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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

HOLAAAA, POR FIN, NUEVO CAAAP.

UNKNOWN
—Capítulo 39—
Ingrávido
 
 
Kuroko se sentía flotar en la nada. 
 
Un lugar en el que no existía más que él, el frío o el calor no tenían ningún efecto y el dolor no lo tocaba. Estaba en calma, en paz. No tenía miedo porque yacía solo, nadie podía dañarlo. 
 
Sin embargo… había momentos en los que una sensación recorría su cuerpo; un hormigueo que iniciaba en la punta de sus dedos y subía lentamente por sus brazos hasta llegar a su pecho, donde se instalaba unos instantes y luego desaparecía en medio de suspiros anhelantes. 
 
Algo se posaba en su corazón cada vez que la acción se repetía, un vacío que comenzaba a carcomer su interior poco a poco. Lo hacía preguntarse qué era mientras intentaba ver más allá de sí, pero solo lograba observar sus manos y pies desnudos. No había nada, todo era blanco. La sensación continuó repitiéndose, haciendo que lentamente fueran aumentando sus sentidos, una calidez embriagante que lo hacía desear y esperar por más, y luego solo quedaba ese vacío cuando desaparecía. Quería saber qué era, lo deseaba, sus ojos azules miraban en todas direcciones buscando alguna señal, pero estaba solo. 
 
Pronto, la paz que creía sentir se vio perturbada. El miedo brilló en su interior, anhelando la sensación tanto y temiendo no poder ser capaz de descubrir a qué se debía, qué la ocasionaba. Comenzó a sentirse en verdad solo, muy, muy solo. ¿Por qué estaba allí? ¿Quién era? ¿Por qué lo habían dejado en la nada? 
 
El dolor se apoderó de su interior, de pronto sintió mucho frío, un escalofrío que recorrió cada pedazo de piel de su cuerpo y lo hizo temblar. Se abrazó a sí mismo, pero por más que frotó su piel en busca de calor, el hielo no desapareció de su corazón, como si su sangre se volviera poco a poco escarcha. Estaba helado, tiritaba, tenía sueño. 
 
No quería estar solo.
 
«Tetsuya». Una voz susurró en la distancia. Sonaba dulce y comprensiva. 
 
»—¿Quién… eres? —Alzó sus ojos somnolientos y observó una vez más, ilusionado de que alguien yaciera frente a sus ojos, pero estaba solo. 
 
«Tetsuya». 
 
»—¿Quién es Tetsuya? 
 
«Tetsuya». 
 
La voz era tan suave y armoniosa… familiar. 
 
«Tetsuya». 
 
»—¿Quién eres? —interrogó de nuevo, pero no hubo respuesta, más que el susurró llamando de nuevo directamente sobre su oreja. 
 
«Tetsuya».
 
Un estremecimiento recorrió su cuerpo, pero en lugar de hacerlo tiritar, un calor reconfortante lo rodeó, y entonces el hielo en su interior comenzó a derretirse debido a su calidez. Sollozó, sus ojos se cerraron y una lágrima, brillante como un diamante pero suave como algodón, resbaló por su mejilla y acarició tiernamente su piel.
 
«Tetsuya». 
 
El hormigueó apareció de nuevo, sin embargo hubo algo distinto en el. No comenzó en las punta de sus dedos, sino desde su sien. Se sintió como una caricia que acunó su rostro con dulzura y calidez. Tuvo un cosquilleo en la punta de su nariz y su pecho se hinchó de aire cuando inhaló con fuerza. 
 
«Mi querido Tetsuya». 
.
.
.
 
Kuroko abrió los ojos lentamente en medio de un suspiro y una lágrima acariciando suavemente un costado de su rostro. 
 
Lo primero que observó fueron un par de ojos cerrados, con sus pestañas largas y bonitas, luego la sensación dada directamente sobre su nariz. Una caricia. Akashi tenía unidas sus frentes, sosteniendo una de sus mejillas mientras frotaba apenas con suavidad, solo un rose pequeño con la punta de su nariz contra la suya lastimada, donde no estaba vendada, pues no quería hacerle más daño
 
Un beso esquimal, entendió Kuroko.
 
