en el de rojos cabellos—. Nash-kun —lo llamó con más fuerza, esta vez sí obtuvo el resultado deseado. El rostro de su amigo viró en su dirección, confundido—. Nash-kun, ¿puedes traernos unas bebidas? Si no tienes nada, solo agua está bien.

—N-No, sí, no… sí, creo que hay un poco de jugo en el frigo —pero él no se movió de su lugar. Tetsuya se le quedó mirando con las cejas alzadas hasta el rubio al fin entendió que debía ir por ese jugo—. Claro, v-voy —entonces se metió a la cocina.

Una vez solos, Kuroko volvió la vista hacía Taiga, el chico tenía sus ojos puestos en el lugar donde antes había yacido Nash. Respiraba con fuerza.

—Antes, en el parque —comenzó a explicar Tetsuya, captando la tención de Taiga—, te desmayaste.  Le dije a Nash que debíamos llevarte con mis amigos, pero…

—¿Pero? —lo alentó a que continuara, ansioso—. ¿Nash no te dejó? —recordaba lo molesto que estaba y lo decidido que parecía a no dejarlo ir.
—No, no fue Nash quien no quiso ir con ellos… fuiste tú.

—¿Q-Qué? ¿Por q-qué?

—Me suplicaste que no te llevara con Aomine-Kun. Dijiste que no podías verlo a los ojos .

—Oh dios, Daiki —Taiga soltó un jadeo, en su rostro se dibujo una expresión de como si le hubieran dado un derechazo en el hígado. Los recuerdos de lo sucedido antes de ir en busca de Kuroko volvieron a darle una fuerte bofetada.

Todo era una mierda. Y era su culpa.

Su reacción solo provocó que Tetsuya se sintiera aún más curioso de lo que ya estaba. Antes, había enviado un mensaje a Momoi diciéndole que estaba con Taiga y que volverían a casa por su cuenta. No quiso indagar más en ellos porque la verdad todo era un revoltijo por lo recién descubierto, y de paso tenía a un inconsciente Taiga en el asiento trasero del auto de Nash. Pero allí, y viendo el comportamiento del chico de cabellos rojos, la curiosidad le carcomía la cabeza.

—¿Qué fue lo que ocurrió con Aomine-kun?

Taiga apretó los ojos con fuerza, sus manos se alzaron y se posaron sobre su rostro, cubriéndolo totalmente.

—Soy un idiota —sollozó—. Soy un grandísimo idiota, Kuroko.

—No creo que en verdad lo seas, Taiga-kun —Taiga dio un respingo al ser llamado por su nombre, por su verdadero nombre y no un apodo tonto dado por Aomine.

Aomine.

Mierda, quería llorar.

—Aquí están las bebidas —anunció Nash mientras  ingresaba a la sala.

Él fue hasta ellos y le entregó a Kuroko uno de los dos vasos en sus manos, luego giró hacia Taiga, y entonces titubeó. Pareció querer decir algo, pero a último minuto se arrepintió. Decidió que dejaría en vaso en la mesita frente a ellos, pero en ese momento Taiga se descubrió el rostro y alzó la mirada.

Finalmente, sus ojos volvieron a encontrarse. El estremecimiento que atravesó el cuerpo de Taiga al verse reflejado en los irises de Nash, lo hizo removerse en el sofá.

Nash.

Se sostuvieron la mirada durante algunos segundos. Segundos absurdamente interminables, entonces, para sorpresa de Kuroko, el primero en ver hacia otro lado, fue Nash, que para más sorpresa aún, notó que tenía las orejas muy coloradas. Él extendió el vaso hacía Taiga y cuando el chico lo tomó, el rubio se apresuró a volver hacía su lugar en el marco de la puerta que daba a la cocina, desde donde lo contunuó al chico con cautela.

—Nash… —Tetsu escuchó a Taiga susurrar muy bajito.

—¿Lo recuerdas? —curioseo Kuroko.

¿Recordarlo? Taiga realmente no había estado muy seguro de ello hasta hacía unos momentos.
En su sueño… en su recuerdo, no había podido distinguir a su salvador, todo gracias al alcohol y a la droga que ese maldito psicópata había puesto en la bebida que le invitó. Sin embargo, al tener a Nash tan cerca y verlo directamente a los ojos, lo recordó.

Sus ojos.

Esos ojos, era los ojos  de sus recuerdos borrosos.
No tenía dudas ahora. Ese recuerdo recuperado de lo más profundo de su subconsciente era el cuerdo de la primera vez que conoció a Nash.

 

~•§•~

 


Himuro, mientras tomaba y repartía ordenes a los clientes, observada disimuladamente a cada cierto tiempo hacia el mostrador, donde su jefe yacía. Este parecía irritado y, con intervalos cada vez menores, observaba ansioso el celular en sus manos.

Ya llevaba un par de días así, y Tatsuya no podía evitar preguntarse qué era lo que lo alteraba tanto. Era su jefe, pero también su amigo, por lo que estaba preocupado.