Por un momento no fue consciente de nada. No supo quién era ni qué había sucedido. ¿Por qué estaba allí? ¿Dónde estaba? ¿Quién era la persona que acariciaba su rostro con tanta suavidad, haciendo que su pecho se llenara de emoción y sus dedos temblaran por querer tocarlo?  Pero entonces este habló de nuevo: 
 
—Tetsuya… por favor —susurró, su voz suave estaba impregnada de suplica y un anhelo tan grande y sincero, que endulzaría la hiel. 
 
Las comisuras de Kuroko temblaron, moviéndose apenas en una pequeña sonrisa, la respiración de Akashi golpeaba sobre sus labios casi como un dulce beso. Cerró los ojos, otra lágrima escapó de sus ojos cerrados. 
 
—Ahora sí que… has caído bajo, Akashi-kun —dijo apenas con su voz rasposa, sus ojos aún cerrados—, mira que… atacar a una persona inconsciente —rio, un ruidito maravilloso que hizo vibrar su garganta por apenas un segundo, un sonido angelical que hizo resonar el corazón de Akashi en sus oídos. 
 
Un estremecimiento le atravesó la espalda a Seijūrō, se sintió como arañitas merodeando por cada parte de su cuerpo. Él se quedó muy quieto los primeros segundos, entonces finalmente abrió sus ojos, y sus irises se encontraron cara a cara con los de Tetsuya. 
 
Tetsuya le sonrió apenas, un gesto con algo de esfuerzo, pero rebosante de sinceridad. Akashi continuaba muy quieto sin apartarse y sin desviar la mirada, lo veía casi sin parpadear, incrédulo… parecía un sueño. Un sueño muy hermoso. Kuroko, creyendo saber que brillaba en esos ojos, lentamente alzó su mano sana guiándola hacia el rostro de Akashi. Fue solo un roce, pero cuando la punta de sus dedos acariciaron la piel de su mejilla, Seijūrō tembló levemente y lo miró con intensidad.  
 
—Estoy… de vuelta —el chico fantasma susurró, al mismo tiempo dio un suave pellizco en la mejilla de Akashi.  
 
Y Akashi lo entendió, no era un sueño. 
 
Tetsuya estaba despierto. 
 
—Llamaré a S-Shintarō —decidió de inmediato. Tenían que hacerle un chequeo para verificar que todo estuviera en orden. Él se alejó rápido, pero cuando iba a levantarse, sintió un débil agarre sobre su playera. Al bajar la vista se encontró con la mano de Tetsuya sosteniendo la tela.
 
Volvió la mirada hacia él, sus ojos celestes lo veían con una suplicaba dibujada.
 
—No te vayas… no me dejes solo. 
 
No iba a dejarlo solo, solo iba a levantarse para buscar el botón de seguridad que había junto a la cama para que fueran a la habitación. Pero al ver su expresión, decidió que el chequeo podía esperar unos minutos, en cambio, el tomó asiento en el borde de la cama y buscó con su mano la mano de Kuroko que sostenía su ropa. Tetsuya lo soltó, solo para luego buscar su mano y envolver entre sus dedos la suya en un toque delicado. Su piel era suave y estaba cálida, notó Akashi de inmediato, y un revoloteó azotó su corazón. 
 
Su mirada volvió hacia el rostro de Tetsuya sin decir nada. El chico fantasma vio los ojos de Sei enrojecer, y luego también su nariz y sus mejillas. Sus pupilas brillaron y entonces la primera lágrima cayó de forma silenciosa acariciando su rostro para luego caer al vacío; y luego la segunda y la tercera. Le sonrió, logrando que Akashi apretujara los labios y barbilla en un puchero, un gesto que jamás lo había visto hacer en ese rostro serio pero gentil, y que se le hizo jodidamente adorable. 
 
Akashi se movió hacia Kuroko, quien por un instante pensó iba a besarlo, pero en cambio Sei se inclinó sobre su pecho y dejó reposar su frente allí. Tetsuya apenas estaba procesando la decepción de no ser besado cuando sintió el cuerpo de Akashi estremecerse por el llanto. Tetsuya tardo apenas un segundo en alzar su mano y acariciar sus cabellos con suavidad y lentitud, consolándolo. Akashi no había dicho nada, pero Kuroko ya lo sabía todo. Su reacción, su llanto. En sus ojos se reflejó sus sentimientos, toda la preocupación y su miedo, la impotencia, el alivió… 
 
Tetsuya también quería llorar. 
 
Antes de pensar en que quería detener las lágrimas, estas solo comenzaron a danzar fuera de sus ojos. Y entonces fueron ambos quienes se estremecían con los sollozos y el alivio de estar a salvo y consciente. 
 
Estuvieron así un tiempo que ninguno de los dos contó, hasta que finalmente Sei se alejó de nuevo y Kuroko quiso acomodarse mejor en la cama, por lo que con Ayuda del otro se incorporó y se recostó contra las almohadas. Akashi volvió a sentarse a su lado, en la orilla. Tenía la mirada gacha mientras le sostenía con cuidado la mano y con su pulgar acariciaba el dorso. Quizá él tenía vergüenza de que lo haya visto llorar, pensó el chico fantasma, pero lo que en verdad sucedía era que Sei estaba seguro que lloraría de nuevo si sus ojos volvían a conectar, quería calmarse y así hablar correctamente. Jamás se avergonzaría de derramar lágrimas por Tetsuya. 
 
Kuroko, con cuidado, hizo que Akashi alzara el rostro, y a pesar de lo que Sei pensaba, no se resistió. Vio su mirada desbordada de alivio, el llanto escurriendo, lo frágil que incluso él podía verse. Sus propias lágrimas solo aumentaron al mismo tiempo que sonreía. Una sonrisa amplia y encantadora. Luego intentó doblarse hacia arriba, pero fue Akashi quien se inclinó hacia él. 
 
Sus labios se pegaron contra los suyos, suaves y húmedos. No se movió, no intentó profundizar su toque, solo fue un contacto que trajo más paz a su corazón del que había esperado, caminando sobre prados de suave pasto y cielos despejados. Se alejó, solo para que Kuroko lo atrajera de nuevo en un abrazo delicado, pegando su mejilla a su hombro y cerrando sus ojos para disfrutar el toque y la sensación de sentirse a salvo en sus brazos. Akashi acarició su espalada, sus manos estaban temblando.
 
—Tenía miedo —susurró Sei—. Tenía mucho miedo, Tetsuya —sollozó—. Estaba aterrado con el solo pensar de no volver a verte. 
 
—Yo también… Yo también, Akashi-kun. —Kuroko lo atrajo más, parecía que quería fusionar su ser con Akashi—. Lo siento, perdón…
 
Akashi deshizo el contacto con mucha suavidad, se apartó solo para verlo a los ojos mientras tomaba sus mejillas con ambas manos. 
 
—¿Por qué tienes tú que disculparte? 
 
—Cuando es-estaba allí, odie haber sido tan estúpido contigo. Debí solo decirte de frente lo mucho que te amo y luego besarte, en lugar de perder el tiempo. Solo quería verte de nuevo.
 
Sei lo miró, lo miró con intensidad mientras inhalaba con fuerza y sus pulmones se hinchaban llenos de oxigeno. 
 
—Dios, Tetsuya —dijo finalmente, y luego hizo que sus frentes se tocaran sobre los vendajes una vez más, sin dejar de acariciar su rostro—. El imbécil aquí soy yo. Tú no tienes que disculparte por nada, soy el único que hizo que esto se prolongara tanto. Soy un tonto e infeliz que te ha hecho esperar demasiado… no te merezco.
 
—Sí eres un idiota —aceptó Kuroko, era cierto. Ambos se vieron un segundos antes de reírse suavemente, un sonido glorioso que rebotó en las paredes.
 
—Te amo, Tetsuya —Akashi dijo de pronto, y el corazón de Kuroko revoloteó desquiciado en sus entrañas, por un instante se olvidó de como respirar. Los pulgares de Sei acariciando su rostro enviaron escalofríos a su espalda—, y me harías el hombre más feliz del universo si aceptas estar a mi lado a pesar de mi idiotez. 
 
El labio inferior de Kuroko tembló levemente, paso saliva antes de que su rostro se iluminara en una sonrisa grande y absolutamente hermosa; ni siquiera las vendas o los golpes pudieron opacarlo, continuaba viéndose perfecto a ojos de Akashi. 
 
—Yo quiero estar contigo, Akashi-kun… eso no ha cambiado. No cambiará —declaró. 
 