Fue por ello que, cuando ya no hubo tanto movimiento en la cafetería, decidió acerarse a él y así acabar con la incertidumbre de una buena vez. Tal vez estaba siendo demasiado entrometido, pero no importaba. Si es que acaso era algo serio, quería hacerle saber a su amigo que podía contar con él.

—¿Está todo bien, Hyūga? —preguntó detrás suyo, Hyūga dio un respingo frente a la caja registradora, seguido de una palabrota. No se había dado cuenta de que Tatsuya estaba detrás.

—Mierda, que susto —llevó una mano a su pecho, calmando su corazón, los ojos grises de Himuro lo observaron aún preocupado—. Sí, no te preocupes, no es nada.

—¿Seguro? —Junpei asintió—. Es solo que pareces distraído, y yo diría que también ansioso. Muy ansioso… créeme, sé lo que se siente estar así, yo lo estoy todo el tiempo.

—Lo sé…. —Hyūga se mordió el labio inferior, luego desvió la mirada un momento. Finalmente suspiró, dándose por vencido—. De verdad no es nada, al menos no algo grabe. Es solo que desde hace unos días estoy esperando la llamada de un… —los ojos grises de Himuro se desviaron un momento hacía la entrada, la campanilla había sonado, lo que significaba que un cliente había ingresado—… proveedor —terminó la frase Hyūga, y la atención del chico volvió a su Jefe—. Habíamos quedado en que me llamaría para acordar la entrega de unos costalillos de café muy… valiosos, que he querido ordenar desde hace un tiempo.

—Oh —Himuro exclamó, sintiéndose un poco tonto por haberse preocupado de más—. Entiendo, enton…

—Buenas tardes —la persona que había ingresado momentos antes al lugar ahora estaba de pie frente al mostrador. Era un chico que vestía ropas algo desordenadas, bajo su brazo una carpeta de color negro descansaba. Su cabello era negro y algo largo, llegándole hasta la barbilla. Sus ojos eran de un azul platinado, tenía pestañas realmente largas y bonitas enmarcándolos y haciendo que lucieran muy hermosos.

Hyūga se giró y dibujó en su rostro la sonrisa más agradable que podía mostrar.

—Buenas tardes, ¿Qué desea ordenar?

—En realidad… me preguntaba si podía hablar con uno de sus empleados —una mirada recelosa por parte del dueño se dibujó de inmediato en su rostro—. No soy alguien peligroso —aseguro el cliente—. Soy investigador privado, ¿de acuerdo? Mi nombre es Reo Mibuchi, estoy trabajando en un caso muy importante y una pista me trajo hasta aquí.

El dueño continuaba desconfiando, por lo que observó detalladamente al supuesto investigador.

—¿A quién buscas? —dijo entonces.

—A Himuro Tatsuya.

Himuro, detrás de Hyūga, dio un fuerte respingo al no haber esperado que fuera precisamente su nombre el que saliera de los labios del investigador privado. Hyūga, con el entrecejo fruncido, giró el cuello hacia su amigo. Por un momento el chico no dijo nada, por algún motivo su corazón latía de prisa en su pecho, sentía las manos heladas.

—Soy yo —anunció finalmente—. ¿De qué quieres hablar conmigo?

Los ojos azul platinado del investigador lo escanearon durante unos segundos. Su mirada le hizo sentir sumamente ansioso. Reo lo observó a él, luego a Hyūga y luego de nuevo a él. 

Y entonces repentinamente la atmosfera se vio interrumpida cuando el tono incesante de llamada proveniente del celular de Hyūga se hizo escuchar en toda la cafetería. Himuro pudo leer en la pantalla la palabra «Proveedor».

Ahí estaba, la llamada que tanto había esperado.

—Discúlpenme —Hyūga tomó su celular mientras la daba a Tatsuya una mirada de aprobación. Finalmente aceptó la llamada y los dejó solos mientras él se perdía tras la puerta que daba a la sala de descanso.

Una vez solos, Tatsuya volvió su atención a Reo.

—Entonces, ¿qué es lo que necesitas de mí?

Reo lo observó a los ojos un momento, luego tomó la carpeta que yacía sobre su brazo y la abrió, movió un par de papeles y finalmente tomo una hoja entre sus dedos.

—¿Reconoces a esta persona? —dijo, al mismo tiempo que giraba hacia Himuro una fotografía.

Por apenas un segundo, Tatsuya se sintió confundido, creyendo que quizá sus ojos estaban traicionándolo. Pero tan pronto como se fijó en la sonrisa genuina en los labios del chico en la fotografía, en sus ojos rojizos brillando con el mar y el sol de fondo dándole al panorama un aire mágico, la realidad le dio una bofetada. No estaba viendo mal, maldita sea, desde luego no lo estaba haciendo.

Tatsuya inhaló con fuerza mientras un frío helado le recorría la columna y lo hacía tiritar. Sus ojos de repente ardían, las ganas de llorar fueron brutales.

¿Qué si reconocía a la persona de la fotografía?
Por supuesto que sí. ¿Cómo podría no hacerlo? Lucía un poco más delgado, pero sin duda era la misma expresión alegre que recordaba. Que tenía grabada en su memoria.

Claro que reconocía al chico.

Era su hermano.

Era Taiga.


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