Y fue ahora el corazón de Sei el que casi se detuvo. Un hormigueo se extendió desde su pecho hacia su espalda, y él se estremeció con la escena tan maravillosa frente a sus ojos. Con Tetsuya y su expresión hermosa, con el brillo lleno de seguridad en sus preciosos irises de cielo. Antes de darse cuenta ya se estaba inclinando hacia él sin dejar de ver sus labios…
 
Unos murmullos se escucharon de pronto desde el pasillo, y luego la puerta de la habitación se abrió. 
 
—Sei, cariño, en serio te amo, pero estas demente —estaba diciendo Chihiro, él se quedó en medio de la puerta, dándole la espalda a los chicos mientras veía hacia el pasillo—. Por supuesto que no voy a dejar que le tomes fotografías a Tetsuya con un consolador de dragón junto a su rostro. ¿De dónde sacaste esa cosa, para empezar? —una mirada desconfiaba brilló en sus ojos de ónix.
 
—Tengo mis formas, cariño —le guiñó un ojo, un gesto sutil pero directo sobre como podrían usarlo ellos luego. Hiro lo vió un instante, su labio tembló levemente hacia un costado… imaginando. 
 
El de cabellos grises sacudió la cabeza, espabilando.
 
—NO —sentenció. 
 
—Oh, vamos, jamás lo sabrá —Seimei le picó una mejilla con la punta de su dedo—. Bueno, definitivita lo sabrá luego de que la suba a internet, per…
 
—Tú acercas esa cosa a mi cara —dijo Tetsuya desde la cama—, y no quieres saber donde terminará. Una pista, en tu jodido cul… 
 
Akashi puso con cuidado una mano sobre sus labios, divertido. Detuvo la bomba antes de que explotara pues no quería que a Tetsuya le diera un coraje, después de todo aún no estaba recuperado.  
 
Seimei giró la cabeza soltando un fuerte chasquido de lengua, enojado porque simplemente no lo dejaban divertirse; entonces sus parpados se abrieron con sorpresa y volteó la mirada de prisa. Una inevitable sonrisa de medio lado se dibujo en rostro. 
 
Chihiro por su parte, dio un brinquito involuntario ante el sonido que era la voz algo rasposa de Kuroko, seguido de un escalofrío que le hizo arder los ojos. Se volteó, clavando sus ojos en su hermano que yacía en la cama. Todavía tenía el rostro lastimado y las vendas se veían totalmente incorrectas sobre su cabeza, pero él estaba despierto. Estaba despierto y le sonrió en cuanto sus miradas hicieron contacto. 
 
—Estoy de vuelta, hermano —dijo, aún sonriendo. 
 
Las piernas de Chihiro se movieron, y las lágrimas brotaron de sus ojos sin control. Fue hasta su hermano y lo abrazó, su cuerpo temblaba debido a los sollozos, y Tetsuya le dio unas suaves palmaditas en el cabello para consolarlo. Los gemelos no pudieron hacer más que observarlos con una sonrisa y absoluto alivio. 
 
Era cierto que Seimei no tenía la mejor relación con Tetsuya, pero no era como si en verdad quisiera que algo malo le sucediera, principalmente porque eso destrozaría el corazón de Chihiro, y definitivamente el suyo también se haría trizas en el proceso debido a ello. Pero también, y eso jamás se lo diría, porque no era como si de verdad lo odiara. 
 
No tenía más opción que admitir para si que era divertido tener esa relación de “odio” con el fantasma menor; así que sonrió, “feliz” de que por fin despertara, pues su corazón dolía de ver a Hiro tan triste, y no solo a él, también a Seijūrō… y bueno, también se alegraba en si que Tetsuya estuviera mejor.
 
Chihiro había querido ser el hermano tranquilo, demostrar confianza y fe absoluta en su hermano; en ese hervidero de nervios que eran todos los amigos, quería verse en calma y racional. Lo contrario de lo que había sido Akashi, que se perdía pensando en cosas que ni siquiera habían ocurrido y permitía que su juicio se nublara, pero… lo cierto era que Hiro incluso había estado más desesperado que él.
 
Maldita sea, era su hermano. 
 
Cada vez que entraba en la habitación sentía ganas de vomitar al verlo postrado en esa jodida cama, y las hormonas descontroladas debido al bebé solo hacían que todo fuera el triple de difícil. Pero debía soportarlo, Tetsuya contaba con él más que nunca… 
 
Solo que en el momento en el que su sonrisa iluminó su rostro mallugado, todo lo que Chihiro había querido contener se desbordó. 
 
Había estado tan, tan preocupado y asustado, desesperado y ansioso. Casi había corrido hacía él, y aunque sabía que su cuerpo estaba lastimado, no pudo evitar aferrarse a su hermano con algo de fuerza. Si le dolió, Kuroko no lo dijo, tan solo acarició los cabellos de su hermano con suavidad y dejó que lo abrazara mientras su cuerpo se sacudía levemente por las lágrimas de alivio. 
 
Akashi les permitió un momento de hermanos, antes de por fin pulsar el botón para llamar al Médico. Cuando Shintarō atravesó la puerta seguido de Takao, Hiro ya estaba más calmado; Midorima lo revisó, tomándose muy bien su tiempo, hasta que finalmente puso una mano sobre su hombro con mucha suavidad, y dijo: 
 
—Me alegro que estés de vuelta, Kuroko —luego hizo una mueca, parecía una sonrisa. 
 
—Me alegra estar de vuelta. 
 
Midorima se alejó volteándose hacia Akashi y Chihiro, procedió a explicarles su estado mientras Kazunari pasaba por su lado directo hacia el fantasma menor. Lo abrazó soltando un par de lagrimitas y le dijo lo feliz que estaba de que él estuviera despierto. 
 
Entonces la puerta se abrió y Kise se quedó congelado un instante en el marco, antes de comenzar a soltar lágrima tras lágrima mientras corría hacia la cama y lo abrazaba. Luego se dejó caer sobre los muslos de Kuroko sin dejar de llorar a la vez que Kasamatsu se acercaba y despeinaba, más, sus cabellos celestes de forma amigable. 
 
Hubo lágrimas y muchos abrazos y sonrisas. Kuroko sonreía con ternura al ver como todos estaban aliviados por él. No tenía ninguna duda que sus amigos habían estado absolutamente preocupados. Su pecho se llenó de calidez al saber que él era tan importante para ellos. 
 
Un gritito desde la puerta le hizo desviar la mirada, era Satsuki ya moqueando con tan solo verlo. La habitación se llenó aún más cuando ella y Wakamatsu entraron. El rubio policía lo saludó con una sonrisa y un: 
 
—Es bueno tenerte de vuelta.
 
Pero Satsuki casi se tiró sobre la cama y lo abrazó con mucha, mucha fuerza. Llegó a un punto en el que realmente nadie estaba hablando, la mayoría veían con una sonrisa a Kuroko, los chicos más sensibles lloraban, sus sollozos eran lo que resonaban en la habitación, no las voces, hasta que fue el mismo chico sombra quien rompió con ello. Dijo:
 
—¿Está bien Taiga-Kun? —y todos se quedaron en silencio, lo que hizo que a Tetsuya le sudaran las manos, pasó saliva—. Está bien… ¿Cierto? 
 
Kuroko estaba comenzando a entrar en pánico cuando Akashi se paró de nuevo junto a la cama y tomó asiento en el borde, él sostuvo su mano con cuidado y cariño al mismo tiempo que pintaba en su expresión una sonrisa cálida. 
 
—Taiga está a salvo —para el chico fantasma no pasaron desapercibidas las palabras que Akashi había escogido. 
 
—Pero… ¿Está bien?
 
Era una respuesta complicada, sin embargo, Akashi no dejó de sonreír. Él dijo: 
 
—Lo estará. 
 
Bien, eso era todo, Tetsuya definitivamente no podía estar tranquilo. Akashi atestiguó como una furiosa tormenta comenzaba a destellar en sus ojos. Por supuesto, lo sucedido esa noche era algo que no pensaba mantener oculto, aunque admitía que al menos no pensaba decirlo tan rápido, para permitirle a Tetsuya un poco de reposo. Pero claro, con Tetsuya jamás algo salía como lo planeaba. 
 
No tuvo más remedio que hablar con la verdad. Como Yukio y Wakamatsu habían sido los más cercanos en la situación, les pidió que le explicaran lo que había sucedió, nadie podía excepto ellos y, sinceramente, lo menos que quería era interrogar a Taiga para tener todos los detalles. Al final del relato, para complementar, Satsuki había agregado cómo, en el momento en el que Wakamatsu envió un mensaje para tranquilizarla e informarla diciendo que podía vislumbrar el lugar, Akashi había sacado su teléfono y hecho que un helicóptero se pusiera en marcha desde el hospital más cercano; había sido frustrante y la impotencia le amargó la lengua, pero Seijūrō sabía que no estarían ilesos, la prueba había sido el mismo cuerpo de Taiga, así que prefirió adelantarse a ello. 
 
Si no lo hubiera hecho, Aomine ni siquiera estaría en esa cama. Y por supuesto, ya fuera de peligro, los habían trasladado a ambos al hospital de la familia de Shintarō. 
 
Cuando terminaron, Tetsuya no dijo nada. No habló durante un instante que se sintió eternamente silencioso. Luego él, sin un ápice de duda, se quito la intravenosa en su muñeca con los dientes, porque la otra mano estaba lastimada, su dedo dislocado. Midorima y Takao hicieron una mueca, eso había estado tan, tan mal. Pero Kuroko no se detuvo allí, él quitó las sabanas blancas sobre su cuerpo, entonces intentó levantarse. 
 
Ya demasiado alarmado por lo que había visto, Akashi trató con cuidado de mantenerlo en su lugar, Kazunari se unió a él, pero el de cabello celeste les dio una mirada de pez muerto que advirtió consecuencias desastrosas si alguno se metía en su camino. Desesperado, Akashi buscó apoyo en Chihiro, pero el fantasma mayor, conociendo perfectamente a su hermano, solo se encogió de hombros antes de ayudarle él a levantarse. 
 
—¿No dirás nada? —Seijūrō miró acusadoramente a Midorima—. Como Médico, deberías hacer valer tu palabra. 
 
—Ambos sabemos que no serviría de nada —Shintarō dijo con calma aunque con un tic en el ojo. Internamente estaba preocupado. 
 
Soltando un pesado suspiro de resignación, Akashi admitió, por milésima ves, su derrota ante Tetsuya. 
 
—Ven aquí —dijo, aunque no esperó que Kuroko se moviera. Fue hasta él y le pasó una mano detrás de la espalda, luego se inclinó lo suficiente para pasar su brazo bajo sus rodillas. Kuroko no se hizo del rogar o se sacudió en brazos de Akashi cuando este lo alzó. 
 
No estaba en condiciones de ser quisquilloso y, además, no era como si ser llevado en brazos por Akashi, luciendo como el maldito príncipe que siempre había pensado era, no se le antojara mal. Durante el corto camino en el pasillo, se aferró al cuello de Akashi, hundiendo su rostro en su cuello sin importarle si le daba cosquillas. Por supuesto, a Seijūrō le encantó. 
 
Los demás chicos se habían quedado atrás, dándole espacio a ellos, A Tetsuya y a Taiga. Cuando entró en la habitación, el chico estaba sentado a un lado de la cama, recostado sobre el colchón, dormido. Aún así, sus dedos sostenían con cuidado la mano de Daiki. 
 
Incluso en sueños no dejaba de aferrarse a él. 
 
—Kuro-chin —dijo una voz, y cuando los celestes ojos de Kuroko barrieron la habitación buscando al dueño, se encontró con Murasakibara sentado en el sillón junto a la pared, en sus muslos, Himuro dormitaba tranquilamente mientras Atsushi acariciaba sus cabellos oscuros.
 
La sorpresa se rebeló en la expresión del fantasma, pues esa parte los chicos la habían omitido totalmente. No tenía idea de la presencia de Tatsuya, mucho menos que en realidad era el hermano de Taiga. Aún así, se alegró sinceramente de que estuviera de nuevo con el de cabellos morados, aunque también estaba desconcertado al verlos a ambos en la habitación. 
 
Kuroko asintió en su dirección, luego sacudió la cabeza y volvió toda su atención al chico dormido junto a Aomine… y se le rompió el corazón. Por ambos. Por Aomine inconsciente en esa cama, y por Taiga, que tenía que soportar todos los días el hecho de no saber en que momento Aomine iba a despertar. Ojala pudiera ahorrarle a todos ese dolor. Ojalá pudiera proteger el corazón de Taiga. 
 
Con paso lento pero decidido, se acercó hacia la cama con ayuda de Akashi, una vez junto al chico de cabellos rojos, posó con cuidado una mano sobre su hombro, acariciando suavemente. No parecía prudente despertarlo, se veía con calma perdido en sus sueños, pero Kuroko quería ver sus ojos, escuchar su voz, saber que… estaría bien. 
 
Recostado en el borde del colchón, los ojos rojizos del chico se abrieron lentamente. Se enderezó con movimientos perezosos, soltando un bostezo y tallándose los ojos mientras estiraba un poco la espalda. Primero, sus ojos se fijaron en Aomine en la cama, la decepción al verlo aún inconsciente se reflejó en su rostro un momento, pero entonces él sacudió la cabeza y pinto en sus labios una sonrisa. Sus dedos se apretaron de nuevo sobre la mano de Daiki, transmitiéndole todo su amor y cariño. 
 
Al fin, pareció percatarse de las personas que yacían detrás suyo. Seguro de que se trataba de Seimei y Seijūrō, estaba sonriendo ya, sin embargo cuando sus ojos se fijaron que, en efecto, si estaba Akashi, pero no se trataba del gemelo menor, sino del mismísimo Kuroko, con vendas y mallugado, sus ojos se expandieron en sorpresa y se levantó de golpe de su silla. 
 
—¡Kuroko! —exclamó, incredulidad resonó en su voz, aunque tan solo duró un momento. Una sonrisa se dibujó sus labios y antes de que Tetsuya pudiera siquiera saludar, Taiga estiró sus brazos y lo apretó contra su pecho. 
 
El fantasma soltó un pequeño quejido, pero nada más. Así como Taiga lo abrazaba él correspondió, sujetándose a la tela de la su playera por la espalda y quedándose ambos en esa posición durante mucho tiempo. Akashi los observó con una sonrisa al ver que pasaban los segundos y no se separaban, así que optó por tomar la otra silla en la habitación y llevarla hasta donde estaban los chicos y dejarla allí, esperando que Tetsuya la utilizara cuando se separaran. Se fue hacía el extremo donde estaba el sillón al darse cuenta que Himuro había despertado. 
 
El chico de ojos grises le hizo un gesto con la mano para que se sentara con él y Atsushi. Desde allí, los tres vieron a Tetsuya y Taiga permanecer un momento más abrazados, antes de finalmente separarse y tomar asiento. 
 
No dijeron nada por un tiempo, pero permanecieron cerca, sentados en sus sillas hombro con hombro y tomados de la mano. Sei vio sus dedos volverse pálidos debido a la fuerzas con la que se sostenían. Sonrió, sintiendo una inevitable punzada en su pecho… no eran celos, sería un imbécil si fuera ello. No, impotencia y culpa.
 
Ellos habían estado en ese maldito lugar, aterrados, desesperados, aferrándose y encontrando la fuerza necesaria en la presencia del otro para no perderse en el temor. El vinculo que se había formado entre ambos al atravesar juntos tal adversidad, era un lazo que no se podría romper por nada. Akashi lo entendía, y no era como si fuera a intentar romperlo. Por supuesto, lo odiaba con todo su ser debido a las circunstancia del porqué se dio, pero agradecía que ambos se tuvieran, que hubiera otra persona que comprendiera, que supiera perfectamente lo que había en el corazón del otro en ese momento de angustia y miedo, pero también de esperanza al no estar solos, al tenerse.
 
Eran fuertes, eran muy, muy fuertes, y Akashi los amaba tanto a ambos. 
 
Los chicos permanecieron allí, todavía en silencio durante unos pocos minutos más. Kuroko veía a Aomine y a Taiga de forma intercalada, no pensaba que tuviera que decir nada, pues seguramente los chicos ya se habían encargado de ello. Posiblemente Taiga tal vez ya estaba cansado de escuchar lo mismo esos días, pero aún así, había algo que necesitaba decirle a Taiga, supo que tenía que hacerlo en cuanto vio la angustia mal disimulada en sus ojos en el momento en el que se despertó y vio a Daiki en ese cama, aún inconsciente. 
 
—Aomine-kun es un bastardo testarudo —dijo, clavando la mirada en el moreno, Taiga lo miró de inmediato, atento—. Y ha tomado no las mejores decisiones, pero se ha hecho cargo de las consecuencias por si mismo; él sabe que no es que su vida haya sido lo esperado, pero ha vivido de la forma que ha querido con forme las circunstancias, así que creo que ha vivido bien. 
 
»Pero desde que apareciste… —Taiga apretó los ojos un momento. Sabía, lo sabía, su presencia con ellos solo había provocado desgracias. Por su culpa Kuroko había resultado lastimado y Aomine estaba en esa maldita cama sin certeza de cuando iba a despertar. Su pecho se oprimió con fuerza, una punzada de dolor que le cerró la garganta. Tatsuya le había dicho que no era su culpa, y el mismo Taiga había querido desesperadamente escucharlo, pero no podía evitarla que la culpa aún carcomiera su ser—, entendí que —prosiguió Kuroko—, en realidad no ha estado bien. No podía verlo antes porque él era bueno ocultándolo, pero creo que se sentía vació; que había un agujero en su pecho que intentaba desesperadamente cerrar sin poder hacerlo siquiera un poco… hasta que tú llegaste. 
 
»Jamás lo había visto tan feliz, tan vivo, tan… enamorado —se giró completamente, clavando sus ojos en los rojizos de Taiga—. Es un Aomine muy diferente desde que apareciste en su vida —Kuroko sonrió, una sonrisa de verdad, enorme, deslumbrante y absolutamente sincera; era como si un aura brillante lo envolviera—. Así que gracias por amarlo tanto.
 
El corazón de Taiga se apretujó, una sensación cálida y abrumadora que casi le robó el aliento. 
 
De pronto se sintió ingrávido. 
 
Su cuerpo, su mente, flotando liviana, ligera, en un plano surreal que lo hacia sentir tan en paz, en una calma total como no había sentido desde que el corazón de Aomine se detuvo en sus brazos, y él suyo también casi con ello.  La sensación, el pensamiento que se ha había alojado en su pecho y que le gritaba sin piedad que su presencia en esa casa había sido un error, porque gracias a ello sus amigos, Aomine, había sido herido… simplemente se esfumó.
 
Y él se sintió entonces como si estuviera recostado en nubes de algodón, suaves y calentitas, que abrigaban su corazón y lo liberaban de toda esa culpa que lo lastimaba con crueldad. 
 
El constante nudo en su garganta simplemente se sintió liviano, y Taiga tuvo muchas ganas de llorar, un llanto fuerte, estridente, que desgarrara su garganta, aunque cuando lo hizo, fue una corriente de suaves lágrimas que escapó de sus ojos y recorrió con delicadeza sus mejillas sonrojadas. Entonces una sonrisa tranquila y agradecida apareció en sus labios, iluminando su rostro y haciéndolo ver tan hermoso. 
 
Akashi lo vio, y Tatsuya, y ambos se vieron por el rabillo del ojos, y ambos estaban llorando sutilmente. Se dieron una sonrisa algo tímida, siendo conscientes de que se sentían de la misma forma. Taiga era sus hermano, después de todo, y lo único que habían querido era ver de nuevo esa sonrisa sincera en su rostro. Y ahora, allí en ese momento, era tan hermosa como sabían lo era, y eso solo hizo que el corazón de ambos también encontrara tranquilidad. 
 
—Él volverá a ti —Kuroko habló de nuevo, aún estaba sonriendo y viendo a Taiga a los ojos, el agarre en sus manos se apretó—, así como tú encontraste tu camino hacia él, él encontrara el suyo hacia ti, Taiga-kun. Y entonces ambos serán absolutamente felices, no tengo dudas de ello.
 
Taiga asintió, llorando. 
 
No importaba cuanto tiempo tardara, si eran días, semanas, meses, años, Taiga estaría siempre esperándolo con los brazos abiertos y el corazón en la mano; anhelando su sonrisa y sus besos, sus abrazos y todo de él. 
 
—Yo estaré aquí, esperando por ti, cariño —susurró, sus dedos enroscados en los de Daiki, transmitiéndole todo su amor y añoranza, toda su fuerza. 
 
Todo estaría bien, Taiga lo sabía con absoluta certeza y sin lugar a dudas. Confiaba en Aomine y en su amor. Volvería a sus brazos costara lo que costara, y Taiga esperaría por él, tardara lo que tardara, y entonces todo iría aún mejor, porque estarían juntos y felices, y nada ni nadie podría nunca separarlos de nuevo. 
 
Estarían por siempre juntos en la eternidad…
 

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